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obtiene idéntica proporción de renta. O sea, el 30% de la población obtendría el 30% de
la renta y el 80% de la ciudadanía alcanzaría el 80% de la renta: un mundo ideal
absolutamente simétrico en su participación en el producto social.
Pero Lorenz, en su sencilla y trascendental curva, advierte que la distribución de la renta
o la riqueza no reviste la forma ideal y utópica señalada, sino que desfila por debajo de
ella, señalando que, por ejemplo, el 60% de la población solo obtiene el 30% de las
rentas del sistema. Cuanto más alejado se halle el abdomen de la curva del idealismo de
la recta de 45 grados, mayor será la desigualdad que cerque al país o región en cuestión.
Integrando los valores que las curvas de Lorenz dibujan separándose de la recta ideal de
45 grados de máxima igualdad (en sentido estricto se computa el cociente que relaciona
el área entre la curva de Lorenz y la diagonal y el área total bajo la diagonal),
obtendríamos algo así como el stock de desigualdad del país, que, posteriormente, el
estadístico italiano Corrado Gini bautizó con el nombre de índice de Gini.
En consecuencia, a mayor valor cardinal del índice de Gini, mayor representación de
desigualdad en el país evaluado y a la inversa. El índice de Gini es un número entre 0 y
1 (o 100) que representa el grado de desigualdad en la distribución de ingresos o riqueza.
Cuanto más cercano a 0, mayor es la igualdad, y cuanto más cercano a 1(o 100), mayor
es la desigualdad. Para Naciones Unidas, un Coeficiente de Gini superior al 0,40 es
alarmante porque indica una polarización entre ricos y pobres difícil de asumir por la
sociedad. Encabezan, tristemente, la clasificación mundial del índice de Gini, Sudáfrica
(63), Namibia (59) y Zambia (57), seguidos por hasta 20 países africanos, además de
Colombia (54), Costa Rica (49) o Brasil (48,9).
Islandia (23,6), Eslovaquia (23,7) y Noruega (23,9) son los países con índices de Gini más
bajos, representativos de una mayor equidad. Alemania (28,8), Reino Unido (33,5),
Francia (29,6), Italia (32,7), Portugal (32), Estados Unidos (39,8), Japón (32,9) o China
(37,1), transitan entre los mejores y los peores. A finales de 2022, España registraba un
índice de 32, muy similar al de 2008 (32,4) erigiéndose en el mejor de la serie en el
periodo de los últimos quince años. El peor registro corresponde a 2015 con 34,6.
El debate sobre la desigualdad registró en España momentos de renovada tensión con
el empeoramiento de las condiciones de vida de numerosos hogares durante la Gran
crisis, con mayor paro y una demanda precaria. Luego, las políticas de austeridad
ahondaron la brecha, especialmente sobre aquellos colectivos situados en la parte baja
de la distribución. Una recuperación económica errática, que apenas ha alcanzado
décimas de crecimiento en el periodo, ha cronificado las vulnerabilidades del tejido
social. De hecho, España sigue siendo uno de los países europeos con mayor desigualdad
de rentas, evidenciando la incapacidad de nuestro estado del bienestar para superar
este estigma, a pesar del meteórico crecimiento de la deuda pública, consecuencia de
repetidos déficits públicos discrecionales y anticíclicos.
Hay que puntualizar el concepto de renta disponible compuesto por ingresos propios
tanto del trabajo, como de pensiones u otras propiedades, a los que se añaden
prestaciones sociales en efectivo, descontando los impuestos sobre la renta de las
personas físicas y sobre el patrimonio, así como las cotizaciones sociales a cargo del