H
ilos del corazó
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ilos del corazó
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Autora:
Marlen Hernández Ramírez
Autora:
Marlen Hernández Ramírez
Adaptación de “El collar”, Guy de MaupassantAdaptación de “El collar”, Guy de Maupassant
En un pueblito rodeado de
montañas y flores silvestres vivía
Xóchitl, una niña de trenzas
largas y sonrisa brillante. Su
casa siempre olía rico: a pan
calentito, a tierra mojada y a
flores secas que colgaban del
techo.
En un pueblito rodeado de
montañas y flores silvestres vivía
Xóchitl, una niña de trenzas
largas y sonrisa brillante. Su
casa siempre olía rico: a pan
calentito, a tierra mojada y a
flores secas que colgaban del
techo.
Xóchitl vivía con su abuelita, que le enseñó a coser y a bordar
desde muy pequeña. Las dos hacían muñecas con telas de
colores, listones brillantes y mucho cariño. Cada muñeca tenía
su historia.
Xóchitl vivía con su abuelita, que le enseñó a coser y a bordar
desde muy pequeña. Las dos hacían muñecas con telas de
colores, listones brillantes y mucho cariño. Cada muñeca tenía
su historia.
La más especial se llamaba Lele, que en otomí quiere decir
“bebé”. Tenía trenzas con listones, una falda con flores, y una
pequeña cruz bordada en el pecho. Xóchitl la había hecho sola
una tarde de lluvia, con ayuda de su abuelita.
La más especial se llamaba Lele, que en otomí quiere decir
“bebé”. Tenía trenzas con listones, una falda con flores, y una
pequeña cruz bordada en el pecho. Xóchitl la había hecho sola
una tarde de lluvia, con ayuda de su abuelita.
—¿Quieres jugar?
Y desde ese momento, se hicieron amigas.
—¿Quieres jugar?
Y desde ese momento, se hicieron amigas.
Un día llegó al pueblo una niña nueva: Sofía. Venía de la ciudad,
hablaba rápido y vestía diferente. Al principio, no sabía cómo
hacer amigos, pero Xóchitl se le acercó con una tortilla con sal
y le dijo:
Un día llegó al pueblo una niña nueva: Sofía. Venía de la ciudad,
hablaba rápido y vestía diferente. Al principio, no sabía cómo
hacer amigos, pero Xóchitl se le acercó con una tortilla con sal
y le dijo:
Sofía tenía una muñeca de porcelana, con un vestido azul
y ojos que se cerraban al acostarla. Todos los niños la
miraban con sorpresa, pero Xóchitl abrazó fuerte a Lele.
Sofía tenía una muñeca de porcelana, con un vestido azul
y ojos que se cerraban al acostarla. Todos los niños la
miraban con sorpresa, pero Xóchitl abrazó fuerte a Lele.
—¿Quieres cargarla? —le ofreció Sofía.
Xóchitl la tomó con cuidado. Era bonita, pero no sentía lo
mismo que con Lele. Aun así, sonrió.
—¿Quieres cargarla? —le ofreció Sofía.
Xóchitl la tomó con cuidado. Era bonita, pero no sentía lo
mismo que con Lele. Aun así, sonrió.
Las niñas comenzaron a jugar todos los días. Hacían figuritas de
barro, coronas de flores y compartían cuentos. Sofía aprendió
algunas palabras en otomí y Xóchitl aprendió canciones de
ciudad. Eran como hermanas de diferentes mundos.
Las niñas comenzaron a jugar todos los días. Hacían figuritas de
barro, coronas de flores y compartían cuentos. Sofía aprendió
algunas palabras en otomí y Xóchitl aprendió canciones de
ciudad. Eran como hermanas de diferentes mundos.
Un día anunciaron la gran fiesta del sol, una celebración con
música, bailes y comida. Todos los niños iban a participar.
Un día anunciaron la gran fiesta del sol, una celebración con
música, bailes y comida. Todos los niños iban a participar.
Sofía estaba feliz, pero también un poco triste.
—No tengo nada bonito para ponerme —dijo.
Sofía estaba feliz, pero también un poco triste.
—No tengo nada bonito para ponerme —dijo.
—Puedes llevar a Lele contigo —le ofreció Xóchitl—. Solo
prométeme que la cuidarás mucho. Sofía abrió los ojos muy
grandes.
—¿De verdad me la prestas?
—Sí. Lele es muy especial, pero tú también lo eres.
—Puedes llevar a Lele contigo —le ofreció Xóchitl—. Solo
prométeme que la cuidarás mucho. Sofía abrió los ojos muy
grandes.
—¿De verdad me la prestas?
—Sí. Lele es muy especial, pero tú también lo eres.
Esa noche, Sofía llevó a Lele bien abrazada contra su
pecho. Bailaron, cantaron y comieron tamales bajo las
estrellas. Todos miraban a la muñeca y decían:
Esa noche, Sofía llevó a Lele bien abrazada contra su
pecho. Bailaron, cantaron y comieron tamales bajo las
estrellas. Todos miraban a la muñeca y decían:
—¡Qué linda! ¿Dónde la conseguiste?
—Se llama Lele —decía Sofía—. La hizo mi amiga Xóchitl,
con ayuda de su abuelita. Tiene mucha historia
—¡Qué linda! ¿Dónde la conseguiste?
—Se llama Lele —decía Sofía—. La hizo mi amiga Xóchitl,
con ayuda de su abuelita. Tiene mucha historia
Pero cuando terminó la fiesta y caminaban de regreso, Sofía
se detuvo de pronto.
—¡Xóchitl… Lele no está!
Pero cuando terminó la fiesta y caminaban de regreso, Sofía
se detuvo de pronto.
—¡Xóchitl… Lele no está!
Buscaron por todos lados. Corrieron hasta el camino del río,
pero no encontraron nada. El viento soplaba fuerte y la luna
las miraba desde arriba.
—¡Perdón, Xóchitl! —lloró Sofía—. Perdí tu muñeca más
querida…
Xóchitl también estaba triste, pero dijo bajito:
—Fue un accidente. No es tu culpa.
Buscaron por todos lados. Corrieron hasta el camino del río,
pero no encontraron nada. El viento soplaba fuerte y la luna
las miraba desde arriba.
—¡Perdón, Xóchitl! —lloró Sofía—. Perdí tu muñeca más
querida…
Xóchitl también estaba triste, pero dijo bajito:
—Fue un accidente. No es tu culpa.
Al día siguiente, fueron al mercado de la ciudad. Sofía gastó
sus ahorros para comprar una muñeca parecida. Había
muchas con trenzas y vestidos bonitos… pero ninguna era
Lele.
Al día siguiente, fueron al mercado de la ciudad. Sofía gastó
sus ahorros para comprar una muñeca parecida. Había
muchas con trenzas y vestidos bonitos… pero ninguna era
Lele.
—Gracias —dijo Xóchitl acariciando una—. Pero Lele no se
puede cambiar. Solo hay una como ella.
—Gracias —dijo Xóchitl acariciando una—. Pero Lele no se
puede cambiar. Solo hay una como ella.
Hasta que un niño llegó corriendo:
—¡Encontré algo en un árbol, junto al camino!
Hasta que un niño llegó corriendo:
—¡Encontré algo en un árbol, junto al camino!
Corrieron al lugar, y ahí estaba Lele, sucia, con un listón roto,
pero con sus mismos ojitos de siempre.
—¡Lele! —gritaron las dos.
Corrieron al lugar, y ahí estaba Lele, sucia, con un listón roto,
pero con sus mismos ojitos de siempre.
—¡Lele! —gritaron las dos.
La llevaron a casa. La lavaron con agua tibia y jabón de flores.
Le cosieron su vestido y le pusieron una nueva cruz al lado de
la primera.
—Ahora tiene doble corazón —dijo la abuelita.
La llevaron a casa. La lavaron con agua tibia y jabón de flores.
Le cosieron su vestido y le pusieron una nueva cruz al lado de
la primera.
—Ahora tiene doble corazón —dijo la abuelita.
Sofía quiso devolvérsela, pero Xóchitl sonrió.
—Quiero que te la quedes tú. Pero prométeme algo.
—Lo que tú digas.
Sofía quiso devolvérsela, pero Xóchitl sonrió.
—Quiero que te la quedes tú. Pero prométeme algo.
—Lo que tú digas.
—Cuéntales a todos quién es. No digas que es solo una
muñeca bonita. Diles que es Lele, una muñeca hecha con
amor, con historia y con el corazón de mi pueblo.
—Cuéntales a todos quién es. No digas que es solo una
muñeca bonita. Diles que es Lele, una muñeca hecha con
amor, con historia y con el corazón de mi pueblo.
Sofía asintió con los ojos brillando.
Desde entonces, cuando alguien preguntaba por su muñeca,
Sofía respondía:
Sofía asintió con los ojos brillando.
Desde entonces, cuando alguien preguntaba por su muñeca,
Sofía respondía:
—Ella es Lele. Y está hecha con hilos que cuentan historias.—Ella es Lele. Y está hecha con hilos que cuentan historias.
Y desde entonces Xóchitl dejó de soñar con muñecas de
ciudad, porque aprendió que lo más valioso no siempre
brilla… a veces, solo se descubre y se teje con el corazón.
Y desde entonces Xóchitl dejó de soñar con muñecas de
ciudad, porque aprendió que lo más valioso no siempre
brilla… a veces, solo se descubre y se teje con el corazón.