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viduo llegue a la plena madurez. Esto, a su vez, quiere
decir que tendrá la aptitud debida para tomar decisio
nes sabias, y que será responsable por lo que hace. Dios,
habiendo dado al hombre una capacidad innata para
la vida moral, espera que el hombre acepte las respon
sabilidades que tal habilidad o capacidad infiere. Es
decir, que aun durante el proceso de llegar a la ma
durez, Dios espera que usemos todo recurso interior
de que disponemos para determinar por nosotros mis
mos lo que es bueno y lo que es malo. El no nos revela
su voluntad de una manera milagrosa, sin la coopera
ción nuestra.
Cuando tenemos que tomar una decisión particular,
debemos pensar en todo aspecto del problema. Como
se sugirió antes, debemos pensar tan objetivamente
como nos sea posible, de su efecto total sobre nosotros,
sobre otros y sobre la causa de Cristo. Las pruebas que
mencionamos en los capítulos anteriores deben apli
carse sin miedo. El uso sincero de los recursos que te
nemos será bendecido por el Señor con darnos la di
rección divina que necesitamos. El asunto puede re
sumirse como sigue: cuando uno tiene que tomar una
decisión respecto a lo bueno y lo malo, no hay ningún
substituto para el consagrado sentido común.
Cuando sentimos la dirección en que debemos ir, la
respuesta a ese sentimiento es interior y personal. En
otras palabras, Dios nos da el poder de decisión, y po
demos decir “ sí” o “no” a la luz que recibimos. El no
se sobrepone a nuestra voluntad; pero nunca debemos
olvidar que la libertad de escoger lleva consigo la res
ponsabilidad por la elección.
Luz de Ajuera
En tiempos de decisión podemos recibir luz no só
lo de adentro, sino que también podemos recibir con
siderable ayuda de afuera si tenemos ojos que ven, oí
dos que oyen, mentes que interpretan y voluntades que
responden a la luz que recibimos.
Por “luz de afuera” queremos decir, entre otras
¿BUENO O MALO? TRES FUENTES DE LUZ 55
cosas, la ayuda que podemos recibir de otros, especial
mente de aquellos que tienen más edad y más expe
riencia, o que son moral y espiritualmente más ma
duros. Esas personas de más experiencia han tenido
que tomar decisiones semejantes y saben, por medio
de la observación y la experiencia, los resultados que
pueden esperarse de ciertas líneas de conducta. Gene
ralmente tienen la ventaja de una perspectiva más
amplia y una comprensión más profunda de la vida y
sus problemas que aquellos que tienen menos experien
cia. Se espera que esta afirmación no te inducirá a
depender demasiado de otros. A medida que maduras
—y actualmente te encuentras en ese proceso— gra
dualmente tienes más responsabilidad al tomar tus pro
pias decisiones. Esto, a su vez, no significa que debes
insistir en una independencia prematura, sin embargo,
sí significa que debes estar dispuesto a aceptar las res
ponsabilidades del proceso de la maduración.
Por otro lado, debemos recordar que, por poca o
mucha que sea nuestra madurez, otros pueden ayu
darnos. Ninguno de nosotros tiene toda la luz que ne
cesita para las muchas decisiones de la vida; y aún
la luz que tenemos ha venido, en gran parte, de nues
tros padres y otros que han determinado nuestro pen
samiento y han inculcado en nuestras vidas ideas o
ideales básicos.
Nuestros padres, maestros, consejeros, pastores y
otros, que han tenido más experiencia, desearían sal
varnos de muchos errores. No quiero decir que debe
mos tratar de consultar a alguno o a todos ellos, cada
vez que hay que tomar una decisión. No queremos des
arrollar un sentido neurótico de dependencia de otros;
no queremos convertirnos en “adictos a los consejeros”
(los que buscan consejo de cada consejero que se les
presenta).
Mucho del mejor consejo que recibimos de nuestros
padres, maestros consejeros y otros adultos, lo recibi
remos a medida que los escuchamos en el hogar, en el
salón de clase o en el templo. Una parte la recibiremos