y al rey Latino vi por la otra parte, que se sentaba con su hija
Lavinia.
Vi a Bruto, aquel que destronó a Tarquino, a Cornelia, a
Lucrecia, a Julia, a Marcia;
y a Saladino vi, que estaba solo; y al levantar un poco más la
vista,
vi al maestro de todos los que saben, sentado en filosófica
familia.
Todos le miran, todos le dan honra: y a Sócrates, que al lado de
Platón,
están más cerca de él que los restantes; Demócrito, que el
mundo pone en duda, Anaxágoras, Tales y Diógenes,
Empédocles, Heráclito y Zenón;
y al que las plantas observó con tino, Dioscórides, digo; y via
Orfeo, Tulio, Livio y al moralista Séneca; al geómetra Euclides,
Tolomeo,
Hipócrates, Galeno y Avicena,
y a Averroes que hizo el «Comentario».
No puedo detallar de todos ellos, porque así me encadena el
largo tema, que dicho y hecho no se corresponden. El grupo de
los seis se partió en dos: por otra senda me llevó mi guía,
de la quietud al aire tembloroso 25