Considera que no habiéndonos Dios
puesto en este mundo sino para
hacer su santa voluntad, debemos
mirar y amar esta adorable voluntad
como nuestro primer principio y
nuestro último fin, y por consiguiente
como nuestro soberano bien y como
nuestro centro en el que
encontraremos el descanso de
nuestro espíritu la paz de nuestro
corazón, nuestra perfecta felicidad y
Segundo día
Sumisión de María a la Divina Voluntad (OC V,452-453)
nuestro verdadero paraíso. Considera, por el contrario, que siendo nuestra propia
voluntad completamente opuesta a la
voluntad de Dios, debemos mirarla y odiarla como a enemigo jurado de Dios y
nuestro; la debemos tratar, según el sentir de San Bernardo, como a una malísima
bestia, corno a una loba feroz, como el origen del infierno, ya que sin ella no lo
habría, como a la madre de todas las abominaciones de la tierra, como a una
serpiente llena de veneno, como a un detestable homicida que da la muerte a
nuestro cuerpo y a nuestra alma, y hasta como un execrable deicida, que, en cuanto
está en ella, da la muerte a Dios, dice San Bernardo.
Considera que nuestra bienaventurada Niña, habiendo conocido clarísimamente
todas estas verdades desde el comienzo de su vida, por la gran luz que la inundaba,
renunció enteramente a su voluntad, a pesar de que no se encontraba, como la
nuestra, corrompida y depravada por el pecado; y de tal manera se sujetó a la
divina voluntad que jamás se separó un punto de ella, sino que puso toda su gloria,
su contento y su alegría en seguirla en todo y por todo con entera sumisión y
perfectísima obediencia.
Bendice a Dios que hizo esta gracia a María, y ofrece a su divina Majestad toda la
gloria que Ella le dio con esta virtud en reparación de todas las rebeliones y
desobediencias a su santísima voluntad.
Padre nuestro, Ave María, Gloria al Padre.
Gozos y oración conclusiva.