Para la atenci?n de los ni?os y ni?as de 0 a 3 a?os 29
Recordemos que los niños nacen extremadamente dependientes del entorno
humano y material, por lo cual, necesitan del otro para poder desarrollarse e ir
progresivamente adquiriendo niveles de autonomía, seguridad y responsabilidad.
Somos los adultos quienes, a través de los cuidados que les brindamos, hacemos
lo que ellos no pueden hacer por sí solos, los ayudamos en su limpieza, en su
alimentación, los trasladamos cuando todavía no caminan por sí mismos.
Si estos cuidados los realizamos con delicadeza, con respeto y calidez, los
niños en esos momentos se llenan de una interacción rica y significativa,
podemos decir que “se llenan del adulto” y estas experiencias les generan una
sensación de calma y de seguridad tal, que les permite desplegar el impulso
epistémico o la fuerza para conocer, para explorar, para explorarse a sí mismos,
al otro, a los objetos y al espacio en el que se encuentran; impulso con el que
nace todo ser humano.
Por esta razón, cuando el bebé ha
sido bien atendido y está descansado,
es capaz de alternar momentos de
interacción rica y significativa con su
adulto cuidador con momentos para
explorar. Por ejemplo, en un primer
momento explora su mano, luego su
cuerpo, y más adelante, un pañuelo
pequeño que el adulto ha colocado
cerca.
Así progresivamente, explorará los objetos que el adulto le ofrece, moverá su
cuerpo y logrará voltearse, rodar, gatear, sentarse y caminar por sí solo; esto
nos indicará que se está desarrollando de manera integral y saludable.
Si por el contrario, el niño es cuidado y atendido de manera brusca o
desinteresada, sin que se entable comunicación con él, le costará explorar los
objetos de su entorno, ya que estar solo no será un enorme placer ni un desafío,
sino un momento angustioso porque necesitará sentir la presencia del adulto.
Asimismo, si el niño está al cuidado de un adulto que todo el tiempo juega con
él porque cree que no puede hacer mucho por sí solo, sin querer le transmitirá
la sensación de que sólo con el adulto es capaz de lograr algo. De esta manera,
no le será posible desplegar lo que Winnicott
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llama: la capacidad de estar
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Winnicott, D.W. (1987) Los bebés y sus madres. Editorial Paidós. Argentina.