Libro "El Kerigma"

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Slide Content

Mons.
Carlos
Talavera
Ramirez

LIBRO 1

Y
ACTITUDES
CRISTIANAS BASICAS

Mons. Carlos Talavera Ramirez

INDICE

PRÉLOGO esse... 5

COMO USAR ESTE FOLLETO 2 eee eee ee ee erence eres nes A
1. Elamor de Dios a cada ser humano ............... 11
2. La realidad del pecado . 19
3. La salvaciôn está en Jesus ........................ 27
4. La conversién ................................ . 35
EA A 45
6. El Señorío de Jesús .. 55
7. El Don del Espíritu 63
8. La Comunidad Cristiana ...................... 73
9. La vida en la Verdad ............................ 83

10. Vencer el Mal Moral

11. La vida reconciliada

12. La Esperanza Cristiana ........................... 113

13. Uso de los bienes materiales ..................... 193

14. El amor a Dios . 133

15. El amor al prójimo ........................... . 141

PROLOGO

Muy querido hermano miembro de la Diócesis de Coat-
zacoalcos:

He pensado por mucho tiempo en el modo más eficaz de
llegar hasta ti, a quien no veo contínuamente, para entregar-
te, de manera sistemática, constante y sólida, la enseñanza
que Dios quiere que todos los hombres conozcamos para al-
canzar nuestra salvación y nuestra plena realización huma-
na.

Mi interés no es tanto que conozcas unas ideas, como
verdades abstractas. La vida cristiana es, ante todo, vida, que
necesita de ideas; pero que no consiste en las ideas, sino en
la relación personal que Jesucristo pide que establezcamos
libremente con Él. Hay muchas personas que conocen las
ideas cristianas, pero que no viven lo que esas ideas contie-
nen; y, para ser hombre sano, es necesario vivir francamente
conforme a la verdad que se Conoce.

He encontrado, con la intervención de Dios y la coope-
ración de algunos hermanos, esta manera de llegar a tí y con
gran gusto me he puesto a escribir este curso con el cual
quiero que recorramos juntos, tu grupo y yo, el Catecismo
de la Iglesia Católica, que nos ha entregado el Papa Juan Pa-
blo Il en 1992. Podremos, de esta manera, dialogar por va-
rios años y, aunque no nos veamos, podremos vivir juntos la
vida misma de Jesucristo, en el Espíritu Santo, en alabanza al
Padre.

Este curso no quiere ser un libro más que hay que leer
‘para ver qué dice’. Es más bien un manual que guía en el
camino por el que encontraremos al Señor; no está hecho
para caminar aislada o individualmente, sino para acercar-
nos en comunidad al encuentro del Señor Jesús. Sabemos
que Jesús nos quiere unidos a Él como los miembros de un
cuerpo a su cabeza; por eso en este caminar hacia el Padre
es necesario que vayamos haciendo la Iglesia, ese ser vivo
donde se adquiere y actúa la vida de Dios. Por eso te ruego

5

que, además de responder a Dios personalmente, te unas
contínuamente a los demás miembros del grupo para que tu
caminar sea provechoso.

Vas a aprender las buenas ideas que Dios nos ha revela-
do y que los Apóstoles y los Obispos, sus sucesores, junto
con el Papa, nos enseñan; pero más importante es que vivas
lo que en cada lección te pido que hagas. El cumplimiento
fiel de las 'tareas' para cada día, es lo que te va a permitir
dar pasos en este camino. Y los comentarios que hagan los
miembros del grupo acerca de las experiencias que vayan
teniendo al cumplir esas tareas, fortalecerá la fe de cada uno
y ayudará a formar la comunidad cristiana que Dios quiere
para tí en tu vida.

A Con grande gusto te ofrezco, pues, este curso. Quiero ca-
minar contigo y con tu grupo por el Camino, que es el Señor
Jesús, guiados por el Espíritu Santo, al encuentro de nuestro
buen Padre Dios.

+ Carlos Talavera
Obispo de Coatzacoalcos

COMO USAR ESTE FOLLETO

1. GENERALIDADES

Este folleto está hecho para leerlo y comentarlo en un
grupo; una persona al que llamamos monitor, ayuda a los
participantes a seguir el método y a asistirlos en su trabajo.
El folleto ha sido redactado para estar al alcance de todo
mundo y, en cuanto sea posible, sea comprendido sin nece-
sidad de maestro; pero habrá ciertamente algunas palabras
que necesiten explicación. Puede, desde luego, ser leído en
particular, pero no obtendrá el fruto para el cual fue diseña-
do. Su lectura, estudio y comentarios, hechos en grupo ha-
cen crecer a las personas, propician el crecimiento de las
comunidades, estimulan el compromiso personal y comuni-
tario, ayudan a vivir la fe y a vivir en la Iglesia.

Es un camino de discernimiento, de oración, de reflexión
y de comunión que suscita el encuentro con el Señor, con
uno mismo v con los demás; favorece los espacios de silen-
cio para estar atentos a la escucha del Señor; lleva a la con-
versión, a hacer compromisos personales evaluables.

2. PASOS DEL METODO

1.- REVISION DEL TRABAJO PERSONAL (Testimonio de
cada persona,excepto la primera sesión).

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA. (Ideas co-
munmente aceptadas por la gente).

3.- DOCTRINA Y CONTENIDO DEL TEMA.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS. (Lectura de
la Sagrada Escritura)

5.- SILENCIO Y REFLEXION. (Oración personal)

6.- CONFRONTAR NUESTRA REALIDAD PERSONAL CON
LO QUE NOS PIDE EL SEÑOR.

7.- ORACION COMUNITARIA. (Oración realizada espontá-
neamente por los integrantes del grupo)

8.- RESUMEN.
9.- CANTO.
10.- TRABAJO PERSONAL.(Lectura y aplicación de la Pala-
bra para cada dia de la semana)
11.- MEMORIZA (Frase de la Escritura para aprender de me-
moria)
12.- REPITE FRECUENTEMENTE (Frase de la Escritura que
nos ayude a recordar el tema)

3. "CUALIDADES Y FUNCIONES DEL MONITOR”

Todo grupo está presidido por un MONITOR. El monitor
acompaña al grupo a lo largo de todos los pasos del méto-
do.Es un acompañante, un testigo de Cristo, no un maestro.
Busca con sus acompañados al Señor y por eso no suple en
ningún momento al acompañado.

Necesita “estar lleno de los mismos sentimientos que
Cristo Jesús” (Fil 2,5):

—Lleno de la Caridad Pastoral de Cristo (amor que ayuda a
que el hombre lo encuentre libremente) y de celo apostó-
fico (amor ardiente que no para hasta Que el acompañado
encuentre a Cristo).

Cpe de descubrir y realizar la voluntad de Dios en su
vida y en su grupo.

—Capaz de iluminar con el Evangelio los vacíos, valores y
antivalores, las disposiciones de los acompañados y del
grupo.

—Capaz de dar vida con sus aportes.

—Capaz de ayudar a relacionarse con Cristo mediante su
oración por cada uno de sus acompañados. La oración
por ellos puede más que sus reflexiones.

4. CARACTERISTICAS DEL MONITOR

= Jesús “siendo de condición divina, no retuvo ávidamente
el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, to-
mando condición de siervo haciéndose semejante a los
hombres y apareciendo en su porte como hombre, y se hu-

milló a sf mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de
cruz” (Flp 2, 68).

= El despojo de sí mismo. No enseña lo que sabe, sino que
acompaña a otros a que aprendan del Señor lo que El les
enseñ

a El servicio a los otros, la atención a sus necesidades, a sus
temores, a sus debilidades y traumas.

= Promotor de la persona humana que ayuda a desarrollar la
conciencia, la responsabilidad, la libertad y la creatividad
en su respuesta y encuentro con Jesús.

» Es un servidor de la unidad: Con un fuerte sentido de Igle-

= sia que, como cuerpo vivo, exige la unidad. No hay vida
donde no hay unidad y lo que estando vivo se divide muere.

x Ayuda a sus acompañados a liberarse de los condiciona-
mientos que puedan desviarlos, hacerlos inactivos, egois-
tas, tímidos, etc. para ponerse al servicio de los demás.
Para ello busca, y ayuda a discernir los valores existentes
en cada uno de sus acompañados y los estimula para su
desarrollo.

r es, por tanto, un verdadero agente de evangeli-

5. ALGUNAS RECOMENDACIONES PRÁCTICAS

Atender a cada uno de los asistentes personalmente.
Nunca dejarlo a solo su suerte, sino cuidarlo para que llegue
a formar una comunidad con los demás asistentes.

Hacer inscripción de cada uno, siempre tomar lista de
asistencia y nunca dejar de informarse por qué no asistió al-
guien y de invitarlo a la siguiente reunión.

No pasar a otra lección mientras no esté asimilada y vivi-
da una lección, en cada uno de sus puntos.

No pasar a otra lección si no se ha cumplido la tarea de
la anterior y no se han revisado los efectos de haber vivido
esa tarea o los obstáculos o dificultades posibles para cum-
plirla.

Siempre leer en la Biblia las citas que se den. Pero, prefe-
rentemente, leer también los lugares paralelos (citados en las
notas) y las citas que traigan las mismas notas. Este ejercicio
nos enseña a usar la Biblia y a damos cuenta de cómo usán-
dola así es como aprendemos lo que la palabra de Dios nos
dice acerca de cada uno de los temas.

10

EL AMOR DE DIOS
A CADA SER HUMANO

OBJETIVO: Valoraremos y apreciaremos las muestras
de amor que hemos recibido de Dios, y
abriremos nuestros corazones para agrade-
cer y tener confianza en el amor de Dios
que es personal y gratuito, incondicional,
fiel e infinito.

1.- ORACIÓN PARA INICIAR EL CURSO

SEÑOR DE LA MISERICORDIA
QUE HICISTE EL UNIVERSO CON TU PALABRA
Y CON TU SABIDURÍA FORMASTE AL HOMBRE
PARA QUE DOMINASE SOBRE LOS SERES POR TÍ
[CREADOS,
ADMINISTRASE EL MUNDO CON SANTIDAD Y JUSTICIA
Y JUZGASE CON RECTITUD DE ESPÍRITU,
DAME LA SABIDURÍA QUE SE ASIENTA JÚNTO A TU
, [TRONO,
Y NO ME EXCLUYAS DEL NÚMERO DE TUS HIJOS.
QUE SOY UN SIERVO TUYO, HIJO DE TU SIERVA,
UN HOMBRE DÉBIL Y DE VIDA EFÍMERA
POCO APTO PARA ENTENDER LA JUSTICIA Y LAS LEYES.
PUES, AUNQUE UNO SEA PERFECTO ENTRE LOS HIJOS
s [DE LOS HOMBRES,
SI LE FALTA LA SABIDURÍA QUE DE Ti PROCEDE,
EN NADA SERÁ TENIDO,
(Sb 9,1-6)

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA
HABLAREMOS VOLUNTARIA-

MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

Piensa en algún hecho, alegre o triste, en el que hayas
experimentado el amor que Dios te tiene; coméntalo al gru-
po.

¿Se manifiesta el amor de Dios en toda tu vida? Sí - No,
¿Cómo?

¿Reconoces, en toda tu vida, a Dios como Padre bueno y

Providente que espera que confies en El? Sí- No, ¿Por qué?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA.
LECTURA PARTICIPADA Y CO-

ALTA UNO DE LOS PÁRRAFOS.
Y AL FINAL HAREMOS CO-
METARIOS

L- Dios quiere tener una relación estrecha
con cada uno de nosotros y darnos una felicidad
superabundante

A Hay que dejar las ideas falsas acerca
del Catolicismo

—La religión católica no consiste sólo en mandamientos y
preceptos que tenemos que cumplir para ser buenos,

— Tampoco consiste sólo en ir a Misa y hacer algunas prác-
ticas piadosas, como recibir la ceniza, celebrar la Navi-
dad y el Viemes Santo.

— Tampoco es una religión que se reduzca a sólo amar al
prójimo.

— Tener fe no consiste sólo en pensar que Dios existe, aun-
Que no se tenga verdadera relación con Él o no se haya te-
nido experiencia de su acción en nosotros.

B La verdad es que Dios nos ama

— “EI hombre es la única creatura a la que Dios ama por sf
misma”. (Conc Vat.ll). T has venido a la existencia por-
que Dios ha querido que participaras de lo que Él es,
«Hechura suya somos» (Ef.2,10). «Con amor etemo te he

amado» (Jt.31,3). «Antes de haberte formado yo en el
seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía
consagrado: yo profeta de las naciones te constituí»
(er.1,5) Dios te creó para hacerte participar de la felicidad
que es Él.

—Dios no ama como aman los hombres: nosotros amamos
si los otros son buenos con nosotros. Dios te ama no por-
que seas bueno, sino porque Él es amor (Is. 43,1-5). Tus
pecados no impiden que Él te ame. (Is. 49, 15). Nunca de-
jarä de amarte (Is.54,10).

—El amor consiste en darse a sí mismo para que la persona
amada logre su verdadero bien. Amar no es consentir, ni
‘apapachar’, ni pasar por alto sus fallas. Se ama a una per-
sona cuando se le ayuda a que vaya siendo todo lo que
está llamada a ser. Quien no deja a otros desarrollarse, o
no favorece o estorba su desarrollo no ama. El mundo y el
demonio, con sus engaños, no nos dejan desarrollarnos ni
llegar a plenitud. Sólo Dios nos hace desarrollamos plena-
mente.

—Él quiere tener con cada uno de nosotros una relación
personal profunda. Dios no debe ser para nosotros algo
lejano, o algo imaginario. Él es un ser personal que enta-
bla relaciones personales reales y más profundas que cual-
quier ser humano: Él está en lo más profundo de nuestro ser
y nos habla a la conciencia, que es lo más profundo de
nuestro ser, ‘el lugar de Dios’ en cada uno de nosotros.

—Él quiere darnos una vida nueva, mejor que la que actual-
mente vivimos (Jn 3,16-17). Nuestra vida actual no es la
vida plenamente humana. La vida humana auténtica sólo
la podemos vivir con Él, llenos de Él.

—Para damos esa vida ha enviado a su Hijo a esta tierra
(Cfr. 1Cor 2,7-16; Ef 3,9-12). Al hacerse hombre se unió a
la humanidad entera, y, en cierto sentido, se unió a cada
uno de nosotros. Unidos a Él empezamos a vivir una vida
nueva; no la vida de gente solitaria y aislada en el mundo,
sino la vida de unión a Jesús, el Hombre que es plena-
'mente hombre. Dios ha puesto todo lo necesario para que
tengas esa vida nueva, sólo espera que tú también lo quie-
ras y le digas: ‘sf, Padre, quiero esa vida nueva’.

13

C Experimentamos la vida nueva como resultado
del auténtico Catolicismo

La vida nueva consiste en varias cosas entre las cuales es-
tán las siguientes:

—Tener la experiencia de Dios, de hacer alianza con Él y
de ser capaz de vivir, con Jesús, la vida misma de Dios:
eso es el cristianismo.

—Gozar de la verdadera libertad que se realiza haciendo
siempre el bien sin forzamos para hacerlo. La gran mayo.
ría de los hombres no sabe lo que es la libertad; muchos
cristianos tampoco la conocen bien.

—Vivir la paz y el gozo; son dos aspiraciones fundamenta-
les del ser humano; pero si no las logra, fácilmente se des.
vía por el camino de las alegrías exteriores que dejan
vacío el interior del hombre y no le proporcionan el gozo
verdadero.

—Tener mejores relaciones con los demás en plena salud
interior; resolver los problemas relacionales a la luz. de lo
Que Dios quiere y no con los convencionalismos falsos,
que aparentan la solución, pero que dejan que el proble:
ma subsista por debajo de las apariencias.

—Experimentar la vida en comunión, cosa que el mundo
desconoce.

IL Dios quiere para tí la vida nueva y una mejor
relación con

1.- Si has sido un “católico ordinario”, que a veces vas a
Misa, que crees en Dios, que a veces te confiesas y co.
mulgas, que no conoces mucho tu religión; este curso
será para tí fuente de una nueva experiencia que siem.
pre has querido tener pero que no has logrado gozar.

2.- Si eres un “católico a tu manera”, que vas a la iglesia
‘cuando te nace’, que le hablas a Dios de vez en cuan.
do, o cuando sientes necesidad, que llevas una vida me.
dio desordenada, pero tienes cuidado de no causar
mucho mal a los demás, o procuras no meterte en mu-

14

chos problemas; ten por seguro que Dios te está llaman-
do a algo más serio. Él quiere que descubras el fondo de
lo que es ser católico y que te des cuenta de que es la
manera de llegar a ser hombre pleno.

3.- Si has sido un “buen católico”, cumplido siempre, o ‘casi
siempre”, si haces tus oraciones, te confiesas y comulgas,
‘no haces mal a nadie”, cuidas a tu familia y te preocu-
pas de que conozcan la doctrina y reciban los Sacra-
mentos; Dios quiere darte la experiencia más profunda
de la vida en Cristo.

4.- Si te consideras entre ‘los mejores católicos” con buena
conducta y bastantes conocimientos, si has hecho aposto-
lado durante tod tu vida y has ayudado a otros a encontrar
a Cristo; ten por seguro que a Dios no lo agotarás nunca
y que ahora quiere darte algo nuevo, darte un mayor co-
nocimiento de El, un trato más hondo con El y te llama a
una nueva intimidad con El.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

Salmo 103 (102).

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS — SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINU-
‘TOS PARA ACOGER EN NUES-
TRO INTERIOR LA PALABRA
DE DIOS.

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR

CONTESTAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS:

15

1.- ¿Descubrimos en nuestra vida el amor que Dios nos tie-
ne? Sf - No, ¿Por qué?

2.- ¿Descubrimos cómo Dios ama a los demás integrantes
del grupo? ¿Cómo?

3.- ¿Cuáles versículos del Salmo te llegron más adentro?
¿Por qué?

4.- ¿Qué te dice el Señor sobre su amor?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACION COMUNITARIA
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE ES
AMOR QUE JAMAS DEJA DE
AMARNOS.

8.- RESUMEN

El rostro de Dios que Cristo Jesús y la Iglesia nos mues-
tran es el de un Padre lleno de amor y de perdón para cada
uno de los seres humanos, a quienes creó por amor y para el
amor. El hombre creado por Dios encuentra la felicidad yel
sentido de su vida en la libertad, en la santidad de vida yen
el amor. Destinado por Dios para vivir en relación con Él
como hijo y con los demás hombres como hermano, el
hombre es hecho partícipe del amor sin límites de Dios el
cual ha de compartir con todos los seres humanos.

9.- CANTO

10.- LEE, MEDITA Y ACTÓA

Dios te llama: «Me buscaréis y me encontraréis cuando
me solicitéis de todo corazón; me dejaré encontrar de voso.
tros» (jr 29,13). Ora cada dia, busca al Señor.

Día1 Jn 10,10; Rm.5,5 Déjate amar por Él.
Sal 103

“Dios es Amor”.
Día2 Lc 11,27-28 Escucha la Palabra de Dios.
Ef 1,3-10 “El Plan amoroso de Dios”.

16

Dia3

Dia4

Día 5

Día 6

Día7

Jn 6
EF 3,14-20

Le 15,20-24
Mt 6,25-34

Rm 15,1-2

Jn 13,1-35

Ap 3,19; Ga.6,1

Le 15, 11

Lc 1,39-45
Jn 19,25

11.- MEMORIZA

“Como la ternura de un padre para con sus hijos, así de
tierno es el Señor para los que le temen” (Sal 103 (104),13).
12.- REPITE FRECUENTEMENTE:

“Dad gracias a Dios porque es bueno,
Porque es eterno su amor” (Sal 106 {105}, 1).

Vive la vida de Dios que Él ha
puesto en tf.
La Grandeza del amor de Cristo.

Recibe el perdón de Dios y de los
demás.
La Divina Providencia.

Recibe la ayuda de Dios y de los
lemäs.

EI Sentido de la Vida.

Acepta la correción de Dios y de
tus hermanos.

El Hijo Pródigo.

Déjate amar y servir por María,
La herencia de Cristo en la Cruz.

17

2. LA REALIDAD
DEL PECADO

OBJETIVO: Reconoceremos que somos pecadores y
veremos la importancia de hacer la deci-
sión radical de renunciar al pecado,

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1.- El ser humano obra a veces mal, ¿Por qué no obra siem-
pre el bien?

2.- ¿El mal que hacemos nos perjudica sólo a nosotros?

3.- ¿Cuáles situaciones de maldad o pecado ves en la reali-
dad social que te rodea?

4.- ¡Cuáles son las consecuencias de ese pecado?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERÁ EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y AL Fl-
NAL HAREMOS COMENTA-
RIOS.

I, El mundo está sumido en la maldad

Dios hizo bueno el mundo. Al hombre lo creó en “la rec-
titud del amor divino’, que es el estado de justicia: lo hizo
bueno, lo hizo dependiente de El, con la dependencia que,
en su intimidad tiene la persona que ama hacia la persona
amada, Quiere que el hombre sea así.

Sin embargo, el mundo está lleno de maldad y todos su-
frimos por eso, San Juan nos dice:“el mundo entero yace en
el poder del Maligno” (1)n.5,19). La situación del mundo,
aunque cambia constantemente, siempre manifiesta el mal y
la perversión, el desorden y la destrucción. En la vida indivi-
dual de cada persona, nuestras aspiraciones al bien se encuentran
siempre ensombrecidas y, frecuentemente destruídas por
nuestra inclinación al mal.

IL. Esta situación sólo se entiende admitiendo la
realidad del pecado

«La inmensa miseria que oprime a los hombres y su incli-
nación al mal y a la muerte no son comprensibles sin su co-
nexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos ha
transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y
que es ‘muerte del alma’» (CIC 403).

A El pecado

«El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la con-
ciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y
para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos
bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la so-
lidaridad humana. Ha sido definido como «una palabra, un
acto o un deseo contrarios a la ley etema» (San Agustín). «El
pecado es una ofensa a Dios; “Contra tí, contra tí solo he
pecado, lo malo a tus ojos cometf” ($al.51.6). El pecado se
levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él
nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobe-
diencia, una rebelión contra Dios por el deseo de hacerse
“como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien
y el mal (Gn.3,5). El pecado es asf “amor a sf hasta el des-

20

precio de Dios” (San Agustín). Por esta exaltación orgullosa
de sí, el pecado es diametralmente opuesto a la obediencia
de Jesús que realiza la salvación (Cfr.Flp.2,6-9)» (CIC 1849
y 1850).

B El «pecado original»

Fue cometido por Adán y Eva y es el estado en que nace
el hombre. Es la muerte que satanás busca dar a todos los
humanos conduciendo al hombre a querer otra cosa distinta
delo que Dios había planeado; induce al hombre a pretender
ser “como Dios' pero sin Dios. Este pecado destruyó el orden
del mundo; nos fue transmitido de manera misteriosa a to-
dos los hombres. Todos nacemos con el pecado de origen.
Al ser bautizados nos es quitado; pero nos quedan las con-
secuencias: la ignoracia, la inclinación al pecado o concu-
piscencia, la debilidad y lá muerte.

C El pecado personal

El pecado personal, el que cada persona comete, es
igualmente rebeldía, independencia ante Dios, rechazo de
su voluntad, es el «no» a Dios y a lo que Él ha querido y pla-
neado para el hombre. El pecado no es una falla, un error,
un defecto: estas cosas no rompen la armonía del mundo

orque no son voluntarias ni imputables; el pecado, en cam-
io, sí lo es. Nosotros contribuímos eficazmente al mal del
mundo con nuestros propios pecados personales.

Satanás impulsa el pecado apoyado en nuestra concupis-
cencia y en nuestra debilidad. El "mentiroso y homicida des-
de el principio’ (n.8,44), actuó por envidia y con engaño
para causar al hombre su desgracia y su muerte; y esto lo si-
gue haciendo; intenta asociar al hombre a su propia rebelión
contra Dios. No debemos ignorar la realidad del maligno y
de su obra.«Por el pecado de los primeros padres, el diablo
adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste
permanezca libre. El pecado original entraña ‘la servidumbre
bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es de-
cir, del diablo’ (Conc. de Trento)» (CIC 407).

21

D El pecado social

«Las consecuencias del pecado original y de todos los

pecados personales de los hombres confieren al mundo en
su conjunto una condición pecadora, que puede ser desig-
nada con la expresión de San Juan: «el pecado del mundo»
Un.1,29). Mediante esta expresión se significa también la in-
fluencia negativa que ejercen sobre las personas las situacio-
nes comunitarias y las estructuras sociales que son fruto de
los pecados de los hombres» (CIC 409).
E «Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, in-
clinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la
educación, de la política, de la acción social y de las cos-
tumbres» (CIC 407),

HI. Admitir que soy pecador es el principio
de la salud

«Si decimos: 'no tenemos pecado” nos engañamos y la
verdad no está en nosotros» (1Jn. 1, 8). Un gran número de
católicos dicen que no cometen “pecados grandes”, sino
sólo ‘pecaditos’ y no están muy dispuestos a aceptar que son
pecadores. Creen que somos pecadores sólo cuando come-
temos pecados; la realidad, en cambio, es la contraria: po-
demos cometer y de hecho cometemos pecados porque
somos pecadores.

Decir: “no soy pecador” o “no soy tan pecador” es como
creer: «no soy como los demás hombres»; y eso es fariseís-
mo. De nuestro corazón puede salir lo peor, y si no ha sali-
do aún es porque Dios nos ha librado de ello; pero no por
eso somos mejores.

Si no admites que eres pecador no por eso eres mejor; en
cambio el admitir tu pecado te pone frente a la misericordia
de Dios que te salva. Dios sólo se deja encontrar por los pe-
cadores; envió a su Hijo para salvarlos; pero no puede hacer
nada por los que se creen justos. Ellos, sin decirlo, ‘no nece-
sitan al Salvador’, consideran que se salvan solos; en cambio
los santos se reconocen los más grandes pecadores.

2

; IV. La vida del hombre se nos presenta
como una lu

El hombre tiene que luchar por alcanzar su verdadera fe-
licidad, que es Dios mismo, aunque Él se nos da por pura
gracia; la felicidad no es un simple regalo del que el hombre
pueda gozar sin esfuerzo. El pecado y su acicate, la concu-
piscencia, siempre lo acecharán para esclavizarlo y quitarle
la verdadera felicidad. El pecado y la concupiscencia no
pueden ser destruídos por el hombre: son superiores a él.

San Pablo dice: «Bien sé yo que nada bueno habita en
mí, es decir, en mi came (el hombre al natural, sin Dios); en
efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el re-
alizrlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que
obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no
soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí»
(Rm.7,18-20).

El hombre no ha perdido la libertad frente al pecado;
aunque por sf solo no pueda contra él, es libre para recha-
zarlo. Para vencerlo necesita el auxilio de Dios. «No lo
abandonaste al poder de la muerte», dice la Liturgia de la
Eucaristía.

«A través de toda la historia del hombre se extiende una
dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada
ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día se-
gún dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe
combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin
grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz
de lograr la unidad en sf mismo (G.5.37,2)» (CIC 409).

Jesús vivió esa lucha, fue tentado; nos dió ejemplo, di-
ciendo siempre «no» al pecado y «sí» a Dios, su Padre.
Cada tentación es una ocasión de acercamiento a Dios.

V. Renuncia al Pecado
Tienes la libertad para renunciar al pecado. No somos es-
clavos del pecado, tu libertad no está sujeta al pecado. «Para

ser libres nos libertó Cristo. Mantenéos, pues, firmes y no os
dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de. la esclavitud»

23

(Ga.5,1). Dios te pide tu rechazo al pecado. Con tu decisión
y con tu cofianza en Él, su poder te libera del pecado.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

1 Jn 3,8.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS — SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINUTOS
PARA ACOGER EN NUESTRO IN-
‘TERIOR LA PALABRA DE DIOS.

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR
CONTESTAREMOS VOLUNTA-

RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS:

1.- ¿En qué formas se manifiesta el pecado en el mundo?

2.- ¿Qué consecuencias ves que tenga el pecado personal
para quien lo comete ?

3.- ¿Qué consecuencias tiene el pecado para los demás y
para la sociedad?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE NO NOS
HA DEJADO EN LA MUERTE
DEL PECADO.

24

8.- RESUMEN

La realidad del pecado se extiende a todos los ámbitos
de la vida humana, personal y social. El hombre desde el
principio de la historia se encuentra enfermo con una enfer-
medad crónica y mortal, que adquirió en un acto libre al
negarse a responder al Plan de Dios, y cayó en una situación
de desgracia, de condenación, no querida por su Creador.
Buscando salvarse a sí mismo, termina experimentando el
vacío de Dios que produce frustración, división e incapacidad
de responder al sentido de la existencia con libertad y res-
ponsabilidad.

a

9.- CANTO

10.- LEE, MEDITA Y ACTÓA

Con tu pecado has ofendido a Dios, no sólo has cometi-
do un “error” o “has fallado”. Pide sincera y confiadamente
perdón por tus pecados, Acércate al Sacramento de la recon-
ciliación y confiésate.

Descubre diariamente en el periódico los pecados que
dañan a la comunidad,

Dia1 Lc15,11-31 Parábola del padre amoroso y del
hijo pródigo.
Lc 19,1-10 La salvación de Zaqueo.
Día2 Gn 3,1-19 El primer pecado.
Tn 1,6-10 Caminar en la luz.
Día3 Rm 7,14-25 La lucha interior del hombre.
Rm 6,20-23 Los frutos del pecado y los de la
justicia
Dia4 Rm 3,23-31 Cómo nos llega el perdón del
pecado.
Jn 8,31-47 El pecado siempre es falsedad.
Día 5 Lc 23,33-43 Jesús perdona al buen ladrón.
Lc 18,9-14 El fasiseo y el publicano.

Día 6 Sal 50

1 Jn 3,3-10
Dia7 Le 1,26-39

Ef1,3-10
11.- MEMORIZA:

Pon tu pecado ante Dios.
La Misericordia de Dios.

María llena de gracia, limpia de

pecado.
Dios nos eligió para ser santos e
inmaculados.

“Así fueran vuestros pecados como la grana,
cual nieve blanquearán.
Y así fueran rojos como el carmesí,
cual la lana quedarán” (Is 1,18).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:
“Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rm

5,20).

26

3. LA SALVACION ESTA
EN JESUS

OBJETIVO: Descubriremos la necesidad y el valor vi-
tal que tiene nuestra Fe
* en Jesucristo,
* en el poder sanador de sus llagas
* y en su Resurrección que nos libra de
todo pecado.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL
EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1.- La gente que cree en Jesús ¿para qué acude ordinaria-
mente a Él?

2.- ¿Siente la gente que el pecado los hace esclavos y quiere
liberarse de él?

3.- Cuando piensas en la salvación que Jesús nos da, ¿qué
te imaginas?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERA EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y AL FINAL
HAREMOS COMENTARIOS.

27

I. El hombre siempre ha querido librarse del mal

En esa búsqueda el hombre ha inventado y experimenta-
do muchos caminos para lograrlo; pero todos han sido inefi-
caces y muchos de ellos son tan perversos, que lejos de salvarlo
del mal, lo han hundido en él.

A. Por la adivinación el hombre ha querido tener poder para
dominar las fuerzas naturales, la historia y los mismos hom-
bres, pensando que con ello puede liberarse del mal. Por
eso acude a la adivinación, a los horóscopos, la astrología,
la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes,
los fenómenos de visión, el recurso a “mediums”.

B. La magia. Hay muchas personas que se dedican a ‘expul-
sar el mal de los hombres’, mediante ‘limpias’ y otras ‘artes
mágicas”. Con esto quieren poner a su servicio "fuerzas ocul-
tas’ y tener poder sobrenatural sobre el prójimo. Ninguna de
ellas da la verdadera salvación que necesita el hombre. Más
aún, algunas sumen al hombre en una esclavitud peor, por-
que causan verdaderos maleficios y esclavitudes al demo-
nio.

C. Con frecuencia el hombre pretende encontrar en la cien-
cia y en la falsa ciencia la respuesta plena a sus males y pre-
tende liberarse de ellos con los nuevos descubrimientos.
Han puesto especial interés en algunas ciencias del hombre:
la psicología, la parapsicología, la psiquiatría. Otros confían
más en la sociología. Pero quienes piensan encontrar en las
ciencias la salvación plena del hombre hacen un mal servi-
cio a la verdadera ciencia. Esta tiene su campo de estudio
dentro del mundo natural y si se saliera de él dejaría de ser
ciencia. Algunos han inventado engaños que no son ciencia
y pretenden dar al hombre la salvación: la malamente llama-
da metafísica, la dianética, el control mental, etc. Da tristeza
encontrar personas que, si por su instrucción deberían tener
mejores criterios, sin embargo dan fe a esas falsedades.

D. Las ideologías sociales o políticas. Han creído algunos
que el cambio de política o una nueva forma de organizar la
vida social serfan el establecimiento de una nueva humani-
dad. Han pensado también que la humanidad dejaría de pa-

28

decer el mal con una mejor repartición de la riqueza. Pero,
aunque esos cambios siempre serán necesarios para vivir
mejor, nunca podrán dar la verdadera salvación del hombre.
E. Con estas iniciativas el hombre quiere, de alguna manera,
suplantar a Dios y hacer la salvación sin Dios. En el fondo es
el mismo viejo pecado, de indepedencia ante Dios, que ad-
quiere una nueva forma: “yo me salvo del mal que me
ice”.

F La peor forma de falsa salvación, que incluso tiene apa-
riencia de verdad, es la de negarse a aceptar el don gratui-
to de Dios y querer “hacer algo por la propia salvación”:
estamos muy acostumbrados a ver que ‘todo cuesta”, que
‘nada es gratis’. «El hombre esconde en su corazón una atá-
vica tendencia, que es la de "pagar a Dios un rescate'. Pero
«nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate» (Sal 49,8).
Querer pagar a Dios su rescate, mediante los propios méritos
es otra forma de la eterna tentación de independizarse y ser
autónomo ante Dios. Aún más, no sólo autónomo, sino in-
cluso acreedor de Dios, pues «a uno que hace su trabajo, el
salario no le vale como gratificación, sino como algo debi-
do» (Rm 4,4). Ahora bien, «¿Quién le ha prestado (a Dios)
para que Él le devuelva?» (Rm 11,35) (R.Cantalamesa. La
vida en el Señorío de Cristo, p. 64).

IL. Jesús es la salvación del hombre:
nos salvamos uniéndonos a Jesús

A. «No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres
por el que nosotros debamos salvamos» (Hch 4,12).

El Padre ha enviado a Jesucristo sólo por amor a los hom-
bres, El nos revela, nos descubre, con sus palabras y sus ac-
ciones quién y cómo es el Padre y cuál es Su voluntad. «El
tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; con-
vertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15). El Reino
de Dios es la salvación, es la justificación del hombre, que
la iniciativa de Dios quiere regalar al hombre. «El Hijo del
Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido»
(Lc 19,10). «El Hijo de Dios se manifestó pará deshacer las
obras del diablo» (1jn 3, 8). «Jesús iba a morir por la na-

29

ción, y no sólo por la nación, sino también para reunir en
uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11, 52).

B. Muriendo Jesús dió muerte al poder del pecado; resucitó
y con su poder destruyó nuestra muerte. En adelante sólo
quedan como esclavos del pecado y de la muerte quienes li-
bremente se ponen bajo su yugo; pero todos los que quieren
ser liberados lo logran creyendo en Jesús y en su poder.

C. Al resucitar a la vida nueva, Jesús destruyó para siempre
el poder que sobre el hombre tenían la muerte y el pecado.
El poder de la Resurrección de Jesús supera cualquier poder
humano y diabólico. El Señor-de-la-Muerte ha quedado ven-
cido; no puede nada en contra del hombre. El pecado y el
diablo sólo tienen poder sobre el hombre que elige pertenecer-
le a ellos, Nuestra unión a Cristo es unión a Cristo resucitado:
«Fuimos con él sepultados por el bautismo en la muerte, a
fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los
muertos por medio de la gloria del Padre, así también noso-
tros vivamos una vida nueva» (Rm 6,4). E

IIL. Es necesario que el hombre, para salvarse,
acepte a Jesús

A. «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado»
Un 6,29). La salvación se hace creyendo en el poder de Je-
sús: es lo único que nos salva y nada nos cuesta. San Bernar-
do dice: «Por mi parte lo que no puedo obtener por mí
mismo, me lo apropio (¡robo!) con confianza del costado
traspasado del Señor, porque está lleno de misericordia. Si las
misericordias del Señor son muchas (Sal 119,156), también yo
tendré méritos en abundancia. ¿Qué hay, entonces, de mi jus-
ticia?. ¡Oh, Señor!, recordaré sólo tu justicia. Pues esa es tam-
bién la mía, siendo tú para mí la justicia de parte de Dios».

B. Jesús mismo es nuestra salvacién:«...Cristo Jesús, al cual
hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia,
santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritu-
ra: El que se glorle, gloríese en el Señor» (1Cor 1,30). Así
como el pecado fue la independencia de Dios, así la salva-
ción tiene que ser la relación de aceptación y dependencia
frente a Jesús.

30

C. ¡Sé audaz!. Ponte totalmente en las manos de Jesús, entré-
gale todos tus pecados y toda tu pecaminosidad; deja que
Dios te libere de tus pecados y te dé su justicia; «Tú me cu-
rarás, me darás la vida. Entonces mi amargura se trocará en
bienestar, pues tú preservaste mi alma de la fosa de la nada,
“porque te echaste a la espalda todos mis pecados» (Is 38,16-
17). El lugar apropiado para nuestros pecados es Jesús, no
nuestra pequeña y débil conciencia. «Por medio de la fe no-
sotros enaltecemos la lucha de Cristo, admiramos su victo-
ría, honramos su trofeo que es la cruz, y a él, valeroso,
mostramos amor vehemente e inefable; hacemos nuestras
aquellas heridas y aquella muerte» (S. Juan Crisóstomo).

JV. La práctica de la fe en Cristo libera del pecado

A. La salvación que Cristo nos da es para ser vivida en un
continuo “hoy”: «Dice él: En el tiempo favorable te escuché
y en el día de salvación te ayudé. Mirad ahora el momento
favorable; mirad ahora el día de salvación» (2Cor 6,2), La fe
es para ejercitarse durante esta vida; después no hay tiempo
para la fe. Nuestra fe es necesaria para la salvación.
B. La vida del cristiano es una vida de fe. En el Evangelio «se
revela la justicia de Dios, (la salvación) de fe en fe, como
dice la Escritura: El justo vivirá por la fe» (Rm 1,17). Cada
momento de la vida es un momento propicio para la salva-
ción en el que hay que ejercitar la fe. Cada momento se nos
da para-dar-uñ paso en la fe. De fe en fe, de acto de fe en
acto de fe, se hace la vida del que está siendo salvado, hasta
llegar al finatdesu vida a la salvación plena.

C. La práctica de la fe se hace dando pasos en la fe. Dar un

paso en la fe significa:

1.- Estar en una circunstancia concreta y en ella buscar la
salvación que Dios quiere hacer. (Toda circunstancia es
buena ocasión para ejercitar la fe. En toda circunstancia
necesitamos la salvación de Dios).

2.- Reconocer que uno no es capaz de hacer la salvación
necesaria para esa circunstancia. (En cualquier circuns-
tancia somos incapaces de hacer la salvación por nues-
tras propias fuerzas).

31

3.- Pedir en esa circunstancia, con la confianza más grande
que podamos, la salvación que Dios quiere dar gratyita-
mente.

4.- Aceptar agradecidos esa salvación que Dios da, aunque
no se vea ni se sienta. Dios siempre escucha nuestra ora-
ción y nos da la salvación que Él ansía darnos.

5.- Poner en acto la salvación que Dios nos ha dado. La gra-
cia que Dios nos da debe ponerse a obrar para que la
salvación se manifieste en nuestra vida.

6.- Conocer a Dios en esa salvación y alabarlo por su don. A
Dios lo conocemos cuando experimentamos la salva-
ción misericordiosa que nos concede lleno de amor.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

Mc 4,3541 y Lc 4,18-19.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS SILENCIO DU-
RANTE ALGUNOS MINUTOS
PARA ACOGER EN NUESTRO
INTERIOR LA PALABRA DE
DIOS.

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR
CONESTAREMOS | VOLUNTA-
RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS:
1.- ¿A qué nos exponemos cuando vivimos sin recurrir a Je-
súst

2.- ¿En qué ocasiones y con qué frecuencia buscas la salva-
ción de Jesús?

32

3. ¿Qué te dice la Palabra de Dios que acabamos de leer?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE NOS HA
RESCATADO DEL PECADO.

8.- RESUMEN

Jesús, el enviado del Padre, nos descubre el rostro miseri-
cordioso de Dios. El es la expresión de su amor a los hom-
bres; vino a llenar los vacíos del corazón humano con la
Salvación de Dios y al mismo tiempo a poner fin al reinado
del pecado. .

Jesús salva a todos los hombres por su muerte de cruz y
destruye el poder de la muerte por su resurrección. La Salvación
es un don de Dios, Jesús pagó el precio por nuestra Redención
con su propia Sangre. Pero al hombre le corresponde acep-
tar y apropiarse del don de Dios mediante la acogida perso-
nal de Jesús por la fe.

9.- CANTO
10.- LEE, MEDITA Y ACTOA
Diat Lc19,1-3 Ten el deseo de conocer a Jesús.
Mt 1,21-23 La misión de Jesús.
Día2 Lc4,18-19 Acepta la liberación que Jesús te
rece,
Mc 1,40-45 La curación de un leproso.
Día 3 Mc 4,35-41 Pon tu confianza en Jesús, no
quedarás defraudado.
Jn 6,39-40 La voluntad de Dios.
Dia 4 Jn14, 6 Escucha lo que te dice Jesús.
f 2,4-8 La Salvación que da Jesús.

Dia5 Jn 15,1-7
Jn 6,54-57

Día 6 Col 2,12-15

Hb 9,14
Día7 Jn19,25-27

Lc 2, 33-35
11.- MEMORIZA:

Únete a Jesús, es una exigencia.
Cómo adquirir la vida eterna.

Aprópiate de lo que Jesús ha
hecho por tí.
El valor de la Redención en Cristo.

Únete a María junto a la cruz de
Jesús,
El sufrimiento de la Madre.

“He venido para que tengan vida y la tengan en abun-

dancia” (Jn 10,10).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:
“Sé en quien tengo puesta mi fe” (2Tim 1, 12).

4. LA CONVERSION

OBJETIVO: Obtendremos una noción de la Conver-
la viviremos, confesando nuestros
cados ante un Sacerdote y recibiendo

de él el perdón sacramental

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1.- ¿Qué hace la gente para librarse del pecado?

2.. ¿Conoces a alguien que haya mejorado completamente
su vida?

3.- ¿El ser humano es capaz de cambiar y superarse? Si - No,
¿Cómo?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERÁ EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y AL F-
NAL HAREMOS COMENTA-
RIOS.

35

1. Varias reacciones ante la realidad del pecado
en nuestras vidas

Hay muchas reacciones equivocadas frente al propio pe-
cado, casi todas ellas proceden de una buena intención,
pero no son como Dios las quiere y pide.

—Las excusas y el descargar la culpa en otros. Esta es la re-
acción de quienes quisieran presentarse ante Dios siem-
pre ‘con la frente alta’, con la conciencia limpia y
tranquila; pero como su realidad es otra, manejan excusas
ante Dios, culpan a otros. Es la reacción de nuestros pri-
meros padres.

—La reprobación de sí mismo y los sentimientos de culpa.
El que ha pecado siente disgusto de no haber llegado a lo
que debía llegar; se detesta a sí mismo por no ser confor-
me al deber que tenía que cumplir o al modelo que se ha-
bía propuesto. Admira a los que cumplen y alcanzan lo
que se han propuesto y hacen todo lo que Dios les pide.
En el fondo piensa: “ellos sí están cerca de Dios, ellos sí
son queridos por Dios”. Siente miedo ante Dios, pide per-
dón angustiado y propone hacer más esfuerzos para llegar
a la normalidad de los que ‘son gratos a Dios’.

—El confiar totalmente en sus propias fuerzas. Esta reac-
ción es la de la gente que dice: pequé, pido perdón y no
volveré a pecar. Pero ésta no es la solución que Dios
quiere: no estar cometiendo pecados, no siempre significa
estar bien ante Dios; puede haber un grave alejamiento de
Dios detrás de la seguridad que da el no tener pecado. El
alejamiento de esas personas consiste en tener puesta la
confianza en la propia conducta y no en la misericordia
de Dios.

—El tener una falsa o mal entendida confianza en Dios. Esta
es la reacción de los que consideran que los pecados no
tienen tanta importancia, que Dios no se fija, o que en úl-
timo caso El es tan bueno y quiere tanto a sus hijos, que
todo lo perdona; y hasta ponen el ejemplo del hijo pródi-
go. Pero en esta interpretación hay una gran falsedad: La
parábola nos dice que el padre perdona y acoge amoro-

36

samente a su hijo arrepentido que llega reconociéndose
indigno de ser su hijo; no a un hijo cínico que se hubiera
presentado diciendo “ya despilfarré todo lo que me diste,
pero como eres tan bueno, ya regresé para no pasar penas
por allá”.

—Hl fatalismo. Esta actitud es del que ha caído y se da cuen-
ta de que poco o nada puede contra el pecado y se resig-
na a convivir con el pecado. Es el que dice a los demás:
“Así soy, aguántenme como soy”. Cuando mejor reaccio-
na piensa que a pesar de todos sus esfuerzos, sólo podrá
mejorar muy poco; pero está convencio de que nada
puede contra el pecado y que nada podrá librarlo de él.

En el fondo de todas esas reacciones hay estas ideas falsas:

a Dios sólo acepta a los que se portan bien, a los que cum-
plen su ley, a los que le dan gusto con su buena conducta.

x Agradar a Dios sólo depende de nuestros esfuerzos por
cumplir sus mandamientos. Así la vida del pecador se re-
duce a reconocer su pecado, pedir perdón, aceptar el cas-
tigo y seguir adelante haciendo esfuerzos por “contentar” a
Dios con sus obras

x La salvación es sólo obra de la gracia y de la misericordia
de Dios, un derecho de todo hijo de Dios; nada tiene que
hacer el hombre para recibir la salvación. Por el simple he-
cho de ser hijo de Dios tengo derecho a que me perdone
todo lo que haga.

=A Dios le agradan las obras, no nuestros buenos deseos:
“obras son amores y no buenas razones”. Si no tienes
fuerzas para agradar a Dios debes resignarte a seguir así
toda la vida y esperar que al fin de tu vida "Dios te agarre
confesado”.

Además, a la realidad del pecado se pretende dar estas
falsas soluciones:

A. Decir que el pecado es un invento de los curas, que no

existe, Igualmente, el mundo quiere ignorar el pecado prac-

ticando la permisividad. La permisividad consiste en permi-
tirse realizar algunas acciones que no son un pecado muy
grave, pero van quitando progresivamente importancia al pe-
cado y acallan y embotan la conciencia. Todo esto impide

37

que en el corazón del hombre se abra la bella flor de la con-
versión.

B. La falsa humildad, de quienes se abajan, se vituperan, o
falsa y exageradamente se dicen a sí mismos indignos, aun-
que lo que buscan es que se les dé un aprecio que no han
sentido. En el fondo se trata de un orgullo enmascarado. Es
una expresión de un vago sentimiento de culpa que encade-
na al corazón y lo paraliza, lo hace esquivar el momento de
la verdad que permite conocer el propio pecado.

IL. Lo que Dios pide de nosotros
es la Conversión

Las reacciones anteriores no son evangélicas; son más
bien naturales, y algunas hasta paganas. La Palabra de Dios,
en cambio, nos enseña que:

—Dios envió a su Hijo para buscar a los pecadores, no a los
justos. ¡Dios busca pecadores!

—La voluntad de Dios es que creamos en Jesucristo que
vino a salvamos del pecado con su muerte y con su resu-
rección,

—Al pecador le pide que se convierta y ame mucho.

A. Convertirse es ante todo reconocerse pecador que ha

ofendido a Dios. Los que se creen justos no pueden facil-

mente convertirse. Por eso Jesucristo nos dice; «los publica-
nos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de

Dios» (Mt. 21, 31). Ellos no tienen dificultad en admitir que

son pecadores porque sus pecados son evidentes.

B. Convertirse es cambiar la dirección de nuestra vida hacia

Dios, apartándola de la dirección que pide el pecado. Cada

pecado marca una dirección: busca cosas y personas, que

no son Dios, como si fueran más importantes que Dios. «La
penitencia interior es una reorientación radical de toda la
vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro
corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal,
cor repugnancia hacia las malas acciones que hemos come-
tido. Al mismo tiempo comprende el deseo y la resolución

de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divi-

na y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión

38

del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables
que los Padres llamaron ‘animi cruciatus’ (aflicción del espf-
ritu), “compunctio cordis” (arrepentimiento del corazón). Con-
vertirse es corregir esta dirección de nuestra vida y de cada
uno de nuestros actos» (CIC 1431).

Una palabra hermosa de los antiguos mexicanos, yolme-

lahualiztli, significa la “acción de enderezar los corazones”
y así expresa bien lo que es la conversión.
C. Convertirse es poner nuestra pecaminosidad ante Dios,
con sinceridad y sencillez, sabiendo que nuestra situación
no es motivo para que Él nos rechace; por el contrario, nos
busca con amor para que, si lo aceptamos, Él nos cambie el
corazón, del cual sale todo pecado.

Dice un poeta:

Yo contigo, Señor, herido y ciego;
tú conmigo, Señor, enfebrecido,
el aire quieto, el corazón en fuego.

Y en diálogo sediento y torturado
se encontrarán en un solo latido,
cara a cara, tu amor y mi pecado.

No hay experiencia más dulce en la vida que el encuentro
con la misericordia de Dios; y la misericordia de Dios la en-
contramos cuando nos presentamos ante Él como pecadores.
D. «La conversión es una lucha con miras a la santidad y la
vida eterna a la que el Señor no cesa de llamamos» (CIC
1426). «Es el movimiento de un “corazón contrito’ (Sal. 51,
19), atraído y movido por la gracia (CirJn. 6,44; 12, 32) a
responder al amor misericordioso de Dios que nos ha ama-
do primero (Cfr. Jn.4,10)» (CIC 1428).

E. La contrición, la compunción del corazón y la aflicción
de espíritu nada tienen que ver con un malsano complejo de
culpa. Contrición signfica literalmente ‘la acción de hacer
pedazos' y se refiere a deshacer todo lo que en el corazón

39

cubre la imagen de Dios que hay en nosotros; compuncién,
significa, también literalmente, hacer una punción para que
salga el mal, no para destruir, La aflicción del corazón es el
dolor amoroso de quien ha ofendido a quien le ama.

Ill. Las consecuencias de la Conversión

A. Se rompe el dique del pecado y Dios irrumpe con la vio-
lencia de su amor sobre nosotros. «La ira de Dios se encien-
de contra toda iniquidad» (Cfr. Rm 1,18). Cuando el pecado
esclaviza al hombre, la única creatura sobre la tierra a la que
Dios ama por sí misma, Él no puede menos de encolerizarse.
Pero la ira de Dios se convierte en «fuego devorador»: «Yahvé,
tu Dios, es un fuego devorador, un Dios celoso» (Dt 4,24), el
fuego del amor de Dios que quiere rescatar al que ama.
B. Se experimenta la misericordia de Dios que anda tras el
pecador con el amor de quien ha sido abandonado: «tanto
amó Dios al mundo que dió a su Hijo único, para que todo
el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para conde-
nar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» (Jn
3,16-17). El conocimiento de Dios no se logra por la com-
prensión de ideas hermosas, sino principalmente por la ex-
periencia de su misericordia.
C. Se vive la renovación del hombre interior «La primera
obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión, que
obra la justificación según el anuncio de Jesús al comienzo
del Evangelio: “Convertíos porque el Reino de los cielos está
cerca” (Mt 4,17). Movido por la gracia, el hombre se vuelve
a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así el perdón y la
justicia de lo alto. “La justificación entraña, por tanto, el
de los pecados, la santificación y la renovación del
interior” (C. de Trento)» (CIC 1989).
D. Se nos concede la alegía de obedecer la voluntad de
Dios. «La justificación es, al mismo tiempo, acogida de la
justicia de Dios por la fe en Jesucristo. La justicia designa
aquí la rectitud del amor divino. Con la justificación son di-
fundidas en nuestros corazones la fe, la esperanza y la cari-
fod Fan es concedida la obediencia a la voluntad divina»
(CIC 1991).

40

La misericordia es “corazón-para-la-miseria” y esto es
propio de Dios. La única manera como Dios puede encon-
trarse con el hombre, que es pecador, es la misericordia.
Esta es la experiencia más profunda de realización humana,
es la experiencia que todos necesitamos y que Dios quiere
que todos los hombres tengamos y que, una vez que la he-
mos experimentado, queremos experimentar siempre.

4. ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
Dios.

Le 15,11-32.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS SILENCIO DU-
RANTE ALGUNOS MINUTOS
PARA ACOGER EN NUESTRO
INTERIOR LA PALABRA DE
DIOS.

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR

CONTESTAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS:

1.- ¿Cómo recibió el padre a su hijo que había vivido mal?

2.- ¿Qué actitudes personales nos impiden llegar a la verda-
dera conversión?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS UNA.
ORACIÓN COMUNITARIA ALA-
BANDO Y DANDO GRACIAS AL.
SEÑOR QUE NOS LLAMA AL
ENCUENTRO FELIZ CON ÉL.

AL

8.- RESUMEN

El hombre en busca de la felicidad elige soluciones que
lo han llevado a torcer su corazón, desfigurar su rostro y
condenarse a sí mismo. Los sentimientos de culpabilidad y
el conformismo con su propio pecado desfiguran el sentido
de su vida y lo incapacitan para conocer la voluntad de
Dios.

Pero Dios no abandona la obra de sus manos, sino que
se acerca al hombre para hacerle la invitación gozosa de la
conversión; ésta es obra de Dios, abarca un proceso que se
inicia con la entrada de Dios en la vida del hombre y dura
toda la vida.

La conversión es una re-orientación de la vida, dirigir el
camino de nuestra vida rumbo a Dios; implica el dolor de
haber ofendido a quien nos ama como nadie más en el
mundo. La conversión es la experiencia más gozosa que
puede tener el pecador y que Dios quiere darnos a todos.

9.- CANTO
10.- LEE, MEDITA Y ACTOA

Día 1 Ez 33,10-11 Dios no quiere el mal para el
pecador.
Ez 36, 24-28 Dios nos limpia; nos toca aceptar
la salvación.
Dia2 1s1,1620 Dios nos purifica del mal que
hayamos hecho.
Le 5,29-32 Jestis no se avergiienza de estar

con pecadores.
Dia3 Mc 1,15; Lc.3,2-6 Jesús y Juan Bautista predicaron la

conversión.
Mc 10,46-52 Dios te da la conversión como da
la vista al ciego.
Día 4 J12,13-14 La conversión consiste en volver

el corazón a Dios.

42

Hch 2,37- 41

Dia5 Os 2,422
St4, 4-10

Día6 Lc 19,1-10

Un 1,8-2,2
Dia7 1)n3,1-10
Ap 3,14-22
11.- MEMORIZA

Pedro responde a los de “corazón
compungido”.

Dios: un esposo que perdona a su
esposa infiel.

La verdadera humildad de
pecador ante Dios.

La visita de Jesús a Zaqueo le trae
la salvación.

El perdón es para los que se
confiesan pecadores.

La presencia de Dios nos aleja del

pecado.
Seriedad y felicidad de la
conversión.

“Venid a mí los que estáis fatigados y sobrecargados
y Yo os daré descanso.
Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí
que soy manso y humilde de corazón” (Mt 1,28-29).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE
“Haznos volver a ti, Señor, y volveremos” (Lam 6, 21).

5. LA VIDA DE LA FE

OBJETIVO: Viviremos la Fe que nos mueve a compro-
metemos, que nos permite conocer el amor
y la misericordia de Dios y nos salva.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ — EXPERIENCIAS TUVI-
MOS AL CUMPLIRLO,

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1.- ¿A cuál persona, durante tu infancia, le tenías mucha fe y
por qué?

2.- Comenta algún momento de tu vida en que hayas senti-
do que perdías la fe en las personas.

3.- ¿En algún momento de tu vida has sentido que tuviste
mucha fe en Dios? ¿Cuándo?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERÁ EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y AL Fl-
NAL HAREMOMS COMENTA-
RIOS.

1. Las falsas maneras de entender y vivir la fe

A. La fe entendida como creencia. Hay personas que acep-
tan todo lo que les propone la Iglesia como verdades de fe;

45

tienen la idea de que ‘basta con aceptar esas verdades para
salvarse”. Aceptan esas verdades como cosas teóricas que
Poco tienen que ver con la vida, no les significa ningún com-
promiso. De la misma manera hacen los que creen que hay
“basura espacial” (restos de satélites que giran en el espacio),
que no han visto jamás, pero que tampoco les preocupa por-
que saben que no les caerá en la cabeza.

B. La fe entendida como acción. Abundan las magníficas
personas que verdaderamente aceptan la vida de Dios. Ellas
Quieren vivir la vida de Dios; pero ante todo piensan que
está consiste en hacer obras, no que las obras vienen de la
fe. Consiguientemente, para ellas la fe no puede ser la vida
misma, es sólo una luz.

C. La fe entendida como ideología. Otros aceptan la Palabra
de Dios, pero la interpretan a su modo y de manera que
apoye sus preferencias en la vida. Así encontramos a gentes
de tendencias políticas de derechas y a otras de izquierdas
que aceptan la fe porque piensan que apoya sus preferencias
políticas; otros pretenden encontrar en la fe la justificación
de sus ideas o teorías económicas y sociales preferidas, o
simplemente sus gustos egoístas.

También en este grupo se encuentran las personas que
quieren que la fe les ayude a conservar costumbres que han
tenido, que son buenas; pero que son sólo modos culturales
© estilos de vida, no son parte de la fe. Es el caso del uso del
velo de las mujeres en los templos, el uso del latín en las misas.
D. La fe como obediencia a la Jerarquía. Para otros la fe
consiste en obedecer ciegamente a la Jerarquía de la Iglesia.
Buscan una especie de seguridad que les permita tener la
paz y la seguridad de ‘estar en lo correcto”; y, como tienen
la seguridad de que la Jerarquía enseña la verdad, encuentran
la paz en la enseñanza de la Jerarquía y no se preocupan de
más. Les basta con aceptar las enseñanzas, aunque no las
entiendan ni las practiquen, y creen que con eso ‘se salvarán”.

IL. La fe que salva

El Papa Pablo VI hizo una distinción importante entre la
fe objetiva y la fe subjetiva. La fe objetiva son las verdades

46

de la fe. La fe subjetiva es la fe con la que cada persona aco-
ge esas verdades de la fe.

Las verdades de la fe, por sí solas, no salvan. Puede uno
afirmar que son verdad sin que esa verdad llegue a hacerse
parte de la vida. En cambio una fe que hace viva y real cada
una de las verdades de la fe es la que efectivamente mueve a
la persona, le hace tener una relación y un compromiso real
con Dios en quien cree; esta fe le pone cerca y presente a
Dios, le hace percibir la realidad de su amor, de su miseri-
cordia y de su ternura, le permite conocer su voluntad y le
da la verdadera seguridad en su relación con Él. En esta fe
está la salvación. Para vivir esta fe se nos da la vida presente;
esta fe nos la regala Dios con el bautismo y nos pide que la
ejercitemos cada día.

Abraham tenía 75 años cuando Dios le prometió que de
él haría una nación grande. Pero no tenía hijos y su esposa
era estéril y anciana. Unos años ere le prometié que
tendría un hijo y que lo haría padre de una multitud incon-
table como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Du-
rante 25 años Abraham nunca dudó de la promesa de Dios y
siguió esperando hasta que llegó el momento en que su hijo
nació. «Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como jus-
ticia» (Gn 15,6). Esa fe en que Dios le habría de cumplir su
promesa fue lo que lo hizo justo y nuestro padre en la fe.

La fe que salva hace que nos apropiemos la salvación
que da Jesús (ver Mt 9,22). La salvación ya la hizo Jesús con
su muerte y su Resurrección; pero cada uno de nosotros ne-
cesita hacerla propia, aplicarla a su vida. El que le cree a
Dios cree también la ‘verdad’ de la salvación, cree también
que necesita salvación; pero no se conforma con ‘saber que
hay salvación y que la necesita”, sino que busca obtenerla,
alcanzarla y hacerla real en su propia vida.

El que le cree a Dios no puede quedarse cargando, du-
rante toda la vida, la esclavitud de un pecado que lo domina
y no puede vencer; tampoco podrá quedarse tranquilo en la
mediocridad de una vida que no produce frutos de santidad;
de igual manera, no se quedará inactivo ante las -necesida-
des de los hombres en el mundo con el pretexto de que esas
cosas superan su propia capacidad. La fe nos lleva a realizar

47

lo que nos es imposible. «Todo es posible para el que cree»
nos dice Jesús (Mt 9,23).

«La fe es la garantía de lo que se espera; la prueba de las
realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros
mayores» (Hb 11,1). La fe aplica la salvación a la propia
vida en cada circunstancia. La fe nos permite caminar y re-
alizar cosas impensables para las fuerzas y posibilidades que
el hombre tiene dejado a sus propias fuerzas. Las obras que
más han beneficiado al hombre han sido hechas por la fe en
Dios: la Encarnación, la Iglesia, el Sacerdocio.

Para el cristiano todo es posible: «En esto está la confian-
za que tenemos en Él: en que si le pedimos algo según su
voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo
que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que le
hayamos pedido» (1Jn 5,14-15). «Fijaos en aquel (Jesús) que
soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para
que no desfallezcáis faltos de ánimo. No habéis resistido to-
davía hasta llegar a la sangre en vuestra lucha contra el pe-
cado» (Hb 11,23-12,1-4).

Actitud cristiána básica es confiar siempre en Dios en to-
das las circunstancias de la vida. El cristiano está siempre
lleno de ánimo y de la fuerza de Dios para librarse del peca-
do y para realizar todas las obras que Dios quiere realizar,
aunque parezcan difíciles. Si Dios lo quiere es posible, con
su poder y nuestra decisión.

III. Cómo aplicar la salvación a la propia vida
según la fe

A. La fe no se nos da como se nos regala una cosa ya ter-
minada y perfecta, sino que, como las facultades humanas,
© como las herramientas, la fe es para ursarse. Así como la
inteligencia y la voluntad se desarrollan usändolas, también
la fe crece con el ejercicio. Y así como las facultades se ejer-
citan en cosas pequeñas, paso a paso y no puede darse un
paso superior sin haberse dado el paso inferior, así la fe ne-
cesita que el hombre vaya ejercitando la fe, paso a paso,
hasta que llegue a su madurez.

48

San Pablo les dice a los Romanos que «el Evangelio es
una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree ...
Porque en él se revela la justicia de Dios de fe en fe, como
dice la Escritura: el justo vivirá por la fe» (Rm 1,16-17). La
salvación se nos da “de fe en fe”, dando pasos en la fe; la
vida del justo se hace dando pasos en la fe.

Por la fe Dios quiere de nosotros especialmente dos co-
sas: que nos liberemos del pecado y que realicemos obras
en favor de la humanidad, aunque parezcan difíciles o im-
posibles.

La fe que Dios quiere que vivamos (Hb 11), es la que
aplica la salvación a la propia vida, es la que nos relaciona
con el verdadero Dios, es la fe que salva, la que hace justos
(es decir santos) y la que realiza maravillas que superan las
capacidades de los hombres.

Por nuestra fe Dios quiere realizar mucho bien a la hu-
manidad; tenemos que ser los canales por los que lleguen
esas gracias a los hombres. Una actitud cristiana básica, ne-
cesaria para que el hombre pueda ser llamado cristiano, es
la de vivir siempre confiado en Dios y dispuesto a realizar
todo lo que Él quiere, sin importar lo imposible que pueda
ser para nuestras fuerzas humanas.

B. Dar un paso en la fe es aplicar, en una circunstancia
dada, la salvación de Dios
Para dar un paso en la fe haz lo que sigue:

1) Toma conciencia de la circunstancia en que estás.
Cada circunstancia es un momento en que Dios quiere darie
la salvación. Con mucha frecuencia la salvación no coincide
con nuestros buenos pensamientos, ni con nuestros gustos,
ni con lo que consideramos que es bueno para nosotros: «No
son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis cami-
nos vuestros caminos» (Is 55, 8). Trata en cada circunstancia
de descubrir la salvación que Dios quiere hacer. Vive bus-
cando la salvación que Dios quiere para tí, para los demás y
para la sociedad.

2) En esa circunstancia reconoce que no eres capaz de
realizar la salvación que te es necesaria. La salvación no es
dar solución a un problema, es más bien hacer a Dios pre-
sente en esa circunstancia, dejar que Dios actúe en nuestra

49

persona y en la de los demás en ese momento. Eso siempre
será una obra divina. Nosotros podemos, sin ayuda de Dios,
resolver un problema, dar un cambio a las cosas, pero no dar
la salvación, ni cambiar los corazones.

3) Pide enseguida, con plena confianza, la salvación que
has visto que Dios quiere dar a todos gratuitamente, Ora
confiadamente, absolutamente seguro de que has pedido a
Dios lo que es Su voluntad. Pero esta confianza te debe lle-
var a estar plenamente seguro de que Dios te da lo que le
has pedido, «Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya
lo habéis recibido y lo obtendréis» (Mc 11,24). No dudar de
Dios es la sana relación con Dios; dudar de Dios es ofender-
lo, al modo como ofendemos a los demás cuando no les da-
mos confianza.

4) Una vez que has pedido la salvación con plena con-
fianza, acepta esa salvación con fe y con agradecimiento.
La salvación no se siente ni se oye, se cree. No tienes que
‘sentir’ la gracia, la fuerza, la salvación, para estar seguro de
que has recibido lo que has pedido. La salvación siempre es
gracia y es para ponerse en práctica, no es necesariamente
algo sensible. La tenemos cuando la hemos pedido con fe.
Dios es bueno, nos oye y quiere salvarnos, No dudes nunca
de Dios, duda más bien de tu falta de fe... "7272

5) Recibida la gracia de la salvación para esa circunstan-
cia que estás viviendo, ponla en acto para apropiarte de he-
cho de esa salvación que Dios te está dando. La fe siempre
es “operante”. La fe no consiste en las obras, pero siempre
realiza obras, las obras de la fe, que proceden de la fe.
Cuando con las obras que no son de la fe pretendemos ha-
cer ‘nuestra salvación por nuestra cuenta”. Esas obras echan
fuera a Dios y no se distinguen en nada de las acciones de
los que no creen en Dios.

6) Termina tu acto de fe con el conocimiento de Dios. A
Dios sólo lo conocerás por la fe; conocer a Dios es tener tra-
to con Él. Las ideas acerca de Dios y las enseñanzas doctri-
nales sólo te ayudan a saber acerca de Dios y te ayudan a
encontrar el camino para tratar a Dios; te ayudan a acercarte
a Dios, pero el trato con Dios tú lo tienes que hacer. Las
obras de salvación que Él realiza en tu vida son las que te

50

ponen en contacto con Dios y te permiten “tratarlo”, ‘Cono-
cer, en la Sagrada Escritura equivale a experimentar”; «Yo te
conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos»,
dijo Job Ub 42,3) después de haber experimentado la acción
de Dios en su vida. ¡Son tan preciosos los momentos en que
descubrimos a Dios y conocemos cómo nos ha tratado en
cada circunstancia!

Vivir dando continuamente pasos en la fe es el modo de
vivir del cristiano. Así, esta vida en la tierra se convierte en
un camino que nos va llevando a Dios, que da sentido a
todo lo que hacemos, que le da grandeza a cada una de
nuestras acciones, aún a las más pequeñas y menos impor-
tantes. Vale la pena que cambies de vida y que estés conti-
nuamente dando pasos en la fe.

“ 4.) ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

Hb 11,1-40.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS — SILENCIO

6.- COMPARAR NUESTRA RELIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR

CONTESTAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS.

1.- ¿Cómo podemos aumentar nuestra fe?
Creyentes son los hombres y mujeres que tienen fe. ¿Cómo
deben vivir los creyentes?

si

A .
.- ¿Qué te dice el Señor en las citas bíblicas?

.- ¿Cuáles manifestaciones de Dios vas descubriendo en tu
vida?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE NOS
TRANSFORMA CON EL DON
DE LA FE.

8.- RESUMEN

Las falsas concepciones y las reducciones de la te han
llevado a muchos a privarse de la experiencia de Dios y a la
pérdida del sentido de la existencia misma. La fe es el don
de Dios por el que los cristianos nos apropiamos de los fru-
tos de la Redención de Cristo.

Por la fe realizamos las obras que Dios nos ha asignado
y paulatinamente nos vamos llenando de la salvación de
Dios. La fe verdadera es el Poder y la Vida de Dios que actúa
en el corazón de los cristianos y se maifiesta con actos con-
cretos que corresponden al pensar y sentir de los hijos de

ios.

9.- CANTO
10.- APLICACIÓN PERSONAL
Dial 11n5,14-15 Dios quiere que le pidas según su
voluntad,
Jn 6, 28- 29 Descubre la voluntad de Dios.
Día 2 Jn 4,46-53 lest quiere que creas lo que Él te
ice.
Jn 5,39-47 Jesús pide nuestra fe para
salvarnos.

Día 3 Lc18, 35-43 El ciego de Jericó.
Mc16,16-18 Las manifestaciones de la fe.

52

Dia4 Lc19,1-10
Mt9,18-26

Día5 2 Cor 4,7-18

Ef 2, 8-10
Dia 6 Hch 2,37-42

Jn 15,15
Día7 Lc1,45

Jn 2, 1-12
11.- MEMORIZA:

Créele a Jesús como hizo Zaqueo.
Que Dios te haga escuchar: "tu
fe te ha salvado”,

La salvación de Dios no coincide
con nuestros gustos.

Las obras de la fe que Dios quiere
que produzcamos.

Celebra y vive tu fe con alegría.
la gratuita elección divina,

María, la Mujer de fe, modelo de

todo creyente,
María cree en su Hijo.

“La voluntad del Padre es que todo aquel que ve a Jesús
y crea en Él tenga vida eterna” Un, 6, 40).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:
“La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado”

Un 6, 29).

6. EL SEÑORÍO DE JESUS

OBJETIVO: Nos decidirenos a entregarnos total y sin-
ceramente en todos y cada uno de los mo-
mentos de nuestra vida al Señor Jesucristo,
para vivir con alegría y gozo nuestra deci-
sión de hacer su voluntad.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA
HABLAREMOS VOLUNTARIA”
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.
1.- ¿Qué significa la frase: “Es todo un señor o es toda una
señora”?
2.- ¿Quién es Jesús para t1?
3.- ¿Has reconocido alguna vez que Jesús es el Señor de tu
vida? Coméntalo.
3- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA
LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERA EN VOZ

ALTA UN PÁRRAFO Y AL FINAL
HAREMOS COMENTARIOS,

L El hombre existe para entregarse

1.- El hombre, con su voluntad, se adhiere a ‘algo’ o ‘a al-
guien’. La voluntad del hombre no está hecha para ver,

55

sino para amar,para adherirse y hacerse uno con lo que
la inteligencia le presenta como bueno. Con la voluntad
el hombre se va haciendo conforme aquello a lo que se
une: si se adhiere al bien se hace bu si al mal se
hace malo. Si se adhiere a Dios se diviniza. Sabiendo
esto, el demonio engañó al hombre presentándole como
bueno lo que era falso. Cuando el hombre conoce la
Verdad que es Jesús y decide adherirse a Él, realiza ple.
namente su ser humano.

2.- El hombre adherido al error es esclavo del mal; si, en
cambio se adhiere al bien se hace “siervo” de Dios. No
hay término medio entre estas dos opciones, porque no
hay término medio entre el bien y el mal.Los que no
quieren depender de nadie, ni entregarse a nadie, sino
existir por sf mismos y para sí mismos, se adhieren y se
entregan a lo que desea su corazón, es decir a sí mis-
mos. Pero el hombre está dotado de voluntad para entre-
garse libremente, no para encerrarse en sí mismo.

IL. Qué significa la palabra “Señor”

1.- La palabra castellana ‘sefior’ traduce la palabra latina
«dominus», que designa a la persona que es dueño y tie-
ne ‘dominio’ principalmente sobre tierras o cosas. Los
señores feudales y los hacendados son una forma típica
del señorío. Hay actualmente una aversión a estos “se-
ores’. Y Jesús no es de ellos.

2. Olra palabra muy semejante a la anterior es lá palabra
castellana «amo», que tiene casi el mismo signficado,
pero indica más bien al que es cabeza de la casa, la per.
sona que tiene uno o varios criados, Pero también tiene
un nuevo significado; México y Chile dicen “nuestro
Amo” cuando hablan de Jesús Sacramentado.

3.- Es importante entender la palabra SEÑOR como la en-
tiende la Biblia. «En la traducción griega de los libros
del Antiguo Testamento, el nombre inefable (que no se
Puede pronunciar) con el cual Dios se reveló a Moisés
(Cfr, Ex 3,14), es traducido por “Kyrios” [Señor]. Señor
se convierte desde entonces en el nombre más habitual
para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El

Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el titulo
“Señor” para el Padre, pero lo emplea también, y aquí
está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (Cfr.
1Cor 2,8)» (Catecismo de la Iglesia Católica N* 446).

IIL. Jesús es “El Señor”

- Independientemente de que lo aceptemos, Jesús es El Se-

for porque Dios lo ha hecho Señor: «Sepa, pues, con
certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituído
Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis cruci-
ficado» (Hch.2,36). «Todo fue creado por Él y para Él, Él
existe con anterioridad a todo, todo tiene en Él su con-
sistencia» (Col 1,16-18). Pero su Señorío no es al estilo
de los “señores” de este mundo,

Jesús nos enseña lo que significa ser Señor: «Vosotros
me llamáis ‘el Maestro’ y “el Señor”, y decis bien, porque lo
soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies,
vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn
13, 13-14).

Jesús se inclinó ante Pedro para lavarle los pies; Pedro
no quiso dejar que se los lavara; Jesús no le exigió que se
dejara lavar, sólo le manifestó la realidad: «Si no te lavo no
tienes parte conmigo». No lo amenaza, sólo le hace ver un
hecho. El señorío de Jesús es para el servicio del hombre.
«El hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir
y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20, 28).
Jesús es Señor de los que permiten que Él les lave los
pies. La autoridad ‘del Señor” es para servimos, para que
logremos nuestro bien. Toda la voluntad del Señor para
nosotros es hacernos ‘tener parte con Él”. La voluntad
del Señor manda siempre lo mejor para el hombre, aun-
que éste no lo alcance a ver así; «Porque ésta es la vo-
luntad de Dios: vuestra santificación» (1 Tes 4,3).

La vida humana se hace cristiana sólo cuando gira en tor-
no al Señorío de Jesús y se consagra totalmente y Con alegría
a su servicio. Sentirse y vivir como siervo de Jesús, no sola-
mente llamarse así, es nuestra mayor alegría. Siervo de Dios
ha sido el título predilecto de María, de los Apóstoles y de

57

todos los Santos. Por eso San Pablo también lleno de gozo
exclama:«al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los
cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese
que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre» (Flp.
2,10-11). Si, por nuestra decisión, Él llega a ser nuestro Se-

ñor, habremos logrado lo mejor para nosotros.
3.- La Iglesia ora con profundo convencimiento: «Señor, Dios
nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio,
ue la profunda y verdadera alegria está en ser fiel a
1, autor de todo bien» (Oración Colecta de la Domíni-

ca 33 del Tiempo Ordinario).

IV. Cómo constituir a Jesús SEÑOR de toda
nuestra vida

1.- Desde luego que esto signfica, en primer lugar, no vivir
entregados al pecado. El cristiano debe haber renuncia-
do conscientemente a todo lo que es pecado; su volun-
tad no está ya "vendida al poder del pecado” (Cfr. Rm
7,14). Pero no basta esto; también es necesario tener
todo el ser vuelto hacia Cristo: «como los ojos de los
siervos en la mano de sus amos, como los ojos de la
sierva en la mano de su señora, así nuestros ojos en
Yahvéh nuestro Dios» (Sal 123 (122), 2).

Actitud cristiana fundamental para hacer a Jesús Se-
for de nuestra vida, es buscar siempre la voluntad del
Señor antes de hacer cualquier cosa.

\2.- Hay algunas actitudes generalizadas entre los cristianos
que nos impiden hacer a Jesús Señor de nuestras vidas.
Nos hemos acostumbrado a sentirnos tranquilos con
sólo no hacer lo que prohiben los mandamientos. No
violar los mandamientos es el principio de la vida (cf. Mc
12, 34), pero no debemos reducir la vida cristiana al cum-
plimiento de preceptos que nos prohiben hacer algo. (Se
conforma con eso la gente que se cree buena y dice: “yo
no mato, no robo, no cometo adulterio; ¿qué más tengo
que hacer?”), Pero Dios no es un Dios de prohibiciones,
sino que busca que seamos amigos suyos y tengamos su
om vida. No nos quiere cerca de! reino, sino dentro

le él.

Tampoco Dios nos pone en el mundo para que ac-
tuemos a nuestro buen entender y al final nos tome
cuentas. Dios quiere algo más que el cumplimiento de
sus leyes y la realización de nuestras tareas: quiere nues-
tro corazón. A un amigo no le pedimos cuentas de sus
actos, le pedimos su amistad.

Hay también personas que se proponen hacer “algo
bueno”, por su cuenta, sin preguntarse si es algo que
Dios quiere, y le piden a Dios ‘que los ayude”. Estas per-
sonas invierten los papeles: ellos se constituyen a sí mis-
mos en administradores de la vida divina a los hombres
y en constructores de la Iglesia; planean lo que creen
que se debe hacer y toman a Dios como su ayudante. Lo
contrario sería lo correcto: iene sus planes y noso-
tros estamos para hacer Su voluntad. Esto nos deja ver
que no todo lo bueno es voluntad de Dios, ni Dios está
para hacer nuestra voluntad.

3.- En todo esto es necesario el discernimiento. Cuando el
cristiano camina decidido por el sendero de hacer la
voluntad de Dios aprende a discernir. El autor de la Car-
ta a los Hebreos les decía a éstos: son adultos «aquellos
que, por costumbre, tienen las facultades ejercitadas en
el discernimiento del bien y del mal» (Hb 5,14). Y San
Pablo decía: «nosotros no dejamos de ... pedir que lle-

‚eis al pleno conocimiento de su voluntad con toda sa-
iduría e inteligencia espiritual para que viváis de una
manera digna del Señor, agradändole en todo, fructifi-
cando en toda obra buena y creciendo en el conoci-
miento de Dios» (Col 1,9-10).
4.- El Señorío de Jesucristo en tu vida se realiza así: todo lo
que hagas hazlo porque es Su voluntad y no por otro
. motivo. Esto es lo mismo que ponerlo a 4 por encima
de todo lo creado. Cuando aceptamos libremente a Jesús
como Señor de nuestra existencia personal llegamos a
tener la experiencia de San Pablo: «lo que era para mí
una gananacia (las cosas materiales y la estima de los
otros) lo he juzgado como pérdida a causa de Cristo, y
más aún juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad
del conocimiento de Cristo, mi Señor, por quien perdí

59

todas las cosas y las tengo como basura, para ganar a
Cristo y ser hallado en Él» (Flp 3,8-10). Vivir bajo el Se-
fiorfo de Jesús nos hace experimentar la felicidad de
proclamar una verdad fundamental de la vida cristiana:
¡Soy tuyo Señor! Por eso en la cuarta anáfora de la misa
pedimos “que no vivamos ya para nosotros mismos, sino
para Él que por nosotros murió y resucitó”.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
Dios.

Hch 2,36-37.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDEMOS SILENCIO DU-
RANTE ALGUNOS MINUTOS
PARA RECOGER EN NUESTRO
INTERIOR LA PALABRA DE
DIOS.

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR
CONTESTAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
~ PREGUNTAS:
1.- ¿Puedo en verdad decir con Santo Tomás: “Señor mío y
Dios mío”? Un 20,28).
2.- ¿Quiero decidir ahora. que todos mis actos deberán ser
regidos por el gusto de servir a Dios en mis semejantes?
3.- ¿Quiero reconocerlo voluntaria y gozesamente como mi
Señor:

7.- ORACIÓN COMUNITARIA.

HAREMOS „ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA
ALABANDO Y DANDO GACIAS
AL SEÑOR QUE CONSTITUYÓ
A JESUS SEÑOR Y CRISTO
(Heh 2,36).

8.- RESUMEN

Dios ha constituido a Jesús Señor y Mesías; lo ha sentado
a su derecha y ha querido poner todo bajo sus pies. Su seño-
fío y autoridad son para servir a la realización de los hom-
bres, no para imponerse como lo hacen los señores de este
mundo. El Señorío de Cristo acaba con los ídolos en nuestra
Vida y nos capacita para el servicio a los demás. Hacer la
Voluntad de Dios es la delicia del cristiano.

El hombre se realiza en la medida en que pueda decir a
Dios, con libertad y alegría “Señor mío y Dios mío”. El Se-
fiorfo de Jesús consiste en entregarse total y radicalmente a
la voluntad de Dios que salva en Cristo; todo toma entonces
sentido en la vida.

9.- CANTO
10.- LEE, MEDITA Y ACTÓA
Día1 Hb1,1-10 Jesús es Señor, que nos manifiesta
a Dios, Señor.
Hb 12,1-13 El Señor nos corrige con amor de
Padre.
Dia 2 Col 1,3.20 Jestis es el Sefior, el primero de

toda la creación.
Hch 2,36-37 Jesús a sido constituído Señor y
Cristo por el Padre.

Día 3 Col 2,6-15 En Cristo reside toda la plenitud
de la divinidad.

61

Hb 3,1-19

Dia4 Mt16,13-17
Hb 10,1-18

Día5 jn 13,1-16
St 4,13-5,6

Día 6 Fip 2,5-11
Mc 10, 45

Dia7 Jn 2,13-17
€f 1,15-23

11.- MEMORIZA:

No endurecer el corazón ante la
voz del Señor.

Pedro reconoce a Jesús como
Cristo, el Hijo de Dios.
Nuestro Señor se sacrifica con
fruto por nosotros.

El sentido del Señorío de Cristo.
Reconocer al Señor, nos hace
señores del mundo.

Cómo vivió Jesús su Señorío.
Jesús, El Señor, vino a servir.
Deja que el Señor te sirva.

Aprende de la que quiso llamarse
Esclava del Señor.

El poder del Señor Jesús es para
salvarnos.

“Dios ha constituído Señor y Cristo a Jesús a quien voso-
tros habéis crucificado” (Hch. 2, 36).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:
“Señor mío y Dios mío” (Jn. 20, 28).

7. EL DON DEL ESPÍRITU

OBJETIVO: Despertaremos la Fe en el don del Espfritu
Santo y nos dispondremos a experiemen-
tar la libertad que da el Espíritu, Viviremos
nuestra debilidad llena de poder del Espí-
ritu.

1.- REVISION DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS,

1.- ¿Quién piensa la gente que es el Espíritu Santo?

2.- Recuerda algún momento de tu vida en que hayas invo-
cado el Espíritu Santo.

3.- ¿En qué momento de tu vida estás seguro que el Espíritu
Santo te iluminó?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERÁ EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y AL Fl-
NAL HAREMOS COMENTA-
RIOS.

1. La diferencia entre el hombre ‘en el Espiritu’
y el hombre ‘sin el Espiritu’

A. Muchos católicos actúan como si no hubieran sido bauti-
zados y como si no fueran “templos vivos del Espíritu. Su
vida está entregada al placer, al dinero, a los vicios. Parece
que para ellos no ha existido la Redención; ellos podrían de-
cir: “no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo”
(Hch 19,2), Ellos viven, al decir de San Pablo, “en la carne”,
es decir, al natural; no viven “en el Espíritu”, no viven guia-
dos por el Espíritu. (Cfr. Rm 8,5-10; Ga 6,8). Personas de
otras religiones cristianas atacan a los católicos porque viven
‘en la carne”. Y tienen razón, porque «los que son de Cristo
han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias»
(Ga 5,24). Y todavía más, «la carne (el impulso del hombre
que no ha recibido la redención o no se la ha apropiado) tie-
ne apetencias contrarias al espíritu y el espíritu contrarias a
la carne, como que son entre sí antagónicos, de manera que
no hacéis lo que quisierais» (Gá 5,16-17); y “las tendencias
de la carne llevan al odio a Dios: no se someten a la ley de
Dios, ni siquiera pueden” (Rm 8,7).
B. El hombre ha sido creado para ser llenado del Espíritu
Santo. Quien no ha tenido esta experiencia aún no sabe lo
que significa ser plenamente ‘hombre’. Una dimensión im-
portante, del ser humano es la experiencia de la verdadera li-
ertad; ésta no consiste en hacer lo que a uno se le antoja,
sino en querer y hacer el bien sin tener que ser presionado
para ello. Y, puesto que «donde está el Espíritu del Señor,
allí está la libertad» (2 Co 3,17), al hombre ‘sin el espíritu” le
falta la dimensión de la libertad y, por tanto no es un hom-
bre en plenitud, ya que le falta la experiencia de la libertad
verdadera.
C. El cristiano que vive haciendo esfuerzos por “portarse
bien y así ser agradable a Dios' no ha conocido lo que es el
cristianismo, la Nueva Alianza. Los que viven así no pasan
de ser mediocres discípulos de la Antigua Alianza; aún no
conocen la auténtica felicidad de la Buena Noticia (eso sig-
nifica la palabra Evangelio”). Portarse bien y cumplir la ley
no justifica a nadie (Cfr. Gé 3,1-14). Lo único que nos hace

64

don del Espíritu Santo que Él da gratuitamente, sin mere.
Simientos. Como consecuencia de haber recibido el Espritu
Y de ser dócil a Él, el cristiano es capaz de portarse bien y
acer el bien. Esto es el signo de que una persona vive ya la
Nueva Alianza (es decir, ya es cristiano).

Hacer consistir la vida cristiana en los esfuerzos por cumplir
la ley que nos es difícil cumplir cabalmente, es una esclavi
tud; pero, además, una esclavitud que lleva consigo un:
maldición; “Maldito todo el que no se mantenga en la prác-
tica de todos los preceptos escritos en el libro de la ley” (Dt
27,26). El cristiano que trata de agradar a Dios sólo “siendo
bueno’ y cumpliendo todos los mandamientos, se acerca a
Cristo, pero no ha comprendido lo que es ser cristiano. La
gracia, lo gratuito que Dios nos da, es lo que nos hace gratos
a Dios.

II. El Don del Espiritu es la Nueva Alianza,
el cristianismo, el Evangelio

El hombre ‘al natural’ es el hombre nacido en el pecado,
“vendido al poder del pecado” (Rm. 6), del cual es normal
que salga el pecado. El pecado ha producido en el hombre
un desorden: la voluntad ya no aber u tazón, ni la ra-
Z6n es guiada por la fe; los instintos y los sentimientos se
apoderan indebidamente de la dirección de la vida humana;
la ceguera propia del pecador se deja guiar por lo que le
dictan las cosas que están de moda, o por sus pasiones o por
sus gustos,

La Antigua Alianza fue hecha por Dios, por medio de
Moisés, en el Sinaí, con Israel, el pueblo elegido. En esa
Alianza hubo estos cuatro elementos: los pactantes (Dios y
el Pueblo), la fórmula de la Alianza (“Yo seré tu Dios, tú se-
rés mi Pueblo’, el compromiso (La Ley), el sello que garan-
tizaba la Alianza (la sangre de animales que era rociada
sobre el altar —signo de Dios— y sobre el Pueblo); pero esa
Antigua Alianza no daba la justificación (la santidad de
vida); sólo señalaba cómo debe vivir el hombre. Por eso ex-
clama Dios por boca de Jeremías: «Pondré mi ley en su interior
y sobre sus corazones la escribiré» (Jr 31,31ss). La Antigua

agradables a Dios es recibir por la fe y con agradecimiento
e

65

Ley vino a demostrarle al hombre que no puede ser plena-
monte hombre por sí solo, por sus propias fuerzas; enseñó la,
necesidad total que el hombre tiene de Dios para ser hombre.

En la Nueva Alianza los pactantes son Dios y el Nuevo
Pueblo; la fórmula es la misma: “Yo seré tu Dios, tú será mi

+. el compromiso es también la misma ley, pero en el

la garantía de la Alianza es la sangre, pero ya no la

de animales, sino la Sangre de la Alianza Nueva y Eterna, la
de Jesús crucificado,

La ley en el exterior es la ley que sólo nos dice lo que
hay que hacer o lo que hay que evitar, pero no nos da la
fuerza para hacerlo o evitarlo. Un ejemplo de esta ley son
los letreros de tránsito, que sólo dicen lo que hay que hacer
© ho hacer; pero no nos dan la voluntad para hacerlo o evi-
tarlo. La experiencia de la mayoría de los cristianos es que
Sabemos cuál es el bien, pero no tenemos fuerza para reali-
Zarlo; sabemos lo que es el mal, y éste, en cambio, sí nos
ätrae y está a nuestro alcance.

¿Qué es La Ley en el Interior? La Ley en el interior es el
mismo Espíritu Santo que hace que el bien nos atraiga y nos
da posibilidad y fuerza para realizarlo. La Nueva Alianza es el
mismo Espíritu Santo dentro de nosotros como fuente de nues-
tras acciones buenas. La vida cristiana, por tanto, es una vida
llena del Espíritu Santo que nos impulsa a hacer todo lo bueno.

Ill. La acción del Espiritu Santo en el corazón
del creyente

A. El Espíritu Sañto es dado por Jesucristo, de parte del Pa-
dre, a todos los que le obedecen (Cfr. Hch.5,32). El Espíritu
Sarto, es "la Promesa del Padre’ (Hch.1,4), es el gran regalo
del Pádre a todos y a cada uno de los hombres: «La Promesa
es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que
están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro» (Hch
2,39). .

B. El espíritu Santo viene y, con gran amabilidad y gran verdad,
descubre nuestros pecados ante nuestros propios ojos; pero
lo hace no para echärnoslos en cara, sino para damos el re-
galo de la conversión.

66

C. «El Espíritu de la Verdad» "nos guia hasta la verdad com-
pleta’ (n.16,13). La presencia del Espíritu Santo en nosotros
nos hace ver y experimentar la verdad de Dios, la verdad de
Cristo y la verdad del hombre; Con el Espíritu Santo nos man-
tenemos siempre en la verdad (n.8,32).Cuando Jesús nos
prometió el Espíritu Santo dijo: Él «recibirá de lo mío y os lo
anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por
eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a voso-
tros» (Jn.16,14-15).

D. El Espíritu Santo nos hace conocer a Jesús, no sólo nos
habla de Él; nos presenta a Jesús y nos enseña cómo tratar-
lo. El Espíritu Santo también pone en nosotros la verdadera
oración: Sólo Él nos hace decir «Jesús» y sólo Él nos hace
llamarlo “Señor”. Él pone en nuestro corazón y nuestros la-
bios la oración que agrada a Dios (Cfr. Rm 8,26-27).

E. Él nos hace saber y estar ciertos de que somos hijos de
Dios y con ello nos libra del temor. «En efecto, todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues
no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el te-
mor; antes bien recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que
nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!» (Rm 8,14-15).

F. El Espíritu que es el Amor del Padre y del Hijo, nos da el
verdadero amor, la caridad, que es Dios mismo: «El amor
de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Es-
píritu Santo que nos ha sido dado» (Rm.5,5 y nota de la Bi-
blia de Jerusalén). Este amor nos da la experiencia del amor
que Dios nos tiene, nos hace amar a Dios con su propio
amor y amar a los demás con ese mismo amor.

G. «Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad»
(2 Cor 3,17). Cristo, asf como nos vino a libertar de la escla-
vitud del pecado, también nos liberta de la esclavitud de la
Ley: «Para ser libres nos liberté Cristo» (Gá 5,1), El Espíritu
Santo dentro de nosotros es nuestra libertad. Por Él llegamos
a la experiencia de querer el bien y hacerlo sin forzarnos a
nosotros mismos, ni ser forzados por otros. ¿Quién entre no-
sotros puede por sus solas propias fuerzas dar amor a quien
le está golpeando, asaltando o matando a un familiar? ¿No
es verdad que, al menos, tenemos que acordarnos que Dios
nos manda amar a nuestros enemigos? Pues quien así proce-

67

de no es libre. Quien ama sólo porque está mandado amar
no es libre; sólo es libre quien ama porque amar es un bien.
El que no necesita recordar el mandamiento de Dios para
amar a quien le hace el mal, ese es libre. Y esto es obra del
Espíritu Santo.

El Papa Juan Pablo II escribió en su primera Encíclica, la
Redemptor Hominis estas palabras: “Esta súplica al Espíritu,
dirigida precisamente a obtener el Espíritu, es la respuesta a
todos «los materialismos» de nuestra época” (RH 18). Es el
Espíritu Santo el que dará a las sociedades y al mundo lo
que necesitan para ser lo que están llamadas a ser.

IV. El cristiano pide, con toda la Iglesia,
el Espíritu Santo, lo recibe, lo escucha
y lo obedece

A. El día de Pentecostés, después del discurso de Pedro y de
los otros once apóstoles a la multitud que se reunió para ver
qué pasaba, la gente les preguntaba: «¿Qué hemos de hacer,
hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y que cada uno de
vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para
remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo» (Hch 2,37-38). A cada paso hay que convertirse,
creer y recibir gratuitamente el don del Espíritu Santo.
B. Jesús nos anima a pedir con plena confianza el Espíritu
Santo: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas
buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará
el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11, 13).
C. Hemos recibido ya el Espíritu Santo por los Sacramentos de
Iniciación; pero necesitamos reavivar su presencia en nosotros
idiéndolo con fe, recibiendo los Sacramentos de la Reconci-
lación y de la Eucaristía, y viviendo en docilidad al Espíritu.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS
NOS PONEMOS DE PIE PARA

ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

Hch. 1,48.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFOR-
ME.GUARDAREMOS SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINU-
TOS PARA ACOGER EN NUES-
TRO INTERIOR LA PALABRA
DE DIOS.

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD COM
LO QUE NOS PIDE EL SEÑOR
CONTESTAREMOS VOLUNTA-

RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS:

1.- ¿Estamos conscientes de que el Espíritu Santo nos libera
de la esclavitud del pecado? ¿Cómo?

2.- Si los elementos de la Antigua y de la Nueva Alianza son
los mismos ¿cuáles son las grandes diferencias?

3.- ¿El don del Espíritu Santo es la Nueva Alianza?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA.
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE NOS
DIÓ EL ESPÍRITU DE HIJOS.

8.- RESUMEN

Dios ha querido dar al hombre su mismo Espíritu. Con Él,

el hombre deja de ser un hombre ‘al natural’, “en la carne”,

empieza a vivir en el Espíritu. Dios creó al hombre para

llenarlo de su Espíritu; el hombre que no ha conocido esta
experiencia no ha sabido aún para qué existe en la tierra,

El Don del Espíritu es gratuito; el hombre no tiene que
pagar nada por recibirlo. Lo que tiene que hacer es realizar
lo que-dijo San Pedro el día de Pentecostés a los que se
acercaron a ver qué pasaba: convertirse, creer y recibir el Es-
píritu Santo (Cfr. Hch 2,38)

69

El Don del Espíritu es la Nueva Alianza, es la vida cristia-
na, sin este Don no se conoce realmente el cristianismo. Es
también la experiencia de la verdadera libertad, porque es
tener ‘La Ley en el Interior’. La acción del Espíritu en el cora-
z6n del creyente nos santifica porque construye en nosotros
la caridad que es la plenitud de la Ley. Por esto el cristiano
con toda la Iglesia, pide continuamente la venida del Espíritu
Santo. Hay que reunirse con los demás a pedir Espíritu Santo.

9.- CANTO

10.- LEE, MEDITA Y ACTÓA

Haz lo posible por comulgar todos los días. Alf Jesús te
renovará el don del Espíritu.

Día 1 jr 31,31-34 La Nueva Alianza que Dios quiere
para todo hombre.
* Di frecuentemente al Señor:
“Tú eres mi Dios, yo soy de tu
Pueblo”.

Día2 Jl 3,1-5 Dios quiere hacer presente su
Espíritu en tu vida.
* En unión con otros, pide Espíritu
Santo.

Dia3 Ez 37,1-14 Aunque seas como huesos secos,
Dios quiere darte vida.
* Pide Espíritu Santo y goza de la
nueva vida que Él te dará.

Día 4 Ez 47,1-13 El agua del Espíritu es para sanarte
y hacerte dar frutos.
Jn 4,10 Pide Espíritu Santo, Jesús quiere
darte de ese agua.
Día5 Jn16,7-11 Es mucho lo que el Espíritu quiere

hacer en tu vida.

Rm 8,14-15 Pide al Espíritu que te descubra tu
pecado para que sanes, confíes en

el poder de Jestis y vivas sin

temores.
Día 6 Hch 1,4-8 Busca con ahinco el don del
Espíritu.
Lc 11,9-13 Pide con confianza, en unión con
otros, el Espíritu Santo.
Día7 Jn4,1-30 La Samaritana pide a Jesús esa
agua.
Rm 8,26-27 Confiado, deja que el Espíritu

Santo guíe tu oración.

11.- MEMORIZA:

“4<Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en
mí»” (In 7,37-38).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:
“Ven Espíritu Santo”.

8. LA COMUNIDAD
CRISTIANA

OBJETIVO: Reconoceremos que formamos la Iglesia y
que en ella vivimos la comunión que es la
vida de Dios.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABALAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE DE NUESTRAS EX-
PERIENCIAS.

1.- ¿Cómo describes a una persona egoísta?

2.- Las personas que quieren hacre todo solas, sin pedir ayu-
da, ni querer cooperar con otros, ¿logran salir adelante?

3.- ¿Has tenido experiencia de que sólo con la ayuda de los
demás, (de tu familia, o tus amigos) has solucionado un
problema grave? Coméntalo con el grupo.

4.- ¿Te sientes parte de tu comunidad parroquial? ¿Estás unido
a las familias que la integran, al Párroco, a los niños y a los
jóvenes, etc., que forman la comunidad? Sí, No, ¿Por qué?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERÁ EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y AL FNAL
HAREMOS COMENTARIOS.

L La falsedad del aislamiento individualista

1.- Para muchos católicos, debido a las ideologías que rigie-

ron por mucho tiempo nuestro país, la religión y la fe
son “asuntos privados”. Según esta manera de enteder
las cosas, cada uno puede, creer en Dios si así lo quiere,
cuando quiera y como quiera. Por eso hay gente para la
que “lo único importante es «estar bien con Dios»”, pero
como ellos se lo figuran, sin escuchar a Dios que le dice
cómo se está bien con Él.

2.- Otros piensan que basta con “ser católicos a su manera”.

Es decir, viven la religión a su medida, a su gusto, con-
veniencia y comodidad. Así, cada uno se va haciendo
sus propias prácticas religiosas, sus propias oraciones,
sus propias lecturas, su propia moral, su propia doctrina,
y consiguientemente, su propia iglesia, su propio ‘dios’.
El Dios que les pide ciertas prácticas todos los domingos
y la confesión de sus pecados les resulta incómodo; y el
Dios que les hace ver que ciertas acciones son inmora-
les les trastorna la vida. Su dios no es para dialogar, sino
para traer la buena suerte y para que todo le salga bien.

3.- En este tiempo de cambio a la democracia, hay quienes

llegan a pensar que la religión debe acomodarse a lo
que penes la mayoría. La religión que se opone a lo
que la mayoría juzga bueno debe ser sustituída por una
que esté “más al día con las corrientes actuales de pen-
samiento”. Los criterios de la televisión, el radio y las re-
vistas nos van haciendo sentir que no es tan malo
aquello que se nos enseñaba que era malo, que hay que
pensar “modernamente” y no ‘a la antigua”, ‘como la Igle-
sia Católica”. Aceptar a Jesús sin confesar que es Dios,
no creer en la presencia real de Jesús en la Eucaristía,
aceptar la pornografía, el aborto, la eutanasia, la indife-
rencia ante las diversas religiones, todo debe evolucio-
nar conforme ‘avanza’ la humanidad.

4.- Entre los católicos que buscan sinceramente la santidad

74

también hay muchos influenciados por el individualis-
mo. Creen que su entrega a Dios es un asunto “priva-
do”, que en su “unión con Dios’ nada tienen que ver los

demásy algunos hasta piensan que los demás les son un
estorbo para llegar a Dios (alguien dijo: “siempre que
me acerqué a los hombres regresé menos hombre”).

5.- Estos criterios individualistas han hecho surgir, a lo largo
de la historia de la Iglesia, las herejías y las sectas. Así
también ahora se proponen doctrinas sin sentido [como
la “Nueva Era”] que llaman la atención a los que no tie-
nen una fe sólida en Jesucristo, y que destruyen la fe que
el Señor nos ha dado en la Revelación y como don per-
sonal.

Il. La fe y la religión son “personales”, no
“privadas”

+ La palabra “Personal” implica la libertad y la responsabi-
lidad con que cada uno debe vivir la fe; no significa que
tengamos que encerrarnos en nuestros cuartos para ser
cristianos. La libertad de conciencia, que es uno de los
primeros derechos del hombre, no consiste en hacer lo
que a uno le venga en gana, sino en buscar libre y res-
ponsablemente la verdad y seguirla.

2.- Por otra parte, Dios no es del tamaño de nuestros gustos,
ni éstos son la medida de nuestro ser. La verdad de la
religión, la verdad que es Dios y la verdad del hombre
existen por sí mismas, no porque así nos gusten o así las
aprobemos; nosotros podemos aceptarlas o rechazarlas,
pero no acomodarlas a nuestro antojo.

3.- El Demonio tiene interés en que vivamos aislados. El ais-
lamiento individualista nos hace vulnerables a todas las
ideas falsas, nos deja sin fuerza para oponernos al poder
de los medios de comunicación que transmiten valores
falsos, nos impide conocer toda la verdad y defendernos
de la falsedad. En cambio, crecemos como personas cuan-
do nos unimos a los otros; nuestro desarrollo humano
está ligado a nuestra unión con los demás. La gente ais-
lada no llega a ser plenamente persona.

La religión y la fe se experimentan a fondo cuando se

vive en compañía de otros; necesitamos ser acompa-

ados por otras personas para vivir la fe. La religión y la

75

fe son asuntos pe no “privados”; son también
“responsabilidades”, no “cuestiones de gustos”.

III. La vida de fe se vive “en Iglesia”

1.- «Jesüs iba a morir... para reunir en uno a los hijos de
Dios que estaban dispersos» (Jn.11,52). Dios salva a los
hombres uniéndolos a Él mismo. El hombre se pierde
cuando está separado de Dios; pero se salva uniéndose
à Dios; el hombreha sido hecho para estar slempre unt
do a Dios.

2.- Jesús pidió a su Padre que le diera el regalo de la unidad
de los que le creen: «Padre santo, cuida en tu nombre a
los que me has dado, para que sean uno como noso-
tros» (Jn 17,11). «No ruego sólo por éstos, sino también
por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en
mi, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y
yo en tí, que ellos sean también uno en nosotros, para
que el mundo crea que tú me has enviado» Un 17,20-

1).

3.- El cristiano forma parte del cuerpo vivo que es la Iglesia,
el Cuerpo de Cristo; no se es cristiano sólo por "aceptar"
una doctrina como si fuera una idea. El que cree a Cristo
se adhiere a Él por la fe, por el Bautismo, forma una sola
cosa con Él y participa de su vida. Esta unidad se llama
comunión. Esta comunión es la vida de la Santísima Tri-
nidad y se realiza en nosotros en todos los aspectos de
nuestra vida, hasta en los más sencillos, en la vida fami-
liar, educativa, laboral, económica y política (Cfr. Pue-
bla 215).

4.- Son cuatro las características de la comunidad cristiana,
mencionadas en los Hechos de los Apóstoles: «Acudían
asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la co-
munión, a la fracción del pan y a las oraciones» (Hch
2,42). La enseñanza de los Apóstoles hace permanecer
en la fe que Dios nos ha revelado; la comunión es la
misma unión con Dios, y la consiguiente unión con los
hermanos; la fracción del pan es la Eucaristía que, siendo
un mismo pan, nos hace un mismo cuerpo; las oracio-
nes son la expresión confiada de los hijos de Dios que

76

se dirigen a su Padre para alabarlo, bendecirlo, darle gra-
cias y presentarle sus peticiones.

- La experiencia de la comunidad cristiana se realiza en
grupos que la Iglesia llama “comunidades eclesiales de
base”; en ellas se vive y se comparte la fe, se da culto a
Dios y se ejercita el amor que es la caridad.

Pero estas comunidades no son completas en sí mis-
mas, necesitan estar integradas en otras más amplias; los
cristianos pertenecen a varios grupos distintos que viven
la comunión y que juntos forman una comunidad más
grande que se llama Parroquia, que es una comunidad
de comunidades. « .

La Parroquia es comunidad de fe; es orgánica porque
une las comunidades eclesiales de base en la unidad,
como los órganos de un cuerpo; en ella se vive la fe, se
celebra el culto y se practica el verdadero amor. Las Parro-
quias, a su vez, están también unidas en la comunidad
que se llama Diócesis (o Iglesia Particular). El párroco, que
representa al Obispo Diocesano, es el vínculo jerárquico
visible que une a la comunidad parroquial con toda la
Diócesis o Iglesia Particular. Y, finalmente, cada Iglesia
Diocesana, a su vez, está en la única Iglesia Universal,
que es la gran comunidad en la que somos reunidos en
uno los hijos de Dios que habíamos estado dispersos. Es
así como la Iglesia está formada como un solo cuerpo
en el que Cristo es la Cabeza y en el que todos partici-
pamos de la misma vida de Dios.

- Para crecer personalmente en la vida de Dios necesita-
mos ser, estar, convivir y crecer con los demás; no po-
demos crecer solos y apartados: la vida de Cristo no
puede ser plena en un hombre solo: ninguno abarca a
Cristo, en cambio Él nos abarca a todos. La plenitud de
Cristo no puede estar en un solo ser humano, sino en to-
dos unidos en Él. La Iglesia fue hecha por Dios para reu-
nir a todos los hombres. El Espíritu Santo, Espíritu de la
Unidad, es el autor de nuestra unidad en Cristo y nos
hace un solo Cuerpo, una sola Iglesia. La Iglesia es co-
munión.

1

2-

4-

78

IV. Cómo vivir la comunidad

La comunidad es un don querido y decretado por el Pa-
dre, es ganado por el Hijo hecho hombre por su muerte
en la cruz y es dado por el Espíritu Santo. El hombre no
puede hacer la unidad; sólo le toca recibirla agradecida-
mente, cuidarla y conservarla.

La medida de nuestra unidad la da nuestra docilidad al

Espíritu Santo, La vida comunitaria empieza a existir en-

tre los miembros de los grupos:

* cuando son “asiduos a las enseñanzas de los Apóstoles
(y las de sus sucesores que son los obispos) y de los
que han recibido el ministerio de enseñar;

* cuando empiezan a cuidar la fe de sus hermanos, cuan-
do les ayudan a responder a lo que Dios les pide y a
liberarse de lo que les estorbe para vivir la fe;

* cuando se unen todos con constancia para alabar a
Dios, darle gracias y pedirle lo que es conforme a su
voluntad.

* cuando comparten con los hermanos sus propios bie-
nes espirituales y materiales, —

La comunidad cristiana está formada por pecadores en

vías de transformación. Por eso es costosa la conviven-

cia con los demás; pero es la manera de vivir en esta tierra
la vida divina. En la comunidad llegamos a reconocer
pecados que no creíamos tener; recibimos el tesoro de
la corrección fraterna; nos damos cuenta de la urgencia
de perdonar y de ser perdonados, aprendemos a “lavar

los pies” de los demás y a dejar que nos los laven, y

ayudamos con la oración a los demás.

La comunidad es diversificada y orgánica. Es diversifica-

da porque todos somos distintos: Dios no hace hombres

idénticos, ni cristianos sin forma o personalidad propia.

A cada uno le da dones (carismas) diferentes para bien

de todos, Y la comunidad es orgánica, como todo cuerpo

vivo, porque todos los miembros están unidos entre sí,
con funciones diversas, para la edificación de la unidad.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
Dios.

1Cor 12,4-31.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS — SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINU-
TOS PARA ACOGER EN NUES-
TRO INTERIOR LA PALABRA.
DE DIOS.

6.-COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR
CONTESTAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE_ LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS.
1.- ¿Cuáles versículos de los que acabamos de leer, quieres
comentar?
2.- ¿Por qué todos somos importantes en la comunidad cris-
tiana'
3.- ¿Qué nos pide el Señor para que vivamos en comunión?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA.
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE NOS
LLAMA A LA EXPERIENCIA DE
LA VIDA COMUNITARIA.

8.- RESUMEN

Dios no ha querido que el hombre esté solo. El mal nos
separa y, aislados, nos vence. La vida de Dios es más gran-

79

de que los estrechfsimos límites de cada hombre aislado. Él
no puede darnos su vida en plenitud si estamos aislados o si
somos ’individualistas’. Dios necesita darnos la unidad que
no poseemos y que es suya.

Para damos esta unidad fue necesario que el Hijo de Dios
se hiciera hombre y que Él, Jesús, predicara, padeciera, mu-
riera, resucitara, ascendiera al cielo, recibiera el Espíritu, nos
lo diera y asf el Espíritu Santo fuera el autor de nuestra uni-
dad. La Iglesia es el instrumento que Dios ha querido utilizar
para darnos, dentro de ella, su propia unidad. La Iglesia es
“una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo” (Vaticanoll. Constitución Lumen
Gentium 4).

La unidad que nos mantiene en la verdad tiene cuatro ca-
racteristica:

1) Escuchar las ensefianzas de los Apéstoles y de sus Su-
cesores;

2) Vivir la comunión, nuestra unión con Dios y con los
demás en la vida de la Trinidad;

3) Celebrar y comer la Eucaristía;

4) Hacer oración comunitaria. .

Esta vida comunitaria tiene varios niveles: el de la Fami-
lia, la Comunidad Eclesial de Base, la Parroquia, la Diócesis
y la Iglesia Universal; y en todos deben darse las cuatro ca-
racterísticas señaladas.

9.- CANTO
10.- LEE, MEDITA Y ACTÓA
Dia 1 Jn. 17,20-23 Jesús pidió a su Padre: ‘Que ellos
sean uno en nosotros’.
Un. 1,47 Lo que Dios nos da por medio de
esa comunión.
Dia2 Jn15,1-6 La unidad que Dios nos ofrece
con Cristo,
Jn 15,7-17 Las consecuencias de esa unidad
con Cristo.

Dia3 Hch 2,42-47 Loque Dios hizo con los primeros
tres mil convertidos.
Hch 4,32-35 Lo que Dios hace en la
comunidad cristiana.

Dia4 1)n1,1-3 La comunión que nos da la
predicación de los Apóstoles.
1n 1,5-7 La importancia de la Palabra de
nuestros Pastores.
Día5 Jn 6,52-57 El que come a Cristo en la

Eucaristia permanece en El.
1Co12,12-30 El misterio del Cuerpo de Cristo.

Dia6 1)n 3,11-18 El amor a los hermanos manifiesta
que estamos en Dios.
Un 4,7-14 En qué consiste el amor y cómo
se llega a su plenitud.
Día7 Hch1,12-14 María vivió la comunidad de la
Primitiva Iglesia.
Jn 19,25-27 Acoge a tus hermanos, con María,
en ‘tu casa’.

11.- MEMORIZA:

La Iglesia es “un pueblo reunido en virtud de la unidad
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

(Concilio Vaticano Il. Constitución Dogmätica sobre la
Iglesia, Luz de los pueblos, 4).

12.- REPITE FRECUENTEMENTI

“Jesús iba a morir para reunir en uno a los hijos de Dios
que estaban dispersos” Un 11,52).

EN LAS SIGUIENTES SIETE LECCIONES
VIVIREMOS LAS BASES DE LA VIDA CRISTIANA.

9. LA VIDA EN LA VERDAD

OBJETIVO: En esta lección decidiremos “ser de la Ver-
dad” Un. 8, 47), adquirir un amor definido
a la Verdad y lograr el apego a ella en
cada circunstancia de la vida.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1.- ¿Recuerdas alguna ocasión en que una mentira te perju-
dicó mucho o perjudicó a alguien? Coméntalo.

2.- Háblanos de situaciones falsas en las que claramente se
miente: en la familia, en la comunidad, en la política, en
el trabajo,

3.- ¿Conoces alguna persona que vive la verdad como con-
ducta normal de su vida?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERA EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y AL Fl-
NAL HAREMOS COMENTA-
RIOS.

83

I. El mundo está puesto en la falsedad

1.- Vivimos una cultura de la falsedad que nos lleva a no dar
importancia a la mentira. Más aún, en muchas ocasiones
la gente piensa que es de más calidad la persona que
más habilmente sabe mentir, engañar u ocultar la ver-
dad.

En política, con frecuencia se promete y no se cum-
ple, se dice que no se va a hacer algo que sí se va a ha-
cer, se dan cifras falsas, no se dan informes verfdicos. En
la mente de muchas personas la dignidad de la vida po-
lícita ha sido denigrada hasta significar lo mismo que
la habilidad para mentir.

En la vida económica todos tratan de aprovecharse
de quien tiene buena fe; se promete realizar un trabajo
en determinada fecha y no se cumple, se promete usar
tal material y se pone otro de menor calidad; se da la
apariencia de trabajar cuando en realidad no se trabaja;
se engaña por sistema, como modo normal de vivir. Los
fraudes, los abusos de confianza, el soborno, la mordida
y todo tipo de corrupción parecgn ser el modo ‘ordina-
rio' de vivir la economía.

2.- La gente aprende muy pronto a vivir la falsedad: en casa
los niños, que naturalmente viven, hacen y dicen la ver-
dad, aprenden a vivir la doblez que es la mentira. En la
escuela se enseña a vivir la falsedad cuando a los alum-
nos ‘se les pasa de año' aún cuando maestro y alumno
tienen conciencia de que éste no sabe lo que debiera sa-
ber; así se enseña a los alumnos a mentir a la ley.
Unido a la falsedad está ordinariamente el miedo. Mu-
chos no dicen ni hacen la verdad porque tienen miedo:
miedo a que los regañen, miedo al castigo, miedo a la
represión, miedo a perder ciertos bienes pequeños o al-
gunos ‘privilegios’, o miedo a perder el salario, o a per-
der la vida.

Otros se esconden para hacer lo malo y engañan ocul-

tando su malicia: «Todo el que obra el mal aborrece la

luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus

obras» (Jn 3,19). Quien hace el mal no sabe dar la cara
y responsabilizarse del mal que ha hecho.

5.- La falsedad y el engaño, juntamente con el miedo, son

los cimientos de la corrupción. La corrupción necesita
esconderse, y lo hace hasta que alguien la pone de ma-
nifiesto. La corrupción cuando llega a ser el modo ordi-
nario de vida social es la degeneración de la sociedad.
La sociedad es sana sólo cuando hay mutua confianza. En
una sociedad corrupta nadie puede tener confianza en
otros; no es posible la convivencia; la acitud que se ge-
nera ante los demás es desconfianza. Y si la vida social no
es posible, tampoco es posible el crecimiento personal.

IL. La Verdad es Jesús

.- La necesidad de la verdad nace de la experiencia del

contacto con Dios. Él ha guiado y cuidado a su pueblo
con verdad; es el Dios fiel a la Alianza y a sus promesas:
«Tus palabras son verdad» (2 Sam 7,28). Estas son irre-
vocables, permanecen para siempre y en ellas se puede
confia La verdad es la cualidad de lo que es estable y
firme, lo sólido y seguro, lo que es irrompible, lo digno
de confianza, el firme apoyo. La verdad de Dios no es
una idea, es la fidelidad inconmovible con la que trata a
los hombres.

En el Nuevo Testamento tiene cumplimiento pleno la
Verdad de Dios: Él ha cumplido su palabra en Jesús: Él
es la Verdad del Padre, la fidelidad del Padre a su Alian-
za con los hombres. Jesús nos reveló: «Yo soy el Cami-
no, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»
Un 14,6). Jesús es la Verdad y ésta va unida a la Vida. Al
mismo tiempo es el Camino que hay que recorrer para
llegar al Padre. «Hacer la verdad» y «caminar en la ver-
dad» es vivir unido al Padre en Jesús; es lo mismo que
vivir la justicia y el amor para con Dios y para con los
otros seres humanos.

3.- Jesús nos ha enviado, de parte del Padre, al «Espíritu de

Verdad»; Él «nos guiará hasta la verdad completa» Un
16,13). La Verdad completa es Jesús, Hijo de Dios, he-
cho hombre, Salvador y Redentor de todos los hombres,

85

86

unido a todos los que son suyos, a todo su Cuerpo, que
es la Iglesia. El Espíritu Santo nos ha sido comunicado
para darnos testimonio de Jesús, para hacernos compren-
der en la fe la verdad de Cristo.

- La Verdad nos hace libres: «Si os mantenéis en mi Pala-

bra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis
la verdad y la verdad os hará libres». Un 8,31-32). La li-
bertad auténtica está unida a la verdad. La libertad es
para ‘hacer la verdad’, el libertinaje hace la falsedad.
Quien sigue la Palabra de Jesús aprende la Verdad, llega
a conocerla poniendo en práctica esa Palabra. Al Señor
Jesús se le conoce “manteniéndose en su Palabra”. Y
este conocimiento da la verdadera libertad. Esta libertad
es profundísima, no es puramente exterior; por eso nadie
nos la puede quitar y por eso los verdaderamente libres
hacen todo lo que Dios les pide sin temer en ningún
momento alguna amenaza; «Si el Hijo os da la libertad,
seréis realmente libres» Un 8,36).

La falsedad, que es la negación de la Verdad, niega a
Dios, es contraria al ser de Dios. La falsedad lleva al
hombre a hacerse ídolos, sustitutos de Dios; pero sobre
todo, la falsedad es propia de unt ser que lleva el nom-
bre de «el diablo». “Este era homicida desde el principio,
y no se mantuvo en la verdad porque no hay verdad en
él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro,
porque es mentiroso y padre de la mentira” (In 8,44). La
falsedad mata; en cambio la Verdad, Cristo, siempre es
Vida y da Vida. El diablo mató a la humanidad engaña
do a Eva cuando le dijo: “De pinguna manera mores.
Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiéreis
de él (el fruto), se os abrirán los ojos y seréis como dio-
ses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3, 5). Toda
mentira es un “no” a la verdad, al bien, al ser del hom-
bre, al ser de las cosas y, peor aún, es un “no” a Dios.
Los que enseñan “otro evangelio”, los que no confiesan
que Jesús es Hijo de Dios que vino en la carne, han
vuelto la espalda a la verdad; ellos son ‘los doctores de
mentira” (1Tim 6,5). La verdad es la sana doctrina, opuesta
a “las fábulas (1Tim 1,4). El objeto del mensaje evangé-

lico no es un conjunto de ideas, es la Verdad, es la per-
sona misma de Cristo. Por esto es necesario que cada
persona mantenga siempre atenta su mente y su corazón
antes de abrirlos para aceptar cualquier cosa que le di-
gan. Cuando la mentira entra al hombre, le hace daño,
lo debilita y puede llgar a causar la separación de Dios,
que es la muerte espiritual. Es necesario vivir vigilantes
rechazando la mentira y el error.

Ill. «Ser de la Verdad»

1.- La verdad es la base de la vida moral. Sólo conociendo la
verdad de Dios, del hombre y de la naturaleza, puede el
ser humano relacionarse debidamente con todo lo que
le rodea y portarse debidamente. La conducta del hom-
bre, para ser verdaderamente humana, debe guiarse por
la verdad de las cosas, la verdad del mismo hombre y la
verdad de Dios. La falsedad deforma al hombre, hace apa-
recer las cosas como no son, abaja y trata de destruir a
Dios. Por eso todo cristiano tiene que vivir en una es-
tricta disciplina de la verdad.

No existen 'pequeñas mentiras” como si fueran sin
importancia; todas apartan de la Verdad,

2.- La verdad es fidelidad a la Alianza: los “hombres de ver-
dad” están “aliados a Dios”, le son leales, viven con Él y
para Él, son de corazón fntegro (2R 20,3). De la misma
manera que Dios es fiel a la Alianza y por eso es plena-
mente “confiable”, así también el cristiano tiene que ser
un hombre “plenamente confiable”.

3.- El cristiano no se deja llevar por todo lo que oye o le lla-
ma la atención; vigila con energía para no dejar al error
entrar en su mente ni en su corazón. La lucha por la ver-
dad es una lucha real y contínua. Parece que en el mun-
do todo contribuye a la difusión de la falsedad y del
error, de manera ir cesante e incisiva. Preservar nuestro
interior de la falsedad es conservar la salud, del mismo
modo que impedimos que por nuestra boca entre algún
veneno.Los que se esfuerzan por vivir la verdad se ha-
cen capaces de dar luz al mundo: un cristiano que viva
en la falsedad no puede iluminar al mundo, La discipli-

87

na que nos impone la verdad tiene que ser la manera
propia de vivir del cristiano; esta disciplina se vive en el
discernimiento, sabiendo distinguir entre lo verdadero y
lo falso,

4.- «Ser de la Verdad». Ante la autoridad romana Jesús dijo:
«Todo el que es de la verdad escucha mi voz» Un 18,17).
Igualmente había dicho: «Vosotros no creéis porque no
sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las
conozco y ellas me siguen» (In 10,26-27), Ser de la
Verdad es ’sintonizar’ con Jesús, y, como Él y con Él
«ser de Dios» (In 8,47), «ser de arriba» (n 8,23). La afi-
nidad espiritual con la Verdad es la base para vivir la vida
divina.

El cristiano, al igual que su Maestro, tiene enemistad
absoluta con la falsedad y el engaño, con el encubri-
miento y el miedo. «El que es de la verdad viene a la
luz» Un 3,21) dijo Jesús. Así el cristiano, imitando a Je-
sús, no puede reproducir las obras del maligno diciendo,
haciendo o caminando por la falsedad y el engaño. Para
el cristiano la Verdad le llama en primer lugar a mante-
nerse en la verdad: esto quiere decir estar siempre en
una actitud de buscar la verdad y de apegarse a ella, El
cristiano debe estar cierto de que lo que piensa es ver-
dad, lo que entra a su inteligencia, a su imaginación, a
sus oídos, a sus ojos, es la verdad. Dejar entrar en sí
mismo la falsedad es echar fuera a jesús y envenenarse
a sí mismo. No estar cierto de si lo que dejamos entrar
en nosotros es verdad, es, por lo menos, acercase al pe-
cado.

Pero vivir la verdad también significa que lo que
dice y hace el cristiano debe ser verdad, En muchas oca-
siones vivir la verdad costará esfuerzos, desprecios,
amenazas, pérdidas económicas o de prestigio y a algu:
nos les costará,quizá, la vida. Pero más vale la pena su-
frir por la verdad, “que hace libres”, que vivir en la
esclavitud de la falsedad. Caminar en la verdad es cami-
nar hacia el Padre por “el Camino” único que es Jesús.
La vida humana es un caminar; hay muchos caminos
hacia muchas direcciones; pero sólo una es la dirección

correcta; a cada paso encontramos las desviaciones que
propone la falsedad; pero sólo hay un Camino al Padre,
es la Verdad.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

Jn 8, 31-45.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS — SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINU-
‘TOS PARA ACOGER EN NUES-
‘TRO INTERIOR LA PALABRA
DE DIOS.

6.-COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR

CONTESTAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS:

1.- ¿Por qué es importante vivir en la verdad?

2.- ¿Qué te pide la Palabra de Dios acerca de la Verdad?

3.- ¿Qué quieres comentar con tu grupo?

7.-ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA

LLAMA A SER VERDAD COMO
ÉL ES VERDAD (Cir. Hch 2,
36).

8.- RESUMEN

El hombre fue creado para vivir en la verdad. Todo lo
que en él no es verdad es algo añadido, no es suyo. La Re-
velación nos da la Verdad, que es la fidelidad de Dios en
cumplir sus promesas. Dios es Fiel.

Jesús es la Verdad que saca a los hombres de la falsedad
y del engaño, los hace partícipar del don del Espíritu de Ver-
dad y los conduce hacia la Verdad plena, Vivir en la Verdad
significa vivir en Dios y para los demás. El Espíritu de la Ver-
dad conduce a los hijos de Dios, les revela el rostro de Cris-
to y los trasforma en colaboradores de la Verdad.

9.- CANTO
10.- LEE, MEDITA Y ACTÓA

Dia1 Ap 3,14-22; Cristo es el Testigo Fiel y Veraz.
In 2,18-27 La mentira no procede de la
verdad.
Día2 Jn 8,31-45 Quienes viven la falsedad no
soportan la Verdad.
Jn 10,1-8 Quiénes escuchan la voz de la
Verdad.
Día 3 Jn18,37-38 Qué significa conocer la Verdad.
Jn 8,41-47 El que es de Dios escucha la
Verdad y la cree.
Día 4 1Jn1,5-10 La verdad de nosotros mismos
y de Dios.
Rm 1,18-32 Los que aprisionan la verdad con
la injusticia.
Día5 Jn7,14-24 El que busca la gloria de Dios es
veraz.
Mt 12,31-37 “De la abundancia del corazón
habla la boca”.

Dia6 Jn 14,1-10 Jesús es la Verdad y la Vida.

3)n 1-15 Cómo se vive en la Verdad.
Día7 Lc3,1-18 Juan Bautista, Testigo de la Verdad.
Lc 4,1-13 La falsedad se vence con la
Verdad.
11.- MEMORIZA:

“Si os mantenéis en Mi palabra conoceréis la verdad y Mi
verdad os hará libres” (Jn 8, 31- 32).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:
“Tus palabras, Señor, son la verdad” (2Sam 7, 28).

91

10. VENCER EL MAL MORAL

OB;ETIVO: Comprenderemos que hay que luchar seria-
mente para vencer el mal y buscar el bien.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO DURAN:
TE LA SEMANA Y QUÉ
EXPERIENCIAS TUVIMOS AL
CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA
HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.
1.- ¿Conoces a alguien que hace el mal a propósito? Comen-
ta cómo son sus actitudes, sin decir su nombre.
2.- ¿Quién crees que es el diablo?
3.- ¿Por qué está mal tener como únicos valores el poder, la
riqueza, el placer y el éxito?
4.- ¿Cómo podemos vencer el mal en nosotros?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERÁ EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y ALFINAL
HAREMOS COMENTARIOS.

1. Las falsas ideas acerca del mal moral
y de sus fuentes

1.- Hay quienes creen que el mal que hay en cada ser huma-
no, se vence con la sola fuerza de la voluntad; piensan

93

que el mal que hay en el mundo existe sólo porque no
hay voluntad de detener el avance del mal. El mal se
vence, dicen, con la sola decisión de ser buenos.

2.- Otros creen que el hombre es bueno de por sí, que el
mal está sólo en el ambiente corrompido que nos rodea
y que contagia a las personas individuales. Creen que,
cambiados esos ambientes, destruídas esas "estructuras
malas' se sanearía el ambiente y el mal se arrancaría
para siempre de la vida del hombre.

3.- Otros no creen que-exista el demonio, creen que es una
pura invención para explicar el mal que todos llevamos
dentro, pero creen que el mal es cosa que se explica en
el corazón del hombre.

4.- Muchos no alcanzan a ver cómo el mundo pueda tener
algo erróneo o equivocado en sus ideas y valores que
contradiga la fe. A veces el mundo está tan dentro de los
católicos que éstos no ven la incompatibilidad de él con
el Reino de Dios.

5.- Cuando se habla de “la carne” muchos creen que se trata
del cuerpo humano, o, más especialmente, de los de-
seos sexuales. Otros creen que se trata de emociones
que acompañan la satisfacción de los sentidos.

II. La lucha que debe hacer el hombre

La Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia nos han
enseñado siempre que “Dios creó al hombre para la inco-
rruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza, mas,
por envidia del diablo, entró la muerte en el mundo y la ex.
perimentan los que le pertenecen” (Sb 2,24); en nuestra vida
el mal se nos presenta a cada momento en tres formas prin-
Cipales, interrelacionadas entre sí: el demonio, el mundo y
la carne. El demonio ha sido el instigador del mal en la vida
del hombre; el mundo es el ambiente que el hombre cons-
truye aceptando el engaño del diablo, la care es la presen-
cia del mal que el hombre lleva dentro de sí mismo.

94

A.EL DEMONIO

“El llamado ‘diablo’ (dia-bolos significa ’el que se atravie-
sa' en los planes de Dios), satanás, “el seductor del mundo
entero” (Ap 12,9), “homicida esde el principio, mentiroso y
padre de la mentira” (n 8,44), es aquél por medio del cual
el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya defi-
nitiva derrota, la creación entera será “liberada del pecado y
de la muerte”. Su acción entre los hombres es a través de la
tentación —que cuando es fuerte se puede llamar opre-
sión—; más intensamente lo hace por la obsesión —que es
una manera persistente y enfermiza de tentación— y, en los
casos más fuertes, con la posesión.

El mismo Jesús, que “se manifestó para deshacer las
obras del diablo” (1)n 3,8), “fue llevado por el Espíritu al de-
sierto para ser tentado por el diablo” (Mt 4,1). Las tentacio-
nes que puso a Jesús fueron tres: buscar alimento fuera de la
voluntad de Dios, tentar a Dios para su propia satisfacción y
renegar de Dios para seguir los falsos dioses que procuran el
poder de este mundo (Cfr. Nota de la Biblia de Jerusalén al
versículo citado). Al responder al demonio con la Palabra de
Dios, Jesús lo vence y “el diablo lo deja” (Mt 4,14). Con esto
Jesús abre el camino de la salvación, no el camino de la
confianza en sí mismo y de la facilidad, sino el de obedien-
cia a Dios y de la abnegación.

El demonio es un ser espiritual que pecó rebeländose
contra Dios. Conserva su naturaleza angélica y, por tanto, el
poder correspondiente a su naturaleza. Con su influencia ne-
fasta se atrevió incluso a tratar de apartar a Jesús de su misión,
La peor obra que ha hecho es la de seducir por la mentira al
hombre e inducirlo a desobedecer a Dios. Actúa en el mun-
do por odio contra Dios y su Reino; su acción causa graves
daños espirituales y también, indirectamente, daños físicos
en cada hombre y en la sociedad. Misteriosamente Dios
permite esta acción del demonio; pero no deja de dirigir la
vida del hombre y del mundo con fuerza y dulzura: “noso-
tros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para
bien de los que le aman” (Rm 8, 28).

95

Pero, si no debemos vivir como si no existiera el diablo,
tampoco debemos temerle como si su poder contra nosotros
fuera infinito. Él no es más que una creatura, no puede im-
pedir la edificación del Reino de Dios. Ha sido vencido por
Jesús y sólo tiene poder sobre aquéllos que libremente le
abren la puerta de su interior.

Las personas que ceden al pecado están más propensas a
quedar, de alguna manera, bajo el influjo del demonio. Esto
es más frecuente entre los que adquieren vicios pecamino-
sos o adicciones de cualquier tipo. Desde luego que quienes
realizan cultos satánicos y quienes hacen brujerías y malefi-
cios se ponen bajo el poder del demonio (Ver Catecismo de
la Iglesia Católica 2116 y 2117).

B. EL MUNDO

En la Sagrada Escritura ‘el mundo’ significa varias cosas;
por eso hay que estar atentos para saber qué sentido tiene la
palabra ‘mundo’ en cada pasaje . En primer lugar, en la Bil-
bia ‘mundo’ significa a todos los hombres. Así, San Juan
dice: “De tal manera amó Dios al mundo que dió a su Hijo
único” (In 3,16). Por eso también nosotros estamos llamados
a amar al mundo, es decir, a todos los hombres.

Pero ‘mundo’ también significa toda la maldad que hay
en el hombre después del pecado de origen. En este sentido
nos dice el mismo San Juan: “No améis al mundo ni lo que
hay en el mundo. Si alguien ama al mundo el amor del Pa.
dre no está en él” (1Jn2,15). Las consecuencias del pecado
original y de todos los pecados personales de los hombres
dan al mundo una condición pecadora, que puede llamarse
“el pecado del mundo” (Jn 1,29). Este nombre designa tam-
bién la influencia negativa que ejercen sobre las personas
las situaciones comunitarias y las estructuras sociales produ-
cidas por los pecados de los hombres. «Esta situación dra-
mática del mundo que “todo entero yace en poder del
maligno” (1Jn 5,19; Cfr.1Pe 5,8) hace de la vida del hombre
un combate» (Cfr. Catecismo Iglesia Católica 408-409).

El ‘mundo’ entonces aparece como el ambiente en el que
vive el hombre, el conjunto de relaciones, de ideas y de va-
lores que contradicen el Reino de Dios. San Juan dice: "Si al.

96

guien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto
que todo lo que hay en el mundo —la concupiscencia de los
ojos y la jactancia de las riquezas— no viene del Padre, sino
del mundo” (1]n 2,15-16). Las relaciones mundanas se ba-
san en la desconfianza, en la competencia egoísta que trata
de destruír al otro, en la ambición y la envidia, en el rencor y
los celos, en la explotación y el temor, en apegos puramente
emocionales entre hombres y mujeres, en la voluntad de do-
minio y extorsión, o en la rebelión y la insubordinación —si
se trata de la autoridad en la familia, el trabajo o los asuntos
püblicos- o bien en resentimientos, odios y rencores en casi
todos los campos.

Las ideas del mundo son lograr independencia total para
cada uno, realizarse a sí mismo independiente de los demás
y de Dios; libertad absoluta para el bien y para el mal; ma-
nipular y utilizar al hombre en toda su conducta, hacer del
hombre sólo una máquina de trabajo, medirlo sólo por su
“productividad” económica. El mundo no cree que exista
una verdad absoluta a la que podamos referirnos todos, cree
que la verdad siempre es relativa; que no hay una verdad
absoluta , sino que ‘cada uno tiene su verdad’,

Los valores que guían al ‘mundo’ son el dinero, el placer,
el poder, el dominio, el prestigio, la fama, el quedar bien, el
“¿qué dirán?” Para el mundo es bueno lo que hace posible
alcanzar esos falsos valores. El mundo lucha por lograr esos
falsos bienes que no hacen más humana la vida, sino que,
por el contrario, hacen sufrir al mundo, como nos muestra la
experiencia diaria.

C. LA CARNE

“El término ‘la carne’ designa al hombre en su condición
de debilidad y de mortalidad (Cfr. Gn 6,3; Sal 56,5; Is
40,6)” (Cat. Igl. Cat. 900); es el mismo hombre, pero en la
condición en la que quedó después del pecado de origen.
No es la naturaleza humana tal como fue creada por Dios,
sino la naturaleza después del pecado del primer hombre.

El drama de este hombre debilitado, que somos cada uno
de nosotros, es descrito por San Pablo así: “Sabemos, en
efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de came, vendido

ye

al poder del pecado. Realmente mi proceder no lo compren-
do; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que abo-
rrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la
ley en que es buena; en realidad no soy yo quien obra, sino
el pecado que habita en mí; pues bien'sé yo que nada bueno
habita en mí, es decir, en mi carne” (Rm 7,14-25).

“En el hombre, porque es un ser compuesto-de espíritu y
cuerpo, existe cierta tensión y se desarrolla una lucha de
tendencias entre el “espíritu” y la ‘carne’. Pero, en realidad,
esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una conse-
cuencia del pecado que nos confirma su existencia. Forma
parte de la experiencia cotidiana del combate espiritual”
(Cat. Igl. Cat. 2516).

El cuerpo no es malo, con el alma espiritual constituye la
naturaleza del hombre y, juntos alma y cuerpo, hacen a la
persona. La ‘carne’ y “el espíritu” se feller tada bien à bs
disposiciones estables, las virtudes y los vicios, moralmente
buenas o malas, que son fruto de la sumisión a la acción sal-
vífica del Espíritu Santo (las virtudes) o bien fruto de la resis-
tencia a esa acción divina (los vicios). Por ello San Pablo
escribe: “Si vivimos según el Espíritu, obremos también se-
gún el Espíritu” (Ga 5,25. cfr. Cat. Igl. Cat. 2516).

Il. Cómo vencer al mal

Vencer al demonio, Resistimos al diablo cuando ejercita-
mos la fe en lo que el poder de Dios nos revela con su Pala-
bra; cuando a las tentaciones respondemos con la Palabra
de Dios, que es la verdad. Ser “firmes en la fe” es lo que
Dios nos pide para vencer al demonio. Participamos de la
victoria de Jesús sobre el demonio, no ciertamente por nues-
tras propias fuerzas, sino haciendo nuestro, por la fe, el po-
der de Cristo . El demonio “huye” de quien cree y afirma
vigorosamente su fe en “toda Palabra que sale de la boca de
Dios” (Mt 4,4). Para ayudarnos a vivir la fe y así vencer al
deco. Dios nos pide vigilar y orar y nos da la compañía
de los demás hermanos, en la vida comunitaria de la Iglesia.

Vencer al mundo. “Todo lo que ha nacido de Dios vence
al mundo y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo
es nuestra fe” (1]n 5,4). El hombre por sí solo no puede ven-

98

cer al mundo, como_ vemos en la práctica; pero el ejercicio
de la fe nos hace triunfar del mal ambiente mundano. Por
eso es importante que estemos dentro de un ambiente en
que nos sea posible fortalecer la fe. La comunidad de la Igle-
sia es lo que Dios nos da como ‘ambiente’ opuesto al mundo.
En ella es posible aprender, practicar y reforzar relaciones
abiertamente cristianas, sanas, estables, basadas en el autén-
tico y verdadero amor de unos a otros; en ella nos sentimos
alentados a buscar los valores que verdaderamente constru-
yen al hombre y a conducirnos por la Palabra que Dios nos
à dado.

En la Iglesia, es decir, en ese cuerpo que formamos todos
los pecadores que buscamos ser transformados por la acción
salvadora de Jesucristo, es donde los hombres podemos ayu-
darnos a vivir la fe, experimentar una nueva manera de vivir
y donde, por la acción de la gracia, nos vamos haciendo hom-
bres nuevos. Así es como la Iglesia es “luz del mundo”. Los
cristianos que viven una vida nueva iluminan al mundo, no
con su luz propia, sino con la de Cristo que vive en ellos y
los hace uno solo. La Iglesia se opone al mundo “que está
todo entero puesto en la maldad”, pero es enviada al mundo
a dar la Buena Nueva de la salvación.

Vencer la carne, San Pablo nos da enseñanzas muy claras:
“Si vivis según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apte-
tencias de la carne. Pues la came tiene apetencias contrarias
al espíritu y el espíritu contrarias a la carne” (Gá 5,10-17).
También nos dice: “Hermanos míos, no somos deudores de
la came para vivir según la carne, pues, si vivís según la car-
ne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras
del cuerpo, viviréis” (Rm 8,12-13).

La docilidad al Espíritu Santo es el verdadero remedio
para ‘el mal que habita en nosotros’, en nuestra carne. El
pone en nosotros la Palabra de Dios que vence al maligno,
nos une a todos en la Iglesia y, como no basta con que que-
ramos el bien, sino que es necesario que recibamos la gracia
de Dios para hacerlo, guía a los que le son dóciles.

La lucha que el hombre tiene que realizar en su existen-
cia se hace a base de fe, en docilidad al Espíritu Santo, y en
unión con los demás cristianos en la Iglesia.

99

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

St 4,7 y 1P 5,8.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME
GUARDAREMOS — SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINU-
TOS PARA ACOGER EN
NUESTRO INTERIOR LA PALA-
BRA DE DIOS.

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR

CONTESTAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS:
1.- ¿Cuál de las citas bíblicas te tocó más personalmente y
por qué?
2.- ¿Cómo debemos combatir el mal?
3.- ¿Cómo se está alerta y en oración para nc caer en tentación?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE NO NOS

QUE SON DÉBILES

3.- RESUMEN

La ‘came’ y el “espíritu” son los dos impulsos que encon-
tramos dentro de nosotros para realizar nuestra vida diaria.

100

La ‘carne’ está constituída por los impulsos del hombre que
no ha querido recibir la redención; Ho “espíritu” es la acción
de Dios que nos guía para producir buenos frutos en nuestra
vida. Los cristianos para vencer al mal debemos estar siem-
pre “firmes en la fe”, porque con ella estamos llamados a
participar de la victoria de Jesús.

La Comunidad de la Iglesia es lo que Dios nos da como
“ambiente” opuesto al mundo, porque en ella aprendemos a
practicar y reforzar las relaciones sanas, estables, basadas en
el auténtico amor de unos por otros.

El mal se vence viviendo según el Espírirtu, en la docili-
dad al Espíritu Santo.

9.- CANTO
10.- LEE, MEDITA Y ACTOA
Día1 Ap 12,7-12 Batalla de los ángeles.
Jn 8,39-59 El diablo, padre de los que no
creen a Jesús.
Día 2 Ef6,10-18 La lucha del cristiano,
Ef 5,8-21 Andar como hijos de la luz.
Día 3 Jn 17,9-18 Jesús ora por sus discípulos que
están en el mundo.
Gé 5,16-26 Las obras de la carne y el fruto del
espíritu.
Dia4 Rm 7 La lucha interior.
Rm 8,1-13 La vida en el Espíritu.
Dia5 1Tes5,16-24 La alegría del cristiano.
1Cor 13 Himno a la caridad.
Día 6 Mt 4,1-13 Jesús vence las tentaciones del
maligno.
Mt 18,21-35 El perdón de las ofensas.
Día7 Gol 3,1-17 Preceptos de la vida cristiana.
Hch 2,42-47
y 4,32-35 La comunidad cristiana.

101

11.- MEMORIZA:
“La palabra de Dios permanece en vosotros y habéis
vencido al maligno” (1/n 2, 14).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:
“Jesús iba a morir para reunir en uno a los hijos de Dios
que estaban dispersos” Un 11, 52).

102

11. LA VIDA RECONCILIADA

OBJETIVO: Descubriremos la importancia que tiene la
Reconciliación para vivir cristianamente y
para ayudar a otros a vivirla.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÖMO-CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1.- Comenta si alguna vez has hecho las paces con alguién
con quien estuvieras enojado. ¿Cómo lo hiciste?

2.- ¿Qué piensas de quienes dicen: “yo perdono pero no ol-
vido”

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA.

CADA, UNO DE NOSOTROS
LEERÁ EN VOZ ALTA UN PÁ-
RRAFO Y AL FINAL HAREMOS
COMENTARIOS.

L La necesidad de la Reconciliación

El pecado siempre causa rupturas, separaciones, males
morales y materiales. Los pecados son ofensas que dañan y
destruyen las relaciones; con frecuencia producen traumas
due duran muchos años, y hasta toda la vida. Además, en

103

muchas ocasiones, los pecados causan perjuicios serios a la
salud de los otros, o destruyen la vida, o privan a los dueños
de sus bienes, o perjudican la fama de los ofendidos. Hay
pecados que destruyen familias, pueblos y naciones.

Pero, sobre todo, el pecado rompe y destruye la relación
con Dios. Como los hombres normalmente no ven esa rup-
tura con Dios, no piensan en la importancia tan grande de
esta ruptura. Todo pecado, pone a Dios a un lado, separa de
Dios y, peor aún, desprecia a Dios. Cuando el hombre quie-
re o hace algo sin Dios, sólo logra Separarse de Dios y de los
demás.

El pecado, además, es un acto suicida porque aleja de
Dios dador de vida. Cuando el hombre rompe con Dios pro-
duce dentro de sí un desequilibrio que le causa conflictos
internos. El que peca destruye la vida divina que ha recibido,
daña su psicología, vive en remordimientos, tristeza e inse-

uridad. Rompe así la armonía y el poa interior, pierde
aspas en he es daña su salud física y empieza a
sentir que los demás lo reprueban o lo condenan.Ese dese.
quilibrio interno lo lleva a dañar sus relacones con los de-
más hombres y con la naturaleza. El que peca, además de
dañar su propia persona, perjudica a su familia, su barrio, su
trabajo, su economía, su vida social y política, todo como
consecuencia de su pecado. Por eso es posible hablar del
pecado social; y en este sentido podemos también decir que
todo pecado es social, porque afecta a todos los demás.

¡Cuánta gente ha sido herida por nuestras palabras, por
nuestra injusticia, por nuestro desprecio o falta de atención y
cuidado! ¡Cuántas personas llevan en su corazón un daño
paa causado por el mal humor de un padre de fami-

ia o por la impaciencia de un esposo, o por el robo de una
cantidad pequeña, a quien sólo tenía eso para comer ese

fa! ¿Cómo reparar todo el daño que causamos, con la mul.
titud de ofensas, desprecios, injusticias, manipuleos, que ha-
cemos a los demás como consecuencia de la separación de
Dios que causa nuestro pecado?

Hay muchos cristianos que reconocen sus pecados y pi-
den perdón a Dios y creen que eso es lo único que Dios les

104

pide después de su pecado: pedirle perdén; pero no piensan
en todo el daño que han causado a su alrededor.

Hay un lazo estrcho entre la conversión y la reconcilia-
ción; no se puede separar una de la otra ni hablar de una
callando la otra. El que quiere volver a la amistad y a la unión
con Dios tiene también que reparara los daños que ha cau-
sado.

La verdadera conversión se realiza corrigiendo la propia
vida y reparando los daños que hemos causado. A quien
robó no le basta con pedir a Dios perdón; tiene también que
devolver lo robado; el que ofendió o injurió con su palabra
o con sus gestos debe pedir perdón; quien habló mal de otro
debe restituir la buena fama; quien dañó o contaminó la na-
turaleza debe restaurarla. Dicho de otra manera, hasta donde
nos sea posible tenemos que detener el mal que causamos y
repararlo. Somos responsables de nuestro pecado y de sus
consecuencias. La reparación de las ofensas tiene que ser
una verdadera medicina y un verdadero remedio del pecado.

El misterio del pecado, que es el “misterio de la iniqui-
dad”, necesita que la libertad del hombre lo acepte. Pero
cuando el hombre acepta cometer el pecado, dentro de su
decisión actúan las fuerzas del mal,las del “misterio de ini-
quidad”. Adán y Eva, siguiendo el engaño del diablo, querían
vivir sin Dios y ser como dioses, y terminaron separándose
y acusándose mutuamente; heredaron a sus hijos el pecado
y su consecuencia divisiva;ellos iniciaron los asesinatos en
el mundo y la desconfianza mutua entre los hombres, y no-
sotros seguimos separándonos y odiándonos.Los hombres
que quisieron construir la torre de Babel buscaban una me-
jor unión entre ellos, querían una transformación social,
querían ser más fuertes; pero no tuvieron presente a Dios,
querían ese bien pero sin Dios. También el resultado de Ba:
bel fue una nueva separación de los hombres. El pecado,
que siempre excluye a Dios de las propias acciones, es cau-
sa de la destrucción del hombre.

IL. Qué es la Reconciliación

La reconciliación es la recuperación de la paz de los
* hombres con Dios y de los hombres entre sí. La reconcilia-

105

ción es el primer fruto de la redención, La reconciliación es
obra divina, es contraria al pecado. Este divide, aquella une.
La unión con Dios es la verdadera paz que el hombre nece-
sita para vivir humanamente.

Si el pecado dañó y daña a todos los hombres y al uni-
verso entero, la reconciliación, como la redención, se ex-
tiende y alcanza a todo el universo, Toda la creación está
también comprometida en esta obra de la reconciliación.
“Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados
sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la
consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a
Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la res-
tauración universal” (Hch 3,19-20), cuando todas las crea-
turas se encuentren de nuevo con Cristo, el primogénito de
los muertos resucitados (Cfr. Col 1,18).

La redención que hizo Jesús muriendo en la Cruz produ-
jo el fruto de reconciliarnos con Dios y entre nosotros. Al

“misterio de iniquidad”, Dios ha respondido con el “miste-
rio de la piedad”. Él nos reúne en la Iglesia a todos los que
aceptamos estos dones de la redención y de la reconciliación.
La Iglesia es el lugar de nuestra reconciliación con Dios y
con los hombres.

La Iglesia está formada por todos los pecadores que han
sido alcanzados por el “misterio de la piedad” y que están
en proceso de ser liberados totalmente del pecado. La Iglesia
está llamada a ser el “mundo reconciliado” y, a la vez, “siem-
pre reconciliadora”. Es como un signo que realiza “la íntima
unión del hombre con Dios y la unidad de todo el género
humano”, el lugar que irradia la unión de los hombres con
Dios y que les da unidad entre ellos. La Iglesia es, por tanto,
presencia de Dios que nos reconcilia consigo en Cristo
(Cor 5,19). La Iglesia realiza su obra de reconciliación por
medio de los Sacramentos, en especial por el Bautismo, la
Penitencia y la Eucaristía, Esta es la actualizacin del sacrifi-
cio redentor de Cristo y signo eficaz de la unidad del pueblo
de Dios.

Todo el que entra a la Iglesia debe, en primer lugar, re-
cordar las palabras de Jesús: “Si, pues, al presentar tu ofren-
da en el altar te acuerdas entonces que un hermano tuyo

106

tiene algo contra tf, deja tu ofrenda allf, delante del altar, y
vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y
presentarás tu ofrenda” (Mt 5,23-24). En seguida, basado en
estas palabras, debe tomar parte activa en el esfuerzo común
de hacer plena reconciliación para que en todos y entre to-
dos sea restablecida la paz, que es “la nodriza del amor y la
madre de la unidad”. La Iglesia es el lugar donde se dan a
conocer los discípulos del Señor: “En esto conocerán todos
que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los
otros” (Jn 13,35).

El cristiano, que ha recibido el “misterio de la piedad”,
deshace el mal que ha causado pidiendo perdón y también
perdonando. Por eso también tendrá que recordar esta otra
palabra de Jesús: “Cuando os pongáis de pie para orar, per-
donad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro
Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas”
(Mc 11,25). Nuestra reconciliación nos viene del sacrificio
de Cristo, que murió voluntariamente por nosotros en la
cruz. Así también el sufrimiento y la cruz tienen que ser el
modo como la Iglesia y cada cristiano realicen la reconcilia-
ción en el mundo. La Cruz es para los cristianos la inspiradora
de sus relaciones mutuas. Que todas nuestras relaciones lle-
ven el sello de nuestra renuncia personal, Esto hará que todas
nuestras relaciones sean abiertas y mutuamente enriquece-
doras; en ellas cada uno podrá desarrollar a plenitud su pro-
pia personalidad.

IL. ¿Cómo se hacen la Reconciliación
y la Reparación?

El principio de la reconciliación es el reconocimiento del
propio pecado y, llegando al fondo de la propia personali-
dad, reconocerse pecador, siempre capaz de pecar e inclina-
do al pecado. Esta fue la experiencia de David que, después
de “haber hecho el mal a los ojos del Señor”, cuando el Pro-
feta Natán lo regañó de parte de Dios exclamó: “mi delito
yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti,
contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí” (Sal
51[50],5-6). Y Jesús pone en labios del hijo pródigo estas pa-
labras: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti” (Lc 15,18), El

107

hombre no puede separarse del mal si no llega al conocimien-
to de sf mismo. Sólo cuando el hombre reconoce su realidad
es cuando restablece la amistad con Dios, que siempre está
basada en la verdad. Dios mantiene relaciones de Padre con
los pecadores que se reconocen tales, no con los que se
creen justos.

El reconocimietno del propio pecado es la proclamación
de la verdad que nos libera y nos da felicidad. No debe ver-
se, por tanto, como algo triste y enojoso. Esta idea falsa im-
pide que Dios manifieste su amor al pecador. Convertirse no
es denigrarse a sí mismo, es un encuentro con la verdad,
con Dios-amor y con la Iglesia. Es también la vuelta al orden
interior del corazón que se dice a sí mismo la verdad entera.
El desorden interior es el ambiente propio del pecado. Toda
falsedad crea división interior y junto con ésta va la angustia
y la enfermedad espiritual y psicológica.

Enseguida es necesario arrepentirse y manifestar ese arre-
pentimiento mediante el regreso al Padre. No se regresa al
Padre ni hay reconciliación sólo en abstracto, si no se hace
con hechos concretos.

La reconciliación debe valorar las consecuencias del
cado en la vida familiar, ambiental, profesional y Le
reparar los daños causados. Todo pecado, aún el más secre-
to, íntimo e individual, es un pecado que daña, no sólo al
que lo comete, sino a toda la Iglesia y a la humanidad, Hay
una solidaridad humana misteriosa e imperceptible, que hace
ge el pecado de cada uno repercuta de alguna manera en los

jemäs. Así como la solidariad que llamamos "comunión de
los santos’ hace que “toda alma que sube eleva al mundo’,
así el pecdo, debido a la solidaridad humana, daña a la Igle-
sia, la abaja y perjudica al mundo entero. Igualmente es ne-
cesario reparar las consecuencias de los pecados sobre todo
los cometidos contra el prójimo, las injusticias, los cometi-
dos contra la dignidad de las personas, contra sus derechos
especialmente el derecho a la vida, contra su libertad. La re-
conciliación pide reparación concreta de los daños que cau-
san nuestros pecados.

Al “misterio de iniquidad” que está presente en el peca-
do y que invade al hombre, Dios opone con claridad y fir-

108

meza su “misterio de la piedad” que es la misericordia de
Dios para el hombre y la correspondencia del cristiano hacia
Dios. La piedad es una fuerza que se enfrenta al pecado. La
piedad es absolutamente necesaria para el cristiano: si no
vive el misterio de la piedad, facilmente vivirá el misterio de
la iniquidad. El cristiano que acoge el misterio de la piedad,
saca de él la fuerza necesaria para vivir conforme al Evange-
lio. Asf el cristiano abre su corazón a la conversión y a la re-
ión, como valores concretos que conquistar en la
vida diaria. Cada cristiano es invitado por la verdad divina a
leer con realismo su conciencia y a confesar que fue engen-
drado en el pecado.

La reconciliación, sin embargo, no es sólo lo que hay
que hacer después de haber pecado, sino un modo de vida.
La vida del cristiano ha de ser una vida reconciliada. La
vida reconciliada continuamente se encuentra con el amor
de Dios que, ante nuestro pecado, no se aleja, sino que se
acerca al pecador con más generosidad y ternura. Vida re-
conciliada es vivir en ese amor misericordioso que llevó al
Verbo encarnado a la muerte; es estar siempre en compañía
de quien aceptó pagar con Su Sangre nuestro rescate, es por
tanto vivir con la convicción siempre presente y cada vez
más clara de que “el Señor es rico en misericordia”.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

Le 15, 11-32.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS — SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINU-
TOS PARA ACOGER EN NUES.
TRO INTERIOR LA PALABRA
DE DIOS.

109

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR
CONTESTAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE LA SIGUIENTE
PREGUNTA:

¿Crees tener alguna semejanza con el Padre del Hijo Pré-
digo?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE NOS
LLAMA A LA EXPERIENCIA DE
LA VIDA RECONCILIADA.

8.- RESUMEN

Nuestros pecados causan ruptura del hombre con Dios,
con los hombres y con la naturaleza, además de los males
que hacen al mismo pecador. La reconciliación debe repa-
rar, en lo posible, todo el mal que hemos causado con el pe-
cado. Todos debemos reconciliarnos, ya que hemos dañado
nuestro interior y nuestro ambient

Cuando los-hombres nos decidimos a vivir la reconcilia-
ción recuperarpos la paz con Dios y entre unos y otros.

La Iglesia es el lugar donde se logra la unión de los hom-
bres con Dios y la que nos da unidad entre nosotros. En ella
Cristo nos reconcilia consigo; ella es sacramento de la unión
de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.

No sólo hay que acogerse a la misericordia de Dios, hay
que vivir la vida reconciliada que nos permite vivir en com-
pañía de Jesús el cual aceptó dar su vida para rescatarnos
del poder del pecado.

9.- CANTO

110

10.- LEE, MEDITA Y ACTÚA

Día 1 Rm 5,6-11 Fuimos reconciliados con Dios
por la muerte de Jesús,
2Cor 5,17-6,2 En Cristo Dios reconcilió al
mundo consigo.

Dia2 Ef2,11-22 Jesús hizo la reconciliación de los
hombres entre sf.
Col 1,13-23 Nos reconcilió para hacernos
santos e inmaculados.
Dfa3 Lc15,11-32 Parábola del padre misericordioso
y del hijo pródigo.
Mt 5,21-26 Reconciliarse con el hermano para
acercarse a Dios.
Día 4 Lc19,1-10 Zaqueo repara los daños que ha
causado.
Lc 7,36-50 Dios perdona muchos pecados a
quien ama mucho.
Día5 Jn 21,15-19 Jestis pide a Pedro una triple
confesión.
2Cor 7,8-13 La tristeza según Dios lleva a la
salvación.
Día 6. 1Pe 4,1-11 El amor cubre una multitud de
pecados.
Le 12,57-59 Reconciliate pronto con tu
hermano.
Día7 Hb12,5-13 Recibir la corrección.
2Tm 2,14-26 Preséntate ante Dios como

hombre probado.

11.- MEMORIZA:

“En nombre de Cristo os suplicamos: ¡Reconciliaos con
Dios!” (2 Cor 5,20).

u

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:

“Perdona nuestras ofensas como también nosotros per-
donamos” (Cfr. Mt 6,12).

112 .

12. LA ESPERANZA
CRISTIANA

OBJETIVO: Conoceremos y avivaremos la Esperanza
Cristiana para sostener nuestra vida y lu-
cha diarias.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1 Si en alguna ocasión te has encontrado sin esperanza
¿cómo te has sentido?

2.- ¿Qué es lo que esperas de tu vida?

3.- ¿Para que sirve a la gente la Virtud de la Esperanza?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERÁ EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y AL Fl-
NAL HAREMOS COMENTA-
RIOS,

1. Lo que no es la Esperanza

La vida del hombre es contradictoria: por una parte lleva
dentro de sí un intenso y fortísimo afán de felicidad; pero

113

por otra parte sus luchas parecen no llegar al éxito que busca,
el mundo no llega a cambiar gran cosa a pesar de tantos esfuer-
zos y luchas, la muerte lo asecha, pareciera que el hombre
nunca alcanzará lo que su corazón desea con grande ardor.
Ante esta condición suya el hombre sigue ordinariamente
uno de dos caminos: el de la desesperanza, o el del esfuerzo.

Por una parte están los que viven en la resignación, que
no esperan nada ni creen que puedan cambiar las cosas;
piensan que “asf es la vida’. Si algo o alguien viene de fuera
a cambiar las cosas, será bienvenido; pero si no viene, lo
mejor que se puede hacer es aguantarse hasta que llegue la
muerte.

Así piensan los que no están satisfechos con la sociedad
en que viven; a lo largo de su vida han visto que poco lo-
gran sus esfuerzos por hacer mejor la sociedad: se inventan
nuevos sistemas de organizarla y todos ellos tienen algún
defecto que echa a perder la convivencia humana; por eso
han dejado toda esperanza de cambio y simplemente ‘a-
guantan a la sociedad como es’.

Así también sienten quienes saben que tienen mal carácter
o un vicio que los domina y, como no sienten que puedan
cambiarse a sí mismos, sobre todo algunos que han hecho
esfuerzos por cambiar y no lo han logrado, han perdido la
esperanza de cambiar y por eso viven 'soportándose a sí
mismos’ y pidiendo a los demás ‘que ‘los acepten como son’.

En el otro lado, están los hombres que sienten que pue-
den esforzarse por ser mejores, que pueden luchar para me-
jorar el mundo. Por eso buscan con su inteligencia y con su
voluntad nuevas formas de hacer las cosas. Y van logrando
comprenderse a sí mismos un poco mejor, van mejorando
las técnicas o maneras de hacer las cosas. El hombre, dicen,
no puede quedarse “aguardando a que le lleguen tiempos
mejores, lo que no haga por sí mismo no lo hará nadie por
él. Así luchan toda la vida, viven en una presión interior que
poco se parece a la felicidad y, al final de la vida, no logran
ver llegar la verdadera felicidad a la tierra.

Los esfuerzos por hacer más llevadera la convivencia de
los hombres en el mundo, los adelantos técnicos para au-
mentar la producción de bienes y servicios necesarios para

114

el hombre, y otros esfuerzos humanos más, han sido sinceros
y han querido mejorar la vida del hombre. Sin embargo, no
logran dar con la clave del cambio total, ni con la felicidad
perfecta.

Entra etonces la tentación de decir: ¿Dónde está el mal
de la vida humana? ¿Dónde tenemos que buscar la fuente de
la felicidad? ¿Vale la pena tanto esfuerzo que lejos de producir
felicidad, en la mayoría de los casos, produce frustración?

IL. La Esperanza Cristiana

Para el cristiano la condición humana aparece de modo
diverso, en primer lugar porque no se encierra en el tiempo.
Así como las aves hermosas encerradas en una jaula muchas
veces enferman y mueren, así el hombre, si no se pone en
el ambiente para el cual está hecho, no llega a entenderse
plenamente a sí mismo.

El cristiano en esta tierra afirma con fuerza que Dios ha
creado al hombre para la felicidad y que ésta no se encuen-
tra plena en este tiempo ni en esta tierra. El cristiano se en-
tiende a sí mismo dentro del ambiente de la eternidad y sabe
que su condición actual, imperfecta, no es su situación defi-
nitiva, sino el camino para llegar a la condición de plenitud
y de felicidad para la que fue creado. Sólo cuando el hom-
bre sea liberado del pecado, que es la fuente de los males
que padece, alcanzará la felicidad para la que fue creado.

En segundo lugar, el cristiano piensa en su felicidad de
manera diversa de quien no tiene esperanza cristiana. Este
busca la felicidad sólo en lo que se puede ver, oir, sentir,
oler, gustar y tocar en este mundo; o encuentra su felicidad
en lo pasajero. Un gozo especial, que para muchos es el
único que vale la pena, es el que se logra mediante los es-
fuerzos personales, el desarrollo de los conocimientos, el
aumento del propio poder. Para el cristiano, en cambio, su
felicidad, la que espera, es la comunión plena con Dios, la
participación en la vida divina incorruptible. En esta comu-
nión encontrará también un mundo diverso al actual, libre
de la raíz del mal que es el pecado. Esa comunión con Dios
es lo único que deveras podrá satisfacer plenamente los de-
seos del hombre.

115

Estas ideas las tiene el cristiano porque cree en lo que
Dios le ha revelado. Mientras más crece y madura el hom-
bre en la fe, más descubre y se maravilla del panorama in-
menso de eternidad y de felicidad que le está prometido y
que tiene derecho a esperar; “Porque nuestra salvación es en
esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues
¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?” (Rm 8,24).

La esperanza cristiana no consiste en aguardar pasiva-
mente a que llegue, sin nuestra intervención, lo que se nos
ha prometido; es una certeza profunda, basada en la fideli-
dad de Dios, de que lograremos la felicidad que nos tiene
prometida y que esperamos. Esta esperanza nos pone delan-
te de algo que se nos da y que, a la vez, vamos ya haciendo
con nuestro esfuerzo, vamos forjando con la presencia de
Dios en nosotros.

El que aguarda pasivamentese parece al que espera el auto-
bús: no tiene nada que hacer sino quedarse plantado aguar-
dando la llegada de lo que aguarda. La esperanza cristiana,
en cambio, se parece más a la señora que ‘espera’ un bebé:
ciertamente ella no puede hacer al bebé, pero tiene que poner
su parte, alimentarse, cuidarse, etc. Ella lleva a su hijo en las
entrañas pero no lo conoce aún porque no ha nacido; así
también el cristiano tiene ya la vida eterna, la comunión con
Dios, pero aún no la disfruta en plenitud, porque aún la espera.

La esperanza cristiana no nace de la confianza en lo que
el hombre pueda hacer por sí mismo. El cristiano sabe que
no depende sólo de él vencer al pecado, sino que ese poder
está en Jesucristo, que venció al pecado con su muerte y de
quien tienen que venir “nuevos cielos y nueva tierra en los
que habite la justicia” (2Pe.3,13) y en la cooperación que él
mismo dé a Jesucristo que lo salva. Precisamente porque
está cierto de que las promesas son ya suyas, por eso mismo
pone en práctica lo necesario para apropiárselas; la certeza
de recibir las promesas de Dios le impulsa a ser esforzado en
el logro de las mismas; “Poned el mayor empeño en afianzar
vuestra vocación y vuestra elección. Obrando así nunca cae-
reis. Pues así se os dará amplia entrada en el Reino eterno
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2Pe 1,10-11).

116

El que deveras espera las promesas de Dios sigue el conse-
jo de San Pedro: “Poned el mayor empeño en añadir a vues-
tra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento
la templanza, a la templanza la tenacidad, a la tenacidad la
piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la ca-
ridad” (1Pe 1,5-7). Qué alegría la del cristiano que no lucha
para ver si acaso logra algo, sino que lo hace con la certeza
de lograr el triunfo. Por eso San Pablo escribe gustoso: “¿No
sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno
solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigäis!.
Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corrupti-
blel, nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así pues,
yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no
Como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo
y lo esclavizo; no sea que habiendo proclamado a los de-
más, resulte yo mismo descalificado.” (1Cor 9,24-27).

Es la fe, por tanto, la que sostiene y nutre la esperanza. El
que no cree tampoco espera. El que tiene certeza de que
para él es la vida eterna con Dios, vive ya desde ahora la
certeza de lo que va a recibir, como el caminante que goza
por adelantado su llegada a la meta y la felicidad del en-
cuentro con las personas que va a visitar. Por eso la persona
madura en la fe orienta sus pensamientos y sus deseos hacia
la realización del reino en la vida eterna.

El cristiano que espera no se fija tanto en los sufrimientos
que tenga que padecer como en lo que va ciertamente a re-
cibir. La Iglesia en esta tierra tiene como compañera insepa-
rable esta virtud de la esperanza, que la acompaña en todas
las persecuciones y en todos los consuelos que Dios le da.
La esperanza no nos libra de los sufrimientos; “Los sufrimien-
tos del tiempo presente no son comparables con la gloria
que se ha de manifestar en nosotros” (Rm 8,18).

Tampoco la esperanza cristiana nos asegura que en esta
tierra lograremos nuestros deseos y tendremos éxito en nues-
tras actividades. Dios“no perdonó ni a su propio Hijo” (Rm
8,32). Permite la prueba, el sufrimiento, la enfermedad, el
cansancio, la lucha y la desolacién;“no son mis pensamientos
vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis cami-
nos” (Is 55 ,8). Pero la garantía de la victoria final permane-

17

ce firme en la medida en que mantengamos la fe y la espe-
ranza. El cristiano vive fuertemente la esperanza de los bie-
nes futuros que están en la Jerusalén del cielo. Por la fe
caminamos en la esperanza.

Ill. Cualidades de la Esperanza Cristiana

La esperanza cristiana nos hace vivir con alegría y opti-
mismo. Para el que tiene fe no hay motivos para vivir tristes.
La única tristeza verdadera es la de no conocer a Jesucristo,
no tener fe y vivir en el pecado. Por lo único que hay que
llorar es por los hombres que no conocen al Señor.

Para la esperanza cristiana no hay cosas imposibles. Todo
lo que Dios quiere es posible con su poder y nuestra decisión.
Los cristianos hacen lo que para los demás es imposible,
porque no se basan en sus propias fuerzas sino que, para
cumplir la voluntad de Dios, se basan en el poder divino
para realizar sus obras. Por eso las grandes transformaciones
sociales que hacen crecer la humanidad siempre serán obras
divinas, realizadas por medio de los hombres que creen y
esperan en Dios.

El cristiano que vive la esperanza tiene audacia y se atre-
ve a idear cosas que otros no osan pensar. La audacia y la
intrepidez son propias del cristiano que vive en esperanza.
Su audacia no se basa en imaginaciones ni en deseos de
grandeza, sino en su discernimiento de la voluntad de Dios.

La esperanza sostiene al cristiano en la realización de
toda obra ardua. El mundo ama, busca y aconseja lo fácil y
lo que no cuesta; pero el cristiano lo contradice, aunque le
sea difícil. La esperanza ama la virtud, el esfuerzo, y hace
todo lo necesario para ayudar al hombre a llegar a su destino.

IV. Cómo vivir la Esperanza Cristiana

Cristo proclamó el reino del Padre con el testimonio de
su vida y con el poder de la palabra divina; y sigue cum-
pliendo su misión profética hasta que aparezca plenamente
la gloria del Reino. Esta misión ahora la realiza a través de
los que le creen, de la Jerarquía, que enseña en su nombre y
con su poder, y de los Laicos.

118

Cristo nos hace testigos a todos, dándonos el sentido de
la fe y de la gracia de la palabra (Cfr. Hch 2,17-18; Ap.
19,10) para que el poder del Evangelio brille en la vida fami-
liar y social. Todos tenemos que anunciar la Palabra de
Dios, con nuestras vidas y hablando a los demás de las ma-
ravillas de Dios. Nos mostramos hijos de Dios cuando, siendo
fuertes en la fe y en la esperanza “aprovechamos el tiempo
presente’ (Ef 5,16; Col 4,5) y esperamos con paciencia la
gloria futura (Cfr. Rm 8,25).

Por eso es importante que los laicos no escondan esta es-
peranza en el interior de su alma, sino que la den a conocer
modificando las estructuras de la sociedad, renovándolas
aún mediante el forcejeo “contra los dominadores de este
mundo tenbroso, contra los espíritus malignos” (Ef 6,12)
(Vaticano II Lumen Gentium 35), Al trabajar por el mejora-
miento del mundo los cristianos demuestran que viven ya las
realidades del final del mundo, y por eso las anuncian con alegría
y certeza. Cuando su esperanza es firme, tienen una influencia
poderosa con los que construyen este mundo y no saben si
lo que construyen es para el verdadero bien del hombre.

La Iglesia, la Esposa de Cristo, cada día está a la espera
invocando: “Ven, Señor, Jesús” (Ap 22,17 y 20). Fiel al pasa-
do, vive el presente, y tiende al futuro en la gran esperanza
que lleva en su corazón.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
Dios.

1Pe 1, 6-12.
5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME
GUARDAREMOS — SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINU-
TOSPARA ACOGER EN NUES-
‘TRO INTERIOR LA PALABRA
DE DIOS.

19

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR
CONTESTAREMOS VOLUNTA-

RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS;

1.- ¿En qué se funda la Esperanza Cristiana?
2.- ¿Cómo manifiestas tu Esperanza en tu hogar, en tu traba-
jo, en la escuela, con tus amigos, con tus vecinos?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS UNA ORACIÓN CO-
MUNITARIA — ALABANDO Y
DANDO GRACIAS AL SEÑOR
QUE NO NOS HA DEJADO
LUCHAR CON NUESTRAS SO-
LAS FUERZAS, QUE SON DÉ»
BILES,

8.- RESOMEN

Todos sabemos que es Cristo el que vence al pecado con
su muerte y Resurrección y con ello abre unos cielos nuevos
y una tierra nueva, y nos hace pregustar la certeza de lo que
vamos a recibir.

Nuestra Esperanza es nuestra felicidad, porque lo que es-
peramos, es la comunión plena con Dios, la participación
en la vida divina incorruptible, libre de la raíz del mal que
es el pecado. Por la esperanza poseemos ya los bienes futu-
ros que Dios nos concederá, pero también luchamos por al.
canzarlos y gozarlos en plenitud.

9.- CANTO
10.- LEE, MEDITA Y ACTOA
Día 1 Flp3,7-21 Somos ciudadanos del cielo,
esperamos al Señor,
Hb 10,19-25 Fiel es el autor de la Promesa.

120

Dia 2 1Jn 3,2-10
1Pe 1,3-16

Día 3 1Tes 1,2-10
11m 6,11-21

Día 4 Hb 6,9-20
Tt 2,11-14

Dia5 Rm 4,13-23

Rm 5,1-11
Día 6 Rm 12,9-21

Rm 15,1-13

Día7 Ef 1,15-23
Col 1,21-29

11.- MEMORIZA:

El que tiene esperanza se purifica.
Nos ha reengendrado para una
esperanza viva.

La tenacidad y el ejemplo de la
esperanza.

Conquista la vida etema. No
esperes en las riquezas.

La plena realización de la
esperanza.

La esperanza pide renuncias y
aguarda la felicidad.

Abraham esperó contra toda
esperanza.
La esperanza no falla.

La alegría de la esperanza realiza
todo el bien.

La paciencia y las Escrituras
mantienen la esperanza.

Dios nos hace conocer la
esperanza a la que nos llama.
Permanecer firmes e
inconmovibles en la esperanza.

“Vivamos con sensatez, justicia y piedad en el siglo pre-
sente, aguardando la feliz esperanza y la manifestación del
gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit 2, 12-13).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:

“En Yahvé puse toda mi esperanza, Él se inclinó hacia mí
y escuchó mi clamor” (Sal 40 [39], 2).

121

13. USO DE LOS BIENES
MATERIALES

OBJETIVO: Apreciaremos todas las cosas que Dios nos
da para desarrollamos y construfmos, sin
apegarnos a ellas, y trabajaremos para que
todos tengan los bienes que necesiten.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1.- ¿Te apartan de Dios las cosas materiales?
2.- ¿Para qué usa la gente las cosas materiales?

3.- ¿Te ayudan las cosas materiales a tener una mejor vida
espiritual?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA
LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA CADA UNO DE
NOSOTROS LEERAEN VOZ
ALTA UN PARRAFO Y AL Fl-
NAL” HAREMOS COMENTA.
Rls

1.- Son muchas las personas que en este tiempo se interesan
sólo por lo material. Viven sólo para tener cosas, traba-
jan sólo para comprar cosas; sus preocupaciones son,

123

casi todas, de tener algo que antes no tenían; sus alegrías
consisten en tener algo que estaban deseando comprar;
sus tristezas son las de no poder tener lo que tanto de-
sean. Para ellos los únicos problemas que hay en el
mundo son los problemas económicos. Este es un mal
uso de los bienes.

Esta manera de pensar se da en todos los niveles econó-
micos de la sociedad: hay gente rica que siempre quiere
tener más; y hay gente pobre que dedica su vida a bus-
car lo que no tiene. *

2.- Por otra parte también hay gente, aunque poca, a la que
no le interesa vestirse mejor, comer más saludablemen-
te, habitar en una casa sana y limpia, cuidar mejor su sa-
lud o progresar en conocimientos y en desarrollo de sus
cualidades y capacidades. Prece que a estas personas no
les interesa lo material.

No usar las cosas es un mal uso de los bienes mate-
riales, Las cosas no las puso Dios en el mundo para que
las despreciáramos, sino para que con ellas hagamos el bien.

3.- Hay un tercer grupo de gente que vive en malas condi-
ciones de habitación, de comida, de vestido, no tiene
suficientes conocimientos ni ha progresado en habilida-
des, pero han hecho esfuerzos para tener cosas muy ca-
ras y de prestigio. Así vemos casas muy humildes que
tienen televisiones, antenas parabólicas, automóviles o
hacen fiestas fastuosas con cualquier motivo. También
hay gente que no tiene lo necesario para vivir bien y que
gasta en cosas que no sirven: comida “chatarra”, alcohol,
vicios y drogas. Este también es un mal uso de las cosas.

4.- Numerosas personas cristianas creen que tienen que de-
dicarse a obtener cosas materiales, como si ese fuera su
destino final. Piensan que la fe no tiene nada qué decir-
nos acerca del uso de los bienes y que la Iglesia Católica
se aparta de su misión cuando habla de cosas materia-
les; más aún, piensan que Dios los bendice y se acuerda
de ellos si les da los bienes que buscan. Pero el dedicar
la vida a tener más o hacerse rico es un mal uso de las
cosas, es la idolatría del dinero.

124

I. Tenemos necesidad de los bienes materiales

Dios hizo al hombre espíritu y cuerpo. Nuestro cuerpo
necesita de lo material para vivir y para desarrollarse: nece-
sitamos comida, techo, vestido, transporte, etc. Los animales
también necesitan de lo material; ellos están hechos para lo
material y se acaban totalmente cuando mueren; su fin es
solamente material porque ellos no tienen espíritu. Pero los
seres humanos no estamos hechos para lo material: lo material
no es nuestro fin, porque nosotros somos también espirituales.

Nuestro espíritu no es “espíritu puro” como los ángeles,
sino espíritu “encarnado”, y por eso necesita también de la
materia. Todo lo que entendemos y queremos, antes lo he-
mos visto, oído, olido, gustado o tocado con nuestros sentidos;
para entendernos y comunicamos con los demás necesita-
mos mover la boca para pronunciar sonidos y tener oídos
para escuchar la voz que nos comunica las ideas, para trans-
mitir nuestros pensamientos y nuestros sentimientos frecuen-
temente necesitamos de cosas: libros, papeles, teléfonos,
aparatos de sonido, etc. En esta tierra, nuestro espíritu tam-
bién necesita de la materia para poder trabajar y crecer.

Por tanto, mientras estamos en esta tierra necesitamos de
la materia para poder vivir, crecer, desarrollarnos, comuni-
caros, entender, decidir; necesitamos de las cosas para hacer-
nos mejores hombres y para progresar en calidad humana.
Necesitamos ampliamente de lo material, pero no existimos
para lo material; las cosas son sólo un instrumento que nos
sirve para crecer. Nuestro espíritu no se acaba con la muerte
de nuestro cuerpo, ni pierde nada de lo que ha logrado cre-
cer.

Il. Destino Universal de los bienes materiales

Finalidad de los bienes materiales. Las cosas materiales y
toda la naturaleza, fueron hechas para servicio del ser huma-
no. Esto no quiere decir que las cosas hayan sido hechas
para satisfacer sólo los gustos y los antojos de los hombres.
Más bien las cosas materiales existen para servir al verdade-
ro bien del hombre, tanto material como espiritual, Cuando,

125

por nuestro mal uso, las cosas dejan de servir para hacernos
mejores hombres, se convierten en instrumentos para el mal,
nos hacen menos hombres. En esto consiste la perversión
que el hombre hace de las creaturas de Dios.

Estamos en la tierra para construir nuestra propia digni-
dad, la dignidad que Dios nos ha dado y cada uno tiene que
perfeccionar. Las cosas materiales son para servir a nuestra
dignidad humana, tienen, pues, un fin noble y santo. Las cosas
materiales, además de alimentarnos, albergarnos y darnos
calor, nos sirven para desarrollar la inteligencia, la voluntad,
las virtudes, las habilidades para el trabajo y todas las cuali-
dades que Dios nos ha dado; nos sirven para investigar más
a fondo la verdad de nosotros mismos y de la naturaleza,
nos ayudan a tomar mejores decisiones; pero sobré todo nos
sirven para conocer mejor a Dios y para amarlo con todo el
corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas,

San Pablo fustiga a los hombres que habiendo conocido
la naturaleza no adoran a Dios: “Lo invisible de Dios, desde
la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través
de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que
son inexcusables: porque habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se
ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se
entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y
cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una repre-
sentación en forma de hombre corruptible, de aves, de cua-
drúpedos, de reptiles” (Rm 1, 20-23).

El mal uso que el hombre hace de las cosas, las convierte
en ídolos, en falsos dioses, a los que el hombre se dedica
“con toda la mente, con todo el corazón, con toda el alma,
con todas las fuerzas” y sólo en ellas descansa su alma,
como si ellas fueran Dios.

Cuando, en cambio, usamos las cosas para lo que Dios
las ha credo, colaboramos para que Cristo tenga el primado
en todo: Él es el primero entre todos los hombres y sobre to-
das las cosas. Así hacemos que todas las cosas se encaminen
a Cristo, el Señor, y que se haga verdad la unidad de toda la
creación. Las cosas por tanto nos ayudan a trabajar por el
Reino de Cristo, el Reino de Dios.

126

El destino universal de los bienes es deuda y tarea. Es
una deuda que hay que pagar, porque los bienes que tene-
mos no son nuestros sino de Dios y nos los ha dado para
que los administremos para el bien de todos. Es también una
tarea, porque tenemos que ocupar nuestra vida en construir
hombres y por tanto, hacer que todas las cosas sirvan para el
bien de todos.

Ill. La propiedad de los bienes materiales

Puesto que todos los hombres tenemos el deber de man-
tenernos en vida, de crecer como seres humanos y de hacernos
mejores, los bienes materiales son para todos los hombres;
no sólo para unos. Por eso todos los bienes son para todos.
Nadie debe ser excluído del uso de los bienes materiales y,
por eso, tenemos que preocupamos de que todos los hom-

res tengan lo necesario para llegar a ser mejores hombres.

Si los bienes materiales son para todos, esto no quiere
decir que no deben tener dueño. Los dueños de las cosas
son precisamente los encargados de que sus bienes sirvan a
todos. Ellos tienen el deber de hacer que todas las cosas sir-
van para todos y, en la medida en que tengan bienes, de
ayudar a los demás para que con esos bienes se hagan mejores
hombres. La propiedad de los particulares, o la propiedad de
un grupo o comunidad, o la propiedad del Estado, tienen
como fin el lograr el destino universal de todos los bienes
creados que es el contínuo mejoramiento y crecimiento de
todos los seres humanos.

Por tanto, cada uno de nosotros tiene que administrar sus
bienes no sólo para bien propio sino para bien de todos. Las
personas que tienen bienes y no los comparten con los de-
más, corrompen el fin que Dios ha dado a los bienes; y las
personas que malgastan su dinero en cosas que no son úti-
les, o que no necesitan o dañan la calidad humana, también
pervierten el destino que Dios ha dado a la materia.

La buena administración de los bienes propios implica
cuidarlos, utilizarlos bien, ponerlos al servicio de los demás.
Es nocivo pensar o decir: “esto es muy mío porque yo me lo
gané y lo voy a gastar como a mí se me antoje”. Dios nos
concede los bienes materiales para que obtengamos de ellos

127

todo el servicio que sea posible; no nos los da para que los
desperdiciemos, los despilfarremos o los destruyamos; por
eso tenemos que hacer que los bienes que compramos o que
usamos (aunque no sean nuestros) duren mucho. Esta es una
buena manera de hacer que las cosas cumplan con su desti-
no de servir a todos los hombres.

La distribución equitativa de los bienes materiales es una
manera fundamental e importante de realizar su destino uni-
versal, El acaparamiento y la acumulación de bienes para sí
mismo, sobre todo si no se emplean para el bien común, es
la manera más clara de oponerse a los planes de Dios. La
distribución de los bienes entre todos los hombres estaría
mejor en el mundo y en nuestra patria si las personas que
quieren enriquecerse de bienes materiales buscaran más
bien el crecer en los valores que hacen crecer al hombre. Es-
tos valores implican el uso debido de los bienes y no el es-
clavizarse a ellos. “Los que quieren enriquecerse caen en la
tentación, en el lazo y en muchas codicias insensatas y per-
niciosas que hunden a los hombres en la ruina y en la perdi-
ción” (1 Tm 6, 9).

“La raíz de todos los males es el afán de dinero” (1 Tm
6, 10) y los tiempos malos que pasamos en nuestra patria se
deben principalmente a este afán de vivir para tener siempre
más dinero.

“Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todas
esas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6, 33)

Estas palabras de Jesús significan la dirección que el
hombre debe dar a su pensamiento y a sus fuerzas. No hay
por qué buscar ‘antes’ las cosas y ‘después’ a Dios y su Rei-
no. El Reino es más importante para las personas que cono-
cen bien a qué están destindas. Nuestro destino no es la
materia, que se acaba, sino Dios mismo, a quien desde aho-
ra podemos acercarnos.

“El hombre, redimido por Cristo y hecho, en el Espíritu
Santo nueva criatura, puede y debe amar las cosas creadas
por Dios. Pues de Dios las recibe, y las mira y respeta como
objetos salidos de las manos de Dios. Dándole gracias por
ellas al Bienhechor y usando y gozando de las criaturas en
pobreza y con libertad de espíritu, entra de veras en pose-

128

sión de este mundo: “Todo es vuestro, vosotros sois de Cris-
to, y Cristo es de Dios” (1 Cor 3, 22, 23) (Concilio Vaticano
11. Constitución ‘Gaudium et Spes’ [Gozo y Esperanza], 37).

El cristiano ama, respeta y cuida los bienes materiales
porque son regalo de Dios. Por tanto no los desprecia como
si fueran malos. Pero, aunque son “bienes” no son el Bien
definitivo. Usa las cosas dándole gracias a Dios; goza de
ellas en pobre y con libertad de espíritu.

La pobreza evangélica como ideal de vida no es un tema
muy atractivo ni muy escuchado ente los cristianos. La po-
breza evangélica significa “la sumisión de todos los bienes
al Bien supremo de Dios y de su Reino”. El cristiano ha sido
incorporado a Cristo para contemplar y vivir el misterio de
Dios como único y sumo Bien, como verdadera y definitiva
Riqueza; por eso puede comprender y vivir la riqueza. Los
que son incapaces de vivir esta pobreza evangélica no han
conocido todavía a Dios y por eso buscan riquezas y cosas
como sustitutos de Dios. Él uso respetuoso y ‘desapesado de
los bienes trae un gozo especial, que sólo tienen los que en-
cuentran su plena satisfacción en Dios. Esta pobreza Dios la
quiere para todos los cristianos y la pueden vivir los que tie-
nen mucho y los que tienen poco.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

Le 12, 22-32.

5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS — SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINU-
TOS PARA ACOGER EN NUES-
TRO INTERIOR LA PALABRA
DE DIOS.

129

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR
CONTESTAREMOS VOLUNTA-

RIAMENTE A LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS:

1.- ¿Por qué y cómo cuidar de los bienes, tanto propios
Como ajenos y comunes?

2.- ¿Cuál está siendo tu preocupación principal en la vida?

3: ¿Cómo tratarás de despegarte de las cosas sin despreciar-
las?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE NOS HA
DADO LOS BIENES PARA QUE
CON ELLOS LLEGAMOS A ÉL

8.- RESUMEN

Los bienes materiales son necesarios para vivir, desarro-
llarnos, crecer y madurar como hombres. Son también un
instrumento para construir el Reino y para llegar a Dios.

Las cosas del mundo fueron hechas por Dios para todos
los hombres. Ese destino universal que Dios les ha dado es
para nosotros una deuda y una tarea que realizar. Todos te-
nemos que vencer el egoísmo que nos lleva a buscar lo
nuestro olvidándonos de os demás.

La propiedad de los bienes no es para excluir a los demás
del uso de las cosas, sino la manera como Dios ha querido
que las cosas alcancen su fin. Los dueños de las cosas son
administradores de ellas para bien de todos.

Tenemos que buscar primero el Reino de Dios y su justi-
cia, después todo lo demás, Vivir así, con respeto y recto
uso de las cosas, sin apego a ellas, es lo que nos da la felici-
dad de poseer todo y al mismo tiempo saber que somos de
Cristo y Cristo de Dios.

130

9.- CANTO

10.- LEE, MEDITA Y ACTÚA

Día1 To 4,1-11
Pr 4,1-12

Dia2 To 4,21

1Jn 2,15-17

Dia3 St 5,1-6
1 Tm 6,17-19

Día 4 Hch 4-32-37
Le 19,1-10

Día5 Lc 18,18-30

Le 14,28-33
Día6 Lc12,13-21

Le 8,5-15

Día7 Si31,1-10

11.- MEMORIZA:

Los bienes son para compartirlos,
Buen uso de los bienes: la limosna.

Muchos bienes posees si temes
a Dios.
No amar el mundo y sus riquezas.

Los malos ricos.
El buen uso de los bienes.

La comunidad cristiana de bienes.
Uso debido de los bienes, aún los
mal habidos.

El mal de la riqueza y el bien de la
renuncia a ella.
La renuncia a todos los bienes.

Insensatez de confiar en las
riquezas.

Las riquezas ahogan e impiden
llegar a madurez.

Las preocupaciones por los bienes
materiales.

“No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16, 13).

12. REPITE FRECUENTEMENTE:
“Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9, 7).

131

14. EL AMOR A DIOS

OBJETIVO: Nos animaremos a vivir amando a Dios
decidida y continuamente.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1.- ¿Cómo amas a Dios en tu vida diaria?

- Describe qué es para los cristianos el Amor a Dios.

3.- ¿Qué dificultades encuentras para amar a Dios?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA,

CADA UNO DE NOSOTROS
LEERÁ EN VOZ ALTA UN PÁ-
RRAFO Y AL FINAL HAREMOS
COMENTARIOS.

I. Algunos piensan que es imposible
o muy difícil amar a Dios

Hay personas que creen que amar a Dios es imposible
porque no lo pueden ver. Piensan que no se puede amar lo
que no se ve. Piensan que amar a Dios es sólo fantasía e
imaginación.

133

Otros piensan que no se puede amar a Dios viviendo en
el mundo, que eso sólo se puede hacer viviendo en un con.
vento o cuando se tiene oportunidad de hacer mucha ora.
ción; pero cuando uno tiene que buscar el pan de cada día
O tratar con gente que busca el mal o hace injusticias, el
amor a Dios no es posible,

Otros creen que amar a Dios consiste en tener continua-
mente sentimientos bonitos para Dios, pero se dan cuenta
de que estos sentimientos son posibles sólo en algunas oca-
siones, cuando hay alguna- experiencia religiosa especial.
Pero eso no es cosa de todos los días.

Otros creen que a pesar de que cueste un poco, hay que
tratar bien a Dios, para que le vaya a uno bien. Rezar en la
mañana y en la noche un poquito, encomendarse a Dios,
pedirle cada día por nuestras necesidades, ir a misa cuando
se puede, confesarse de vez en cuando, todo esto ‘le gusta a
Dios’ y así ‘estamos en paz con él’. La experiencia, dicen
ellos, nos enseña que a los que se encomiendan a Dios todo
les sale bien.

I. ¿Qué es el amor a Dios?

Nuestro amor es con frecuencia reducido, egoísta y pobre.
Decimos que amamos a otras personas cuando tenemos sen-
timientos bonitos o agradables hacia ellas; o cuando nuestras
emociones están exaltadas. Sin embargo, no somos fácilmente
dueños de nuestros estados emocionales, los sentimientos van
y vienen y por tanto no podemos asegurar que siempre tendremos
sentimientos agradables; eso, si el amor fueran los senti-
mientos no nos sería pesbile asegurar nuestro amor a Dios.

También estamos acostumbrados a ‘amar’ a los que nos
caen bien o a los que nos tratan como nos gusta, pero ‘no
amamos” a los que no nos caen bien o no nos tratan como.
Queremos que nos traten, Es decir, confunden el amor con el
gusto que nos causa el trato de una persona. Por esto no
Pueden sentir amor a Dios las personas que se quejan de
que Dios ‘no los oye’ o dicen que ‘no los quiere’ porque no
les concede lo que piden; pero no se dan cuenta de que lo

ue piden no es precisamente su bien, sino sólo su antoje
Quien tenga esta idea del amor no podrá amar a Dios: podrá

134

sentirse ‘consentido’ de Dios cuando sienta satisfechos sus
gustos, pero Dios no existe ni se relaciona con nosotros sólo
para hacer nuesros gustos.

Tampoco puede amar deveras a Dios quien se acerque a
Él ‘para que le vaya bien’, para que le salgan las cosas confor-
me a sus deseos. Quien se relaciona así con Dios convierte a
Dios en un instrumento para lograr su propia satisafacciön.
Nadie debe hacer de Dios un medio o un instrumento para
lograr sus propios gustos. Dios es el principio y el fin de
todo lo creado, no es instrumento de nada ni de nadie.

El amor a Dios puede ir acompañado, o no acompañado,
de los sentimientos que confundimos con el amor. Pero el
amor es algo superior y mejor que esos sentimientos. El amor
se finca sobre algo más firme que los sentimientos, no es
algo variable, ni “dependiente de nuestro ánimo, sino estable,
firme, constante, invariable. Independientemente de que ha-
yamos amanecido de buenas o de malas, estemos sanos 0
enfermos, nos haya ido bien o mal en el trabajo, estemos
Snimosos o cansados, nuestro amor ha de permanecer firme
y fiel. Esto nos hace ver que el amor a Dios es ante todo una
Yecisién, un rumbo que uno elige en la vida, un camino que
uno ha decidido recorrer, algo que uno tiene que hacer in-
dependientemente de si se siente bien o mal, algo que uno
tiene que realizar, como la respiración, para poder vivir.

El amor a Dios es una decisión, pero no una imposición
que uno haga sobre sí mismo; nunca se ama a Dios a fuerza:
a Dios se le ama en la libertad. El verdadero amor es una de-
Cisién, pero no es una carga pesada que se lleva sobre sí,
como si ‘no nos quedara otra salida”. El amor de una madre
por su hijo no es algo que ella se imponga a fuerza: libre-
ent ella ama a su hijo y libremente ella es capaz de hacer
‘cosas muy costosas por el hijo aunque no sienta en esos mo-
mentos ganas de hacerlas. Pero al hacer esas cosas que no
tendría ganas de hacer, no se violenta a sí misma, sino que
su amor, que es más poderoso que su falta de ganas de ha-
cer las cosas, la impulsa a realizarlas.

La decisión de amar es la voluntad de entregarse plenamen-
te a alguien, la determinación de pertenecer a una persona, la
resolución de dedicar todo lo que es uno, su inteligencia, su

135

voluntad, sus acciones, su tiempo, sus deseos, sus pertenen-
cias, a esa persona. El amor es un compromiso total, que
abarca toda la persona, todas sus facultades, capacidades,
tiempo, planes, actividades, etc., sin reservarse nada para sí
mismo, Además esta entrega total no puede ser por un momento
ni por un cierto tiempo con el deseo y la decisión de volver otra
vez a pertenecerse a sí mismo; el verdadero amor es un com-
promiso para toda la vida, para siempre. Por eso el amor da
un sentido a la vida; por eso el amor a Dios da a la vida su
verdadero sentido y da la profunda y verdadera alegría.

III. Cómo amar a Dios

Pero es necesario reconocer que el verdadero amor a
Dios es ante todo una gracia, un favor que Dios nos conce-
de y que nosotros tenemos que recibir y poner en práctica
por la decisión de nuestra voluntad. Hasta cierto punto po-
demos amar a Dios en la medida que nos es posible; pero
este amor no es el único ni el principal amor que Dios quie-
re que le tengamos; “En esto consiste el amor: no en que no-
sotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos
envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados”
(Un 4,10). “Nosotros amemos, porque él nos amó primero”
(Un 4,19). “Padre... los has amado a ellos como me has
amado a mí” (n17, 23). El amor con que Dios nos ha amado
es su Espíritu Santo; pero ese mismo amor nos lo ha dado
para que, con él, lo amemos a El y a los demás; “El amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espfri-
tu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5). Dios nos amó,
nos dio a su Hijo y a su Espíritu Santo, para que correspon-
damos a su amor con el mismo amor con que Él nos ha ama-
do. Dios nos ama con su Espíritu Santo, que es el mismo
amor del Padre y del Hijo.

El amor a Dios puede llegar a ser una imaginación, si no
se realiza con actos concretos. “En esto consiste el amor a
Dios: en que guardemos sus mandamientos” (In 5,3). Pero el
amor a Dios no es sólo guardar sus mandamientos de ma-
nera exterior, porque podemos guardarlos por otros moti-
vos, hasta por hacer creer a los demás que ‘somos muy
buenos’; el que deveras ama a Dios no puede dejar de cum-

136

plir sus mandamientos. Cumplir los mandamientos de Dios
es la mejor señal de que en nosotros existe el verdadero amor
a Dios.

El amor a Dios nos pide también otras cosas: orar, amar
a los demás, leer la Sagrada Escritura, entregarle nuestros
bienes y nuestras ocupaciones y hacer nuestras decisiones se-
gún su voluntad. Todas estas cosas no son tampoco el amor
a Dios, pero quien las practica se demuestra a sí mismo que
su amor a Dios es real.

La oración es una conversación con Dios. La conversa-
ción es el alimento del amor: así lo hacemos con todas las per-
sonas a las que amamos. La oración tiene que ser un tiempo
que diariamente, varias veces al día, dedicamos a estar a solas
con Él; en ese tiempo “él me mira y yo lo miro”, como descri-
bfa un campesino su oración. Él me Tela y yo lo oigo, él me
oye y yo le hablo, él me da su amor y yo le doy el mío.

Y para conversar con Dios, además de los lugares y tiem-
pos especiales para hacerlo, podemos usar cualquier lugar y
cualquier tiempo. El esposo que ama a su esposa no la ama
a ratos, ni sólo en los momentos de conversación Íntima, sino
también cuando está trabajando, leyendo, hacieno cuentas,
viajando, negociando, o haciendo cualquier cosa. El amor a
Dios también se tiene y se vive haciendo cualquier cosa de
las que tenemos que hacer en la vida. Una manera muy efi-
caz de ayudarnos a amar a Dios es la oración comunitaria,
hecha en unión con los demás hermanos que también aman
y quieren amar más a Dios, en cualquier lugar y en cual-
quier circunstancia.

El amor a los demás, como veremos en la siguiente lec-
ción, es una manera privilegiada para conocer si tenemos un
verdadero amor a Dios: “Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y abo-
rece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a
su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no
ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a
Dios, ame también a su hermano” (1Jn 4,20-21). Es una ma-
nera privilegiada de amar a Dios y de crecer en su amor.

El amor a Dios se manifiesta de manera especial leyendo
la Sagrada Escritura, escuchando su Palabra. En ella Dios se
revela,nos permite “conocerlo”, nos habla, nos da su amor.

137

Quien ama a Dios quiere escucharlo. Podemos decir que la
lectura diaria de las Sagradas Escrituras es como el alimento
de nuestro espíritu, que nos permite adquirir luz, conoci-
miento, certeza del amor que nos tiene, discernimiento y en-
trenamiento en los modos como Dios quiere ser amado. El
amor a Dios tiene que ir siendo aprendido paso a paso a lo
largo de la vida: viviendo decididamente este amor, uno va
viendo lo que sí es amor a Dios y lo que no es tal. La Pala-
bra de Dios nos va enseñando diariamente a recorrer este
camino con paciencia y con alegría.

El uso de nuestros bienes materiales para realizar su vo-
luntad, es también una manera concreta de amar a Dios. Es
importante para hacer real nuestro “amor a Dios sobre todas
las cosas”, que le entreguemos a él nuestros bienes y que le
digamos con verdad: “todo lo mío es tuyo”, que se lo de-
mos, y que ya no hagamos uso de esas cosas a nuestro anto-
jo, sino según lo que él tenga a bien hacer con nuestro dinero,
con nuestras cosas, con nuestra casa, etc.

Nuestro tiempo, decisiones y ocupaciones también pue-
den expresar nuestro amor a Dios. Si cada mañana le entre-
gamos nuestro. tiempo, si antes de decidir algo tenemos en
cuenta a Dios y buscamos su voluntad, si nos ocupamos en
lo que Él quiere que hagamos y no en las cosas que nos gustan,
estaremos dando a Dios nuestro amor con plena sinceridad.

4. ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
DIOS.

Dt 6, 4-9.

5.- SILENIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS SILENCIO DU-
RANTE ALGUNOS MINUTOS
PARA ACOGER EN NUESTRO
INTERIOR LA PALABRA DE
DIOS,

138

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR
CONTESTAREMOS VOLUNTA-

RIAMENTE A LAS SIGUIEN-
TES PREGUNTAS.

1.- ¿Cómo manifiestas en tu vida el amor a Dios?

2.- ¿Qué necesitas para amar a Dios con todo el corazón y
con todas tus fuerzas?

3.- ¿En qué acciones de tu vida no manifiestas amor a Dios?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNITARIA
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIAS AL SEÑOR QUE NOS HA
CREADO PARA AMARLO Y EN-
CONTRAR EN ELLO NUESTRA
FELICIDAD.

8.- RESUMEN

Amar a Dios es una decisión, es el rumbo que elegimos y
queremos seguir por nuestra voluntad de entregarnos y per-
tenecer plenamente a Dios.

El amor a Dios es antes que nada, un favor, una gracia
que Dios nos concede, porque Él nos amó primero, dándonos
a su Hijo Jesucristo, nuestro Hermano; ese Amor con que nos
ama es el Espíritu Santo, y nos lo da para que nosotros ame-
mos, con ese mismo Espíritu, a Dios y a los hermanos.

El amor a Dios lo vivimos en actos concretos, mediante
el cumplimiento de los mandamientos,la oración, la lectura
de la Palabra de Dios, el amor a los demás, nuestras decisio-
nes, nuestras actividades. Este modo de vivir siempre será li-
bre para ser auténtico y para que dé al hombre el sentido de
su existencia.

9.- CANTO

139

10.- LEE, MEDITA Y ACTÚA
Día 1 Sal 42-43 (41-42) Mi alma jadea en pos de ti, mi Dios.

Jn 17,12-23

Día 2 Jos 23,6-13
Tn 4,7-11

Día 3 Mc 12,28-34
Le 11,37-42

El amor con que el Padre ama al
Hijo esté en nosotros.

Tened cuidado de amar a Yahvé.
El amor de Dios ha sido darnos a
su Hijo.

El mandamiento principal.
“Dejais a un lado la justicia y el
amor a Dios”.

Día 4 1jn 5,1-4 y 3,15-18Signos del amor a Dios.

Jn 21,15-19
Dia5 Flip 3,7-12

Ef 13-14

Día 6 Sal 103 (102)

Sal 84 (83)

Dia7 Sal 27 (26)
Sal 63 (62)

11.- MEMORIZAR:

“Pedro, ¿me amas?”

La sublimidad del conocimiento
de Cristo.

Dios nos eligió para ser perfectos
en el amor.

Dios es amor y nos llena de
su amor.
Grandezas del amor a Dios.

Amor a Dios y confianza en Él.
Sed de Dios.

“Si aguardáis mis mandamientos permaneceréis en mi
amor, como Yo he guardado los mandamientos de mi Padre
y permanezco en su amor” (in 15, 10).

2.- REPITE FRECUENTEMENTE:

“El Señor nuestro Dios es el único Señor, amarás al Señor tu
Dios con todo el corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza”

(Dt 6, 4-5).

140

15. EL AMOR AL PROJIMO

OBJETIVO: Nos alentaremos a vivir el Amor Cristiano
y rechazaremos las falsas ideas del amor.

1.- REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

EXPONDREMOS CÓMO CUM-
PLIMOS EL TRABAJO PERSO-
NAL DURANTE LA SEMANA Y
QUÉ EXPERIENCIAS TUVIMOS
AL CUMPLIRLO.

2.- PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLO

HABLAREMOS VOLUNTARIA-
MENTE DE NUESTRAS EXPE-
RIENCIAS.

1.- ¿Para ti quién es tu prójimo?
2.- ¿ A quiénes amas verdaderamente? ¿Cómo los amas?
3.- ¿Cómo entiende la gente el amor?

3.- DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

LECTURA PARTICIPADA Y CO-
MENTADA. CADA UNO DE
NOSOTROS LEERÁ EN VOZ
ALTA UN PÁRRAFO Y AL FINAL
HAREMOS COMENTARIOS.

1. Lo que no es el amor

1.- Para muchos el amor es un sentimiento positivo (bueno) que
se tiene hacia otras personas; y, por el contrario, la falta
de amor está en tener malos sentimientos (negativos) para
los demás. El amor sería algo que ‘nos nace’, que no po-
dríamos forzarnos a tener cuando no lo tenemos, ni quitár-
noslo si lo tenemos. Es decir, no podemos hacer nacer un
sentimiento, ni somos responsables si lo tenemos.

141

2

4.

142

Para estas personas amar a alguien es abrirse cuanto
sea posible para que nos llegue ese buen sentimiento.
Pero si el amor consistiera en eso, sería imposible cum-
plir el “mandamiento” de Jesús “ámense como yo los he
amado”, porque Dios no puede obligarnos a tener un
sentimiento que ‘no nos ha nacido’. Por eso mucha gente
que se dice católica y no ama a los demás, ve muy natu-
ral ser católico y no amar, aunque conozcan el manda-
miento de Jesús; y hay cristianos que viven con odio y
rencor, y aún matando y haciendo la guerra, pero pien-
san que no está en sus manos tener otros sentimientos.
Estas personas nunca podrán ver cómo se puede cumplir
el mandato de Jesús: “amad a vuestros enemigos”, por-
que nunca podrán tener sentimientos buenos para ellos.

Otros creen que el amor es una pasión por otra persona
‘© una gran compasión por los que sufren. Es un poco el
mismo pensamiento que el anterior, que piensa que el
amor es algo emocional y no algo que brota de la inteli-
gencia y de la voluntad.

Otros piensan que el amor a los demás consiste en tratar-
los bien, en serles agradables, en cumplirles sus gustos.
Expresión del amor sería ofrecer a los demás algo que
les satisficiera sus deseos; no dar satisfacción a esos deseos
sería no amarlos. Así, muchos padres dicen que aman a
sus hijos porque “les dan todo lo que ellos piden o de-
sean’; amarlos, según ellos, es sacrificarse para que ellos
tengan todo lo que quieren. Quien así piensa cree que
el bien de las personas es lo mismo que sus gustos. Y
para ellos el mandamiento del amor significaría estar al
servicio de los gustos de los demás. Por eso estas perso-
has no creen que les amen quienes les exigen esfuerzos
y trabajos para superarse.

Otras personas creen que para cumplir el mandamiento
del amor al prójimo basta con no hacer daño a los de-
más. Es la idea propia del liberalismo: haz lo que quie-
ras con tal que no dañes a otro. Estas personas no odian
ni sienten rencor hacia los demás, pero no se preocupan
de los demás; sólo piensan en sí mismos y en sus 'seres
queridos”. Piensan que son buenos ‘porque no hacen

mal a nadie’ (pero tampoco hacen bien a nadie). En el
fondo de esta idea está el gran egoísmo que sólo nos per-
mite vernos a nosotros y lo que nos gusta.

II. Qué es el Amor Cristiano

El Amor Cristiano consiste en hacer el verdadero bien a
los demás, por propia decisión, en plena libertad, inde-
pendientemente de los sentimientos que yo tenga hacia ellos.
¿Cuál es el verdadero bien de las personas? ¿Por qué es ne-
cesaria una decisión para amar?

La Madre Teresa de Calcuta contó una vez, en la reunión
mundial de las instituciones de la caridad, que, como todas
las noches, ella salió a la calle a visitar a los pobres. Encon-
tró un mendigo sentado en la banqueta pidiendo limosna.
Estiraba la mano. La Madre se acercó y tomó esa mano con
todo el amor cristiano que le da Jesús, que está presente en
ella. El anciano mendigo le dijo: “Qué calientita está su
mano; hace muchos años que nadie me daba la mano”. Esa
noche él había experimentado algo mejor que una moneda,
algo muy humano, algo que lo hacía saberse y sentirse más
hombre. Y la Madre Teresa concluía: ¡Ojalá a ustedes, los
profesionales de la caridad, no se les olvide la caridad!.

El bien verdadero del hombre es alcanzar lo que Dios ha
querido de él, es llegar a ser plenamente hombre. El hombre
se desarrolla usando su inteligencia, su voluntad, su sociabi-
lidad, su capacidad de trabajo, su responsabilidad, su capa-
cidad de darse a sí mismo. Ayudar al hombre a que realice estas
actividades es ayudarlo a lograr su propio bien y eso es amar.

Bien del hombre es también su salud, fuerza, habilida-
des; y por eso requiere alimento, ropa, casa, educación. De
entre las cosas que necesita el hombre unas son su verdadero
bien y olras son sólo ayudas para lograr su bien. El verdade-
ro bien del hombre está en llegar a ser consciente, respon-
sable, libre y creativo; para esto es necesario conocer,
amar, decidir y darse él mismo a los demás, a través de las
cosas y tareas de este mundo material. Cuando el ser huma-
no vive todas estas cosas se da cuenta de quién es él, cuánto
vale y qué puede hacer en la vida. El bien fundamental de
una persona es llegar a ser hombre pleno. Amar a los seres

143

humanos es ayudarlos a conocer, amar, decidir por el bien y
darse a sí mismos para el bien de los demás. Y para ello es
necesario no impedirle que tenga lo necesario para lograrlo.

Amar a los hombres es ayudarlos a ser plenamente hu-
manos. El amor de Jesús a los hombres nos da lo que necesi-
tamos para ser plenamente humanos. Y este amor fue más
que una compasión llena de ternura: llegó hasta entregarse
libremente, en obediencia al Padre, a la muerte, y muerte de
cruz. Esto implicó una lucha fuerte: Él, ante la muerte, “co-
menzé a sentir pavor y angustia” (Mc 14,33); dijo: “Mi alma
está triste hasta el punto de morir”, y también oraba al Padre
diciendo: “Abbé, Padre!, todo es posible para ti; aparta de
mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que
quieras tú” (Mc 14,36). El amor de Jesús a los hombres es,
por tanto, una decisión de su voluntad. Nuestro amor a los
demás, como el amor de Jesús, tiene que ser también una
decisión, hecha en obediencia al Padre.

Para que el hombre llegue a ser plenamente hombre es
necesario que él mismo trabaje por lograrlo; si a alguien se
le da todo, nunca llegará a ser hombre pleno, no aprenderá
para qué sirve él. Por eso amar es ayudar al hombre a que
se haga ser humano; darle las cosas hechas no es amarlo.
Evitar que se incomode para trabajar por su propio desarro-
llo tampoco es amarlo. El ser humano necesita experimentar
que los demás lo respeten y lo amen para conocer su digni-
dad, necesita forjarse a sí mismo para experimentar sus ca-
pacidades y lo que Dios ha querido hacer de él. El trabajo es
una experiencia necesaria y básica; por eso el verdadero
amor no evita el trabajo ni el esfuerzo de las personas queri-
das, sino que los alienta. Amar no es favorecer la comodi-
dad, sino ayudar a hacerse mejor ser humano.

Amar es, por tanto, entregarse a sí mismo, con verdadero
cariño, respeto y generosidad, a realizar el bien del prójimo:
esa ayuda consiste en favorecer el desarrollo de su conocimien-
to, el ejercicio de su dignidad, el fortalecimiento de su volun-
tad, el ejercicio de su libertad, la adquisición de la fuerza y
de las capacidades para trabajar. Esa entrega nuestra a la
ayuda al prójimo se hace principalmente con una decisión
de nuestra voluntad que sigue la voluntad de Dios.

144

Los sentimientos buenos o bonitos pueden acompañar al
verdadero amor; pero si no estuvieren presentes no se daña
nuestro amor, ni quedamos liberados de la obligación de
amar. Así como una madre no da de comer a sus hijos sólo
cuando tiene sentimientos bonitos para ellos, sino que también
les tiene que dar cuando no los tiene tan buenos, así tam-
bién nosotros tenemos que amar a todos, independientemente
de como anden nuestros sentimientos.

El amor a los enemigos debe también entenderse de esta
manera: aunque el enemigo nos trate mal, aunque no tenga»
mos buenos sentimientos para él, siempre tenemos que buscar
su verdadero bien, ayudarlo a ser plenamente ser humano.

Ill. La Palabra de Dios

Estamos llamados a amar a los demás como Él nos ha
amado; su amor es el modelo que tenemos que seguir. Jesús
nos mandó: “Este es el mandamiento mío, que os améis los
unos a los otros como yo os he amado” Un 15,12). ¿Cómo
nos ama Jesús? Su amor nos da “la salvación”, y ésta es la
plenitud humana. Pero también Jesús cuida de darnos de co-
mer, devolvemos la salud, proporcionamos los bienes de
esta tierra; sin embargo ninguno de esos bienes es la meta
del amor de Jesús. Todas esas cosas son medios para llevar-
nos al bien pleno del hombre que es su salvación eterna, su
realización plena.

El mandamiento de Jesús nos pide amar de la misma ma-
nera: ayudar al prójimo (a quien tenemos cerca) con las cosas
que son necesarias para que logre su plenitud humana; pero
además de esas ‘cosas’, nos pide ayudarles a alcanzar una
relación mejor con las personas y una relación plena con Je-
sús. El conocimiento de Jesús es un bien necesario al hom-
bre y ayudar a alguien a tenerlo es obra de verdadero amor.
Por eso Jesús dijo a los Apóstoles: “No os llamo ya siervos,
porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a Vosotros os
he llamado amigos porque todo lo que he oído a mi Padre
os lo he dado a conocer” (In 15, 15).

Jesús, “después que les lavó los pies, tomó sus vestidos,
volvió a la mesa, y les dijo: ¿Comprendeis lo que he hecho
con vosotros?. Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y “el Señor,

145

y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro,
os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los
pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que tam-
bién vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (jn
13,12-15). Lavar los pies a fos otros es limpiar todo lo que
en ellos hay de sucio, sobre todo lo sucio en el campo mo-
ral, psicológico y espiritual.

A tal punto es importante el amor al prójimo para vivir la
vida cristiana que San Pablo nos dice: “el que ama al próji-
mo ha cumplido La Ley” (Rm 13,8). La realidad de la vida
cristiana no está en los actos de culto solamente, sino princi-
palmente en el amor a los demás. La presencia del Espíritu
Santo en nosotros, que es el amor de Dios que se nos ha
dado, se manifiesta especialmente en el amor a los demás.
La Ley de Dios llega a su plenitud en nosotros por el amor.

IV. ¿Qué hacer para vivir el Amor Cristiano?

Ante todo es necesario decidir amar al prójimo. Esto
quiere decir comprometerse con el Señor Jesús a amar a los
que de alguna manera nos necesitan, sean familiares o no
familiares, amigos o enemigos, compañeros de trabajo o
personas ajenas a él, agradables o desagradables. Toda per-
sona por la que podamos hacer algo que le ayude a mejorar
como ser humano, es un candidato a recibir nuestro amor.

Tenemos que discernir cuál es el bien que verdadera-
mente necesita nuestro prójimo. No todo lo que nos pideñ
es el verdadero bien de quien lo solicita. No debemos dejarnos
llevar de nuestro ‘buen corazón”, de nuestros sentimientos
de compasión, sino buscar cuál es el bien que Dios quiere
para esa persona. Son muchos los daños que pueden ser cau-
sados a quienes piden ayuda, cuando no se aclara cuál es el
verdadero bien que necesitan en ese momento.

Es también necesario poner nuestra persona completa al
servicio de los otros: inteligencia, conocimientos, habilidades,
relaciones, tiempo, dinero, bienes, amistades, incluso —se-
gún las lades— salud, todo a disposición del verdade-
ro bien de nuestro prójimo.

Algo que también es importante para vencer nuestro egoísmo
es no esperar reconocimiento de los demás o recompensa por
amarlos. El amor siempre debe ser gratuito. Dios nos ama y si
pide nuestro amor es para nuestro bien, no para su satisfacción.

4.- ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

NOS PONEMOS DE PIE PARA
ESCUCHAR LA PALABRA DE
Dios.

Le. 10,29-37.
5.- SILENCIO Y REFLEXIÓN

DEJEMOS QUE LA PALABRA
DE DIOS NOS TRANSFORME.
GUARDAREMOS — SILENCIO
DURANTE ALGUNOS MINU-
TOS PARA ACOGER EN NUES-
TRO INTERIOR LA PALABRA
DE DIOS.

6.- COMPARAR NUESTRA REALIDAD CON LO QUE
NOS PIDE EL SEÑOR

CONTESTAREMOS VOLUNTA-
RIAMENTE À LAS SIGUIENTES
PREGUNTAS:
= ¿Cómo has ayudado a los demás a ser mejores hombres?
.- ¿A quién de tus préjimos te pide Dios que ames especial-
mente?
3.- Si tienes enemigos ¿cómo vas a amarlos?

7.- ORACIÓN COMUNITARIA

HAREMOS | ENTRE TODOS
UNA ORACIÓN COMUNTARIA
ALABANDO Y DANDO GRA-
CIS AL SEÑOR QUE NOS
LLENA DE SU AMOR Y ASÍ
NOS HACE CAPACES DE
AMAR A LOS DEMÁS COMO
ÉL NOS AMA.

147

8.- RESUMEN

El verdadero amor de nosotros los cristianos está en la
decisión de entregar nuestro ser y todo lo que somos al bien
de los demás, siguiendo la voluntad de Dios que está empe-
fiado en llevar a los hombres a su plenitud humana, Este es
el bien auténtico de todos los hombres. El amor con el que
tenemos que amar al prójimo es el mismo amor con el que
Jesús nos ha amado.

El amor al prójimo está principalmente en ponerse al ser-
vicio del desarrollo de las facultades y habilidades de los de-
más; pero de mdo especial está en acompañarlos a que
conozcan y acepten a Jesucristo.

9.- CANTO
10.- LEE, MEDITA Y ACTOA
Día 1 1Cor13 El amor crisitano y sus
características.
Jn 13,33-35 “En esto conocerán que sois mis
discípulos...”
Dia2 1)n 4,7-21 El amor es de Dios.
Mc 12,28-3 El mandamiento del amor.
Dia3 Jn 13,1-16 Jesús lava los pies y nos da
ejemplo.
Ga5,13-15 La libertad para amar.
Día 4 Rm12,3-13 Caridad sin fingimieno.

Rm 12,14-21 Caridad con todos los hombres,
aunque sean enemigos.

Dia5 Ef 4,1-16 Vivir de manera digna nuestra
vocación.
Rm 13,8-14 La deuda del amor fraterno.
Día6 Rm 14,1-22 Caridad con los débiles.
Lc 10.29-37 El Buen Samaritano.

148

Día7 1Tes 4,1-12 Caridad y santidad de vida.
1Tes 5,12-22 El amor en la vida de comunidad.
11.- MEMORIZA:

“Os doy un mandamiento nuevo: ...que como Yo os he
amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” Un

13, 34).

12.- REPITE FRECUENTEMENTE:

“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus
amigos” Un 15, 13).

149

EL KERIGMA
y Actitudes Cristianas Básicas

Muy querido hermano miembro de la Diócesis de
Coatzacoalcos

He encontrado, con la intervención de Dios y la cooperación
de algunos hermanos, esta manera de llegar a ti y con gran
gusto me he puesto a escribir este curso con el cual quiero
que recorramos juntos, tu grupo y yo, el Catecismo de la
Iglesia Católica, que nos ha entregado el Papa Juan Pablo Il en
1992. Podremos, de esta manera, dialogar por varios años y,
aunque no nos veamos, podremos vivir juntos la vida misma
de Jesucristo, en el Espíritu Santo, en alabanza al Padre.

Este texto está hecho para leerlo y comentarlo en un grups
una persona al que llamamos monitor, ayuda a los
participantes a seguir el método y a asistirlos en su trabajo.
El texto ha sido redactado para estar al alcance de todo
mundo y, en cuanto sea posible, sea comprendido sin
necesidad de maestro; pero habrá ciertamente algunas
palabras que necesiten explicación: Puede, desde luego, ser
leído en particular, pero no obtendrá el fruto para el cual fue
diseñado. Su lectura, estudio y comentarios, hechos en grupo
hacen crecer a las personas, propician el crecimiento de las
comunidades, estimulan el compromiso personal y
comunitario, ayudan a vivir la fe y a vivir en la Iglesia.

CENADIN
CENA Tel. 3625 2948 - 5643 3674
[email protected]
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