Guerra De Los Cristeros

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En 1926, el presidente Plutarco Elias Calles, general revolucionario, promovió
la reglamentación del artículo 130 de la Constitución a fin de contar con
instrumentos más precisos para ejercer los severos controles que la
Constitución de 1917 estableció como parte del modelo de sujeción de las
iglesias al Estado aprobado por los constituyentes. Estos instrumentos
buscaban limitar o suprimir la participación de las iglesias en general en la vida
pública, pero -dadas algunas características de la legislación, como el hecho
que se obligaba a los ministros de culto a casarse y se prohibía la existencia de
comunidades religiosas- es posible afirmar que tenían un claro sesgo anti-
católico por ser esta confesión la única que en México cuenta con ministros
solteros y con comunidades en las que personas deciden convivir.

La ley reglamentaria del 130 constitucional facultaba, siguiendo el dictado de la
Constitución, a los gobernadores de los estados de la República a imponer
cuotas y requisitos especiales a los "ministros del culto". Tal fue el caso de los
gobernadores más radicales, como Tomás Garrido Canabal del estado de
Tabasco quien decretó normas que iban incluso más lejos, pues obligaban a
los "ministros del culto" a casarse para poder oficiar, mientras que en estados
como Chihuahua se pretendió forzar a la Iglesia católica a operar con un
número mínimo de presbíteros, mientras que en Tamaulipas se prohibió oficiar
a los sacerdotes extranjeros.Es de 1925, con apoyo de la CROM se creó la
Iglesia Católica Nacional Mexicana, dotándola de edificios, recursos y medios
para romper con El Vaticano. Confrontada con esta situación, la Iglesia intentó
reunir dos millones de firmas para proponer una reforma constitucional. La
petición de los católicos mexicanos fue rechazada. Los católicos llamaron y
realizaron un boicot para no pagar impuestos, minimizar el consumo de
productos comercializados por el gobierno, no comprar billetes de la Lotería
Nacional, ni utilizar vehículos a fin de no comprar gasolina. Esto causó severos
daños a la economía nacional, al tiempo que sirvió para que las posiciones de
distintos grupos dentro de la propia Iglesia católica en México se radicalizaran.

La radicalización hizo que en zonas de los estados de Guanajuato, Jalisco,
Querétaro, Aguascalientes, Nayarit, Colima, Michoacán y parte de Zacatecas,

en la Ciudad de México, y en la península de Yucatán creciera un movimiento
social que reivindicaba los derechos de libertad de culto en México. La
dirigencia del movimiento, cercana
pero autónoma respecto de los
obispos mexicanos, creyó viable
una salida militar al conflicto. En
enero de 1927, empezó el acopio
de armas; las primeras guerrillas
estuvieron compuestas por
campesinos. El apoyo a los grupos
armados fue creciendo, cada vez
se unían más personas a las
proclamas de ¡Viva Cristo Rey! y
¡Viva Santa María de Guadalupe!
lanzadas por quienes fueron
conocidos como los cristeros.El origen del sustantivo cristero es disputado. Hay
quienes consideran que fueron ellos mismos quienes utilizaron el nombre
primero para identificarse, pero hay investigadores del fenómeno, como Jean
Meyer, quienes consideran que, en sus orígenes, era una expresión
despectiva, usada por agentes del gobierno federal, derivada de cristiano. En
todo caso, los que se conocían como cristeros fueron capaces de articular
rápidamente una serie de descontentos locales con las consecuencias de la
Revolución Mexicana, así como de aglutinar en torno suyo a grupos que, por
distintas razones, se oponían a lo que ya para entonces se conocía como el
"Grupo Sonora", nombre creado por el origen sonorense de los presidentes
Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. No sólo eso, la
Cristiada, como también se le conoce, logró un uso muy eficaz de símbolos
religiosos profundamente arraigados en las prácticas colectivas en México.
Este uso de símbolos como la Virgen de Guadalupe unen, por cierto, a grupos
tan disímiles en la historia de México como los primeros insurgentes
encabezados por Miguel Hidalgo y Costilla o el líder revolucionario Emiliano
Zapata

Los alzamientos comenzaron en Jalisco, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán,
luego se sumó casi la totalidad del centro del país. El conflicto tuvo un carácter
fundamentalmente rural aunque la dirección de la Liga fue eminentemente
urbana. Los cálculos más optimistas consideran que hacia 1927, las fuerzas
cristeras rondaban los 12 000 efectivos y dos años después, en 1929, habían
alcanzado los 20,000. Semejantes números son dignos de consideración por
varias razones. En primer lugar, los obispos mexicanos, con muy contadas
excepciones se distanciaron rápidamente del movimiento armado,
desconocieron a la Liga y trataron de negociar la paz con el gobierno de Calles
con la mediación del gobierno de Estados Unidos.

En segundo lugar, porque México recién había superado un prolongado y muy
costoso conflicto armado que ensagrentó durante poco más de siete años
buena parte del país. No sólo eso, los cristeros eran un ejército irregular (a
pesar de que contaron con algunos militares de carrera en sus filas), que no
esperaban recibir pago y que no contaban con mecanismos formales de
aprovisionamiento, reclutamiento, entrenamiento, atención a sus heridos o
cuidado de los deudos. A diferencia de otros grupos armados en la historia de
México no practicaron la así llamada "leva" (una práctica por la que se obliga a
personas a sumarse a un ejército). Finalmente, a diferencia muchos grupos
armados durante la revolución y antes durante el siglo XIX, el mercado
estadounidense de armas estuvo -al menos formalmente- cerrado para este
grupo, por lo que no pudieron adquirir armas o municiones y debían depender
de armamento anticuado (mucho de él excedentes de la Revolución de 1910-
1917) y operar con muy escasa munición.

En 1928, luego de una tortuosa reforma de
la Constitución de 1917 y a pesar de que la
Revolución mexicana había iniciado al grito
de "sufragio efectivo, no reelección", el ex
presidente Álvaro Obregón contendió como
candidato virtualmente único en las
elecciones presidenciales. El Grupo Sonora,
se pensaba en ese entonces, repetiría la
fórmula seguida 40 años antes por el grupo
Oaxaca, encabezado por Porfirio Díaz, para reformar paulatinamente la
Constitución. Se decía, sin embargo, que Obregón--a diferencia de Calles--no
tenía interés en continuar con el conflicto, por lo que llegaría a un acuerdo para
acabar con la guerra. Obregón, sin embargo fue asesinado por José de León
Toral en el restaurante "La Bombilla" en el Distrito Federal. Obregón había
acudido ahí a participar de un desayuno ofrecido por los legisladores del bloque
parlamentario que le apoyaba.

Al llegar a la presidencia interina Emilio Portes Gil, comenzó una larga
negociación, en la que participó como mediador, el recién llegado embajador
estadounidense Dwight Morrow. Se logró un acuerdo de amnistía general para
todos los levantados en armas que quisieran rendirse. Se acordó devolver las
casas curales y episcopales, y evitar mayores confrontaciones en lo sucesivo.
Sin embargo, para ese entonces existía una profunda división en el seno de
Iglesia en México. La fractura afectaba desde la cúpula episcopal hasta los
laicos. Entre los obispos, la mayoría estaba a favor de un acuerdo con el
gobierno, pero habían tres, muy combativos, opuestos al acuerdo. El más
decidido de los obispos en contra del acuerdo fue monseñor Leopoldo Lara y
Torres, obispo de Tacámbaro en Michoacán. En el otro extremo, presionando
para que se lograra un acuerdo con el gobierno, se encontraban los obispos de

la Ciudad de México José Mora y del Río y de Tabasco Pascual Díaz Barreto
S.J.

Más importantes, acaso, que las divisiones fueron las consecuencias que el
conflicto y el desempeño de los laicos católicos vinculados a la Liga tuvieron
para marcar el futuro de las relaciones entre laicos y obispos en el seno de la
Iglesia católica en México. Como consecuencia de la ruptura entre la Liga
Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa y los obispos mexicanos,
estos últimos desarrollaron una política de creciente centralización y control de
las actividades de los laicos católicos mexicanos por medio de la Acción
Católica Mexicana.En todo caso, la Liga y la mayoría de los efectivos de los
ejércitos cristeros no aceptaron el acuerdo, así que estimaciones de personajes
cercanos a la Liga señalan que de unas 50 mil personas involucradas directa o
indirectamente en las acciones militares, sólo 14 mil depusieron las armas,
aunque estas cifras han sido motivo de debate.

Bajo la fuerte presión del gobierno de Estados Unidos, que a su vez respondía
a las peticiones repetidas de obispos y laicos católicos en ese país, el
presidente Portes Gil anunció que la Iglesia católica se sometería a la ley sin
que la Constitución sufriera alguna modificación. A partir de ese momento , sin
embargo, el país entró en lo que investigadores de la relación Iglesia-Estado en
México han calificado como un periodo de "relaciones nicodémicas", en
referencia a Nicodemo, el fariseo que se acercaba a Jesús de noche (de ahí el
término nicodemo, "el que viene de noche"). Otros calificaron a este periodo,
que se extendería hasta 1992, como un "modus vivendi", un modo de vivir, en
el que el Estado renunciaba a la aplicación de la ley y la Iglesia renunciaba a
exigir sus derechos. Estas relaciones nicodémicas o modus vivendi debieron
enfrentar, sin embargo un severo momento de prueba cuando Calles,
presionado por los efectos devastadores de la crisis de 1929 pronunció el así
llamado Grito de Guadalajara.

En ese Grito, 21 de julio de 1934, Calles -en su oficiosa condición de "jefe
máximo de la Revolución mexicana"- hacía una llamada para que Revolución,
triunfante en lo militar, se trasladara a partir de ese momento al ámbito de la
conciencia, de la educación y, de manera más específica, de la educación de
los niños. El Grito de Guadalajara marcó el inicio de una serie de reformas al
sistema educativo mexicano que culminaron con el proyecto de la así llamada
"educación socialista". Las tensiones creadas por el Grito fueron de tales
dimensiones que, una vez más, se organizaron una serie de movilizaciones
que, por su magnitud son conocidas como "La Segunda", es decir, la segunda
cristiada, aunque en esta ocasión no hubo fracturas en el seno del episcopado.

No sólo eso. Desde Roma, el Papa Pío XI, consternado ante lo que parecía el
inicio de un nuevo ciclo de violencia en México, publicó la encíclica Acerba

Animi en septiembre de 1932. Acerba Animi pertenece, junto con Non abbiamo
bisogno (junio de 1931), Mit Brennender Sorge (Con viva preocupación) de
marzo de 1937, y Nos es muy conocida de marzo de 1937 a un muy reducido
número de encíclicas dedicadas a criticar las políticas de los gobiernos de
México (Acerba Animi no es muy conocida), de la Alemania Nazi (Con viva
preocupación), y de la Italia de Mussolini (Non abbiamo bisogno),
especialmente por las políticas anti-católicas desarrolladas durante este
periodo por los gobiernos de esos tres países
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