LOS VENTOLINES
Geniecillos con grandes alas verdes, y ojos del
color de las olas al desenredarse, que viven sobre
la mar, en las nubes rojizas de poniente. Ayudan a
los pescadores viejos a recoger las redes,
abrigándoles con sus alas cuando hace frío,
mientras sopla suave brisa en la vela de la barca.
Encima del Buciero, en Santoña, unos puntitos
fosfo- rescentes ascienden hacia los arreboles de
la tarde. Cuentan que son los Ventolines que
tornan a su hogar.
EL ARQUETU
Se trata de un anciano de largas melenas rojas y una
cruz verde en la frente rodeada de llaves y candados
pintados. Se viste de blanco y lleva siempre consigo un
arca de oro.En sus viajes por toda la región reparte
monedas relum- brantes entre los pobres que han
perdido su hacienda, pero siempre con la condición de
que las empleen en recuperarla, pues, de lo contrario,
los castiga a pedir limosna de por vida.
LOS NUBEROS
Genios chiquitujos y malignos que cabalgan
sobre la tempestad y a quienes las campanas de
las aldeas tratan de conjurar con el triste
toque del tente-nú. Por Liébana aseguran que un
nubarrón dejo en el suelo a cierta señorina de
dos palmos - desnuda, arrugada y negra como
una pasa, el pelo arrastrando - que no hacía más
que gimotear hacia lo alto: "¡Eli, Eliii..., ven y
llévameee...! ¡Elí, Eliii..., ven y llévame...!" Hasta
que regresó la nube y se la llevó.
EL MUSGOSU
Se trata de un hombre alto, sombrío, con aire
cansado, que anda por las brañas vestido con una
zamarra de musgo, sombrero de hojas y escarpines
de piel de lobo, mientras toca un son triste en su
flauta para guiar a los pastores en apuros. Por las
noches silba desde las cumbres cuando un peligro
se cierne sobre ellos. Compasivo y trabajador
infatigable, repara las chozas de los vaqueros
derribadas por el temporal
LOS CABALLUCOS DEL DIABLO
En la noche de San Juan, mágica como ninguna,
aparecen estos seres cruzando los espacios
entre nubes de azufre y escalofriantes
bramidos y destruyendo los tréboles de cuatro
hojas nacidos esa noche, y su presencia, volando
al resplandor de las hogueras, es señal de
grandes desgracias. Ni las Anjanas tienen
poder ante sus galopadas, ya que sólo podrá
conjurarlas la planta llamada verbena o yerbuca
de San Juan, planta sagrada que ahuyenta los
males.
LOS ENANUCOS BIGARISTAS
Estos pequeños seres, solitarios y misteriosos, no
mayores que un puño, se esconden en las toperas o
entre la mies y se pasan las horas silbando como el
miruello, o tocando el bígaro con cientos de notas
diferentes.
A veces se dejan ver por los mortales, aconseján doles
sobre esto o aquello, pero si no se obedecen sus
indicaciones, se vuelven malos y vengaticos, como
cierto enanuco de Iguña, reyezuelo del contorno, que
envenenaba las fuentes al atardecer.
LAS ANJANAS
Quizás la más conocida de entre los
personajes de la abundante mitología de
nuestra región, la Anjana es el hada
buena de Cantabria. De pequeño tamaño (
apenas mide seis cuartas ) es de graciosa
y extraordinaria belleza.
Viste un rico manto chispeante de estrellas y se
corona con lirios y rosas. Empuña una vara florida
que brilla cada día de la semana con luz
distinta. Vive en las fuentes y manantiales de
donde sale para bendecir las aguas, los árboles y el
ganado, ayudando a los pobres, a los que sufren y a
los que se extravían en el bosque.
LAS MOZAS DEL AGUA
Estos hermosos y pequeños seres habitan en los
manantiales y en los remansos de los ríos y se
caracterizan por lucir una estrella sobre la frente,
caminar descalzas, vestir con capas de plata, y salir
cada alborada a tender las madejas de oro que hilan por
la noche. Cuentan las viejas leyendas que si algún mozo
logra coger una hebra de las madejas, las Mozas tiran
del hilo arrastrando al muchacho a sus palacios
subterráneos, llenos de riquezas, para casarlo con la
más guapa de todas.
LA VIEJUCA DE VISPIERES
Se trata de una anciana bruja inofensiva, encorvada y
descolorida, que recorre los pradros las noches de luna
llena, apoyándose en un cayado de oro con regatón de
plata que siempre está limpio aunque toque en pozas y
barros.
Viste una capa de color encarnado intenso y corizas de
piel de comadreja.
Eternamente solitaria, se hace invisible cuando algún
curioso la sorprende en sus paseos nocturnos.
EL TRENTI
Criatura formada de hojas, musgos y
raíces. Durante el invierno duerme en las
torcas, y en verano, bajo los árboles. Se
alimenta de panojas y endrinas, pero no
bebe agua pués es veneno para él. Es un
ser muy bromista y travieso que se
divierte escondiéndose al atarcecer en
los bardales para tirar de las faldas de
las muchachas y pellizcarles las
pantorrillas escapando después entre las
zarzas dando volteretas.
EL TENTIRUJO
Enano vestido de rojo y tocado con una boinuca de
rabo tieso, a quien una hechicera transporta por los
aires allí donde haya muchachas obedientes y buenas,
para que este diablejo intente que dejen de serlo,
sirviéndose para ello del poder de la mandrágora,
planta embrujada con raíz de forma humana. Asi,
cuando una mozuca se vuelve descarada de la noche a
la mañana, se dice: "¡Esa ya tropezó con el Tentiruju!"
EL TRASTOLILLU
Duendecillo alocado, enredador y burlón, que vive en
las moradas de los hombres. Cubierto de pelusa, luce
rabuco y cuernos chiquitines, siendo su principal
afición cerner la harina - fuera de la artesa, claro -
por lo que también recibe el nombre de "Diablillo
Cernedor". Otras de sus travesuras preferidas son
beber la leche, aflojar las tarabillas los días de viento
y requemar los guisos. Luego, muy hipocrituca, finge
lamentarse por el estropicio que ha causado.
LAS IJANAS DEL VALLE DE ARAS
Estos seres femeninos, revoltosos y glotones,
saquean las colmenas y entran en las viviendas a
robar comida. Luego se hartan de agua, bebiendo de
bruces en los regatos. Van desnudas y todas tienen
un pecho enorme que voltean sobre el hombro
derecho. El cura de San Pantaleón decidió acabar con
ellas mandando prender fuego a las cuevas donde
vivían, pero al poco ellas regresaron, dispuestas a
quemar las casas del vecindario empezando por la del
cura.
EL OJÁNCANO Y LA OJÁNCANA
Este gigante de fuerzas sobrehumanas se
caracteriza por tener un solo ojo y largas
barbas y melenas rojizas. Sólo piensa en
hacer el mal, arrancando las peñas,
destrozando cabañas y arbolados, cegando las
fuentes... Lucha con los osos y los toros
tudancos, y siempre sale victorioso de estas
lides. Sólo se acobarda ante las Anjanas, pues
sabe que si lllegasen a arrancarle un pelo cano
de su barba moriría sin remedio.
La mujer del Ojáncanu es mil veces más sanguinaria y
maligna que él. Devora cuanto encuentra a su paso,
tiene colmillos de jabalí y unos pechos tan deformes
que se los echa a la espalda. Algunas Ojancanas, como la
que habitó en la cueva de Altamira, sólo muestran un
ojo, lo que las convierte en el único caso de cíclopes
hembras. Curiosamente, este ser tan terrible, siente un
inmenso pavor ante la minúscula monuca galana o
comadreja.
EL CULEBRE
Este dragón de boca llameante y alas
membranosas sembró el pánico por los
contornos de San Vicente de la Barquera,
amenazando con destruir la villa si no le daban
una doncella al año.
Su fin llegó de la mano del Apóstol Santiago, al
que invocó su última víctima. El Santo del
corcel blanco abatió al monstruo, dejando el
caballo la señal de sus herraduras frente a la
caverna abierta sobre los acantilados de
Santillán.
LA GUAJONA
Uno de los más curiosos seres mitológicos cántabros,
terror de los niños de nuestra región durante muchísimo
tiempo es la mujer vampiro, una vieja flaca, vestida toda
de negro. Usa su único diente, afilado y largo, clavándoselo
en la vena a los niños y mozos de buen color, chupándoles
la sangre fresca que necesita para vivir hasta dejarles
descoloridos y débiles. Vive escondida de la luz del día
bajo tierra y sólo sale por la noche para colarse allí donde
duermen sus víctimas.
EL HOBRE PEZ DE LIERGANES
Basada en la vida de Francisco de la Vega Casar,
excepcional nadador, conocido como "el sireno", la
leyenda dice que siendo niño se pasabe el día en el agua,
por lo que su madre le maldijo: "¡Permita la Virgen que te
conviertas en pez!". Una noche de San Juan, yéndose a
bañar, desaparece en la corriente y se convierte en mitad
hombre y mitad pez. Mucho después, unos pescadores que
faenaban en aguas de Cádiz lo atraparon con las redes y,
oyéndole repetir el nombre de Liérganes, es devuelto a su
pueblo natal. Allí, pasados diez años, se pierde para
siempre aguas abajo del Miera, en busca de la mar.
LA SIRENUCA
Se trata de una guapísima moza de Castro Urdiales que,
desobedeciendo a su madre, tenía por costumbre mariscar en
los acantilados más peligrosos para cantar al compás de las olas.
Tan desesperada tenía a su madre que la buena mujer la maldijo
en un momento de arrebato: "¡Así permita el Dios del Cielo que
te vuelvas pez!". Y la linda castreña se vio convertida en una
mujer con larga y brillante cola de pescado. Se dice que, aún hoy
en día, deja oír su canción a los navegantes perdidos entre la
bruma, que de esta manera saben que se acercan a los
acantilados.
LA REINA MORA
Se dice que en una profunda gruta de Lebeña, en Liébana,
está sepultada una hermosísima Reina Mora llorando el
cruel encantamiento que la convirtió para siempre en una
estatua de piedra sobre la que resbalan sus lágrimas. A la
media noche recobra la vida y recorre las salas
subterráneas entre suspiros y sollozos, llamando a sus
compañeros muertos en la batalla de Covadonga y a los que,
huyendo de su derrota, hallaron su final en esta sima.
LA SIERPE DE PEÑACASTILLO
Esta peculiar leyenda describe a un ser mitad
serpiente y mitad humano que, al parecer, custodiaba
un gran tesoro en una cueva del monte de Peñacastillo.
Felipe II, el monarca más poderoso de Europa en
aquel tiempo, conociendo de la existencia de esta
leyenda, costeó una expedición dirigida por un mago
italiano para conjurar al monstruo y poder hacerse
con el gran depósito de perlas y riquísimas joyas que
éste custodiaba. La aventura terminó con la fuga
precipitada del encantador al llegar al cubil.
LEYENDA SOBRE LA ISLA DE LA HORADADA
Sobre la isla de la Horadada la leyenda cuenta que cuando cortaron la cabeza
a San Emeterio y a San Celedonio, las arrojaron por el Ebro abajo en una
balsa. Se dice que las cabezas dieron la vuelta a España hasta llegar a la bahía
de Santander.
Dicen que la balsa chocó contra la roca y así se hizo la forma de túnel que
tiene. Las cabezas de nuestros patronos se pararon en la Catedral, después
de dar la vuelta por el Mediterráneo y el Atlántico.