Hipertensión gestacional: Es la presión arterial alta que desarrolla mientras está embarazada. Comienza después de las 20 semanas de embarazo. Por lo general, no tiene otros síntomas. En muchos casos, no le hace daño a usted ni a su bebé, y desaparece durante las 12 semanas después del parto.
La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias: cuando esa fuerza es demasiado alta, se considera hipertensión. Una persona es hipertensa si su presión arterial (PA) es igual o supera los valores de 140/90 mmHg en dos tomas con un intervalo de 15 minutos.
Si bien esta patología puede ser un factor de riesgo para problemas cardiovasculares, renales, de vista y accidente cerebrovascular, si no se la controla y se la deja librada a su evolución, en el embarazo suma otros particulares: Puede provocar menor flujo sanguíneo a la placenta, con lo que el bebé podría recibir menos oxígeno y menos nutrientes, con riesgo de crecimiento lento, bajo peso al nacer o nacimiento prematuro.
Desprendimiento de placenta. En los casos graves, puede ocasionar sangrado intenso que potencialmente pone en riesgo la vida de la madre y del bebé. Lesión en otros órganos como el cerebro, el corazón, los pulmones, los riñones y el hígado, así como en el resto de los órganos principales. Parto prematuro. En los casos en que hay riesgo de vida, muchas veces se necesita adelantar el parto. Un nacimiento antes de término puede provocar problemas respiratorios, mayor riesgo de contraer infecciones y otras complicaciones al bebé. Aumento del riesgo de tener enfermedad cardiovascular en el futuro.
Tipos de hipertensión en el embarazo La HTA puede presentarse de tres formas durante la gestación: Hipertensión gestacional. Comienza después de las 20 semanas de embarazo, no suele ser riesgosa y por lo general desaparece durante las 12 semanas posteriores al parto. Pero en algunos casos puedes ser grave, desarrollar preeclampsia y aumentar el riesgo de hipertensión en el futuro.
Hipertensión crónica. Es la presión arterial alta que comienza antes de la semana 20 del embarazo o antes de quedar embarazada. También puede terminar en preeclampsia. Preeclampsia. Es un aumento repentino de la presión arterial después de la semana 20 de embarazo, por lo general en el último trimestre. Puede provocar daños al hígado o el riñón e incluso poner en riesgo la vida de la mujer y la de su bebé. La preeclampsia aumenta el riesgo de desprendimiento de placenta así como el de enfermedad cardiovascular futura de la madre.
No obstante, la presión arterial puede ser controlada durante la gestación para minimizar sus riesgos. En la actualidad existen fármacos antihipertensivos que pueden utilizarse de manera segura durante el embarazo, y llevar un estilo de vida saludable es otra indicación importante para manejar la HTA. Se recomienda que la embarazada se mantenga activa, que siga una dieta con proteínas y bajo contenido de sodio y que no fume ni tome alcohol.
La proteinuria normal en una mujer no embarazada es considerada de hasta 150 mg de proteínas en la orina de 24 horas. En el embarazo la proteinuria se conceptúa como la presencia de más de 300 mg de proteínas en la orina de 24 horas. Aunque la excreción de proteína está normalmente aumentada durante la gestación, sin diferencias importantes por trimestres, la mayoría de los investigadores concuerdan que la proteinuria debe ser mayor o igual a los 300 mg por día para ser considerada anormal.
La preeclampsia es una complicación que ocurre durante el embarazo. Guarda relación con la hipertensión inducida durante el embarazo y se asocia a niveles altos de proteína en la orina, o proteinuria. La preeclampsia puede darse hasta en el 10% de los embarazos y normalmente ocurre en el segundo y tercer trimestre, a partir de la semana 32. Es más común en madres primerizas y disminuye en el segundo embarazo. El riesgo es mayor en mujeres en cuyas familias ha habido previamente preeclampsia. Sin embargo, el riesgo mayor en la aparición de preeclampsia es haber tenido preeclampsia en un embarazo previo. Es más frecuente en mujeres con hipertensión y diabetes previas al embarazo, embarazos en pacientes con enfermedades autoinmunes como lupus eritematoso, en pacientes con trombofilias, insuficiencia renal, obesidad y embarazos múltiples.
Existen una serie de factores de riesgo que pueden predisponer a sufrir preeclampsia en el embarazo: Factores de riesgo relacionados con la genética: Antecedentes familiares con preeclampsia en algún embarazo. Preeclampsia en embarazos previos
Factores de riesgo relacionados con la madre: Edad avanzada de la madre o, por el contrario, en madres adolescentes. Ser madre primeriza. Obesidad o diabetes en la madre. Ser fumadora. Sufrir estrés. Sufrir enfermedades inmunológicas, alteraciones en la coagulación o enfermedades renales. Sufrir hipertensión arterial crónica. Sufrir de trombofilias.
Factores de riesgo relacionados con el embarazo: Que el paciente tenga anomalías fetales congénitas. Embarazo múltiple. Tener infecciones urinarias en el embarazo.
La mejor manera de prevenir la preeclampsia es que toda mujer embarazada haga controles del embarazo de forma precoz y adecuada. Tomar la presión arterial después de la semana 20 de forma regular, para detectar algún punto alto. Controlar si la paciente gana peso de manera excesiva. Hacer estudios para medir el ácido úrico, la urea y la creatinina. Hacer análisis de orina, para ubicar si existe proteinuria. Hacer recuento de plaquetas. Analizar hemoglobina y hematocrito elevados. Realizar un flujo Doppler de la arteria útero-placentario. No fumar. Evitar el estrés. Llevar una dieta rica en calcio. Ingerir complementos de ácido fólico. Llevar una dieta rica en antioxidantes, como la vitamina C y E.
La única solución para acabar con la preeclampsia es el parto, que suele ser por inducción o por cesárea. Descansar en la cama Acostarse sobre el lado izquierdo Consumir menos sal Tomar mucha agua Tomar medicamentos para bajar la presión arterial (en algunos casos) Visitar frecuentemente al médico obstetra
La eclampsia es una enfermedad que aparece en el embarazo y que se caracteriza por la aparición de una o más convulsiones generalizadas que no pueden ser atribuidas a otra causa y/o la aparición de un coma en el contexto de una preeclampsia. La eclampsia puede aparecer en cualquier momento, desde el segundo trimestre de la gestación hasta el puerperio. Hace tiempo se pensaba que era el resultado final de la preeclampsia (de ahí su nombre), sin embargo en la actualidad se considera que las convulsiones son una manifestación de una preeclampsia grave, más que una enfermedad diferente.
Es raro que la eclampsia se presente antes de las 20 semanas de gestación. Un 50 % de los casos se produce entre las semanas 20 y 37, un tercio después de la semana 37, durante el parto y en las primeras 48 horas tras el parto y el resto de los casos a partir de transcurridas 48 horas del parto. Aunque no se conoce el mecanismo último de las convulsiones, se piensa que son una respuesta del cerebro (por falta de riego y por hinchazón) al aumento de la tensión arterial de la madre.
Los factores de riesgo de la eclampsia son similares a los de la preeclampsia: Primer embarazo (excluyendo abortos). Historia de preeclampsia previa. Mujeres mayores de 35-40 años o menores de 18 años. Historia familiar de preeclampsia (madre, hermana, abuela). Insuficiencia renal crónica. Síndrome antifosfolípido o trombofilias hereditarias. Diabetes mellitus (gestacional y pregestacional). Enfermedades del tejido conectivo (conectivopatías). Embarazos múltiples (gemelos, trillizos). Obesidad. Pareja masculina cuya madre o cuya pareja anterior hubiera tenido preeclampsia. Retraso del crecimiento intrauterino de causa no explicada. Que la propia embarazada naciera pequeña para la edad gestacional. Historia de retraso del crecimiento intrauterino, desprendimiento prematuro de placenta o muerte fetal en embarazos previos.
Convulsiones tónico-clónicas (pérdida de conocimiento, caída al suelo y movimientos de las extremidades) indistinguibles de las convulsiones tónico-clónicas por otras causas. Suelen ser auto-limitadas y no durar más de 3-4 minutos (suelen durar entre 60 y 75 segundos). Los síntomas previos a la convulsión pueden ser: Dolor de cabeza persistente, generalmente en la frente o en la nuca. Alteraciones visuales. Dolor abdominal. Estado confusional. En un tercio de los casos, las convulsiones se producen sin que se haya detectado una preeclampsia previa debido a que el aumento de la tensión arterial no llegó a superar los 140/90 mmHg y no se encontraron proteínas en orina.
Durante la convulsión se produce una pérdida de conocimiento y, en los primeros 15-30 segundos, el cuerpo se pone rígido, arqueando la espalda y el cuello, pudiéndose emitir un grito. Durante los siguientes 35-40 segundos, el cuerpo sufre sacudidas rítmicas; en este momento se puede morder la lengua o perder el control de la vejiga o del intestino. Una convulsión puede llegar a durar algo más de 2 minutos. Tras la misma, la conciencia se recupera gradualmente durante 10-15 minutos y la mujer puede sentirse somnolienta, aturdida, confusa o débil y puede tener dolores de cabeza o musculares durante las 24 horas siguientes.
La eclampsia se considera grave si aparecen 1 o más de los siguientes signos: Coma de más de 6 horas de duración. Fiebre mayor de 39°C. Pulsaciones mayores de 120/minuto. Tensión arterial sistólica (la alta) superior a 200 mmHg . Frecuencia respiratoria mayor de 40/minuto. Más de 10 convulsiones.
En el feto produce: Durante la convulsión e inmediatamente después de la misma se suele producir un enlentecimiento de la frecuencia cardiaca del feto de 2 a 5 minutos de duración. En estos casos, la estabilización de la madre suele ser suficiente para que el feto se recupere. Tras la convulsión materna, la frecuencia cardiaca del feto suele aumentar (taquicardia compensatoria), asociándose a veces con disminuciones transitorias de la frecuencia cardiaca. Si la frecuencia cardiaca fetal no se recupera en 10-15 minutos, está indicada la inducción del parto.
Las complicaciones de la eclampsia en la madre ocurren hasta en un 70% de los casos e incluyen: Desprendimiento prematuro de la placenta. Coagulación intravascular diseminada. Insuficiencia renal aguda. Daño hepático. Rotura hepática. Hemorragia cerebral. Ceguera transitoria. Parada cardiorrespiratoria. Neumonía por aspiración. Edema agudo de pulmón. Hemorragia postparto.
Los objetivos del tratamiento son: Estabilizar a la madre. Prevenir nuevas convulsiones. En general la primera convulsión se suele producir en situaciones en las que no existe un fácil acceso a recibir medicación. Por ello, el tratamiento se dirige más hacia la prevención de nuevas convulsiones. Tratar la hipertensión grave. Un 10-20% de las muertes maternas por eclampsia se deben a que padecen una hemorragia cerebral. Iniciar el parto.
El síndrome HELLP es una complicación durante el embarazo considerada una variante de la preeclampsia. Normalmente aparece en la última etapa del embarazo y, a veces, después del parto. Las siglas provienen del inglés, por algunas de las características de la enfermedad: Anemia hemolítica o hemólisis ( Hemolytic anemia, en inglés). Elevación de enzimas hepáticas ( Elevated Liver enzyme , en inglés). Trombocitopenia o bajo recuento de plaquetas (en inglés Low Platelet count ). El síndrome se da en, aproximadamente, 1 o 2 de cada 1.000 embarazos, por lo que es poco frecuente. Suele aparecer en el tercer trimestre del embarazo (entre la semana 26 y 40 de gestación) y, a veces, incluso la semana posterior de nacer el bebé.
Los síntomas típicos que suelen tener las pacientes con síndrome HELLP son: Visión borrosa Cefalea Náuseas, vómitos e indigestión Dolor epigástrico Parestesia Sensibilidad en el abdomen y en el pecho, y dolor en la parte derecha superior lateral (o distensión hepática) Dolor en el hombro al respirar fuerte Sangrado Sensación de hinchazón