cumpliendo dan un matiz único y peculiar a este
momento. Y en este punto aparece un vínculo con
el pensamiento mítico, no solamente de esta parte
del mundo, sino de todas las culturas. Esta visión
esta representada en este caso por el arquetipo
del tiempo cíclico, de las edades del mundo, de los
"soles sucesivos, de las eras, de distintos tiempos
y humanidades en la historia que nacen, se
desarrollan y más tarde llegan a un final,
generalmente abrupto, marcado por un cataclismo,
seguido a su vez por la formación de una nueva
era y así sucesivamente. La tradición andina habla
de etapas que duran un lapso de 1.000 o de 500
años cuyo final queda marcado por un Pachakuti.
Tanto en aymara como en quechua, Pacha se
traduce como el mundo, el tiempo, el suelo, el
lugar. En este caso esta palabra tiene valor de
"edad del mundo" o "Sol", e integra en el concepto
de energía vital de la Tierra, una especie de
ánima/animus del mundo. Pacha encierra, a la
vez, el concepto de espacio y de tiempo. Kuti
significa "darse vuelta", trastornarse,
convulsionarse, convertirse.
La palabra willka kuti, por ejemplo, equivale al
término "solsticio", es decir, el momento en que el
Sol "se da la vuelta" en su recorrido anual,
mientras que "equinoccio" se traduce como
"chicasi pacha", textualmente, "tiempo de hacerse
mitades iguales".
Pachakuti, puede ser traducido como "el mundo
que se está transformando". En distintos
diccionarios antiguos (quechuas y aymaras)
aparece el término definiendo distintos tipos de
cataclismos por agua, "nina Pachakuti", el fin del
mundo por fuego, Pachacuyuy Pachakuti",
destrucción por el elemento tierra (terremotos), y
finalmente "wayray pachakuti", destrucción del
mundo por el aire (huracanes).
Para comprender mejor los conceptos expresados
en este "fin del mundo" tendremos que situarnos
en una óptica distinta a la occidental. Recordemos
que la visión occidental judeo-cristiana está
basada en una concepción lineal de la historia y
en una idea de "progreso" del tiempo, que tiene
como punto central de referencia el nacimiento de
Cristo, hecho en torno al cual gira toda la historia.
En cambio, distintas culturas desarrolladas en los
Andes así como en centro y norte América y en
otras culturas del mundo, el tiempo aparece
dividido en ciclos, en etapas, llamadas de distintas
formas: edades, soles, etc. Estas etapas tienen
fases de comienzo, de estabilización y de final que
casi siempre corresponde a un aniquilamiento.
Este aniquilamiento se vive como un tiempo de
conmoción, como una gran regresión al caos
primordial que precede a toda creación, anterior a
la manifestación de formas organizadas, a un
tiempo indiferenciado, donde no están definidos
los contrarios, donde las normas y leyes se
disuelven. Este momento de caos se manifiesta en
la inversión del orden social: los reyes se
convierten en servidores, los esclavos en amos,
los dioses dejan de tener poder, los animales
domésticos, los instrumentos y las armas se
revelan contra el hombre y lo atacan; lo de arriba
se transforma en lo de abajo y viceversa. Por
último, la misma armonía de la naturaleza sufre
una ruptura violenta y uno de los elementos,
desbordados, provoca un cataclismo. Entonces
queda restaurado el tiempo primordial del
comienzo (caos, el origen), que es a la vez el
momento final (Pyrosis, el apocalipsis). Allí las
formas se diluyen, vuelven a un crisol original y
son reabsorvidas por las fuerzas creadoras
originales para cobrar nueva fuerza.
Esta división del tiempo y el espacio en edades
cíclicas no es característica solamente de las
culturas andinas. Según Miercea Eliade, aparece
como una especie de arquetipo que funciona de
manera universal y que tiene como modelo
cósmico las fases de la luna con sus etapas de
aparición, crecimiento, plenitud, decrecimiento y
desaparición, seguidas por su reaparición. De
manera similar distintos pueblos habrían
concebido la secuencia de diferentes
humanidades, de espacios y etapas marcadas por
distintas características. Así por ejemplo, en la
época pre-colombina los mexicanos concibieron la
idea de las eras que ellos llamaban "Soles". Antes
de la edad actual, la del quinto Sol, hubo otras
cuatro etapas cósmicas. La primera fue la del Sol
del Viento, el Sol de Tezcatlipoca, relacionado con
el frío, la noche y el norte; esta era acabó con un
cataclismo en que los cuatro tigres devoraron a los
hombres. La segunda fue la del Sol de la Lluvia (o
el fuego), Tlaloc y ligada al sur; su fin llegó por
medio de los cuatro vientos que acabaron con
toda la humanidad. El cuarto Sol, el Sol, del Agua
correspondió a Calchauitlicue, divinidad del agua y
del este, que acabó sumergida por este elemento.
El quinto Sol corresponde al Xiuhteculi, una de las
representaciones del fuego que será destruida por