Las tres viudas ellery queen

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LECTO - ESCRITURA


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Las tres viudas

de las viudas eran hermanas: Penélope, — la delgada, fueron llamadas a la sala. Encon
L

para quien el dinero era nada, y Lyra, para quien traron esperándolas al señor Strake, el abogad
lo era todo, y por lo tanto, ambas lo necesi- de la famil
taban en grandes cantidades. Como las dos

Las manifestaciones más triviales del señor
terraron muy. tempranamente

Strake caíancomo unasentencia de lebios de un
juez; pero esa noche, cuando pronunció: “Quie-
ren hacer el favor de sentarse, señoras”, su tono.
fue tan ominoso, que resultaba evidente que
| delito solo se purgaria con ahorcamiento. Las

manirrotos, volvieron a la mansiór
rray Hill, del padre de ambas, con lo que
todos supusieron que
de alivio, pues el vie)

nía una generosa provisión de monedas de
damas intercambiaron miradas y declinaron

larepúblicay siempre había sidoindulgentecon — amas inter

sus hijas. Pero poco después de que Penél
y Lyra recuperaron sus camas de solteras, Theo- Unos minutos después, las altas puertas c
na segunda esposa, una dama rriaron en las paredes victorianas y Sarah Hood
alcias y gran fuerza de
carácter. Alarmadas, las hermanas presentaron
la, que su madrastra aceptó con expresi6r atts
2. El anciano Theodore, en medio O6
el fuego cruzado, s o

Penélope, la regordeta, y Lyra,

tré, débil, del

flora Hood examinó a sus hijastras con una
cie de desprecio, y la cabeza se le bamboled

un tanto. Luego

El doc

Jo suyo, y luego yo.

señor Strake dirá

Lasemana pas:
Benedict—, la mi

comenzó a decir el doctor
stra de ustedes vino a ve
mestral. La examiné como

fondo. Si se tiene e
ré de muy buena sal
or pr

su edad, la encon
al día siguiente cayó el
ocho años.

Pensé qu algún
virus intestinal, pero la señora Hood hizo un
diagnóstico distin fantástico
Sin embargo, Insistió en que hiciese ciertas
ruebas. Las hice, y ela tenía razón. Habla sido

Las regordetas mejillas de Penélope enrojecieron

con lentitud, y las flacas mejillas de Lyra empal

a su madrastra todos los das.

Según el testamento del padre de us
dose también a un punto equidistante
jeña asigr

na de las dos recibe
los ingresos de la f
mancs de su madrastra, mier

ca. E

va. Pero en el momento del falecimiento de la

0d usted
es en partes iguales. En otras palabras,
son las únicas personas en el mundo que
den beneficiarse con la muerte de su madra
1 à la señora Hood y al doctor Be
no aceptan como advertencia su enorme
uena suerte en el fracaso del car
lo que me quede

¡Llámela ahora! — exclamó Penélope.

à llamarle ahora, Penny
Ho lam
son muy astutas y podria no arreglarse nada,
Mi más sólida protección consistir en expulsar

dijo la señora

sonrisa leve—, pero ambas

as de la
re me lo prohibe. Oh,

asa; por desgracia, el testamento de

sup entiendo su impa
nr dern Te
fe no se satisfacen con mi manera sencilla
Vivir. A las dos les gustaria volver a casa
el dinero podrían comprarse sendos segun
dos esp La anciana se incliné un ta
lante. —Pero les tengo reservadas
cias. Mi madre murió a los noventa y nuev
doctor Benedict me
de hacerlo as
de pie con esfuerzo, aún sonriente

vivir t

tomaré ciertas medidas para asegu

dijo. Y salió.

una semana más tarde,
ontraba sentado al lado de la cama

la señora Hood, bajo las miradas ansiosas

Al ser notificado, Elley dijo as
tor Quees

Pero no era suicidio. La investigac
por expertos policiales
los recursos de la ciencia erin
trar astros de veneno, od
otra fuente p
la señora Hoo

el propio Ellery hizo su e

Su sonrisa se desvaneció. Nada halló que contra

dijese las declaraciones anteriores de la anciana
mestigaciones de los expertos. Interrogó

a los criados. Interrogé, con imp! eficien

ía, a Penélope, quien no dejaba de Il

Lyra, quien respondía con furia. Por último se fue

Era el tipo de problema que el aparato pensante
de Ellery, a pesar de todas las protesta:

po, no podía dejar en paz. Durant
ne, paseändose sin cesar por las habitacio
departamento de

En lat

Ya me parecía -dij el inspector—. Fiebre, ¿Qué
te duele hijo?

Toda mi existencia —masculló Ellery y se so.
metió a las aspirinas, la bolsa de hielo y un biste

«Señor Strake? ;

semiasad: traremos en segs

notifique al

mo fue en

Ellery Queen

ónimo bajo el cual publicaron sus obras comunes
ores estadounidenses de novelas policiacas, Fi
905-1982) y su primo Manfred B. Lee (1

Dannay y Lee publ u primera

des

misterio del sombrero romano, que obtuvo un gra

éxito y les hizo seguir escribiendo argumentos para su fa
so personaje del detective Ellery Queen, protagonista de
de treinta novelas.

Ellery Qu
la casa de
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