razón. Defiende la técnica de la escritura automática: escribir como si el pensamiento no
estuviera dirigido, calcando en el papel las imágenes que van surgiendo, sin control de la
razón. Esa continua experimentación produce imágenes oníricas, asociaciones insólitas,
relaciones a primera vista incongruentes.
Fundamentos del surrealismo
o El surrealismo, lejos de todo nihilismo, pretende desentrañar el sentido último de la
realidad, de una realidad más amplia o "superior". Como dijo André Breton, quiere
desvelar "el funcionamiento real del pensamiento", con "ausencia de toda vigilancia
ejercida por la razón".
o Para los surrealistas el descubrimiento de esa realidad más amplia pasa por la
reivindicación del subconsciente y del sueño a los cuales otorgan una entidad de igual
o mayor importancia que los estados de conciencia. Se trata de estudiar de forma
sistemática los mecanismos del subconsciente.
o Todo lo anterior implica superar los formalismos en el arte así como abrir éste a la
colectivización, a la democratización. Todos los humanos manejamos un mismo
lenguaje de los sueños; el poeta surrealista es un "portador de llaves", según Breton.
Lo que hace es conectar los planos real y suprarreal de la realidad. Los símbolos y
mitos son esas claves.
o La escritura automática será instrumento para hacer patente el mundo suprarreal.
Aunque le sirva de precedente, no es solo
la frase-asociación del cubismo,
el absurdo dadaísta, que se burla de las grandes obras colocando en un
museo el objet trouvé (“objeto perdido”), contra las convenciones burguesas;
las palabras en libertad futuristas.
La escritura automática pretende ser una técnica: "Escribid rápidamente, sin tema
preconcebido, lo bastante rápido para no sentir la tentación de releeros...la frase
vendrá por sí sola, sólo pide que se la deje exteriorizarse" André Breton.
o Otros mecanismos de lenguaje son la ensambladura fortuita de palabras (collage de
frases recortadas de periódicos); reseña de sueños (compte-rendu des rèves)
o Los poetas surrealistas mezclan objetos, sentimientos y conceptos que la razón
mantiene separados; aparecen asociaciones libres e inesperadas de palabras,
metáforas insólitas, imágenes oníricas y hasta delirantes.
Pero todo ello no responde a un juego chocante, como en otros movimientos, sino que
provoca un azar objetivo. Para el surrealista su lenguaje acarrea una densa carga humana,
incluso una carga subversiva, que libera al propio lenguaje del peso de las represiones. A
través del lenguaje se desvela el subconsciente libre de cada uno y de todos.
El Surrealismo español no se convirtió en una réplica del francés, ni aplicó sus doctrinas a
machamartillo; pero casi todos los miembros del grupo poético del 27 quedaron marcados por
él. Los creadores más conectados con el centro parisino del movimiento fueron el director de
cine Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí. La creación artística de Lorca pasó por una etapa
plenamente surrealista, que dio lugar a una obra espléndida, quizá la mejor en toda la historia
del movimiento: Poeta en Nueva York (1929, inédito hasta 1940). También Rafael Alberti
participó de la estética surrealista en la poesía (Sobre los ángeles, 1928, otro magnífico libro) y
el teatro (El hombre deshabitado, 1931), aunque en libros posteriores prevaleció su
compromiso político.
Posteriormente, Vicente Aleixandre cultivó una poesía onírica y riquísima en imágenes durante
los años 30, pero calificarla de “surrealista” sería erróneo. Tan sólo el poeta y editor Manuel
Altolaguirre siguió adscrito al “Surrealismo mundial”, encabezado por Louis Aragon y André
Breton, que se comprometió con la defensa de la República española y el antifascismo, a la
vez que polemizaba con el comunismo ortodoxo.
De cualquier modo, la liberación expresiva que supuso el surrealismo facilitó que los poetas
creasen un imaginario personal y comunicasen la experiencia sexual, la situación existencial
(desgarro, absurdo, depresión, entusiasmo o euforia) o, por último, un compromiso político. En
ese tránsito fue muy influyente la poesía y la tarea cultural de Pablo Neruda, cónsul de Chile en
Madrid desde 1934, quien ya había publicado su primera Residencia en la tierra. La revista
Caballo verde para la poesía, editada por Manuel Altolaguirre y dirigida por Neruda en 1935, se
hacía eco de la alianza entre surrealismo e izquierda política (“una poesía sin pureza”), mucho
antes que el chileno se convirtiera en militante del Partido Comunista.