Hace poco estuve en Independence, Misuri, y sentí la necesidad de desviarme una hora hacia el norte,
hasta Far West. Los Santos de los Últimos Días establecieron Far West en 1836 como un lugar de
refugio lejos de la persecución. Far West se convirtió en la cabecera del gobierno del condado con una
población aproximada de 3.000 a 5.000 personas. Durante una temporada fue la sede de la Iglesia. Mis
propios antepasados vivieron allí.
Al llegar a Far West y mirar sus alrededores, todo lo que pude ver fueron hermosos terrenos agrícolas
que se extendían como alfombras. No había una ciudad, ni caminos ni edificios. Sólo estaba el sitio del
templo, un lugar pacífico y verde, que contenía las cuatro piedras angulares y que estaba rodeado de un
modesto cerco.
En 1838, los santos fueron expulsados de Far West y José Smith y otros fueron arrestados y llevados a
la Cárcel de Liberty, que quedaba cerca, donde languidecieron durante seis meses en las condiciones
más horribles que se puedan imaginar. Mis propios antepasados sufrieron terriblemente en Far West y
casi perdieron la vida.
Mientras estuve allí y me imaginé cómo habría sido en ese entonces, abrí mis Escrituras y leí en la
sección 119 de Doctrina y Convenios. Esa revelación se le dio a José Smith en Far West el 8 de julio de
1838, en medio de esas persecuciones:
"Y esto será el principio del diezmo de mi pueblo.
"Y después de esto, todos aquellos que hayan entregado este diezmo pagarán la décima parte de todo su
interés anualmente; y ésta les será por ley fija perpetuamente, para mi santo sacerdocio, dice el Señor"
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Pensé que los miembros de la Iglesia no pudieron haber recibido la ley del diez en un tiempo menos
oportuno. Pero la recibieron y empezaron a vivir esa nueva ley en un tiempo en el que estaban
perdiendo sus posesiones y, en algunos casos, sus vidas. Al visitar Far West, obtuve un testimonio
espiritual de la ley del diezmo, un testimonio más fuerte y más profundo como el que jamás había
sentido.
Quisiera ofrecer una palabra de consejo a los muchos miles de miembros que se unen a la Iglesia hoy
día como resultado de los esfuerzos diligentes de nuestros misioneros. Ejerzan fe; paguen su diezmo.
Esta ley puede ser diferente de aquello a lo que estaban acostumbrados antes de su bautismo. Pero nada
que ustedes hagan como nuevos conversos les preparará más completamente para disfrutar las
maravillosas bendiciones que les esperan —incluso las bendiciones del templo— que el pago del
diezmo.
Ahora deseo dar un breve consejo a los misioneros. Enseñen el diezmo a sus investigadores de manera
tal que ellos obtengan un testimonio de ese principio maravilloso del Evangelio.
La madre de Joseph F. Smith fue conocida como la "Viuda Smith". Fue la viuda de Hyrum Smith,
quien murió en el martirio junto al profeta José. En cierta oportunidad reprendió al secretario encargado
de los diezmos quien le dijo que, debido a su pobreza, ella no tenía que pagar su diezmo. Ella dijo:
"¿Quiere usted negarme una bendición? Si no pagara mis diezmos, yo esperaría que el Señor me
retuviera Sus bendiciones. Pago mis diezmos no sólo porque es la ley de Dios, sino porque espero una
bendición de ello. Al guardar ésta y otras leyes, espero prosperar y poder sostener a mi familia"
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