Pensar la Clínica Médica
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El ojo clínico es un hecho, un instante, una expresión reveladora, proviene del interior del clínico
que observa, se sostiene en hechos sensoriales, pero también los excede.
No se halla en la esfera de lo puramente intelectual. No se enmarca en un acto razonable y
razonado, es un hecho sensible, interno, propio. Aparece violentamente, sin medir el grado de
razonabilidad ni se exige una evidencia científica. Tampoco el clínico se lo pide, solo lo percibe y
entiende que va a ser muy difícil no hacerle caso, no obligarse a su mandato pronóstico o diagnóstico
o terapéutico.
El ojo clínico encuentra su dialéctica en el saber. No es un puro saber, tampoco una solitaria
sensación, es una sensación/saber inexpresable, incomunicable salvo en sus conclusiones. Ese es su
motor interno, lo que lo impulsa a acrecentarse en la conciencia/saber/razón médico,
desconociendo los mecanismos y el momento exacto de su crecimiento.
Para la clínica toda verdad se inicia con lo sensible, con el puro parecer que luego se imbrica con lo
dado, lo conocido, con esa otra forma de saber.
La mirada proviene y se nutre del exterior del observador, su ciencia, su razón, su filosofía.
El ojo clínico es expresión de la pura sensibilidad interna del clínico, que se revela como síntesis de
experiencias que integran la visión, el oído, el tacto, las conclusiones y los pareceres antiguos y
recientes, sin poder discernir el origen de tal revelación.
La mirada se erige sobre un saber externo, el ojo clínico representa un saber interno, propio, creado
y moldeado a través del camino de la experiencia médica.
Ambos, la mirada y el ojo clínico, requieren del silencio para expresarse. La mirada para escuchar lo
que habla el cuerpo y la voz del paciente, el ojo clínico para escucharse, para volver palabra y acción
esa revelación que nos lleva a un diagnóstico, a una sospecha o , tan solo, a una vaga hipótesis, pero
que para quien lo percibe adopta la forma de una verdad.
En la mirada, lo epistemológico, lo metodológico y lo teleológico son tan evidentes como
fundamentales para explicarse y entenderse. La mirada no oculta secretos.
El ojo clínico guarda esos secretos, no los revela, nadie los exige tampoco. El ojo clínico como
revelación inconsciente puede parecer un acto ingenuo, siendo quizás de mucha mayor profundidad
y consistencia que la mirada que lo habilita.
La mirada puede ser enseñada, mostrada, es una mirada que deja verse y que enseña al mirar y al
dejar ser percibida. El ojo clínico es intransferible, inasible, sin acceso, no hay una puerta de entrada
por donde sorprenderlo trabajando y accionando sobre el clínico, más bien, es quien observa el que
es sorprendido por sus inexplicables mecanismos.
La mirada tiene una posibilidad pedagógica en la expresión de sus métodos: la recolección de los
datos clínicos verbales y físicos. La pedagogía del ojo clínico se sostiene en su expresión siempre
única, su verbalización, ya sea en forma de diagnóstico, pronóstico, u alguna otra cualidad del acto
médico, pero sin mostrar su método, sin poder enseñarlo en su totalidad y esencia.
Decía Corvisart: “...¿Qué es por lo tanto el vistazo del médico que vence tan a menudo a la más vasta
erudición y a la más sólida instrucción, sino el resultado del frecuente, metódico y justo ejercicio de