uno”, y aquí lo que están diciendo tácitamente es que Dios se ve "obligado" a
hacer lo que uno dice con "fe". por eso se llama fe sobre fe porque no es fe en
Dios sino fe en lo que dije por “fe”.
Esto entonces ya sería no fe en la palabra de Dios o en Dios como dice la
Escritura (Mar.11:22; Rom.10:17; heb.11:6) sino fe en las palabras que uno
pronuncia lo cual es inconcebible pero eso es lo que ello enseñan y la gente le
cree para su confusión lamentablemente.
Esta Seudo-doctrina presentada por sus defensores como un gran hallazgo de
hombres de Dios iluminados por una nueva revelación, no es por cierto nada
nuevo. Al fin, deberíamos creer que no hay nada nuevo debajo del sol...
El gnosticismo, representado por todas esas corrientes que enmarcan la Nueva
Era y el Nuevo Orden Mundial (NWO), donde el ocultismo y las filosofías
orientales toman forma de “ciencia” para introducirse en todos los ámbitos de
nuestra sociedad y en este caso es una expresión cristianizada de la Metafísica
infiltrada en la iglesia de hoy.
En efecto, está tomada de cosmovisiones tan antiguas como el hombre mismo:
el valor mágico de las palabras proviene de creencias esotéricas, orientales, más
cercanas a brujos y chamanes. Y en nuestra época moderna, vuelve a ser
adoptada por la Nueva Era que, como todos sabemos, no es una religión o una
secta, sino una corriente de pensamiento que invade e infiltra todos los estratos
sociales, todos los niveles culturales. La Nueva Era dice: acéptate y sé feliz. Y si
hay algo que te "desarmoniza", desconócelo y repite que todo está bien, hasta que
realmente creas que está bien... El hombre es considerado divino, como un co-
creador, como la esperanza para una futura paz y armonía. Ellos dicen: "Yo soy
afectado solamente por mis pensamientos…” y creen que Dios es todo y que todo
es dios, por lo tanto el hombre es dios (Panteísmo).
Sucede que, aunque no podamos encontrar nada semejante en la Biblia, esto
funciona: acaricia la carne, alimenta el ego, nos convence de que somos los
mejores y de que nada puede pararnos...
Mientras tanto, la cruz, el negarse a sí mismos, el ver nuestras justicias como
trapo de inmundicia, el ser barro en manos de un alfarero...todo esto, y mucho
más, queda arrumbado en el último rincón del desván de nuestra alma... ¿Quién
quiere ser un perdedor?
La confesión positiva nos anima a desconocer cualquier cosa que no nos agrade o
que nos duela: si estoy en la ruina, no debo decirlo, porque mi Dios es el dueño de
todas las riquezas. Si estoy enfermo, tampoco debo decirlo, porque por sus llagas
fuimos nosotros curados... En cambio, sólo debo pronunciar lo que quiero en mi