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La primera fase (=Fase ca) siempre es una fase de estrés, fría y
conflictiva en la simpaticotonía.
La segunda fase (=Fase pcl), a menos que se llegue a la resolución del
conflicto, es siempre una fase caliente, sin conflictos y de curación en la
vagotonía (fase pcl).
Hasta ahora sólo hemos visto a los microbios como si causaran las
llamadas “enfermedades infecciosas” y este concepto parece estar para
quedarse, puesto que también siempre encontramos microbios en las
“enfermedades infecciosas”. Sin embargo, hemos olvidado o pasado por
alto esta primera fase en estas supuestas “enfermedades infecciosas”,
ya que en estas enfermedades siempre se produce antes una fase
conflictiva y, una vez que el conflicto está resuelto, estos microbios
tienen permiso para actuar. Asimismo, no son nuestros enemigos, sino
que nos auxilian, trabajan bajo nuestro mandato, bajo las órdenes de
nuestro organismo y son dirigidos por nuestro cerebro. No existen los
“microbios especiales”, a pesar de eso se ejecuta la fase de curación,
aunque no es biológicamente óptima.
En los conductos hepáticos, los cuales están revestidos de epitelio
laminar y se vuelven ulcerosos en el conflicto de territorio, para que
mejore el drenaje biliar a través de un diámetro interior más amplio,
estos conductos se cierran al hincharse en la fase pcl. Consecuencia: La
bilis se acumula y ya no puede fluir. Cuando varios conductos hepáticos
son afectados al mismo tiempo, el paciente toma una coloración
amarilla (ictericia), la orina se vuelve de color marrón y las heces de
color amarillo por la falta de pigmento biliar. No obstante, los virus no
causan la hepatitis, como habíamos creído nosotros inteligentes
médicos, sino que se trata de nuestro organismo preocupándose por
optimizar siempre el proceso de curación. Nuestro cerebro siempre
determina la clase de microbios, el tipo de trabajo y el momento en que
les ordena ayudar, así como también determina el lugar donde los deja
trabajar.
Y de igual manera, cuando nuestro cerebro se los ordena, los supuestos
microbios patógenos se convierten en microbios buenos y apatógenos,
los cuales luego se retiran a alguna parte de nuestro organismo donde
no molesten y donde puedan ser reactivados en cualquier momento
cuando se les necesite.
Y debido a que desconocíamos todo esto en el pasado, no sólo hemos
interpretado incorrectamente todas las supuestas enfermedades (SBS)
hasta ahora, sino que también no habríamos sido capaces de tratar a un
solo paciente de la forma correcta.
Nuevamente: Si los microbios no son un ejército de enemigos, sino más
bien de amigos que son vigilados y controlados sistemáticamente por el
organismo, como simbiontes… Entonces, ¿qué era el sistema
inmunológico, aquel ejército de “células asesinas”, “células carnívoras”,
células de linfocitos T, etc., respaldados por un escuadrón de reacciones
de suero? O dicho de otra manera: ¿Qué queda entonces del llamado
“sistema inmunológico”?
Respuesta: Sólo los hechos, no el presunto sistema.
Esto es debido a que el “sistema inmunológico”, término vago e
indefinido que es usado en todos lados con desorden en la fase de
conflicto o de resolución de conflicto, en cáncer, leucemia o SIDA y en
todas las “enfermedades infecciosas” sin excepción, no existe en lo
absoluto en el sentido que hemos creído hasta ahora.
Así como le tenemos miedo al cáncer porque es “maligno”, también así
cada vez les tenemos más miedo a los “microbios malignos”.
Fundamentalmente existen dos posibilidades en lo que concierne a los
microbios: O bien los microbios (siempre para una región) son
endémicos, es decir, todos los tienen y nadie puede recibir “nuevos”
microbios porque ya tienen todos los de la zona, o bien: se previene que
las personas reciban microbios a través de la “higiene”, que produce
una separación. Este es el camino que sigue nuestra civilización. En la
naturaleza, esto es algo que prácticamente no sucede con los animales
ni con los pueblos primitivos.