La realidad social de La Celestina
La obra como transición entre la Edad Media y el Renacimiento
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APÉNDICE
No es fácil hallar en el marco de la Historia cultural obras que con tanto relieve
literario como La Celestina nos ofrezcan un cuadro tan ajustado y tan vivo de la
sociedad en que se producen. Por eso, creemos que las líneas de una interpretación
sociológica de La Celestina o, por lo menos, de algunos de sus aspectos cardinales, se
han de corresponder con las que nos representen la imagen de la sociedad española a
fines del siglo XV; cuyos trazos, por otra parte, coinciden en gran medida con los de la
evolución general europea de la época. El siglo XV es, en nuestra Historia, una de las
fases de más interesante sentido europeo, como pueda serlo más tarde el siglo XVIII. Y
siendo rico y variado lo que de propio y peculiar de la situación cultural española se
encuentra en aquel final del Medievo, hay, sin embargo, una estrecha correspondencia
con lo que en otras partes de la común cultura occidental se da. Podemos, por ello,
suponer que la aplicación de ciertas categorías historiográficas a nuestras obras
literarias, artísticas, políticas, etc., surgidas de ese primer brote de la época moderna que
es el siglo XV -más los primeros años del XVI-, ha de resultar siempre fecunda y
esclarecedora.
No pretendemos que una consideración de La Celestina, desde un parcial punto
de vista histórico-sociológico, nos permita descubrir el sentido total de la obra. Si nos
colocamos en ese ángulo visual, no pretendemos negar licitud a los análisis de otro tipo
a que pueda someterse, y, efectivamente, haya sido sometida, la Tragicomedia de Rojas.
Las interpretaciones de carácter estético, estilístico, psicológico, etc., de La Celestina
darán siempre resultados valiosos, como lo demuestran los trabajos de Reischmann, de
Gilman, de Samonà, de M.a Rosa Lida de Malkiel, de Deyermond, de Castro Guisasola,
obras cuyo número y calidad son una prueba del rico campo de investigaciones que la
materia ofrece. Sobre esta, como sobre cualquiera otra, la variedad y articulación de
enfoques diferentes será siempre recomendable. En el estudio de los hechos humanos
cada vez se comprende más la necesidad de un trabajo que, sirviéndonos del
neologismo hoy al uso, llamaremos interdisciplinario. Por eso, no podemos dejar de
hacer dos observaciones: 1.a, que es absurdo pretender que un mero análisis crítico-
literario o estético pueda resolver, por sí solo, los principales problemas de La
Celestina; y 2.a, que hay que caer en la cuenta de que sobre la base de criterios
formales, de suyo limitados, se han acometido cuestiones que exigen ser contempladas
desde otros lados o, por lo menos, completadas con otros enfoques, para llegar a obtener
conclusiones mínimamente aceptables. El ensanchamiento del campo visual de una
determinada disciplina por quienes se mueven en el campo específico de ésta, de
manera que el especialista se extienda a considerar aspectos que se salen del estricto
marco de su trabajo, es admisible y puede ser fecundo; a veces ha llevado a
descubrimientos que son francamente de estimar. Pero en tales casos es necesario tener
conciencia de que se está en campo ajeno y, en la medida de lo posible, atender a lo que
en él es ley, laborando con el modesto sentimiento del que juzga su trabajo como una
aportación parcial y discutible.
Decimos todo esto, no para lección de otros, sino para que ese flexible criterio
de estimación se aplique a las páginas que siguen, aceptando, por lo menos en sus
límites, esta intromisión del análisis histórico-social en el mundo de una obra que, de no
existir el Quijote, sería probablemente la primera de nuestra Literatura.30
30 MARAVALL, José Antonio (Op. Cit.) Prólogo a la primera edición