Laura Soluaga
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dicotomía entre estos espacios con aquellos que “sí están al día con la Web, por lo
tanto con la comunicación”, es una franja cuasi insalvable. Vivimos en un mundo
acelerado, todo tiene inmediatez, la permanencia de las cosas es fugaz, y ello afectó el
dinamismo de las familias y a la sociedad en general. En consecuencia, vemos que a
las escuelas ha llegado ese cambio tan patente, que muchas veces es superada si ella
misma y los actores que perviven en ella, no se ponen “en línea”.
Existen instituciones escolares que sí pudieron “conectarse” con las “no tan
nuevas tecnologías”, por tanto han sabido sortear los “virus” que esta sociedad les ha
“transmitido”. En el siglo que acaba de concluir se desarrollaron procesos impensables
y que sólo se percibían como meros sueños de la humanidad: llegar a la luna…, dar la
vuelta al mundo…, volar…, recorrer los océanos sumergidos en él…, etc.
En escaso tiempo la comunidad mundial ha sido testigo y a la vez partícipe
de guerras, genocidios, pérdida de importantes fuentes de valor cultural como la
“familia”, nuestra época se ha caracterizado por la “invasión del mundo virtual”, etc., y
la escuela no es ajena a ello. Los cambios de enfoque en cuanto “al sujeto que
aprende” y “cómo aprende “, permitieron a los especialistas de la materia, comunicar al
mundo que los niños hoy llegan a la escuela conocedores de sus derechos y reclaman
por ellos. Uno de sus reclamos es acceder al “buen uso” de la tecnología.
La implementación del uso de las mismas, tanto en la información como la
comunicación –TIC- ha llevado a generar cambios sustanciales en todos los ámbitos en
que el ser humano se desenvuelve, dejando su impronta más que nada en las
actividades laborales y educacionales donde hoy todo está sujeto a revisión. Dicha
revisión centra su mirada en toda la institución educativa, incluyendo la formación
básica de las personas (desde instituciones como jardines maternales hasta la
educación superior, pasando por todos los niveles educativos), como así también de su
“razón de ser”, la forma en que se aprende y se enseña. Y más importante aún: qué se
enseña, qué es considerado válido transmitir de generación en generación en función a
qué tipo de ciudadanos deseamos formar, qué espacios se requieren para tal función,
con qué medios se cuenta, cómo organizar todo el aparato una vez fijadas las metas…
y mucho más.
Ya han pasado casi treinta años desde que las computadoras y luego los
ordenadores personales, irrumpieron en nuestra vida cotidiana, signando la misma de
nuevos aconteceres, el más impactante: el ciberespacio; que obliga a sus usuarios a