que tú trajiste las ha humedecido. Queremos salir; la fres
cura de la brisa nos acariciará.
Y las semillas, rompiendo su vestidura, echan hacia
fuera las primeras hojitas, que son nuevas. Con ellas em
pieza el adorno de los campos.
Así, una alfombra tiñe de verde el llano y las colinas,
y los perfuma.
Pero el gusano sigue durmiendo.
—Si duerme más, si no rompe su capullo a tiempo,
morirá —dice la Primavera—. Arroyo, arroyito saltarín,
¿quieres ayudarme a despertar al gusano?
—Sí, te ayudaré; aunque no me gustan los gusanos, sino
las libélulas y las mariposas —responde el arroyo y, ha
ciendo un gran esfuerzo, rompe el hielo que lo aprisiona
aún, y sus aguas corren v cantan.
Pero el gusano sigue durmiendo.
La Primavera, ansiosa, dice
a los árboles y a las plantas:
—Árbol, echa brotes nue
vos; planta, cúbrete de hojas.
De este modo, los pájaros
volverán y nos ayudarán a
despertar al gusano.
Las plantas, la hierba y
los árboles, presurosos, se
visten de hojitas tiernas, y
los pájaros, que habían emigrado huyendo del invierno,
vuelven.
Un pajarito que todavía no sabe nada de las cosas del
mundo, vuela y vuela, travieso y feliz, y así descubre el ca
pullo que cuelga de la rama del árbol.
—¿Qué será? —se pregunta, y curioso, se acerca y lo
golpea con el pico: toe. toe, toe . . .
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