basada en valores, donde se respete la santidad de
la vida, la propiedad, el linaje y la igualdad de las
personas; este fue un consejo beneficioso para toda la
humanidad.
Hizo un llamado a los esposos y las esposas para
que tuvieran conciencia de Al-lah en su trato mutuo.
Exhortó a los criminales y partidarios de la violencia a
que tomaran conciencia de Al-lah y se corrigieran. Al-
lah ha hecho que la vida sea sagrada y que quitar una
vida humana sea más grave que declarar una guerra
contra Su santuario. A quienes se apoderaban del
dinero de la gente mediante la usura los exhortó a que
dejaran de hacerlo y les advirtió que no continuaran
haciéndolo. Pidió a quienes se consideraban mejores
que los demás por su color, raza, inteligencia o
cualquier otro privilegio, que se dieran cuenta de que
todos somos de barro, obra de Al-lah, y solo Él puede
decidir quién es mejor.
La muerte del Profeta (la paz sea con él)
El Profeta Muhammad (la paz sea con él) murió en la
ciudad de Medina pocos meses después de haber
realizado el Hayy, habiendo dejado un claro ejemplo de
cómo realizarlo, y las lecciones y virtudes que contiene.
El viaje a La Meca, pasado y presente
Cuando los peregrinos emprenden el viaje del Hayy
siguen los pasos de los millones de personas que lo
hicieron antes que ellos. En la actualidad, más de tres
millones de creyentes llegan cada año al Reino de
Arabia Saudita por carretera, mar y aire.
Hasta el siglo XX, la mayoría de los peregrinos viajaban
por mar o por tierra y convergían en La Meca en tres
oleadas que se movían lentamente:
Una, procedente de las costas de África Oriental y del
Cuerno de África, del gran triángulo del subcontinente
indio y de las Indias Orientales, llegaba en una inmensa
flota de barcos que surcaban la extensión azul del
océano Índico en dirección norte y noroeste, y en
embarcaciones sobrecargadas que navegaban por
las verdes aguas del mar Arábigo. Otra, más lenta,
llegaba a pie, a caballo y en camello, en tres grandes
caravanas: la primera se dirigía hacia el sur desde
Damasco, con hayyis procedentes del Líbano, el norte
de Irak y Turquía. Otra desde El Cairo, con devotos
de Egipto y de toda la zona norteafricana y con un
cargamento único, la nueva cubierta para la Ka’bah.
La tercera caravana cruzaba la Península desde
Bagdad. La tercera oleada avanzaba hacia el este con
angustiosa lentitud, atravesando la vasta anchura de
África Central, desde lo que hoy es Mauritania, Senegal,
Guinea y Sierra Leona, a través de Mali, Níger, Nigeria,
Chad y Sudán, hasta los puertos del Mar Rojo.
Las caravanas estaban muy bien organizadas. Un
funcionario, llamado Amir Al Hayy, era responsable
de la seguridad de los peregrinos. La caravana
estaba organizada como una ciudad en movimiento,
con el amir, un juez, dos notarios, un secretario y un
funcionario encargado del cuidado de los animales,
otro encargado de las provisiones, un talabartero, un
chef con un equipo de cocineros e incluso un inspector
de pesos y medidas. Las caravanas solían caminar de
nunr