La literatura del siglo XVI

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LA LITERATURA En EL
SIGLO XVI
La alegoría de la primavera, de Botticelli

EL RENACIMIENTO
Se trata de un período cultural y social posterior a la Edad Media que
consiste, fundamentalmente, en un retorno a los ideales artísticos,
literarios y filosóficos del mundo grecolatino.
Florece en Italia en el siglo XIV y, a finales del siglo XV, se extiende al
resto de los países europeos, manifestándose en España a lo largo de
todo el siglo XVI.
Ligado a este renacer de la cultura clásica surge el Humanismo,
movimiento cultural e ideológico iniciado en Italia, que se dedica al
estudio de las letras humanas, ya que considera al hombre centro del
universo.

El Humanismo. Características
Se imitan modelos de la Antigüedad clásica, lo cual justifica
el recurso constante a la mitología y a los temas bucólicos o
pastoriles.
• Antropocentrismo frente al teocentrismo medieval.
• Derivado del principio anterior surge el individualismo y el vitalismo.
El universo parece estar a disposición del ser humano que, con la
ciencia y la técnica, se cree capaz de dominarlo racionalmente. Surge
así un nuevo ideal social en el que se funden el caballero y el hombre
culto y educado. En la obra de Baltasar de Castiglione, El cortesano
(1528), se explica que el caballero perfecto debe ser tan experto en las
armas como en las letras, saber conversar y tratar con sus semejantes,
especialmente con las damas, y tañer algún instrumento musical.
• El racionalismo será, por tanto, un rasgo distintivo, pues el poder de la
razón explica el nacimiento de la idea de progreso, tanto en lo material
como en lo moral, por lo que se considera que el saber, el conocimiento
puede hacer mejor al hombre.
Continúa en esta época el ideal
educativo de la antigüedad, pues se
consideraba que el conocimiento de la
lengua y de la literatura grecolatina
mejoraría la conducta individual y
social, contribuyendo al bien común;
por tanto, se siguen cultivando las 7
artes liberales clásicas (término que
designaba los estudios que tenían
como propósito ofrecer conocimientos
generales y destrezas intelectuales): el
trivium (gramática, dialéctica y retórica)
y el quadrivium ( aritmética, geometría,
astronomía y música); y se produce,
frente al pensamiento escolástico
medieval, una renovación de la
filosofía, de la literatura y de los
estudios filológicos.
El hallazgo de Vulcano, de Piero di Cosimo
“Yo condeno, respondió el Conde, los franceses,
porque piensan que las letras estorban las armas,
y tengo por cierto que a nadie conviene más la
doctrina que a un caballero que ande en cosas de
guerra, y por eso estas dos calidades, asidas y
ayudadas la una con la otra, quiero que se hallen
en nuestro cortesano”.
El Cortesano, de Baltasar
de Castiglione
Surgen durante el Renacimiento nuevas universidades. En España,
por ejemplo, surge la universidad de Alcalá de Henares, también la de
Osuna, donde se estudiaba Teología, Cánones y leyes, Medicina, y
Artes, entre otras.

Humanistas más representativos
Tomás Moro (1478-1535), humanista y
escritor inglés cuya obra más célebre es
Utopía (1516), en la que aborda los
problemas sociales de la humanidad.
Erasmo de Rotterdam (1466-1536) ,
humanista holandés que defendía una
religión libre de supersticiones, pura, íntima
y personal, rechazando los abusos de la
Iglesia Católica. En su obra, haciendo uso a
menudo de la sátira y la ironía, trata
cuestiones sociales, políticas y religiosas
del momento.
Martín Lutero (1483-1546), promovió la
reforma protestante que culminó en la
fragmentación de la iglesia cristiana,
provocando así la Contrarreforma, es decir,
la reacción de la Iglesia contra la reforma
luterana.

La estética renacentista
El concepto de belleza sigue el modelo clásico, valorándose
por el equilibrio, la serenidad, la armonía y la elegancia
natural.
Sigue el ideal estético de Aristóteles, según el cual el arte es
estilizar o embellecer la realidad y su finalidad es puramente
estética, como contrapunto al didactismo medieval.
De las ideas platónicas deriva el concepto de que la belleza
del mundo es un reflejo de la belleza suprema que sólo se
encuentra en el mundo de las ideas. Por tanto, la
contemplación de cualquier rasgo de belleza (en la mujer,
en la naturaleza o en el arte) mejora al ser humano porque
lo eleva y acerca a la divinidad. En esto se basa el amor
platónico que recoge Petrarca y que está presente en toda
la lírica renacentista.

Tópicos clásicos
Carpe diem (“Goza del día de
hoy”): es una llamada a aprovechar
el momento presente, pues la vida
es breve y la fortuna variable y no se
sabe qué puede ocurrir mañana.
Collige, virgo, rosas (“Recoge,
doncella, las rosas”): exhortación a
una joven para que ame antes de
que el tiempo marchite su belleza.
Aurea mediocritas (“La feliz
mediocridad”): alabanza a la vida
moderada, alejada de grandes
ambiciones y pasiones que sólo
pueden producir desesperación e
infelicidad.
Locus amoenus (“Lugar ameno):
alude al paisaje mítico, bello y
estilizado.
Beatus ille (“Feliz aquel”): añoranza
a la vida alejada del mundanal ruido,
en contacto con la naturaleza, lugar
apropiado para encontrar la paz y la
armonía. Tópico éste que está
relacionado con otro tópico
renacentista conocido como
menosprecio de corte y alabanza de
aldea.

Temas
El tema omnipresente de la poesía renacentista es el amor. Pero éste se
concibe de modo diferente al medievo. Si bien en la literatura medieval el
amor está regido por las pasiones y tiene un carácter destructor, el amor en
la literatura renacentista está influido por la filosofía neoplatónica. Casi
desligado de los apetitos carnales, el amor es ahora una virtud del
entendimiento que contribuye a hacer mejor a los hombres. De este modo,
superando la sensualidad, que es pura materia, la contemplación de la
belleza femenina, por ejemplo, le permite acceder al conocimiento de la
Belleza Absoluta.
Sin embargo, al igual que en la literatura anterior, el amor aparece como
fuente de frustración y dolor, bien porque resulta imposible alcanzarlo, bien
porque, aun cuando se consigue, no es eterno y se acaba perdiendo. De
ahí que sea característico en la poesía renacentista el uso de la antítesis
para reflejar esa frustración sentimental del enamorado: fuego/hielo;
calma/tormenta; etc.
Junto a la poesía amorosa se desarrolla asimismo una poesía de carácter
moral, la cual desarrolla otros tópicos latinos: el beatus ille o el aurea
mediocritas.
La presencia de la mitología también es notable en esta época, ya que
proporciona un considerable conjunto de asuntos y motivos.

El Renacimiento en España
Entre los humanistas españoles destacan nombres como Nebrija o
Francisco Sánchez de las Brozas, conocido como el Brocense.
El humanismo español comienza su época de máximo apogeo en el primer
tercio del siglo XVI, y se ve vivificado con la influencia del erasmismo.
Sin embargo, el erasmismo español cayó rápidamente en desgracia, al
igual que otras corrientes religiosas como el espiritualismo franciscano o los
focos luteranos españoles, debido a la reacción católica ante el peligro
protestante; sobre todo, tras el Concilio de Trento (1545-1563), a partir del
cual la Inquisición se mostró inflexible.
Esto significa, por tanto, la decadencia del humanismo, pues se desconfía
de la promoción social, de la educación y del trabajo filológico de los
humanistas. Se prohíbe asimismo el estudio en determinadas
universidades europeas y se publica el primer Índice de libros prohibidos.

La Literatura española
Primera etapa: esta época recoge las corrientes estéticas y las
ideas que vienen de Europa, principalmente de Italia. Los
diversos autores españoles asimilan la poesía de carácter
italianizante, cuyo máximo representante es Garcilaso de la
Vega. Otros autores relevantes fueron: Juan Boscán, Cristóbal
de Castillejo y el sevillano Gutierre de Cetina.
En el género narrativo, hay que destacar, junto al éxito obtenido
con las novelas idealistas (especialmente las novelas de
caballerías), la aparición de una novela de carácter realista, el
Lazarillo de Tormes, que inaugura un nuevo género: la novela
picaresca.
Segunda etapa: España se cierra a Europa en defensa del
catolicismo y de los valores nacionales. Sobresale la literatura
religiosa, entre la que destacan las obras de Fray Luis de León,
de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús.
Se distinguen dos períodos coincidentes en gran parte con los
reinados de Carlos I (1516-1556) y de su hijo Felipe II (1556-1598).
En esta segunda época, también conocida como segundo
Renacimiento, la creación literaria se divide en dos
escuelas:
La escuela sevillana, que se caracteriza por el
predominio de la forma sobre el contenido, lo cual da como
resultado un tipo de poesía de tradición petrarquista. Su
principal exponente es Fernando de Herrera.
La escuela salmantina, representada por Fray
Luis de León, busca un equilibrio entre expresión y
contenido, con una marcada preocupación por los temas
morales, religiosos y filosóficos.

Composiciones y estrofas más frecuentes
Entre las composiciones hay que destacar la canción, la elegía, el soneto y la
oda. Se van a señalar las características del soneto:
En cuanto a las estrofas, hay que mencionar el cuarteto, el terceto, la
estancia, la lira y la octava real:
El soneto es un poema de catorce versos endecasílabos con rima consonante
distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. Su estructura suele ser la siguiente:
ABBA ABBA CDC DCD; sin embargo, a veces, la disposición de los tercetos puede
variar.
Tipos de estrofas
CUARTETO Y
TERCETO
Estrofa de cuatro
y tres versos de
arte mayor con
rima consonante:
ABBA; ABA
LIRA
Estrofa de cinco
versos con la
siguiente
estructura:
7a11B 7a7b11B
OCTAVA REAL
Estrofa de ocho
versos
endecasílabos:
ABABABCC
ESTANCIA
Combinación libre
de versos
endecasílabos y
heptasílabos

Garcilaso de la Vega
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena,[1]
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.
[1] “con clara luz la tempestad serena”, en otras versiones.
Tópicos:
Carpe diem
Collige, virgo, rosas
(Recoge, doncella,
las rosas)

Garcilaso de la Vega. Vida
Nació en Toledo hacia 1501, en el seno de una
familia noble. Fue defensor de la causa del
emperador Carlos V y estuvo desterrado en
una isla del Danubio. Después estuvo
destinado en Nápoles, donde tuvo contacto
directo con los poetas italianos.
Estando casado con Elena de Zúñiga, se
enamoró de Isabel Freyre, dama de la reina
Isabel de Portugal, pero ella nunca le
correspondió y se casó con otro en 1529, lo
que produjo una grave crisis sentimental en
Garcilaso. Isabel muere de sobreparto en
1533. Su amor imposible y el dolor por la
muerte de su amada dejaron una profunda
huella en su poesía. Murió en Niza en 1536.
Garcilaso fue el prototipo del caballero renacentista en la línea del modelo
propuesto por Castiglione, ya que representaba el ideal de las arma y las
letras: soldado y poeta.

Garcilaso de la Vega. Obra
La obra de Garcilaso es breve, pero de gran
calidad. Su amigo y también poeta Juan Boscán la
preparó y publicó en 1543. La componen tres
églogas, unos cuarenta sonetos, cuatro canciones,
dos elegías, una epístola en verso y algunas
muestras de poesía tradicional de cancionero.
Sus églogas, junto a algunos sonetos, representan
la culminación del talento del poeta.
La égloga es una composición poética bucólica en
la que varios pastores dialogan sobre
determinados temas, generalmente amorosos.
Pese a su numeración, la égloga II fue la primera
que escribió y es la más extensa.
La égloga I es la más conocida. Consta de 421
versos distribuidos en estancias, en los que los
pastores Salicio y Nemoroso muestran su pesar
por el desdén y la muerte de sus amadas. He aquí
la queja de Nemoroso:
Cual suele el ruiseñor con triste canto
quejarse, entre las hojas escondido,
del duro labrador que cautamente
le despojó su caro y dulce nido
de los tiernos hijuelos entretanto
que del amado ramo estaba ausente,
y aquel dolor que siente,
con diferencia tanta
por la dulce garganta
despide que a su canto el aire suena,
y la callada noche no refrena
su lamentable oficio y sus querellas,
trayendo de su pena
el cielo por testigo y las estrellas:
desta manera suelto yo la rienda
a mi dolor y ansí me quejo en vano
de la dureza de la muerte airada;
ella en mi corazón metió la mano
y d’allí me llevó mi dulce prenda,
que aquel era su nido y su morada.
¡Ay, muerte arrebatada,
por ti m’estoy quejando
al cielo y enojando
con importuno llanto al mundo todo!
El desigual dolor no sufre modo;
no me podrán quitar el dolorido
sentir si ya del todo
primero no me quitan el sentido.
La égloga III es, quizá la más lograda.
Escrita en octavas reales, cuenta que, a
orillas del Tajo, cuatro ninfas bordan en sus
telas historias de amor y muerte. El poema
cierra con el canto alterno de dos pastores.
Hay que destacar la elaboración artística que
supone esta obra si tenemos en cuenta el
bordado de la cuarta ninfa, que teje la historia
de Elisa y Nemoroso, pues la vida,
experiencia amorosa de Garcilaso, se
transforma en poesía, ficción pastoril, que, a
su vez, se convierte en tema de una pintura o
bordado.
La blanca Nise no tomó a destajo
de los pasados casos la memoria
y en la labor de su sutil trabajo
no quiso entretejer antigua historia;
antes mostrando de su claro Tajo
en su labor la celebrada gloria,
lo figuró en la parte donde él baña
la más felice tierra de la España.
[…]
En la hermosa tela se veían
entretejidas las silvestres diosas
salir de la espesura, y que venían
todas a la ribera presurosas,
en el semblante tristes, y traían
cestillos blancos de purpúreas rosas,
las cuales esparciendo derramaban
sobre una ninfa muerta, que lloraban.
Una de aquellas diosas, que en belleza,
al parecer, a todas excedía,
mostrando en el semblante la tristeza
que del funesto y triste caso había
apartado algún tanto, en la corteza
de un álamo estas letras escribía
como epitafio de la ninfa bella,
que hablaban así por parte de ella.
“Elisa soy, en cuyo nombre suena
y se lamenta el monte cavernoso,
testigo del dolor y grave pena
en que por mí se aflige Nemoroso,
y llama ¡Elisa!… ¡Elisa! a boca llena
responde el Tajo, y lleva presuroso
al mar de Lusitania el nombre mío,
donde será escuchado, yo lo fío.”
[…]

Garcilaso de la Vega. Temas y estilo
El amor es el tema predominante en su poesía. Muestra una concepción
neoplatónica del amor y con evidentes huellas de la tradición petrarquista:
indiferencia de la dama y dolor del amante, oscilación entre esperanza y
desesperanza, etc.
El otro gran tema de la poesía de Garcilaso es la presencia de la naturaleza
como entorno estilizado (“locus amoenus”) en el que los personajes se quejan
de sus cuitas amorosas y como confidente que escucha y consuela a los
pastores en sus quejas.
En cuanto al estilo, su lenguaje es aparentemente sencillo, fluido y natural.
Busca el equilibrio clásico entre la pasión y la contención. Este deseo de
armonía se refleja en la frecuente simetría de sus estructuras poéticas:
versos bimembres, elementos duplicados o triplicados, paralelismos
sintácticos, etc.
El tono de su poesía es dulce, triste y melancólico, tal y como lo demuestran
los adjetivos antepuestos, uno de los rasgos más característicos de su estilo:
dulces prendas, triste canto, cansados años, etc. A ese tono contribuye
también su métrica en la que predomina el endecasílabo, asociado con
frecuencia al heptasílabo, lo cual proporciona libertad expresiva. Se trata,
asimismo, de un verso muy musical por la acertada combinación de acentos
y rimas, por sus aliteraciones, hipérbatos, etc.

La lírica moral y religiosa
Fray Luis de León (1527- 1591)
Nació en cuenca en el seno de una familia de ascendencia judía,
pero vivió toda su vida en Salamanca. Ingresó como fraile en el
convento agustino de Salamanca, en cuya universidad fue
posteriormente catedrático. Se trata de un intelectual de gran
formación humanística que concilia los saberes clásicos con los
judeocristianos. Fue encarcelado, durante cuatro años, por traducir
al castellano el Cantar de los cantares, incumpliendo de este modo
uno de los preceptos del Concilio de Trento que impedía la
traducción de textos sagrados, y también por ser defensor de la
Biblia en hebreo.
Escribió cuatro importantes obras en prosa: La traducción y comentario del Cantar
de los cantares y Exposición del libro de Job; y obras originales como De los
nombres de Cristo y La perfecta casada. La primera, su obra maestra, es un tratado
teológico escrito en lenga vulgar y en forma de diálogo, donde tres personajes
conversan sobre los diferentes nombres que la Biblia da a Cristo. La segunda obra en
prosa es un tratado en el que expone su concepto de la esposa ideal.
La obra poética original de Fray Luis es bastante breve, menos de cuarenta
poemas, en los que muestra un estilo que es fiel reflejo del espíritu renacentista:
sencillez formal, armonía y cuidada elaboración. Entre su poesía destacan:
Oda a la vida retirada o la Profecía del Tajo, escritas antes de su ingreso en prisión;
Noche serena, En la Ascensión y A la salida de la cárcel, compuestas en la cárcel; y
después de su salida, escribió la Oda a Francisco Salinas.
Los temas predilectos de sus poemas
son la naturaleza, la añoranza del campo
y de la vida de aldea (donde se reflejan
los tópicos clásicos del “beatus ille” y el
“aurea mediocritas”), la contemplación de
la noche estrellada, la armonía alcanzada
a través de la música, entre otros.

San Juan de la Cruz (1542-1591)
Juan de Yepes y Álvarez nace en Ávila en el seno de una
familia muy humilde. Perteneció a la orden de los
carmelitas y fue discípulo de fray Luis de León en
Salamanca. También fue encarcelado, pero en este caso
por sus intentos de reforma de la orden carmelita pues,
tras conocer a Santa Teresa de Jesús, decide unirse a los
reformadores carmelitas, los denominados “carmelitas
descalzos”.
La producción poética de San Juan es muy breve, y se suele clasificar en
poemas menores (romances, canciones, glosas, etc.) y poemas mayores:
Cántico espiritual, Noche oscura y Llama de amor viva.
- El Cántico espiritual (1577), que fue reelaborado constantemente, consta
de unas cuarenta liras que siguen la línea del Cantar de los cantares, y se
trata de un diálogo entre la Amada y el Amado.
- La Noche oscura (1584) consta de ocho liras en las que la Amada, tras salir
disfrazada de su casa por la noche, se une plenamente al amado.
-La Llama de amor viva, compuesta en el mismo año que la anterior, consta
de cuatro liras de seis versos y en ella expone no ya la búsqueda y unión con
el amado, sino las sensaciones amorosas que expresa la Amada en la unión
misma.
Los temas tratados en su poesía, así como su
estilo, reflejan una doble influencia: la filosofía
neoplatónica y la literatura religiosa y mística de
la Edad Media y del Renacimiento ( el amor que
saca de sí al enamorado y lo conduce a la unión
con la amada, la luz como representación de la
divinidad, etc.), y la influencia de la Biblia junto
con la poesía tradicional.
Santa Teresa de Jesús (1515-1582)
Santa Teresa de Jesús junto a San Juan de la Cruz
son los representantes de la denominada Literatura
mística, es decir, aquella que expresa la vivencia
excepcional de la unión del alma con Dios, y que se
convierte en el tema central de sus obras.
Teresa Cepeda y Ahumada nació en Ávila. Ingresó en
el convento de la orden carmelita y comenzó la
reforma de esta orden en 1562, así como diversas
fundaciones por Castilla y Andalucía.
Su obra se puede clasificar en obras autobiográficas,
doctrinales, cartas y poesías. Las moradas o Castillo
interior ha sido considerada su obra maestra y una de
las cumbres de la mística. En ella el alma recorre los
siete aposentos o moradas del castillo para llegar al
encuentro místico con Dios.
He aquí también uno de sus poemas más conocidos:
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.
Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
[…]

Otros poetas del Renacimiento
Cristóbal de Castillejo
(1490-1550), representa la
defensa de los metros
tradicionales en oposición al
gusto italianizante y utiliza el
octosílabo tradicional de modo
casi exclusivo. Pese a ello, la
temática de su obra es
plenamente renacentista.
Gutierre de Cetina
(1510-1554), poeta sevillano
que funde en su poesía
amorosa la tradición castellana
con la italiana, con influencia de
Ausías March y Petrarca.
Ambos pertenecen a la primera
etapa del Renacimiento.
Fernando de Herrera
(1534-1597), también nace en
Sevilla. Se sitúa en el segundo
Renacimiento y contribuye en
el proceso de nacionalización
del petrarquismo con sus odas
y canciones patrióticas.
Asimismo cultiva una poesía
de carácter amoroso (sonetos
y elegías), en la que destacan
las metáforas y el léxico
relacionados con el fuego. Su
poesía es más elaborada y
artificiosa que la de Garcilaso,
iniciando así un proceso de
progresiva complicación que
culminará con Góngora.
Rojo sol, que con hacha luminosa
coloras el purpúreo y alto cielo,
¿hallaste tal belleza en todo el suelo,
que iguale a mi serena luz dichosa?
Aura suäve, blanda y amorosa
que nos halagas con tu fresco vuelo; cuando
el oro descubre y rico velo
mi luz, ¿tocaste trença más hermosa?
Luna, honor de la noche, ilustre coro
de los errantes lumbres y, fijadas,
¿consideraste tales dos estrellas?

Sol puro, Aura, Luna, llamas de oro,
¿oistes vos mis penas nunca usadas?
¿vistes Luz más ingrata a mis querellas?

La narrativa del siglo XVI
Triunfaron en España, al igual que en el resto de Europa, las narraciones
idealistas, entre las que se incluyen los libros de caballería, la novela
pastoril, la novela bizantina y la novela morisca:
Los libros de caballería eran la lectura preferida en la corte, y
después se extendió a estamentos inferiores. El éxito de tales
relatos pudo deberse a que presentaban un modelo de
caballero heredero del héroe épico: ejemplar guerrero, fiel
enamorado y aventurero idealista. Situaban la acción en la
Edad Media y en países lejanos, dando cabida a elementos
fantásticos. Entre todos destaca el Amadís de Gaula, obra
que había reelaborado Garci Rodríguez de Montalvo en 1508
sobre un texto anterior.
La novela pastoril recoge el ambiente bucólico de las
églogas y se inspira en Virgilio y en la Arcadia de Sannazaro
y narra historias amorosas entre pastores, los cuales
aparecen idealizados al igual que la naturaleza que los rodea.
La más célebres fueron Los siete libros de la Diana, de
Jorge de Montemayor, la Diana enamorada de Gaspar Gil
Polo o La Galatea, de Cervantes.
La novela bizantina cuenta las aventuras de una pareja de
enamorados de alto linaje, los cuales se separan y tienen que
superar una serie de pruebas para volver a reencontrarse.
Hay que citar la obra de Alonso Núñez de Reinoso, Historia
de los amores de Clareo y Florisea. También Cervantes
escribió una novela bizantina titulada Historia de los trabajos
de Persiles y Segismunda.
La novela morisca presenta, en un ambiente idealizado, la
figura del moro de un modo estilizado, incluso en tolerante
convivencia con los cristianos. La primera obra de este tipo es
la anónima Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa.
También hubo autores que incluyeron relatos breves de
carácter morisco en sus obras mayores, como la “historia del
cautivo” en El Quijote de Cervantes.

La narrativa del siglo XVI
Pero la gran obra maestra del siglo XVI es La vida de Lazarillo
de Tormes y de sus fortunas y adversidades, que apareció por
primera vez en 1554, y ha sido considerada como la primera
novela picaresca. Se publicó de forma anónima y,
posteriormente, se han señalado diferentes autores. Los
estudios más recientes atribuyen su autoría a Diego Hurtado
de Mendoza.
Surge como contrapunto a la narrativa idealista y representa
la corriente realista y crítica de la narrativa del siglo XVI. La
picaresca contrapone a los héroes idealizados de la novela
pastoril o de los relatos caballerescos, un nuevo protagonista,
el
La novela está escrita en forma de epístola autobiográfica (por tanto, aparece en
primera persona), es decir, se trata de una carta dirigida a un destinatario al que se
alude como “Vuesa Merced” y en ella Lázaro, el protagonista, relata su vida desde el
principio con el fin de responder a la petición del destinatario sobre “el caso”, que no se
revela hasta el final, en el tratado VII. La ficción de la carta y el destinatario hacen
verosímil el relato autobiográfico de un protagonista humilde.
El Lazarillo consta de un prólogo y siete tratados. En el prólogo se justifica el
propósito de la obra, donde Lázaro, casado y con el oficio de pregonero en Toledo,
explica que va a contar su vida para que se entienda su situación actual. Los tratados
recogen sus orígenes y las diversas peripecias del protagonista al servicio de diversos
amos.
Lo más novedoso de la obra es el tipo de protagonista que, al contrario de la
narrativa idealista, va evolucionando como respuesta al medio en que está inmerso.
También es original su realismo y la crítica anticlerical y social que justifica la
intencionalidad de la misma, y el lenguaje, de estilo llano y con giros y refranes
populares.
el antihéroe, un personaje real que se mueve por ambientes conocidos y pobre
renovando así el personaje, el espacio, incluso la técnica narrativa.

El teatro del siglo XVI
En la primera mitad del siglo XVI una serie de
dramaturgos cultivan el género: Juan del
Encina, que a finales del siglo XV comenzó
con un teatro religioso, ahora es creador de
comedias humorísticas y de temática
amorosa; Torres Naharro, que incorpora una
gran variedad de motivos y personajes
nuevos en comedias que tratan sobre el tema
del honor, creando dos tipos de comedias
(“a noticia”, realistas y con un lenguaje
sencillo, y “a fantasía”, en las que aparecen
temas más imaginativos, sin carecer de
verosimilitud); y Gil Vicente, escritor
portugués que escribió también en castellano
obras diversas (farsas, dramas alegóricos,
etc.), incorporando elementos satíricos, líricos
y folclóricos.
• En la segunda mitad del siglo XVI se produce la consolidación del fenómeno
teatral, desapareciendo los contenidos satíricos de los textos debido a la
Contrarreforma. Pervive, por tanto, el teatro religioso y profano que se seguía
representando en iglesias, palacios o en la calle (cuando se celebraban
determinadas fiestas), junto con un teatro de carácter popular, representado en
corrales de comedias, es decir, en teatros instalados en patios interiores que
estaban rodeados de casas.
En esta segunda etapa surge un nuevo grupo de
autores, los denominados “prelopistas”, como los
sevillanos Lope de Rueda y Juan de la Cueva.
 Lope de Rueda fue el creador de un tipo de
teatro popular conocido como “ pasos”,
antecedente del entremés. Toma como punto de
partida la comedia nueva italiana, pero la
transforma eliminando los elementos más
clasicistas y cultos ( los cinco actos, las tres
unidades, los discursos retóricos, etc.) y añade
escenas cómicas o pasos. Su comicidad se basa
en el uso de un lenguaje realista, lleno de
incorrecciones y vulgarismos, y en la creación de
personajes tipo populares y graciosos que se
repiten en distintas obras (el bobo, el morisco, el
soldado fanfarrón, etc.). Entre sus pasos
destacan Las aceitunas y La tierra de Jauja.
 De Juan de la Cueva hay que destacar su
interés por llevar al teatro asuntos históricos
nacionales en obras como Los sietes infantes de
Lara.