de otros árboles, arbustos y hierbas.
En los fondos de valle, junto a los
fresnos, aparecen acompañando a
éstos el roble melojo (Quercus pyre-
naica) y el quejigo (Quercus faginea), y
suelen ser también frecuentes el ser-
bal de cazadores (Sorbus aucuparia),
el mostajo (Sorbus aria) y el arce de
‘Montpelier (Acer monspessulanum). En
los sotos ribereños montanos aparece
el abedul (Betula celtiberica). Más
cerca del cauce encontramos el satico
(Sambucus nigra) y el avellano (Corylus
avellana). Entre los arbustos de menor
porte figuran el majuelo (Crataegus
monogyna), el endrino (Prunus spinosa),
brezo blanco (Erica arborea),
bonetero (Evonymus europaeus),
madreselvas (Lonicera hispanica),
hiedras (Hedera helix), manzano sil-
vestre (Malus sylvestris), escaramujos
(Rosa canino), zarzamoras (Rubus ulmi-
folius), etc.
En los bosques de ribera se puede
encontrar una riqueza mayor que en
otros bosques más protegidos, Ello
hace que estos espacios sean utiliza-
dos como hábitat, no sólo por la fauna
acuática, sino por todo tipo de ani-
males. Desde anfibios o aves, hasta
mamíferos e insectos que buscan refu-
gio y alimento.
Esta variedad y especiales condi-
ciones proporcionan una enorme canti-
dad de recursos de gran importancia
para su estudio científico y apro-
vechamiento educativo e, incluso, para
actividades recreativas.
Pero las ventajas de un bosque de
ribera bien conservado no se limitan a
su propio espacio. Son el mejor sis-
‘tema para evitar la erosión de los már-
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genes y proteger en todos los sentidos
su entorno. Un sistema ensayado y
probado por la naturaleza a lo largo de
muchos siglos de evolución,
Los ríos y arroyos serán las autopis-
tas de la fauna y flora silvestres;
serán la columna vertebral de la biodi-
versidad madrileña. En este manual
ofrecemos algunas pautas para restau
rar la vegetación de las proximidades
de nuestra charca. No debemos olvi-
dar que los anfibios pasan buena parte
de su vida fuera del agua. Por ello, una
acción restauradora bien realizada es
muy positiva para apoyar todas las
fases del ciclo biológico de estas
especies.
Volvemos a insistir en que, si bien la
puesta en práctica de un proceso de
restauración de la vegetación es muy
recomendable, el hecho de no disponer
de recursos para llevarlo a cabo no
debe impedirnos construir nuestra
charca pues, por sí sola, ésta tiene un
valor tal que, a buen seguro, los
anfibios lo agradecerán.
La técnica Acarsuna
Un bosque no sólo son árboles. Un
bosque es muy distinto a una
plantación de árboles, porque se com-
pone de los siguientes estratos:
arbóreo, arbustivo, herbáceo y musci-
nal. Cada uno de ellos se desarrolla en
unas determinadas condiciones de
sombra y humedad. Por este motivo, a
la hora de reforestar no hemos de
olvidar la composición natural de los
mismos e intentar reproducirla.
La reforestación es una necesidad
apremiante y, puesto que han sido las