1. TIEMPO E HISTORIA DE LA REVELACIÓN Para los griegos, el tiempo se concibe como un círculo y se extiende según un ciclo eterno en el que todas las cosas se repiten. En este contexto la historia lo mismo que la naturaleza, aparece regida por leyes inmanentes que establecen una necesidad en lo que acaece, necesidad que permite predecir lo que acaecerá, dentro siempre del tiempo ordenado en ciclos: lo sucedido, volverá a suceder, por lo que la novedad en su sentido más radical no es posible.
La revelación judeocristiana está, en cambio, regida por la libertad y el amor de Dios. El tiempo en el que la revelación tiene lugar, no es un tiempo mítico ni el instante intemporal en el que el sujeto logra abstraerse de todo lo que le rodea, sino el tiempo real que hace posible la libertad. El tiempo es el lugar de la historia en la que la auténtica novedad y el verdadero cambio sólo se dan cuando son resultado de la libertad. EN ESA HISTORIA SE INSERTA LA AUTOCOMUNICACIÓN DE DIOS A LOS HOMBRES que, en cuanto en cuanto acontecimiento de la historia es de suyo datable .
La visión cristiana de la historia que se apoya en esa concepción del tiempo, vive con especial intensidad el hecho de que el final del tiempo no adviene como resultado de una adición meramente cuantitativa, sino que tiene un sentido esencialmente cualitativo. La intervención de Dios en la historia tiene su momento álgido en un acontecimiento irrepetible, único, que es el ACONTECIMIENTO DE CRISTO. De ese modo se puede entender la unidad de la intervención de Dios en la historia tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Para algunos, la afirmación del carácter histórico de la revelación presenta una dificultad en cuanto condicionaría el acceso a la revelación y salvación de Dios a las circunstancias concretas en que Dios ha intervenido en la historia, y en definitiva a lugares y tiempos determinados. De ser así, la salvación se ofrecería solo a algunos hombres, a aquellos que tienen relación con ese lugar y tiempo. Por eso proponen que, para mantener la universalidad salvífica de Dios, se reconozca a toda la historia un valor salvífico. Distinguen entre una historia general de la salvación , de carácter trascendental, y una historia oficial de la revelación y de la salvación.
DV 3 habla del testimonio perenne de sí mismo en las cosas creadas que Dios da en la creación. Pero la relación es distinta, porque está en relación con la salvación sobrenatural que Dios quiere ofrecer a los hombres. Para abrir ese camino se manifestó, desde el principio a los primeros padres. Después de la caída, alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de redención. A partir de ahí la acción de Dios es doble: Respecto al género humano, su acción es un cuidado incesante, para dar vida eterna a los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras ( Rm 2,6-7) (DV 3). En cuanto a la promesa de redención empieza a ser una realidad que se va haciendo efectiva por medio del pueblo de Israel, al que Dios elige, preparando camino al Evangelio.
2. REVELACIÓN PRIMITIVA La revelación histórica comienza con la vocación de Abraham ( Gn 12). Los textos anteriores forman la revelación de los orígenes, una protología en la que, sobre la base de unos relatos en parte comunes con otras culturas de Oriente, se establece al conexión entre el origen de todo en la creación y el pueblo de Israel. En este contexto de la revelación de los orígenes, puede entenderse la REVELACIÓN PRIMITIVA. Esta idea aparece en la teología del siglo XIX, concepto con el cual se pretendía a cuestiones diversas. Entre ellas, a la pregunta por la situación del hombre en el tiempo anterior a la revelación histórica al pueblo de Israel.
La respuesta que daban era que el hombre había recibido desde el principio una revelación que le introducía en el horizonte de la salvación. Esa revelación primitiva es la que estaría en el origen de todas las religiones. La semejanza entre las religiones se explicarían precisamente por una manifestación originaria de Dios, que marcó los desarrollos ulteriores de cada una de ellas. EL TRADICINALISMO utilizó también el concepto de revelación primitiva presentándolo como el medio de conocer a Dios, una vez que se había negado a la razón la capacidad del conocimiento natural de Dios.
El MAGISTERIO de la Iglesia no se pronunció nunca sobre la revelación primitiva como tal. Ha reprobado, sin embargo, la doctrina tradicionalista que parecía excluir, en principio, la capacidad el hombre para el conocimiento natural de Dios. A partir de DV 3 se podría admitir el concepto de revelación primitiva como una descripción fenomenológica de la revelación protohistórica. Pero queda fuera que esa revelación sea un género intermedio entre la revelación natural y la sobrenatural. Es auténtica revelación de Dios.
3. LA REVELACIÓN EN ISRAEL Las relaciones de Yahvé e Israel tienen un hecho central: LA ALIANZA. La primera fue con Abraham, cuando Israel no existía todavía. A partir de Abraham, el Antiguo Testamento recoge las relaciones de Dios con el pueblo que tiene su origen en el patriarca. Después de Abraham esta historia se desarrolla entorno a algunos momentos y personajes especiales, con los que esa relación entre Dios y los hombres toma nuevos derroteros, en los que, en cierto sentido, esa relación tiene un recomienzo. Tenemos tres momentos: Abraham Moisés El profetismo
Abraham A Abram se dirige Dios de un modo insospechado para encomendarle una misión: “Yahvé dijo a Abram: “Sal de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre y vete a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré” ( Gn 12,1-2). VOCACIÓN Y PROMESA forman el núcleo de la historia de Abraham. La elección vocación supone un cambio en la vida, cambio para una misión en la que el llamado será protagonista. Yahvé pide algo, pero sobre todo pide que se confíe en él, que se crea que él cumplirá las promesas.
La revelación de Yahvé a Abram, a quien en virtud de la promesa Yahvé cambio el nombre , no es una mera revelación de conocimientos, aunque también en eso consiste la revelación de Yahvé, sino que se revela una promesa cuyo correlato es la obediencia de la fe. En su mismo contenido la revelación a Abram hace referencia a la historia humana. De esta revelación a Abraham nace el pueblo de Israel, el pueblo de Dios. Dios sella la constitución del pueblo con una alianza en la que se funden la promesa divina y la fe de Abraham, y cuyo contenido es una relación de fidelidad: Dios siempre será fiel a su promesa y a cambio exige que el pueblo le reconozca como único Dios ( Gn 17,3-8).
Aunque la revelación y vocación de Abraham van dirigidas a la constitución del pueblo de la promesa, el relato del Génesis muestra ya una tensión hacia los demás pueblos: “Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra” ( Gn 12,3).
Moisés Dios se manifiesta a Moisés para cumplir la Alianza hecha con el Pueblo. La ocasión es la esclavitud y el aniquilamiento a que están siendo sometidos los israelitas en Egipto. En la Teofanía de la zarza ardiendo, Dios se revela a Moisés como: El Dios vivo de la historia: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob (Ex 3,6; 6,3). El Dios de la alianza: que va a cumplirla con su brazo poderoso. Al mismo tiempo se revela por primera vez como Yahvé: como El que es, sin restricción alguna (Ex 3,14).
A la revelación de Dios le acompaña la llamada a Moisés, el envío para cumplir una misión: “Yo te envío a Faraón para que saques a mi pueblo” (Ex 3,10). La liberación de Egipto, al camino por el desierto hasta llegar a la tierra prometida y conquistarla son, hechos en los que se expresa el cumplimiento de la promesa inicial, pero por otro lado, no son el cumplimiento definitivo, sino sólo su figura. A través de los acontecimientos históricos, Dios iba revelando la sustancia de lo que sería la salvación futura y definitiva.
En el Sinaí, Dios confirma solemnemente la Alianza con Israel y determina los contenidos en los que la fidelidad del Pueblo se debe expresar. Son las diez palabras. La respuesta del Pueblo a la Alianza no está exenta de vaivenes. Las acciones prodigiosas positivas de Dios junto con sus palabras actúan haciendo superar al pueblo la tensión que experimentaba entre la llamada de Dios y tendencia a asimilarse con otros pueblos con los que se mezcló.
El profetismo Con la instauración de la monarquía, comienza una nueva relación entre Dios e Israel. Ahora, Yahvé sigue siendo el único Dios y Señor de Israel, pero su gobierno se realiza a través de un mediador, el rey, que dirige al Pueblo de parte de Dios. Las tentaciones de los reyes de Israel son el olvido, la apostasía y la infidelidad a la Alianza. Esta infidelidad se consuma primero en el reino del Norte, y posteriormente en el del Sur.
La Revelación de Dios a través de los profetas comienza con la llamada de los mismos profetas por parte de Yahvé: el profeta conoce a Yahvé porque él le ha hablado y confiado su palabra, para que la transmita e interprete ante los hombres. El profeta experimenta, en sí mismo en primer lugar, la acción de la palabra de Dios. El profeta es BOCA DE YAHVÉ, a través de la cual Dios proclama su mensaje a los hombres El profeta es también alguien que VE. La mirada del profeta nos e dirige sobre todo al pasado o al futuro, sino al presente inmediato. El profeta interpreta la historia reclamando al pueblo la fidelidad a la Alianza y anunciando las consecuencias de la infidelidad.
En la época del destierro, la voz de los profetas se hace clamor. Ellos desvelan a los israelitas el sentido e los duros acontecimientos que les toca vivir. Deben aprender del castigo que es la cautividad para corregirse de su infidelidad. A pesar de las apariencias, sin embargo, Dios sigue siendo fiel a la Alianza también en el destierro, de forma que existe una continuidad misteriosa entre las promesas hechas a Abraham y la situación de opresión, porque YAHVÉ NO HA RETIRADO SU PROMESA.
Después de la restauración de Ciro y los últimos profetas (Malaquías, Abdías y Joel) hay un silencio de cuatro siglos en los que no hay profetas. El siguiente será ya Juan el Bautista Durante la época helenista, florece la literatura de tipo sapiencial. La sabiduría de Dios, que aparece personificada, representa una forma especial de revelación en el Antiguo Testamento, y anuncia en cierto modo la figura del Logos de Dios que aparecerá en el Nuevo.
Naturaleza de la revelación en el Antiguo Testamento La revelación en el Antiguo Testamento tiene las siguientes características: La revelación en el AT es sobre todo, la revelación de la promesa. La vivencia del tiempo en Israel está dominada por una tensión fortísima al futuro. La revelación-promesa hace que lo pasado sea signo de lo que va a venir, de lo que llegará con el Nuevo Testamento, en la plenitud de los tiempos. Aunque la revelación a Israel revelación de la promesa, es verdadera revelación de Dios. En la Biblia no se encuentra el concepto de persona, pero en cambio, conoce un equivalente, el concepto nombre.
3. La revelación es histórica. Dios interviene en la historia a través de los hechos, convirtiéndose así en actor de la misma historia. El crea la historia, actúa en ella y se sirve de los hechos de los hombres para su plan de revelación. 4. La revelación de Dios en el Antiguo Testamento llega al Pueblo a través de mediadores. Estos hombres elegidos por Dios reciben la palabra de Yahvé con la misión de hacerla llegar al Pueblo. Los profetas auténticos son la garantía de que mediante ellos, llega la verdadera palabra de Dios pidiendo, exhortando, anunciando acontecimientos futuros, explicando el sentido de lo que sucede. 5. El Antiguo Testamento conoce una revelación de Dios que se da a conocer a todo hombre a través de la creación y del sentido moral. Pero Israel llegó al Dios de la creación a través del Dios de la historia.
4. CRISTO, PLENITUD DE LA REVELACIÓN Dei Verbum recoge en el número 4 la continuidad entre la antigua y la nueva manifestación de Dios sirviéndose del comienzo de la Carta a los Hebreos: Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras a través de los profetas últimamente, en estos días nos habló por su Hijo ( Heb 1,1-2). Jesucristo, través de su vida, de sus palabras y obras, y sobre todo, de su muerte y resurrección, y del envío del Espíritu Santo, Cristo completa la revelación y confirma la salvación del pecado y de la muerte.
El carácter trinitario de la revelación podría ser estudiado en sí mismo, y para ello deberíamos centrarnos en la teología de la misiones divinas. Cristo, mediador y plenitud de la revelación de Dios DV 2 nos dice que Cristo es al mismo tiempo mediador y plenitud de toda la revelación, es decir, revelador y revelación de Dios simultánea y necesariamente sin que se pueda excluir ninguno de los dos elementos. Jesús es mediador por su relación esencial con Dios y con los hombres. Es igualmente, la plenitud de la revelación porque El es personalmente la suprema auto-comunicación de Dios a los hombres.
Cristo mediador: Cristo es el revelador de Dios, mediador perfecto de la revelación, puesto que como Verbo de Dios que se ha encarnado es Dios eterno y hombre perfecto; realiza las obras de Dios; habla de lo que ha visto; conoce a Dios y sabe lo que hay en el hombre. La mediación reveladora de Cristo exige mantener la trascendencia de Dios sobre el mundo. La mediación de Cristo permite el acceso a misterio de Dios, pero no lo anula como misterio. Es mas la revelación, también desde un punto de vista formal, necesita del misterio para poder ser comprendida.
Cristo, revelación plena de Dios: la revelación es precisamente revelación del misterio, auto-comunicación que el Padre hace del misterio del propios ser. El misterio de Dios es, principalmente, el misterio del Padre. El Padre es el Dios escondido a quien nadie ha visto jamás. Además de por la invisibilidad, el misterio del Padre viene caracterizado por el silencio divino, seno de la Palabra. Desde fuera de Dios no hay acceso a la profundidad de su misterio. La invisibilidad y el silencio del Padre sólo se abren desde dentro. La imagen y la palabra que hacen visible al invisible y resonar el silencio profundo de Dios, es Cristo. A través de Cristo la invisibilidad del Padre se hace visible, la profundidad de su silencio llega a ser Palabra.
El misterio que Dios da a conocer el misterio de su voluntad (EF 1,9), es decir, del designio salvador de Dios que nos predestina a ser sus hijos por Jesucristo. Este misterio que ha sido revelado ahora por el Espíritu no es otro que el misterio de Cristo ( Ef 3,4). De este modo, Cristo ha manifestado al hombre el misterio del Padre y de su amor. En el misterio de Cristo, la verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre resplandecen en plenitud. En Cristo Dios se da a conocer como Padre y salvador. Cristo revela al Padre en cuanto es Hijo y Verbo eterno.
2. Revelación y encarnación En Jesucristo culmina la economía o estructura de encarnación que atraviesa todo el Antiguo Testamento, en el que la palara, la historia y la presencia son ya una forma de encarnación de la revelación divina. Mediante la encarnación se amplía la comprensión del Logos de Dios que va más allá de la mera representación cognoscitiva. La palabra, siendo portadora de un mensaje, es más que mensaje: es un hecho, cargado, por tanto, de significación. La persona, presencia, manifestación, acciones, signos de Cristo, así como todos los acontecimientos concretos de su vida: nacimiento, bautismo, transfiguración, pasión, muerte y resurrección, se convierten en reveladores
En la encarnación del Hijo-Logos culmina la auto-comunicación de Dios a los hombres. Al enviar a su Hijo para que asuma forma humana Dios se da y se revela como Padre a los hombres. Por eso la función reveladora del Verbo encarnado y su función vivificante son dos aspectos inseparables de la auto-comunicación de Dios a los hombres. LA ENCARNACIÓN ES LA SUPREMA COMUNICACIÓN DE DIOS a la criatura intelectual, afirma Santo Tomás. La encarnación es la realidad clave, el punto crucial donde lo divino y lo humano se articulan de acuerdo con una estructura sacramental que regula no solo la comunicación de la gracia, sino la misma revelación de Cristo, la cual es resultado de la tensión creadora que resulta de la inseparabilidad entre la humanidad y la Persona del Verbo.
3. La revelación en la Cruz y resurrección El modo como Cristo lleva a cabo la revelación lo explica Dei Verbum 4: El Hijo-Verbo ha sido enviado para manifestar la profundidad de Dios y para habitar entre los hombres; Jesucristo habla palabras de Dios y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió Tras exponer el modo de la revelación, se afirma que dios vive entre nosotros para liberarnos del pecado y de la muerte.
PERO LA REVELACIÓN SALVÍFICA TIENE SU MOMENTO CULMINANTE EN LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO. Surge aquí la pregunta: ¿Cómo es posible que haya una revelación de Dios precisamente en lo más opuesto a Dios, como es la humillación, la debilidad, el sufrimiento? ¿Cómo puede ser reveladora la muerte de Jesús?
Sobre esto tenemos: La doctrina de Lutero, que destaca hasta tal punto la revelación de la Cruz que piensa que ahí se encierra el auténtico conocimiento de Dios, frente al conocimiento natural de Dios desarrollado en la teodicea que sería provisional y desaparece cuando se muestra la Cruz. La teología católica no admite el planteamiento dualista luterano de la oposición de la teología de la cruz y la teología de la gloria. Mas bien, la revelación en la cruz se constituye junto con la resurrección como el MOMENTO CUMBRE DE LA REVELACIÓN DIVINA. Dios ya se ha manifestado abundantemente antes de la Cruz. Pero la muerte de Jesús en la Cruz es la síntesis y el núcleo de su mensaje.
La cruz representa la forma más alta pensable del vaciamiento, de la kénosis de Dios, que llega hasta la muerte y muerte de cruz. En este anonadamiento se manifiesta el poder de Dios, que es tan grande que puede hacerse pequeño, bajo e insignificante, llegar incluso a la muerte, y vencerla. Dios es más poderoso que el poder de la muerte. Pero en la cruz no se manifiesta simplemente el poder de Dios que vence a la muerte, sino sobre todo el poder del AMOR A LOS HOMBRES. En la cruz, Dios revela que asume el destino del hombre hasta las últimas consecuencias.
La cruz revela, junto con el amor del Padre a los hombres, la actualización plena de la filiación divina de Jesús, al entregarse voluntariamente a la muerte, responde con su devoción filial al Padre, a la auto-donación del Padre a su Hijo hecho hombre. La respuesta del Padre a la entrega de Cristo es la resurrección en la que recibe la glorificación que le constituye como SEÑOR. En cuanto Señor, Cristo envía el Espíritu Santo a los hombres a quienes , por el mismo Espíritu, da una participación en su propia gloria y, definitivamente en la ida misma de Dios. Así, LA RESURRECCIÓN DA PLENITUD DE SENTIDO REVELADOR A LA ENCARNACIPON Y A LA MUERTE, con las que forma una unidad de misterio. Pero el Espíritu Santo es el perpetuo dador de sentido, de la verdad del misterio de Cristo para su Iglesia.
5. LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO: LA REVELACIÓN CRISTIANA COMO REVELACIÓN DEFINITIVA A partir del envío del Espíritu Santo, la economía cristiana es definitiva: se han completado la revelación y la salvación en las cuales, desde ahora, se anuncian y realizan en la historia con la actualidad que le da el mismo Espíritu Santo que preside el hoy de la gracia y de la comprensión. No se debe esperar ninguna revelación pública que complete o perfeccione a la recibida de Cristo en el Espíritu Santo. Dice san Juan de la Cruz: Dios al darnos a su Hijo, su Palabra que no tiene otra, ha quedado como mudo, y no tiene más que hablar.
La acción del Espíritu Santo como actualización del don de la palabra y de la obra de Cristo se relaciona directamente con la Iglesia. La profundización del misterio cristiano, la inspiración de la Escritura, su comprensión viva en la tradición, la autoridad de la enseñanza apostólica, la santidad de los discípulos, son resultado de la acción del Espíritu enviado por Cristo. Es en el Espíritu Santo como se articula el tiempo de la revelación y el tiempo de la Iglesia. Todo comienzo en el devenir histórico, toda revelación posible, toda novedad futura, recibe su inspiración y su luz de la revelación de Cristo actualizada en la Iglesia por su Espíritu.