Iglesia y estado: las misiones

1,104 views 21 slides Aug 28, 2020
Slide 1
Slide 1 of 21
Slide 1
1
Slide 2
2
Slide 3
3
Slide 4
4
Slide 5
5
Slide 6
6
Slide 7
7
Slide 8
8
Slide 9
9
Slide 10
10
Slide 11
11
Slide 12
12
Slide 13
13
Slide 14
14
Slide 15
15
Slide 16
16
Slide 17
17
Slide 18
18
Slide 19
19
Slide 20
20
Slide 21
21

About This Presentation

Iglesia y estado: las misiones


Slide Content

SEMANA 15 ESTADO E IGLESIA

LAS MISIONES Las misiones forman parte de la práctica evangelizadora de la religión cristiana, práctica que fue utilizada por la corona Española para asentar y extender su presencia en los territorios americanos. Las misiones, también llamadas reducciones, constituyen una tipología de extensión y asentamiento en el territorio de la corona Española en América durante los siglos XVII y XVIII. Era un elemento clave en la colonización basado en la implantación de un modelo de control urbano, social y cultural en el que, además de evangelizar a los indígenas, se realizaba una serie de actividades económicas. A diferencia de la fundación de ciudades como forma de implantación en el territorio, las misiones se localizaron en zonas limítrofes y, en su mayoría, alejadas de los centros urbanos.

las órdenes religiosas que fundaron misiones - dominicos, franciscanos y jesuitas , las más numerosas- por toda América, especialmente en los virreinatos de Nueva España, Perú  y Río de la Plata. Las primeras órdenes que llegaron a América fueron los franciscanos y los dominicos (Padre las Casas) y jesuitas, a inicios de 1600.

El sistema de económico de los jesuitas se basaba, por un parte, en el aprovechamiento de los recursos a través de la explotación agraria y minera, en la producción de diversos productos como herramientas, ebanistería o instrumentos musicales. Por otra parte, el intercambio entre las distintas misiones y haciendas fue clave en su desarrollo, y alcanzó un grado de influencia tal, que puso en cuestión los sistemas de poder económico y administrativo de la Corona y de los poderes locales; esta cuestión fue una de las causas desencadenantes de su expulsión de los territorios de la Corona española, ordenada mediante la “Pragmática Sanción” de 1767, dictada por Carlos III el 2 de abril de ese año, en la que se decretaba la incautación del patrimonio que la Compañía tenía en estos reinos. Posteriormente, el papa Clemente XIV promulgó el breve “Dominus ac Redemptor” de supresión de la Compañía de Jesús, en agosto de 1773.

La división social se establecía en dos grandes grupos: los misioneros, bajo las reglas y votos de su orden, y los indígenas, que se organizaban por familias y tendía a respetarse los rangos ya existentes en la comunidad. La estructura de control social en la misiones se basaba en la forma que tomaba la organización de las actividades, su distribución en el tiempo y los roles que se establecían para cada individuo o grupo.

La estructura organizativa de las Misiones era similar a la de las ciudades españolas. Cada una tenía un Jefe superior, alcaldes y regidores que integraban el Cabildo; todos esos cargos eran ejercidos por indios (los caciques, generalmente); su misión era ejecutar las directrices de los monjes que estaban al frente de la misión.

La función educadora de los misioneros en el interior de las misiones tenía dos vertientes: la enseñanza de la doctrina, mediante la cual se ejercía el control social, y las enseñanzas técnicas para controlar el sistema productivo.

Las estrategias para la evangelización en el nuevo mundo se realizaron a través de una territorialización de sus actividades ; otras estaban alejadas de los centros urbanos o en territorios aún no pacificados , por ejemplo las  Misiones Jesuíticas. Un tercer tipo, más efímero, son las rondas o misiones circulares , que consistían en recorrer los misioneros un territorio en forma circular, con puntos establecidos en los que se realizaba periódicamente la evangelización. Este tipo de rondas se realizaban en zonas ya colonizadas; en algunos de los puntos visitados se fueron construyendo edificaciones permanentes y, en algunos casos, se desarrollaron poblados en torno a ellos.

MISIONES DE LOS FRANCISCANOS En 1633 fray Francisco Anguita con algunos compañeros inició la misión en el río Putumayo, entre los indios evangelizados se encontraban los famosos icajnates o encabellados y los omaguas. En 1645 dos franciscanos entraron a la región de Canelos y bautizaron a muchos, otros pasaron a misionar a los jíbaros pero no pudieron hacerlo por la presencia de soldados. Después de algunos años esas misiones pasaron a los jesuitas. Con altos y bajos la misiones del Putumayo fueron atendidas por los franciscanos, en 1693 tenían cuatro pueblos y seguían avanzando. En 1737 el famoso religioso riobambeño fray Fernando de Jesús Larrea y Dávalos fundó el Colegio de Misiones de Pomasqui del cual salieron varios religiosos para las selvas orientales. Este mismo fraile se dedicó a las misiones urbanas con gran cosecha espiritual durante toda su vida. En 1750 el Colegio pasó a Popayán, población perteneciente a Quito en esas épocas, pues estaba más cerca de los territorios a misionar. De allí salieron misioneros que unidos a otros llegados de España predicaron la fe hasta fines del siglo XVIII. Poco a poco las misiones del Putumayo se quedaron sin misioneros tanto por el cierre del Colegio de Popayán cuanto porque, tras la expulsión de los jesuitas en 1767, algunos franciscanos fueron encargados de las Misiones de Mainas dependientes del Colegio de Ocopa. Allí tuvo gran protagonismo fray José Manuel Plaza hasta mediados del siglo XIX cuando pasó al obispado de Cuenca.  

El desarrollo de las misiones de los padres de la Compañía de Jesús. En 1603 el padre Rafael Ferrer inició entre los cofanes las que llegarían a ser inmensas y trascendentales misiones de la Compañía en el suelo oriental, al poco tiempo ya había llegado hasta el Amazonas por el Napo. Lamentablemente las autoridades quisieron imponer un encomendero a los cofanes por lo que éstos provocaron la muerte del afanoso misionero en 1610.

También fracasaron las primeras misiones de Mainas a cargo de mercedarios y agustinos por la misma razón. Por eso los jesuitas se opusieron a esta intromisión de la autoridad civil porque la encomienda no tenia razón de ser cuando ya había sacerdotes que predicaban la fe con conocimiento y virtud. En 1639 los padres Gaspar de Cugía y Lucas de la Cueva tomaron a su cargo esta difícil misión. Desde el principio trataron de enseñar la fe junto con las primeras letras. Estas fueron misiones muy extensas pues abarcaban un territorio que va desde la cordillera de los Andes hasta cerca de la población de Manaos en Brasil y al sur del Amazonas por el Ucayali, el Huallaga y el Yavarí hasta el grado 8 de latitud sur, con innumerables pueblos de diversísimas lenguas y culturas. Esa actividad multifacética me lleva a un comentario necesario sobre la realidad de las misiones después de que el fanatismo jacobino expulsara a los padres de la Compañía en 1767, para ello dejo la palabra a dos testigos de esa época.

El mismo obispo de Mainas , fray Hipólito Sánchez Rangel, exclamaba con triste despecho en 1813: “Desde que salieron los jesuitas de estas tierras no ha habido quien se contraiga a su fomento espiritual ni temporal; todos se han buscado a sí mismos. De esta proposición que es absoluta y de una eterna verdad se ha seguido naturalmente lo que estamos viendo y tocando con dolor, que ya no ha quedado cosa alguna de lo que aquellos padres establecieron y solo hay lo que produce la madre naturaleza” (Fray Enrique Vacas Galindo: Colección de documentos sobre los límites ecuatoriano-peruanos , Quito, 1902, T.II, p. 320). El Pacificador Toribio Montes, personaje que merece un estudio profundo para colocarlo en su verdadero sitial histórico, informaba en 1816: “… las misiones de Mainas se hallan en un sensible atraso … a falta de un necesario cultivo han vuelto varias poblaciones a la barbarie y gentilidad de que fueron sacadas a grande costa…. Los jesuitas tenían sus casas parroquiales proveídas de las necesarias librerías, y todas las iglesias decentemente adornadas, de las que apenas ha quedado rastro; ellos proporcionaban a las poblaciones las comodidades de la vida.

Los jesuitas han dejado en estas provincias una memoria muy grata, contándose de ellos su incasable tesón en predicar la doctrina cristiana, en administrar los santos sacramentos, su beneficencia con los menesterosos, su desvelo en la educación pública y su exacta probidad”. Y concluye con la noticia que el Ayuntamiento de Quito ha solicitado al rey “se digne establecer en esta ciudad la Compañía de Jesús”. (Rafael Jaramillo: Nuestros derechos territoriales en el Oriente , Guayaquil, 1892, p. 11, cit. por Miranda, p. 179).

Las Misiones de los Jesuitas en el Napo. Los jesuitas tenían hacia 1890, 35 misioneros entre sacerdotes y hermanos, ellos llevaban adelante una gran labor en predicación y en enseñanza escolar. En esta labor colaboraban las religiosas del Buen Pastor. Su presencia molestó a los colonos blancos que explotaban a los indios y cometían toda clase de infamias, éstos organizaron una revuelta precedida de calumnias. Pero lo peor llegó con el gobierno liberal anticatólico de Eloy Alfaro: a los jesuitas se les dio cuatro días de plazo para abandonar las misiones por el Amazonas, se les acusó de entregar informaciones a Colombia (este mismo gobierno alfarista entregó años más tarde esos territorios al vecino país sin justificación alguna) y de sacar dinero al extranjero. Esta medida significó el abandono no solo religioso sino civil de cerca de dos mil familias indígenas que pasaron a la esclavitud de los comerciantes y caucheros, sobre todo colombianos, con la complicidad de las “autoridades” ecuatorianas. Como decenas de pobladores blancos e indígenas pidieron al Arzobispo de Quito, Mons. José R. González Calisto que enviara sacerdotes, éste prelado lo hizo luego de solucionar las dificultades canónicas. Pero en 1916 no quedaba ni un solo sacerdote diocesano en esas regiones.  

Los Misioneros Josefinos en el Napo   Mons. Federico González S. encargó un tiempo la misión del Napo a los padres dominicos de Canelos pero les fue imposible llevar adelante ambas misiones, por ello su sucesor, Mons. Manuel M. Pólit L. pidió a la Sagrada Congregación de Propaganda FIDE, una congregación misionera para esa misión. La Congregación pidió a los padres josefinos que se hicieran cargo de ella, lo que fue aceptado por los superiores. Los primeros misioneros llegaron en 1922 y pusieron la casa principal en Tena. Como era tradición, los josefinos no solo se esmeraron en la predicación de la fe sino en el desarrollo cultural y económico con escuelas, cultivos nuevos, acequias, luz eléctrica y el tendido del hilo telefónico hasta Ambato. En 1924 llegaron las madres Doroteas para colaborar en esa misión. Los frutos de la labor misionera y cultural de los padres josefinos han sido notorios, cabe recordar la figura señera del gran organizador Mons. Maximiliano Spiller .

MISIONES CIENTIFICAS Las diversas misiones científicas que arribaron a la Real Audiencia de Quito en el siglo XVlll y en los primeros años del siglo XlX, de una u otra manera, se interesaron por la quina, la planta medicinal para enfrentar el paludismo y que, a través de los Jesuitas, fue difundida desde América a Europa en las primeras décadas del siglo XVll.

Desde luego que las misiones científicas tuvieron varias perspectivas adicionales: el conocimiento del “otro yo” de los europeos y, por ende, el aprovechamiento de “lo suyo”; y el interés de ampliar los conocimientos científicos y aprovecharlos, incluso económicamente, en la línea de poder favorecer la economía de las las metrópolis. De esta manera la información sobre las virtudes de la quina formó parte del equipaje de la Misión Geodésica Francesa, que estuvo en los territorios de la Presidencia de Quito entre 1736 y 1743.

Cuando en 1737 el Virrey del Perú negó el pedido de ésta Misión para proporcionarles más recursos económicos, el sabio francés La Condamine efectuó un viaje hacia Lima para intentar resolver el problema financiero de la misión. Entonces La Condamine pasó por Loja y conoció la planta de la quina. En este desplazamiento estuvo acompañado de otro miembro de la Misión, el ingeniero Morainville, quien, entonces, efectuó el primer dibujo universal de la quina.

Cuando Ruiz y Pavón debieron volver a España, en 1787, encargaron a uno de los miembros de esa Misión, Juan Tafalla, la expedición y la tarea de enviar a Madrid las plantas y la información sobre ellas. Parte de dicha información, que no fue difundida oportunamente en España, fue también encontrada, en los años 80 del siglo anterior, por el médico Eduardo Estrella. De este hallazgo queda en claro que Tafalla, o mejor dicho la expedición botánica del Perú, tuvo enorme interés por la quina existente en La Audiencia de Quito. En 1805 Tafalla arribó a Loja. El investigador, botánico y patriota granadino Francisco de Caldas, por encargo de Mutis, llegó a Quito, en 1801, también tras la huella de la quina. Caldas se convirtió en vaso comunicante entre el sabio español Mutis, radicado en Bogotá, y nuestro quiteño el doctor Eugenio Espejo.

Mientras Caldas efectuaba estos estudios, ocurrió la presencia en la Real Audiencia de Quito del botánico español Anastasio Guzmán, miembro de “La Regia Sociedad de Sevilla”, también interesado en la quina. Caldas incluso tuvo amistad con Guzmán. Y a su vez Guzmán recibió en su trabajo todo el apoyo del Ilustrado quiteño José Mejía. Paralelamente a las misiones señaladas otros dos formidables investigadores se hallaban en la Audiencia de Quito. Podemos llamar la Misión Humboldt, en la cual se encontraba, junto al alemán Humboldt, el investigador francés Aimé Bon Pland. Ellos arribaron a Quito en 1802. Su desplazamiento provino del interés, entre otras cosas, por el estudio de la quina. En medio de toda esta realidad es fundamental señalar que el científico quiteño Eugenio Espejo, no estuvo lejos de los estudios sobre la Quina. En 1792 Espejo escribió “Memoria sobre el Corte de las Quinas” en cuyo estudio efectuó una serie de informaciones sobre los aspectos económicos, comerciales y técnicos más significativos de la Quina de Loja.

En este trabajo sobre las quinas, Espejo emitió su criterio de oposición al corte de la quina en Loja y Cuenca, señalando que los agricultores no se preocupaban de remplazar el producto. En todo caso el cuestionamiento de Espejo a la depredación de la quina debe ser comprendida, además, en el contexto de la política de la Corona que, en 1781, liberó de cualquier impuesto, incluido el de Alcabala, al comercio de la quina, bajo la determinación que “Su Majestad se ha servido resolver que se extraiga la quina de todos sus dominios de América”. Debido a todo lo expuesto bien podemos concluir que la quina fue la planta de la Audiencia de Quito que convocó a varias misiones científicas Ilustradas. Su uso ha sido fundamental en la historia de la salud y su comercialización formó parte de los intereses de la metrópoli y, posteriormente, de algunos núcleos de criollos. El conocimiento de esta realidad hoy es consustancial para desentrañar las raíces de nuestra identidad.
Tags