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Al igual que la generosidad, metta tiene que cultivarse de una forma activa. Hemos visto que una
de las principales técnicas de meditación de la mayoría de las escuelas budistas es el “Desarrollo del Amor
Universal”, o como ahora lo podemos llamar “Desarrollo de Metta”; en pali su nombre es “Mettabhavana”.
Esta práctica consiste en sentarse tranquilamente en un lugar apartado, para tratar de traer a nuestro cuerpo y
mente el sentimiento de metta sistemáticamente. El principiante hará esto una vez al día, o dos, por un período
de media hora aproximadamente, y el meditador avanzado lo hará varias veces al día por períodos de una hora
o más. Uno comienza tratando de sentir metta por sí mismo, ya que no podemos amar a otros a menos que nos
amemos a nosotros mismos. Y repite para sí mismo: que yo esté bien, que sea feliz, que me encuentre libre de
cualquier sufrimiento. Al principio, estas palabras parecerán más o menos vacías, pero después de un tiempo
empezará a fluir un sentimiento de metta. Uno deja que este sentimiento de metta se acumule y, entonces, en el
segundo estadio, permite que éste se expanda hacia un amigo cercano y querido, alguien por quien sentimos
afecto genuino. Para evitar sentimientos confusos en la práctica, se recomienda que ese amigo esté vivo, sea
alguien por quien no sentimos atracción sexual; en la mayoría de los casos será alguien del mismo sexo que
uno y de aproximadamente la misma edad. Una vez más repetimos las frases de buenos deseos. Entonces se
pasa a un sujeto un poco más difícil, un conocido hacia el que tenemos sentimientos neutrales; y después a
una persona difícil -alguien con quien tenemos dificultades y hacia quien sentimos antagonismo-. En el quinto
y último estadio, uno pone a las cuatro personas juntas: a sí mismo, al amigo, la persona neutral, la persona
difícil, y trata de sentir metta por igual hacia todos. Esto nos ayudará a superar cualquier tendencia a preferir
a uno más que a otro y, por lo tanto, eliminara cualquier indicio de avidez neurótica que contaminaría nuestra
metta. Entonces se extiende metta, desde el punto donde nos encontramos meditando, hasta incluir un círculo
de gente cada vez más grande, hasta llegar a abarcar al mundo entero, y al universo en su totalidad. Se extiende
hasta abarcar, no solamente a los humanos, sino a todas las criaturas vivientes, a la evolución entera. Desde los
seres de este planeta, se difunde metta hacia todas las criaturas sintientes de cualquier tipo, en cualquier parte
del universo que se encuentren. La cosmología budista siempre ha concebido que en la infinitud del espacio
hay muchos otros mundos y sistemas en los que está tomando lugar el mismo drama de la evolución, como
ocurre en la Tierra misma. Dentro de cada uno hay muchos niveles y dimensiones, en los que la conciencia se
manifiesta. La meditación de Mettabhavana culmina con nuestra metta extendiéndose por todos estos mundos
y dimensiones. Si se practica regularmente, nuestras actitudes con respecto a nosotros y a los demás mejorarán.
De hecho, puede tener el extraordinario efecto de disolver enemistades, cuando uno logra ver a su adversario
con la nueva luz de metta.
A pesar de ser básica, la Mettabhavana no es el único medio para desarrollar metta; también habremos de
trabajar sistemáticamente en nuestras relaciones con los demás, y en todas las situaciones diferentes de la vida.
Cuanto más sean las personas con las que nos encontremos en contacto, que estén tratando de hacer lo mismo
que nosotros, será más probable que resultemos exitosos. Mucha gente, por esta razón, escoge vivir y trabajar
con otros que comparten su deseo de desarrollarse, y hay budistas que, con este propósito, han establecido
comunidades residenciales y negocios de supervivencia ética, en países tradicionalmente budistas, así como en
Occidente. Si la gente con la que estamos en contacto no tiene interés de trabajar en su persona de esta manera,
no habrá unas bases seguras sobre las que podamos resolver las dificultades que surjan en nuestras relaciones
con ellas. Si, por otro lado, todos se encuentran comprometidos al ascenso del Sendero Espiral, entonces,
podrán crecer amistades genuinas que trasciendan los gustos y disgustos, en medio de un profundo sentido
de apreciación e interés mutuos. Amigos de este tipo no se encuentran atados con lazos de exclusividad, como
frecuentemente es el caso en el amor romántico. El interés de uno por el bienestar de su amigo, no disminuye su
interés por los demás, y no hay riesgo de que surjan celos neuróticos. De hecho, la amistad real no puede existir
si este tipo de maduración no tiene lugar, ya que la amistad tan sólo puede desarrollarse cuando no existen
necesidades neuróticas. Las relaciones de personas poco maduras no se encuentran basadas en metta, sino en
la coincidencia de intereses y necesidades personales. La capacidad para la amistad desinteresada, una de las
alegrías principales del Sendero Espiral, es la marca de la individualidad madura.
De la Ignorancia a la Consciencia
La concienciación reemplaza a la ignorancia. Ya no existe ese retroceso ignorante a una esfera estrecha de
entendimiento, ya que el individuo llega a abarcar una nueva visión más extensa. Está más consciente, en primer
lugar, de sí mismo en sus diferentes aspectos. De alguna manera, está en entera posesión de su cuerpo propio:
sabe la postura en la que se encuentra, lo que está haciendo, la dirección y el propósito de sus movimientos.
Actúa con cuidado y decoro, nunca torpe u olvidadizo, y es capaz de gozar de buena salud, al estar consciente
de sus necesidades físicas, atendiéndolas de una manera sana. Está consciente de sus emociones; se da cuenta si
experimenta avidez, odio o ilusión, metta, generosidad o claridad. Sabe lo que piensa: conoce los pensamientos
e imágenes que le pasan por la mente, y además sabe de donde vienen. Es capaz de distinguir en su mente lo
que es tan sólo el producto de su condicionamiento pasado, y lo que es creativo, en una forma genuina. Piensa