Esta ley establece que, a temperatura constante, el volumen de un gas es inversamente
proporcional a su presión. Matemáticamente, se expresa como PV = k, donde P es la presión,
V es el volumen y k es una constante. Esta ley nos dice que, si aumentamos la presión sobre
un gas, su volumen disminuirá, y viceversa.
La segunda ley de los gases ideales es la ley de Charles, enunciada por Jacques Charles en
el siglo XVIII. El experimento de Jacques Charles, también conocido como ley de Charles, fue
realizado a finales del siglo XVIII y fue fundamental para establecer la relación entre el volumen
y la temperatura de un gas a presión constante.
En su experimento, Charles utilizó un globo inflado con aire y lo sumergió en un recipiente con
agua a una temperatura constante. Luego, calentó el agua, lo que provocó que la temperatura
del aire dentro del globo aumentara. Al hacerlo, observó que el volumen del globo también
aumentaba de manera proporcional a la temperatura.
Charles descubrió que, a presión constante, el volumen de un gas es directamente
proporcional a su temperatura en grados Kelvin. Matemáticamente, esta relación se expresa
como V/T = k, donde V es el volumen, T es la temperatura en Kelvin y k es una constante. Esto
significa que si se duplica la temperatura de un gas, su volumen también se duplicará, siempre
y cuando la presión se mantenga constante.
El experimento de Jacques Charles fue importante porque demostró que la temperatura es un
factor determinante en el volumen de un gas, lo que llevó al desarrollo de la ley de Charles y
estableció las bases para la teoría cinética de los gases y las leyes de los gases ideales. Esta
ley establece que, a presión constante, el volumen de un gas es directamente proporcional a
su temperatura en grados Kelvin. Matemáticamente, se expresa como V/T = k, donde V es el
volumen, T es la temperatura y k es una constante. Esta ley nos dice que, si aumentamos la
temperatura de un gas, su volumen también aumentará, y viceversa.
La tercera ley de los gases ideales es la ley de Avogadro, enunciada por Amedeo Avogadro en
el siglo XIX. Amedeo Avogadro no realizó un experimento específico para establecer su ley,
sino que propuso su hipótesis en 1811 como una manera de explicar ciertas observaciones
experimentales sobre las proporciones en las que los gases reaccionan químicamente.