MI LIBRO DE SEGUNDO AÑO DE PRIMARIA DE 1960

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About This Presentation


COMISIÓN NACIONAL DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS
DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PUBLICA
Doctor Río de la Loza, Núm. 116, México 7, D. F.
® Diciembre de 1960


Slide Content

ESTE LIBRO ES PROPIEDAD DE LA REPÚBLICA MEXICANA
Para que lo use y lo conserve se entrego en forma absolu­
tamente gratuita, pero con la condición de que lo cuide, a
(nombre del educando)
alumno* alumna* del .
(grado)
de la
(escuela)
de
(población) (entidad federativa)
Ninguna persona, física o moral, podrá convertir este libro
en ob|eto de comercio, franco o clandestino; ni lucrar con él de
ningún modo; ni pedir a cambio de él —por ningún concepto—
cantidad o cosa alguna,- ni llevarlo o mandarlo fuera del país,
o intentar lo uno o lo otro.
La persona o personas, físicas o morales, que contravengan
cualquiera de las prohibiciones o limitaciones mencionadas, que­
darán sujetas a'las sanciones penales que procedan.
Comisión Nacional de ¡os Libros de Texfo Gratuitos
Tachar alumno o alumna, según el caso.
* * Indicar, además del nombre que Heve el plantel, su número de
registro (clave).
xm>

II Lee - 1

Yo soy alumn de la escuela
Mi nombre es
El nombre de mi maestr__ es
Éste es
Mi Libro de Segundo Año

MI LIBRO
DE SEGUNDO AÑO

COMISIÓN NACIONAL
DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS
DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA
Presidente Secretario General
MARTÍN LUIS GUZMÁN JUAN HERNÁNDEZ LUNA
Vocales
ARTURO ARNÁIZ Y FREG, AGUSTÍN ARROYO CH.,
ALBERTO BARAJAS, ALFONSO CASO,
JOSÉ GOROSTIZA, GREGORIO LÓPEZ Y FUENTES.
Representantes de la opinión pública
DOLORES VALDÉS VDA. DE LANZ DURET,
MANUEL BECERRA AGOSTA, RÓMULO O'FARRILL JR.,
JOSÉ GARCÍA VALSECA, MARIO SANTAELLA.
Colaboradores pedagógicos
SOLEDAD ANAYA SOLÓRZANO, LUZ CORONADO,
RITA LÓPEZ DE LLERGO, AMELIA MONROY, LUZ VERA,
DIONISIA ZAMORA PALLARES, ARQUÍMEDES CABALLERO,
ANTONIO MANCILLA, ROMÁN PINA CHAN.

MI LIBRO
DE
SEGUNDO ANO
por la profesora
PAULA GALICIA CIPRÉS
Cubierta de JORGE GONZÁLEZ CAMARENA
(Es la reproducción de un cuadro que representa a la nación
mexicana avanzando al impulso de su historia y con el triple
empuje —cultural, agrícola, industrial— que le da el pueblo.)
Ilustraciones y dibujos de
JUAN MADRID, ANTONIO CARDOSO, PALMIRA GARZA,
ALBERTO DE TRINIDAD SOLÍS, RUBÉN CARMONA.
COMISIÓN NACIONAL DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS
DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA - MÉXICO, D.F.

Derechos reservados por los autores
Derechos reservados, sobre esta edición, por la
COMISIÓN NACIONAL DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS
DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PUBLICA
Doctor Río de la Loza, Núm. 116, México 7, D. F.
® Diciembre de 1960

LA MAÑANA
Es la mañanita.
El sol entra en mi cuarto silenciosamente.
Parece que no quiere despertarme.
Duermo un poquito todavía. Pronto la luz me despertará.
¡Amigo sol, buenos días!
Has despertado a mamá y a papá.
Has despertado a los papas y mamas de otros niños.
Ellos han empezado su trabajo.
Yo también estaré listo en seguida.
7

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YA LLEGO ABRIL
El ave canta en el boscaje,
la flor revienta en el pensil,
el campo estrena nuevo traje,
¡ya llegó abril, ya llegó abril!
Las blancas mariposas
de alitas de azahar,
como almas de las rosas,
revuelan sin cesar.

El chupamirto con donaire
bate su leve ala gentil
como dorada flor del aire.
¡Ya llegó abril, ya llegó abril!
Hay muchos astros en el cielo,
hay en la tierra flores mil,
salta cantando el arroyuelo,
¡ya llegó abril, ya llegó abril!
Amado Ñervo
VOCABULARIO
boscaje —
revienta —
pensil —
con donaire —
bosque pequeño,
se abre.
lugar donde hay mu­
chas flores,
con gracia.
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SALUDOS
Cuando me levanto saludo a mamá y a papá.
Me gusta empezar el nuevo día y que ellos estén conmigo.
Papá y mamá me quieren y me cuidan. Trabajan para mí.
Yo también los quiero. Por eso, diariamente al despertar,
los saludo con alegría.
—¡Buenos días, papá! ¡Buenos días, mamá!
Carmela, mi hermanita, se adelanta y me dice desde su
cuarto:
—¡Buenos días, Pedrito!
Cuando paso por la cocina saludo a Manuela:
—Buenos días, Manuela.
Y ella me responde con mucha urbanidad:
—Buenos días, Pedrito. ¿Dormiste bien?
Le respondo mientras Capi, mi perro, me saluda con
sus saltos y sus juegos.
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—¡Quieto, Capi \ —le digo; mas el perro sigue saltando.
Apoya en mí las patas delanteras y quiere lamerme las ma­
nos, los brazos, la cara.
Doy vueltas, llamándolo. Él salta, mueve la cola alegre­
mente; corre por el patio, ladra; vuelve; seguimos la fiesta.
Entonces se tira en el suelo con las patitas en alto, se
revuelca; yo le acaricio la cabeza y el lomo; él me deja hacer,
cerrando los ojos y moviendo la cola.
Capi nos quiere a todos, pero más a mí. Sabe que soy su
amo.
Mamá le prepara la comida y yo se la sirvo en una ca­
cerola.
Le pongo agua en una lata; agua limpia, que él bebe ha­
ciendo mucho ruido.
Los domingos lo bañamos y lo peino con un cepillo.
Si Carmela y yo nos quedamos solos en la casa, no tene­
mos miedo, porque está con nosotros el Capitán.
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CUENTO
Te voy a contar el cuento de un perro que tenía las ore-
jitas negras.
El perrito no tenía casa. Era un perro callejero.
Una vez se lastimó una pata; adolorido, se echó junto a
un muro para lamérsela. Pasaba por allí un médico, de co­
razón bondadoso, que amaba a los animales; se compadeció
del pobre can, lo llevó a su casa, lo curó y lo vendó.
Meses después, el médico oyó que arañaban la puerta de
su casa; acudió a abrir y se encontró con el perro que había
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Carmela pone la mesa. Tiende el mantel, coloca en cada
lugar los platos, las tazas y las cucharas. Trae las serville­
tas y la charola con el pan.
Yo llevo agua limpia a las gallinas y les doy de comer.
Algunas veces, mamá me manda a comprar algo que ne­
cesita.
No me gusta hacer mandados; antes, en ocasiones, rehu­
saba hacerlos; pero papá me contó una historia, y ahora,
cuando no quiero ir por lo que me encargan, la recuerdo.

LA HISTORIA QUE CONTÓ PAPÁ
Un domingo me mandó mi madre a comprar pan, y
yo empecé a replicar, como siempre.
Entonces mi madre llamó a mi hermana, y ella, siguien­
do mi ejemplo, se negó a obedecer.
Mi padre, que nos oía, dijo cariñosamente:
—¡No se enojen, muchachos! Hoy, como es domingo,
puedo jugar con ustedes un poco. Jugaremos a que yo soy
el hijo y ustedes los papas. ¿Qué quieren que haga?
16

Acerco las sillas y las pongo en orden: aquí la de mamá;
en seguida la que ocupará Carmela, mi hermanita; después
la de papá. Por último traigo la mía.
Frente a mamá están la jarra con la leche y un platón con
frijoles. Mamá nos sirve a todos y cariñosamente nos invita
a desayunarnos
Carmela y yo no queremos manchar el mantel, ni hacer
ruido con la cuchara, ni desmenuzar el pan, porque nos han
enseñado a comer correctamente.
Cuando hemos terminado, nos levantamos y vamos a la­
varnos los dientes para conservarlos sanos y blancos.
VOCABULARIO
sorbo — trago.
nutritivo — que alimenta.
desmenuzar — deshacer en partes pequeñas una cosa.
conservarlos — hacer que duren mucho tiempo.
19

pan de nubes con azúcar,
cuernos de luna con sal.
Todo el pueblo le decía:
—Don Domingo, ¿ya está el pan?
Don Domingo respondía:
—Lo estoy poniendo a dorar.
El panadero hacía pan,
pan de dulce,
pan de sal;
rosquitas para los niños
que lo veían hacer pan.
Miguel N. Lira

¡QUÉ BUENAS SON TUS MANOS!
Mamá, tus manos trabajan para mí sin descanso.
No hay cosa de las que necesito para vivir, que tus ma­
nos amorosas no ha van tocado.
Temprano me asean y me peinan; me dan el pan, la le­
che, la fruta, los alimentos de la mañana; luego ponen
en las mías la mochila, revisan si en ella están el libro, el
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lápiz, los cuadernos, para que no falte nada y el día sea
provechoso.
Al salir, tus manos me acarician. Yo las beso con cariño
y te hago una promesa:
—¡Mamá! ¡Voy a trabajar bien!
Oyendo mis palabras, tú sonríes.
Tus manos preparan nuestras comidas, arreglan la ropa,
ordenan toda la casa, y al llegar la noche, cuando mis ojos
se cierran vencidos por el sueño, me bendicen.
¡Qué buenas son tus manos, mamá!
23

POEMA A LA MADRE
Entre tus brazos, madre, entre tus brazos
dormiré dulce sueño.
Dormiré como el viento en las palmeras,
como el cielo en el mar.
Sobre mis labios se abrirán tus besos
cuando yo duerma, cuando duerma yo;
soñaré con la espuma de las olas
acariciando el mar.

Tus palabras serán en mis oídos
lento arrullo a mi sueño;
soñaré con el viento y con la brisa
cantándole a la mar.
Tus claros ojos mirarán los míos
con un dulce mirar,
y soñaré en la luna y los luceros
iluminando el mar.
Entre tus brazos, madre, entre tus brazos
aprenderé a soñar.
Antonio Acevedo Escobedo

EL PERIÓDICO
En las mañanas, temprano, un hombre pasa por mi calle.
Lleva un fardo atado a la rejilla de su bicicleta.
Se detiene frente a una que otra casa. Llama y dice:
—Periódico . . .
En casa, yo recibo el periódico diariamente.
Me gustan las letras grandes, las de los títulos y anuncios,
porque las puedo leer sin dificultad.
Pero, sobre todo, me agradan las historietas que el perió­
dico trae los domingos. ¡Qué divertidas son!
26

Mis compañeros y yo conversamos sobre las travesuras del
Pato Pascual como si fuera uno de los nuestros. Seguimos
con interés las aventuras del Ratón Miguelito, y nos dester­
nillamos de risa con el ingenio de los Supersabios.
A las personas mayores —dicen— el periódico les lleva
toda clase de noticias interesantes.
Papá me cuenta que a los pueblos pequeños llegan muy
pocos periódicos, y que éstos pasan allá de mano en mano.
Si no fuera por los periódicos, aquella gente no sabría lo
que sucede en otros lugares. Claro que ahora ayudan a in­
formarnos de todo la radio y, en las ciudades grandes, la
televisión.
VOCABULARIO
fardo — bulto.
atado — amarrado.
27

UNA NOTICIA
Antes de marchar al trabajo, papá
lee aprisa las noticias importantes.
Dice que es útil saber lo que sucede en nuestra república
y en las otras partes del mundo.
Ahora ha terminado el desayuno y extiende el periódico.
De pronto, levantándose, exclama: "¡Qué mala noticia!
¡Otro ciclón! Con sus lluvias torrenciales ha hecho que los
ríos se desborden . . . Los Estados de Veracruz y Oaxaca
son los que más han sufrido . . . Las ciudades de Veracruz,
Tlacotalpan, Amatitlán y Tuxtepec . . . Cerca de Tuxtepec
viven los abuelitos. ¿Qué habrá sido de ellos? . . . Ahora
mismo pido informes. Preguntaré a mis paisanos qué noti­
cias tienen."
VOCABULARIO
marchar — caminar, ir.
ciclón — viento temible por su fuerza, acompañado
de lluvias.
desborden — se salgan del cauce sus aguas.
torrenciales — como torrentes, que son grandes avenidas
de agua.
paisanos — personas que nacen en un mismo lugar o
país.
28

EL MAQUINISTA
Una maquinita
lograré tener;
será grande y fuerte,
¡no lo había de ser!
Rodará en los rieles,
con gran rapidez,
por tierras lejanas
que recorreré.
En ella a mi casa
feliz volveré.
Ropa de mezclilla,
la gorra de cuero;
hombre fuerte y hábil,
libre, muy entero;
el cuerpo al trabajo,
y el alma en anhelo
de un mundo mejor,
por claro y sincero . . .
Como es el Helero,
así yo he de ser.
P. G. C.
29

EL VIAJE
Papá salió de viaje.
Espera llegar a Tuxtepec, donde le darán noticias de los
abuelitos y de sus otros parientes, pues todos viven en esa
región; sólo papá reside en la ciudad de México.
Anoche lo acompañamos a la estación del ferrocarril.
Mamá le había preparado, desde por la mañana, una ma­
leta con las cosas más útiles para el viaje. Una maleta chica,
que pudiera llevar con facilidad.
Llegamos a la estación mucho tiempo antes de la salida
del tren.
Entramos en la sala de espera, que es amplia y está bien
iluminada.

Papá se colocó en una fila que había frente a la ventani­
lla donde venden los boletos, para comprar el suyo.
Mamá, Carmela y yo encontramos asiento en una banca.
Todas estaban ocupadas; había muchas personas de pie.
Las voces y risas, el ir y venir de la gente y el movimiento
de los empleados de la estación me tenían tan entretenido,
que no oí la campana cuando llamó por primera vez a los
pasajeros.
Mamá dijo:
—Si papá se retarda no logrará encontrar asiento.
Papá vino corriendo. Carmela lo apremió:
—¡Sube pronto al vagón! ¡No vas a encontrar asiento!
Papá sonrió al preguntarnos:
—¿Y no nos despedimos?
—¡Cómo no, papá!
Le dimos un abrazo mientras nos acariciaba. En seguida
se despidió de mamá.
Adiós, adiós, papacito!
Que tengas buen viaje!
Y que vuelvas pronto!
VOCABULARIO
reside — vive, habita.
región — lugar del país.
vagón — coche de ferrocarril.
lograr — conseguir.
apremió — dio prisa.
31

MI PADRE
Papá fue a su pueblo a visitar a los abuelitos y a darles
ayuda. Desea que vengan a vivir con nosotros, para que
descansen; ya son ancianos y han trabajado mucho desde que
papá y sus hermanos eran pequeños.
Aunque papá siente gran cariño por sus padres, yo sé de
sobra que a mamá, a Carmela y a mí no nos quiere menos.
Él también trabaja todos los días, todos los meses, y con­
tinuará así algunos años, sin descansar, hasta que Carmela
y yo seamos mayores y lo ayudemos.
A veces, estando enfermo o muy fatigado, mamá le dice
32

que se quede en casa, pero él no lo acepta. Se va al trabajo
como todos los días.
Se interesa por nuestros estudios; oye las historias que le
contamos, y, en ocasiones, igual que todos los domingos, nos
lleva a pasear y juega con nosotros.
He oído cuando, de acuerdo con mamá, distribuye el di­
nero que gana. Cuentan diferentes cantidades: casa, alimen­
tos, ropa . . . Si mamá le dice que Carmela ya no tiene
zapatos, o que a mí me pidieron un libro en la escuela, no
se molesta, sino que da para comprarlos. Luego pregunta:
—¿Qué otra cosa hace falta?
Siempre que mamá no puede resolver algún problema de
la casa, ella nos dice:
—Esto lo arreglará papá
de sobra
fatigado
distribuye
problema
m m
VOCABULARIO
- más que lo necesario.
- cansado.
- reparte.
- asunto difícil.
II Lect — 2 33

EL CARTERO
Madre, estás triste porque no
has recibido la carta que esperas.
A veces, si llaman a nuestra
puerta, interrumpes por un mo-

mentó tus labores y te quedas escuchando para saber si ha
llegado el cartero.
El va por las calles con su gran valija colgada del hom­
bro; se detiene frente a algunas puertas y entrega las cartas
que lleva en la mano; coge otras de la valija, lee las direc­
ciones escritas en los sobres, y con paso rápido continúa
su labor.
Sabe los nombres de las calles y los números de las casas,
y si pasa ante nuestra puerta sin llamar es porque no trae
tu carta, nuestra carta.
Mamá, no sufras más. Mira, yo he escrito una cartita; en
ella he puesto lo que, según pienso, te escribiría papá.
La he escrito con cuidado, para que todas las palabras se
entiendan. ¡Verás qué bonitas letras he hecho!
Quizá mañana llegue la carta que deseas. Será, como si
papá viniese a platicar contigo, no con su voz, sino con sus
letras, grandes, gruesas, limpias.
No estés triste; pronto traerán tu carta= Y hoy, madre, yo
he sido tu cartero. Las letras de esta carta te dicen mi cariño.
VOCABULARIO
llaman — golpean la puerta para que abran.
labores — quehaceres, trabajos.
escuchando — oyendo.
valija — bolsa de cuero que usan los carteros.
quizá — puede ser.
35

EL REGRESO
Papá ha vuelto de su viaje.
Llegó cuando mi hermanita y yo dormíamos.
Entró muy quedito; pero lo sentimos, aunque no sé cómo,
y despertamos.
—Papá, ¡qué alegría que hayas regresado! ¡Cuánto te
echábamos de menos!
—Y los abuelitos, ¿por qué no han venido?
Le dimos muchos abrazos y lo besamos. Él, levantándo­
nos de la cama, nos estrechó con cariño.
—Los abuelitos se hallan bien —nos dijo—. Cuando se

inundó Tuxtepec habían ido a Ojitlán a visitar al tío Enri­
que. Después salieron para Tierra Blanca. Fue allí donde los
vi. Quise que vinieran conmigo, pero el abuelito no aceptó.
Dice que nos visitarán más adelante.
Y luego papá nos dio una sorpresa, la mayor sorpresa de
nuestra vida. Llamó en voz alta:
—¡Martín, ven acá!
Entró un muchacho ranchero, más grande que yo. De su
cara, muy seria, muy morena, retuvo mi atención la brillan­
tez de los ojos.
En seguida, poniéndole la mano sobre el hombro, papá
dijo:
—Este es Martín. No tenía padre; su madre murió en la
inundación. Desde hoy nosotros seremos su familia. ¿Quie­
res, Martín?
Dije yo:
—Martín sí quiere; Carmela y yo también. Si él no tiene
casa ni padres, ¿por qué no ha de vivir con nosotros?
VOCABULARIO

RELATO DE PAPÁ
Papá nos cuenta:
—Los daños son muy serios. En algunos poblados casi
todas las casas quedaron destruidas.
Los caminos y puentes han desaparecido.
La gente se halla hambrienta y miserable; perdieron
víveres, ropa, muebles, animales, herramientas.
En esas regiones casi todos son agricultores. Ahora ven
con desesperación cómo sus sementeras se pudren bajo
el lodo.
De los plantíos de maíz y de caña de azúcar, de los pla­
tanares y campos de palmeras, nada permanece en pie. Son
un destrozo.
Tuxtepec es la población que más sufrió.
Por un momento los habitantes pensaron que nadie los
ayudaría; pero no ocurrió así.
38

De Tierra Blanca, pueblo vecino, acudieron al auxilio to­
dos los hombres. Arrancaron de las aguas a las víctimas y
se las llevaron a vivir con ellos. Allí, en Tierra Blanca, si­
guen acogidos con cariño los habitantes de Tuxtepec. Dis­
frutan de albergue y de alimentos; a los enfermos y heridos
se les cura y atiende.
Tierra Blanca es un pueblo del Estado de Veracruz cuyo
ejemplo no debemos olvidar.
VOCABULARIO
relato — historia, narración, cuento.
miserables — muy pobres.
víveres —alimentos.
regiones — partes naturales del país.
39

EL VIENTO
Quise saber qué son los ciclones, que tanto daño causan,
y pregunté a papá. Veamos lo que él me dijo:
*-Cuando el viento sopla suavemente, mueve las hojas de
los árboles.
"A veces sopla con más fuerza. Entonces levanta y hace
girar en pequeños remolinos el polvo y los papeles de la
la calle.
"Si aumenta su fuerza, sacude los árboles y hace caer las
frutas maduras.
"Y cuando sopla con toda su furia, arranca los árboles,
levanta los techos de las casas, hace volar en todas direc­
ciones cuanto encuentra a su paso.
"Este viento furioso, destructor, acompañado de tempes­
tades, se llama ciclón.
"Pero el viento también ayuda al hombre.
"En los largos días del verano, cuando los rayos del sol,
40

ardientes entonces, secan las plantas y hacen sufrir a la
gente y a los animales, el viento trae las nubes que han de
convertirse luego en lluvia refrescante.
"El hace volar multitud de semillas, y éstas, si caen en
lugar apropiado, germinan. Así, después, los ganados que
cruzan el campo en busca de hierba fresca encontrarán las
plantas que el viento sembró, y las aprovecharán.
"Las semillas de algunos árboles, como las del pino, tie­
nen algo que se parece a un ala y que les permite volar le­
jos. De ese modo, las siembra el viento.
"El viento, además, es una fuerza; los hombres lo saben.
Para aprovecharla han construido torres de hierro y les han
puesto unas aspas que se parecen a los rehiletes con que jue­
gan los niños. Cuando sopla el viento, las aspas se mueven
y se ponen a trabajar: ayudan a subir el agua de los pozos
profundos, a moler el trigo en los molinos, a aserrar madera.
"El viento es un buen servidor."
VOCABULARIO
girar — dar vueltas, moverse en círculo.
41
|

LA HUERTA
El domingo visitamos la huerta de don
Vicente.
Es una huerta muy grande y bien cultiva­
da. Está plantada de manzanos.
Los manzanos son árboles de poca altura,
tienen el tronco algo torcido y la copa an­
cha. Da alegría verlos formar largas hileras.
Este ha sido un buen año para el manza­
nar; las ramas de los árboles se doblan bajo
el peso de la fruta.
Queda bastante espacio entre un árbol y
otro, porque los manzanos necesitan mucho
sol y se les planta separados para que no se
den sombra.
Don Vicente nos dijo:
42
r

—¡Muchachos, corten todas las manzanas que quieran!
No lo tuvo que repetir. Carmela, Martín y yo corrimos a
cortarlas.
Aunque están entre las hojas, las manzanas crecen con
un mismo lado expuesto siempre al sol; ese lado se enro­
jece. ¡Dulces manzanas amarillas con su mancha roja, que
el sol les pinta!
Sobre el manzanar revolotean, zumbando, las abejas.
—Aquí ya pasó su fiesta —dice don Vicente.
—¿Cuándo es la fiesta de las abejas? —pregunta Carme­
la con curiosidad.
—Las abejas tienen su fiesta cuando los manzanos están
en flor. Entonces, todo el día vienen y van al colmenar, sa­
len y regresan cargadas de néctar.
A la hora de la comida, don Vicente nos sirvió sidra he­
cha con el jugo de sus manzanas. Me gusta el color dorado
de la sidra y ver cómo suben en la copa las burbujas de gas.
Al atardecer regresamos a casa. Algo del sol y de la verde
frescura de la huerta se vinieron con nosotros en una canasta
colmada de manzanas. •
di
VOCABULARIO
bien cultivada — bien cuidada.
plantada — sembrada.
manzanar — lugar donde hay muchos manzanos.
expuesto —descubierto.
enrojece —se pone rojo.
revolotean —vuelan dando vueltas, van y vienen.
colmenar —lugar donde están las colmenas.
colmena —especie de caja donde viven las abejas
y hacen sus panales.
néctar —jugo de las flores.
43

LAS FRUTAS
LA PINA
Por fuera, dura, con su corona verde. Por dentro, su
color de sol y la miel ligera de su jugo.
Corta la pina en rebanadas. El jugo escurre, dulce y
oloroso.
¿Qué esperas? ¡A comer pina!
LOS CAPULINES
En el campo cuidan los capulines para los pájaros y los
niños. Cada frutita, redonda y obscura, refleja un punto de
luz. Su carne, breve y verde, tiene la dulzura de nues­
tro país.
44

LAS GUAYABAS
Con su piel amarilla y lustrosa parecen de cera. Su ex­
quisito olor nos anticipa el gusto de morderles la pulpa,
que es color de rosa.
LAS TUNAS
Te maltratan con sus espinas; te halagan con la frescura
de su pulpa verde, blanca, roja.
EL ZAPOTE PRIETO
Es un globito verde que tiene negro y suave el corazón.
breve
lustrosa
exquisito
pulpa
miagan
VOCABULARIO
pequeña, que acaba pronto
que tiene brillo,
muy delicado y bueno,
la carne de las frutas,
dan gusto.

CONVERSACIÓN
—Díme, Martín: cuando estabas en tu tierra, ¿qué hacías?
Martín me responde:
"¡Pchs! . . . Temprano, muy temprano, antes de las cin­
co de la mañana (porque allá, cuando el Sol está alto en el
cielo, es mejor quedarse a la sombra de los árboles o de
la casa), las mujeres y los muchachos grandes, así, como
yo, íbamos por agua al río.
"Después había que llevar los animales al campo, ir por
leña, vender en el mercado huevos y fruta . . . Muchos
días faltaba yo a la escuela: me mandaban al pueblo a dar
recados o a comprar algo que en el rancho no había.
46

"Algunas veces, cuando la fruta estaba madura, me ocu­
paba todo el día en asustar las bandadas de periquitos que
iban a picotearla.
"Una señora que se llama doña Luisa me pagaba diez
centavos y yo los espantaba; los periquitos volaban gritando
y haciendo mucho ruido con las alas.
'¡Si vieras qué alborotadores son!
No volaban lejos; veía yo cómo se posaban todos en
otros árboles."
—¿Y los ibas a espantar?
—No; aquellos árboles no eran de doña Luisa.
—¿Y a qué jugabas? Cuéntame de tus amigos.
"Había otros muchachos: Hilario, Roberto, Chema, Flo­
rentino . . . Formábamos dos partidos para jugar a los en­
cantados.
"En las ramas de los árboles hacíamos maromas, como
las de los cirqueros que habíamos visto en el pueblo»
"Cortábamos fruta y, si hacía mucho calor, nos bañába­
mos en el río
99
Pasa un río muy grande cerca de mi pueblo; tú ni
te imaginas cómo es."
VOCABULARIO
bandada — muchos pájaros que vuelan juntos.
se posaban — iban a parar.
47

TRABAJO
Martín y yo tenemos que cuidar las gallinas.
Es un trabajo fácil, pero que ha de hacerse a diario.
Primero barremos, sin llevarnos con la escoba la arena
que está en un rincón, porque en ella se bañan las gallinas.
En seguida limpiamos el ponedero, para que los huevos

ne erizadas las plumas y muy roja la cresta, y cuando me
acerco, por si hay huevos, me da de picotazos. Es que está
clueca y quiere empollar. Entonces compramos paja y le
hacemos su nido.
Mamá coloca varios huevos en una vasija con agua. Los
que se van al fondo, porque están pesados, son los buenos.
Los que flotan en la superficie son huevos que no sirven para
empollar.
Después de veintiún días nacen los pollitos; también ayu­
damos a cuidarlos.
VOCABULARIO
a veces sucede,
tiesas, esponjadas.
calentar la gallina los huevos para que
nazcan los pollitos,
recipiente.
se quedan sobre el agua.
suele —
erizadas —
empollar —
vasija —
flotan —
49

CUENTO DE CARMELA
LAS TRES MARIPOSAS
Era una tarde de mayo, tarde
calurosa.
Tres maripositas, blanca una,
roja otra y otra amarilla, jugaban
alegremente bajo los rayos del Sol.
De pronto el cielo se puso gris y gruesas gotas de lluvia
comenzaron a caer.
Para librarse del aguacero, las mariposas volaron hacia
su casita, pero hallaron la puerta cerrada, y, ¡loquillas que
eran!, habían perdido la llave.
Cerca crecía un tulipán rojo con rayas doradas. Las tres
mariposas se acercaron a él y le dijeron:
—Tulipán, ¿nos permites guarecernos en tu cáliz mien­
tras pasa la lluvia?
El tulipán contestó:
—Abrigaré con mucho gusto a la mariposa roja y tam­
bién a la amarilla, pero a la blanca no.
—Si nuestra hermana blanca no puede entrar —dijeron
las otras— no aceptamos tu hospitalidad. Gracias.
Seguía lloviendo copiosamente. Las mariposas volaron
hasta un lirio:
—Buen lirio, ¿serías tan amable que nos permitieras
posar en tu cáliz mientras pasa la lluvia?
El lirio dijo:
50

—Me gustaría mucho albergar a la mariposa blanca por­
que se parece a mí, pero a las otras no quiero cobijarlas.
Entonces la mariposa blanca dijo:
—Si mis hermanas no pueden entrar, yo no acepto tu fa­
vor. Gracias.
Y volaron juntas las tres.
Desde más allá de las nubes, el Sol se había enterado de
cómo se querían las tres mariposas, y alegre volvió a bri­
llar para secarles las alas.
51

Las mariposas revolotearon entre las flores y se dirigieron
a su casita, cuya puerta se había abierto al último rayo del
Sol.
María Valdés
VOCABULARIO
calurosa
cáliz
hospitalidad
copiosamente
posar
albergar
guarecernos
de mucho calor.
nombre de una parte de la flor.
gusto de recibir en nuestra casa a otras
personas.
abundantemente.
alojar.
dar alojamiento.
ponernos a cubierto de un peligro o de
las inclemencias del tiempo, como la
lluvia.
52

LOS AMIGOS
He leído el cuento titulado Las tres mariposas.
El tulipán quería dar abrigo a la mariposa roja y a
la amarilla, pero a la blanca no.
El lirio daba albergue a la mariposa blanca, y no a
las otras.
Las tres mariposas prefirieron volar juntas bajo la lluvia,
aunque podían maltratárseles o rompérseles sus alitas. Ellas
sabían que una mariposa con las alas rotas muere pronto;
pero no quisieron separarse, porque eran amigas.
Yo también tengo amigos. Son Martín, Pepe y Luis.
Si paseamos, o jugamos, o hacemos la tarea de la escuela
u otro trabajo, todo es más alegre, porque estamos juntos.
A la hora de la comida pregunté a papá:
—Papá, ¿tú tienes amigos?
—Por supuesto. Hay que tener amigos y saber ser amigo.
Y dije a Carmela:
—¿Tú tienes amigas?
Carmela respondió:
—Todas las niñas son mis amigas.
Mamá también tiene amigas. En mi casa todos tenemos
amigos.
Me he quedado pensando en la frase de papá:
??Hay que tener amigos y saber ser amigo."
Las tres mariposas sabían serlo. ¿Verdad?
VOCABULARIO
albergue — lugar donde se halla abrigo
53

como ella, y repite tanto sus nombres, que me los he apren­
dido: Yolanda, Gloria, Eva, Chabela, Rosa.
A mí me complace jugar en el patio con mis amigos.
A los más los conocí el año pasado; otros son nuevos.
Me gusta trabajar en clase y obtener buenas calificaciones.
Papá revisa con cuidado mis cuadernos y mi boleta men­
sual. Si mis calificaciones son buenas, me dice: "¡Vamos
bien, Pedro!" Y no sé por qué me satisface tanto el oírlo.
También me agradan los ejercicios militares. Cuando todos
marchamos erguidos, en silencio, y el profesor cuenta . . .
"uno . . . dos . . . uno . . . dos ". . . , nuestros pasos suenan
iguales; parecemos soldados de verdad.
¡Y qué alegría me da oír la campana que nos anuncia el
recreo!
Mi maestra dice que hago travesuras.
Sí, soy travieso, pero cumplo mi tarea.
VOCABULARIO
complace — agrada.
me satisface — me deja contento.

AL TRABAJO
Antes de las ocho, papá, Carmela y yo salimos de casa.
Papá es médico. Trabaja por las mañanas en un consul­
torio de. la Asistencia Pública.
Carmela y yo trabajamos en la escuela. El trabajo de
todos los niños está en la escuela.
Carmela estudia primer año. Yo estoy en segundo.
A esa hora transitan por la calle muchas personas que ,
van al trabajo: empleados que se dirigen a las oficinas o
casas comerciales; maestros y estudiantes que se encaminan
aprisa a sus escuelas; albañiles, pintores, carpinteros, que
cpn sus herramientas van a los edificios en construcción o
a los talleres.
Mamá se queda en casa. Allí está su trabajo.
56

El otro día mi maestra preguntó a Luis én qué trabajaba
su mamá, y Luis dijo que en nada.
Luis cree que su mamá no trabaja porque la ve quedarse
en casa, y no ha pensado en todo lo que allí es necesario
hacer.
Cuando las personas que van a las fábricas u oficinas, y
los niños que van a la escuela, han concluido su tarea, re­
gresan a su casa a descansar; pero la mamá, que no salió
en todo el día, o casi no salió, sigue trabajando.
VOCABULARIO
asistencia pública — ayuda a los pobres.
transitan — caminan.
concluido — acabado.
57

Todos los días papá nos acompaña hasta cerca de la
escuela.
Carmela va entre los dos, porque él y yo debemos cuidarla.
Encontramos a la vendedora de flores, que lleva a la es­
palda una canasta enorme, y, al brazo, otra pequeña.
Las flores le asoman sobre la cabeza. Va cantando con
voz delgada:
— ¡Las flores, niña! ¡Los chícharos! ¡La nube! ¡Semilla
de nabo, pirú . . . !
Pasan vendedores, lecheros en bicicleta, señoras camino
del mercado, niños que se dirigen a la escuela.
Varios señores se han detenido frente a un puesto de
periódicos. Están leyendo los títulos. Se enteran así de las
noticias principales.
58

Martín se entretiene con los autobuses que pasan. Sus
exclamaciones nos divierten»
—¡Mira qué lleno va ese autobús! ¡Aquellas señoras ya
no pudieron subir!
Caminamos con paso rápido y conversamos hasta llegar
a la esquina donde papá se despide.
Él nos ha enseñado cómo atravesar la calle con cuidado,
a no correr por ella, a no pararnos ante la gente que vende,
grita o discute.
Podemos andar solos por las calles de la ciudad.
I
VOCABULARIO
autobuses — camiones que transportan personas.
59

MARTÍN
Mi profesora llamó a Martín para hacerle algunas pre­
guntas. Erguido ante la mesa de la profesora, Martín ha
contestado Con voz clara.
La maestra le preguntó:
—¿Cómo te llamas?
—Martín Aguilar Campos.
—¿Qué edad tienes?
—Doce años.
—¿Por qué no has adelantado en la escuela? ¿En qué te
ocupabas?
60

—Señorita, mi mamá me necesitaba en casa y muchas
veces faltaba yo a la escuela. Por eso no he podido llegar
a tercer año . . .
—¿Dónde vives?
—En ... en la casa de Pedrito.
Martín calla, apenado por vivir en casa ajena.
La maestra comprende y, para animarlo, le dice:
—Entonces estarás contento, porque Pedrito es un buen
chico. Tú no eres de aquí, ¿verdad? ¿De dónde eres?
—De Oaxaca
Mi maestra lo tranquiliza más con estas palabras:
—Nos gusta que vengas a nuestra escuela, porque, ¿sabes?,
todos nosotros conocemos y admiramos a otro niño oaxa-
qúeño. Un indito inteligente y valeroso que llegó a ser Pre­
sidente de la República.
Y volviéndose al grupo, pregunta:
61

BENITO JUÁREZ
Esta es una historia verdadera que parece cuento.
En un pueblecito oculto entre las montañas de Oaxaca
nació un niño a quien pusieron por nombre Benito.
Nada les puedo contar de su cuna, ni de su casa, ni de
sus padres, pues este niño quedó huérfano antes de cumplir
cinco años y vivía en casa ajena.
Un tío suyo, al verlo sin amparo, lo había recogido, y
cpmo los pobres han de ganar su pan desde pequeños, Be­
nito ganaba el suyo como pastor.
Así fue creciendo; hasta que un día, cansado de malos
tratos, marchó a la ciudad de Oaxaca.
62

Trabajaba allí de mozo cuando lo encontró un hombre
bueno que se dispuso a protegerlo.
Aquel hombre se llamaba Antonio Salanueva. Fue él
quien enseñó a Benito a hablar el español, pues el niño sólo
hablaba en lengua zapoteca. También le enseñó a leer y a
escribir.
Don Antonio Salanueva ayudó a Benito durante muchos
años, los necesarios para verlo terminar la carrera de
abogado.
Al poco tiempo, la gente de Oaxaca conocía ya a Benito
y lo tenía por hombre laborioso y honrado. El pueblo lo
eligió gobernador.
Al fin, Benito llegó a ser Presidente de la República.
Con voluntad igual a la que había puesto en su lucha por
la vida y por aprender, defendió a nuestra patria en épocas
aciagas.
México necesita hombres tan valerosos, honrados y pa­
triotas como don Benito Juárez.
VOCABULARIO
aciagas — penosas, tristes, difíciles.
63

CUENTO DE MARTÍN
EL CONEJITO BLANCO
I
Éste era un conejito blanco que tenía una casita de palmas.
Un día llegó a visitarlo la zorra.
—Conejito blanco —le suplicó—, déjame entrar un mo­
mento en tu casa, que tengo frío.
Y así que estuvo dentro, la zorra dispuso:
—Aquí no cabemos los dos. La casa es muy chiquita.
Y el conejito, llorando, tuvo que salir.
64

II
III
Por el camino tropezó con un asno.
El asno le preguntó:
—¿Por qué lloras, conejito blanco?
— ¡Cómo no voy a llorar! Yo tenía una casita de palmas.
Dejé entrar a la zorra, y la zorra me echó fuera.
—Iré yo a darle un susto a esa zorra —dijo el asno, y
corrió hasta la casita de palmas.
—¡Sálgase de ahí la zorra!- —gritó dando un rebuzno
amenazador.
—Si salgo te voy a comer —le replicó la zorra tranqui­
lamente.
—Entonces me voy —dijo el asno, y se fue corriendo.
II Lect — 3 65

I
Por el camino encontró a un gato
—¿Por qué lloras? —el gato le preguntó.
—¡Cómo no voy a llorar! —respondió el conejito—. Yo
tenía una casita de palmas. La zorra me pidió permiso para
entrar, y después, cuando estuvo dentro, me echó a la calle.
—¡Yo le voy a dar un susto a esa zorra! —dijo el gato
hecho una furia.
Pero cuando llegó frente a la zorra, ésta le replicó tran­
quilamente;
—Mira que si salgo te voy a comer.
—Entonces me voy —contestó el gato, y se fue corriendo.
El conejo, todo lloroso, se retiró también

El conejito, todo lloroso, se retiró también.
IV
Por el camino se encontró a un gallo.
El gallo le preguntó:
—Conejito blanco, ¿por qué lloras?
Contestó el conejito:
—¡Cómo no VOY a llorar! Yo tenía una casita de palmas.
Permití entrar a la zorra, la zorra me echó a la calle y .aho­
ra no me deja entrar a mí.
—Iré yo a darle un susto a esa zorra —dijo el gallo, y
se fue a la casita de palmas.
Cuando llegó allá, se puso detrás de la casa y cantó con
todas sus fuerzas:
Aquí en la mano
tengo un fusil
para matar a la zorra.
¡Quiquiriquí!
Si no sale corriendo
la mato yo aquí
de un solo tiro.
¡Quiq
uiriaui
Espantada por el rui­
do que el gallo hacía
con su canto, la zorra
escapó mientras decía:
— Me voy corriendo
66

¡Y salió con tanto susto, que no volvió nunca más!
Zorra tranquila,
ante el que ruega;
zorra atrevida,
con el que llora;
/ zorra miedosa,
hablándole fuerte;
fue zorra astuta,
mas no fue valiente.
(Anónimo)

UN CONCURSO
En la escuela hicimos un concurso. Se trataba de leer pa­
labras difíciles.
Desde la víspera formamos los partidos, elegimos el capi­
tán y el nombre de cada grupo.
Nosotros quisimos llamarnos Aguiluchos, y Martín fue
nuestro capitán.
Andrés fue el jefe de los Gavilanes.
La maestra nos repartió, impreso en hojas, el trozo que
habíamos de leer, para que lo estudiáramos en casa.
Martín lee con dificultad las palabras terminadas en d;
pero las repasó con tanto entusiasmo que^ por la noche,
68

cuando papá nos llamó para que hiciéramos un ensayo, pro­
nunció muy bien comunidad. Sólo tropezó en directamente y
policía.
Yo leí mal organizaciones. Esto me sucede con las pala­
bras largas cuando las quiero leer muy aprisa.
Papá dijo que debíamos estudiar más, y así lo hicimos.
El trozo que leímos fue el siguiente:
^Muchos hombres contribuyen directamente a que sea
más segura y fácil la vida de la comunidad,
"Son aquellos que pertenecen a organizaciones dedicadas
a servicios públicos: empleados de Correos y Telégrafos,
miembros del Cuerpo de Bomberos, policías y otros más."
Cuando Martín leyó frente a los Gavilanes, no cometió
un solo error. Todos gritamos: '¡Viva nuestro capitán!"
VOCABULARIO
contribuyen
elegimos
comunidad
ayudan. y
escogimos.
todas las personas que viven en un mismo
pueblo, ciudad, provincia o nación.
69

FIESTA
Las niñas de la escuela de Carmela y nosotros hicimos
una fiesta.
En un jardín cercano a nuestras escuelas celebramos el
Día del Árbol.
Hubo cantos, recitaciones y una representación dramática
muy bonita, que mi maestra nos enseñó y ensayó.
Las profesoras nos explicaron que plantar árboles no sólo
es abrir la cepa y ponerlos allí, sino, después, cuidarlos cons­
tantemente para
que crezcan sa­
nos y robustos.
Como número
final plantamos
los arbolitos que
nos obsequiaron
en los viveros.
Son mimosas,
que pronto se en­
galanarán con de­
licados ramilletes
de flores perfumadas y amarillas; truenos de hojas lustrosas
y obscuras, y Jacarandas que en próximas primaveras se cu­
brirán de bellas flores azules.
Desde la víspera limpiamos la tierra, la aflojamos y la
dejamos mullida, sin piedras ni terrones, para que las raí­
ces puedan encontrar fácilmente su camino.
70

Después de plantar los arbolitos y rellenarles sus cepas,
los regamos muy bien, y en seguida colocamos en torno a
cada uno de ellos estacas de madera que los protegerán du­
rante su crecimiento.
VOCABULARIO
cepa— hoyo que se cava para plantar un árbol.
viveros — terreno donde se cultivan plantas que des­
pués se llevarán a otros lugares.
engalanarán — adornarán.
lustrosas — brillantes.
mullida. — suave, blanda.
71

VIDA RETIRADA
(Fragmento)
Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto
que con la primavera,
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el truto cierto,
El aire el huerto orea
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso ruido
que del oro y del cetro pone olvido.
Fray Luis de León

(DRAMA MINÜSCULO)
PERSONAJES: La Tierra - El Árbol - El Campesino
Un Pajarito — Un Conejo
(Antes de principiar la representación se habrá dispuesto,
extendido por enfrente del árbol, un papel o cartón, pintado
de color café obscuro, donde se ocultará el niño que ha de
personificar a la Tierra, El traje de ésta será obscuro también.)
/^^>
Se levanta el telón.
(El Conejo está sentado a la sombra del árbol; el Pajarito
se acerca caminando a saltitos.)
El Pajarito: Amigo conejo, ¡muy buenos días! ¡Hoy
por la mañana no te vi!
73

Salí un poco tarde. No dormí bien, pen­
sando en tu personita.
¡Ah, sí! Te asustó el vendaval que soplaba
anoche y el ruido que hacían las hojas.
¿No es cierto?
Sí; ese ruido hace pensar en el agua que
cae. Creí que tu nido se vendría al suelo
y que tus polluelos . . .
No; no temas. Mira qué alto y lleno de
vigor es el árbol donde puse mi nido.
Cuando el viento sopla con fuerza . . .
uuuuh . . . uuuuh . . . uuuuh ... el árbol
apenas si se estremece y protege así mi
nido. Yo lo amo.
Yo también lo quiero. (El niño que perso­
nifica al conejo da saltitos semejantes a
los de los conejos.) Después de corretear
aquí y allá buscando hierba fresca, siem­
pre vengo a descansar a la sombra del
árbol. ¡Qué bueno y hermoso es! (Parando
las orejas.) Oigo pisadas. ¡Me voy! (Corre
a esconderse.)
¡A volar! (También se va.)
(Trae un hacha en la mano. Se detiene
frente al árbol.) Necesito algunos centa­
vos . . . Cortaré este árbol y venderé la
leña en el pueblo. (Levanta el hacha como
para descargar un golpe formidable.)

La Tierra; (Rompe el cartón que la esconde, y, levan¬
tándose rápidamente, grita:) ¡Detente!
El Campesino: (Retrocede asustado; suelta el hacha.) ¡Ah!
¿Qui . . . qui . . . quién eres? ¡Perdóname!
No levanté el hacha contra ti. No te había
visto. Es que voy a cortar el árbol.
La Tierra: Soy la Tierra, la Madre de todo lo que
J
vive. Tuyo es este campo, ¿verdad? (Seña-
l¿ lando hacia el campo con un ademán.)
K} ¿Te gusta verlo cuando las plantas que
sembraste muestran ya los frutos?
El Campesino: Nada me gusta más en la vida.
La Tierra: Pues óyeme. Si corlas este árbol y los
otros, como has hecho con todos aquéllos
(hace un amplio ademán, como si señalara
innumerables árboles), llegará el día en
que las semillas que deposites en mi no
germinen. A la tierra de tu campo, seca,
estéril, se la llevará el viento
El Campesino: ¿Se la llevará? ¿Por qué?
La Tierra: Porque son los árboles quienes llaman a
la lluvia, y sus raíces forman el tejido que
detiene la buena tierra, la vegetal. Si aquí
no quedan árboles, por falta de lluvia y
de buena tierra, no germinarán tus se­
millas.
El Campesino: ¿Y entonces yo?
75

La Tierra: ¿Tú? Morirás, por haber dado muerte a
los árboles. (La Tierra se sienta junto al
árbol, ocupando el menor lugar posible, y
se queda quieta.)
El Campesino: (Recoge el hacha. Retrocede gritando:)
¡No los cortaré más! ¡No quiero morir!
TELÓN

LA TIERRA
Bajo la tierra viven las raíces: las grandes raíces de los
árboles, las débiles raíces de las hierbas»
En la tierra está el extenso reino de los minerales.
Hay minerales blandos, como el yeso; minerales muy du­
ros, como el diamante.
Hay minerales que se esconden en la roca, como la pla­
ta, el oro, el hierro.
Hay minerales que forman ríos, como el agua: agua sub­
terránea, pura y clara, que no ha sido tocada ni por la luz
del sol.
Hay minerales que forman, bajo la tierra, quietos lagos
de color obscuro, como el petróleo.
Sobre la tierra hay montañas muy altas, bosques, desier­
tos sin plantas ni agua, y llanuras cubiertas de vegetación,
húmedas de arroyos y ríos.
Sobre la tierra viven los animales: animales salvajes, ani­
males domésticos; animales enormes; animales muy pe­
queños.
Sobre la tierra viven los hombres, que son, aunque
no siempre, los amos de cuanto en ella existe.
VOCABULARIO
extenso
amos
muy grande,
dueños.
77

LA RAÍZ DEL ROSAL
Un día se encontraron —bajo tierra— un
hilo de agua y una raíz de rosal, y se pusie­
ron a platicar.
"Vecina raíz —dijo el hilo de agua—,
nunca vieron mis ojos nada tan feo como tú."
La raíz, humilde, respondió:
"Verdad, hermano hilo de agua, que debo
de parecer fea a tus ojos. El contacto con la
tierra me ha dado este color pardo, y el mu­
cho trabajo me ha deformado como se de­
forman los brazos del obrero.

"Yo también soy una obrera; trabajo para la parte de mi
cuerpo que mira al sol. Es a ella a quien envío el líquido
que me das para mantenerla fresca. Cuando tú te apartas,
voy a buscar alimento en otra dirección.
"Hermano hilo de agua, cuando salgas al sol, busca
la planta que soy sobre la tierra."
Y cuentan que cuando el hilo de agua salió a la luz con­
vertido en arroyo, quedó mudo de admiración al contem­
plar, en el mismo lugar en que estaba la .raíz, una rosa be­
llísima, y prometió no volver a burlarse de las cosas feas,
porque, a veces, son principio de algo bello.
Gabriela Mistral
79

RECUERDO
He venido por la senda
con un ramito de rosas
del campo. Tras la montaña
nacía la luna roja;
la suave brisa del río
daba frescura a la sombra;
un sapo triste cantaba
en su flauta melodiosa;
sobre la colina había
una estrella melancólica.
He venido por la senda
con un ramito de rosas.
Juan Ramón Jiménez
80

LOS ABUELITOS
Los abuelitos han venido a México.
Pasarán varios días en nuestra casa, y esto nos alegra.
Mi abuelo es un ranchero alto, de mirada inteligente.
Tiene las manos ásperas. Al saludarme estrechó mi mano
con tal fuerza, que la retiré vivamente. El rompió a reír
con risa alegre.
Mi abuelita es seria; sólo sus ojos se sonríen cuando nos
miran. Nos habla con suavidad; se ve que nos quiere.
De pie junto al abuelo, parece buscar la sombra de él para
protegerse.
Yo sé que es muy buena. ¡Papá me ha contado tantas co­
sas de ella!
Dice papá que los abuelitos han trabajado toda su vida,
y sufrido mucho; sin embargo, no son gente triste ni enferma.
81

La vida en el campo los ha hecho sanos y enérgicos.
El abuelito nos trajo de Oaxaca algunos regalos.
A mamá le dio un juego de loza para desayuno. ¡Qué bo­
nito es! Puestas sobre la mesa, las jarras y tazas atraen la
mirada por lo alegre y brillante de los colores: rojo, ama­
rillo, verde, azul.
Es un regalo hermoso; mamá está encantada con él.
Para nosotros el abuelo trajo silbatos de barro que figu­
ran animales; pájaros tejidos con palma de colores y ador­
nados con plumas rojas y azules, y una campanita de barro
negro, con sonido casi metálico, que parece que canta cuan­
do suena.
Para Carmela son los pájaros y la campana. Martín y yo
nos hemos repartido los silbatos.
La casa se llena de silbidos agudos y nota^ claras: íli . . •
fli . . . tin , . . tin . . . tin . . .
82

EL BOSQUE DE CHAPULTEPEC
Ir al Bosque de Chapultepec es una de mis mayores ale­
grías.
¡Qué fresco y silencioso está siempre!
Siguiendo los camimtos que lo cruzan en todas direccio­
nes, encontramos, entre espesos grupos de árboles, prados
florecidos o campos cubiertos de césped, donde es grato
tenderse a tomar el sol.
El domingo fuimos con los abuelitos.
Mi abuelo admiraba el castillo, situado en lo alto del
cerro, y se detenía a contemplar los ahuehuetes que aún que­
dan. Según cuenta la leyenda, fueron plantados por orden
del emperador azteca Moctezuma
La abuelita se deleitaba contemplando el lago; los gansos,
83

los cisnes. Seguía con los ojos los botes tripulados por mu­
chachas y muchachos que reían y cantaban.
Caminando, caminando, llegamos a un campo de juegos.
Allí hay columpios, sube-y-bajas, toboganes.
Carmela, Martín y yo jugamos un buen rato y después lle­
vamos a los abuelitos a pasear en el ferrocarril infantil.
Este ferrocarril tiene una maquinita diminuta y tres va-
goncitos de techos bajos, pues son para niños; pero también
las personas mayores pueden pasear en ellos. Corre el tren
por una vía muy estrecha y la locomotora va silbando como
si fuese de verdad.
VOCABULARIO
florecidos — que están cubiertos de flores.
grato — agradable-
deleitaba — gozaba.
toboganes — resbaladillas.
84

EL PARQUE ZOOLÓGICO
Al bajar del ferrocarril, Carmela dijo:
—Ven, abuelita; vamos a ver el lobo. ¡Es igual al de
Caperucita!
Los abuelitos rieron y siguieron a Carmela. Entramos en
el Parque Zoológico.
El Parque Zoológico de Chapultepec ocupa un campo
extenso, rodeado de tela de alambre. Anchas calzadas per­
miten transitar cómodamente por él.
Los animales viven en grandes jaulas de hierro o en
cuevas artificiales.
Vimos los venados, los coyotes, la cebra. Ésta nos admiró
por lo extraño de su piel, rayada de negro y blanco.
Hay guacamayas, periquitos, garzas.
Al verlos exclamó Martín:
—¡Ya los conozco! ¡Y los he visto libres, no encerrados
en jaulas!
85

Pero cuando llegamos a donde están el tigre y los leones,
cuando vio los osos pardos y los osos blancos, unos y otros
de pie sobre las piedras de sus cuevas, se quedó con la boca
abierta.
A los abuelitos les divirtieron muchos los elefantes, que
tomaban agua con la trompa y, para refrescarse, se la echa­
ban en el lomo; contemplaron el avestruz y la llama, que
tienen largo el cuello y pequeña la cabeza, y son de aire
reposado.
Regresamos a casa satisfechos . . . ¡Cuántas cosas admira
uno en el Bosque de Chapultepec!
VOCABULARIO
parque zoológico — lugar donde podemos ver animales vivos
de diversas regiones del mundo.
transitar — andar.
artificiales — hechas por los hombres.
86

LAS ARDILLAS
Las ardillas figuran entre los animales más graciosos que
conozco. Tienen los ojos negros y vivos, el cuerpo fino, cu­
bierto de suave pelo leonado o gris, y la cola hermosa,
y móvil.
Tan interesantes como su aspecto son sus costumbres.
Las ardillas viven en los bosques de pinos. Se alimentan
principalmente con las semillas de estos árboles.
A medida que se acerca el invierno, el trabajo de las ar­
dillas aumenta. Todo el día saltan, suben y bajan; mas en
sus ires y venires nada les resulta inútil. Así acarrean rami-
tas, hojas secas y musgo para hacer caliente su madriguera.
Almacenan nueces, semillas, granos.
87

Tienen las ardillas costumbre de esconder, una vez que
han satisfecho su hambre, todo el alimento que encuentran.
Para esto hacen en el suelo agujeritos donde depositan las
provisiones, y luego los cubren con tierra, apisonándola rá­
pidamente con las patitas. También utilizan como despensa
los agujeros que hay en los troncos de los árboles añosos.
Cuando llega el frío del invierno y en el bosque no es
fácil encontrar alimentos, las ardillas no sufren, pues tienen
suficientes provisiones y recuerdan el sitio en que las han
guardado.
VOCABULARIO
provisiones — alimentos.
apisonándolo — apretándola.
despensa — lugar donde se guardan los alimentos.
añosos — que tienen muchos años.
88

EL CUENTO DE ABUELITA
PATITAS BLANCAS
I
—Hija mía —dijo la oveja madre a su ovejita—, voy a
salir, no me tardo; pero mientras estoy fuera de casa, ten
cuidado de no abrir la puerta sino a los amigos. Recuerda
que el lobo ronda por estos contornos; pudiera venir . . .
Cuídate mucho. Ya sabes que la palabra convenida para
abrir a los conocidos es ésta: "Miel de Obispo". Cada vez
que toquen la puerta, pregunta quién es, y si no responden
"Miel de Obispo", no abras.

—Está bien, mamá —dijo, obediente, la ovejita.
Y la madre se fue, tras de cerrar con llave la puerta.
II
El lobo^ malo y cruel, espiaba. Corriendo, vino hacia la
casa tan pronto como la oveja madre se alejó.
—Tan, tan, tan . . .
Sus patas golpeaban sobre la puerta. La ovejita, prudente,
preguntó desde adentro:
—¿Quién es?
El lo)o, endulzando la voz, contestó con acento suave:
—"Miel de Obispo".
Pero la ovejita, que, como ya se ha dicho, era muy pru­
dente, quiso cerciorarse:
—Mete por el portillo una de tus patitas, y si son blancas
como las de las ovejas nuestras hermanas, te abriré.
90

El lobo, que ya se relamía pensando en lo sabrosa que
estaría la carne de la ovejita, respondió muy corrido:
—;Patitas blancas? . . . Las mías son amarillas . . . Adiós.
La ovejita quedó muy asustada.
Cuando la madre volvió y supo el suceso, abrazó a
la ovejita y le dijo:
—La prudencia es una de las más hermosas cualidades.
Consérvala siempre, pues a ella debes hoy la vida.
María Enriqueta
VOCABULARIO
cerciorarse — asegurarse de la verdad.
muy corrido — muy avergonzado.
91

LAS MUÑECAS
Mi abuelita ha hecho a Carmela una muñeca y un mu­
ñeco de trapo.
Los ojos, la nariz, la boca y las orejas están bordados
con seda, y el cabello simulado con estambre negro.
Carmela tiene otras muñecas. A las niñas les gustan
mucho las muñecas.
Carmela invita a sus amigas a jugar a "la casita". Trae
sus juguetes: trastos, muebles y todas sus muñecas, hasta
las más feas. Algunas no tienen cabellera o carecen de un
brazo; a Lulú le falta la nariz desde el día en que se cayó
de la ventana al patio. A veces se la hacemos con cera de
Campeche o migajón, pero se le desprende.
Hay una negrita, con el cabello pasudo, la boca muy roja
y los ojos grandes. Cuando la compraron traía en las orejas
hermosas arracadas doradas.
92

Carmela suele cambiarle los aretes por otros que compra
en el mercado.
Entre las más bonitas está una muñeca que mi tía Luz
regaló a Carmela en un cumpleaños. Tiene muchos vestidi-
tos, que con ella se guardan en una gran caja.
A Carmela le gusta mucho. Le puede cambiar de ropa
que no necesita coser.
Abuelita quiere que Carmela sepa de costura. Cuando sea
mayor —dice— tendrá que coser, y, para que vaya apren­
diendo, la llama a que la ayude a cortar, hacer o remendar
la ropa de la muñequita de trapo.
VOCABULARIO
simulado — que no es verdadero.
carecen — no tienen.
pasudo — muy crespo.
93

LOS ÓRGANOS DE LOS SENTIDOS
Cuando están más entretenidas cosiendo, llega Rosa, la
amiga de Carmela, juega con el muñeco, lo sienta, lo hace
bailar, lo examina atentamente.
El muñeco tiene overol azul y camisa blanca con rayitas
cafés.
Le hicieron la camisa con el retazo que sobró de la mía.
Yo también tengo puestos un overol azul y una camisa
blanca con rayitas cafés.
Rosa ríe y dice:
— ¡Mira, Carmela; este muñeco es Pedrito, tu hermano!
Lleva ropa igual. Estos son sus ojos, ésta su nariz. ¡Mírale
94

la boca y las orejas! ¡Sus manos, de dedos juntos! ¡Te va a
saludar!
Carmela no sabe qué decir. Calla un momento, luego
responde:
—¡No importa que tengan trajes iguales! Los ojos del
muñeco no ven; a él, la nariz no le sirve para oler; no tiene
lengua para conocer el sabor de las cosas. Esas manos de
trapo no sienten el calor ni el frío. ¿Cómo crees que un mu­
ñeco sea ig.uai a Pedrito?
La abuelita la interrumpe, diciendo:
—Tampoco Pedrito oye con las orejas. Oye con los oídos.
Las orejas sólo ayudan a oír. Vean a Manuela; tiene sus dos
orejas y no oye, porque se ha enfermado de ios oídos.

QUIÉNES NOS AYUDAN A TRABAJAR
Los órganos de los sentidos son nuestros mejores auxi­
liares.
Ellos nos ayudan a trabajar.
Debes aprender a cuidarlos; así te servirán mejor.
Para que tus ojos no enfermen necesitas leer y trabajar
con buena luz.
La posición propia para leer es aquella que te permite
recibir la luz por encima de los hombros.
Si algo se te introduce en un ojo, no te lo frotes; las lá­
grimas lo lavarán. Si esto no basta, pide ayuda para que
alguna persona, con todo cuidado, haga salir el polvo o la
basurita que te molesten.
Los oídos oyen mejor cuando están limpios.
Aséatelos con una tela suave y limpia que te cubra la
punta de un dedo. No introduzcas en ellos nada; si te dan
dolor o comezón, avisa a tu mamá; no trates de curarte solo.
VOCABULARIO
auxiliares — ayudantes.
propia -—debida, adecuada.
introduce —mete.
96

OTROS SERVIDORES
La boca y la nariz son, asimismo, ayudantes nuestros.
También ellos necesitan cuidado; sobre todo, limpieza.
¿Cómo puedes asearte la boca?
Con un cepillo y un dentífrico, que utilizarás para lavarte
los dientes.
Debes mantener la boca cerrada, pues si la llevas abierta
entrará polvo en ella.
No te metas en la boca nada, salvo alimentos y bebidas.
Algunos niños llevan a ella lápices, juguetes, monedas;
pero tú no eres un niño de tan feos modales.
Todos los días debes limpiarte la nariz; utiliza para ello
un pañuelo que no esté sucio.
Nunca uses el pañuelo de otros niños ni permitas que
nadie use el tuyo.
No te introduzcas nada en la nariz. En ella tienes una
gran amiga, pues te sirve para respirar y, además, para
distinguir, por el olor, muchas cosas.
VOCABULARIO.^
y?
asimismo — también.
dentífrico — pasta especial para lavarse los dientes.
salvo — con excepción de.
modales — maneras, costumbres.
introduzcas — metas.
II Lect — 4 97

LAS COMPRAS
Abuelito ha terminado sus
compras y pronto volverá al ran­
cho.
Le pregunté qué había com­
prado, y él, pacientemente, me
> respondió:
—Hijito, la mayor parte del
dinero que tenía la gasté en un
camioncito de carga muy usado, pero con buen motor. Allá
en el campo nos servirá mucho.
También he comprado herramientas y semillas; pero
todavía nos hará falta algo más, porque los hombres del
campo necesitamos multitud de cosas que sólo se encuen­
tran en la ciudad.
Si queremos una lámpara, un reloj, una escopeta, a la
ciudad tenemos que pedirlos.
En la ciudad se encuentran las grandes fábricas de hila­
dos donde se producen la manta, los percales, las cambayas
y toda suerte de telas.
En ella hay muchos talleres donde multitud de obreros
confeccionan la ropa que los vendedores ambulantes llevan
hasta los ranchos más remotos.
En la ciudad se fabrican zapatos, herramientas, maqui­
naria y todas las cosas que utilizamos para que nuestra vida
y nuestro trabajo sean más cómodos o fáciles.
Cuando los campesinos estamos enfermos, necesitamos
98

medicinas que sólo en la ciudad se preparan; .y si sentimos
deseos de saber más, de estudiar, a la ciudad tenemos que
pedir periódicos y libros.
Con su actividad constante, los obreros de las ciudades
producen todas esas cosas en las fábricas, talleres y labo­
ratorios.
VOCABULARIO
toda suerte — toda clase,
confeccionan — cortan y cosen la ropa.
ambulantes — que van de un lugar a otro.
remotos — distantes.
elaboran — fabrican.
99

1
EL PRIMERO DE MAYO
Este es el "Día de los Trabajadores".
Las fábricas y los talleres no han abierto sus puertas.
Las escuelas están cerradas.
En sus hogares, los obreros se preparan para asistir al
desfile.
100

Pronto los veremos marchar ordenadamente, llevando sus
carteles y músicas por las calles de la ciudad. Y no sólo
desfilarán nuestros obreros por nuestras calles; los de otros
lugares de nuestro país, y los de lejanas ciudades del mun­
do, pasarán hoy también bajo sus banderas.
Hace muchos años, los patrones de las fábricas podían
obligar a los trabajadores a laborar hasta dieciséis horas
diariamente.
Imagina a tu padre entrando al trabajo a las cinco de la
mañana y saliendo de allí a las siete de la noche. ¿Compren­
des lo duro de esa tarea, lo tremendo de esa fatiga?
Un día, el l9 de mayo de 1886, un grupo de obreros de
Chicago, ciudad de los Estados Unidos del Norte, se rebeló
contra los patrones pidiendo mejores condiciones de trabajo.
Los jefes de aquellos obreros fueron perseguidos por la
policía, encarcelados y condenados a muerte.
Pero después de lucha larga y cruel, los obreros obtuvie­
ron lo que reclamaban:
"Mejores salarios" y "ocho horas de jornada al día".
Desde entonces, poco a poco, los obreros del mundo em­
pezaron a disfrutar de las ventajas que habían conquistado
sus compañeros de Chicago, y por eso, cada año, el l9 de
mayo celebran su triunfo.
El l9 de mayo, "Día del Trabajo",, debe ser, igualmente,
festejado por los niños. Piensen que los obreros fabrican
todas las cosas útiles, y, además, que casi todos los niños
son -hijos de trabajadores.
101

Muchos de tus compañeros de escuela, cuando sean
hombres, trabajarán en fábricas y talleres. Quizá tú mismo
llegues a ser algún día un obrero útil.
VOCABULARIO
tremendo — enorme, horrible.
rebeló — se negó a obedecer.
cruel — inhumano, brutal.
salario — sueldo.
jornada — horas de trabajo por día
quizá — puede ser.
logradas — alcanzadas.

. OCUPACIONES
Los obreros trabajan en las fábricas.
Los ferrocarrileros manejan los ferrocarriles, y los chofe­
res conducen automóviles y camiones.
Los mineros trabajan bajo tierra extrayendo de las minas
los minerales.
Los aviadores guían los aeroplanos que vuelan entre las
nubes.
Los médicos estudian mucho para conocer el cuerpo
humano y saber por qué enferma. Así pueden devolvernos
la salud cuando la hemos perdido.
Los trabajos que hacen los arquitectos y los ingenieros
son muchos y muy útiles.
Tú sabes cómo los arquitectos y los ingenieros dirigen
juntos la construcción de casas, escuelas, hospitales, fábri­
cas, y que los ingenieros trazan y construyen las carreteras.
Hay muchas otras profesiones: las de los artistas, las de
los sabios, las de los escritores, las de los maestros.
Los maestros y las maestras llegan, jóvenes, a enseñar
en la escuela, y año tras año instruyen y educan a los alum­
nos que tienen frente a sí., Eso hacen y siguen haciendo con
muchos niños.
Cuando se han vuelto ancianos y ya no trabajan, ocupan
sus días en añorar sus labores, la alegría de las horas de
recreo, los nombres de los niños buenos; pero, sobre todo,
echan de menos a sus niños, a sus niñas. A veces creen oír
la campana de la escuela que los llama al trabajo y se en­
tristecen al pensar que ya no suena para ellos.
103

LOS CAMPESINOS
Los obreros que trabajan en las fábricas de la ciudad no
son los únicos que contribuyen a facilitarnos la vida. Una
importantísima parte de nuestro bienestar depende de los
campesinos.
Escuchando las conversaciones del abuelito he compren­
dido cuan duro es el trabajo de los hombres del campo y
cuántos productos de la tierra aprovechamos.
Abuelito me ha explicado la transformación que sufren
algunos de esos productos.
104

Por ejemplo: él siembra en su rancho caña de azúcar, y
cuando la caña está madura la cortan y la llevan al ingenio,
donde el jugo se transforma en azúcar.
El azúcar se lleva a la ciudad y allí se utiliza para fabri­
car conservas de frutas, caramelos y otras golosinas, y para
endulzar galletas, pasteles, chocolates, bebidas refrescantes
y algunos medicamentos. Mucho del pan que todos consu­
mimos tiene también azúcar.
El azúcar, alimento valioso, no debe faltar en nuestras
comidas.
Los campesinos cultivan el trigo y, al cosecharlo, lo
venden a las fábricas de harina, llamadas molinos.
De la harina de trigo se hacen el pan, las galletas, las
pastas para sopa. Entre estas últimas figuran los ñdeos,
los macarrones, los tallarines v otras.
Hay obradores especiales para fabricar las pastas de
harina.
Lo mismo que el azúcar y el
trigo, se industrializa el algodón.
En los algodonales, los campe­
sinos recogen los capullos del al­
godón. En las fábricas, el algodón
se transforma, principalmente, en
telas para los vestidos.
Los campesinos cuidan de los
animales útiles: vacas, bueyes, ca­
ballos, muías, asnos, borregos, cer­
dos, gallinas.
A muchos de estos animales los
105

aprovechamos en nuestra alimentación; además, obtenemos
de ellos otros materiales, como pieles, pelo, lana, pluma, que
los obreros, con sus máquinas o sus manos, utilizan y trans­
forman.
Mi abuelito, que me explicó cuántas cosas de las que
fabrican los obreros necesitan quienes viven en el campo,
también me ha enseñado cómo los obreros se benefician
con el trabajo de los campesinos.
VOCABULARIO
contribuyen — ayudan.
transformación — cambio,
ingenio — fábrica donde se muele la caña y se hace
el azúcar.
lo cosechan — lo recogen.
valioso — que vale mucho.
obradores,— lugares donde se hacen ciertas labores o
donde se producen ciertos artículos.
industrializar — transformar en artículos útiles.
106

LA BANDERA
El lunes de cada semana hacemos en la escuela una fiesta
sencilla para saludar a la bandera.
Los alumnos formamos filas en el patio; el director or­
dena con voz grave: "¡Firmes!", y el abanderado llega con
la bandera al aire.
Todos la saludamos.
En seguida, un profesor nos habla de lo que significa
nuestra enseña nacional, de su historia y de las luchas que
el pueblo mexicano ha sostenido para honrarla.
Esta semana el profesor nos explicó cómo podemos los
niños honrar a la bandera.
107

Dijo que en todo el mundo los hombres han construido
casas para vivir, muchas casas, algunas espléndidas, otras
humildes: pero que cada niño quiere con todo el corazón
una sola casa: aquella en que vive con sus padres y sus,
hermanitos.
La casa nuestra, la que amamos sobre todas las otras, se
halla en tierra mexicana, y la República Mexicana es como
una casa muy grande donde vivimos todos los mexicanos.
Para que recordemos siempre nuestra casa, la tierra en
que esa casa se levanta y la gente a quien queremos, está
la Bandera Nacional.
La Bandera Nacional representa a la Patria Mexicana.
Así como un niño que siente cariño por su casa, cuida
ésta y se esfuerza porque esté limpia y ordenada, así tam­
bién puede manifestar su amor a la Patria y a la Bandera,
siendo trabajador, ordenado y limpio.
Cuando el buen niño encuentra en la calle a su padre o
a su madre, los saluda con alegría. Igual cosa debe hacer
siempre que frente a él pase la Bandera.
Después de la plática del profesor, escuchamos algunos
coros y recitaciones, y al final cantamos el Himno Nacional
¡Con cuánto entusiasmo lo cantaba Martín! El lo había
aprendido en su pueblo.
Todos los niños de los pueblos y ciudades de México
cantan en su escuela el Himno Nacional.

HIMNO NACIONAL MEXICANO
(Fragmentos)
CORO
Mexicanos, al grito de guerra
el acero aprestad y el bridón,
y retiemble en sus centros la Tierra
al sonoro rugir del cañón.
I
Ciña ¡oh Patria! tus sienes de oliva
de la paz el arcángel divino,
que en el cielo tu eterno destino
por el dedo de Dios se escribió.
Mas si osare un extraño enemigo
profanar con su planta tu suelo,
piensa ¡oh Patria querida! que el cielo
un soldado en cada hijo te dio.

Mexicanos, al grito de guerra
el acero aprestad y el bridón,
y retiemble en sus centros la Tierra
al sonoro rugir del cañón.
III
Como al golpe del rayo la encina
se derrumba hasta el hondo torrente,
la discordia vencida, impotente,
a los pies del arcángel cayó.
Ya no más de tus hijos la sangre
se derrame en contienda de hermanos,
sólo encuentre el acero en tus manos
quien tu nombre sagrado insultó.
no

¡Patria! ¡Patria! Tus hijos te juran
exhalar en tus aras su aliento,
si el clarín con su bélico acento
los convoca a lidiar con valor.
Para ti las guirnaldas de oliva!
Un recuerdo para ellos de gloria!
Un laurel para ti de victoria!
Un sepulcro para ellos de honor!
/
acero
aprestad
bridón
ciña
oliva
osare
profanar
exhalar
guirnaldas
VOCABULARIO
espada,
preparad,
caballo brioso,
rodee.
hoja del árbol que produce aceitunas,
atreviere.
tratar sin respeto las cosas que deben
respetarse.
lanzar.
coronas abiertas, de hojas y flores.
111

LA BANDERA
Bandera mía
bella bandera,
te doy mi vida,
mi vida entera.
Hoy que soy niño,
desde la escuela,
lleno de orgullo,
mi canto suena.
¡Canto la imagen,
clara y eterna,
que sola surge
de ti, bandera!
anto la vida,
útil y buena,
r
de tantos hombres
que en esta tierra
por ti trabajan,
piensan y sueñan
Canto la sangre
noble, perfecta:
la de los héroes
que con tus lides
tú nos recuerdas.
¡Bandera mía,
alma bandera,
tuya es mi vida,
mi vida entera!
P. G. C.
L12

EL AHORRO
El sábado mamá fue de compras y me llevó consigo.
Antes de salir de casa le pedí permiso para romper mi
alcancía. Era un cochinito muy gordo; ya estaba lleno.
Lo puse en la mesa de la cocina y con un martillo le di
un golpe en el lomo.
El cochinito se rompió; de él salieron todas las monedas
que durante varios meses había yo venido guardando.
¡Qué gusto me dio ver toda mi riqueza!
Había monedas de cinco centavos, de diez, de veinte; las
de veinticinco no eran pocas, y las de cincuenta centavos,
que mi tía me da cada vez que nos visita, se destacaban, por
su tamaño, entre las demás.
113

Carmela me ayudó a ponerlas ordenadamente en pilas de
un peso. Después contamos: uno . . . dos . . . tres . . . cua­
tro ... Si algún día puedo hacer una alcancía grande, gran­
de, ¿cuántos montones de a peso se formarán? Me alcanzará
para comprar muchas cosas a mamá, a Carmela y a todos
los de casa.
Por el camino iba yo muy contento, pues llevaba en el
bolsillo del pantalón dinero para comprar cosas.
Al pasar por "La Sorpresa" nos detuvimos frente al apa­
rador. Los cochecitos, camiones, tanques, ametralladoras,
boliches, casi no dejaban lugar para las muñecas, las cajas
con juegos de té y trastos de cocina, aunque sí para las pe­
lotas, las bolsas con canicas de todos colores y para otros
juguetes.
Entramos. Pregunté el precio de una caja con seis avio­
nes pequeños —plateados, rojos y azules—, que siempre
había deseado.
No costaba mucho. Pude adquirirla.
Más adelante compré un monedero para mamá, pues el
de ella estaba ya muy usado.
De la pastelería llevamos pastelillos de crema para todos.
Al volver a casa sólo me quedaban sesenta centavos.
Con ellos compré otra alcancía.
VOCABULARIO
consigo — con ella.

LA LLUVIA
La mañana fue muy calurosa.
Al volver de la escuela por las calles inundadas de sol y
sin la más pequeña sombra, pensaba yo en un vaso de agua
clara y fría, muy fría, que apagara mi sed.
Después de la comida, mamá me permitió ir a casa de
Rosa y Luis: nos habían invitado a visitarlos para que vié­
ramos los conejitos que compraron el domingo.
—Va a llover. Lleven mi sombrilla —elijo mamá.
—Tu sombrilla es chica —respondió Carmela— y no al­
us

canza para los tres. ¿Quieres que mejor llevemos el para­
guas del abuelito?
El paraguas del abuelito es muy grande. ¡Qué bien nos
cubre cuando llueve!
Vimos los conejitos de Luis. Dos son blancos; gris el
otro. Los dejamos salir de la conejera y pasamos buen rato
observándolos.
Luego nos pusimos a jugar.
Al atardecer, grandes nubes negras velaron el cielo y un
vientecillo súbito vino a agitar las hojas de los árboles.
Martín nos dijo:
— Oigan a los pájaros llamando al agua. ¡Vamonos antes
que llueva!
Nos despedimos de nues­
tros amigos y nos dirigimos
a casa.
A mitad del camino nos
alcanzó la lluvia.
Gotas gruesas empezaron
a caer. Eran pocas, pero
aumentaron rápidamente.
Chocaban contra los techos
y las paredes de las casas, y
contra el pavimento de la
calle, haciendo mucho ruido.
Tratábamos de correr, pero nos lo impedía el paraguas,
del que no queríamos desampararnos.
De pronto, Carmelita pisó un charco y nos mojó; Martín,
116

para no hacer lo mismo, se apartó de nosotros llevándose el
paraguas.
¡Cómo nos reímos!
Cuando llegamos a casa nos secamos. Luego, con la cara
apoyada a los vidrios de la ventana, estuvimos viendo llover
hasta que Martín nos dijo:
—Hagamos unos barquitos de papel para echarlos en
aquellos arroyitos tan ligeros.que están formándose.
Los hicimos; y cuando la lluvia se calmó un poco, Mar­
tín los puso en la calle para que el agua que corría se los
llevara.
inundadas de sol — llenas de sol.
velaron — cubrieron, ocultaron.
súbito — repentino, que no se espera.
117

HISTORIA DEL AGUA CLARA
Agüita abajo, saltando,
se va la piedrita negra.
(Manita de colegial
la convirtió en maromera.)
De un lado a otro del agua
ve la piedrita la hierba,
y al verla esbelta y pulida
se acuerda de que ella es fea:
r¡Ay, tengo la cara sucia!
¡Ay, tengo la cara negra!
Ay, ¡qué dirá agüita clara
de que en su casa me meta . . .!
95
118

Agüita clara se ríe
con su carcajada fresca:
"No seas boba, piedrita . . .
¿Por qué me tienes vergüenza?
¿Porque eres dura y opaca
y yo diáfana y ligera,
transparente como el día,
y tú como noche densa?
¡Qué importa ser noche o día.
qué importa, piedrita negra!
¡El día enciende los ojos;
pero . . . en la noche se sueña!
Y blanco y negro es lo mismo
para el que pinta las piedras,
para el que ajusta los mares,
para el que mece la tierra."
Yo escuché la voz del agua,
y al oírla me dio pena,
porque los hermanos hombres
no tienen el alma buena,
clara, como el agua clara
que a todos los seres besa . . ,
Catalina Recavarren de Zizold
VOCABULARIO
esbelta y pulida — alta y lustrosa,
opaca — sin brillo, que no deja pasar la NI
diáfana — clara, que deja pasar la luz.
densa — muy obscura, compacta, apretada.
119

EL AGUA
En mi libro hay una recitación que dice:
La lluvia viene de la nube;
la nube es de agua que sube . . .
Y eso es cierto.
El sol calienta el mar, los ríos, los lagos y las fuentes,
los charcos que se forman en las calles.
El calor convierte en vapor una parte del agua.
El vapor sube al cielo y forma las nubes.
Cuando allá arriba sopla un viento frío, el vapor se con­
vierte en agua y vuelve a bajar a la tierra en forma de lluvia.
Todos los seres vivimos porque en la tierra hay agua.
El agua calma nuestra sed.
120

Un hombre puede vivir varios días sin comer si bebe agua.
El agua le conserva la vida.
El agua nos da la salud; sin ella no podríamos asear nues­
tro cuerpo, nuestra ropa, nuestro hogar.
Todos hemos visto a los animales domésticos beber el
agua indispensable para su vida, y sabemos cómo los anima­
les salvajes, por la noche, llegan silenciosamente a los ríos
y abrevan allí.
Si tomamos un puñado de tierra y lo examinamos, sólo
vemos terrones y piedrecitas, pero en ellos están escondidos
los alimentos que nutren a los árboles y a las plantas. El agua
disuelve esos alimentos, gracias a lo cual los vegetales pue­
den utilizarlos.
El agua de las lluvias forma los ríos.
Donde un río pasa cantando, los hombres levantan sus
pueblos: saben que el agua es la gran benefactora de todos
los seres vivientes.
Los ríos bajan de las montañas y corren hacia el mar.
Algunas veces encuentran en su camino escalones muy
altos; saltándolos para bajar, forman cascadas.
Los hombres conocen desde hace tiempo el secreto que
les permite convertir en electricidad la fuerza con que cae
el agua.
VOCABULARIO
abrevar — beber agua los animales
disuelve — deshace.
benefactora — que hace el bien.
121

LA LÁMPARA DE ALADINO
Cuando Aladino murió, los cortesanos, para apoderarse
de la Lámpara Maravillosa, registraron hasta los rincones
más secretos del palacio de aquel rey.
Todo fue inútil.
La Lámpara Maravillosa, a la que estaba sometido el
Genio Poderoso, había desaparecido. .
Por las calles y plazas de las viejas ciudades de China la
gente murmuraba: "¡La Lámpara Maravillosa no parece!
¡Feliz quien logre descubrirla!"
Y al recordar que Aladino, llevado por aquel genio, po­
día viajar sin caballos ni bajeles, y que manos invisibles
122

trabajaban para él fabricando lo que necesitaba, muchos
hombres se dedicaron a buscarla.
Pasó el tiempo. Todos creyeron que la Lámpara Maravi­
llosa se había perdido para siempre, y la olvidaron.
Mas sucedió también que, en libros vetustos, se leía esta
historia maravillosa:
"Hubo una vez un Genio Poderoso capaz de dar descanso
a los hombres mientras él trabajaba para ellos, capaz de ilu­
minar las noches haciendo arder soles diminutos . .
Leían aquello algunos sabios y se quedaban pensativos.
—Puede suceder que la Lámpara Maravillosa no se halle
nunca —decían—, o que jamás haya existido; pero nosotros
encontraremos algo que ayude a los hombres tanto como
pudo haberlo hecho el genio esclavo de la lámpara.
Y durante muchos años los sabios buscaron, estudiaron,
trabajaron, hasta dar, por fin, con el Genio Poderoso.
123

Nosotros le damos* otro nombre: lo llamamos "Elec­
tricidad".
La electricidad nos permite viajar con rapidez en tranvías
y ferrocarriles.
La electricidad alumbra las calles y las casas tan pronto
como se pone el sol.
La electricidad lleva por el teléfono y la radio la voz hu­
mana, la lleva más allá de los montes, más allá de los mares.
La electricidad mueve las máquinas de las fábricas, que así
trabajan para nosotros.
La electricidad, genio poderoso, es servidora del Hombre.
cortesanos
estaba sometido
murmuraban
descubrirla
bajeles
vetustos
VOCABULARIO
- servidores del rey.
estaba obligado a obedecerlo.
- decían en voz baja.
- encontrarla.
- barcos
- antiguos, viejos.

HISTORIA DE UN NIÑO POBRE
Tomás tenía ocho años.
Vivía con sus padres en una ciudad de pocos moradores.
Muchas veces, acompañado de su madre, pasaba frente al
edificio de la escuela; oía las voces de los muchachos que
leían en coro; con curiosidad se asomaba por la puerta,
abierta siempre.
—Mamá, ¿cuándo me traes a la escuela? —preguntaba.
La madre se entristecía.
Tomás no iba a la escuela porque sus padres, siendo
muy pobres, no podían comprarle ropa, ni libros, ni cua­
dernos.
Tomás insistía:
— Mamá, ¿cuándo me llevas a la escuela? Quiero apren­
der a leer.
Una mañana la madre arregló a su hijo tan bien como
pudo y lo llevó a la escuela.
125

Tomás se sentía gozoso. Por fin aprendería a leer, y a es­
cribir . . . Mas su felicidad sólo duró algunas semanas. La
pobreza de los padres lo obligó a no asistir a la escuela.
Entonces la madre, que sabía leer, comenzó a enseñar al
hijo.
Aunque Tomás aprendió muy pronto, aquel fue el único
estudio que haría en su infancia, porque al ver la miseria
en que vivían sus padres quiso ayudarlos y buscó trabajo.
Por el pueblo de Tomás pasaba un ferrocarril. Allí le
dieron ocupación. El tenía entonces catorce años.
Todos los días Tomás viajaba en el tren con un gran pa­
quete de periódicos que vendía en las estaciones. Los perió­
dicos se le agotaban rápidamente. Quienes esperaban en las
últimas estaciones no alcanzaban a comprarlos.. -
Tomás ahorró algún dinero, compró una prensita muy
usada; se agenció tipos viejos, y así consiguió imprimir,
mientras viajaba, hojas que reproducían las noticias princi­
pales de cada día.
De ese modo aumentaron sus ganancias.
126

Cierta vez, esperando la llegada del tren, vio cómo el hi-
jito del jefe de la estación atravesaba los rieles en el mo­
mento en que una locomotora se acercaba. Tomás compren­
dió el peligro: corrió, tomó en brazos al niño y logró salvarlo.
El padre, agradecido, decidió enseñar al muchacho el
manejo de los aparatos telegráficos, que funcionan mediante
la electricidad.
Pero Tomás no se conformó con el simple aprendizaje,
quiso saber cómo estaban hechos los aparatos; qué cosa era
127

la electricidad; por qué ésta hacía que los aparatos se mo­
vieran.
Todo el dinero que le daban sus padres lo invirtió To­
más en libros e instrumentos: libros que le explicaban
la electricidad; instrumentos que le permitían construir apa­
ratos que él ideaba, y de esa manera acabó dedicando toda
su vida a inventar aparatos que los hombres usaran para
aprovechar mejor la electricidad.
El fue quien inventó, entre otras cosas útiles, la lámpara
eléctrica, que noche a noche encendemos en nuestra casa.
El nombre completo de Tomás fue éste:
Tomás Alva Edison.
128

LOS JUEGOS
Las niñas juegan en el patio de mi casa.
Todas forman una fila; sólo Carmela queda aparte.
Anita es la primera; siguen Concha, Isabel, Rosa, Lupe y
Blanca.
Anita no se mueve; en torno de ella giran las otras niñas
formando un caracol. Cantan alegremente:
II Lect — 5 129

Ángel de oro,
fio recita del vergel
que de Francia he venido
por un niño portugués.
Esta no la quiero
porque es perezosa;
ésta me la llevo
por limpia y hermosa.
Parece una rosa,
parece un clavel
acabado de nacer.
Cuando cantan " ésta me la llevo . . Carmela detiene a
una de sus amigas, la cual sale de la fila y ase a Carmela
por detrás. Desde las ramas de una higuera, Martín y yo las
vemos jugar De pronto, Martín baja de un salto y me grita:
— ¡A que no me alcanzas!
Corro tras él. Martín pasa y vuelve a pasar entre la fila
de las niñas. Ellas gritan y ríen, corren tras de nos­
otros. Entonces Martín dice:
—Mejor juguemos todos al lobo. ¿Quieren?
VOCABULARIO
130
ase coge.

5 5
EL LOBO
(Juego)
Martín es el lobo y corre a esconderse.
Los demás formamos una ronda v cantamos
Juguemos en el bosque
mientras el lobo no está;
si espera hasta la noche
a nadie encontrará.
Luego preguntamos:
—Lobo, ¿estás?
El lobo responde:
—No; me estoy poniendo los calcetines
Seguimos cantando:
Juguemos en el bosque
mientras el lobo no está .

Preguntamos:
—Lobo, ¿estás?
—No: rae estoy poniendo los pantalones.
Varias veces más preguntamos al lobo si ya está listo,
pero él necesita ponerse la ropa, los anteojos, el sombrero,
y tarda mucho.
La ronda sigue:
Juguemos en el bosque
mientras el lobo no está;
si espera haista la noche
a nadie encontrará.
—Lobo, ¿estás?
-Síííí . . . —responde el lobo,
ios. Martín h
Ahora Rosita será el lobo.
Todos corremos. Martín ha cogido a Rosita
jugamos un buen rato, hasta que anochece.
Mamá ha encendido la luz. Las niñas se despiden.
Carmela, Martín y yo las acompañamos hasta la esquina.
132

ADIVINANZAS
Al volver, nos sentamos a la puerta de la casa y pla­
ticamos.
Martín nos cuenta que en su pueblo había un viejecito
llamado don Julián. Por las tardes, al obscurecer, le gustaba
verse rodeado de muchachos a quienes divertía con adivi­
nanzas y cuentos. Entre risas y conversaciones, dejaban co­
rrer el tiempo hasta que las mamas empezaban a llamar a
sus hijos y don Julián entraba en su casa.
—Les diré una adivinanza de las que aprendí con él
—dice Martín—. A ver quién acierta lo que es.
133

Verde fui,
negro soy,
rojo seré;
convertido en cenizas
me veré.
^9
—;Qué fácil! —exclamamos—. Es el carbón.
—Sí, porque cuando es árbol está verde; con la leña ha­
cen el carbón, que es negro; se pone rojo si lo queman, y,
al fin, se convierte en cenizas.
—Adivinen ésta:
I
i) w
Agüita salada
qne hasta la reina,
si tiene penas,
lleva en los ojos.
—Ya sé —digo yo—, son las lágrimas, porque son sala­
das, y si la reina tiene penas, también llora. A ver otra más
difícil. ¿Por qué nos las propones tan fáciles?
—Para que las adivinen pronto. Ahora va una difícil:
Vuela sin alas,
silba sin boca
v no se ve ni se toca.
Ni Carmela ni yo la adivinamos. Voy corriendo a buscar
a mamá. La encuentro sentada en su sillita. Está cosiendo.
9
—Mamá, oye esta adivinanza y dime qué es.
—Es el viento, hijito.
134

Se lo digo a Martín, y él responde que sí, y se levanta.
Carmela y yo le pedimos:
i
135

EL RAMITO BLANCO
Para ti, linda hermana,
arrancaré los ramos
de florecillas nuevas
a los almendros blancos,
en un tranquilo y triste
alborear de marzo.
Los regaré con agua
de los arroyos claros,
los ataré con verdes
junquillos del remanso.
¡Para ti, linda hermana,
yo haré un ramito blanco!
Antonio Machado
136

LA MONEDA PERDIDA
Era la hora de salida.
Mis compañeros y yo guardábamos los útiles. Algunos lo
hacían tan apresuradamente, que sus cuadernos y lápices
caían al suelo, y queriendo ser los primeros en terminar,
fueron los últimos.
Cuando estuvimos listos, la maestra nos dio orden de sa­
lir. Entonces Felipe dijo:
—-Señorita, traía un peso y no lo encuentro. Mamá me
encargó que comprara una medicina; con ese dinero iba a
pagarla.
La maestra ordenó que esperáramos y ayudó a Felipe a
buscar en la mochila, entre las hojas del libro, en los cua­
dernos; pero fue inútil.
Todos regresamos a nuestros asientos.
137

La maestra nos elijo que ayudáramos a Felipe a buscar su
dinero.
Revisamos las mochilas, los mesabancos, el piso.
Alguien observó:
1 —Pienso que Felipe no trajo ese dinero.
Protestó Felipe. Traía la moneda —-dijo— en el bolsillo
del pantalón; ya en clase, la había guardado en la mochila.
De eso estaba seguro.
Carlos refirió cómo había visto a Vicente cuando daba
una moneda al primo suyo (el de Vicente) que estudia en
cuarto año.
—He ido a buscarlo —agregaba—>pero ya había salido.
Carlos suponía que Vicente había tomado el dinero, y al­
gunos compañeros empezaban a creerle y a murmurar con él.
Vicente, muy pálido, lloraba explicando que había dado
a su primo una rondana que encontró en la calle.

LA BIBLIOTECA

En la escuela queremos formar una biblioteca.
Será útil a los pequeños y a los mayores. Los niños de
primero y segundo año encontraremos allí libros de cuentos
e historietas sencillas. Los alumnos de grupos más adelan­
tados encontrarán libros para estudio.
Los maestros nos han invitado a traer todos los libros
que nuestros padres quieran obsequiar a la escuela.
Ahora tenemos ya algunos. Entre ellos abundan los bue­
nos cuentos.
Están El Gato con Botas, La Cenicienta, El Rey del Río
de Oro, La Reina de las Nieves y otros tan bonitos como és­
tos. Hay niños que en su casa no disponen de libros, y
139

como les gusta mucho leer, se pasan todo el año releyendo
los textos de la escuela. Algunos hasta se aprenden las lec­
ciones de memoria. ¡Cómo ha de seguir esto así, habiendo
tantos libros interesantes y pudiendo contribuir todos para
que se compren!
Nuestros maestros organizaron, a beneficio de la biblio­
teca, una función de cine que nos agradó mucho.
Pasaron varias películas: El Negrito y el Lobo, Paisajes
mexicanos, Historia del libro. En esta última vimos los
libros de piedra que los hombres antiguos usaban para es­
cribir con figuras que no se parecen a nuestras letras. Tam­
bién nos mostró los libros hechos en el papel que los an­
tiguos pobladores de México fabricaban con las fibras de la
corteza de algunos árboles.
Claro que esos libros tampoco se parecen a los nuestros:
no tienen cubiertas, ni lomo, ni hojas. Son columnas de
piedra, o ladrillos de barro, o grandes hojas de papel que
se guardaban dobladas, como se guardan hoy las piezas de
tela.
La última película fue muy divertida; se llama El gallo
perezoso.
140

EL GALLO PEREZOSO
Había una vez un gallo grande y otro chico.
Gallo Grande quería que Gallo Chico aprendiera todo lo
que deben saber los gallos.
Al llegar la media noche, Gallo Grande decía a Gallo
Chico:
—Vamos a cantar, gallito, para anunciar que mañana
hará buen día:
Mientras llega el día hermoso,
quiero la noche en reposo,
murmuraba el gallito, y se quedaba quieto.
Al amanecer, Gallo Grande explicaba:
— Gallito, vuela al suelo, colócate con firmeza, bate las
alas y canta: ^¡Quiquiriquí!", porque ya va a salir el sol.
Batir las alas enfría
y enferma al gallo en el día,
rezongaba el gallito, y no cantaba.
• 141

Al mediodía, Gallo Grande, viendo las nubes que se amon­
tonaban en el cielo, aconsejaba a Gallo Chico:
—Mira esas nubes; tenemos que prevenir a los hombres
que esta noche lloverá.
Si ha de llover, que se moje
el que ande fuera de noche,
decía el gallito con mucha tranquilidad.
Una noche, Gallo Grande, alarmado, dijo:
—La zorra anda por aquí; tenemos que asustarla. Canta
fuerte, Gallo Chico: ";Cocó cocoricó! ¡Coco cocoricó!"
142

Y Gallo Grande cantó tan fuerte, que despertaron las ga­
llinas, ladraron los perros y la zorra salió corriendo.
—Y tú —preguntó entonces a Gallo Chico—, ¿no tienes
que ayudarme a cuidar el gallinero?
Gallo Chico, sin responder, sólo abrió un ojo, y luego lo
volvió a cerrar y se quedó inmóvil.
Gallo Grande, muy enojado, cogió al Gallo Chico por la
cresta y lo echó a la calle.
En la calle se quedó tirado el gallito.
Cuando en el cielo brilló la primera claridad del día, la
Aurora bajó al pueblo y encontró al gallito.
143

—¡Ya te conozco! ¡Eres muy perezoso! Como no quieres
trabajar, te transformaré en un gallo de hojalata.
El campanero salió de su casa para ir al trabajo y vio en
el suelo un gallo de hojalata.
—¡Qué bueno que encontré este gallo! —dijo—. Lo pon­
dré en la veleta de la iglesia para que el viento lo haga gi­
rar y nos diga en qué dirección sopla.
Y hablando al gallo, agregó:
— ¡Alégrate! Vas a estar muy alto. Te iluminará el pri­
mer rayo del sol, y el último te pintará de rojo. Te cubrirá
de gotitas claras la lluvia. ¡Alégrate! Vas a ser útil.
Lo que el gallito rehuía
lo hace ahora todo el día.
VOCABULARIO
rezongaba — refunfuñaba, protestaba en voz baja.
rehuía — evitaba.
144

LA PUNTUALIDAD
El viernes visitamos una fábrica de papel. :
Desde la víspera mi maestra nos explicó que los alumnos
impuntuales seguramente se quedarían sin asistir a la excur­
sión, pues la salida se había fijado, precisamente, para las
ocho de la mañana.
El jueves por la noche pedí a mamá que al día siguiente
me despertara muy temprano. Igual recomendación hice a
papá.
El me dijo:
—Para que estés más tranquilo, pondré el despertador
cerca de ti.
—No, papá —le contesté—. Yo soy enemigo del desper­
tador y de los otros relojes; siempre me hacen correr.
—Si no hubiera relojes —respondió mi padre—, corre­
rías más, y muchas veces inútilmente.
145

Luego continuó así:
"Imagínate lo que sucedería si no hubiera relojes.
"Saldrías tranquilamente de casa para ir a la escuela, y
al llegar te encontrarías con que la maestra y tus condis­
cípulos habían empezado el trabajo desde mucho antes,
pensando que ya era tarde.
"Al mediodía, cansado tú v con hambre, no sonaría la
campana para salir, porque el director podría imaginarse
que aún era temprano.
"Otras veces llegarías a la escuela corriendo, y resultaría
que tú y otros muchos tenían que esperar largo rato a los
demás.
"Pienso que a tu escuela asisten algunos niños que viven
en el País sin Relojes.
"Son aquellos que llegan cuando los otros han hecho va
uno o dos trabajos, y que responden al maestro, si éste les
pregunta la causa de su retardo:
146

"—Creí que era temprano . . .
"Son niños que interrumpen el trabajo de los demás
y les hacen perder el tiempo.
"En resumen, que el reloj nos ayuda a adquirir la cos­
tumbre, muy útil, que se llama puntualidad.
"Puntualidad quiere decir llegar a tiempo.
"Llegar a tiempo al trabajo.
"Llegar a tiempo a las diversiones.
"Llegar a tiempo a las visitas."
VOCABULARIO
excursión — visita a un lugar para estudio o recreo.
interrumpen — estorban o impiden.
resumen — breve manera de decir algo.
147

UNA EXCURSIÓN
(Primera parte)
Todos esperábamos impacientes la llegada de los autobu­
ses que nos llevarían a visitar la fábrica de papel.
Queríamos saber cómo se convierte la madera de los ár­
boles en papel para libros.
*
Te voy a decir lo que aprendí en esa visita.
Empieza por imaginarte un bosque, un extenso y solitario
bosque de oyameles, pinos o chopos.
148

Cada año, durante algunas semanas, el bosque se llena
de ruidos: voces de hombres, chirriar de sierras, golpes de
árboles que caen.
A los troncos derriba­
dos se les convierte en
rajas chicas.
Las rajas siguen hasta
la fábrica de papel.
Vimos en el patio de la
fábrica cómo apilan las
rajas, sobre grandes tan­
ques, donde las lavan y
les quitan la corteza. Luego las rajas llegan a las máquinas,
que las trituran hasta convertirlas en astillas.
La madera, triturada así, pasa a unos depósitos de acero
donde se la hierve en agua.
Hervida la madera, se convierte en pulpa.
La pulpa se mezcla con más agua y se pone en cubas
enormes que se llaman batidores.
En el batidor, la pulpa de madera parece arroz con leche.
Muy bien batida ya, la pulpa se lava cuidadosamente y
queda lista para ir a la máquina que la transformará en papel.
Esta máquina es muy grande, y su funcionamiento, mara­
villoso. Por un lado entra la pulpa, que todavía es madera,
aunque hecha pasta; por el otro, sale convertida en una tira
de papel de varios metros de ancho v de ocho kilómetros de
longitud, que se enrolla alrededor de un eje llamado mandril.
149

Dijo mi maestra que los chinos fueron los inventores
la fabricación del papel.
VOCABULARIO
derribados— que se les ha hecho caer.
trituran — despedazan.
150

UNA EXCURSIÓN
(Segunda parte)
Terminada la visita a la fábrica, todos gritamos:
—¡A comer!
Llevábamos tortas de huevo, de mole, de queso, de agua­
cate; frijoles y mucha fruta.
Cada uno buscó a sus amigos, y en grupos nos sentamos
a comer bajo los frondosos árboles de un jardín.
Descansamos buen rato. En seguida los maestros nos per­
mitieron jugar.
151

Quiénes jugábamos al burro, quiénes a las canicas, quié­
nes al trompo o a la pelota.
Mi maestra nos enseñó el juego de "Los enanitos y el
gigante". Te explicaré cómo es, para que también tú te di­
viertas jugándolo.
Uno de los compañeros más grandes hace de gigante. Los
demás son los enanos.
El gigante pone su tesoro en el suelo y, colocándose cerca,
se prepara a vigilarlo.
El tesoro es un pañuelo anudado por las puntas.
Todos los enanitos procuran quitar el pañuelo al gigante,
y tan pronto como alguno lo consigue, echan a correr.
Siempre corriendo, irán pasándose de mano en mano el
pañuelo, mientras el gigante trata de recuperarlo.
El enanito que se des­
cuide y deje que el pa­
ñuelo caiga en poder del
gigante, será gigante a
su vez.
En este juego no hay
refugios que ofrezcan
descanso a los jugado­
res. Además, el gigante
no puede quitar por la
fuerza el pañuelo, ni se
permite a ningún ena­
nito retener la prenda,
sino que pronto ha de
pasarla a otro.
~2
9
152

Tras de jugar y retozar toda la tarde, emprendimos
el regreso.
Nuestras canciones y risas eran como fiesta para la gente
que transitaba por el camino.
VOCABULARIO
frondosos
vigilarlo
recuperarlo
emprendimos
transitaban
retener
refugios
con muchas ramas y hojas.
cuidarlo.
tenerlo otra vez.
empezamos.
caminaban.
tener mucho tiempo.
lugares a salvo de ataque o peligro.
153

EL P
En el jardincito lleno de
sombrean, está un pajarito
Picotea afanoso la tierra
allá; a veces se queda quiet
luego se esconde bajo las
cando, diligente, gusanos )
Carmela y yo lo vemos d
lo mejor, salimos al jardín
El pajarito no advierte ni
Ahora las grandes hojas de
Carmela me dice en voz
Pero él nos descubre en1
rama del árbol, inclinand<
mira con inquietud.
ÜARILLO
lores, y que dos grandes arbole
Vivo y gracioso, va de aquí par
, inclinada la cabecita a un ladc
natas, y a poco reaparece, bus
semillas.
sde -la ventana. Para contemplai
ístra presencia y sigue comiendc
un platanillo me impiden verle
3aja: "Allí está"
mees, alza el vuelo, y desde un
hacia abajo el cuerpecito, no
154

Espera un instante y luego asciende hasta otra rama.
Desde allí abre las alas y se lanza al aire. Mi hermanita y
yo seguimos con los ojos la gracia de su vuelo.
Nuestro pajarito tiene su nido en uno de los árboles del
jardín.
Una mañana, al asomarme por la ventana para ver el
nuevo día, lo descubrí. Posado en una rama, esponjaba su
plumaje y con el pico lo alisaba. De pronto empezó a trinar,
primero como para sí, después con tres o cuatro gorjeos altos
y sostenidos. ¡Qué gusto me dio el oírlo y saber que casi a
diario era él quien me despertaba!
Porque, imagínate: no bien despierto, todas las mañanas
murmuro en la cama: "¿Me levantaré? ¿No me levantaré?"
Pero oigo el canto del pájaro y brinco al suelo.
Empieza el nuevo día; el cielo se ha teñido de rosa por
el oriente; hacia el poniente, en el azul profundo, palidece la
última estrella.
VOCABULARIO
diligente — activo.
murmuro — digo en voz baja.
155

UTILIDAD DE LOS PÁJAROS
Muchos de ustedes tienen en
macetas o en el jardín diversas
clases de plantas.
Si observan esas plantas no­
tarán que en los tallos, en las
hojas, y aun ocultos en las flo­
res, hay muchos animalitos.
Si cavan la tierra alrededor
de las plantas, pronto descu­
brirán otros.
Algunos de esos animalitos
se llaman insectos.
Hay insectos que atacan a las plantas y a los árboles.
Devoran las hojas, secan las raíces, destruyen las semi­
llas, llenan de gusanos las frutas.
Si los insectos destruyen las plantas que sembró el cam­
pesino, éste pierde su trabajo.
Por las plantas destruidas o las frutas agusanadas nadie
le dará dinero, y él será tanto más pobre.
¿Qué es lo que debe hacer en este caso el campesino?
Acabar con los insectos. »
Acabar con los insectos resulta tarea difícil, porque se
les halla en gran cantidad.
156

El campesino no puede quitarlos uno por uno de cada una
de sus plantas.
Pero si este trabajo no puede hacerlo el campesino,
lo hacen los pájaros.
Durante todo el día los pájaros comen insectos, todos los
insectos que encuentran en las plantas, aun aquellos, tan
pequeñitos, que nosotros no vemos.
Todos los días de su vida los pájaros persisten en esta
labor.
Comen tantos insectos perjudiciales, que bien puede per­
mitírseles que picoteen alguna fruta, que aprovechen algu­
nos granos de maíz, de trigo, de avena, o que, de vez en vez,
se nutran de hortalizas.
Abundan las personas que desconocen la utilidad de los
pájaros. De lo contrario, se guardarían de perseguirlos.
Cada pájaro enjaulado o muerto deja con vida a millones
de insectos perjudiciales.
VOCABULARIO
ocultos — escondidos.
cavan — remueven la tierra.
devoran — comen.
hortalizas — verduras que comemos.
abundan — hay muchas.
se guardarían de — no se atreverían a.
persisten — hacen, sin interrupción, esa labor.
157

UN MAL COMPAÑERO
La mayoría de los muchachos que formamos el grupo de
segundo año nos tratamos bien y nos queremos.
El único que siempre está buscando pendencia es un
chico atrabiliario a quien muchos llaman el Grandullón.
Y en verdad que se trata de un muchacho mal educado
que a todos nos molesta.
Hoy, a la salida de clases, arrebató un caramelo a un niño
de primer año y lo arrojó por encima de la barda.
Martín y los mayores de mi grupo, en defensa del peque­
ño, le reclamaron y él los insultó.
Entre todos lo cogieron, y levantándolo en peso, lo lleva­
ron hasta la calle.
158

Salí yo caminando despacio y me detuve en la esquina a
esperar a Martín.
De pronto, alguien se arrojó sobre mí. Caí al suelo; el
otro cayó también. Yo luché por desasirme; con los dientes
apretados daba puñetazos.
El que así me había atacado era el Grandullón.
Uno de mis compañeros acudió en mi auxilio y el Gran­
dullón me soltó. Me levanté indignado y sudoroso, volví la
cabeza para saber quién me había defendido y vi a Martín.
Terminada la lucha caminamos en silencio hacia la casa.
Puse mi mano en el hombro de Martín y él hizo lo mismo.
Si se necesita, yo también lo defenderé, porque es mi
amigo.
159

LA CASA
Llegamos a casa.
¡Cuánta frescura y qué silencio!
Al entrar me saludan con sus colores las flores del jardín.
Todos los cuartos tienen las ventanas abiertas para que
entren por ella el aire v la luz del sol.
A esta hora la casa entera es aseo y orden.
Las alcobas están arregladas.
El cuarto de baño luce brillante: la toalla limpia, los pei­
nes y cepillos en su lugar.
En el comedor, que un pequeño florero alegra con sus
rosas, la mesa se halla dispuesta para la comida.
160

Es la casa que mis padres crearon y que sostienen para
nosotros.
Es la casa, mi casa: limpia y amable como mi madre; pro­
tectora y tranquila como mi padre.
Algunas veces, en la escuela o en la calle, me suceden
cosas desagradables o tristes; pero no puedo quejarme ni
debo llorar, porque tengo mi casa, y en mi casa tengo a mis
padres.
VOCABULARIO
alcobas — cuartos para dormir.

EL ÁLBUM
En mi clase tenemos, para presentarlo en la exposición
de fin de año, un álbum de Historia.
Es un álbum grande, formado con recortes de periódicos
y revistas, y con tarjetas postales y dibujos que se refieren
a sucesos de la historia de México que nos interesan.
Queremos que en la exposición final nuestro álbum no
quede olvidado sobre una mesa, sino que sea hojeado por
los muchachos de la escuela y por los visitantes.
Para que no se rompa lo hemos hecho con papel grueso.
Puede abrirse bien y las hojas se pasan fácilmente, pues
en vez de coserlas las hemos trabado con pequeñas anillas
de alambre.
La cubierta es de cartón grueso, forrado de papel azul.
162

Mi maestra ha dibujado en la portada una hermosa ban-
, dera mexicana, tan bien hecha, que parece que el viento le
abre los pliegues que él mismo acaba de formar.
Queremos que a nuestra obra no le falte nada: al pie de
las ilustraciones hemos escrito breves notas explicativas.
Muchas de estas notas han sido redactadas por nosotros
en la clase de Lengua Nacional; otras las hemos copiado de
los libros; algunas son las que publicaron los periódicos
como pies de grabados.
Cuando terminen las clases obsequiaremos el álbum a los
maestros de primer año, a fin de que lo utilicen durante el
nuevo curso al enseñar a los chiquitines algunos pasajes
históricos.
Te daré a conocer varias de las hojas que forman nuestro
álbum.
VOCABULARIO
portada — la primera página de un libro o de un
álbum.
breves — pequeñas, cortas.
pies de grabados — explicaciones que aparecen debajo de
los grabados.

TENOCHTITLAN
En la primera hoja está la leyenda de Tenochtitlan.
Tenochtitlan era el nombre de la hov hermosa ciudad de
J
México. Antes lo acentuábamos de otro modo. Decíamos
Tenochtitlan.
Cuenta la leyenda que desde un lugar remoto, llamado
Chicomostoc, palabra que significa Lugar de las Siete Cue­
vas, llegaron los aztecas hasta las orillas del lago de Texcoco.
Los aztecas habían peregrinado durante muchos años, so­
portando sufrimientos innumerables, guerreando contra las
otras tribus a quienes hallaron en su ruta.
Nada los había detenido, pues su dios, el dios Huitzilo-
pochtli, les prometió, por boca de los sacerdotes, darles una
tierra donde se establecerían definitivamente.
"Allí donde encontremos una águila devorando una ser­
piente —habían dicho los sacerdotes— terminará nuestra
peregrinación. Allí fundaremos nuestra ciudad."
Al llegar a las orillas del lago de Texcoco, los aztecas,
perseguidos por los pobladores de las tierras cercanas, se
refugiaron entre los tulares y recorrieron los islotes en bus­
ca de sustento.
En uno de esos islotes encontraron la señal prodigiosa:
sobre un nopal el águila devoraba a la serpiente.
Principiaron entonces a construir su ciudad.
165

Para extender el territorio trajeron troncos y tierra y for­
maron chinampas.
Al borde de las chinampas plantaron huejotes, árboles
resistentes que no se pudren por el exceso de agua.
Lentamente fue creciendo la ciudad. Al principio solo la
componían chozas de ramas y zacate; luego tuvo casas de
adobe; al fin, la embelleció un templo magnífico, y hermo­
sas calzadas la unieron con la tierra firme.
VOCABULARIO
lugar remoto — lugar muy lejano.
habían peregrinado — habían recorrido muchas tierras.
ruta — camino.
se establecerían — se quedarían a vivir.
islotes — islas muv pequeñas.
sustento — alimento.
166

LOS AZTECAS
Los aztecas eran guerreros incansables. Pelearon contra
pueblos numerosos; enriquecieron a sus reyes y sacerdotes
con los tributos arrancados a las poblaciones que conquis­
taban, y aplicaron al engrandecimiento de su ciudad el tra­
bajo de los vencidos.
167

Entre los aztecas había hábiles artesanos que trabajaban
maravillosamente el oro v la plata; que labraban collares,
orejeras, vasos, platos y multitud de otros objetos, útiles o
de ornato.
Conocían el algodón, y lo hilaban para transformarlo en
finas mantas, hermosas por el trazo y el color de sus dibujos.
De las plumas de los pájaros, a que daban caza en los bos­
ques, tejían ropajes, tan bellos como delicados, y confeccio­
naban vistosos adornos para el rey, los sacerdotes y los
grandes señores.
Fabricaban, decorándolos con grecas y otras figuras, va­
sijas y diversos utensilios de barro o de madera.
Inventaron un calendario que llevaba la cuenta de los días
v los años.
Conocían las propiedades v virtudes de muchas plantas,
168

y las utilizaban en la medicina y la industria. Así obtenían
las tintas con que coloreaban el algodón.
Conservaban la historia de sus hechos y conquistas, para
lo cual los consignaban con dibujos,* no con letras, en amad,
papel por ellos fabricado con la albura del árbol que hoy
llamamos amate.
Así vivieron durante muchos años.
Así los encontraron los españoles que, capitaneados por
Hernán Cortés, llegaron a conquistar a Tenochtitlan en el
año de 1519.
En aquel tiempo era rey de los aztecas Moctezuma Xoco-
yotzin.
VOCABULARIO
albura — capa blanda que se halla inmediatamente debajo
de la corteza de los árboles.
169

CUAUHTÉMOC
A la muerte de Moctezuma, Cuitláhuac fue el rev.
j
Era éste un jefe joven, dispuesto a la lucha.
Atacó a la gente de Hernán Cortés y la obligó a huir de
la ciudad de Tenochtitlan.
170

En seguida reunió su ejército, llamó a sus capitanes y los
envió a combatir a los españoles. Éstos se defendieron con
valor y habilidad, auxiliados por varios miles de indios, ene­
migos de los aztecas, y las tropas de Cuitláhuac fueron
derrotadas.
Sin acobardarse por aquello, el rey continuó organizando
con sus vasallos la defensa que se proponía hacer; pero no
pudo realizarla porque enfermó de viruelas y murió.
Entonces los aztecas eligieron rey a Cuauhtémoc.
Cuauhtémoc quiso unir a todos los pueblos indígenas en
la lucha contra los conquistadores.

A los caciques de los indios les advirtió que estuvieran
con las armas preparadas y pelearan con bravura, pues de
otro modo los españoles los vencerían y los harían esclavos.
Como sabía que la ciudad más codiciada era la suya, pre­
paró a sus guerreros, construyó canoas, almacenó armas y
alimentos, cada día más decidido a defender, hasta la muerte,
a Tenochtitlan.

Sus preparativos se interrumpieron al aproximarse los es­
pañoles a la ciudad y comenzar el asedio.
Los españoles, y los indios que se les habían sometido,
rodearon el lago en que estaba edificada la ciudad e impi­
dieron el paso de provisiones y auxilios. Cerraron las cuatro
calzadas que comunicaban a Tenochtitlan con la tierra fir­
me,* hicieron imposible el tránsito de las canoas.

Durante noventa y tres días los aztecas se defendieron
heroicamente. Incontables guerreros perecieron.

Privados de agua y alimentos, los niños y las mujeres
morían de hambre; montones de cadáveres se veían por
dondequiera; las casas y los templos habían sido destruidos.
Cuauhtémoc decidió salir de la ciudad cruzando el lago,
y en la travesía cayó prisionero.
Conducido ante Cortés, le dijo:
"Malinche, he hecho cuanto debía en defensa de mi ciu­
dad y mis vasallos, pero no puedo más; y pues me traen,
preso y por la fuerza, ante tu persona y poder, toma ese pu­
ñal que tienes en el cinto y ahora mismo mátame con él."
La palabra Cuauhtémoc quiere decir "águila que cae".
Cuauhtémoc llevó con honor su nombre. Fue valeroso y
audaz como las águilas y prefirió combatir hasta lo último
antes que rendirse para ser esclavo.
VOCABULARIO
vasallos — hombres sometidos a la autoridad del rey.
audaz — muy atrevido.
indígenas — nacidos en estas tierras.
advirtió — avisó.
caciques — jefes.
codiciada — vista con ambición.
asedio — sitio, rodeo.
edificada — construida, levantada.
travesía — viaje.
Malinche — nombre que daban los aztecas a Cortés.
cinto — cinturón.
172

HIDALGO
Al terminar la lucha contra los españoles, los aztecas se
encontraron con su ciudad destruida y su emperador pri­
sionero.
Dejaron de formar un pueblo libre para convertirse en
siervos.
Durante trescientos años la tierra y el trabajo de los in­
dios, así llamados desde el descubrimiento de América,
produjeron riqueza y bienestar que casi fueron tan sólo para
los descendientes de los conquistadores y los colonos.
173

Al parecer, la opresión y miseria de los indios no tenía
remedio. Tampoco parecía fácil que saliera de la sumisión
y la inferioridad otra parte de la población de México: la
que formaban muchos descendientes de españoles, o los hi­
jos de indias y españoles.
En 1810 un anciano sacerdote, llamado Miguel Hidalgo
y Costilla, pensó que el sufrimiento de los indios y todas
aquellas otras cosas debían terminar.
Don Miguel Hidalgo era un hombre instruido. Desde niño
había tenido inclinación por el estudio. En el Colegio de
San Nicolás, de la ciudad que entonces se llamaba Vallado-
lid, y hoy Morelia, se distinguió por su inteligencia y apli­
cación.
Hidalgo sabía que si la gente quiere vencer a la miseria
sólo tiene un medio: el trabajo.
Se puso a enseñar a los indios diversos oficios: cómo ha­
cer muebles, cómo fabricar ladrillos y trastos de barro, cómo
criar el gusano de seda, todo ello fuente de riqueza.
¿Pero de qué sirve a nadie ganar dinero si tiene un amo
que se lo quita? ¿Cómo pueden librarse de su condición in­
ferior hombres a quienes se tiene sujetos de modo que no
prosperen?
Para que los hombres puedan aprovechar lo que ganan
con su trabajo y su inteligencia necesitan ser hombres libres.
Así lo comprendió Hidalgo.
Reunió a sus amigos, entre los cuales se contaban algu­
nos militares y dos mujeres cultas y valerosas, y les explicó
la necesidad de pelear contra los dueños del país, que eran
los españoles.
174

Todos aportaron su ayuda, pero alguien les hizo traición:
dio a los españoles aviso de lo que pensaba hacer Hidalgo.
Al saber que la conspiración estaba descubierta, don Mi­
guel Hidalgo mandó repicar las campanas de su parroquia
en la madrugada del 16 de septiembre de 1810. Acudieron
los vecinos, y cuando estuvieron reunidos, Hidalgo los in­
vitó a tomar las armas y a sostener la guerra contra los
españoles hasta que se lograse la independencia de México.
VOCABULARIO
siervos'— hombres sometidos a otros, como los esclavos.
aportaron — dieron.
175

LOS NIÑOS HÉROES
Si vives en México, o si vas alguna vez a la capital,
cuando corras alegremente por las calzadas del Bosque de
Chapultepec acuérdate de que hace muchos años murieron
allí por tu patria varios niños mexicanos.
Era el 13 de septiembre de 1847.
El bosque —¿lo ves tan hermoso? ¿sientes su frescura y
sus perfumes?—, este mismo Bosque de Chapultepec por
donde paseas alegre, se llenó de humo de pólvora, de true­
nos y estampidos de fusiles y cañones.
176

Mexicanos y norteamericanos, echándose unos sobre otros,
rodaban, abrazados con furia, hasta el fondo de las zanjas y
entre el lodo y los yerbazales ensangrentados.
Xicoténcatl, jefe del Batallón de San Blas, mandaba ahí a
los mexicanos y veía, con angus­
tia, que sus soldados y oficiales
caían muertos. ¡El enemigo lle­
gaba más y más numeroso desde
todos los linderos del bosque y
estaba a punto de subir al casti-
iW. . . . Silbaban las balas por
dondecíuiera . . . No se veía ya, a
causa del humo de la pólvora.
Heroico, Xicoténcatl toma en­
tonces la bandera de su batallón,
la Bandera de San Blas, y, en­
volviéndose en ella, grita "¡Viva
México!"
Las balas lo atraviesan. Sobre
su cadáver pasan los norteamericanos y se dirigen al cerro
mientras otros trepan ya por las peñas, abrigándose con los
árboles.
Allá, en lo alto del cerro, los cadetes del Colegio Militar,
niños en su mayoría, esperan y hacen fuego también . . .
¡Van a morir peleando por su patria, peleando por México!
Llegó a lo alto una multitud de enemigos que escalaba
los muros, que derribaba las puertas, que se arrojaba
sobre los valientes defensores del recinto, maltrecho ya por
el estallido de las bombas.
177

Y entonces fue cuando los cadetes niños los recibieron
gritando:
"¡Viva México! ¡Viva el Colegio Militar!"
Así murieron por su patria aquellos niños héroes, aque­
llos alumnos del Colegio Militar que pelearon contra los
invasores. Así murieron Juan de la Barrera, Francisco Már­
quez, Fernando Montes de Oca, Agustín Melgar, Vicente
Suárez y Juan Escutia.
No olvides sus nombres, buen amiguito, y cuando vayas
a pasear por el hermoso Bosque de Chapultepec y goces con
la deliciosa frescura de los árboles, a la sombra de los altos
y viejos ahuehuetes de donde cuelgan velos de blanco heno,
acuérdate de que hubo un día terrible en que todo el bos­
que fue sacudido por el heroísmo y la muerte de unos niños
mexicanos . . .
Heriberto Frías
VOCABULARIO
estampido — ruido que hacen las armas de fuego al disparar.

CANCIÓN DE LAS MONTAÑAS
¡Qué hermosos son los montes
del suelo en que nací!
¡Qué blancas son sus cimas
que rasgan el zafir!
El águila en sus crestas
anídase feliz.
¡Qué bellos son los montes
del suelo en que nací!
Montañas adoradas,
montañas de Anahuác,
gigantes centinelas
que el valle custodiáis,
yo quiero cual vosotras
blancuras ostentar.
¡Montañas adoradas,
montañas de Anahuác!
Si un día el extranjero
mi patria viene a hollar,
vosotras sed refugio
de toda libertad;
vosotras sed murallas
de roca, de mi hogar,
¡Montañas de oro y nieve,
montañas de Anahuác!
Amado Ñervo
Tu maestra te explicará por qué en esta poesía se pronun­
cia Anahuác (A-na-huác), y no Anáhuac.
179

CAMARADAS
Cada día que pasa me gusta más la hora de recreo.
Todos los muchachos que formamos el grupo de segundo
año somos amigos y en el recreo jugamos juntos.
¡Qué divertido es jugar así!
En ocasiones, un alumno mayor quiere maltratar a uno
de nuestros compañeros; entonces acudimos todos a defen­
derlo y el grandullón corre.
En la escuela saben que somos buenos camaradas; muchos
dicen: "¡No provoquen a uno de segundo porque vienen
todos!"
180

Nosotros nunca nos reunimos para maltratar a otros, pero
sí sabemos defender juntos a nuestros compañeros.
No sólo en la hora de recreo sentimos la amistad que nos
une. En el salón de clases, si alguien necesita papel, lápiz
o pinturas, varios compañeros le ofrecen lo que pide; a ve­
ces son tantos los que desean ayudar, que reímos todos.
Ahora que estamos terminando los trabajos para la expo­
sición de fin de año, veo cómo el engrudo, las seguetas, los
clavos y otros útiles que trae alguno de los compañeros sir­
ven a otros.
En las competencias de orden y puntualidad, las cuales
organizan los maestros, ganamos el primer lugar porque to­
dos nos esforzamos para que nuestro grupo sea el vencedor.
Hay tres o cuatro perezosos que no se interesan por nada.
Otros, en cambio, nos ayudan y animan, como Martín y
Andrés.
Estos son nuestros capitanes. Todos los queremos.
¿No es ése el mejor modo de quererse? ¿trabajar juntos
para el bien de cada uno y para ayudarnos unos a otros en
la voluntad de llegar a ser mejores?
VOCABULARIO
grandullón — muchacho muy crecido.
engrudo — masa que sirve para pegar
181

A MI MAESTRA
Tu mano, puesta sobre mi mano, me enseña a escribir.
Pones todo tu afán en que aprenda yo a trazar bien las
letras, y yo te ofrezco que con ellas no escribiré mentiras ni
palabras sucias. Si hay niños que hacen eso en bancas y
paredes, nunca los imitaré.
Nos narras las historias de nuestras gentes: el asombro
de los primeros pobladores cuando encontraron el águila
devorando a una serpiente; el valor demostrado por Cuauh­
témoc y sus guerreros en los noventa y tres días que duró
182

la defensa de su ciudad en ruinas; el grito de Hidalgo:
"¡Viva la Independencia!", que fue la voz de la libertad; la
muerte de aquel héroe niño que, desde lo alto del Castillo
de Chapultepec, se arrojó envuelto en la bandera de la Patria
para que no la cogieran los enemigos. Tus palabras, maes­
tra, encienden en nosotros el amor por el bien, el propósito
de honrar a México llevando con nobleza, con valor y con
generosidad el nombre de mexicanos.
Abres, maestra, un libro, y al empezar a leer es como si
abrieras una ventana, ventana que nosotros no conocíamos:
nos muestras así el cielo claro, el sol brillante, mariposas y
pájaros, países lejanos, hombres que han sido heroicos al
cumplir con su deber. Por eso nos gustan tus libros, que
deseamos tener entre las manos y leer. Por eso hemos apren­
dido a amarlos.
A veces dices alegremente: "¡Vamos a cantar!", y al oírte,
pensamos que cantar es algo tan importante, que debemos
practicarlo para vivir contentos.
Cada hora, cada día, cada semana, guías nuestra existen­
cia y nos acompañas
VOCABULARIO
narras — cuentas.
asombro — sorpresa.

CUENTO DE PRIMAVERA
La Primavera ha llegado a estos campos, mustios y pardos,
y los recorre al despuntar el día.
La Primavera sonríe; su sonrisa, llena de luz, da nueva
vida a la tierra.
Volando sobre el campo, la Primavera descubre un ca­
pullo, oscuro y grueso, que cuelga de la rama de un árbol,
y que, con la brisa matinal, se mece como si fuera una
campanita.
No era nada bonito el gusano que tejió ese capullo en
otoño, y que desde entonces se metió allí para dormir.
Ahora la Primavera siente compasión por el gusano, pues
piensa que no ha visto la tierra engalanada con el verdor
de las hojas y el variado color de las flores. Por eso va di­
ciendo a las semillas:
—Semillita, buena semillita, despierta; hay que hermosear
la tierra para que el gusano, ¡pobrecito!, la conozca enga­
lanada y se alegre. ¿Me quieres ayudar?
—Sí, sí —responden las semillas—. Ya hemos dormido
demasiado; nuestras casitas están calientes y la lluvia ligera
184

que tú trajiste las ha humedecido. Queremos salir; la fres­
cura de la brisa nos acariciará.
Y las semillas, rompiendo su vestidura, echan hacia
fuera las primeras hojitas, que son nuevas. Con ellas em­
pieza el adorno de los campos.
Así, una alfombra tiñe de verde el llano y las colinas,
y los perfuma.
Pero el gusano sigue durmiendo.
—Si duerme más, si no rompe su capullo a tiempo,
morirá —dice la Primavera—. Arroyo, arroyito saltarín,
¿quieres ayudarme a despertar al gusano?
—Sí, te ayudaré; aunque no me gustan los gusanos, sino
las libélulas y las mariposas —responde el arroyo y, ha­
ciendo un gran esfuerzo, rompe el hielo que lo aprisiona
aún, y sus aguas corren v cantan.
Pero el gusano sigue durmiendo.
La Primavera, ansiosa, dice
a los árboles y a las plantas:
—Árbol, echa brotes nue­
vos; planta, cúbrete de hojas.
De este modo, los pájaros
volverán y nos ayudarán a
despertar al gusano.
Las plantas, la hierba y
los árboles, presurosos, se
visten de hojitas tiernas, y
los pájaros, que habían emigrado huyendo del invierno,
vuelven.
Un pajarito que todavía no sabe nada de las cosas del
mundo, vuela y vuela, travieso y feliz, y así descubre el ca­
pullo que cuelga de la rama del árbol.
—¿Qué será? —se pregunta, y curioso, se acerca y lo
golpea con el pico: toe. toe, toe . . .
185

Pero en seguida, temeroso, se aleja.
El gusano despierta, se mueve dentro de su estrecha
morada, se estira, y advierte que durante su largo sueño ha
estrenado nuevo vestido.
¡Hay que salir para que todos vean el traje nuevo! . . .
El capullo se rompe, y cuando el pajarito vuelve, lo encuen­
tra vacío.
¿Quién habitaba allí?
Cerca, prendida de una rama, una bellísima mariposa,
con movimientos lentos, suaves, delicados, empieza a exten­
der sus alas, finas como la seda, y pronto se echa a volar.
Los pájaros, las plantas, la hierba, los árboles y el arroyo
la contemplan con admiración.
—¡Qué hermosa! ¡Qué hermosa! —exclaman una y otra
vez—. ¿De dónde ha venido?
—¿Nadie la conocía? —dice la Primavera-—. Es el gusa­
no que estaba en el capullo oscuro y que entre todos hemos
logrado despertar.
Sí, todos saben que ayudaron a sacar de su escondite
aquella hermosura, y, contentos, sienten por eso honda
felicidad.
(Autor anónimo)
VOCABULARIO
mustios — marchitos.
pardos — de color oscuro.
tiñe — da color.
habían emigrado — partieron a otras tierras o lugares.
186

ORACIÓN AL LIBRO
¡Oh, libro, amigo mío,
que embelleces mi mano:
guíame por la vida,
eres mi buen hermano!
Colma esta inagotable
sed de saber;
de tu fuente de luz
dame a beber.
Hazme, como tú, claro,
generoso, profundo,
abierto al infinito
llamamiento del mundo.
De la vida, el misterio
tú me harás conocer.
De la ignorancia sálvame;
el saber es poder.
¡Ah, guarda entre tus páginas,
con humano fervor,
mis horas de alegría,
mis horas de dolor!
Guíame por la vida,
sé mi hermano,
¡oh, libro, hermoso libro
que ennobleces mi mano!
Gastón Figueira

ESTE LIBRO ES PROPIEDAD DE LA REPÚBLICA MEXICANA
Para que lo use y lo conserve se entrega en forma absolu­
tamente gratuita, pero con la condición de que lo cuide, a
(nombre de/ educando)
alumno* alumna* del
(grado)
de la
(escuela)
* *
de
(población) (entidad federativa)
Ninguna persona, física o moral, podrá convertir este libro
en objeto de comercio, franco o clandestino; ni lucrar con él de
ningún modo; ni pedir a cambio de él —por ningún concepto—
cantidad o cosa alguna; ni llevarlo o mandarlo fuera de! país,
o intentar louno o lo otro.
La persona o personas, físicas o morales, que contravengan
cualquiera de las prohibiciones o limitaciones mencionadas, que­
darán sujetas a las sanciones penales que procedan.
Comisión Nacional de fos Libros de Texto Gratuitos
* Tachar alumno o alumna, según el caso.
* * Indicar, además del nombre que lleve el plantel, su número de
registro (clave).

La mañana
Ya llegó abril
Saludos
f?El Capitán"
Cuento
La familia
La historia que contó papá
El desayuno
Corrido de Domingo Arenas
¡Qué buenas son tus manos!
Poema a la madre
El periódico
Una noticia
El maquinista
El viaje
Mi padre
El cartero
El regreso
Relato de papá
El viento
ÍNDICE
Página
7 La huerta
8 Las frutas .
10 Conversación ...........
11 Trabajo
12 Las tres mariposas. Cuento.
14 Los amigos . . .
16 La escuela
18 Al trabajo
20 La calle
22 Martín
24 Benito Juárez
26 El conejito blanco. Cuento .
28 Un concurso
29 Fiesta
30 Vida retirada
32 El árbol
34 La tierra
36 La raíz del rosal
38 Recuerdo
40 Los abuelitos

Página
El bosque de Chapultepec 83
El parque zoológico 85
Las ardillas 87
Patitas blancas. Cuento ... 89
Las muñecas 92
Los órganos de los sentidos 94
Quiénes nos ayudan a traba­
jar ...... 96
Otros servidores 97
Las compras 98
El primero de mayo 100
Ocupaciones 103
Los campesinos 104
La Bandera 107
Himno Nacional Mexicano. 109
La Bandera 112
(Poesía)
El ahorro 113
La lluvia 115
Historia del agua clara . . . 118
El agua 120
La lámpara de Aladino . . . 122
Historia de un niño pobre . 125
Los juegos 129
"El lobo" 131
Adivinanzas 133
El ramito blanco 136
La moneda perdida 137
La biblioteca 139
El gallo perezoso 141
La puntualidad 145
Una excursión (1* parte) . . 148
Una excursión (2* parte) . . 151
El pajarillo 154
Utilidad de los pájaros . . . 156
Un mal compañero 158
La casa 160
El álbum 162
Tenochtitlan 165
Los aztecas 167
Cuauhtémoc 170
Hidalgo 173
Los niños héroes 176
Canción de las montañas . . 179
Camaradas 180
A mi maestra 182
Cuento de Primavera 184
Oración al libro 187

Esta segunda parte (845 000 ejempla­
res) de la séptima edición de Mi Libro
de Segundo Año, terminó de imprimir­
se el día 21 de junio de 1966 en las ro­
tativas de los talleres de la Comisión
Nacional de los Libros de Texto Gra­
tuitos, situados en la calle del Doc­
tor Río de la Loza, número 116, Méxi­
co, D. F. Cuidaren de la edición Juan
Madrid, José Rodríguez Vega y Jena­
ro de la Colina.
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