Hoteles, bancos y edificios de oficinas esperaban para ser decorados.
Como nunca antes se hicieron encargos murales, no sólo por parte del
gobierno, sino también por parte de los empresarios deseosos de
prestigio.
La fisonomía de la ciudad, en efecto, cambiaba a toda velocidad al igual
que la vida cotidiana con el auge de la radio y el cine. La oleada
transformadora también llegó al ámbito artístico. Nuevas corrientes se
abrían espacio, como refleja el hecho de que pintores como Rufino
Tamayo, ajenos a la tradición narrativa del muralismo, recibieran
encargos.
Haciendo a un lado la referencia precisa a la realidad, Tamayo pintó dos
obras en el Palacio de Bellas Artes: El Nacimiento de Nuestra
Nacionalidad y México Hoy. Algunos muralistas, mucho antes de que esto
ocurriera y conscientes de la necesidad de nuevas formas expresivas,
quisieron ponerse al día proponiendo el muralismo en exteriores, lo que
inevitablemente los condujo a explorar de nueva cuenta el terreno de la
integración plástica.
El impulso constructivo llegó a todos los ámbitos y las obras públicas se
multiplicaron, recibiendo el toque consagratorio por parte de los artistas.
Entre muchas otras, se encuentra la realizada por Orozco en el teatro al
aire libre de la Escuela Nacional de Maestros. En ella no sólo utilizó
nuevos materiales, como el silicato de etilo, sino que abandonó su
lenguaje plástico habitual para representar, con formas geometrizantes,
una Alegoría de la nacionalidad.
Otro ejemplo de obra pública para la que se encargaron murales, se
encuentra en los grandes conjuntos habitacionales como el Multifamiliar
Juárez. Ahí, Carlos Mérida, organizó con gran sentido poético una serie de
figuras geométricas que fluyen como notas musicales regidas por el
ritmo, la pausa y la cadencia. Sin embargo, el proyecto de mayor
relevancia fue la Ciudad Universitaria, que pretendió una integración
plástica en la que pintura, escultura y arquitectura se fusionaran con el
paisaje en una gran síntesis estética. Fueron varios los pintores que
participaron: Juan O'Gorman, José Chávez Morado, Francisco Eppens,
Diego Rivera, David A. Siqueiros, además de un equipo de arquitectos. El
conjunto, organizado a partir de anchurosas explanadas que recuerdan a
las precolombinas, logra una gran armonía. No obstante, vistas en