A y n R a n d L a r e b e l i ó n d e A t l a s
general, excepto vosotros. La mente del hombre, aseguran los místicos del espíritu, debe
quedar subordinada a la voluntad de Dios. La mente del hombre, dicen los místicos del
músculo, debe subordinarse a la Sociedad. Las normas de valor del hombre, dicen los
místicos del espíritu, se basan en complacer a Dios, cuyas leyes se encuentran muy por
encima del poder humano de comprensión y deben ser aceptadas basándose en la fe. Las
normas de valor del hombre, dicen los místicos del músculo, residen en el bien de la
Sociedad, cuyos postulados se encuentran por encima del derecho humano a juzgar y
deben ser obedecidos como algo fundamental y absoluto. El propósito de la vida humana,
afirman ambos, es convertirse en un abyecto fantasma servidor de un propósito que no
conoce, por razones que no debe poner en entredicho. Su recompensa, dicen los místicos
del espíritu, le será otorgada más allá de la tumba. Su recompensa, declaran los místicos
del músculo, le será dada en la tierra… a sus biznietos.
»El egoísmo, manifiestan ambos, constituye el mal del hombre. Su bien, afirman, consiste
en desprenderse de deseos personales, en negarse a sí mismo, en renunciar al propio ser,
en subordinarse, en negar la vida que vive. El sacrificio, exclaman ambos, es la esencia
de la moralidad, la más alta virtud al alcance del hombre.
«Quienes escuchéis mi voz, quienes seáis víctimas y no asesinos, tened en cuenta que
hablo junto al lecho de muerte de vuestro espíritu, junto al borde de esas tinieblas en las
que os hundís. Y si aún queda en vuestro interior algo de fuerza para combatir, para
aferraros a esos débiles chispazos que fueron vuestra personalidad, utilizadla ahora. La
palabra que os ha destruido es la de «sacrificio». Utilizad los restos de vuestra fuerza para
comprender su significado. Aún seguís vivos. Aún disponéis de una oportunidad.
»El «sacrificio» no significa rechazar lo indigno, sino lo precioso. El «sacrificio» no
significa rechazar el mal en beneficio del bien, sino el bien en beneficio del mal.
«Sacrificio» es rendir aquello que evaluáis en favor de lo contrario.
.»Si cambiáis un penique por un dólar, no es sacrificio, si cambiáis un dólar por un
penique, lo es. Si conseguís el propósito que os habíais trazado luego de años de lucha, no
es sacrificio; si renunciáis al mismo en favor de un rival, lo es. Si tenéis una botella de
leche y la dais a vuestro niño hambriento, no es sacrificio; si la dais al del prójimo,
dejando que el vuestro muera, lo es.
»Si dais dinero para ayudar a un amigo, no es sacrificio; si lo entregáis a un indigno
desconocido, lo es. Si dais a vuestro amigo una suma que os sea fácil entregar, no es
sacrificio; si le dais dinero a costa de vuestra propia incomodidad, será sólo una virtud
relativa, según esa clase de evaluación moral; si le dais dinero a costa de un desastre total
para vosotros, predicaréis la virtud total del sacrificio.
»Si renunciáis a todos los deseos personales y dedicáis vuestra vida a los seres amados,
no conseguiréis la virtud total porque seguiréis reteniendo cierto valor particular, que es
vuestro amor. Si dedicáis vuestra vida a desconocidos que elegís al azar, el acto de virtud
será mayor. Si dedicáis vuestra vida a servir a quienes odiáis, ésa será la mayor de las
virtudes que podáis practicar.
»Un sacrificio es la rendición de un valor. El sacrificio total es la total rendición de los
valores. Si queréis conseguir la virtud completa, no debéis buscar gratitud a cambio de
vuestro sacrificio, ni alabanzas, ni amor, ni admiración, ni estima propia, ni siquiera el
orgullo de ser virtuoso; la menor traza de cualquier beneficio diluirá vuestra virtud. Si
seguís un curso de acción que no manche vuestra vida con ninguna alegría, que no os
conceda valor alguno material, ni valor del espíritu, ni beneficio, ni provecho, ni
recompensa, si conseguís un estado de cero absoluto, habréis alcanzado el ideal de la
perfección moral.
»Se os dice que la perfección moral resulta imposible al hombre y, desde luego, así es,
según tales normas. No podéis alcanzarla mientras viváis, pero el valor de vuestra vida y
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