Madrecita mía, madrecita tierna, déjame decirte dulzuras extremas. Es tuyo mi cuerpo que juntaste en ramo, deja revolverlo sobre tu regazo. Juega tú a ser hoja y yo a ser rocío, y en tus brazos locos tenme suspendido. Madrecita mía, todito mi mundo, déjame decirte los cariños sumos. 2. Cuando sea grande, de Álvaro Yunque Entre las composiciones poéticas del escritor argentino Álvaro Yunque, se encuentran algunos poemas infantiles como este. En él, no solo se expresa la fraternidad a través de la imaginación del niño, sino también el amor filial hacia una madre, por la cual el hijo es capaz de hacer hasta lo imposible: bajar la luna del cielo. Mamá: cuando sea grande voy a hacer una escalera tan alta que llegue al cielo para ir a coger estrellas. Me llenaré los bolsillos de estrellas y de cometas, y bajaré a repartirlos a los chicos de la escuela. Para ti voy a traerte, mamita, la luna llena, para que alumbre la casa sin gastar en luz eléctrica. 3. A mi madre, de Edgar Allan Poe El autor estadounidense, Edgar Allan Poe, también dedicó un poema a su madre adoptiva. La prematura muerte de su mamá biológica, influyó significativamente en su obra. En esta composición menciona a ambas, pero en ella destaca el amor que ha profesado hacia Francis Allan, por ser mucho más que su madre. Porque creo que en los cielos, arriba, los ángeles que uno a otro se susurran no hallan entre sus palabras de amor ninguna tan devota como “Madre”, desde siempre te he dado yo ese nombre, tú que eres más que madre para mí y llenas mi corazón, donde la muerte te puso, libre el alma de Virginia. Mi propia madre, que murió muy pronto no era más que mi madre, pero tú eres la madre de a quien yo quería, y así eres más querida tú que aquella, igual que, infinitamente, a mi esposa amaba más mi alma que a sí misma. 4. Amor, de Pablo Neruda Este poema de Neruda, de temática amorosa, forma parte del su etapa inicial en la poesía. En esta composición, contenida en el poemario Crepusculario (1923), el hablante lírico expresa el amor que siente hacia su amada. La adoración que siente hacia ella es tal, que desearía haber sido su propio hijo. Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte la leche de los senos como de un manantial, por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte en la risa de oro y la voz de cristal. Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal, porque tu ser pasará sin pena al lado mío y ¿saliera en la estrofa? Limpio de todo mal. Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría amarte, ¡amarte como nadie supo jamás! Morir y todavía amarte más. Y todavía amarte más y más. 5. Consejo maternal, de Olegario Víctor Andrade A menudo, las mamás son quienes más conocen a sus hijos. Esa complicidad maternofilial puede ser difícil de expresar con palabras. El autor de origen brasileño, Olegario Víctor Andrade, escribió un poema sobre esta conexión inexplicable de las madres con el alma de sus hijos. Un poema que nos recuerda que las madres siempre están ahí, en los buenos y en los malos momentos. Ven para acá, me dijo dulcemente mi madre cierto día, (aún me parece que escucho en el ambiente de su voz la celeste melodía). Ven y dime qué causas tan extrañas te arrancan esa lágrima, hijo mío, que cuelga de tus trémulas pestañas como gota cuajada de rocío. Tú tienes una pena y me la ocultas: ¿no sabes que la madre más sencilla sabe leer en el alma de sus hijos como tú en la cartilla? ¿Quieres que te adivine lo que sientes? Ven para acá, pilluelo, que con un par de besos en la frente disiparé las nubes de tu cielo. Yo prorrumpí a llorar. Nada, le dije, las causa de mis lágrimas ignoro; pero de vez en cuando se me oprime el corazón, y ¡lloro!... Ella inclinó la frente pensativa, se turbó su pupila, y enjugando sus ojos y los míos, me dijo más tranquila: Llama siempre a tu madre cuando sufras que vendrá muerta o viva: si está en el mundo a compartir tus penas, y si no, a consolarte desde arriba. Y lo hago así cuando la suerte ruda como hoy perturba de mi hogar la calma, invoco el nombre de mi madre amada, ¡y entonces siento que se ensancha mi alma! 6. Caricia, de Gabriela Mistral No hay mayor refugio que los brazos de una mamá. Gabriela Mistral escribió poemas como este, donde plasma la imagen de una madre que besa, cuida y protege a su hijo entre sus brazos. Uno de los más tiernos y nobles gestos de amor que puede haber en el mundo. Madre, madre, tú me besas, pero yo te beso más, y el enjambre de mis besos no te deja ni mirar... Si la abeja se entra al lirio, no se siente su aletear. Cuando escondes a tu hijito ni se le oye respirar... Yo te miro, yo te miro sin cansarme de mirar, y qué lindo niño veo a tus ojos asomar... El estanque copia todo lo que tú mirando estás; pero tú en las niñas tienes a tu hijo y nada más. Los ojitos que me diste me los tengo de gastar en seguirte por los valles, por el cielo y por el mar... También te puede interesar: 6 poemas fundamentales de Gabriela Mistral 7. Amor filial, Amado Nervo Este poema de Amado Nervo, uno de los mayores representantes del modernismo hispanoamericano, está dedicado a sus progenitores. El hablante lírico expresa su adoración a su madre y a su padre. Ellos son quienes lo acompañan siempre en sus buenos y malos momentos, y también quienes lo han enseñado a ser bondadoso y dichoso. Yo adoro a mi madre querida, yo adoro a mi padre también; ninguno me quiere en la vida como ellos me saben querer. Si duermo, ellos velan mi sueño; si lloro, están tristes los dos; si río, su rostro es risueño; mi risa es para ellos el sol. Me enseñan los dos con inmensa ternura a ser bueno y feliz. Mi padre por mi lucha y piensa, mi madre ora siempre por mí. También puedes leer: Poema En paz de Amado Nervo 8. ¡Ay!, cuando los hijos mueren, de Rosalía de Castro Esta composición elegíaca forma parte de una de las primeras obras de la autora gallega Rosalía de Castro, la cual lleva por título A mi madre (1863). En este poema, trata el tema de la muerte, y la angustia que causa para una madre la muerte de un hijo. El hablante lírico, también explora su propio dolor aludiendo al momento del deceso de su propia madre. I ¡Ay!, cuando los hijos mueren, rosas tempranas de abril, de la madre el tierno llanto vela su eterno dormir. Ni van solos a la tumba, ¡ay!, que el eterno sufrir de la madre, sigue al hijo a las regiones sin fin. Mas cuando muere una madre, único amor que hay aquí; ¡ay!, cuando una madre muere, debiera un hijo morir. II Yo tuve una dulce madre, concediéramela el cielo, más tierna que la ternura, más ángel que mi ángel bueno. En su regazo amoroso, sonaba… ¡sueño quimérico! dejar esta ingrata vida al blando son de sus rezos. Mas la dulce madre mía, sintió el corazón enfermo, ternura y dolores, ¡ay!, derritióse en su pecho. Pronto las tristes campanas dieron al viento sus ecos; murióse la madre mía; sentí rasgarse mi seno. La virgen de las Mercedes, estaba junto a mi lecho… Tengo otra madre en lo alto… ¡por eso yo no me he muerto! 9. La madre ahora, de Mario Benedetti Esta composición del poeta uruguayo Mario Benedetti está contenido en el poemario El amor, las mujeres y la vida (1995), una compilación de poemas de amor. Este poema personal del autor evoca el recuerdo de su madre, testigo de acontecimientos difíciles a nivel social y político en su país. Alude a un periodo de 12 años, en los que el autor se pasó en el exilio. En estos versos, los ojos de su madre, quien permaneció indemne en aquel lugar en apuros, son como los suyos propios. Doce años atrás cuando tuve que irme dejé a mi madre junto a su ventana mirando la avenida ahora la recobro solo con un bastón de diferencia en doce años transcurrieron ante su ventanal algunas cosas desfiles y redadas fugas estudiantiles muchedumbres puños rabiosos y gases de lágrimas provocaciones tiros lejos festejos oficiales banderas clandestinas vivas recuperados después de doce años mi madre sigue en su ventana mirando la avenida o acaso no la mira solo repasa sus adentros no sé si de reojo o de hito en hito sin pestañear siquiera páginas sepias de obsesiones con un padrastro que le hacía enderezar clavos y clavos o con mi abuela la francesa que destilaba sortilegios o con su hermano insociable que nunca quiso trabajar tantos rodeos me imagino cuando fue jefa en una tienda cuando hizo ropa para niños y unos conejos de colores que todo el mundo le elogiaba mi hermano enfermo o yo con tifus mi padre bueno y derrotado por tres o cuatro embustes pero sonriente y luminoso cuando la fuente era de ñoquis ella repasa sus adentros ochenta y siete años de grises sigue pensando distraída y algún acento de ternura se le ha escapado como un hilo que no se encuentra con su aguja como si quisiera comprenderla cuando la veo igual que antes desperdiciando la avenida pero a esta altura qué otra cosa puedo hacer yo que divertirla con cuentos ciertos o inventados comprarle una tele nueva o alcanzarle su bastón. 10. Cuando duerme una madre junto al niño, de Miguel de Unamuno Este fragmento del poema Rimas, de Unamuno, evoca el estrecho vínculo que se produce entre madres e hijos. En él, el hablante lírico expresa sus sentimientos hacia su madre, cuyo recuerdo es eterno. (...) 2 Cuando duerme una madre junto al niño duerme el niño dos veces; cuando duermo soñando en tu cariño mi eterno ensueño meces. Tu eterna imagen llevo de conducho para el viaje postrero; desde que en ti nací, una voz escucho que afirma lo que espero. Quien así quiso y así fue querido nació para la vida; solo pierde la vida su sentido cuando el amor se olvida. Yo sé que me recuerdas en la tierra pues que yo te recuerdo, y cuando vuelva a la que tu alma encierra si te pierdo, me pierdo. Hasta que me venciste, mi batalla fue buscar la verdad; tú eres la única prueba que no falla de mi inmortalidad. 11. Hay un lugar en el mundo, de Alda Merini Los brazos de una mamá deberían ser eternos, para volver a ser niños. Esta bella composición, atribuida a la escritora y poeta italiana Alda Merini, evoca ese lugar donde siempre queremos volver. Hay un lugar en el mundo donde el corazón late rápido, donde te quedas sin aliento por la emoción que sientes, donde el tiempo se detiene y ya no tienes edad. Ese lugar está en tus brazos donde tu corazón no envejece, mientras que tu mente nunca deja de soñar. 12. A mi madre, de Manuel Gutiérrez Nájera Este poema del escritor mexicano Gutiérrez Nájera, uno de los precursores del Modernismo literario, expone los lamentos de un hijo que, en un momento de mucho dolor, implora el amor a su madre, quien significa todo para él. El autor dedicó este poema a su progenitora en el año 1878. ¡Madre, madre, si supieras cuántas sombras de tristeza Tengo aquí! Si me oyeras, y si vieras Esta lucha que ya empieza Para mí Tú me has dicho que al que llora Dios más ama; que es sublime Consolar: Ven entonces, madre y ora; Si la fe siempre redime, Ven a orar De tus hijos el que menos Tu cariño merecía Soy quizás; Pero al ver cual sufro y peno Has de amarme, madre mía Mucho más. ¡Te amo tanto! Con tus manos Quiero a veces estas sienes Apretar Ya no quiero sueños vanos: Ven ¡oh, madre! que si vienes Vuelvo a amar Solo, madre, tu cariño, Nunca, nunca, se ha apagado para mí. Yo te amaba desde niño; Hoy… la vida he conservado para ti. Muchas veces, cuando alguna pena oculta devora sin piedad, Yo me acuerdo de la cuna Que meciste en la aurora de mi edad. Cuando vuelvo silencioso Inclinado bajo el peso De mi cruz, Tú me ves, me das un beso Y en ni pecho tenebroso Brota luz Ya no quiero los honores; Quiero solo estar en calma Donde estás; Solo busco tus amores; Quiero darte toda mi alma… Mucho más. Todo, todo, me ha dejado; En mi pecho la amargura Descansó; Mis ensueños me han burlado, Tu amor solo, por ventura Nunca huyó. Tal vez, madre, delirante, sin saber ni lo que hacía Te ofendí. ¿Por qué, madre, en ese instante? ¿Por qué entonces, vida mía, no morí? Muchas penas te he causado, Madre sana, con mi loca Juventud: De rodillas a tu lado Hoy mi labio solo invoca La virtud. Yo he de ser el que sostenga Cariñoso tu cansada Ancianidad; Yo he de ser quien siempre venga A beber en tu mirada Claridad. Si me muero —ya presiento que este mundo no muy tarde Dejaré, — En la lucha dame aliento, Y a mi espíritu cobarde Dale fe. Nada tengo yo que darte; Hasta el pecho me salta De pasión: Solo, madre, para amarte Ya me falta, ya me falta Corazón. 13. Apegado a mí, de Gabriela Mistral Entre los poemas de Gabriela Mistral, se encuentra este sobre la maternidad. Esta composición evoca la imagen de una madre que abraza en su seno a su recién nacido, a quien pide que no se separe de ella. Velloncito de mi carne que en mi entraña yo tejí, velloncito friolento, ¡duérmete apegado a mí! La perdiz duerme en el trébol escuchándote latir: no te turben mis alientos, ¡duérmete apegado a mí! Hierbecita temblorosa asombrada de vivir no te sueltes de mi pecho ¡duérmete apegado a mí! Yo que todo lo he perdido ahora tiemblo hasta al dormir. No resbales de mi brazo: ¡duérmete apegado a mí! 14. Doña Luz XVII, de Jaime Sabines Superar la muerte de una mamá puede ser un proceso muy difícil. El poeta mexicano, Jaime Sabines, dedicó esta composición a su madre, quien fue una gran influencia para él en su poesía. En estos versos, se adivina el proceso de duelo del hablante lírico, ante la ausencia de su progenitora. Lloverás en el tiempo de lluvia, harás calor en el verano, harás frío en el atardecer. Volverás a morir otras mil veces. Florecerás cuando todo florezca. No eres nada, nadie, madre. De nosotros quedará la misma huella, la semilla del viento en el agua, el esqueleto de las hojas en la tierra. Sobre las rocas, el tatuaje de las sombras, en el corazón de los árboles la palabra amor. No somos nada, nadie, madre. Es inútil vivir pero es más inútil morir. 15. Madre, llévame a la cama, de Miguel de Unamuno El escritor español Miguel de Unamuno dedicó parte de su obra a la poesía. En esta composición, el hablante lírico le pide a su madre que lo acompañe antes de ir a dormir. En él se percibe el cuidado que las mamás proporcionan a sus hijos y la calma que, solo ellas, transmiten para conciliar el sueño. Madre, llévame a la cama. Madre, llévame a la cama, que no me tengo en pie. Ven, hijo, Dios te bendiga y no te dejes caer. No te vayas de mi lado, cántame el cantar aquel. Me lo cantaba mi madre; de mocita lo olvidé, cuando te apreté a mis pechos contigo lo recordé. ¿Qué dice el cantar, mi madre, qué dice el cantar aquel? No dice, hijo mío, reza, reza palabras de miel; reza palabras de ensueño que nada dicen sin él. ¿Estás aquí, madre mía? Porque no te logro ver… Estoy aquí, con tu sueño; duerme, hijo mío, con fe. 16. Dones, de Luis Gonzaga Urbina Este poema del autor mexicano Luis Gonzaga Urbina está dedicado a sus progenitores. En él, el hablante lírico destaca las habilidades heredadas de cada uno de ellos, especialmente de su madre, quien lo llenó de ternura, amor, dulzura y vitalidad. Lo enseñó a apreciar los detalles más hermosos de la vida. Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría ingenua; su ironía amable: su risueño y apacible candor. ¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía, tú me hiciste el regalo de tu suave dolor. Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura, el anhelo nervioso e incansable de amar; las recónditas ansias de creer; la dulzura de sentir la belleza de la vida, y soñar. Del ósculo fecundo que se dieron dos seres el gozoso y el triste- en una hora de amor, nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres quien me ha dado el secreto de la paz interior. A merced de los vientos, como una barca rota va, doliente, el espíritu; desesperado, no. La placidez alegre poco a poco se agota; mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota de mis ojos la lágrima que la madre me dio. 17. Amor eterno, de Gustavo Adolfo Bécquer El poeta más representativo del Romanticismo español escribió hermosos poemas de amor. Si bien, en esta rima, el hablante lírico expresa sentimientos eternos hacia su amada, sus versos también describen a la perfección el amor filial. El amor hacia una mamá es, tal y como dice este poema, imposible de apagar. Podrá nublarse el sol eternamente; podrá secarse en un instante el mar; podrá romperse el eje de la tierra como un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón; pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor. Referencias bibliográficas: de Castro, R. (2021). A mi madre . Saga. de Unamuno, M. (2021). Miguel de Unamuno: Obras completas . Wisehouse. Neruda, P. (2010). Crepusculario . Losada. Poe, E. A. (2019). El silencio y otros poemas (A. Rivero, Trad.). Nórdica Libros. Sabines, J. (2012). Antología poética . Fondo de Cultura Económica. Si te gustó este artículo, también te puede interesar: 26 poemas de amistad cortos 37 poemas de amor cortos con su autor 22 poemas cortos para leer y sorprender a los niños Poemas cortos y bonitos para dedicar Poemas para celebrar a la mujer (explicados) ¿Fue útil este contenido? Sí No Marián Ortiz Graduada en Comunicación Audiovisual (2016) por la Universidad de Granada, con máster en Guion, Narrativa y Creatividad Audiovisual (2017) de la Universidad de Sevilla. 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