las "elites (sic) occidentales" se desfonda: en el mismo Londres, con el despliegue caótico del
"nacionalismo económico" del Brexit que fracturó al país; en París, con la fronda rural de los
indomables 'chalecos amarillos' que han puesto al borde de la guillotina al presidente Macron, anterior
empleado de la banca Rothschild; en Washington, donde el trumpismo, con o sin Trump, otra
manifestación de la revuelta rural contra los globalistas urbanos y de las costas, despliega una mezcla
insólita de 'nacionalismo económico', evangelismo sionista y supremacismo racista blanco de los
WASP (blancos protestantes anglosajones); y en Berlín, donde la última mohicana del globalismo, la
desangelada canciller Angela Merkel ha sido puesta en jaque por el nacionalismo antinmigrante con
el ascenso de AfD.
No es un asunto menor que las cuatro principales capitales del mundo occidental —Washington,
Londres, París, Berlín— sufran los embates rurales en contra del globalismo que dislocó a sus
sociedades para beneficiar a su insaciable plutocracia.
El exparlamentario británico George Galloway, quien sufrió un choque de conciencia debido a la
catástrofe humanitaria de la invasión a Irak por el entonces primer ministro Tony Blair, expone el
"eje de la crisis mundial ("Caída de los Imperios: Londres, Washington y París al Borde del Colapso")
y los socavados pilares del globalismo, que reduce solo a 3 capitales, dejando de lado a Berlín.
Galloway enuncia que "el viejo orden está muriendo; y el nuevo todavía no ha nacido". Este axioma
es muy relativo ya que justamente la "muerte del globalismo", no se diga de su principal foro en
Davos, es inversamente proporcional al ascenso del nacionalismo, en sus diferentes variantes, que es
denostado por los multimedia globalistas, que aún conservan el control mundial de su 'única verdad',
y confunden en forma deliberada con el 'populismo', que a su vez, tiene diferentes acepciones desde
EEUU, pasando por Europa hasta Rusia, no se diga en Latinoamérica. Las guerras también son
semióticas.
Martin Wolf, turiferario consuetudinario del 'globalismo elitista', quien menosprecia al populismo,
que confunde con el nacionalismo y lo cataloga de 'autoritarismo', afirma que las "elites (sic) deben
considerar su responsabilidad (sic) ante el resurgimiento mundial de hombres fuertes".
Wolf hace una "ensalada Macedonia", donde mezcla a varios mandatarios del mundo que no profesan
el globalismo y que lo combaten mediante su antídoto: el nacionalismo, que no necesariamente es
populista (whatever that means) ni 'autoritario' ni una 'seudodemocracia' cuando proviene de la
voluntad popular mayoritaria.
En forma atroz, el presidente galo Macron distorsiona la semántica universal cuando fustiga igual al
nacionalismo de "traición": el "patriotismo es el opuesto exacto del nacionalismo, ya que el
nacionalismo es traición (sic)".
La canciller Ángela Merkel, en vías de ser despedida por el electorado alemán, no se resigna a la
"muerte del globalismo" y defendió a contracorriente en Davos al multilateralismo de las instituciones
globales, tipo FMI, Banco Mundial, OMC. Sentenció en forma fatalista que otra cosa, que no sea el
multilateralismo, "solo acabará en miseria" cuando —en una crítica velada a Trump, quien desdeñó
la reunión de Davos—, definió la fase presente como "la fragmentación del mundo multilateral".
Es evidente que el globalismo financierista benefició a Alemania, pero Merkel no consigue asimilar
que la fase geopolítica actual constituye el '(Des)Orden Global en la Era Post-EEUU' donde
predominan los nacionalismos idiosincráticos de Rusia/China/EEUU del trumpismo, con o sin