Historia de la Ética – Teresa Arrieta 150
La doctrina de Protágoras “el hombre como medida de todas las cosas”, adquiere absoluta
vigencia. El artista busca una formación científica, que le hace liberarse de las actitudes gre
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miales y mecanicistas propias del medievo y se eleva en la escala social, porque se le otorga una
nueva consideración, la de «creador». El nuevo centro de interés es la figura humana, el artista
estudia con detenimiento la anatomía para hacer una representación fidedigna, sin dejar de
valorar el movimiento y la expresión.
El Renacimiento privilegia el humanismo, que tiene representantes: i) italianos, como
Petrarca, Salutati, Bruni, Raimondi, Felelfo, Alberti, Palmieri; ii) franceses, como Charles
Bouillé, Miguel de Montaigne, Pedro Chanai; iii) españoles, como Luis Vives y iv) alemanes,
como Rodolfo Agrícola. El humanismo destaca la importancia de las lenguas y autores “clási
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cos” (latín y griego), así como el estudio de las humanidades: historia, poesía, retórica, gramáti-
ca –incluyendo la literatura– y la filosofía moral.
Como una consecuencia del requerimiento de renovación no sólo de la individualidad
del hombre sino de su vida social, el Renacimiento está vinculado con la política. Así, surgen,
por un lado, las doctrinas de Maquiavelo, Guicciardini y Botero, inspiradas en la historia y
preocupados en la reconstrucción de determinados estados; y, por otro, la doctrina de Tomás
Moro, que busca más bien los fundamentos del estado ideal y los encuentra en la razón; la de
Bodín, que analiza los principios jurídicos de un estado racional; y las de Gentile y Grocio, que
dentro de esta línea desarrollarán el iusnaturalismo.
El Renacimiento también significa una renovación del platonismo, dirigido a un renacer
religioso (Cusano, Ficino, León Hebreo, Pico de la Mirándola, Patrizzi); y del aristotelismo,
dirigido a un renacer de la actividad especulativa, pero, sobre todo al renacer de la investi
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gación libre y rigurosa (Jorge Escolario, Jorge Trapezuncio, Teodoro Gaza, Hermolao Bárbaro,
Nicoletto, Agustín Nifo, Leoncio Tomeo, Alejandro Aquilino, Pedro Pomponazzi, etc.).
La búsqueda de lo original, en cuanto a religiosidad se refiere, condujo a la reforma del
cristianismo. Se buscó volver a la palabra misma de Cristo y a la verdad revelada de la Biblia y
se obviaron las superestructuras tradicionales para recuperar el poder salvador. Dentro de esta
línea aparecen Erasmo y los reformistas: Lutero, Zuinglio y Calvino; y la reacción correspondi
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ente: la contrarreforma (Belarmino, Luis de Molina, Baltazar Gracián). (Arrieta, 1996).
Finalmente, el Renacimiento es, también, un naturalismo en cuanto intenta conocer el
mundo, donde, ineludiblemente, se desarrolla el hombre. Surge una nueva «relación con la
naturaleza», unida a una concepción ideal y realista de la ciencia. La matemática se convierte
en la principal ayuda de un arte preocupado en fundamentar racionalmente su ideal de belleza.
Se aspira a acceder a la verdad de la naturaleza y como en la antigüedad, no se busca el cono
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cimiento del fenómeno casual, sino llegar a lo profundo.
Bernardino Telesio ve en la naturaleza sólo fuerzas naturales y sus explicaciones no apelan
a principios metafísicos o mágicos. Giordano Bruno, en cierta forma regresa a estos principios,
entendiendo a la naturaleza como una realidad viva y animada. Campanella sigue fielmente a
Telesio en sus convicciones respecto del mundo exterior: sólo los sentidos pueden comprobar,
corregir o refutar cualquier conocimiento incierto; pero hace metafísica para explicar el auto
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conocimiento del alma, que es el presupuesto de todos los demás conocimientos.