las cartas del apocalipsis

rsanzcarrera 22,527 views 41 slides Jun 14, 2011
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About This Presentation

Una rapida desripción de las ciudades para pasar luego a un análisis general de los primeros del apocalipsis


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Las siete Cartas Las siete Cartas
a las Iglesiasa las Iglesias
Resumen comparativoResumen comparativo
Mayo de 2011

Las siete iglesias de Asia MenorLas siete iglesias de Asia Menor

La iglesia de Éfeso
El que dicta la carta es el que tiene en su mano derecha los siete pabilos y va paseándose en medio de los siete
candileros de oro. Ambos rasgos aluden a la visión inicial (Ap 1,12-13.16). Jesucristo es el que tiene en el poder de
su mano (ejom) y domina (kraton) la plenitud de los rectores de las iglesias, y es señor absoluto de las mismas. La
suma total del dístico subraya el señorío poderoso de Cristo. Siendo Éfeso la metrópoli, asume aquí Jesucristo los
rasgos que muestran su derecho sobre todas las iglesias. Además, el pasearse (peripaton) indica que no se
desentiende de su obra, sino que vigila constantemente por su buen ser.

Uno de los recuerdos más impresionantes de toda la Asia
Menor lo dejan en el actual viajero las ruinas de Éfeso. En el gran
valle del Caístro, separadas del mar que en el primer siglo de nuestra
era llegaba hasta el puerto contiguo, hoy cegado, calles, avenidas,
teatro, templos, el lejano estadio en una enorme extensión son trozos
de armónicas piedras griegas medio sepultadas. Éfeso era, cuando se
escribía el Apocalipsis, la gran metrópoli política, comercial, religiosa
y cristiana del Asia Menor. Testimonios coetáneos la llaman la
primera y mayor ciudad de Asia. Fue centro administrativo romano.
Estrabón la denomina emporio máximo [3]. Pululaban las
religiones paganas. Tenía el famoso templo a Artemisa efesina, y
otros a los emperadores Claudio, Nerón, Adriano y Severo. Se daban
cita en ella cultos orientales, supersticiones y la magia.
San Pablo estuvo en ella durante su segundo y tercer viaje
apostólico (Hch 19,10; 20,31). Después de la caída de Jerusalén,
Éfeso fue como el primer centro del este cristiano.

La iglesia de Esmirna
Se suceden en este versículo inicial, como siempre, los títulos que alega Cristo. Son dos afines, que el
paralelismo semítico reduce casi a un mismo concepto. Ante todo, Jesucristo es «el de antes y el de siempre»;
al pie de la letra: «el primero y el último» (o protos kai o esjatos). Es repetición material de los títulos
declarados en la visión inicial, de la que es parte complementaria esta misma carta a Esmirna (Ap 1,17).

Esmirna es hoy una floreciente ciudad de Turquía. Se halla
a unos 60 kilómetros al norte de Éfeso. Está recostada en los
pliegues del golfo homónimo, cabe el monte Pagos, en el valle del
Hermo. Hay dos ciudades, la antigua, que culmina en la ciudadela,
arrasada y espléndido mirador, cuyas ruinas y edificios quedan
paulatinamente absorbidos por la nueva, que se extiende alegre y
próspera por la llanura hasta la próxima orilla marina. Su puerto ha
sido en todo tiempo centro comercial de importancia. Su historia
fue gloriosa.
Destruida en el siglo VI a.C., fue reconstruido en lugar
distinto por Lisímaco (301-281 a.C.), y en seguida llegó a ser una
de las más prósperas ciudades del Asia Menor. En tiempo de los
Seléucidas permaneció heroicamente fiel a Roma. El año 195 a.C.
dedicó un templo a la diosa Roma. Su situación excelente, en un
nudo de comunicaciones terrestres y marítimas, le dio riqueza,
prosperidad y el rango de metrópoli.

Luchó contra Éfeso y Pérgamo por obtener el título de
«primera ciudad de Asia». Tuvo tres neocoratos. Fue lugar
aptísimo para una naciente cristiandad. Actualmente es uno de los
pocos sitios de Asia Menor que tiene un grupo de católicos con su
obispo [11].

La iglesia de Pérgamo
La prerrogativa que se abroga Cristo en esta carta es tener en su poder la espada amolada de dos filos, con
alusión manifiesta al atuendo con que se presenta, al aparecerse y hablar a Juan (Ap 1,16). Este pormenor
tiene su importancia, porque en seguida Cristo amenazará con espada a los perturbadores de la iglesia de
Pérgamo (Ap 2,16), en el mismo género de pecado y de castigo que la lanza de Pinejás (Nm 25,7-8).

Los restos de la antigua ciudad de Pérgamo (de género
femenino o neutro en griego) forman uno de los espectáculos más
impresionantes del Asia Menor.
En la extensa y verde llanura del valle del Caico se alza
solitaria una colina de 300 metros de altitud. En su cumbre
quedan, como testigos mudos, las fabulosas ruina demacradas de
la antigua ciudad. Cerca en el llano, vegeta un grisáceo poblado
turco.
En la cumbre hay trazas de calles, templos y edificios; a un
lado, soterrado todavía, la inmensa muesca del teatro. En las
laderas, los famosos gimnasios, hoy silenciosos. Ya en el llano el
gran templo a Esculapio.

Pérgamo fue ciudad de Misia, tierra adentro, y capital de
los Atálidas. Fue centro político de toda la gran región geográfica
que se extiende de la parte de acá del Tauro. Más tarde fue la
capital oficial del Imperio romano en Asia (241 a. C.).
Se dieron cita en ella cultura y religión, arte y política,
justicia y medicina. Era célebre su biblioteca, la de los primeros
pergaminos; el culto al dios de la serpiente, Asclepio, con su
escuela de médicos; los templos de Atenea y Dionisio, y sobre todo
el monumental altar de factura clásica a Zeus Soter, con la
espléndida gigantomaquia.
Esta intensidad de culto pagano culmina en la erección de
los templos a los emperadores de Roma a partir del año 29 a. C.
Surgieron primero el de Augusto y el de la diosa Roma, luego el de
Trajano y luego el de Severo.
Pérgamo fue meollo y clave del poder imperial.

La iglesia de Tiatira
Son tres los títulos de Cristo. Primero se presenta simplemente como Hijo de Dios. Se trata de la filiación natural.
Jesucristo tiene la naturaleza divina, la única e indivisible que le comunica el Padre. Sólo aquí en el Apocalipsis se
afirma explícitamente esta trascendental verdad. El segundo de los títulos que alega aquí Cristo es tener los ojos como
llama de fuego. Hay una alusión intencionada a los rasgos de la visión inicial (Ap 1,14). Para entender esta expresión
hay que tener presente la mentalidad de los antiguos. Creían que para una normal y perfecta visión se requería una luz
emanada de los ojos, además de la luz exterior. El tercer rasgo consiste en tener los pies transparentes como el
auricaleo o ámbar. Se trata de un metal durísimo, para simbolizar que Cristo quiebra a sus más fuertes enemigos como
si pisoteara y triturara cerámica (v. 27 sobre el Sal 2,9). Cristo tiene una naturaleza espiritual que penetra lo más
escondido del corazón humano, en perfecto paralelismo de sinonimia con el rasgo anterior.

Tiatira está a unos 70 km al sudeste de Pérgamo, entre los
valles del Caico y del Hermo [22*]. Es la actual Akhisar, abierta en
una llanura fértil, cosa rara en las ciudades antiguas. No aparecen
ruinas, como si los edificios actuales las cubrieran.
Tiatira fue ciudad liria en la frontera misia. Fue fundada
por los Seléucidas con soldados de Alejandro Magno y sus
familias. El año 190 a.C. cayó bajo el poder romano. Era célebre
por su comercio y, sobre todo, por sus hilaturas de lana y sus
tenerías. Lidia, la vendedora de púrpura, convertida por san Pablo
era de Tiatira (Hch 16,4).
La ciudad no tenía importancia militar, pero sus
corporaciones obreras y sus asociaciones gremiales absorbían la
vida comunal. Se consideró antiguamente a los tiatirenses como
gente deshonrada [23].

Tenían erigido un templo a Apolo, otro a Artemisa, y el
famoso recinto o «peribolé del caldeo», de origen persa o judío,
que era residencia de la sibilia oriental Sambata (to Sambatheion).
Carecían de templos a Emperadores.
La vida religiosa pagana se centraba en cultos y banquetes
idolátricos.
La posición difícil de los cristianos estribaba entre el
compromiso de cumplir con las obligaciones gremiales paganas y
las exigencias de la vida cristiana.
La cristiandad dejó de existir en el siglo II p. C. Tiatira fue
centro de montanismo [24].

La iglesia de Sardes
Cristo se aplica dos títulos simbólicos y apropiados al mensaje, que en parte son elementos de la forma plástica
en que se aparece. Es el que tiene los siete espíritus de Dios. Por el contexto y los datos de la visión parece ha
de entenderse del soplo material con que puede apagar las lucecillas o ángeles de las lámparas del candilero. La
reprensión encierra una más severa condenación que las de las otras cartas. Las obras del ángel de Sardes no son
buenas. Lleva nombre que indica que vive (oti zes), con lo cual se ofrece probablemente, con un juego de
palabras, el nombre real del obispo, que podría ser Zósimo, «el que vive», pero que en realidad está muerto con
la muerte del pecado.

A unos 55 kilómetros al sudeste de Tiatira está emplazada
la ciudad de Sardes, acopio de ruinas más o menos informes. Su
acrópolis se levanta unos 400 metros sobre la llanura, en un
saliente del monte Tmolo, sobre cuyas estribaciones estaba
situada la antigua ciudad. Desde aquella altura se domina
perfectamente el valle del Hermo.
El lugar es un nudo natural de muchos caminos, y esa
situación influyó en la historia local. Sardes fue capital del reino
lidio, muy próspera bajo Creso (560 a.C.). Después de la
conquista persa fluyeron sobre ella tres siglos de oscuridad. Bajo
Roma fue algo más importante, dentro de su caído esplendor.
El año 17 después de Jesucristo, un terremoto la destruyó
casi totalmente. Unos diez años después estaba nuevamente
reconstruida, gracias sobre todo a la generosidad de Tiberio.

Estrabón, que la visitó, la llama ciudad grande [2].
Predominó el culto a Cibeles. Sus habitantes se dedicaban a la
industria de la lana y a la tintorería. Tenían fama de licenciosos e
inmorales [3].
La carta a Sardes es la más increpatoria de las siete. La
iglesia se encontraba con grandes dificultades y estaba en una
decadencia espiritual y moral lamentable. Sin embargo, quedaba
un núcleo selecto y bueno.

La iglesia de Filadelfia
Cristo, como siempre, antepone sus títulos. Aquí son tres. El primero es Santo, propio de Dios, y equivale a Yahvé. El
segundo es verdadero (hó alethinós), auténtico, genuino. Aquí implica constancia en las promesas viejotestamentarias
que desembocan en la Iglesia, sucesora de la Sinagoga. La obra de Dios es verdadera. El que va contra ella es falsario.
El tercer título es el que tiene la llave de la casa de David. Hay una alusión al AT. Es un título mesiánico. La casa de
David es el reino de Dios. Cristo tiene completa autoridad en admitir o excluir de la ciudad de David, la nueva
Jerusalén, la Iglesia. Los tres son títulos que el personaje de la visión inicial no había tomado al principio. Los tres
títulos, Yahvé, constante en las promesas, dueño de la casa de David, que asume Cristo, están puestos para
fundamentar lo que se va a decir en los versículos 8-9 acerca de los judíos.

A unos 45 kilómetros al sudeste de Sardes está Filadelfia,
en una región volcánica muy fértil. Queda en la parte sur del
valle del Cogamis, afluente del Hermo. Es pequeña y está
colocada sobre un montículo triple. El llano estaba habitado. Fue
fundada por Atalo II Filadelfo, que le dio su nombre (159-138
a.C.). Caracalla le concedió neocorato.
Fue destruida asimismo por el terremoto del año 17 p.C.
Mandó reconstruirla Tiberio, dando toda clase de facilidades. Se
distinguía por el culto pagano a Dionisio.
La comunidad cristiana era buena, y en tiempo de Ignacio
gozaba de gran reputación.
La ciudad albergaba a un poderoso grupo de judíos. Es
una carta espléndida. No tiene reprensión de ninguna clase. En
cambio, hay en ella una sobreabundancia de promesas y de
recompensas. Los cristianos eran pocos y de baja condición
social (v. 8.10).

La iglesia de Laodicea
La carta es severa, pero están en ella admirablemente mezcladas la energía con la fina ironía y una delicada
ternura. Cristo, como siempre, declara al comienzo los títulos que han de justificar sus cargos y sabias
exigencias en el cuerpo del mensaje. Aquí estos títulos son tres. Ante todo Jesús es el Amén, con clara alusión al
pasaje de Is 66,16, es decir, «Dios firme», fiel, veraz, garante divino de lo que es verdadero. Como siempre, va
aplicado con toda verdad un nombre exclusivo de Yahvé a Jesús. El segundo título que se adjudica a Jesucristo
es el de ser testigo (ho martus) de la revelación y la verdad religiosa, fiel y veraz, que dice lo que sabe y sabe lo
que dice. El tercer título es ser principio de la creación de Dios. Esta expresión puede tomarse principalmente
en dos sentidos: 1) Jesucristo en la creación fue principio creador de todas las cosas. 2) El es lo primero y
principal de todo lo creado, por excelencia; es el heredero o primogénito de toda criatura. Pero nos parece que
ninguno de estos dos sentidos cuadra con el contexto.

A unos 65 kilómetros de Filadelfia, junto al Lico en su
confluencia con el Meandro, estaba la ciudad de Laodicea. Se
llegaron a contar hasta seis Laodiceas helenísticas. Esta se hallaba
a unos seis kilómetros al sur de Hierápolis y unos 10 al oeste de
Colosas.
Sus ruinas están cerca de la actual Denizli y de Honaz
(Colosas), dentro del campo visual de las imponentes ruinas de
Hierápolis.
El emplazamiento era magnífico para las rutas terrestres
de la antigüedad.
Tres vías principales se encontraban allí. Del noroeste
venía una por Tróade, Sardes y Filadelfia: por el nordeste bajaba
la que llegaba de Dorilea y del norte de Frigia; hacia el sudeste
partía la que llevaba a Atalia, Perge y Siria.

La ciudad fue fundada por Antíoco II (261-246 a.C.), que
le dio el nombre de su mujer Laodicea. La urbe fue centro
comercial y administrativo en época romana. Tuvo grandes
bienhechores cívicos [8].
Fue sacudida por terremotos destructores del 60 al 61
p.e., y para su reconstrucción se le concedió exención de
impuestos [9].
Tres notas distinguían la vida ciudadana de Laodicea: las
fructuosas transaciones bancarias, de donde le venía una gran
opulencia: la industria de los tejidos y de las alfombras de lana
negra, y el ser sede de una famosa escuela de medicina, en la
que sobresalieron Zeuxis y Alejandro Filetes.
Estas tres características afloran en el mensaje del
Apocalipsis. La iglesia local fue fundada probablemente por
Epafras de Colosas.

PRIMERA PARTE
DEL LIBRO DEL APOCALISIS
El personaje que habla, conoce perfectamente las cristiandades a las
cuales se dirige. No flota en ninguna parte el odio, antes al contrario, en cada
momento se vislumbra el amor del buen pastor que conoce a sus ovejas. La suma
prudencia en justipreciar lo bueno y lo malo, en proponer remedios y castigos
equilibrados y pedagógicos, la misma gradación psicológica en la formulación de
los mensajes, con respeto sumo a la libertad individual, pero con absoluta
firmeza en las verdades y procederes del evangelio, hacen de estas cartas un
modelo de divino humanismo.
La intención de las siete cartas es preparar a la Iglesia para la gran
prueba que va a comenzar. La lucha exterior que se avecina contra los enemigos
de la fe y de la fidelidad a Cristo y su mensaje exige una vida interior
genuinamente cristiana. Es ésta una de las grandes lecciones de las siete cartas,
apta para todos los tiempos.

Ap 2-3Ap 2-3
Estos dos capítulos se diferencian claramente del resto del
libro. Y, sin embargo, son inseparables de todo el conjunto del
Apocalipsis. Porque, de una parte, la mención de los atributos de
Jesucristo, al comienzo de cada una de las cartas, está tomada de la
visión inaugural [Ap 1,13-18]; de otra parte, las promesas con que
termina cada epístola resultan incomprensibles si no se tiene
presente el final del Apocalipsis [Ap 21-22], que da la explicación
de símbolos como el «árbol de la vida» y la «nueva Jerusalén». El
mismo Cristo, que en Ap 1,11 había ordenado al profeta escribir
cuanto viere, es el mismo que ahora dicta a San Juan estas
epístolas dirigidas a las siete iglesias.

Ugo Vanni: el plan de las cartasUgo Vanni: el plan de las cartas
Las cartas a las siete iglesias -se trata más propiamente de
un único gran mensaje articulado en siete partes- están todas ellas
construidas según un esquema literario refinado:
-dirección,
1º)-autopresentación de Cristo (esto dice el que ... : recuerda
al Antiguo Testamento: así habla Yavé ... ),
2º)-juicio sobre cada iglesia con una valoración de los
elementos positivos y negativos (conozco tus obras),
3º)-una exhortación particular (recuerda, no temas, a ver si
te enmiendas ... ),
4º)-una exhortación general (quien tenga oídos, oiga lo que
dice el Espírutu a las iglesias),
5º)-y la promesa de un don con perspectivas escatológicas
(al que salga vencedor le concederé ... ).

En ellas es siempre Cristo -el Cristo de la experiencia
inicial- el que habla en primera persona.
Se dirige a su iglesia, la juzga y purifica con sus palabras,
ocupándose de su vida interna.
El mensaje, dirigido a cada una de las iglesias, tiene un
alcance general y perenne: va dirigido a la totalidad (siete) de las
iglesias;
las alusiones a situaciones particulares quedan
universalizadas mediante el simbolismo de los nombres (Jezabel,
probablemente los nicolaítas ... ).
Es la palabra viva de juicio, de purificación, de
exhortación, que dirige Cristo a su iglesia de todos los tiempos.

Objetivo de las cartas (D. Muñoz): Animar a la fidelidadObjetivo de las cartas (D. Muñoz): Animar a la fidelidad
Toda esta riqueza de contenido de las cartas tiene una
finalidad: sostener a los cristianos en la hora difícil de la prueba
que están pasando: la persecución. La victoria de Cristo a través
del martirio es el gran argumento para mantener viva la esperanza
y la fortaleza del cristiano. Esa fidelidad cubre dos frentes:
fidelidad al Evangelio en el amor práctico y en la pureza de
costumbres, manteniéndose alejado de la seducción de las
doctrinas aberrantes de gnósticos y paganos; fidelidad a Cristo
hasta la muerte, negándose a la idolatría y a las exigencias del
culto al emperador como dios. El cristiano, fiel hasta la muerte,
espera la corona de la vida.
La Palabra de Dios permanece para siempre. El mensaje de
las cartas del Apocalipsis es para todos los tiempos, y muy
especialmente para los tiempos difíciles.

La doctrina de los nicolaítas y la seducción de Jezabel tiene
hoy su continuidad en el hedonismo y agnosticismo de la sociedad
consumista. La idolatría del culto al emperador se traduce hoy en la
tiranía de otros ídolos. La persecución cruenta subsiste en muchos
lugares, y en los demás es sustituida por una persistente campaña
de descristianización y de pérdida del sentido de Dios. El nombre
de Dios es blasfemado o silenciado, y no es reconocido su dominio
sobre la creación. La vida pública renuncia a los signos que
expresan su reconocimiento de Dios, Padre y origen del hombre.
En estas circunstancias no deja a la vez de ser cierto que el
Señor tiene en cada iglesia un número de fieles que no han
manchado sus vestidos (3,4) ni conocen los secretos de Satanás
(2,34). Antes al contrario, guardan la Palabra del Señor (3,8) y
viven la plenitud de la vida cristiana: la caridad, la fe, el espíritu de
servicio, la paciencia en el sufrimiento (2,19). Otros, en cambio,
están a punto de morir (3,2) o caminan en la ceguera espiritual
(3,17).

El Apocalipsis, y concretamente las siete cartas, contienen
un mensaje de aliento a los cristianos que permanecen fieles: «al
vencedor le daré la corona de la vida» (2,10). A la vez son una
seria advertencia a los que están a punto de perder la fe: Jesús les
ofrece el colirio que puede devolverles la visión de la fe (3,18). El
Señor llama a su puerta solicitándoles dejarle entrar en su vida; les
invita a su amistad, a la cena de amor (3,20), que llene de sentido
su existencia. A todos, Cristo Rey les invita a ser fieles para
sentarse con Él en su trono, como Él venció y se sentó con el Padre
(cf. 3,21). El mensaje del Apocalipsis es de triunfo, un triunfo
conseguido a través de la fidelidad, es decir, de mantenerse firmes
en el pilar de la Palabra divina, de vencer las asechanzas del
tentador.

La doctrina de Ap 1-2La doctrina de Ap 1-2
La doctrina de las cartas presenta muchas semejanzas
con el resto del Nuevo Testamento, especialmente con los
sinópticos, con las epístolas a los Tesalonicenses, Colosenses,
con la epístola de Santiago y la 1ª Pe.
La cristología se presenta ya muy avanzada, sobre todo
en la afirmación clara de la divinidad de Jesús.
El objeto principal de las promesas-a semejanza del
cuarto evangelio-es la vida de la gracia, la vida eterna del
Evangelio, comenzada ya en este mundo y que se completará en
la gloria.

Motivos para escribir Ap 1-2Motivos para escribir Ap 1-2
Los motivos que indujeron a San Juan a escribir estas
cartas debieron de ser los peligros y errores que comenzaban a
introducirse en las comunidades cristianas.
Los peligros de las iglesias son más bien interiores que
exteriores.
La persecución parece que es todavía considerada como
algo futuro.
Juan conoce perfectamente la historia y la geografía de
estas ciudades asiáticas, lo que supone que ya había vivido en
ellas [E. B. Allo, o.c., p.29-30].

•Título con el que Cristo se presenta
•Aprobación
•Reprensión
•Advertencia
•Promesa al Vencedor
Sinopsis de las 7 iglesiasSinopsis de las 7 iglesias
Esquema literarioEsquema literario

Las sieteLas siete
IglesiasIglesias
Título con el que se presenta CristoTítulo con el que se presenta Cristo
1. Éfeso
Ap 2,1
Esto dice el que tiene las siete estrellas en su derecha
El que camina en medio de los siete candelabros de oro
Esmirna
Ap 2,8
Esto dice el Primero y el Último,
El que estuvo muerto y ha vuelto a la vida
Pérgamo
2,12
Esto dice el que tiene la espada aguda de doble filo
Tiatira
Ap 2,18
Esto dice el Hijo de Dios
El que tiene sus ojos como llama de fuego
y sus pies como de bronce bruñido
Sardes
Ap 3,1a
Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios
Y las siete estrellas
Filadelfia
Ap 3,7
Esto dice el Santo y el Verdadero,
El que tiene la llave de David
Laodicea
Ap 3,14
Esto dice el Amén,
El testigo Fiel y Veraz,
El principio de la creación de Dios

Las sieteLas siete
IglesiasIglesias
AprobaciónAprobación
1. Éfeso
Ap 2,2-3
Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados, y
que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no lo son, y has descubierto
que son mentirosos
Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre, y no has desfallecido.
Esmirna
Ap 2,9
Conozco tu tribulación y tu pobreza (aunque eres rico) y las calumnias de los que se
llaman judíos, pero no son sino Sinagoga de Satanás
Pérgamo
2,13
Sé que habitas donde está el trono de Satanás; pero mantienes mi nombre
Y no has renegado de mi fe, ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel,
A quien han dado muerte entre vosotros, ahí donde Satanás habita.
Tiatira
Ap 2,19
Conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio, tu perseverancia,
Que tus obras últimas son mejores que las primeras.
Sardes
Ap 3,1b-2
Conozco tus obras, tienes nombre como de quien vive, pero está muerto
Sé vigilante y reanima lo que te queda y que estaba a punto de morir,
Pues no he encontrado tus obras perfectas delante de mi Dios
Filadelfia
Ap 3,9a
Conozco tus obras: he dejado delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar,
porque, aun teniendo poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has renegado de mi
nombre.
Mira, voy a entregarte algunos de la sinagoga de Satanás, los que se llaman judíos y no
lo son, sino que mienten.
Laodicea

Las sieteLas siete
IglesiasIglesias
Reprensión o amonestaciónReprensión o amonestación
1. Éfeso
Ap 2,4
Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero
Esmirna
Pérgamo
2,14-15
Pero tengo algo contra ti: tienes ahí a los que profesan la enseñanza de Balaam,
El que enseñó a Balac a poner tropiezos a los hijos de Israel,
A comer de lo sacrificado a los ídolos y a fornicar.
De la misma manera también tú tienes a los que profesan igualmente la doctrina de los
nicolaítas.
Tiatira
Ap 2,20
Pero tengo contra ti que permites a esa mujer Jezabel, que se llama profetisa, enseñar y
engañar a mis siervos a fornicar y comer de lo sacrificado a los ídolos.
Sardes
Ap 3,3
Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete.
Filadelfia
Laodicea
Ap 3,15-19
Conozco tus obras: no eres ni frío, ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque
eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca
Porque dices «Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada» y no sabes
que tu eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me
compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te
vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio `para untarte los ojos a fin de
que veas.

7 Iglesias7 Iglesias
AdvertenciasAdvertencias
1. Éfeso
Ap 2,5-6
Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y haz las obras primeras.
Si no, vendré a ti y removeré tu candelabro, si no te conviertes
Con todo, tienes esto a favor: que aborreces las obras de los nicolaítas que yo también
aborrezco
Esmirna
Ap 2,10
No tengas miedo de lo que vas a padecer. Mira, el diablo va a meter en alguno de vosotros en la cárcel, Para que seáis
tentados durante diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.
Pérgamo
2,16
Conviértete, pues, si no vendré pronto a ti y combatiré contra ellos con la espada de mi
boca.
Tiatira
Ap 2,21-25
Yo le he dado un tiempo para que se convierta, pero no quiere convertirse de su fornicación. Mira, voy a postrarla en
cama, y a los que adulteren con ella los someteré a una gran tribulación, si no se convierten de sus obras; y a sus hijos
heriré de muerte; y todas las iglesias conocerán que yo soy el que sondea entrañas y corazones, y os daré a cada uno
según vuestras obras. Pero a vosotros, los demás de Tiatira, a cuantos no profesáis esta doctrina, los que no habéis
conocido las profundidades de Satanás, como ellos las llaman, os digo: no os impongo otra carga. Sólo que
mantengáis lo que tenéis hasta que yo vuelva.
Sardes
Ap 3,3-5
Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
Pero tienes en Sardes unas cuantas personas que no han manchado sus vestiduras, y
pasearán conmigo en blancas vestiduras, porque son dignos.
Filadelfia
Ap 3,9b-11
Mira, los haré venir y postrarse ante tus pies para que sepan que yo te he amado.
Porque has guardado mi consigna de perseverancia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que va a venir
sobre todo el mundo, para tentar a los habitantes de la tierra. Mira, vengo pronto. Mantén lo que dices, para que nadie
se lleve tu corona.
Laodicea
Ap 3,20
Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré
en su casa y cenaré con él y él conmigo

Las sieteLas siete
IglesiasIglesias
El que tenga oídos que oiga, lo que el Espíritu dice a El que tenga oídos que oiga, lo que el Espíritu dice a
las iglesias y la Promesa al Vencedorlas iglesias y la Promesa al Vencedor
1. Éfeso
Ap 2,7
Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida,
Que está en el paraíso de Dios
Esmirna
Ap 2,11
El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda.
Pérgamo
2,17
Al vencedor le daré el maná escondido, y una piedrecita blanca, y escrito en ella un
nombre nuevo, que nadie conoce, sino aquel que lo recibe.
Tiatira
Ap 2,26-29
Al vencedor, que cumpla mis obras hasta el final, le daré autoridad sobre las naciones y
las pastoreará con cetro de hierro y se quebrarán como vasos de loza, como yo lo he
recibido de mi Padre;
Y le daré la estrella de la mañana.
Sardes
Ap 3,5-6
El vencedor será vestido de blancas vestiduras, no borraré su nombre del libro de la
vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
Filadelfia
Ap 3,12-13
Al vencedor le haré columna en el Templo de mi Dios y nunca más saldrá fuera
Escribiré sobre él, el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios,
La nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de junto a mi Dios, y mi nombre nuevo
Laodicea
Ap 3,21-22
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono,
Como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono

Síntesis y visión de conjuntoSíntesis y visión de conjunto
de los principales elementosde los principales elementos
de la Cartas a las siete iglesiasde la Cartas a las siete iglesias

Resumen: 1º)Resumen: 1º)
Autopresentación de CristoAutopresentación de Cristo
Las sieteLas siete
IglesiasIglesias
Autopresentación de CristoAutopresentación de Cristo
1. Éfeso Éfeso: el Señor de la Iglesia (2,1).
Esmirna El primero y el último, el que estuvo muerto y vive (2,8).
Pérgamo El que tiene la espada de dos filos (2,12).
TiatiraEl Hijo de Dios (ojos y pies brillantes, 2,18)
Sardes El que tiene los siete Espíritus (3,1).
FiladelfiaEl Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David (3,8)
Laodicea El Amén, el Testigo fiel, el principio de la creación de Dios (3,14)

Resumen: 2º)Resumen: 2º)
Revista a la iglesiaRevista a la iglesia
Las sieteLas siete
IglesiasIglesias
El Señor aprueba, conforta, anima, exhorta,
reprende, invita a la conversión, amenaza.
Éfeso Has enfriado tu primer amor (2,4).
EsmirnaSé fiel hasta la muerte (2,10)
Pérgamo Aprueba en general, pero reprocha la connivencia con los nicolaítas (2,14-15)
TiatiraAlabanza perfecta (2,19); reprocha a Jezabel (2,20); amenaza (2,22ss)
Sardes Exhorta a la vigilancia (3,1-4)
FiladelfiaAlaba (3,8ss).
Laodicea Reprende la tibieza (3,16); está llamando a la puerta (3,20)

Resumen: 3º)Resumen: 3º)
La promesa del EspírituLa promesa del Espíritu
El premio al vencedorEl premio al vencedor
Las sieteLas siete
IglesiasIglesias
Estribillo: «el que tenga oídos»
(en las 3 primeras cartas, antes del premio; en las 4 últimas, al final)..
Éfeso El árbol de la vida (2,7)
EsmirnaLa corona de la vida (2,10)
Pérgamo Maná escondido y una piedrecilla blanca con el nombre; el billete de entrada
en el banquete celeste (2,17)
TiatiraEl poder mesiánico (como Cristo), el lucero de la mañana (la resurrección,
2,26-29)
Sardes Vestidos blancos; libro de la vida; proclamación delante del Padre (3,5)
FiladelfiaColumna del Santuario; con el nombre de Dios grabado encima (3,12)
Laodicea Sentarse con Él en el trono (y con el Padre, 3,21). El premio es, pues, la vida,
la resurrección, la victoria (el trono), la comunión divina (cf. 1 Jn 2,25: la
vida eterna)