Súplica
Pidamos que Iglesia del Señor que en estos
tiempos de crisis peregrina en la historia avive en
este Pentecostés que se acerca la certeza de su
fidelidad al amor de Dios, la alegría de confesar la
Resurrección de Cristo y la presencia siempre
activa y gozosa del Espíritu del Señor, fuente de
consuelo, de fortaleza y de esperanza.
Ven, Espíritu Divino y llénanos con la verdad.
Intención
Pidamos la fuerza constante y la acción vivificante
del Espíritu Santo para quienes trabajan con
empeño y alegría en el anuncio inicial de la fe. Que
unidos con María en el Cenáculo, renovemos
nuestra decisión de ser anunciadores de la verdad
y de la esperanza.
A modo de gozos:
Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de
la tierra.
Ven, Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones
espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor
consuelo.
NOVENO DÍA
De la Catequesis sobre la preparación a la venida
del Espíritu Santo: María presente en el Cenáculo,
del Papa San Juan Pablo II.
MARÍA, LLENA DEL ESPIRITU
En los Hechos de los Apóstoles, María aparece
como una de las personas que participan, en
calidad de miembro de la primera comunidad de
la Iglesia naciente, en la preparación para
Pentecostés. Sobre la base del Evangelio de Lucas
y otros textos del Nuevo Testamento, se formó una
tradición cristiana acerca de la presencia de María
en la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha
resumido afirmando que Ella es un miembro
excelentísimo y enteramente singular (cf. Lumen
Gentium, 53) por ser Madre de Cristo, Hombre-
Dios, y por consiguiente Madre de Dios.
Es verdad que Ella misma es ya “templo del
Espíritu Santo” (Lumen Gentium, 53) por su
plenitud de gracia y su maternidad divina, pero
Ella participa en las súplicas por la venida del
Paráclito a fin de que con su poder suscite en la
comunidad apostólica el impulso hacia la misión
que Jesucristo, al venir al mundo, recibió del
Padre (cf. Jn 5, 36), y, al volver al Padre,
transmitió a la Iglesia (cf. Jn 17, 18). María, desde