1] El Misterio de la Encarnación Todo el NT es testimonio y fuente autorizada de este misterio; su formulación lingüística explícita se encuentra en el evangelio de Juan: “Y el Verbo se hizo carne” (Jn 1, 14): expresa al hombre en su debilidad, fragilidad, transitoriedad de la criatura, que Dios no ha despreciado, sino que ha elevado, haciéndose “carne” él mismo. En Juan la fe en la encarnación es criterio de ortodoxia (contra los docetas) y de auténtica comunión con Dios (1Jn 4,2; 2Jn 7). También las cartas paulinas la encarnación ha sido considerada y vivida por las comunidades como una verdad central de su fe. Es un acontecimiento esencialmente “desde arriba”, querido y realizado por Dios con libre y cualificada colaboración de la humanidad. La encarnación redentora no sólo es la manifestación, sino también la oferta a los creyentes de la “gloria”, es decir, de la vida divina. La encarnación es el tema central que en las profesiones de fe y en las definiciones conciliares hay que anunciar y salvaguardar de las herejías que van aflorando. Podemos concluir diciendo que el misterio de la encarnación constituye el dato central del testimonio bíblico y de la profesión de fe cristiana, también constituye el vértice insuperable y el cumplimiento absoluto de la historia de la salvación: Jesucristo es la palabra última y definitiva de Dios a la humanidad (Hb 1,2), el único mediador entre Dios y los hombres (1Tim 2,5), la fuente de toda la salvación presente y futura (Hch 4,12): la encarnación de Dios se realiza y se manifiesta en su plenitud solamente en el acontecimiento Cristo; representa la fuente última del conocimiento de Dios y del hombre.
B] La Encarnación como acontecimiento Trinitario La originalidad, la unicidad y la verdad del cristianismo se encuentra en la profesión de fe de que este Dios personal y trascendente, incluso permaneciendo tal, se ha hecho auténtico hombre, ofreciendo en la existencia de Jesús de Nazaret todas las garantías históricas y teológicas de su encarnación personal, única, absoluta y definitiva. Jesucristo es el lugar personal de encuentro y diálogo entre la divinidad y la humanidad. Su persona y su acontecimiento constituyen la síntesis y el cumplimiento supremo de toda mediación salvífica pasada, presente y futura. La Encarnación es el acontecimiento de la autorrevelación de Dios como misterio trinitario “para nosotros”: Nos abre el misterio de la vida íntima de Dios, de manera que el misterio de la encarnación y el misterio Trinitario están en íntima y recíproca relación. La encarnación tiene su fuente y su explicación en la Trinidad, y la Trinidad encuentra en la encarnación su expresión y su prolongación ad extra. la encarnación no hace más que manifestar la unión de amor y de acción en la que están implicadas las personas divinas. No hay encarnación sin amor y sin compromiso trinitario. “El Hijo unigénito de Dios Jesucristo se ha encarnado por la acción común de toda la Trinidad”, por eso podemos decir que en la encarnación del Verbo las tres personas divinas son “encarnantes” aunque una sola de ellas es “encarnada”. DS 801 .
Santo Tomás dice que “el acto de asumir (la naturaleza humana) proviene del poder divino, que es común a las tres personas”. Las tres personas hicieron que la naturaleza humana se uniera únicamente a la persona del Hijo” Dejar claro de que la encarnación, como obra divina ad extra , es un acto gratuito y libre de toda la Trinidad. En principio también las otras personas se hubieran podido encarnarse. El Verbo se ha encarnado no porque Dios tenía que actuar así , sino porque Dios lo ha querido así . A nivel de concreción bíblica la encarnación le conviene de manera absoluta solamente al Verbo: Sólo al Verbo le conviene la encarnación porque él es la Imagen del Padre, con cierta relación con el hombre que hay que salvar, creado a imagen de Dios. Fue muy conveniente que la imagen increada asumiese la imagen creada, para redimirla y recrearla. El Verbo es el Hijo, engendrado eternamente del Padre; en la encarnación el Verbo prolonga su realidad de Hijo (no hay pluralidad de hijos en el seno de la Trinidad). La existencia filial de Jesús no es más que la expresión de la existencia divina intratrinitaria. Además, en el Hijo de Dios encarnado los hombres llegan a ser hijos adoptivos de Dios. La encarnación conviene al Verbo porque él como Palabra de Dios es el revelador nato del nombre de Dios .
C] La Iniciativa del Padre en la Encarnación. En el NT vemos como Dios Padre es quien ha tomado la iniciativa de la encarnación salvífica (cfr Gal 4,4); al él se debe el plan de salvación del hombre en Cristo: Él es el enviado del Padre, para cumplir en el mundo la obra del Padre. La venida del Hijo es una iniciativa libre y gratuita del Padre, es un compromiso de amor y proviene de Dios que es amor. (cfr 1Jn 4,10; Rm 8,31s; Jn 3,16). Al igual que la creación, la redención encuentra su origen en Dios Padre, de quien todo procede (1Cor 8,6). En el lenguaje teológico, este compromiso salvífico del Padre en el acontecimiento Cristo ha sido tematizado con la categoría “misión del Hijo”. Referido a la encarnación, la “misión temporal del Hijo” por parte del Padre implica dos aspectos: El primero consiste en la revelación de una presencia nueva, libre y personal del Hijo en el mundo y la historia. El segundo aspecto remite el acontecimiento al origen eterno del Padre (“proseción”). Por tanto la “misión” temporal e histórica del Hijo al mismo tiempo revela y se fundamenta en la procesión ab aeterno del Padre. La misión es por tanto una misteriosa “reproducción e imitación” ad extra de la procesión y de la generación eterna del Hijo por parte del Padre, vivida de manera nueva: en proximidad radical con la humanidad, mediante la encarnación y la unión hipostática. De esta manera, la “misión” del Hijo nos cuenta lo que hay en el Padre, y también que en el Padre está la fuente de la misión temporal y visible del Hijo en la encarnación, mediante la cual volvemos a Dios y somos hechos hijos en el Hijo.
D] La Encarnación como acto del Hijo La encarnación del Verbo corresponde a un compromiso personal del Hijo: entra en el devenir espacio–temporal de la historia del hombre, como una acto de obediencia al Padre y como una profunda kénosis de su ser divino; la encarnación es “salir del Padre y venir al mundo” (Jn 16,26; 1,9), “hacerse carne”, “hacerse semejante a los hombres” por parte del Hijo que es de naturaleza divina (Filp 2,7) Esta entrada en el mundo por parte del Hijo aparece como un acto de obediencia total a la voluntad del Padre: “Al entrar en el mundo, Cristo dice: […] Aquí estoy […] para hacer, oh Dios, tu voluntad” (Heb 10,5.7). Toda la existencia histórica de Jesús y su eficacia salvífica se define por su obediencia filial. (Cfr Heb 5,7-9). En la temporalidad el Hijo continúa viviendo la apertura y disponibilidad total al Padre que vive ad intra del seno Trinitario, de manera que Cristo viene a ser la voluntad del Padre realizada en el tiempo, y de esta forma la encarnación del Verbo confiere al tiempo su dimensión de plenitud: Cristo da a la historia un significado teológico concreto, por el que la historia de la humanidad se convierte en historia de salvación en Cristo. La encarnación se presenta también como un profundo acto de kénosis , este paso del Hijo a la condición de “hombre”, e incluso de “siervo”, constituye un acto de vaciamiento y de humillación, que alcanza su culminación en la muerte de cruz.
Sin embargo, la kénosis no implica una disminución de su naturaleza divina. Significa, por el contrario, la totalidad de su donación sirviendo la voluntad del Padre y la profunda tragedia de este compromiso. El Hijo de Dios, haciéndose plenamente hombre, asume también los límites naturales del hombre, como el dolor y la muerte: “El Dios trino se coloca en una situación limitada, finita, en virtud de la encarnación del Hijo. No sólo se amolda a esta realidad humana, sino que la acoge en sí y hace de ella una parte de su propia vida eterna” Moltmann. Enraizada en el seno de la Trinidad, que es vida eterna y amor infinito, la muerte fue totalmente aniquilada en su carga destructora de vida: la muerte no pudo menos que “morir”. Con el acontecimiento pascual Cristo derrota al poder de la muerte, reconcilia a Dios con el hombre, el cielo con la tierra, la eternidad con el tiempo . La encarnación tiene una constante salvífica propia. La entrada en el mundo del Hijo es efectivamente la manifestación y la realización definitiva de la salvación del hombre y del cosmos en Dios. La encarnación del Hijo es misterio de redención. Este es el mensaje contenido en el nombre “Jesús”. (Cfr Mt 1,21; Filp 2,9; Hch 4,12).
E] La cooperación del Espíritu en la Encarnación a] Jesús y el Espíritu En la Escritura aparece que el misterio de la Encarnación del Hijo es también obra del Espíritu Santo, tanto en la realidad concreta de la concepción y el nacimiento como en la globalidad de su acontecimiento. El comienzo de la existencia terrena de Jesús es obra del Espíritu (Mt 1,20; Lc 1,35), así como el comienzo de su misión (Lc 3,21; Mt 3,16; Mc 1,10). En la sinagoga de Nazaret Jesús afirma: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido…” Lc 4,18. Esta unción se refiere al Espíritu recibido en el bautismo. En relación con esta unción de Jesús, los Padre preferían referirla no a su bautismo en el Jordán, sino a la encarnación, cuando la humanidad fue “consagrada” (ungida) por la divinidad mediante la unión hipostática. Hoy, hay varios intentos de atribuir un significado histórico–salvífico propio a la unción de Jesús en el bautismo: mientras que en la encarnación el Verbo se hace “Jesús”, en el bautismo se haría “Cristo”. La unción en el bautismo constituiría una consagración y una investidura trinitarias, con el consentimiento libre y humano del Hijo de Dios: la unción de Jesús en el bautismo sería una nueva actualización de la filiación divina, que lo constituye y lo declara “Cristo”.
Conviene precisar a propósito de esta unción, que no se trata ni de un cambio en la ontología o en la psicología de Cristo, ni de una simple manifestación extrínseca de su cualidad de Mesías, sino de un momento solemne de confirmación humana y libre por parte del Hijo del compromiso en su misión redentora. Constituye un dato bíblico fundamental el hecho de que toda la existencia terrena de Jesús está bajo la acción del Espíritu. “lleno del Espíritu Santo” (Lc 4,1): en el Espíritu Santo se realiza y se revela el origen de Jesús, su identidad de Hijo de Dios y su actividad mesiánica; también los acontecimientos de la resurrección, ascensión y Pentecostés están bajo el signo del Espíritu Santo. (cfr Hch 2,33). El cuarto evangelio subraya de manera original esta relación entre el Jesús histórico y el Espíritu Santo. (TAREA). Es necesario recordar que la presencia del Espíritu en Jesús es una realidad permanente, no transitoria: el Espíritu es una realidad intrínseca a su ser y a su actuar, en estrecha relación con su condición de Hijo (Lc 1,35; 3,22). La profunda realidad de Jesús se define no sólo por su relación al Padre, sino también por su relación con el Espíritu. Esta relación profunda entre Jesús y el Espíritu está adecuadamente expresada en la terminología paulina “Espíritu del Hijo” (cfr 2Tes 2,8), porque indica la realidad del Espíritu que está en Cristo y que actúa en él y a través de él.
b] “Se encarnó del Espíritu Santo y de María Virgen y se hizo hombre” En Mateo 1,18 se afirma: “El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: su Madre María estaba desposada con José, y antes de vivir juntos resultó que ella estaba esperando un hijo por obra del Espíritu Santo” Mateo en su relato emplea la palabra “ génesis ”, que, refiriéndose a la generación de Adán (cfr Gen 1,26), subraya el hecho de que en Jesús se tiene un comienzo nuevo de la humanidad. Y esto por obra del Espíritu de Dios, de la misma energía creadora y vivificante de Gen 1,2 y 2,7. Por la acción del Espíritu, María está en el comienzo de esta nueva creación. El acontecimiento de la concepción virginal manifiesta la realidad de la divinidad del Hijo. Los evangelistas establecen una relación estrecha entre la concepción virginal y la divinidad de Cristo. Para Mateo, el niño es “Dios con nosotros”, el que “salvará a su pueblo de sus pecados”. Para Lucas él es “santo”, “Hijo de Dios”, “Señor”. Para Juan es el “Verbo” divino, el “Hijo del Padre. La modalidad concreta de su encarnación en María “es el signo sensible, inscrito en la carne, de que no viene a la existencia una simple criatura, sino que es Dios mismo que toma semblanza humana”. Con la encarnación el Verbo no contrae otra relación de filiación con un padre humano, sino que mantiene su única filiación con el Padre divino. La concepción virginal es además signo de la nueva creación, de la regeneración del hombre como hijo de Dios: constituye la plena irrupción de la gracia de Dios en la creación: “la encarnación del Verbo mediante la concepción virginal en María constituye el retorno de las aguas a la limpieza de la fuente.
La Encarnación como Acontecimiento Soteriológico La Pasión – Muerte de Jesucristo
El introito de la pasión La pasión se inaugura con la E ntrada en Jerusalén , cuyo sentido es marcadamente profético y mesiánico. Predicaciones de la Pasión . En los evangelios encontramos tres predicciones explícitas de la pasión Predicción e interpretación : hemos visto que Jesús tenía conciencia de su misión salvadora. había entendido siempre su vida como un servicio a la implantación del reino de Dios: su muerte no pudo mirarla al margen de su misión. La última Cena . Las palabras de Jesús que acompañan sus gestos enuncian claramente la eficacia universal de su redención: anticipan y interpretan su muerte
B) Las Causas de la pasión Causas históricas . Judas Las A utoridades judías El pueblo Pilato Los agentes ocultos . El Diablo Nosotros Causa providencial . ( El mandato del Padre) Las Escrituras: Jesús había hecho referencias a las predicciones de las Escrituras El Mandato : Juan pone en labios de Jesús “el mandato del Padre” (Jn 12,49-50; 10,17ss; 14,31; 15,10), ¿Cómo explicar este “mandato”? La Entrega: “Tanto amó al mundo que entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3,16). La Misión: La muerte eran una consecuencia necesaria de la encarnación. Causa Obediencial (La obediencia del Hijo) En toda su vida Jesús se sabe Hijo de Dios y dice que su deber filial fundamentalmente es obedecer a su Padre (Jn 4,34; 5,30), es una obediencia dolorosa y a la vez una obediencia amorosa filial (Mc 14,36).
C) La Historia de la Pasión La historicidad global de los relatos de la pasión y muerte de Jesucristo es universalmente admitida, se puede decir que hay en ellos una concordancia fundamental, con diferentes matices o énfasis. A pesar de los diversos matices la verdad central que nos quieren inculcar es la que ya se proclamaba desde el principio en los símbolos de fe: “Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras” (1Cor 15,3). El Sufrimiento (dolor) de Jesús en la pasión En el credo confesamos que Jesús “padeció”, nos referimos a los sufrimientos de la pasión. ¿Cómo entender este sufrimiento? Padecimientos de Jesús en la pasión Padecimientos físico-corporales La Ignomia de la Cruz: La Tristeza El Fracaso El horror a la muerte El abandono del Padre
D ) La Trinidad y la Pasión. Pretendemos ahora hacer una análisis breve, y ciertamente pretensioso, sobre el papel jugado por las personas de la Santísima Trinidad en la Pasión del Verbo encarnado. El Padre. Al contemplar toda las Sagradas Escrituras podemos contemplar como Dios dirige la historia de una manera misteriosa... en las mismas Sagradas Escrituras podemos descubrir un cierto anuncio de esta voluntad del Padre sobre su Hijo. Con este aspecto choca nuestro entender... cómo explicarse que el Padre mande a su Hijo a la cruz. b) El Hijo. Siempre que nos adentramos en el misterio de la comprensión del Verbo Encarnado en el acontecimiento pasión, nos topamos con una teología que podríamos llamar de la obediencia. c) El Espíritu Santo. sabemos que el Espíritu Santo no abandonó a Jesús en ningún momento de su vida y lógicamente le acompaña en el momento de la Pasión:la hora del combate definitivo. .
E ) Los Frutos de la Pasión Hemos afirmado que la pasión de Jesucristo tuvo una finalidad de nuestra salvación. 1] El Mensaje de la Salvación Pablo resume: “El evangelio es la acción poderosa de Dios para la salvación de todo creyente” (Rm 1,16), por tanto el núcleo de la buena nueva es la salvación. ¿Qué significa salvación? Significa el traspaso de un estado de inseguridad o de miseria a un estado de seguridad, paz, alegría, felicidad. La salvación comprende por una parte la liberación del pecado y por otra la obtención de las bendiciones divinas. implica nuestro estado de pecado del que hemos sido liberados [esquema retrospectivo] apunta a la posesión de toda clase de bienes de que se nos concede disfrutar ya en el presente [esquema preséntico ] se afirma que el traspaso de una situación pecadora a la gracia anuncia la felicidad futura [esquema futurístico]
2] Esquemas Retrospectivos Con este nombre queremos expresar lo que la salvación, que nos trajo Jesucristo, en relación al pasado: ha anulado, removiendo el obstáculo que imposibilitaba nuestra salvación, el pecado. Purificar Libertar Quitar de encima, borrar Perdonar 3] Esquemas Presénticos Se titula así para poner de relieve los frutos de la redención en el presente. Reconciliación Alianza Nuevo Pueblo de Dios Filiación 4] Esquemas Futurísticos La salvación mira al futuro y se consuma más allá del tiempo presente, la podemos expresar así: La exención de la condenación : La herencia celeste : La Vida eterna [ 1]
5] Universalidad de la Redención Los frutos de la pasión de Cristo tienen una extensión, eficacia ilimitada, con otras palabras decimos que Dios ofrece la redención de Cristo ilimitada y universalmente a todos los hombres, sin restringirla de ningún modo a un grupo privilegiado. Así lo dice la Sagrada Escritura, también en la Tradición y en la doctrina del Magisterio Eclesiástico. La doctrina de la Iglesia puede resumirse en cuatro puntos: La redención no es automáticamente universal contra la doctrina de una “ apokatástasis ” cósmica [DS 409.411] contra teoría de Orígenes. No puede señalarse ninguna restricción a la universalidad del ofrecimiento de salvación, en virtud de una predestinación antecedente a la previsión de la respuesta libre del hombre [DS 624. 630. 1522.2005-2006] contra Calvino y los jansenistas. La salvación individual o la eficacia de la redención en cada uno es condicionada: “La sangre de Cristo es salvación para el que quiere y tormento para el que no quiere” Agustín La aplicación individual exige la aceptación libre por la fe y, normalmente, por el bautismo ( cfr Rm 10,9).
F ) La Consumación de la Muerte La muerte de Jesús en cruz ha sido el final de su vida entregada al reino: es el núcleo resistente e irreductible, escandalizador y fascinador del cristianismo. En la muerte de Jesús no sólo su acto y estado de muerte, sino el acontecimiento con sus circunstancias reclaman un comentario teológico: la lanzada, la sepultura, el descenso al “ sheol ”. Todo ellos tiene un sentido salvífico: “por nosotros y por nuestra salvación”. 1) Conexión entre la vida y la muerte ¿Es comprensible la muerte de Jesús a partir de su actividad publica y pudo aparecerle a su conciencia como una posibilidad? 2) La muerte de Jesús y sus circunstancias Los que se burlaban de él en el Calvario no entendían el misterio de Jesús: “Si eres hijo de Dios, ¡baja de la cruz!”, “que baje de la cruz, y creeremos...., ¡ya que decía que era hijo de Dios! (Mt 27,40-43). En realidad es todo lo contrario: precisamente porque es Hijo de Dios no baja de la cruz. Las Palabras Los fenómenos que acompañaron la muerte de Cristo
3) La Lanzada “...al ver los soldados que Jesús ya había muerto, no le rompieron la piernas, sino que uno de ellos le hirió el costado con una lanza; e inmediatamente brotó de él sangre y agua” (Jn 19,33-34) luego añade: “El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis” (Jn 19,35). Por eso para Juan este episodio es una revelación de la persona de Jesús. “No se le quebrará hueso alguno” (Ex 12,46; cfr Sal 34,21). “Mirarán al que traspasaron” ( Za 12,10). 4) La Sepultura [ Cfr CIC 624-630] El que se digno morir por nosotros, se deja poner en la sepultura por nosotros: por nuestra salvación sufrió una muerte como la nuestra, y por nuestra salvación se sujetó a una sepultura como la nuestra. La sepultura nos dice que Jesús no sólo gustó el acto de la muerte con todo su dolor, sino también entró en el “estado” de muerte con toda su impotencia y abandono. 5) El descenso al “Sheol” [ cfr CIC 631-637] El descenso al “ sheol ” es como la entrada del difunto al reino de los muertos. Jesús se ha hundido en esa situación extrema: Cristo ha entrado en el “ sheol ” y participa de la condición y estado de los muertos, se ha hecho solidario con ellos. Por esa solidaridad suya con todos los muertos los hizo partícipes de su impulso de vida, de su muerte hacia la resurrección.
6) Lectura teológica de la muerte de Cristo en el N. T. La muerte de Jesús permite tres lecturas: a) Es la muerte de un judío b) Es la muerte del Mesías c) Es la muerte del Hijo de Dios. Podríamos distinguir dentro del NT cuatro intentos o fases en la identificación de la pasión de Jesús: La muerte del Justo La muerte del Siervo La muerte del Profeta La muerte de Jesús es comprendida como la muerte del Mesías y la muerte del Hijo.
G ) El sentido de la Muerte de Jesús. La muerte de Cristo no podría ser el punto final. ¿Qué sentido tiene esa muerte? 1) La muerte, hacia la vida Lo primero que hay que decir es que la muerte de Cristo no se cierra en la muerte, sino que se abre a la vida: él mismo concebía la muerte como el paso a la vida. En los anuncios de la pasión Jesús agrega como apéndice la predicación de la resurrección “al tercer día”. 2) La muerte de Cristo como victoria La muerte de Cristo no es una derrota, sino una victoria sobre la misma muerte y sobre su raíz, el pecado, o, sobre el incitador al pecado; Satanás ( cfr Jn 12,31-33; 8,44) Victoria sobre Satanás: El evangelista Juan afirma que “el príncipe de este mundo ha sido ya condenado” por la cruz de Cristo ( cfr Jn 16,8-11). [Pablo expresa lo mismo en Col 2,14-15] Victorias contra la muerte: “Nuestro Salvador ha destruido la muerte” (1Tim 1,10). Victoria a favor nuestro: Jesucristo “murió por nosotros y por nuestra salvación” 3) La glorificación en la muerte Juan acentúa el enlace entre la muerte y la resurrección de Jesucristo, la “hora” de Jesús es el momento de su muerte y a la vez es el momento de su gloria. La gloria de la muerte de Jesús, velada por el sufrimiento y el fracaso de la cruz, sólo se descubrió a la luz de la resurrección.