HUERFANOS DE PADRES VIVOS
JORNADA 2DO. B SECUNDARIA
Prof. Wilson Cabellos / Asesor-Tutor/ Colegio Gustave Eiffel
Cada día aumenta en el mundo la necesidad de que los adultos tengamos un protagonismo
más importante en la educación y en la vida de nuestros jóvenes. Decenas de miles de chicos
son huérfanos con padres vivos, como decía Juan Pablo II. ¿De qué clase de orfandad
estamos hablando? De una orfandad emocional, ética, de ejemplos, conversaciones,
testimonio por parte de los mayores, de normativas (falta de límites), afectiva, y esto trae como
consecuencia una serie de conductas que se plasman de una manera dramática en los
contextos sociales donde interactúan.
Sí, vivimos en una sociedad de hijos huérfanos con padres vivos y, en la mayoría de los casos,
presentes y convivientes con los hijos. Son padres que perciben su función como una carga y
sienten que los hijos los apartan de sus intereses y urgencias personales.
Como todos sabemos una familia es un espacio de amor, de respeto, de nutrición y estímulo en
el que cada uno recibe lo que necesita y crece y se desarrolla hasta encontrar su sentido y ser
lo que es. En la semilla está el árbol. Yo creo, y sé que hoy éste es un tema que se discute
mucho, que la forma de la familia es menos importante que el fondo. Hay familias tradicionales
(papá, mamá, hijos, sin divorcio, con todas las formalidades cumplidas) en las que se recibe
poco amor, se asiste a mucha violencia, a mucha mentira, a mucha manipulación. Hay familias
monoparentales en donde con compromiso y presencia, se generan las condiciones
necesarias. Hay familias ensambladas que se enriquecen y nutren de la diversidad y crean
espacios de desarrollo magníficos. Y hay maravillosas familias tradicionales y familias
ensambladas muy disfuncionales. Todo depende de las personas, de sus elecciones, de sus
valores, de su responsabilidad, de sus proyectos existenciales.
Hace unos años celebramos el Año Internacional de la Familia, nada más oportuno en un
mundo donde se generaliza la violencia, los vicios, los crímenes y donde observamos una gran
cantidad de seres humanos que no encuentran la razón de vivir, recurriendo como escape a
respuestas superfluas y banales que los conducen a un gran vacío y soledad. 07/26/2000
Ante este escenario, la única alternativa para transformar nuestra sociedad la encontramos en
la familia, célula básica de la misma. Recordemos que la sociedad es lo que son los individuos
y éstos lo que son sus familias.
Las nuevas generaciones reclaman con justicia a los adultos: "no queremos procreadores de
hijos, queremos padres". A continuación comento un decálogo de consejos que quiero
compartir con ustedes:
Primero. Nuestros hijos nos demandan que les dediquemos tiempo. Esto es fundamental
porque, al no hacerlo, estamos delegando la formación de los seres que más queremos.
Dejamos que los medios de comunicación, los amigos o bien el personal de servicio, les
transmitan el cómo enfrentar la vida, siendo que no siempre, y menos aún en este momento,
pueden diferenciar lo bueno de lo malo. El renunciar a darles tiempo lo pagaremos muy caro,
porque nuestros hijos serán lo que estos tres agentes hagan de ellos.
Segundo. Ellos nos piden coherencia entre lo que decimos y hacemos, entre nuestra
forma de pensar y actuar. Las palabras conmueven, pero el ejemplo arrastra. El no aceptar
este compromiso genera incertidumbre en nuestros hijos y, lo que es peor, éstos acaban por no
respetarnos.
Tercero. Tenemos que formarlos a través de la cultura del esfuerzo. Cada día constatamos
con tristeza cómo en forma errónea les hemos hecho- y seguimos haciéndoles- la vida
demasiado fácil, creándoles falsas expectativas. Recordemos que la felicidad nadie la recibe