Serafini Claudio Daniel
141.887-7
HELICES
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UTN – FRBA
Introducción a la Ingeniería Naval
U1091
DEFINICIÓN DE HÉLICE
El mar siempre ha causado fascinación en el ser humano desde el
comienzo de los tiempos. Siendo el medio por el cual se podía trasladar a
nuevas tierras, obtener alimento, comerciar con lugares lejanos, etc. Primero la
recolección de mariscos y moluscos en las costas, luego la pesca y finalmente
las antiguas civilizaciones se aventuraron a adentrarse en ese mar que
generosamente le proveía de alimento. La tecnología fue progresando y el
hombre construyó elementos para flotar en el agua; por este motivo,
seguramente usó troncos de árboles u otros materiales abundantes en su
entorno que tenían flotabilidad. Para impulsarse y no quedar a la deriva, echó
mano del remo hasta que descubrió que la fuerza eólica podía impulsarlo con
menor esfuerzo y mayor efectividad. Luego, descubrió la manera de llevar la
embarcación hacia donde quería e inventó el timón. Es a partir de acá que el
hombre a través del tiempo fue introduciendo mejoras a sus naves, dándoles
cada vez mejor impulsión y gobierno, hasta llegar a las modernas naves que
surcan hoy día los océanos del mundo.
Una de estas mejoras, fue la hélice, que determinó un cambio radical en
la propulsión de los navíos, que ya no debían depender únicamente del poder
del aire para poder trasladarse por los mares.
La hélice es un dispositivo formado por un conjunto de elementos
denominados palas o alabes, montados de forma concéntrica alrededor de un
eje, girando alrededor de éste en un mismo plano. Su función es transmitir a
través de las palas su propia energía cinética (que adquiere al girar) a un fluido,
creando una fuerza de tracción; o viceversa, "tomar" la energía cinética de un
fluido para transmitirla mediante su eje de giro a otro dispositivo.
La primeras aplicaciones de las hélices, hace miles de años, fueron los
molinos de viento y agua. Hoy en día, también bajo los nombres de "rotor",
"turbina" y "ventilador", las hélices y los dispositivos derivados de ellas se
emplean para multitud de propósitos: refrigeración, compresión de fluidos,
generación de electricidad, propulsión de vehículos e incluso para la
generación de efectos visuales (estroboscopio).
El inventor de la hélice para barcos fue el checo Josef Ressel, quien
solicitó la patente austriaca el 28 de noviembre de 1826.
Como evidencia la variedad de denominaciones y campos de aplicación,
existe una gran variedad de hélices, variedad que se manifiesta sobre todo en
las palas, que generalmente tienen perfiles semejantes a los de un ala, pero
cuya forma varía según su propósito. Además, hay hélices, principalmente en
la aviación, en las que la inclinación de las palas es variable, variación que a su
vez puede ser respecto al plano de giro de la hélice ("paso") o respecto al eje
de giro de la hélice ("paso cíclico" o simplemente "cíclico"). Para conseguir esto
se requieren mecanismos bastante complejos.