Leyes naturales y leyes morales libro 2 cap 3

MiguelCano6 914 views 44 slides Feb 07, 2018
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En esta obra se intenta encontrar respuestas, en un lenguaje claro y simple que concuerden con el sentido común de la mayoría de las personas, a cuestiones tales como: ¿Cuáles son las aspiraciones básicas del ser humano? ¿Qué son los bienes y valores? ¿Se puede aspirar a la verdad, belleza, ...


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Leyes Naturales y Leyes Morales: Libertad y Leyes Capítulo 3 Valores y Normas: La Búsqueda de la Felicidad

Heteronomía, autonomía, libertad, ley natural y ley moral Analogías entre las leyes naturales y las leyes morales La mayoría de las normas morales comunes a todas las culturas y religiones se pueden derivar de la ley de dar y recibir La búsqueda de leyes morales universales basadas en los principios de la naturaleza Capítulo 3 Leyes Naturales y Leyes Morales: Libertad y Leyes

Hay una larga tradición en casi todas las culturas de relacionar o incluso identificar las leyes naturales con las leyes morales o éticas. Los griegos pensaban que el mismo Logos, razón y orden, que regía la naturaleza y los astros gobernaba también a la sociedad humana, y cuando alguien violentaba ese orden cometiendo una desmesura, o exceso, más tarde o más temprano pagaría cara su osadía. Los chinos también creían que el Tao o el camino del Cielo gobernaba el universo, incluida la sociedad. Los que vivieran de acuerdo a ese camino, atraerían hacia sí buena fortuna, larga vida y prosperidad, mientras que quienes no lo siguieran, se acarrearían mala fortuna y desgracias. La ley del karma hindú es en esencia lo mismo. Lo que uno siembra es lo que recoge. La diferencia está en que, en vez de ser la persona en su vida o sus descendientes, los que recogen los buenos o malos frutos son las mismas almas en otras futuras reencarnaciones. La creencia judía, que luego heredaron cristianos y musulmanes, en una legislación divina instaurada por Dios no es tan distinta de las anteriores. La diferencia está en que, en vez hablar de consecuencias buenas o malas de las acciones, se habla de premios o castigos divinos a los que obedecen o violan la ley. Pero se comparte el mismo concepto de una justicia cósmica. Introducción

Conceptos de heteronomía y autonomía Tener autonomía o libertad significa disponer de un margen de maniobra o elección dentro de un marco legal natural y moral Las leyes naturales y morales no se oponen a la libertad, sino que las leyes son precisamente las que nos posibilitan ser libres y felices Respetar las leyes morales no es un fin en sí mismo sino una condición necesaria o un medio para cumplir con el propósito de nuestras vidas Heteronomía, autonomía, libertad, ley natural y ley moral

Heteronomía es un concepto que se aplica a una máquina —como, por ejemplo, un reloj— cuyo propósito ha sido fijado por alguien exterior, su constructor, así como las leyes que lo regulan y las funciones de cada una de sus partes. Además, la máquina cumple con su propósito de una manera repetitiva y exacta, sin disponer de ninguna autonomía propia. Tener autonomía significa generalmente disponer de una cierta capacidad de autorregularse o ajustarse a unas circunstancias cambiantes. En la época de la Ilustración —debido a las ideas de Descartes— era popular la creencia en que el mundo natural, incluidos los animales y el cuerpo humano, eran como un reloj totalmente heterónomo y determinado por leyes naturales, y que sólo el espíritu humano era autónomo o libre. Sin embargo, hoy se admite que todos los organismos vivos, desde las simples células hasta los animales superiores, disponen de un cierto grado de autonomía, pues son capaces de autorregularse con el fin de adaptarse al ambiente, e incluso de tener creatividad, no sólo porque son capaces de multiplicarse sino porque tienen la capacidad de modificar sus circunstancias o ambiente para que sirva mejor a sus fines. El hombre es el ser vivo que dispone del mayor grado de autonomía y creatividad, pero esto no significa que posea una libertad o independencia completa de las leyes de la naturaleza. Conceptos de heteronomía y autonomía

Los seres humanos, disponemos de una cierta libertad de elección o margen de maniobra, siempre dentro de unos límites, porque nuestro cuerpo es un mecanismo que funciona de acuerdo a unas leyes naturales. Nadie se siente forzado o se queja de tener que respirar, o se atreve a desafiar la ley de la gravedad sin disponer de un paracaídas. Al revés, procuramos saber cómo funciona el cuerpo y respetar sus leyes para poder disfrutar de una mejor salud y por tanto de una máxima libertad de movimiento. Tener autonomía o libertad significa disponer de un margen de maniobra o elección dentro de un marco legal natural y moral

En nuestras relaciones con los demás seres humanos disponemos asimismo de un amplio margen de maniobra y creatividad, pero también estamos sujetos a ciertas leyes. En este caso se denominan leyes morales que tienen el fin de garantizar la estabilidad y continuidad de las relaciones humanas y protegerlas de interferencias ajenas. Una relación es un flujo de dar y recibir, o sea, un intercambio recíproco de bienes, servicios, emociones o conocimientos. La ley moral tiene la función de posibilitar y garantizar el libre flujo o intercambio de afectos y bienes entre las personas Si este flujo se incrementa cada vez más se crea una mayor unidad y armonía entre las personas y, como resultado, éstas se sienten más felices estando juntos. Si, por ejemplo, un marido miente o engaña a su mujer se genera una desconfianza que deteriora o paraliza el flujo de dar y recibir, y que al final ocasiona separación y sufrimiento. Así pues, la ley moral tiene la función de posibilitar y garantizar el libre flujo o intercambio de bienes y afectos entre las personas.

Mucha gente tiene la idea equivocada de que las leyes se oponen a la libertad. Es todo lo contrario. Las leyes son precisamente las que garantizan la libertad de movimiento. El Pensamiento de Unificación sostiene esta postura basándose en que la autonomía o libertad, por un lado, y los mecanismos regidos por leyes, por otro, están presentes en mayor o menor grado en la constitución de todos los seres y cosas del universo, como Sung Hun Lee explica en la siguiente cita: « Así pues, libertad y necesidad, intencionalidad y mecanismo operan de una forma integrada en la existencia y movimiento de todas las cosas. En otras palabras, la libertad funciona en conexión con la necesidad, y la intencionalidad opera junto con los mecanismos. Hasta ahora, la relación entre la libertad y la necesidad ha sido entendida a menudo como una antinomia: libertad y necesidad han sido considerados como conceptos opuestos de la misma manera que libertad y control pueden ser entendidos como dos elementos que están en tensión. » Sung Hun Lee, New Essentials of Unification Thought , UTI, Korea , 2006, pp. 29-30. Las leyes naturales y morales no se oponen a la libertad, sino que las leyes son precisamente las que nos posibilitan ser libres

Sun Myung Moon nos explica lo mismo en la siguiente cita de una manera más gráfica y desde una perspectiva religiosa: « Dios creó a los seres humanos para ejercer la libertad como seres espirituales. Al mismo tiempo, Dios también les requirió a los seres humanos que fueran responsables de cómo usan su libertad. Esto es debido a que la libertad requiere autodisciplina y autocontrol. La libertad existe dentro de la ley, no aparte de la ley. En el universo operan leyes espirituales y ley físicas; ellas son el límite último de la libertad. Por ejemplo, sois libres de saltar desde lo alto del New Hotel Otani . Tenéis la libertad de hacerlo, pero ese acto libre os acarreará vuestra propia destrucción debido que es contrario a las leyes de la naturaleza. Sois libres de sumergiros en el océano e intentar respirar agua en vez de aire, pero en ese momento actuarán también las leyes de la naturaleza. Vuestros pulmones no lo suportaran y moriréis. Las leyes espirituales no son tan obvias. Sin embargo, son tan absolutas como las leyes de la naturaleza. (…) Nuestra felicidad espiritual se hace realidad cuando cumplimos con nuestra responsabilidad de acuerdo con la ley moral de Dios. Si violamos esta ley, el resultado será nuestra autodestrucción, tan seguro como si violamos las leyes naturales. » Sun Myung Moon, Selecciones de charlas, Seúl, HSA-UWC, 133:289-90, (19 de noviembre de 1984).

En otras palabras, si violamos la ley perderemos la libertad. Si ignoramos las leyes mecánicas de nuestro coche, éste se estropeará y dejará de funcionar, con lo cual perderemos la libertad de movimiento. Si forzamos nuestro cuerpo, no respetando las leyes naturales, caeremos enfermos y no podremos movernos. De manera semejante, si no respetamos las leyes morales se deteriorará o se interrumpirá el flujo de dar y recibir que tenemos con otras personas y perderemos la libertad de relacionarnos con ellas y ser felices. La diferencia radica en que al violar una ley física el efecto es más visible e inmediato, y por eso es más fácil darse cuenta del error. En cambio, las consecuencias de violar la ley moral suelen ser menos visibles e inmediatas, así que por ignorancia o egoísmo no la respetamos pensando que nadie se va a enterar, o que no vamos a sufrir ningún daño futuro. Cuando dos personas se quieren y están emocionalmente muy unidas se cuidan mutuamente y no se les pasa por la cabeza hacerse daño, porque el dolor de la persona amada sería como el suyo propio. Así que las leyes morales no son algo que se nos impone a la fuerza y que nos impide ser libres o felices. Únicamente es así cuando, buscando una felicidad inmediata, perseguimos el objeto de un deseo ilícito y las leyes morales se interponen en nuestro camino. La libertad dentro de un marco legal natural y moral

Sin embargo, respetar las leyes morales es solamente una condición necesaria o un medio para cumplir con nuestros fines en la vida. No es nuestro fin último, como pensaba Kant. Afirmar esto es tan absurdo como decir que utilizamos un coche con el fin último de respetar las leyes de tráfico. Cogemos un coche porque queremos ir a un sitio y respetamos las leyes de tráfico porque ello nos garantiza llegar a salvo a nuestro destino. Respetar las leyes morales no es un fin en sí mismo sino una condición necesaria o un medio para cumplir con el propósito de nuestras vidas Vivir respetando las leyes morales ciertamente, como decía Kant, nos hace merecedores y dignos de ser felices, pero haciendo únicamente esto no se puede ser feliz ni esperar ser premiados con la felicidad en otra vida. El respeto a las leyes morales protege y garantiza la estabilidad y continuidad de nuestras relaciones de amor con nuestros seres queridos, que es lo que realmente nos hace feliz en la vida.

Las leyes naturales Las leyes morales El sistema estelar La sociedad humana Analogía entre las actitudes y motivaciones altruistas y el orden en el universo Analogía entre las virtudes de la moderación, autodominio y término medio y el equilibrio planetario Analogía entre la armonía y paz en la sociedad humana y la armonía de los sistemas planetarios Analogías entre las leyes naturales y las leyes morales

Formamos parte de una naturaleza regida por leyes, y por tanto nosotros mismos estamos sometidos a ellas, es decir, somos heterónomos con respecto de las leyes naturales. Lo que nos diferencia de un reloj o del sistema solar, que funcionan de una manera por completo heterónoma, es que disponemos de una amplia creatividad y autonomía o capacidad de maniobra, siempre que respetemos las leyes naturales, pues si no las respetamos perderemos la libertad. A la inversa de lo que aparenta ser, la ley no coarta la libertad, sino que es precisamente todo lo contrario. El respeto a la ley es lo que hace posible o garantiza la libertad de acción, que nunca es ilimitada. Además, no sentimos que las leyes naturales nos sean impuestas a la fuerza desde fuera, sino que es algo que forma parte de nuestra naturaleza. Por ejemplo, cuando estamos en peligro de caer por un precipicio o cuando algún objeto está a punto de chocar con nuestra cara, reaccionamos instintivamente para protegernos. El hecho de que dispongamos de la libertad de violar conscientemente una ley natural no significa que seamos autónomos con respecto de ella, pues, ya sea de una manera inmediata o a largo plazo, sufrimos las malas consecuencias de esa violación. Las leyes naturales

Si no respetamos las leyes morales se producirá un cortocircuito o deterioro en ese flujo de dar y recibir causando dolor o infelicidad. El hecho de que podamos violarlas, es decir, que podamos mentir, engañar o maltratar a los demás no significa que seamos completamente autónomos con respecto a ellas. La prueba está en que siempre sufrimos las malas consecuencias ocasionadas por esa violación. El problema está en que el daño o perjuicio no es tan inmediato o visible como cuando se viola una ley natural. Así que por inmadurez o ignorancia no se respetan con el fin de obtener una satisfacción o beneficio inmediato sin tener en cuenta las malas consecuencias a largo plazo. De una manera análoga, las leyes morales son como las leyes naturales que regulan las relaciones humanas, y que, como decía Kant, son inherentes a la naturaleza humana. Igual que las normas de tráfico regulan la circulación viaria, las normas morales regulan el flujo o circuito de dar y recibir en las relaciones de intercambio recíprocos de afectos, amor, conocimientos, bienes y servicios entre los seres humanos. El respeto de la ley moral no coarta la libertad sino todo lo contrario, es lo que garantiza que ese circuito de dar y recibir mutuo fluya de una manera libre y se incremente continuamente, dando como resultado una mayor felicidad compartida. Las leyes morales

Las leyes morales tienen que ser respetadas de una forma libre y responsable Tampoco las leyes morales se sienten como una imposición o coacción que viene de fuera. Por ejemplo, para un marido que ama profundamente a su esposa ser fiel no es en absoluto una imposición que coarte su libertad. Sólo las personas inmaduras o egocéntricas sienten que las leyes morales son imposiciones, sobre todo cuando se convierten en un obstáculo que les impide cumplir sus deseos egoístas. El ser humano no está hecho para ser forzado por nadie a obedecer las normas morales, sino que está hecho para comprenderlas por sí mismo, aceptarlas y respetarlas de una manera voluntaria, responsable y creativa. En esto consiste su autonomía moral. La autonomía moral significa también que cada individuo puede elegir creativamente, de acuerdo a su propia personalidad y carácter único, su manera peculiar de servir y amar a los demás.

Podríamos establecer una analogía entre la sociedad humana y el sistema estelar. Por ejemplo, la luna gira sobre su propio eje a la vez que da vueltas alrededor de la tierra, y ésta, que también rota sobre sí misma, revoluciona alrededor del sol formando el sistema solar junto con los demás planetas y satélites. El sol, que también gira sobre su propio eje, revoluciona vueltas alrededor del centro de nuestra galaxia. Todos los planetas y estrellas rotan sobre sus propios ejes con el fin de mantener su propia estabilidad, o sea, para cumplir su propósito individual, y dan vueltas alrededor de un centro superior con el fin de formar un conjunto más grande, o sea, para cumplir su propósito para el conjunto. El sistema estelar

La sociedad humana De manera similar, se podría decir que el cuerpo metafóricamente gira sobre sí mismo con el propósito de mantener su propia existencia, a la vez que da vueltas alrededor de la mente con el fin de garantizar la unidad y armonía del individuo. La mente también gira sobre sí misma, buscando adquirir conocimientos, desarrollar talentos o perfeccionarse, a la vez que desea formar una familia y contribuir a mantenerla unida ayudando a los demás miembros que la componen. Las familias, giran sobre sí mismo buscando su propia estabilidad y felicidad, a la vez que forman clanes, grupos sociales y organizaciones con el fin de garantizar la estabilidad y paz social. Y todas las naciones, a la vez que persiguen sus propios intereses, se esfuerzan en establecer relaciones de intercambio con otras naciones y formar organismos internacionales que garanticen una paz, bienestar y felicidad común de toda la humanidad.

Rotación sobre sí mismo Revolución alrededor de algo más grande Propósito para el conjunto Propósito individual Cuerpo Mente Familia Sociedad Nación Mundo Rotación sobre sí mismo Revolución alrededor de algo más grande Propósito para el conjunto Propósito individual Analogía entre el sistema solar y la sociedad humana

Se puede observar que en el universo se mantiene el orden natural debido a que las unidades más pequeñas sirven al propósito de formar unidades cada vez más grandes. Por analogía, la actitud correcta o natural del individuo debería ser: «mi cuerpo existe para mi mente; yo, como mente y cuerpo unido, existo para mi familia; mi familia existe para mi sociedad o nación; y mi nación existe para la humanidad, la naturaleza y para Dios.» Así pues, el fin natural del individuo debería ser formar familias unidas y felices, establecer sociedades y naciones justas y pacíficas, y contribuir en la construcción de un mundo en paz. En cambio, la actitud egocéntrica de pensar que «yo existo para mí mismo y todos los demás y el mundo entero existen para mi beneficio» es una actitud que va en contra del orden natural. Es como si la luna pretendiera que todo el universo girase alrededor de ella. Por esta razón, todas las religiones y la mayoría de los filósofos y pensadores han considerado al egoísmo como la principal motivación que está detrás de todas las acciones malas. Analogía entre las actitudes y motivaciones altruistas y el orden en el universo

Es natural que el cuerpo gire sobre sí mismo, o sea, que quiera satisfacer sus necesidades o deseos. Pero lo que no es natural es pretender ser el centro y que la mente gire a su alrededor. Es decir, pretender que comer, dormir, tener cosas y disfrutar del sexo se convierta en el fin principal de la vida, al cual se supediten los deseos de la mente de tener una educación y desarrollar los talentos propios. También es natural que la mente gire sobre sí misma, o sea, que queramos ser genios o personas importantes. Pero lo que no es natural es que pretendamos ser el centro del universo y querer que todos los demás nos rindan pleitesía, utilizando nuestros talentos, no para ayudar a los demás, sino para obtener fama, gloria o poder. En esto todos los fundadores de religiones y filósofos estaban de acuerdo, incluido Demócrito y Epicuro, que valoraron los placeres de la mente y la amistad muy por encima de los placeres del cuerpo. Sócrates, por ejemplo, en medio de una cultura que rendía culto al cuerpo, decía que debido a la ignorancia se busca la felicidad en los placeres, riquezas, fama o poder, pero que lo verdaderamente importante y lo que puede hacernos realmente feliz era el cuidado y cultivo de nuestra alma. Analogía entre la clásica norma moral de la supeditación del cuerpo a la mente y las rotaciones y revoluciones planetarias

Este principio tan simple que dice que lo natural es que el cuerpo gire alrededor de la mente y no al revés, hoy día aún no se entiende. En sociedad actual existe una fuerte tendencia al materialismo o hedonismo que pone al dinero, belleza física o imagen, sexo, fama y poder como los valores principales de la vida, relegando a un segundo término los valores de la mente. Esto crea dentro de las personas un conflicto o desequilibrio interior. Prueba de ello es el aumento de enfermedades mentales, depresiones, soledad y falta de confianza en sí mismo y en los demás, que conducen a suicidios y a todo tipo de adicciones o conductas compulsivas, con el consiguiente aumento de la violencia, delitos y abusos.

Siguiendo con la analogía, la tierra puede rotar sobre su eje y dar vueltas alrededor del sol de una manera estable porque se produce un equilibrio de fuerzas centrífugas y centrípetas. Así pues, para que el cuerpo gire de una manera estable alrededor de la mente y ambos estén en armonía es necesario un equilibrio entre los deseos del cuerpo y los deseos de la mente. Esto concuerda muy bien con el clásico principio moral griego de actuar con medida o moderación, evitando los excesos. Sócrates enseñaba la moderación o autocontrol. Aristóteles decía que la virtud estaba en el término medio. Buda eligió el camino del medio entre una vida de placeres y un ascetismo extremo. Otros ejemplos son la doctrina del medio de Confucio, así como la templanza y moderación judía, musulmana y cristiana. Analogía entre las virtudes de la moderación, autodominio y término medio y el equilibrio planetario

Observando el orden estelar, en el que los planetas y estrellas giran alrededor de una sucesión de centros de conjuntos cada vez más grandes, se podría decir que el fin de todos estos sistemas es la formación de un universo unido, armonioso y estable. Aunque el universo esté en constante evolución con estrellas viejas que desaparecen y otras nuevas que nacen —un fenómeno similar al recambio de células que ocurre dentro de un organismo— no se destruye la unión y estabilidad del universo. No vivimos en un universo inestable y caótico en continuo peligro de autodestrucción. De manera análoga, el fin natural del hombre y la sociedad humana sería la formación de un mundo unido y estable en el que toda la humanidad y la naturaleza vivan en armonía y disfruten de un bienestar y felicidad común. La república de Platón y todas las utopías posteriores y anteriores que surgieron en todas las culturas, incluidos los movimientos sociales utópicos y revolucionarios de los últimos siglos, son una prueba de que ésta ha sido la máxima aspiración de los seres humanos. Analogía entre la armonía y paz en la sociedad humana y la armonía de los sistemas planetarios

Hemos visto en este apartado que hay una gran similitud entre las leyes naturales y las leyes morales. Ambas son leyes objetivas que cumplen la misma función y se basan en los mismos principios. Estos principios se pueden resumir diciendo que las unidades pequeñas, al mismo tiempo que cumplen con el propósito de mantener su existencia individual, establecen relaciones de dar y recibir unas con otras y forman unidades cada vez más grandes, cumpliendo así el propósito de servir al conjunto. La única diferencia es que ser humano está hecho para vivir de acuerdo a las leyes morales y cumplir los fines de su vida de una manera libre, responsable y creativa. Conclusiones

El principio de las interacciones recíprocas o ley de dar y recibir Implicaciones éticas de la ley de dar y recibir La ley de dar y recibir y las normas morales La mayoría de las normas morales comunes a todas las culturas y religiones se pueden derivar de la ley de dar y recibir

El principio de las interacciones recíprocas o ley de dar y recibir El principio de las interacciones recíprocas o ley de dar y recibir es la ley natural más simple y universal del cosmos. Las entidades o unidades más pequeñas establecen relaciones recíprocas entre sí, formando unidades más grandes que de nuevo interactúan entre sí y crean nuevas unidades o sistemas más grandes, y así sucesivamente hasta formar un todo que está interconectado e interrelacionado entre todas sus partes. Asimismo, el ser humano —igual que todos los seres vivos— existe, se mueve y se multiplica debido a las múltiples relaciones de intercambios recíprocos que se establecen dentro de cuerpo, como la circulación sanguínea, y con el ambiente, como inhalar o exhalar aire. También, las familias, empresas, instituciones y sociedades se forman y se mantienen unidas a través de establecer relaciones de dar y recibir, o de intercambios recíprocos de amor, afectos, conocimientos, bienes y servicios entre individuos.

Implicaciones éticas de la ley de dar y recibir Desde un punto de vista ético, lo natural, saludable y bueno en una familia sería que hubiera un intercambio fluido e intenso de amor, bienes, cuidados, atenciones, ideas y afectos entre todos sus miembros. Cuanto más libres, fluidas e intensas sean las relaciones de dar y recibir dentro de la familia, más armonía y felicidad común podrán experimentar juntos. Lo antinatural, enfermizo o malo sería que las relaciones de intercambio recíprocos se obstaculizarán o se deterioraran, o que, en vez de un armonioso intercambio de bienes, hubiera peleas y violencia entre sus miembros. Lo mismo se puede aplicar a las relaciones entre familias, grupos sociales o naciones. Para que se establezca una relación de intercambio, primero alguien tiene que iniciarla dando algo. Entre dos personas que sólo quieren recibir es imposible que haya un intercambio. En el caso de que ambas partes se den cosas esperando recibir más de lo que han dado, aunque inicien una relación, ésta se debilitará poco a poco hasta desaparecer. Para que la relación pueda mantenerse, como mínimo, debe haber una equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe. Pero, cuando ambas partes quieren dar más de lo que reciben se generará una espiral de agradecimientos, afectos y bienes. Entonces, el circuito o flujo de dar y recibir no solamente podrá mantenerse, sino que se incrementará continuamente.

La ley de dar y recibir y las normas morales El principio de las interacciones recíprocas o ley de dar y recibir es el principio fundamental en el que se basan las más elementales, comunes y universales normas morales. Esto es así porque todos ellas se pueden reinterpretar como variaciones de esta simple ley de dar y recibir.

Las cuatro prohibiciones y prescripciones morales Justicia cósmica, retribución divina, ley del karma La ley de la reciprocidad y el principio de la equidad o justicia Regla de Oro y Regla de Plata Principio de la prioridad de dar sobre recibir Principio del valor absoluto del amor incondicional La ley de dar y recibir y las normas morales

Las cuatro prohibiciones y prescripciones morales Las cuatro prohibiciones de no robar, no mentir, no matar y no tener relaciones sexuales ilícitas, y las cuatro prescripciones de piedad filial, fidelidad conyugal, fraternidad y lealtad, comunes a todas las religiones y culturas

Las cuatro prohibiciones morales Si las personas pensaran que existen para los demás y decidieran vivir haciendo cosas por el beneficio de otros, o sea, queriendo dar más de lo que reciben, entonces todos serían felices porque las relaciones humanas serían fluidas, estables y duraderas. Sin embargo, históricamente vemos que los seres humanos, en general, han tendido a mantener la actitud inmadura y egoísta de pensar que existen para su propio beneficio y, por ello, sus deseos de recibir han sido, por lo general, más fuertes que sus deseos de dar. La actitud egoísta hace que el deseo natural de recibir se convierta en un deseo de tomar, quitar o arrebatar a la fuerza, y también hacer daño o matar, que es otra forma de privar a alguien de algo. Por esta razón, para tratar de evitar que se realizaran estas acciones motivadas por deseos egoístas, en todas las religiones y culturas aparecieron las mismas cuatro prohibiciones morales de no robar, no mentir, no matar y no cometer incesto, adulterio y otros abusos sexuales, que básicamente significan no tomar, no dañar o no privar indebidamente de algo valioso a otras personas. Estas prohibiciones tenían la función de impedir que se destruyeran las relaciones de intercambios recíprocos de bienes y afectos dentro de la familia y la sociedad.

Además de estas prohibiciones, existen otras cuatro prescripciones morales que son también comunes a todas las religiones o culturas: la piedad filial hacia los padres y cuidado de los abuelos; la fidelidad conyugal entre esposos; la fraternidad y confianza mutua entre hermanos; y la extensión de estos deberes familiares hacia la sociedad, nación, naturaleza o Dios, en la forma de fidelidad y lealtad hacia amigos, maestros, gobernantes y Dios. Todas estas normas morales prescriben el deber de ser agradecido y corresponder a quienes nos han ofrecido amor, protección, favores o cuidados, y cumplen la función fortalecer y preservar las relaciones humanas dentro de la familia y la sociedad. Estas prohibiciones y prescripciones morales, que fueron codificadas en forma de decálogos por varias religiones, son en esencia, salvo ligeras diferencias, las mismas que hoy se expresan en la forma de respeto a la dignidad del hombre y a sus derechos humanos básicos a la vida, libertad y propiedad, o el imperativo kantiano de respetar al hombre como «un fin en sí mismo». Estas normas morales definen un mínimo moral necesario para garantizar unas buenas relaciones de intercambios recíprocos y una convivencia pacífica entre los seres humanos. Las cuatro prescripciones morales

Justicia cósmica, retribución divina, ley del karma “Lo que se da, se recibe,” “el que la hace, la paga” (Sentencias populares) “Quien mal hace, mal recibe” (Esquilo, Las coéforas) “Dad y os darán” ( Lucas 6.38) “Según sean las acciones de los hombres, así será su recompensa” ( Adi Granth, Gauri Var) “Tal como siembres, así recogerás” (Cicerón, De Oratore)

El concepto más antiguo o ancestral de justicia cósmica se basa también en el principio de dar y recibir. Dichos populares, sentencias antiguas y máximas presentes en todas las culturas y religiones, tales como «lo que se da, se recibe», «el que la hace, la paga», «quién mal hace, mal recibe», «tal como siembres, así recogerás», «dad y os darán», expresan todas ellas la creencia universal en una justicia cósmica, retribución divina o ley natural que recompensa las acciones buenas y malas de las personas con premios y castigos, o buenas y malas consecuencias. Se podría decir que la acción de dar o beneficiar a otros causa automáticamente una reacción natural de agradecimiento y respuesta semejante por parte de los demás, la naturaleza, el Cielo o Dios. No obstante, la acción de arrebatar o privar a los demás de algo, provoca inexorablemente una reacción contraria equivalente. Con estas máximas se intenta hacer comprender a las personas que dar o hacer el bien a otros es a la larga más beneficioso que quitar, hacer daño o privar a lo demás de cosas. Justicia cósmica, retribución divina, ley del karma

La ley de la reciprocidad (“Corresponder en la misma medida que se recibe”) El principio de la equidad o justicia (“Dar a cada uno lo suyo”) La ley de la reciprocidad y el principio de la equidad o justicia

El concepto clásico de equidad o justicia que se deben los hombres unos a los otros, definido por Ulpiano como «dar a cada uno lo suyo», así como la igualdad entre los derechos y los deberes, el reparto justo de beneficios de acuerdo al trabajo o el mérito, el justo precio en los intercambios comerciales, y la ley de la reciprocidad que prescribe «corresponder en la misma medida que se recibe», se basan todos ellos en que tiene que haber una equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe. Como vimos antes, ésta es la condición mínima necesaria para que la relación de dar y recibir pueda mantenerse, ya que si en una relación de intercambio las partes devuelven menos de lo que reciben la relación decaerá hasta interrumpirse totalmente. La famosa ley del talión de «ojo por ojo y diente por diente» se basa también en este principio de dar y recibir. Si alguien arrebata algo o causa un daño a otra persona tiene que reparar lo quitado o pagar por el daño con algo equivalente. Esta ley cumplió la función de evitar las venganzas desmesuradas, que llevaban una espiral de violencia, y ayudar a reparar las relaciones rotas o conflictivas entre familias y clanes. El sistema penal actual se sigue basando esencialmente en la ley del talión. La única diferencia es que la pena, en vez de ser equivalente, es proporcional al daño causado y se limita a la privación de libertad o al pago de una indemnización monetaria. La ley de la reciprocidad y el principio de la equidad o justicia

Regla de Oro y Regla de Plata “Trata a los demás como queréis que os traten a vosotros” (Jesús, Mateo 7.12) “No hagas a los demás lo que no quisieras para ti” (Confucio, Los cuatro libros clásicos)

Regla de Oro y Regla de Plata Esta máxima ética, tanto en su versión positiva como negativa, está considerada como el principio ético más universal, autoevidente, simple y conciso que se encuentra en todas las tradiciones religiosas y filosóficas antiguas. Se basa en la equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe, que como señalamos antes es la condición mínima indispensable que permite que el circuito de dar y recibir se mantenga y perpetúe. La versión positiva de Jesús, « trata a los demás como queréis que os traten a vosotros» , es considerada superior a la negativa de Confucio, « no hagas a los demás lo que no quisieras para ti.» En cierto sentido, la versión positiva implícitamente alienta o exhorta a las personas a amar, servir o hacer el bien a otros, ya que eso es lo que queremos que hagan con nosotros, mientras que la versión negativa simplemente indica no hacer daño o perjudicar a otros como no queremos que nos lo hagan a nosotros. Es decir, engloba en una sola máxima las cuatro prohibiciones de no mentir, no robar, no matar y no desear al marido o la esposa de otro.

Los valores de la generosidad, altruismo, desinterés, caridad y solidaridad. “Más vale dar que recibir” (Hechos 20.35) “No des esperando ganancias” (Corán 74.6-7) “Cuando tú hagas limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha” (Mateo 6.3) “La más pura acción está en el servicio desinteresado” (Adi Granth, Maru) Principio de la prioridad de dar sobre recibir

Cuando en un intercambio recíprocos las partes desean dar más de lo que reciben, entonces se producirá una espiral de bienes, que hará que el flujo de dar y recibir se incremente continuamente, aumentando así el bienestar y la satisfacción común que se experimentan en las relaciones. Por esta razón, en las enseñanzas de la mayoría de las religiones y en los escritos de muchos filósofos se enfatiza los valores de la generosidad, altruismo, desinterés y solidaridad. Se dice que « más vale dar que recibir», « no des esperando ganancias», «la más pura acción está en el servicio desinteresado.» Todas estas máximas tienen en común que exigen que el dar sea superior al recibir, y que el dar sea desinteresado, lo que hace que las relaciones de intercambios recíprocos se intensifiquen y se incremente la felicidad común. Estas máximas van más allá de la Regla de Oro o la reciprocidad, es decir, apuntan a un máximo moral hacia el cuál se debe tender, puesto que no ponen límites ni a la cantidad ni a la forma de dar. Principio de la prioridad de dar sobre recibir

Principio del valor absoluto del amor incondicional “Tened benevolencia hacia todos los seres vivientes” ( Tattvarthasutra 7.11) “Tenéis que mostrar compasión por todos” ( Basavanna , Vachana 247) “Invierte la ira con perdón” ( Samanasuttam 136) “El verdadero amor da, olvida que ha dado y sigue dando sin cesar” (Sun Myung Moon) “Amad a los enemigos” (Mateo 5.43) “Conquista el odio con el amor” ( Dhammapada 223)

Este máximo moral, que reconoce el valor absoluto y supremo del amor incondicional, es una enseñanza común de los fundadores de las grandes religiones y de muchos filósofos. Se exhorta a aliviar el sufrimiento de los demás, amar de una forma incondicional y sacrificial, tener un corazón paternal o maternal hacia todos los seres vivientes, procurar la felicidad de todos, perdonar a los demás, devolver bien por mal e incluso a amar a los enemigos. De hecho, la mayoría de las religiones valoran tanto este tipo de amor incondicional, que consideran que la fuente de este valor absoluto y supremo es Dios, el Cielo, la Mente del universo, el Espíritu o la Realidad absoluta. Buda enfatizó la compasión, Confucio la humanidad o benevolencia, Mahoma la misericordia y Jesús el amor al prójimo. Sócrates sacrificó su vida por enseñar, y comparó su trabajo al de una comadrona que ayudaba a sus discípulos a dar a luz o descubrir la verdad por sí mismos. Aristóteles afirmó que un hombre bueno es el que hace muchas cosas por sus amigos y su patria, hasta morir por ellos si fuera necesario. Estas enseñanzas éticas apuntan hacia un máximo moral que se lograría cuando las personas desarrollasen la capacidad de dar amor de una manera desinteresada e incondicional, alcanzando así una madurez o perfección moral. El valor absoluto del amor incondicional

Incluso la justicia distributiva tampoco puede ser completa si sólo se aplica el principio de equidad, en el sentido de procurar una igualdad de oportunidades o un reparto justo de beneficios de acuerdo al trabajo o al mérito. Se debe complementar con un principio de redistribución. Igual que los padres redistribuyen los ingresos familiares de una manera igualitaria entre los hijos, sin considerar el mérito o trabajo que aporta cada miembro de la familia, e incluso prestando más atención al hijo enfermo que al sano, en el ámbito social también es necesario un cierto sistema de redistribución que garantice un bienestar general de todos sus miembros, prestando atención a los que más lo necesitan. A escala mundial, si se quiere garantizar una paz duradera, también debería haber un sistema de redistribución que garantice un bienestar común en todas las partes del mundo. Este principio de redistribución se debe basar en una actitud paternal o maternal de favorecer a los que más lo necesitan. Por ejemplo, el famoso principio de la diferencia de Rawls, que indica que los más afortunados o los más capacitados por la naturaleza deberían usar sus dones de manera que ayuden a los menos favorecidos, es simplemente otra expresión de este principio de redistribución motivado por un corazón parental o fraternal hacia los demás. Principio de redistribución motivado por un corazón parental

Resumiendo lo expuesto en este capítulo, hay muchas razones e indicios para pensar que las leyes morales se basan en los mismos principios fundamentales que rigen la naturaleza y que, por tanto, son leyes objetivas y universales. Se podría decir que las leyes morales son tan objetivas como la ley de la gravedad. Los arquitectos e ingenieros tienen toda la libertad del mundo de construir edificios y puentes con diseños originales, pero si no se ajustan a la ley de la gravedad acabarán derrumbándose y convirtiéndose en ruinas. La búsqueda de leyes morales universales basadas en los principios de la naturaleza De una manera análoga, tenemos la libertad de crear organizaciones e instituciones que funcionen de acuerdo a todo tipo reglas o normas convencionales. Pero las principales, las que sustentan las instituciones, deben ajustarse a las leyes morales universales. Si no es así, más tarde o más temprano acabarán desmoronándose. Esta confianza racional en que es posible fundamentar las leyes morales en las leyes naturales que rigen el universo propiciaría un acercamiento entre los puntos de vistas científicos, filosóficos y religiosos, ya que la naturaleza es lo más visible, real y común que tenemos.