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en un internado (a él le ayudó para concentrarse en el estudio), y sus
afirmaciones no se ponen en duda, pero para mí, recurrir a esta opción solo
puede deberse a tres causas:
a- Por h o por b, no hay más remedio
b- Los padres no tienen tiempo o no desean hacerse cargo de esa
estupenda e imprescindible socialización primaria.
c- El niño ha sido diagnosticado de FRACASO ESCOLAR, receta médica:
internado.
Sean cuales sean las razones para optar por el internado, siempre provienen
de una decisión tomada por fuerza mayor: familia desestructurada, hogar
alejado del entorno escolar, etc. Nadie desea (quizás alguno, no vayamos a
meter la pata) que lo internen así porque sí. Alejarse del entorno familiar
voluntariamente, cuando ese entorno no está dañado, parece poco probable,
casi imposible. Pero Pennac lo observa desde otro enfoque, lo asocia a un
recurso del que se puede sacar provecho, y su razonamiento parece muy
cabal, en vez de vincularlo a un castigo, lo define como el medio ideal para que
el chico/a deje de justificar una y otra vez con trola va, trola viene, las carencias
que tiene como estudiante.
Por otro lado, la lectura hace constante referencia a un fenómeno implícito en
la enseñanza, el Efecto Pigmaleón, es decir, los demás nos definen, nos dan un
rol y con ello nos dicen qué somos, qué debemos ser, y al final,
inconscientemente, acabamos creyéndolo, convirtiéndonos en lo que se ha
esperado que seamos. Cuando las expectativas de los demás son negativas, el
efecto es totalmente destructivo, porque lo que se consigue es que uno se
adapte de tal forma al rol que le han encasquetado (mediocre, inútil, mal
alumno, etc.) que acaba cerrándose él mismo las puertas para conseguir metas
mejores. Este efecto está presente en todos y cada una de los relatos de
Pennac, sobretodo cuando habla de esos alumnos que por suerte o por
desgracia, han nacido en un medio sociocultural y económico empobrecido.
Para dar la espalda , dentro de lo posible, a esos intereses sociales que
moldean el modo en que uno se ve a si mismo, es preciso tomar consciencia de
esa influencia inconsciente. Pennac, de alguna manera defiende esta idea,
cuando frente a las palabras de un joven zoquete, “los profesores nos comen el
tarro”, le informa que el tarro se lo han comido antes, no los profesores (el