MICHEL FOUCAULT
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familiares (en la dirección de conciencias, en la pedagogía), poco a poco volverá a centrarse
en la familia: lo que podía incluir de extraño, de irreducible, quizá de peligroso para el
dispositivo de alianza —la consciencia de tal peligro se manifiesta en las críticas
frecuentemente dirigidas contra la indiscreción de los directores, y en todo el debate, algo
más tardío, sobre la educación de los niños: privada o pública, institucional o familiar—,
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fue vuelto a tomar en cuenta por la familia, una familia reorganizada, más cerrada sin duda,
intensificada seguramente en relación con las antiguas funciones que ejercía en el
dispositivo de alianza. Los padres y los cónyuges llegaron a ser en la familia los principales
agentes de un dispositivo de sexualidad que, en el [135] exterior, se apoya en los médicos,
los pedagogos, más tarde los psiquiatras, y que en el interior llega a acompañar y pronto a
"psicologizar" o "psiquiatrizar" los vínculos de alianza. Entonces aparecen estos nuevos
personajes: la mujer nerviosa, la esposa frígida, la madre indiferente o asaltada por
obsesiones criminales, el marido impotente, sádico, perverso, la hija histérica o
neurasténica, el niño precoz y ya agotado, el joven homosexual que rechaza el matrimonio
o descuida a su mujer. Constituyen las figuras mixtas de la alianza descarriada y de la
sexualidad anormal; llevan el trastorno o perturbación de ésta al orden de la primera; y para
el sistema de alianza son la ocasión de hacer valer sus derechos en el orden de la
sexualidad. Una demanda incesante nace entonces de la familia: pide que se la ayude a
resolver esos juegos desdichados de la sexualidad y de la alianza, y, atrapada por el
dispositivo de sexualidad que la invadió desde el exterior, que contribuyó a solidificarla en
su forma moderna, profiere hacia los médicos, los pedagogos, los psiquiatras, los curas y
también los pastores, hacia todos los "expertos" posibles, la larga queja de su sufrimiento
sexual. Todo sucede como si de pronto descubriese el temible secreto de lo que se le
inculcó y que no se dejaba de sugerirle: ella, arca fundamental de la alianza, era el germen
de todos los infortunios del sexo. Y hela ahí, desde mediados del siglo XIX cuando menos,
persiguiendo en sí misma las menores huellas de sexualidad, arrancándose a sí misma las
más difíciles confesiones, solicitando ser oída por todos los que pueden saber mucho sobre
el tema, abriéndose de parte a parte a la infinitud del examen. En el dispositivo [136]de
sexualidad la familia es el cristal: parece difundir una sexualidad que en realidad refleja y
difracta. Por su penetrabilidad y por ese juego de remisiones al exterior, es para el
dispositivo de marras uno de los elementos tácticos más valiosos. Pero nada de ello sucedió
sin tensión ni problemas. También en esto Charcot constituye, sin duda, una figura central.
Durante años fue el más notable entre aquellos a quienes las familias, incomodadas por la
sexualidad que las saturaba, solicitaban arbitraje y atención. Y él, que del mundo entero
recibía padres que conducían a sus hijos, esposos con sus mujeres, mujeres con sus
maridos, se preocupaba en primer lugar —y a menudo dio este consejo a sus alumnos— por
separar al "enfermo" de su familia y, para observarlo mejor, la escuchaba lo menos
posible.
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Buscaba separar el dominio de la sexualidad del sistema de la alianza, a fin de
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Tartufo, de Molière, y El preceptor, de Lenz, representan, con un siglo de distancia entre ellas, la
interferencia del dispositivo de sexualidad en el dispositivo de familia: Tartufo en el caso de la dirección
espiritual y El preceptor en el de la educación.
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Charcot. Leçons du mardi, 7 de enero de 1888: "Para tratar bien a una joven histérica, no hay que
dejarla con su padre v su madre, hay que llevarla a una casa de salud... ¿Saben ustedes cuánto tiempo lloran a