Capítulo 8
dijo:
“Amigo mío, me gustaría contarle una historia. No tomará mucho. No se lo he dicho a nadie
en mucho tiempo. Me gustaría recordarla una vez más”.
Para entonces yo había desarrollado un sentimiento de intenso interés. Se me ocurrió que él
podía tener sed, y cuando fui a buscar una copa para conseguirle agua que beber del manantial, una
Copa de Cristal se me formó en la mano como la que Saint Germain me había dado muchas veces.
Al viejo se le iluminaron los ojos, y con mucha excitación, casi grita: “¡Es Él! ¡Es Él!
Yo no sabía qué hacer, de manera que insistí en que bebiera. Cuando miré dentro de la copa,
vi que estaba llena del mismo líquido transparente y burbujeante que el Maestro me había dado. El
viejo la tomó con ansiedad y, con una intensa expresión de la más profunda gratitud que jamás haya
visto, bebió su contenido. Inmediatamente guardó silencio y se tranquilizó. Le pedí una vez más que
me narrara la historia, y el comenzó por decir:
“Mi padre era un oficial británico acantonado en Punjab, India, donde teníamos nuestro
hogar. Cuando yo tenía dieciséis años de edad, él financió a un amigo que se fue a Sudáfrica a
probar suerte en las minas de diamantes; pero mi padre nunca más volvió a saber de él.
“El año en que cumplí veinte, un forastero alto y bien parecido, un hombre de gran
sabiduría, visitó a mi padre en nuestra casa. Había venido a traer un mensaje del amigo de mi padre.
“Le traigo noticias”, explicó, “de parte del amigo que usted financió hace cuatro años. Él
tuvo mucho éxito en esa empresa, de hecho hizo mucho dinero. Recientemente falleció en las minas
sin dejar parentela. Toda su fortuna se la dejó a usted, y en caso de fallecer usted, le quedará a su
hijo. Si usted lo desea, me encargaré del asunto y haré que se le transfiera de inmediato”.
“En este momento no puedo salir de India”, dijo mi padre, “ya que estoy en misión oficial
aquí. Mucho le agradezco su oferta de encargarse de esto”. Yo estaba oyendo la conversación, y
cuando terminaron los arreglos, el forastero se volvió hacia mí.
“M'hijo”, dijo, “cuando encuentres al hombre que te ofrezca una Copa de Cristal con un
líquido burbujeante, te habrás encontrado con quien te podrá ayudar a ascender tu cuerpo. No puedo
decirte más que esto, excepto que lo encontrarás en una gran montaña en Norteamérica. Puede que
esto te suene vago ahora, pero es todo lo que puedo decir”.
“El forastero se fué, y un mes después, mi padre, quien había salido a ajustar ciertas
cuestiones gubernamentales con los nativos, recibió un tiro y falleció antes de que lo pudiera traer a
casa. Yo era hijo único, y después de otro mes, mamá y yo nos preparamos para regresar a
Inglaterra. Justo antes de partir, el mismo forastero regresó y me dijo que estaba listo para
transferirme la fortuna de papá. Le expliqué que a papá le habían dado un tiro.
“Sí”, contestó el forastero, “cuando partí hace dos meses, yo sabía que tu padre fallecería
antes de mi retorno. He hecho los arreglos para que la fortuna sea transferida a ti, o más bien al
Banco de Inglaterra en tu favor. Aquí tienes dinero que podrás necesitar para el viaje de regreso ---
también los papeles de la transferencia y las credenciales que necesitarás en el banco. Cuando los
presentes, recibirás la custodia de tus bienes. Gran parte de tu fortuna está en diamantes de primera
calidad”. Le di las gracias y me ofrecí a pagarle por sus servicios, pero él contestó:
“Mucho agradezco tu amable interés, pero ya todo eso ha sido ajustado. Me dará mucho
gusto acompañarles al vapor en Bombay”.
“El viaje me reveló su gran sabiduría, y a su lado yo me sentía como un niño. Ahora sé que
él me envolvió en una Radiación que ha permanecido conmigo a través de los años. Arregló nuestro
transporte, nos acompañó hasta el vapor, y sus últimas palabras para conmigo fueron:
“Recuerda la Copa de Cristal. Busca y encontrarás”.
“Después de una maravillosa travesía, llegamos a Southampton, proseguimos a Londres, y
presenté mis credenciales al Banco de Inglaterra. El oficial a quien se las presenté observó:
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