Historia del Mundo Contemporáneo
LA BURGUESÍA INDUSTRIAL
“El efecto de la revolución industrial sobre la estructura de la sociedad burguesa fue menos
drástico en la superficie, pero de hecho fue más profundo. Creó nuevos bloques de burgueses
que coexistían con la sociedad oficial, demasiado grandes para ser absorbidos por ella salvo
una pequeña asimilación en lo alto, y demasiado orgullosos y dinámicos para desear esa
absorción si no era en sus propios términos. En 1820, aquellos grandes ejércitos de sólidos
hombres de negocios eran apenas visibles desde Westminster, en donde los lores y sus
parientes dominaban todavía el Parlamento sin reformar, o desde Hyde Park, en donde
señoras antipuritanas (...) paseaban en sus carruajes tirados por cuatro caballos rodeadas de
admiradores pertenecientes a las fuerzas armadas, la diplomacia y la nobleza, entre los que no
faltaba el férreo y antiburgués duque de Wellington. Los mercaderes, los banqueros e incluso
los industriales del siglo XVIII habían sido lo suficientemente pocos para ser asimilados por la
sociedad oficial; en efecto, la primera generación de millonarios del algodón, encabezada por
sir Robert Peel el viejo, cuyo hijo se educaba para primer ministro, fue firmemente «tory»,
aunque de una especie moderada. No obstante, el arado de la industrialización multiplicaba
sus cosechas de hombres de negocios bajo las lluviosas nubes del Norte. Manchester no
tardaría en pactar con Londres. Con su grito de batalla, «lo que Manchester piensa hoy lo
pensará mañana Londres», se preparaba para imponer sus condiciones a la capital.
Los hombres nuevos de las provincias constituían un formidable ejército, tanto más cuanto
que cada vez adquirían mayor conciencia de ser una «clase» y no un «término medio» que
servía de puente entre los estamentos superiores e inferiores (el concepto actual de «clase
media» apareció por vez primera hacia 1812). En 1834, John Stuart Mill ya podía quejarse de
que los comentaristas sociales «giraran en su eterno círculo de grandes señores, capitalistas y
obreros hasta parecer aceptar la división de la sociedad en esas tres clases como si fuera uno
de los mandamientos de la ley de Dios». Además, aquellos hombres nuevos no eran
simplemente una clase, sino un combativo ejército de clase, organizado al principio de acuerdo
con el «pobre trabajador» (que, a su juicio, debía aceptar su dirección) contra la sociedad
aristocrática, y más tarde contra el proletariado y los grandes señores, como se demostró en la
constitución de la Liga Anti-Corn Law. Eran hombres que se habían hecho a sí mismos o por lo
menos hombres de origen modesto que debían muy poco a su nacimiento, su familia o su
educación... Eran ricos y aumentaban sus riquezas de año en año. Y, sobre todo, estaban
imbuidos del feroz y dinámico orgullo de aquellos a quienes sus fabulosas carreras les
demuestran que la divina Providencia, la ciencia y la historia, se han puesto de acuerdo para
presentarles en bandeja toda la tierra.
La «economía política» traducida en unas simples proposiciones dogmáticas por improvisados
periodistas y publicistas que cantaban las virtudes del capitalismo... les dio cierta seguridad
intelectual. (El pensamiento) protestante... les dio cierta seguridad espiritual y cierto
desprecio por los inútiles aristócratas. Ni el temor, ni la cólera, ni siquiera la compasión movían
al patrono que decía a sus obreros:
«El Dios de la Naturaleza estableció una ley justa y equitativa que el hombre no tiene
derecho a violar; cuando se aventura a hacerlo siempre es seguro que, más tarde o más