Pareja-en-Construccion-Nilda.pdf

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Libro - Pareja en Construcción


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SÍGUENOS EN
@Ebooks


@megustaleermex


@megustaleermex

A mis hijas: María y Ana, a mi
sobrino Gabriel y a Baruch: mi
pareja, por haberme motivado a
escribir este libro y por demostrarme
que ¡SÍ SE PUEDE Y ES HERMOSO!
construir una relación de pareja
amoroso-erótica.

PRESENTACIÓN
QUERIDOS LECTORES:
EN ESTE LIBRO ENCONTRARÁN teorías y consejos prácticos que les ayudarán a
fortalecer su relación de pareja. La teoría es accesible para todo el público,
tomando en cuenta una perspectiva de género y una propuesta
contracultural.
El objetivo de este libro es apoyar las reflexiones de las parejas que
sienten algún tipo de incomodidad o malestar en su relación afectiva y
acompañarlas en el proceso de transformación que ellos decidan. Para esto
se desarrollan habilidades, recursos, estrategias emocionales y conductuales
que apoyen ese crecimiento.
También hallarán herramientas de autoayuda, como los ejercicios que he
utilizado en diversos casos en psicoterapia de pareja y que fueron los más
exitosos, en términos de los reencuadres que las parejas lograron hacer para
mejorar su calidad de vida (la que ellos decidieron que era la mejor para
ambos).
Asimismo, utilizo ejemplos de la vida real: de mi experiencia clínica
según el tema. Se incluyen algunas comparaciones, ejercicios, ejemplos y,
principalmente, preguntas que son útiles para la autoexploración y reajuste
de las ideas que los miembros de la pareja decidan efectuar. Se mantiene
siempre la confidencialidad de los relatos, por lo cual los nombres de las
personas se modificaron.
En cuanto al concepto de la contracultura, todo el libro parte de la
posibilidad de deconstruir conceptos que pertenecen a los universales del

lenguaje (todos hablamos de amor y de muchos otros conceptos, y sin
embargo cada quien los vive de una manera diferente) y también de
reflexionar sobre todos los temas que constituyen el sistema de creencias de
las personas que hemos crecido con el paradigma patriarcal convencional.
Si consideramos esto, tanto la teoría como la práctica clínica están inmersas
en una reelección que puede resultar diferente a la que propone la cultura.
Este libro, inspirado por todas las personas que me consultan para que
los acompañe en su definición del modelo para su relación de pareja
amoroso-erótica, ofrece una serie de herramientas que suelen ser útiles a los
amantes para ir resolviendo las dificultades con las que se van encontrando
en su camino.
La pareja es sólo el resultado que ellos dos obtienen cuando se
interrelacionan, si algo funciona mal en la relación sólo es el resultado (al
cincuenta por ciento de cada uno) de las conductas que a nivel individual
decidieron tener y a nivel vínculo construyen día a día. Quiero enfatizar en
el concepto de relación de pareja amoroso-erótica, porque si no se cumple
esta definición que une al erotismo con el amor, definitivamente no tenemos
a una pareja sino a un par de compañeros o socios en la crianza de los hijos,
o roomates, o amigos…
El libro costa de tres partes: la primera aborda los temas básicos, desde
la diferencia de los conceptos de enamoramiento y amor hasta la necesidad
del autoconocimiento y el cuidado de la elección del compañero para lograr
vivir una relación de pareja que resulte nutritiva y gratificante. La segunda
trata de los temas más frecuentes por los cuales las relaciones de pareja se
desgastan y se destruyen. Y la tercera parte contiene las primeras
reflexiones sobre cómo construir una relación de pareja amoroso-erótica
leal, mutual, fuerte y de largo plazo.
Si alguien piensa que sostener una relación de pareja a largo plazo, con
intereses en común, conservando autonomías, modificando estilos y roles
establecidos, es algo complejo, está en lo cierto. Para construir una relación
de pareja satisfactoria para ambas partes es necesario pegar ladrillos de
amor día con día, trabajar a favor de la relación y afrontar la parte que cada
miembro de la pareja posee de responsabilidad.

Una vez dado un breve repaso de lo que consiste este libro, los invito a
que conozcan nuevas formas de reinventar su relación de pareja amoroso-
erótica, los conmino a que no se queden en lo establecido: recuerden que el
ser humano cambia (metas, proyectos, gustos, intereses, deseos) según su
edad y, para lograr una relación lejos del aburrimiento, la pareja deberá
implementar transformaciones. ¿Cuáles? Las que mejor les convenga a cada
uno de ustedes, al vínculo, sin importar si se insertan o no dentro de lo que
se considera común o bien visto socialmente. Como refiere Marguerite
Yourcenar: “Existe entre nosotros algo mejor que un amor, una
complicidad”.
NILDA CHIARAVIGLIO

PRÓLOGO
FUGACES AMORES ETERNOS
A NEZAMI GANJAVI (1141 a 1209) se le considera el más grande poeta épico
romántico de la literatura persa tradicional. Escribió la historia de Layla y
Majnún, una tradición popular de los desiertos árabes. La obcecación de sus
amores y sus correspondientes desventuras —por la oposición de sus
familias, ambas rivales— seguramente forman la base que sirvió a
Shakespeare para escribir Romeo y Julieta. Majnún decide querer como
nadie ha querido jamás. Lejos de los que tienen una mujer real a la que han
elegido, él vive únicamente de un amor pensado y ausente. Un día se
encuentra con ella y le dice cosas hermosas. Después vuelve a alejarse para
siempre. Poco después ella muere y al cabo de poco tiempo se encuentra el
cadáver de él al lado de su tumba.
Esta hermosa y dramática historia que encontramos en muchas culturas
nos habla de la importancia, de la dificultad de las relaciones amorosas y
todo lo que alrededor de ellas se anuda: deseo, sexo, familias, dinero,
matrimonio…
El amor o es fugaz o es eterno pero para que sea indestructible parece
que hay que estar loco, hay que ser un místico o hay que morir. El amor se
vuelve impensable y, al mismo tiempo, imposible porque en la relación
amorosa aquello que se busca no es el otro sino más bien, a través del otro:
la realización de uno mismo.
El amor nos trae un mundo de ideas y sentimientos contradictorios. Una
de sus mejores definiciones pertenece a Lope de Vega: “Creer que el cielo

en un infierno cabe”. De una manera menos poética y exigente la define
San Agustín cuando distingue dos amores, uno que nos lleva a Dios,
perfecto y que solo podrá ser consumado en otra vida y otro terrenal,
imperfecto, alienador… que es el que viven los hombres y las mujeres. De
nuevo alternativas terribles y difíciles.
El amor, no lo olvidemos, es un concepto ambiguo y múltiple que
engloba: unas prácticas de vida, una prescripción política, una construcción
social, un sentimiento conmovedor, una necesidad ontológica, una forma de
libertad… y todo ello inalcanzable.
Y aquí es donde se sitúa este libro, en los problemas del amor, de las
relaciones de pareja, del sexo, en todo aquello que en su más ajustada
definición es dramático: es lo que nos hace inconsolables. Y, al parecer, es
el mayor problema en la vida y, en consecuencia, a la hora de realizar
cualquier intervención psicológica o psicoterapéutica.
Tan solo con mirar alrededor de nuestro mundo encontramos realidades
dolorosas: el divorcio, la violencia intrafamiliar, el consumo de fármacos
tranquilizantes, la insatisfacción sexual, el aburrimiento… Todo ello habla
de la existencia de un problema importante con aquello que, para el
pensamiento romántico, debiera ser la esencia de la felicidad. Algo tan
común, tan extendido entre los seres humanos que no cabe hablar solamente
de psicopatología individual o de torpeza; ¿qué está pasando? Es necesario
saltar a la sociología para responder.
La globalización en la que ahora vivimos supone tres grandes procesos
de cambio: la transformación de la situación de la mujer, la uniformización
y generalización de la información, y la movilidad y precariedad laboral. A
esto hay que añadir la actual situación económica de los países europeos y
de los Estados Unidos. Esos cambios están alterando notablemente la vida
de las personas. Son nuevas realidades que producen miedo,
medicalización, la seudosolución médica de los problemas y dificultades en
la necesaria reflexión sobre la propia existencia. Y eso influye e incluye,
sobre todo, a las relaciones amorosas, el núcleo de la subjetividad humana.
Las formas de amar, el sexo, el matrimonio, la familia… todo ello está
cambiando sin que podamos saber hacia dónde. En consecuencia ¿qué

teorías, qué ideas se seguirán manteniendo? Hoy no se puede responder a
esto con precisión. Hay que aceptar que, tal vez, como siempre, en lo
amoroso estamos a ciegas y empezamos siempre de cero.
Los libros como el que tiene el lector entre sus manos, intentan poner
algo de claridad en este mundo, dar pautas, ideas, colaborar con esa relación
necesaria e imposible. Tarea difícil que se realiza con más o menos acierto.
Se proponen ejercicios, teorías, consejos, preguntas… sobre muchos de los
temas que rodean el fenómeno amoroso. Es por ello un libro con vocación
de caja de herramientas en las que cada uno —paciente o terapeuta— puede
tomar las que necesite.
Desde los textos más antiguos hasta los más actuales, desde las tragedias
de Eurípides a las teorías de Lacan, podemos diferenciar dos grandes
conjeturas del amor. Unas veces el amor se ha considerado como el
producto de una falta, de una ausencia. Amamos aquello que no tenemos.
De esta forma, el que ama sufre una carencia que, además, nunca se podrá
rellenar. En la otra posición el amor es una presencia, se da siempre que el
objeto amado está con nosotros pero cuando lo hace acaba por no ser
deseable. De tal forma que el lúcido y pesimista aforismo freudiano parece
ser verdad: “Amar es sufrir, no amar es enfermar”.
Para Platón, Eros era el hijo de la abundancia y la pobreza, por tanto en
su misma esencia producto de la complejidad y la contradicción. Vivir en él
exige hacer numerosas distinciones importantes: amor, pasión,
enamoramiento, deseo, erotismo… así como entre pareja y matrimonio.
Una pareja puede constituir un matrimonio y/o una relación amorosa. El
matrimonio es una institución que pertenece a la lógica social. El amor es
una relación que pertenece a la lógica intersubjetiva. Y cada lógica exige
condiciones distintas.
El amor requiere lo nuevo, lo trasgresor, lo único, lo privado, lo
pasional. El matrimonio demanda lo estable, lo conservado, lo público, lo
regulado. Debido a sus diferentes lógicas, matrimonio y amor no son fáciles
de armonizar. El matrimonio es una institución social que prescribe una
interacción específica, única y total, entre un hombre y una mujer, necesaria
para que ese orden social se perpetúe. En nuestro mundo, sobre el

matrimonio se fundamenta la familia que es uno de los dispositivos básicos
de lo social.
El matrimonio como institución social ha de ser conservador. Se interesa
en el dinero y en el control. Es una institución reproductora y por ello es
materialista. Busca en la exclusividad sexual una base material y emocional
que no altere las condiciones iniciales del contrato. De tal manera que tolera
la prostitución pero no el adulterio. Y se entiende, porque la prostitución no
sirve para liberar el deseo sino para encerrarle en el burdel, mientras que el
adulterio llevaría al amor libre —como si pudiera ser esclavo— a la libertad
sexual, al matrimonio abierto, a una nueva geografía amorosa, que no sería
compatible con la lógica productiva del sistema capitalista.
Esta contradicción hace que en la actualidad se observen otros modos de
relación amorosa que, aún inestables, ya van dibujando esa nueva geografía
de lo amoroso: parejas que no se casan, parejas en segundas nupcias,
sucesión de parejas, parejas abiertas, parejas de homosexuales, personas
solteras que mantienen relaciones no comprometidas, parejas
comprometidas que eligen vivir separados… Todas ellas contienen alguna
novedad y, simultáneamente, un vínculo fuerte con el sistema de la pareja
tradicional.
Y estas dificultades nos refieren una verdad de orden ontológico: el
problema del deseo y las relaciones amorosas. Sólo por poco tiempo
podemos experimentar al mismo tiempo amor y deseo hacia la misma
persona. El amor que nace para la estabilidad y la eternidad quiere lo que el
deseo rechaza. Dice Freud que “donde amamos no sentimos deseo y donde
lo sentimos no podemos amar”.
El deseo puede ser concebido como un flujo constante hacia lo real. Una
impregnación de lo que nos rodea. Desear es una fuerza general con la que
los seres humanos cortamos, estriamos, aplicamos y usamos la realidad.
Con esa fuerza y esa actividad se producen los deseos específicos que
reconocemos como propios y significativos y que constituyen nuestra
subjetividad. El más importante es el deseo erótico, la búsqueda del placer,
la impregnación de significado a lo que nos rodea, la expresión en forma de
pasión amorosa de esa capacidad humana… por ahí se empieza. Desear nos

mueve a acciones que dan forma particular a las relaciones amorosas que
establecemos. Es notable señalar que el deseo y la razón —desear y razonar
— no existen en el mismo campo. Ni la razón hace nacer el deseo, ni el
deseo la razón. Dos ejes que no son incompatibles; más bien, no se cruzan,
no tienen nada que ver. A diferencia del amor, que sí puede nacer de la
razón o del deseo, por transformación.
Desear es tan imprescindible que para algunos autores el ser humano es
un ser deseante y lo demás es una especie de vida vegetativa.
Deleuze dice algo que me parece muy apropiado: “uno se vincula a los
objetos porque los desea”. Se ama porque se desea, no se desea porque se
ama. Es primero el deseo, el que impregna a los objetos de ese deseo y los
convierte en significativos, en amables, en personales.
Desear está en la base del amor pero también es un problema.
Recordemos algunos de los mitos que fundan el magma por el que nos
comprendemos y que nos previenen en contra del deseo: las sirenas de
Ulíses o Parsifae y el toro o el mito del andrógino de Platón. Según él,
somos seres incompletos —sólo hombres, sólo mujeres— y por eso nunca
estaremos satisfechos.
Amar tiene muchos peligros. Quizá el mayor es confundirlo con la
fusión, el apego y la dependencia. El tema de la confusión del amor con el
apego es casi un clásico de la literatura de autoayuda. Hay personas —y
más entre las mujeres— que aman demasiado, pero en realidad no se puede
amar demasiado; lo que ocurre en esas circunstancias es que se confunde el
amor con el apego, con la dependencia, con las relaciones amorosas
alteradas y conflictivas: déjame poseerte, poséeme, déjame depender,
depende… Entonces el amor se convierte en dependencia y en una trampa
para ambos, hombres y mujeres, que hay que evitar a base de explorar y
comprometerse en ideas, sentimientos, acciones, proyectos. Variar, cambiar,
no aspirar a ser total para el otro, jugar, viajar, desarrollar lo intelectual, lo
artístico, lo creativo. En consecuencia, hacerse cargo de las propias
realidades, aceptar el estar solo y no definirse como un ser lleno de
necesidades satisfechas por los otros…

Pero no es amor, la cerrazón, la posesión… el aislamiento que se
observa en muchas relaciones que se llaman amorosas. Las parejas que,
como solución a las dificultades del amor, cuelgan el cartel de “no
molestar” en la puerta, se meten en un desastre porque a continuación
exigen al otro que lo sea todo. Tratan de constituir una pareja perfecta:
amables, enamorados, siempre atentos, transparentes, comprensivos,
incondicionales… de esas que uno conoce y que indefectiblemente se
separan, con cierta sorpresa de los no avisados: “¡Pero si eran una pareja
perfecta!” Por eso es insoportable. Otras muchas son, ciertamente parejas
estables, sí, pero que son volubles, agresivas, indiferentes, celosas,
atrincheradas, rígidas, desnutridas, asimétricas… tantas formas tiene la
infelicidad.
El amor es una metáfora, una forma de hablar, un resumen de elementos
que ya no son poéticos sino reales y operativos. No existe la pareja ni el
amor, existen parejas concretas que construyen amores concretos. La
domesticidad, el apego, el erotismo, el enamoramiento, la racionalidad, la
memoria, la reciprocidad, la diversión.
Podemos concebir el amor como el emergente de las diversas formas
que puede haber de combinar estos elementos. Una síntesis que será distinta
para cada persona y que varía a lo largo del tiempo produciendo gran parte
de los problemas de acoplamiento y desunión que llegan a las consultas.
Algo lógico. No es un fracaso de las personas, de los cónyuges, es la lógica
de las relaciones humanas. Todo tiende a la dispersión. Por eso la idea
romántica de un amor total es tan imposible como cruel. Una exigencia
imposible de cumplir. O peor: el amor burgués siempre termina bien a
cambio de hacerse hogareño y anodino, ir a buscar a los hijos al ballet, en
Navidad a casa de los padres de él, pagar la hipoteca, vacaciones en el
Mediterráneo… y ¿todo el amor acaba en eso?, ¿cómo no sentirse
descontento?
En la actualidad podemos considerar que las nuevas familias, las nuevas
parejas constituyen laboratorios sentimentales del futuro. Sólo unos pocos
experimentos tendrán éxito: parejas que viven de forma intimista y aislada,
parejas que viven en medio de clanes familiares o sociales, parejas que

viven cada uno en su casa, parejas de segundas nupcias, parejas con
monogamia sucesivas, parejas no monogámicas, parejas procreativas,
parejas por intereses económicos o sociales, parejas de amigos con sexo
incluido, parejas de medios sociales o culturales muy dispares…
La seducción es un modo de relación, es un querer gustar al otro para
que ese otro se fije, o mejor, se sienta atraído por nosotros, para que se
vincule, para que nos deje entrar en la mansión de su memoria, para que nos
deje formar parte de sus futuros proyectos. Podemos amar en solitario pero
no podemos seducir en solitario. A través de la seducción se crea un vínculo
entre dos personas que, hasta ese momento, no estaban unidas. El seductor
se propone a sí mismo como objeto de vinculación personal y erótica, en un
baile en el que se pone en juego el conjunto de la personalidad. El resultado
es que la práctica de la seducción nos ayuda a vivir entre dos abismos: la
locura de una excesiva pluralidad de opciones y la pobreza de unas
elecciones únicas que asfixian. Seducir es una buena manera de evitar la
locura y el aburrimiento.
La seducción ocurre en una tierra de nadie, en el saber y el no saber, en
el conocimiento y el desconocimiento. El uso de los vestidos, y
especialmente de la lencería en las mujeres, ha sido un buen ejemplo de
esto. Barthes decía que lo más erótico se produce allí donde el vestido se
abre —una falda con una abertura—, donde se ve y no se ve al mismo
tiempo —unas bragas transparentes— y, por ello, suele formar parte del
imaginario masculino actual.
Los seductores se envuelven en una relación que derrocha confianza, en
la capacidad ética del deseo y de la dulzura; llena de atención y ternura que
exige el contacto verbal y no verbal y que se realiza con unas habilidades:
estrategias de seducción. Lo cual es muy diferente a un trabajo. No hay que
trabajar por el amor, por una relación amorosa, ni luchar. Son malas
metáforas.
El amor emerge, cuando lo hace, de forma razonable sí, pero también de
manera un tanto mágica e incomprensible. El producto insólito de unos
elementos que el lector encontrará descritos en este libro.

RAFAEL MANRIQUE
1

1
Psiquiatra y Doctor en medicina por la Universidad de Cantabria. Ha sido becario del Fondo de
Investigaciones Sanitarias de la Seguridad Social y de la Universidad de Massachusetts (EUA). Es
supervisor docente en terapia familiar y de pareja, y autor de varios libros. Trabaja de forma
privada en Santander. Imparte talleres y conferencias en distintas partes del mundo.

PRIMERA PARTE
La pareja, un modelo a la medida

CAPÍTULO 1
ENAMORAMIENT O Y AMOR
AMAR Y ESTAR ENAMORADO son cosas totalmente distintas. La primera tiene
que ver con una decisión, con un verbo o una acción, con el compromiso
cotidiano de tener ciertas tareas que signifiquen —según cada quien— lo
amoroso-erótico; la segunda es un sentimiento, una emoción que nos sucede
y, como tal, es pasajera.
Rafael Manrique en el libro Sexo, erotismo y amor describe el
sentimiento de estar enamorado como una experiencia de cambio, de
renovación, de creatividad, de fantasía, de bondad… Para él, los
enamorados transfiguran la visión que tienen de sí mismos y del mundo.
Admite la unión de dos personas donde se borran las diferencias entre el sí
mismo y el otro, se comparte el mundo y al mismo tiempo se es
transparente, seguro, armónico. Con la plena entrega a la experiencia crean
una geografía y una realidad única, construida por ambos.
En el enamoramiento se dan procesos psicológicos que pueden ser
descritos como la fusión de dos personas: ven, piensan, sienten lo mismo:
hacen evaluaciones de la realidad en la que viven y que, en otro contexto,
podrían ser definidos como trastornos mentales.
Es sumamente importante definir estos procesos y a continuación
proporcionamos algunas de las preguntas que pueden aclarar tu situación:
¿POR QUÉ NOS ENAMORAMOS ?

En términos psicológicos, la persona que se enamora se encuentra mal,
sufre, está en una situación inestable, desequilibrada, insegura frente a una
decisión de cambio. Está deprimida, angustiada o se siente como atrapada
en una circunstancia que le disgusta.
Del enamoramiento obtiene la fuerza necesaria para tomar la decisión y
acción del cambio. Por eso es que las edades más habituales de los
enamoramientos son durante la adolescencia y en la crisis de los cuarenta;
en esta edad, la crisis se debe a que la moda del consumo en el mercado de
personas les cerrará sus puertas porque sólo valida la juventud y también
porque en esta década la vida da un giro; cuando teníamos veinte
pensábamos con quién vamos a vivir, dónde vamos a vivir, cómo vamos a
vivir, para qué vamos a vivir; mientras que a los cuarenta comenzamos a
pensar con quién vamos a morir, dónde vamos a morir, cómo vamos a
morir, para qué vamos a morir (aunque posiblemente nos falten otros
cuarenta años).
Las situaciones que nos llevan al enamoramiento
pueden ser azarosas: pérdidas laborales, sociales o
personales, una migración, el final de una carrera o
también con el llamado ciclo vital de una persona: la
adolescencia, la llegada del primer hijo, los cuarenta,
el nido vacío, etcétera.
El enamoramiento
El enamoramiento es un sentimiento egoísta. Uno se enamora de las partes
buenas de sí mismo y en este proceso contempla en el otro a un Yo ideal
recién construido que funciona de igual manera con la pareja que
encontramos, nos identificamos y del que nos enamoramos.

Logramos ver, sentir y actuar a través de la mirada
del otro lo mejor de nosotros mismos. Por esa razón,
el otro no existe como un ser independiente.
Uno se puede enamorar de personas muy diferentes, pero generalmente
tienen una manera en común acerca de la interpretación que hacen del
mundo o de la vida, de las relaciones humanas y de sus carencias.
Esas ideas provienen de la infancia de cada uno y les dan una identidad
que en el presente se vive como un conflicto o como algo doloroso que
necesita una solución; entonces la otra persona se engarza complementando
esas historias que uno está construyendo de su propia vida y le permite dar
continuidad a la narración. El otro sirve para poner en marcha un proceso
de revisión y probablemente de cambio de la propia historia de vida.
Los enamorados comparten las mismas ansiedades y defensas, han
reprimido cosas parecidas y han creado una historia de sí mismos igual o
complementaria. Pueden ser muy diferentes en su apariencia, pero
mezclarán adecuadamente sus mundos de lo bello y lo feo, de lo bueno y lo
malo y de lo verdadero y lo falso. La relación de enamoramiento les
permite una nueva recreación tanto del pasado, como del presente y del
futuro.
Durante un tiempo esa fusión de la identidad es muy placentera.
¿QUÉ ACABA CON EL ENAMORAMIENT O?
Al borrarse la imagen del sí mismo como alguien bueno y valioso, aparece
lo desconocido y lo inconsciente; todo aquello que fue negado porque (en
apariencia) era parte de lo peor que tenemos para ofrecer como seres
humanos. Y, como resultado, tenemos lo que parece un absurdo: al vivir lo
mejor de sí mismos, aparece lo peor de nosotros.

En el enamoramiento hay siempre una amenaza de pérdida de la
identidad y esto crea mucha ansiedad y, por consiguiente, las personas
necesitarán defenderse de ella.
Regularmente se puede lograr de dos maneras: se aumentan las
diferencias entre la pareja, se empieza a ver lo que siempre había estado allí
pero que no se percibía, por ejemplo, uno de ellos no puede vivir sin su
mascota, le molesta ir al cine, se acuesta tarde, es exagerado en sus
comentarios, le gusta escuchar música con el volumen alto, tiene otra
religión, es desordenado; es decir, vemos todo lo que nos diferencia. Esto
implica que la visión egoísta de nosotros está amenazada, pues el otro es
diferente y tal vez mejor. Es muy probable que el enamoramiento se
desvanezca. Si con ello no se logra, entonces se comenzará a considerar las
diferencias con el otro como algo malo o, al menos, que disgusta o
incomoda, y así la visión del sí mismo queda a salvo. En ese instante es
cuando hacen su aparición los odios y las peleas.
El enamoramiento es muy inestable, es una situación que evoluciona
hacia el amor, hacia la hostilidad o hacia el final de la relación y esto
responde a la propia lógica interna de la situación. El enamoramiento exige
una profunda distorsión de la realidad del otro y de la parcialidad del sí
mismo, pero ese otro también puede ocultar lo mismo que nosotros:
precisamente lo que más nos disgusta, nos causa temor o sufrimiento.
La fusión de identidades en una pareja y la represión de lo oculto
resultan insostenibles, de tal modo que el otro se convierte en una
decepción.
Que se acabe el enamoramiento es un paso
saludable hacia delante porque supone una
mutilación de la personalidad y, si durara la relación,
se convertiría en un profundo empobrecimiento de lo
que somos.

Aunque al desaparecer la fusión de dos personas, es decir, dos seres que
durante el tiempo del enamoramiento se sintieron como una unidad, una
sola cosa, que disfrutaban vivir acompañados desde adentro o desde lo más
profundo del alma, que vivían como llenos (del otro), plenos y seguros de
poder resolver todo lo que se presentara en la vida, suele ser dificultoso,
doloroso, incluso puede venir acompañado de desilusiones, decepciones y
la pérdida de la esperanza de un mundo más adaptado a lo que queremos.
El desamor suele vivirse como un desgarramiento casi físico, donde el
otro se queda con partes nuestras y nosotros nos llevamos partes del otro, y
entonces nos defenderemos probablemente peleando con nuestro
enamorado, reclamándole que “ha cambiado mucho”, que “ya no es el
mismo”. Esto es verdad, pues ahora vemos características del otro que antes
era imposible ver.
Como el enamoramiento surge frente a la necesidad
de un cambio individual, cuando estas modificaciones
ya se realizaron, comienza el desenamoramiento
debido a que dejamos de necesitar de la fuerza
interna que nos proveía.
Desde el punto de vista de la química cerebral, podemos decir que durante
el enamoramiento la corteza prefrontal tiene una cantidad de oxitocina
mayor a la que habitualmente maneja, pues el aumento de las relaciones
sexuales —especialmente de los orgasmos—, es lo que la produce como
una forma de rescatar el estrés que se genera en el sistema nervioso; de allí
también la sensación de estar como ciego —de ahí el dicho: “el amor es
ciego”— frente al otro, fusionado o pegado al otro.
Este proceso va disminuyendo, pues en las neuronas los receptores de la
oxitocina tienen un tiempo de captación y después se van cerrando e
impiden ya el paso de la misma. Algunas investigaciones determinan que el
plazo máximo es de tres años, aunque en la realidad suele ocurrir que su

final llega mucho antes, porque los procesos de cambios en el nivel
psicológico con frecuencia son más rápidos.
El enamoramiento genera la liberación de endorfinas (es probable que
por el aumento de la actividad física, pues está probado que al realizar un
deporte se generan en nuestro organismo una gran cantidad de endorfinas),
una especie de morfina interna natural que produce nuestro cuerpo y que
nos hace sentir mejor tanto física como emocionalmente. Por eso, cuando
estamos enamorados, se tiene la sensación de que la vida no duele y
entonces disminuyen o no se perciben los miedos y eso produce la
posibilidad de un acercamiento intenso, pasional y placentero. Cuando
disminuyen las fantasías de haber llegado al paraíso, también baja la
producción de este neurotransmisor y vienen así las consecuencias.
Amor no correspondido
¿Existe el enamoramiento de una sola persona, cuando el amor no es
correspondido?
Sí, el enamoramiento del arrebatado, pues él está siempre en el punto de
crisis al no encontrar nunca a su objeto amoroso. Aquí se demuestra que
para enamorarse no se necesitan dos, es un proceso que nace en uno y
vuelve a uno: es una relación subjetiva.
Cuando el enamoramiento es muy pobre o está basado en muy pocos
elementos comunes: si cuando se enamoran deciden casarse de inmediato,
es muy probable que rápidamente desaparezca la sensación del
enamoramiento, inclusive en la luna de miel. La elección fue muy rápida y
la proyección del mundo propio sobre el del otro simplemente es imposible.
A veces una persona se enamora de alguien que no le corresponde en
sus sentimientos. Es cuando el enamorado no interpretó bien al otro o su
propia historia le resulta intolerable y decide volcarse en ese otro como una
manera de olvidarse de sí mismo. La película dirigida por Roman Polanski,
Luna amarga, es un buen y dramático ejemplo de cómo dos personas que se
sienten vacías y, que no le encuentran sentido a la vida, se fusionan para

llenarse del otro; dicha circunstancia termina por sacar lo mejor de nosotros
mismos. Él era un escritor fracasado que había recibido una herencia, por lo
cual podía mantenerse sin trabajar y ella una bailarina que trabajaba de
mesera para vivir. El enamoramiento nace de la anestesia y de la ceguera.
La persona puede pasarse la vida enamorándose y así lograr estar ausente
de sus propios conflictos personales. En el caso de esta película después de
un tiempo, ellos tenían que mantener el nivel de fusión inventando
complicidades cada vez más autodestructivas; era imposible vivir juntos y
también separarse, pues el enamoramiento fue insuficiente para que cada
uno pudiera construir un proyecto personal exitoso que les diera sentido de
vida. Él ya no le correspondía y a ella se le hacía imposible la vida sin él. El
desenlace es fatal para ambos.
Se puede confundir el sentimiento de enamoramiento
por otros como el deseo sexual, una gran admiración,
gran agradecimiento, culpa y hasta odio. Esto no es
fusión. Hay otros sentimientos como los que se
transforman en una relación o los que crean el delirio
erotomaníaco, pero todos se van acabando.
LA SEPARACIÓN O EL AMOR
El amor es la forma más completa y compleja de vinculación que se puede
alcanzar con otro ser humano. El amor es una relación interna, subjetiva y
se necesitan dos personas para que se dé.
En el amor se unifica la idea de uno mismo en el otro con la consciencia
de que somos seres diferentes e individuales y también se observa la
diferencia del otro como objeto de deseo. Se exige ser capaz de construir un
personaje diferente a uno y al cual poder amar.
El amor es siempre un elemento de desconocimiento, porque supone
querer o poseer lo bueno, lo bello y lo verdadero a través de la relación con

el otro. Es necesario asumir al otro.
Uno de los aspectos más importantes de él es la existencia de su pasado,
de otros en el mundo del amado. El elegir a alguien implica manejar la duda
de cómo habría sido la vida si se hubiera tomado otra decisión.
En la relación amorosa real se pueden colapsar estas dudas, sin
desprenderse de la memoria propia ni de la del otro. Así se es consciente del
proceso en el que cada uno ha tomado forma y que a partir de un momento
histórico se convierte en un camino en común con el ser amado.
El amor es un acto consciente, personal, gratuito entre dos personas. Es
imposible amar a quien no nos ama. Las características más comunes del
amor son:
CUIDADO: la preocupación y ocupación se activa en nosotros por
aquello que amamos.
RESPONSABILIDAD: aceptar que el otro forma parte de nuestra vida.
RESPETO: aceptar al otro como un ser individual diferente al nuestro.
CONOCIMIENTO: entender al otro utilizando sus propios códigos.
EROTISMO: atracción, deseo y placer; el erotismo, al ser la actualización
del pasado con todas sus fantasías, revive el conjunto de la existencia
de cada persona.
ELECCIÓN: la elección de una persona teniendo en cuenta las
características personales del otro; es decir, como un ser legítimamente
diferente de uno.
BÚSQUEDA DE LO GENUINO: buscar un modelo de relación, de cómo
vincularse, que no sea muy dependiente de los modelos infantiles de
amor y la relación con los padres de cada uno.
EQUILIBRIO: los acuerdos entre los amantes estarán siempre en un
equilibrio dinámico, ante cada dificultad se reflexiona nuevamente y se
transforman en concordancia a las experiencias que van surgiendo.
A lo largo de este libro se irán desarrollando distintas herramientas que nos
permitirán ir decidiendo cómo queremos asumir todas estas características

adaptadas al estilo de vida y que nos ayudarán a decidir lo que es mejor
para nosotros.
Idea del amor vs. emoción del amor
Hay una diferencia importante entre la idea del amor y la emoción del amor.
La primera es una creación relativamente reciente (siglo XII) de Occidente,
es una construcción del orden social que está al servicio de la reproducción
y la consolidación de ese orden. Como tal, sus prácticas cambian según la
cultura. Se pueden revisar las características del amor cortés y del amor
romántico, por ejemplo, el amor romántico rompe con el componente
sexual del amor cortés y pone el acento en lo sublime, en la comunicación
espiritual. El romanticismo se convierte en un elemento de mistificación y
desencuentro para hombres y mujeres, los separa a ellos de ellas, y entre
ellas separa a la esposa (casta) de la amante (erótica).
La emoción del amor está en todos los seres humanos y tiene una base
biológica. Permite la aceptación como valor, el placer de estar juntos y el
gusto por integrarse en interacciones constantes.
El amor es central para la conservación de nuestra existencia e identidad
humana.
Hoy —más allá del romanticismo— se entiende por amor la actividad
de dos sujetos que mantienen una relación, comprometida, activa, íntima y
erótica.
El amor es un delito del que uno puede ser
responsable, por lo tanto se convierte en un peligro
para el orden de lo que está establecido en la cultura:
al peligro que poseen el sexo y el erotismo ahora se
añade la consciencia.

La relación de pareja es aquella que resulta útil en la construcción de un
proyecto autónomo de sí, en cada uno de los cónyuges. El objetivo de la
relación son los sujetos que la componen y no la relación misma.
La vida de cualquier pareja pasa por muy diversos estadios de
evolución, lo que hace muy dinámicos estos cambios es la evolución de
cada uno de sus miembros.
Existen parejas que logran construir espacios
individuales para el desarrollo de cada uno de sus
miembros y esto, en general, les permite permanecer
un largo tiempo unidos.
Si, por el contrario, la vida en pareja los va limitando
cada vez más en su desarrollo personal, es frecuente que
aparezca el aburrimiento y el desgaste de la relación
amoroso-erótica; entonces el vínculo afectivo es probable
que se transforme en algún otro, tales como: amigos, socios
o compañeros.
Por ejemplo, si Ana y Juan tienen proyectos de vida personales e
individuales y además entre ambos construyen proyectos en común que
alienten, motiven y disfruten el desarrollo de esos planes que contienen los
Valores, Intereses y Deseos (VID) de cada uno de ellos, entonces es probable
que el espacio de la relación de pareja se vaya incrementando y
fortaleciendo con el devenir de sus interrelaciones.

Cuanto más crezcan los proyectos individuales más puede crecer el
proyecto de la pareja. El propósito de vida de la pareja se nutre del
desarrollo de los planes de vida de cada uno de los amantes y, a su vez,
éstos son contenidos, motivados y alimentados por el deseo de la relación
de pareja amoroso-erótica.
Si se cuida y reflexiona sobre estas cuestiones es posible construir una
pareja amoroso-erótica para toda la vida, si así lo deciden las dos partes.

CAPÍTULO 2
AUTOCONOCIMIENTO
EL AUTOCONOCIMIENTO es la piedra angular para poder construir nuestra
vida como nosotros queremos a lo largo de los años. Es importante saber
elegir al compañero con el que realizaremos el compromiso de construcción
de un vínculo afectivo fuerte y a largo plazo, ya que esto nos servirá de
apoyo y hará que las experiencias sean más fáciles.
¿Cómo podría una persona establecer un compromiso amoroso-erótico
con alguien sin primero saber cuál es el estilo y la calidad que quiere para
cada una de las áreas de su vida, qué le gusta dar y qué necesita recibir de
una relación de pareja amoroso-erótica y, lo más importante, cuál es el tipo
de circunstancias que nunca aceptaría vivir para sí mismo?
Gracias a que tenemos un alto conocimiento de nosotros mismos
también sabremos qué tipo de contrato explícito podemos hacer con el
compañero elegido.
Uno de los problemas más frecuentes de las parejas que llegan al
consultorio es que están decepcionadas y desilusionadas de la persona que
tienen como compañero, los dos decidieron convivir o institucionalizar su
unión a través del matrimonio y resulta que nunca se preguntaron el uno al
otro que pensaban acerca de cómo se iban a organizar: ambos creían que
deseaban lo mismo y que serían “felices para siempre”, como en las
películas. La diferencia entre el cine y la vida real es que en la vida nunca
aparece “el fin” cuando entran a su casa, sino más bien allí inicia otra
filmación que poco tiene que ver con la anterior. Será más agradable cuanto

más autoconocimiento tengan ambos y más explícitos sean todos los
acuerdos de su organización en cada área de la vida en pareja.
Para que el espacio de la relación amoroso-erótica
sea grato, será necesario que cada uno se sienta
respetado y alentado a desarrollar todos sus sueños,
valores, intereses y deseos.
Es muy frecuente que lleguen personas al consultorio porque ya se
quedaron sin pareja por diversos motivos, y cuando les pregunto qué es lo
que quieren, se queden con la mirada perdida en el infinito. Parece ser una
pregunta muy difícil, a veces es más sencillo que tengan claro lo que les
disgusta, por donde nunca quieren volver a pasar o asuntos parecidos.
En algunos casos, el disgusto más evidente es el
cansancio de vivir en conflictos, en crisis, y a veces
se suma la violencia emocional e, incluso, física. En
otros, lo peor es el aburrimiento, se sienten solos, con
un vínculo más o menos áspero y además se agrega
la falta de deseo erótico.
Sin embargo, hay otros casos en que todo está bien aparentemente, viven a
gusto juntos, están bien organizados, tienen buenos planes compartidos, se
comunican con cariño y respeto, tienen un buen desarrollo de sus
autonomías y se convirtieron en grandes amigos, pero el problema es que
sienten que les falta pareja a nivel erótico.
Por mi experiencia en el consultorio, podría afirmar que cada pareja trae
una problemática única, diferente a todas las demás. Los cambios que cada
quien define que desea hacer son realmente originales, lo van inventando
poco a poco y con mucho esmero, y se traducen en ajustes individuales y
además en la relación entre ambos, la cual se va equilibrando dentro de un
proceso de transformación hecho a la medida para cada pareja.

El dilema del cambio
Peggy Papp en libro El proceso del cambio, parte de la idea de que
cualquier cambio tiene su precio y ese precio está determinado a través de
las repercusiones que ese acoplamiento posee en la pareja; es decir, depende
de la relación que los sujeta.
Las personas parecen aferrarse precisamente a
aquellas conductas que las incapacitan y las hacen
sufrir —aunque tal vez les den seguridad—, o
también hacen interpretaciones de la conducta del
otro sin preguntarle si lo que está imaginando acerca
de él coincide o no con lo que la otra persona inventa.
Por ejemplo: “Si no me llamó es porque le pasó algo malo o de plano
es que no le importo”. También podría inventar que tuvo un trabajo
inesperado, o que se quedó comprando flores para ella, o que se
acordó que faltaba algo del supermercado y pasó antes de llegar a
casa o mil cosas más.
Sin embargo, la persona elige la que más le duele. Algo pasa
aquí: ¿por qué uno de los miembros de la pareja parece sufrir
innecesariamente, mientras el otro decide retardar su llamada o
llegada sin aviso?
Las ideas centrales del dilema de cambio sirven para reflexionar sobre
cómo podemos encontrar caminos hacia una nueva relación enfocándonos
en las conexiones y relaciones de los miembros de la pareja:
Cada miembro de la pareja sólo puede ser comprendido en el contexto
de la totalidad.
Un cambio en uno de ellos afecta al otro.
Las partes cambian constantemente para mantener equilibrado al
sistema llamado “pareja”.

La función reguladora o síntoma incómodo (enojo, dolor, caos,
aburrimiento, etcétera) en el sistema de pareja que se genera, se
considera más importante que la conducta o el problema como entidad
en y por sí misma.
El sistema global de la pareja mantiene su forma a medida que cambia
el patrón de los vínculos entre las partes.
Se considera que ninguna persona tiene un control específico sobre ninguna
otra. El control está en el modo en el que el vínculo se organiza y continúa
operando.
En el pensamiento del sistema de pareja no hay términos absolutos ni
certidumbre: la verdad y la realidad son circulares; es decir, cada acción que
emprenda una de las partes va a afectar a la otra y esto, a su vez, actuará de
tal manera que retroalimentará la conducta de ambos y así se va tejiendo el
vínculo que construyen día con día.
El cambio no es una solución única a un problema
único, sino un dilema que se debe resolver. El cambio
impone un precio y plantea las interrogantes de
cuáles serán las repercusiones para la otra parte y
para el vínculo de pareja.
La cuestión es:
¿Qué sucederá si se elimina el problema?
¿Cómo funcionará la pareja sin ese problema?
¿Qué precio se deberá pagar para su eliminación?
¿Quién habrá de pagarlo?
¿Vale la pena hacerlo?
El tema se desplaza desde el problema de quién lo tiene, quién lo causó y
cómo eliminarlo hasta tomar en cuenta las repercusiones que tendrá el
cambio en la unión de pareja.

Aquí aparece nuevamente el tema del “autoconocimiento”, esto será
importante para que ambas partes se acerquen a descubrir cuál es el sistema
de creencias desde donde se toman las decisiones.
Los ciclos de la conducta en cada pareja son
gobernados por un sistema de creencias que se
componen de una combinación de: actitudes,
supuestos básicos, expectativas, prejuicios,
convicciones e ideas. Estos elementos se dan en las
parejas a partir de las ideas y costumbres de las
familias de origen.
Si ambas partes se conocen lo suficiente a sí mismos como para poder
exponer sus posiciones, entonces se podrá comenzar con la negociación del
cambio.
Los síntomas pueden aparecer por cambios externos a la pareja, un
cambio en el ciclo de vida, un desarrollo especial en la autonomía de cada
una de las partes, entre otros. En cualquier caso es importante tener
consciencia de que el síntoma nunca es un elemento exterior al sistema
compuesto por ambas partes y puede ser cambiado por separado. Este punto
es importante remarcarlo, pues es muy frecuente que lleguen las parejas con
la expectativa de que el único que tiene que cambiar es el que está
externando el síntoma; es decir, el que se siente mal.
Para Peggy Papp el primer paso de un proceso de cambio comienza por
definir la reciprocidad el síntoma (malestar) y el sistema (la pareja) dentro
del marco de tiempo y cambio; es decir, se requiere conocer la respuesta a
preguntas tales como:
¿Por qué se presenta el problema en ese preciso momento?
¿Cuáles son los hechos y conductas que han precipitado el problema?
¿Cuáles son los hechos anteriores, simultáneos y posteriores a su
aparición?
¿Qué ciclo de interacción actual lo está manteniendo?

¿Cómo ha ido cambiando este ciclo con el tiempo?
¿Cómo se ha modificado el método de la pareja para hacer frente al
problema?
¿Qué efecto tiene en cada una de las partes la conducta que evidencia
el problema?
¿Qué le sucederá a la pareja en el futuro si el problema subsiste?
¿Qué sucederá si desaparece el problema?
¿Qué función cumple el síntoma en cuanto a estabilizar a la pareja?
¿Cómo funciona la pareja en cuanto a estabilizar el síntoma?
¿Cuál es el tema central en torno al cual se manifiesta el problema?
¿Qué tipo de sentimientos genera este problema y cómo se expresan?
¿Qué ansiedad en torno a este cambio activa conflictos que han estado
latentes, y estos conflictos, en lugar de resolverse, se expresan a través
de un síntoma?
¿Cómo influyen los datos históricos o las familias de origen en este
problema?
Es posible que no todas estas preguntas se necesiten responder, sólo son una
guía, pero se pueden ir reflexionando y pidiéndole a cada miembro de la
pareja que realice un ejercicio escrito:
En una hoja de papel, en dos columnas verticales, se coloca como título
de la primera columna: ¿Qué gano (en mi vida) si hago este cambio?, y en
la segunda: ¿Qué pierdo (en mi vida) si hago este cambio?
El cuadro que sigue lo pongo a manera de ejemplo real del trabajo que
realizó una pareja en mi clínica. Llegaron por iniciativa de ella porque se
encontraba insatisfecha por cómo se estaban llevando en la vida cotidiana.
Por ejemplo, un día ella se enojó tanto que en un ataque de furia arrojó una
lámpara que quería mucho contra el piso, por supuesto ésta se rompió en
pedazos y este hecho asustó a la mujer porque se consideraba tranquila y
reflexiva, no podía comprender lo que la había llevado a ese extremo.
Entonces le propuso a él una terapia de pareja, él aceptó con gusto, pues
coincidió con su punto de vista:

ELLA
LO QUE GANA SI REALIZA EL CAMBIO
Un marido responsable
Que se comunique
Que cubra gastos del hogar
Que sea apasionado
Divertirnos juntos
Flexibilizarse y comprender a su marido de otra manera.
Responsabilizarse de los resultados de su conducta.
Independizar su autoestima de la mirada del marido.
Reconocer sus propios intereses como esposa: “por qué
tolerar”, “por qué aceptar lo inaceptable”.
LO QUE PIERDE SI REALIZA EL CAMBIO
Perder el espacio y el vínculo a través del cual ella
puede desarrollar los valores de su familia de origen.
Sentirse menos retada a mejorar y “hacer las cosas
bien”.
Su creencia de que “ella tiene la razón” y es la buena de
la película.
Tendrá que revisar sus valores y creencias, evaluarlos y
redefinirlos, con todo el dolor y la inestabilidad que estos
cambios habitualmente traen aparejados.
Un sobreinvolucramiento con el hijo.
Perdería control: “El padre es cabrón pero obediente, el
marido es bueno pero se aísla”.
ÉL
LO QUE GANA SI REALIZA EL CAMBIO

Una pareja mujer (no una segunda madre).
Afianzar un rol adulto y por lo tanto tener poder en la
relación.
Aclarar y definir su travestismo para vivir lo que sea
necesario en paz. Parecería que esconderse lo tensiona.
Que si subsiste su necesidad de aislarse, lo logre hacer
“de verdad” (no como efecto búmeran).
LO QUE PIERDE SI REALIZA EL CAMBIO
La comodidad de la conducta de un niño irresponsable:
No compartir el dinero que gana.
Vivir con poca comunicación.
Sus permisos de aislarse en todas estas formas.
Que el mundo gire alrededor de él.
Tendrá que revisar sus deseos de aislamiento y
encontrar nuevas formas de satisfacer la intención
positiva de esa necesidad, con los malestares que esto
conlleve.
Después de hacer este ejercicio, puede suceder que la pareja prefiera dejar
las cosas como están.
En el último caso que se expuso arriba, ellos lograron ser muy buenos
amigos.
El confort y la comodidad son circunstancias muy
valoradas en nuestra cultura. Cuando las personas se
dan cuenta que es más lo que pueden perder que
ganar, revalorizan todo lo que tienen y con pequeños
ajustes refuerzan su compromiso y siguen adelante.

También puede ocurrir que una persona soltera que se lamenta porque desea
encontrar a alguien para construir una relación de pareja, al realizar el
ejercicio (a partir de su propia definición de lo que sería estar
comprometida en una relación de este tipo), decida seguir soltera o revisar
su idea acerca de cómo sería tener pareja; es decir, con qué tipo de persona
le interesaría construir una relación afectiva.
¿CÓMO AMO Y QUÉ NECESIT O PARA QUE YO ME
SIENTA AMADO?
Otros ejercicios que pueden colaborar para el conocimiento de uno mismo,
en cuanto a la posibilidad de establecer o mejorar una relación de pareja es
preguntarse: ¿cómo amo cuando “digo amar” dentro de un compromiso
afectivo amoroso-erótico?
Cuando las personas hablamos de amor, estamos
suponiendo que es un concepto claro para cualquiera
y que es el mismo para todo el mundo, cuando en
realidad cada persona tiene su manera de amar y
también va cambiando a través del tiempo.
El amor de los veinte años es diferente al que expresamos a los treinta o a
los setenta años.
Si entendemos el amor como un verbo, un compromiso de trabajo diario
donde ejecutamos decisiones que, según uno mismo, signifiquen amar,
entonces será muy útil enterarnos de cómo amamos. Por ejemplo: si para mí
comunicarme con mi pareja —llamarla diez veces por día— significa estar
amándola y resulta que ella sólo se siente amada si recibe una llamada al
día, las demás llamadas serán interpretadas como persecución u
hostigamiento y lo más probable es que tengamos un problema de vínculo
que debamos resolver.

El mismo razonamiento lo aplicamos a la pregunta de: ¿qué necesito yo,
que suceda ahí afuera, para sentirme amada? Es el otro lado de la misma
moneda; cada quien se siente amado sólo si suceden ciertas cosas
provenientes del otro miembro de la pareja y si tenemos claro cuáles son las
actitudes que lo logran, entonces podremos elegir de pareja a una persona
que tenga esas conductas como su particular manera de demostrar amor.
Estar informados de qué es lo que podemos esperar
del otro y que no, nos permitirá tomar decisiones
acerca de si esa es en realidad la persona con la cual
queremos compartir nuestra vida.
Lo que sigue es un ejemplo de una persona con la que podríamos compartir
la experiencia, la expreso con el propósito de aclarar el concepto del
ejercicio teniendo en mente que cada persona ama de una manera distinta.
Lo importante es darse cuenta de cómo es la forma de amar que tiene cada
quien:
¿CÓMO SÉ QUE AMO?
Amo cuando…
Respeto al otro en todo lo que me gusta y me atrae de él, acepto
también lo que me disgusta, poniéndome a la distancia adecuada para
respetar, entender y comprender esos aspectos sin que ello signifique
compartir.
Cuando abrazo a mi pareja como un todo individual y gozo con poner
cada día una pluma más a sus alas.
Cuando le regalo flores.
Cuando le preparo una sorpresa que sé que le va agradar.
Cuando le llamo por teléfono a la hora convenida.
Cuando me sorprendo siempre de las facetas desconocidas.

Cuando mi pareja me genera la curiosidad de escucharlo, de
comprenderlo, de aprender de él los misterios de su vida.
Cuando me encuentro dispuesta a contener y cuidar las instancias de
mi pareja.
Cuando disfruto dar lo que el otro necesita, si es que lo tengo o lo
siento, y es bueno para mí.
Cuando puedo recibir atenciones del otro sin temor a la cobranza,
cuando puedo pedir con la seguridad de que sólo me dará aquello que
resulte bueno también para él.
Cuando puedo expresar mis dudas y mis confusiones sin temor a ser
juzgado.
Cuando me alegro con sus alegrías, disfruto con su crecimiento y lo
acompaño en su dolor.
Cuando lo deseo eróticamente, cuando lo gozo, cuando me place su
cercanía, cuando tengo ansias por abrazarlo, por besarlo, por
acariciarlo, por mirar sus ojos, absorber su olor y sabor, reflejarme en
sus ojos y en su piel, cuando compartimos nuestras humedades,
cuando fundirme en su cuerpo y en su alma me nutre, me alimenta, me
expande, cuando tocarlo me engrandece.
Cuando siento que “en la calle, codo a codo, somos mucho más que
dos” (como dice la canción), que somos un par expandido y fundido
con la vida y el todo, y en esa medida, somos mucho más, cada uno,
nosotros mismos.
Cuando me causa un placer infinito saber que el otro se sabe libre de
vivir, de pensar, de sentir, de hacer y que parte de ello lo comparta
conmigo.
Cuando me ilusiona el compartir la vida, los pensamientos, las
emociones, los sueños, los tiempos libres, los viajes y también crecer
juntos.
Cuando me nutre que el otro desee compartir su felicidad conmigo y
que reciba con gozo mi felicidad en su vida.
Cuando busco regalarle aquello que necesita, que le gusta, que añora,
que lo ilusiona.

Cuando logro percibir que es mucho más de lo que me muestra, que
sus posibilidades son infinitas, que sus confusiones, contradicciones,
miedos, son sólo las partes de él mismo que aún le falta iluminar.
Cuando estoy dispuesta a dejar las puertas de mi vida abiertas, para
que entre, se quede y salga de ella cuando sea bueno para esa persona.
Cuando me abro a escuchar ideas nuevas, propuestas diferentes, y
decido sólo aquello que siendo bueno para mí, también es bueno para
la otra persona.
Cuando me siento libre de proponer ideas diferentes, con la seguridad
de que sólo aceptará las que sean buenas para él.
Me siento amada cuando…
Respeta, disfruta y promueve mi libertad, mi independencia y mis
cambios.
Cuando me escucha con curiosidad e interés, cuando puedo pedir algo
con la seguridad de que sólo me dará aquello que sea bueno para él
hacerlo, cuando puedo expresar mis dudas, mis confusiones, mis
sombras, sin temor a ser juzgada, cuando mis silencios son escuchados
con respeto y mis distancias son aceptadas con comprensión.
Cuando siento que confía en mis capacidades para decidir lo que es
bueno para mí y acepta mis decisiones, aunque sean cambiantes y
contradictorias.
Cuando propone crear y ensanchar el espacio de intimidad y erotismo,
cuando siento que le gusto y me desea, me goza, y se siente libre de
expresar y expandir todas sus fantasías y su creatividad erótica; cuando
lo ilusiona verme, abrazarme y descubrirme.
Cuando sabe lo que me gusta y le place regalármelo.
Cuando sólo me llama dos o tres veces por día.
Cuando lo peor de mí es mirado con respeto y aceptado como esa parte
que aún me queda por iluminar.
Cuando puede decir que no, sin sentirse amenazado.
Cuando respeta mis espacios privados, al igual que los suyos, cuando
puede aceptar mi mundo y compartir lo que sea bueno para él.

Cuando se siente feliz con mi felicidad, crece con mis logros, disfruta
mis sueños y respeta mis ideales.
Cuando cultivamos juntos el humor infantil, la curiosidad, el
optimismo inteligente, la alegría y la fe.
Cuando las diferencias entre nosotros nos enriquecen.
Cuando puede cuidar con respeto mis dolores y desvelos.
Cuando se siente libre y confiado de proponer ideas nuevas y
seleccionamos juntos las que son buenas para ambos.
Cuando lo ilusiona compartir.
Cuando mis debilidades y fortalezas son acogidas por igual.
Cuando me permite reparar mis errores desde la honestidad y el tacto
respetuoso.
Cuando siente la confianza de ser como es, cuando tiene confianza
para expresar lo que desea y silenciar lo privado, cuando ejerce el
derecho a la intimidad como algo sagrado.
Cuando su intimidad no genera distancia entre los dos, al contrario,
nos une en el respeto.
Este ejercicio es útil que lo realicen los dos miembros de la pareja a nivel
individual y sin consultarse, cuando ambos crean que han expresado sus
más amplias y exhaustivas aspiraciones y que cubrieron todo el
conocimiento que tienen de sí mismos en las dos listas.
Como podrán darse cuenta, es revelador seguir con el ejercicio de la
siguiente manera:
1. La persona A lee la lista de “cómo ama” y la persona B tiene que
buscar en su lista de ¿qué necesito para sentirme amado?, aquellos
renglones que coincidan con lo que están escuchando deben marcarlos.
2. Luego se realiza el mismo ejercicio pero B lee y A marca.
3. Seguramente quedaron renglones sin marcar en las dos listas de “qué
necesito”, entonces se debe comenzar una conversación acerca de
cuáles son las conductas que a uno le daría mucho gusto hacer para
que el otro se sienta amado.
4. También es probable que otros renglones sin marcar se tengan que
negociar. Por ejemplo: si A quiere que B le llame por teléfono cada

hora pero B sólo está dispuesto a hacer dos llamadas por día, entonces
se tendrá que buscar cuáles son los significados que cada uno le otorga
a ese evento y pensar de qué otra manera se pueden cubrir esas
necesidades.
5. Si aparecieran renglones sin marcar en alguna de las dos listas donde
el otro plantee que esa conducta queda totalmente fuera de sus
particularidades de carácter y que le resultaría entre imposible y
desagradable hacerlo, entonces el primero tendrá que aceptar que esas
necesidades deberá cubrirlas de otra manera y le agradecerá haberse
enterado para dejar de esperar eso del otro. Por ejemplo: A se siente
amado cuando le regalan flores y resulta que para B comprar flores le
recuerda los domingos cuando iba al cementerio a llorar a un ser
querido, entonces A tendrá que comprar sus flores o bien buscar quién
se las regale.
¿CÓMO AMO? ¿QUÉ NECESITO PARA SENTIRME AMADO?
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.

9.
10.
Los resultados que se obtienen en la clínica, cuando se realiza el ejercicio
generalmente son muy sorprendentes:
Las personas se asombran de lo poco que se conocían a sí mismos y a
su compañero de pareja.
Lo fácil que resulta a veces complacer al otro y así lograr que se sienta
querido.
Lo útil que es saber qué es lo que nunca debemos esperar del otro.
La ganancia más importante es que ambos toman conciencia de cuáles
son los “tabiques” o conductas de amor que van a pegar cada día para
construir —o reconstruir— su relación de pareja.
El compromiso de construir una relación de pareja
amoroso-erótica es tomar la decisión de pegar
“tabiques” de amor todos los días.
Cuando uno ama cada día a través de acciones concretas (todas las de la
lista de “cómo amo”, más las que se agregaron al conocer lo que el otro
necesita para sentirse amado) entonces ambos sentirán un amor renovado y
nutrido diariamente, esto fortalecerá el vínculo que elaboran entre los dos y
los acercará humana y eróticamente. Podríamos decir que es un círculo
virtuoso.
Para que exista una pareja se necesitan dos
personas, en el sentido de autonomías. Si ellas se
conocen a sí mismas es probable que sepan qué
pueden ofrecerle y qué pedirle (y qué no) al otro para
lograr la calidad de vida que desean; también tendrán

más habilidades para comunicarse e ir aclarando los
desacuerdos cotidianos.
Voy a plantear otro ejercicio que ha resultado muy útil en la clínica.
¿QUÉ ME GUSTA Y QUÉ ME DISGUSTA?
Se trata de que cada miembro de la pareja se pregunte de manera individual
y sin consultar con el otro: ¿qué me gusta y qué me disgusta del otro?
Nuevamente se propone realizar dos columnas que luego se trabajarán de
manera semejante al ejercicio anterior. La idea central es que en cada
renglón donde anotaron algo que les disgusta del otro se pregunten: ¿y yo
cómo voy a resolver el problema que tengo con este disgusto?
Entendiendo que si soy yo la que está molesta, tendré que ser yo quien
resuelva mi problema y de ninguna manera creerme que mi bienestar está
en manos del otro.
En general, a los miembros de la relación de pareja les cuesta más
tiempo y más dedicación contestar las preguntas del ejercicio, y tal vez
porque es un tanto complejo esclarecer qué nos gusta de nuestra pareja; en
cambio pueden escribir rápidamente lo que les disgusta de la otra persona.
El nivel de dificultad para encontrar estas respuestas también es un dato
interesante para aprender a conocernos, pues nos enteraremos en qué
estamos poniendo nuestra atención: si en amar o en esperar a ser amados —
cuando el otro “me ame a través de darme lo que yo necesito”—. También
servirá para saber qué pone cada parte.
Cuanto más enfocados estemos en notar si me aman como necesito, lo
más probable es que aumente el nivel de insatisfacción, de impotencia y la
sensación de soledad de ambos miembros de la pareja.
Voy a desarrollar dos ejemplos para aclarar este ejercicio:

A) Imaginemos que él le dice a ella que le disgusta mucho que lo llame
tanto por teléfono y que le pregunte con quién está, o qué está haciendo, o
dónde está; eso lo hace sentirse controlado y le genera un gran malestar, lo
enoja y lo aleja de ella al punto de no querer verla.
Entonces lo que se le propone a él que haga es preguntarse si eso le
sucede en especial con ella o si es una sensación que aparece cada vez que
se siente controlado en cualquier circunstancia. Lo más probable es que sea
una molestia que apareció desde antes de conocerla a ella.
Si fuera así entonces es útil buscar en la memoria cuál es el primer
recuerdo en el que se sintió controlado. En general, las personas localizan
con facilidad sus primeros molestias en circunstancias similares y pueden
volver a reflexionar si todavía aplican aquellas viejas ideas o si ya es el
momento de quitarle el significado que les dio a ese tipo de preguntas en
aquel tiempo y es entonces cuando podrá acordar con su compañera un
sistema de comunicación donde ambos tengan la información que necesitan
para organizar sus actividades adecuadamente.
ELLA
¿QUÉ ME GUSTA DE ÉL??
Es sincero, trasparente
Cómo quiere a su familia
Pone sobrenombres bonitos
Físicamente
Colabora con mis asuntos
Divertido
Romántico
Tierno
Es fácil convivir con él
Le gusta que yo sea independiente
¿QUÉ ME DISGUSTA DE ÉL??

Se desespera fácilmente
Se enoja por cualquier cosa
Su forma de gastar el dinero
Siempre quiere que todos lo vean
Que sea negativo, depresivo
Que no sea aventurado
Se calla y aguanta todo
B) Ahora imaginemos que llega alguien y los saluda con un abrazo, ustedes
dan un brinco hacia atrás porque tienen una herida reciente en el brazo.
¿Qué es lo que duele, la herida o el abrazo del otro? La herida, pues si ella
no estuviera allí sería grato recibir el abrazo. Cuando algo que hace nuestra
pareja nos duele parece que es ella quien nos originó el malestar; sin
embargo la herida sigue, claro está que si ella sabe que tenemos allí una
llaga intentará no tocarla, pero el día que esté distraída por algo, se descuide
y nos toque y nos duela, debemos recordar que simplemente está tocando
una herida vieja y que nos corresponde a nosotros mismos decidir si
queremos ocuparnos de reparar ese antiguo dolor.
Como ejemplo pondré el de una pareja que lleva veinte años juntos, y
llegaron a la clínica porque él había perdido el sentido de lo que era una
pareja y planteó la separación, resolvieron sus diferencias; entonces
replantearon su relación amoroso-erótica durante veinte conversaciones en
el consultorio.
ÉL
¿QUÉ ME GUSTA DE ELLA??
Respeta sus espacios
Confía en mis decisiones
Es moralmente sólida
Físicamente

Muy responsable
Trabajadora
Divertida
Acepta mis propuestas
Que es muy independiente
Que es atenta
¿QUÉ ME DISGUSTA DE ELLA??
Que me quiera controlar
Se pasa de irónica
Que tome decisiones sobre su cuerpo sin pedirme mi
opinión
Que es sexualmente muy acelerada
Es muy rígida, su opinión es de hierro
Demasiado apegada a su familia
Toma decisiones por mí
Cuando terminan este tipo de reflexiones, las personas se sienten
fortalecidas en su vínculo afectivo por haber escuchado todo lo que al otro
le gusta de uno y por haber podido decirle que sí hay muchas características
que disfrutamos de él y cuáles son. Expresar entre ambos de manera
cotidiana estos sentimientos también puede ser una manera de “pegar
tabiques”.
Al lograr que cada quien se haga cargo de resolver
sus problemas libera al otro de la pesada carga del
“tú debes hacerme feliz” y cada uno se siente
empoderado al asumir que si la molestia es de uno
mismo, está en nuestras manos hacer con ella lo que
nos parezca correcto y de ninguna manera que
nuestro bienestar lo dejemos en manos del otro; es

frecuente y lamentable escuchar: “Estoy en sus
manos”.
¿CUÁL ES MI PAREJA IDEAL?
Ya he propuesto tres herramientas para indagar tanto en el sistema de
creencias de los miembros de la pareja como en el vínculo afectivo. Esto es
útil para hacer otro ejercicio de reflexión que tiene un procedimiento
similar. Ahora se trata de preguntarse: ¿cuál es el modelo de pareja que
prefiero y que podría proponerle a mi compañero?
El cuadro que se expone se puede plantear como una tarea individual,
para que cada miembro de la pareja se autoconsulte y sirva de base para la
futura posibilidad de realizar algún acuerdo de pareja o el inicio de una
nueva etapa de la relación amorosa-erótica.
ÁREA:¿QUÉ OPINA
DE…?
PENSAMIENTO
SENTIMIENTO
O EMOCIÓN
CONDUCTA
¿QUÉ
HACE?
1. Concepto de
amor,
acuerdos
2. Confianza,
celos
3. Romanticismo,
compromiso
4. Dinero y
administración

5. Sexualidad,
seducción
6. Espiritualidad
7. Compromiso
social
8. Intimidad y
comunicación
9. Trabajo o
profesión
10. Familias y
amigos
11. Salud física y
emocional
12. Cuidado del
cuerpo
13. Tiempo libre,
deportes,
viajes
14. Otros
Este listado es sólo una idea arbitraria de áreas, las personas pueden
cambiarlas según sus intereses y formas de vida. Para las respuestas se
requiere que se contesten individualmente. Con el tema 1. Concepto de
amor, se puede sondear la posibilidad de abrir conversaciones acerca de la

diferencia entre enamoramiento y amor y entrelazar allí los temas dos y tres
acerca de la confianza, tal vez una emergencia del vínculo entre los dos, y el
romanticismo, como una actividad recreativa o algo parecido.
Es bastante habitual que como construcciones culturales inconscientes
estos temas estén entremezclados, algo así como: “Amarse es ser muy
románticos y contarse todo”. Pero no debe ser así, a veces, preguntar de
manera directa logra abrir un sin número de posibilidades para que los
miembros de la pareja redefinan qué y cómo desean reelaborar estos temas.
Las preguntas están destinadas a que los tres conceptos se individualicen y
redefinan:
Cuando se conocieron, ¿se enamoraron o sólo se hicieron amigos?
¿Alguna vez se enamoraron?
¿Cuándo decidieron comenzar a amarse?
¿Cuáles fueron las diferencias entre sentirse enamorados y comenzar a
amarse? ¿Cambió la sexualidad entre ustedes?
¿El romanticismo lo practicaron o lo sintieron cuando estaban
enamorados o ya en la época del amor?
¿Qué hacían de romántico en cada época? ¿Qué lograban con ello?
¿Cuándo comenzaron a sentir confianza? ¿Qué hizo él para que tú te
dieras cuenta que habías comenzado a confiar?
¿Habitualmente son confiados, o es en especial con el otro?
¿Tienen idea cuándo surge o cómo se desarrolla la confianza?
Cuando la pareja se encuentra decepcionada, desesperanzada y en crisis, se
puede hacer una reflexión usando las diferentes expectativas que tenían los
miembros de la pareja acerca del matrimonio y de la posibilidad que la
institución matrimonial pudo darles para que desarrollen sus necesidades
individuales.
Las preguntas que responden el cuadro siguiente se realizan a un
miembro de la pareja y se corrobora con el otro para comprobar si se siente
bien al ser interpretado por su compañero. Se puede aprovechar este tema
para reflexionar acerca de las zonas o áreas simétricas y de las
complementarias que se establecieron en la relación de pareja:

Contrato matrimonial o de convivencia
Algunas preguntas adicionales pueden colaborar con el
autoconocimiento y develar información sobre el tipo de vínculo afectivo
que tiene la pareja:
Cada vez que piensan distinto sobre algún tema, ¿uno habla y el otro
escucha intentando entender ese punto de vista, y luego intercambian
los papeles o los dos argumentan con el objetivo de que “gane su
razón”?, es decir, cada quien cree que su razón es “la razón” única y
verdadera.
Cuando tu pareja expresa una necesidad (interés, deseo o gusto)
personal, ¿lo asumes como un reto personal, lo desatiendes porque no
es tu asunto o le preguntas si necesita que colabores con algo?
¿Crees que conoces cuáles son las expectativas de tu pareja acerca de
la construcción de esta relación, las imaginas o le preguntas para

enterarte?
El siguiente cuadro está planteado para investigar y reflexionar acerca de
las preferencias de ambos miembros de la pareja respecto a las distintas
áreas y roles que desempeñan, sobre lo que les gustaría modificar y lo que
vuelven a elegir en el presente.
La manera de plantear las actividades por área suele ser útil para que las
personas vuelvan a pensar acerca de los distintos roles que ejercen, según se
desempeñen como parejas, cónyuges o padres.
Es frecuente que algunas parejas tengan todos los
roles “mezclados” y no distingan cuándo realizan
actividades de pareja o de padres ni sepan crear
espacios y conversaciones diferentes para cada uno
de los roles. Entonces la cultura hace que en poco
tiempo la pareja “desaparezca” en las otras áreas y,
por lo tanto, es altamente probable que nazcan
diversos conflictos.
Esta variedad de preguntas tiene como objetivo que los miembros de la
pareja “abran sus ojos”; es decir, realzar su autoconocimiento y animar
nuevos conocimientos. Cada renglón del ejercicio implica una reflexión
sobre las preferencias de cada miembro de la pareja sobre cada uno de los
temas. Finalmente, la pareja construye una especie de “modelo de pareja” a
la medida de sus preferencias, necesidades, deseos, valores, intereses,
expectativas, etcétera.
También podría suceder que descubran que el
modelo deseado por uno de ellos tiene poco que ver,
y tal vez casi nada que negociar, con el del otro. En
estos casos, a veces deciden abrir un proceso de
separación, o de cancelación del contrato de pareja.

Otra alternativa, en especial cuando existen hijos en
común, es que se pueda trabajar para cambiar el
contrato de pareja por otro de sólo padres o socios de
crianza.
A veces se necesitan realizar tareas específicas para comparar el momento
en que se conocieron con el presente. Para la conversación se puede utilizar
el siguiente esquema: se trabajan las ideas de dos contratos de pareja y el
desfase del primero.
EJERCICIO PARA DEFINIR ESPACIOS NEGOCIABLES
TEMAS
PRIMER
CONTRATO
DESVIACIÓN
CONTRATO
ACTUAL
1. Tiempo (horas
que queremos
compartir)
2. Espacio (metros
de distancia
entre ambos)
3. Prioridades de
vida individual
4. Confianza,
comunicación
5. Valores
centrales

individuales
6. Relación sexual,
fidelidades
7. Dinero, gastos,
administración
8. Roles, objetivos
compartibles e
individuales
9. Gustos,
diversiones y
tiempo libre
La lista puede cambiar de acuerdo a cada caso específico. La pregunta
fundamental es: ¿Cuál fue y es el contrato de pareja deseado por cada uno
de los miembros de la pareja?
Algunas ideas para trabajar son:
1. Tiempo físico para compartir. ¿Cuál es el valor del tiempo?, ¿es
importante verse todos los días?, ¿cuántas llamadas telefónicas son
adecuadas? Se puede medir en horas o en días.
2. Distancia física y emocional adecuada para ambos. ¿Cuál es el
valor del espacio?, ¿es importante compartir la misma casa? Se puede
medir en metros, en casas, en barrios, en países. Definición de la zona
de intimidad de cada uno.
3. ¿Cuáles son las prioridades de vida, individualmente?
4. Confianza, ¿contamos todo?, ¿acerca de qué? La confianza emerge de
la interacción: “Yo tengo ganas de contarte todo aquello que tu
conducta —en especial cuando es sin juicios— haga que desee
contarte”. Es algo que emerge de la interrelación.
5. ¿Cuáles son los valores centrales de cada uno? Ejemplos: lealtades,
mutualidad, compromiso, exclusividad, espiritualidad, etcétera. ¿En

qué nos apoyamos?
6. Sexualidad. ¿Qué modelo nos interesa tener? Monogámico,
poligámico, heterosexual, bisexual, poliamoroso, libre, abierto…
¿Dónde comienza la infidelidad?, ¿conocen la fantasía erótica del
otro?
7. Dinero: ¿Cómo y quién administra qué parte del presupuesto? ¿Cuál
es la parte en común? ¿Qué parte de los ingresos va a gastos, a
inversiones, a diversiones? ¿Cuál es la parte que deciden no compartir?
8. Roles de cada uno, objetivos individuales y conjuntos, prioridades,
los compartibles y los no compartibles. Definición de las
preferencias.
9. Gustos, diversiones y disfrutes. Tiempo libre, físico-deportes, gustos,
pasatiempos, viajes, aficiones.
LAS EMOCIONES Y LA ALQUIMIA
Del dolor al aprendizaje
Cuando hablamos de autoconocimiento también hablamos de poder
nombrar las emociones que experimentamos en cada momento. Las
emociones nos avisan acerca del sistema de creencias que estamos
utilizando para interpretar lo que está sucediendo en nuestro entorno.
Por ejemplo, si vamos caminando distraídos por la calle y nos
tropezamos con otra persona que se enoja y nos grita que miremos dónde
caminamos y lo interpretamos como:
1. Un insulto, una gran ofensa. Es muy probable que también nos
enojemos y nos defendamos (cada quien a su manera) de la agresión
que nos hicieron.
2. En cambio, si nos decimos algo así como “pobre hombre que mal se
levantó hoy”, entonces tal vez sentiremos un poco de compasión y
seguiremos caminando muy tranquilos.
Nuestras emociones dependen de cómo
interpretemos lo que está sucediendo, y esa

interpretación depende de nuestra historia de vida y
de cuánto hayamos reflexionado para elegir cómo
queremos pensar y vivir.
Otro ejemplo muy útil para comprender cómo funcionamos es cuando
vamos al cine con varias personas a ver la misma película y al salir la
comentamos; es muy probable que cada quien hable de eventos en los
cuales los otros ni siquiera se fijaron.
Por tal motivo, propongo aquí un ejercicio para concientizar cuánto nos
podemos equivocar cuando interpretamos a nuestro compañero.
INSTRUCCIONES PARA UNO DE LOS MIEMBROS DE LA P AREJA:
Al finalizar cada día, escribir en una hoja con dos columnas. En el lado
izquierdo tres acciones de su pareja y del lado derecho escribir cómo la
interpretamos nosotros.
Al finalizar, se debe entregar el cuaderno a su pareja para que clasifique
como: caliente, tibio o frío, según esas interpretaciones se acerquen a su
sentir. La tabla tendrá la medición de:
CALIENTE: muy cercanamente a lo que está sintiendo o pensando
TIBIO: más o menos cercano
FRÍO: muy alejado
No deberán conversar acerca del tema, todo se realizará en silencio y a
nivel individual.
PARA EL OTRO MIEMBRO DE LA PAREJA:
Al finalizar cada día, escribir en su hoja del lado izquierdo tres
momentos del día en que sintió ganas de… (elegir alguna conducta), y del
lado derecho anotar que pasó exactamente antes de que le surjan esos
deseos, por ejemplo: ¿qué estaba haciendo el otro?, o cualquier otro evento
o pensamiento que se le haya cruzado por la cabeza.

Al finalizar, se debe entregar el cuaderno a la pareja y clasificar como:
caliente, tibio o frío, según sea el caso.
CALIENTE: si se dio perfecta cuenta de que eso iba a suceder
TIBIO: cuando lo intuyó pero no le dio importancia
FRÍO: cuando ni le pasó cerca esta idea o sentimiento
El resultado de este ejercicio suele ser de dos tipos: es refrescante para el
vínculo y, como pareja, comienzan a darse cuenta de cómo están
funcionando entre ellos o lo utilizan para agudizar sus diferencias y
discuten sobre todo cuando se equivocan en las interpretaciones como una
manera de establecer su razón.
¿De dónde nacen las emociones?
Nuestra vida es resultado de las decisiones de conducta que están en
función de las emociones que nuestro cuerpo experimenta.
Las emociones son el resultado de lo que el cerebro le hace producir al
cuerpo a partir de nuestra historia de vida. El cerebro procesa todo lo que
ocurre tanto a nivel externo como interno (en nuestra imaginación, al
cerebro le da igual que suceda en el contexto exterior o que lo inventemos,
en cuanto al tipo de químicos que va a emitir). Para las personas que
recurren a mí en el consultorio, esto resulta muy liberador porque en nuestra
cultura se nos hace creer que las emociones nos llegan como una plaga,
quien sabe de dónde, nos invaden y nos hacen sus esclavos. Y luego,
después de que permanecieron en nuestro cuerpo, se van inexplicablemente
sin saber a dónde y por qué desaparecieron. Es un proceso biológico que en
un esquema podríamos expresarlo con los siguientes pasos:
1. Sucede algún evento en la realidad,
2. las captamos a través de nuestros sentidos (imagen, sonidos, olores,
etcétera),
3. nuestro cerebro, las procesa a partir de nuestra historia de vida, que
está compuesta de todas las experiencias que hemos vivido.

4. emite una interpretación de lo que está sucediendo, a partir de la cual
se generan los neurotransmisores acordes a ésta,
5. estos químicos (neurotransmisores, hormonas, péptidos, etc.) se van
por el torrente sanguíneo a todo nuestro cuerpo y la sensación que esto
produce la llamamos emoción. Por ejemplo, si interpretamos algo
como agresión tendremos adrenalina y noradrenalina en nuestro
torrente sanguíneo y, por lo tanto, estaremos enojados y
defendiéndonos.
¿Cómo se desvanecen las emociones?
Las emociones se producen a partir de órdenes que emite nuestro cerebro y
las sentimos en todo el cuerpo debido a que el torrente sanguíneo lo recorre
con los neurotransmisores que produjeron nuestras interpretaciones.
Las abuelas nos decían que si algo nos asustaba,
teníamos que tomar mucha agua. Algo de cierto
tienen los dichos populares, pues cuando tomamos
líquidos los grandes filtros de nuestro cuerpo (hígado
y riñones), filtran esos químicos que se desechan y
ayudan a que dejemos de sentir aquello que
sentíamos.
¿Por qué si existen muchas interpretaciones distintas
para cada evento, siempre elegimos la que más nos
incomoda (duele, enoja, entristece, etcétera)?
Porque la vida biológica es perfecta, porque lo que sentimos que está bien
difícilmente se decide cambiar, porque la evolución de nuestra consciencia,
de nuestro ir haciéndonos adultos, de desarrollar nuestras habilidades y

recursos para llegar adonde decimos que queremos ir, porque lo que nos
incomoda nos hace cambiar.
Todo dolor es una oportunidad para volver a
reflexionar y realizar los cambios que queremos
hacer, para mejorar la calidad de vida según la
vayamos definiendo.
Todos los seres humanos disponemos de distintas emociones para orientar
nuestra conducta, ¿cómo podríamos decidir lo que queremos hacer si no
sintiéramos nada?
Podemos decir que nuestras emociones y
sentimientos son el mail interno que usa el
inconsciente para informarnos acerca del sistema de
creencias que estamos utilizando para interpretar lo
que interpretamos y, por lo tanto, sentir lo que
sentimos. Lo que suele molestarnos es la
interpretación de lo que está pasando, nunca es
realmente lo que ocurre.
También es cierto que hay emociones que gozan de “mala fama” en nuestra
cultura como el enojo, la ira, la tristeza, la melancolía, el rechazo, la
confusión, la inseguridad, entre otras muchas; sin embargo, todas ellas
tienen un sentido específico o una intención positiva en un momento
determinado.
Gracias a la confusión, las contradicciones, la duda y
el error se motiva nuestro deseo de mejorar algo de
nuestra existencia. Esto provoca que la ciencia
evolucione y también cada uno de nosotros. Lo que

está “bien” sería contraproducente cambiarlo; lo que
está “mal” nos permite evolucionar cambiando aquello
que queremos modificar.
Podríamos decir que a través de la vida vamos aprendiendo algo:
ni es tan malo estar mal
ni es tan bueno estar bien
ni es tan necesario ser necesitado
ni es tan importante ser importante (entre otras muchas otras)
Si aprendemos a usar nuestras incomodidades como
fuente de inspiración para mejorar la calidad de vida,
nos encontraremos utilizando el poder que tenemos
sobre nuestro bienestar. Todo evento, por más
doloroso o desagradable que nos resulte, puede ser
transformado en crecimiento, en evolución; a través
de un proceso de alquimia que podemos hacer con
reflexión y otras técnicas.
Lo importante es ampliar la gama de emociones que nos permitimos vivir,
al aceptarlas a todas por igual cuando las consideramos simplemente como
nuestro sistema de información interna. Son “nuestras” y por eso podemos
hacer con ellas lo que a nosotros nos parezca adecuado. Cuando las
ignoramos, las rechazamos o las negamos simplemente dejamos de
enterarnos de la información que nos traen y, por lo tanto, nuestras
decisiones tendrán menos inteligencia emocional (porque contamos con
menos información) y una probabilidad de error más elevada. Además es
seguro que volverán a surgir para ver si ahora sí las vamos a escuchar.
¿Pusiste atención en cómo interpretas lo que sucede a tu alrededor?
¿Qué tipo de juicios y prejuicios utilizas cuando miras el
comportamiento de otras personas?

¿Cuántas veces al día te dedicas a hacer interpretaciones acerca de lo
que está ocurriendo?
¿Lo haces conscientemente o “te sucede”?
¿Conoce tu pareja cuál es tu sistema de interpretaciones?
¿Eres consciente de que una interpretación es un invento que tú
realizas de manera unilateral?
¿Intentaste alguna vez buscar más de una interpretación para el mismo
evento? ¿Cómo cambió tu sentir?
¿Cuántas veces te sentiste mal interpretada por tu pareja o por alguna
otra persona o institución?
¿Cuál es tu sentimiento cuando te sientes mal interpretada?
Es oportuno comentar algo acerca de una creencia bastante popular de
nuestra cultura: cuando nos sentimos agredidos por otra persona es
frecuente escuchar consejos del tipo “olvídalo, es mejor perdonarlo” o cosas
por el estilo. En realidad es imposible que simplemente suceda así, sobre
todo si fue algo muy importante para uno mismo. Nadie olvida un dolor
significativo, el verdadero “perdón” es abrir un proceso de trabajo
(introspectar) —que en general resulta más eficiente y eficaz— donde se
descubre el origen de ese dolor y se convierte en una enseñanza personal,
en incremento del autoconocimiento, en desarrollo de nuevas habilidades y
recursos; entonces vamos a seguir recordando la experiencia pero ya habrá
dejado de doler.
Virtudes y vicios
Las emociones despiertan habilidades en nosotros. Por ejemplo, si siendo
niños nos encontramos expuestos a un entorno de mucha competencia y
poca transparencia, la incomodidad que esto genera nos hará aprender a ser
fuertes para movernos y sobrevivir en ese ambiente y esto constituirá un
recurso en nuestro comportamiento que nos servirá para tener éxito en
varios ámbitos para el resto de nuestra vida. Claro que si esta habilidad, ser

fuertes, la queremos usar cuando tenemos que consolar a un amigo, es muy
probable que nos resulte ineficiente; en ese caso vendría mejor la empatía,
el arte de escuchar con atención y la cercanía física y emocional.
Me gusta usar una metáfora muy gráfica pero útil para aclarar este
concepto:
A. ¿Con qué clavarías un clavo?
B. Con un martillo. Es probable que no exista nada mejor que un martillo
para clavar un clavo; sin embargo, ¿qué pasaría si intentaras peinarte
con un martillo? Seguramente sería poco práctico.
C. ¿El martillo tiene la culpa de que nosotros lo queramos utilizar para
peinarnos?
D. De ninguna manera, cada herramienta o habilidad sirve para algo en
específico, está en nuestras manos usarla para ello o pretender que
sirva para cualquier cosa.
Con las habilidades que hemos desarrollado a partir de nuestras emociones
pasa lo mismo, sirven para lo que sirven y si las queremos usar para
resolver cualquier problema en cualquier ámbito de nuestra vida es muy
probable que sean poco eficientes. Digamos que la virtud y el vicio (en el
sentido de una conducta autodestructiva) pueden ser la misma habilidad; sin
embargo, puede ser excelente en unos ámbitos y desastrosa en otros.
¿Cuál es la línea que transforma a la habilidad en un
vicio?, siempre responde a una pregunta: ¿lo que voy
a hacer es útil para mí?, ¿me lleva a lograr lo que yo
quiero?
En este caso, debemos reconocer cuándo “hacerme el fuerte” significa una
decisión autodestructiva en cualquier sentido. Desde postergar mis
necesidades en pro de las de otros hasta actuar en contra de mis valores o de
mi salud e, incluso, de mi vida.
A las habilidades utilizadas sin reflexionar que nos llevan a un resultado
desagradable, le llamamos vicios porque se convierten en conductas

autodestructivas.
La línea que convierte una habilidad en vicio es la que responde también
a la pregunta: ¿esta conducta me lleva a lograr los objetivos que quiero para
mi vida?
Ahora podemos distinguir los comportamientos que se convierten en
autodestructivos generadores de conflictos que nos producen emociones de
dolor, enojo, tristeza, insatisfacción, frustración o cualquier otro tipo de
incomodidad y decidimos trabajarlas; para dejar de sentir eso que nos
molesta de aquellas conductas que constituyen mecanismos de defensa que
todos tenemos y que derivan de nuestra historia de vida.
Los dolores se pueden trabajar, los mecanismos de defensa se sostienen
en consciencia y se manejan para que nos incomoden lo menos posible.
El problema de los mecanismos de defensa es que, si bien nos generan
cierto confort, entorpecen los procesos de cambio.
Distinguir entre conductas que originan conflictos y
mecanismos de defensa puede ser muy útil para salir

de esas autotrampas, en donde sentimos que
hagamos lo que hagamos nos irá mal.
A veces resulta interesante hacer el siguiente ejercicio, porque no estamos
conscientes de cuáles son nuestros principales recursos y habilidades
emocionales ni sabemos cuándo nos llevan a donde queremos ir y cuándo
simplemente las utilizamos para lograr algo que queremos, pero para lo cual
no son las adecuadas:
MIS
HABILIDADES
PARA QUÉ ES ÚTIL
CUÁNDO ME
TRAEN
PROBLEMAS
1. Soy
fuerte
2.
3.
Puedo enfrentar con
confianza situaciones
difíciles
Cuando quiero
pedir ayuda
El objetivo y el resultado de esta práctica suele traer como resultado el
aumento del autoconocimiento y de la eficiencia en el uso de nuestras
habilidades.
Autopistas y caminos
Se trata de una herramienta adicional para los procesos de cambios. Usamos
una metáfora: un hábito de conducta es un camino neuronal que hemos
repetido muchas veces y, por lo tanto, ya se convirtió en una autopista que
nuestro cerebro toma de manera automática.
Las habilidades aprendidas en la infancia —exitosas
porque nos permitieron sobrevivir— en general, las

podemos pensar como grandes autopistas y el
crecimiento personal a través del desarrollo de
nuevas habilidades, recursos y herramientas para
lograr satisfacer nuestras necesidades: serían los
nuevos caminos neuronales.
Por ejemplo, cuando aprendemos a manejar un automóvil es necesario
coordinar muchas actividades de las manos que son diferentes a las de los
pies y a las de los ojos. Al principio resulta muy complejo y algo se nos
olvida o se descoordina; con la práctica dirigida por un instructor logramos
en una semana que todas ellas se vayan realizando con relativa facilidad
(así se construyó un camino) y en poco tiempo más de práctica hacemos
todo eso junto y aumentamos escuchar música y conversar con nuestro
compañero de viaje (por lo que se convirtió en una autopista, un hábito o
conducta decidida desde el inconsciente).
En el momento que empezamos a percatarnos que los resultados de
nuestra conducta son desagradables, incómodos o indeseables, es momento
de pedirle a nuestro cerebro que invente un nuevo camino neuronal (otra
conducta) para satisfacer la necesidad que nos aqueja; es decir, hacernos
conscientes de que si hacemos “lo mismo”, obtendremos “más de lo
mismo” y a veces peor. Finalmente se puede informar que los hábitos o
autopistas se logran establecer con un máximo de cien repeticiones.
Algunas de las preguntas que facilitan la posibilidad de ampliar nuestra
consciencia en las decisiones de conducta que tomamos son:
¿Cuándo fue la última vez que esa conducta o hábito de respuesta te
dio el resultado esperado?
¿Cuál de los dos disfruta más la frustración que implica un resultado
indeseado, ocasionado por la conducta de siempre?
¿Quién sería el primero en reconocer que el resultado de la decisión
que tomaron causó un disgusto sólo porque hicieron más de lo mismo?
¿Quién de los dos necesita que la situación permanezca siempre igual
o peor?

¿Cuál de los dos repite siempre lo mismo?
¿Si inventaran una manera diferente de llevarse, se acabaría la relación
de pareja?
En este capítulo se propusieron ejercicios, muchas preguntas y reflexiones.
Cada uno de ellos es, en sí mismo, un reto personal y aún más si es a nivel
de la pareja.
Es importante que cuando decidan realizar cualquiera de estos ejercicios
sea con una actitud amorosa, amable y de respeto hacia uno mismo y hacia
el otro.
Cuando nos sentimos forzados a hacer algo por una presión externa o
interna (nos autoexigimos) generamos un mecanismo de resistencia. La
primera ley de la física dice que a toda acción le corresponde una reacción
del mismo tamaño. Así funcionamos los seres humanos. Cuando fluimos
como un riachuelo por su curso, el avance del proceso del cambio que
vamos eligiendo nos llena de dicha y de amor; en cambio, cuando nos
empujan sucede lo contrario, nos resistimos, nos incomoda y terminamos
haciendo más de lo mismo… y en algunas ocasiones peor.

CAPÍTULO 3
ELECCIÓN DE PAREJA
EN EL PRIMER CAPÍTULO ya se habló de la diferencia entre enamoramiento y
amor y por qué nos enamoramos de una determinada persona. El segundo
se trató del autoconocimiento y se proporcionaron herramientas necesarias
para saber cómo amamos y cómo deseamos que nos amen.
Ahora toca abordar un asunto esencial: la elección de pareja.
Para gozar de una saludable relación de pareja, es
indispensable hacer que la relación sea cambiante y
renovable.
Con el propósito de aclararnos qué es lo que deseamos en el amor y en el
erotismo, debemos plantearnos otros cuestionamientos:
¿Por qué te elegí a ti?
¿Para qué me compliqué la vida contigo si tenía otras opciones que
eran evidentemente más sencillas?
¿Por qué sigo contigo si todo es tan complicado?
¿Por qué nuestra pareja es así cuando tenemos tantos ejemplos de que
podría ser distinta?
Y muchas otras si es que estamos en un momento de soltería:
¿Qué clase de relación de pareja me vendría bien en este momento?

¿Por qué me atrae esa persona cuando es evidente que sería más grato
estar con aquella?
Estos temas han sido del interés de diversos investigadores teóricos y
clínicos, quienes ofrecen una perspectiva a veces un tanto abstracta; no
obstante, colaboran en gran medida con la comprensión de cómo es que
formamos la pareja en la que estamos involucrados.
¿Cómo elegir pareja?
Este tema lo voy a plantear desde el concepto que maneja Jean Lemaire en
su libro La pareja humana: su vida, su muerte, su estructura. Ella piensa
que una comprensión amplia, tanto de los procesos internos como de los
interpersonales de cada integrante de la pareja, puede colaborar para
comprender los motivos por los que dos personas deciden compartir su
vida. Define y estudia en el plano psicológico los principales procesos que
conducen a la formación, evolución o desaparición de la pareja humana, y
pone especial acento en las causas que aparecen durante los períodos de
crisis.
Los conflictos que se observan en la pareja
conservan la huella que con frecuencia tienen sus
orígenes en los compromisos inconscientes que
condujeron a las dos personas a preferirse en el
momento de su mutua elección.
En general las parejas, cuando narran su primer encuentro, elaboran un
discurso desde donde nos cuentan la versión actualizada de días más o
menos lejanos y suele ocurrir que es diferente la historia interpretada desde
cada uno de sus miembros. Ellos comúnmente tienen poca idea de qué fue
lo que los atrajo, más allá de una referencia más o menos mágica por

cuestiones de azar. Cuando se escuchan con atención captan la expectativa
implícita que cada uno tenía en el momento de su elección y contra qué se
protegían, sin saberlo, al preferir espontáneamente al compañero. Esta
primera decisión, aún si después resultara muy incómoda, se apoya en
mecanismos inconscientes, que se pueden traducir en la existencia de
necesidades, tendencias, presiones y expectativas para toda la vida.
El adulto está definido por el contexto sociocultural en
el que ha pasado su infancia, por las condiciones
socioeconómicas y geográficas donde se desarrolló y
por el tipo de familia con la que creció, entre otros;
todo ello introduce muchos elementos que
condicionan y determinan esa selección y no otra. Se
puede decir que la libertad de elección en realidad es
mucho más pequeña de lo que la gente piensa que
posee.
A continuación presento un esquema muy sintético del proceso de elección
de la pareja. Jean Lemaire señala que el compañero de pareja no se elige
únicamente por su parecido u oposición a la figura de sus padres; hay que
agregar otro elemento a estas características personales y es el tipo de
interrelación que tuvo con su madre y padre (o quienes lo hayan criado) y al
tipo de relación que había entre ellos.
El proceso de elección de la pareja pasa por las siguientes etapas:
En todos los seres humanos se activa una conducta imaginaria ligada al
proceso de separación e individuación, especialmente con la madre (durante
la primera infancia y subsecuentes).
Cuando comenzamos una actividad amorosa (sentirnos atraídos a
conocer y salir con otra persona) recordamos aquellas vivencias infantiles
que fueron necesarias para encontrar una madre “buena” y gratificadora que
nos cuidara. La relación con la pareja es el vínculo afectivo más cercano
que tenemos después del de nuestra madre.

Esto implica que en nuestra imaginación hay una madre “totalmente
buena”, y el resto del mundo es donde está todo lo “malo, amenazante y
perseguidor” tanto de nosotros mismos como de la madre (la que está en
nuestra memoria infantil).
Entonces separamos (gracias a la imaginación) las partes “buenas” de
las partes “malas” de la madre.
Estos procesos (importantes en los momentos de crisis) se reproducen
cuando elegimos a nuestra pareja, a quien nos resulta casi imposible
disociar de un tipo de relaciones que nostálgicamente esperamos que sean
totalmente satisfactorias. Es decir, desde el inconsciente esperamos que la
pareja (en realidad lo esperamos del otro miembro de la pareja) supla todas
las carencias afectivas que tuvimos en la niñez.
Esta evolución parece estar en todos los individuos, aunque
especialmente en las personas (sujetos inmaduros) que por razones
psicopatológicas (o de juventud), no pueden soportar (sin sentirse muy mal)
las angustias demasiado intensas. Entonces siguen rechazando esa realidad
interna más o menos penosa, mediante una negación de carácter casi
mágico.
Así funcionamos cuando poseemos una incapacidad elevada para
establecer una relación de carácter ambivalente (poder aceptar que en la
misma persona existen las partes “buenas” que nos resultan gratificantes y
las “malas” que nos resultan amenazantes) con respecto a nuestra madre, y
desarrollamos un rechazo total de toda relación con quien, después de haber
sido idealizado, muestra alguna falla en la perfección de la imagen que nos
habíamos forjado de él. El “todo o nada”, “malo o bueno” propio de los
niños. Esto sucede especialmente en los procesos de enamoramiento.
Esta capacidad de vivir el equivalente del duelo primario; es decir,
aceptar que nuestra madre nunca fue ni será todo lo que nosotros
necesitábamos o pretendíamos en nuestra infancia, aparece así como el
verdadero criterio que permite apreciar el grado de madurez suficiente para
que podamos embarcarnos en la construcción de una relación de pareja
amoroso-erótica de larga duración.

Aceptar el reconocimiento de la imperfección en nuestra pareja, su
carácter no totalmente satisfactorio, es a su vez aceptar los sentimientos
ambivalentes que uno mismo inspira; es decir, que logramos aceptar nuestra
propia imperfección y por lo tanto aceptar que nacen sentimientos hostiles,
en el seno mismo del vínculo afectivo por muy bueno que éste sea. Si la
parte satisfactoria es suficiente, o como dice la canción “no es perfecto pero
se acerca a lo que yo siempre soñé”, entonces podremos estar en absoluto
desacuerdo con el otro sin necesidad de rechazarlo. Podremos entenderlo y
comprenderlo sin tener que compartir sus puntos de vista, emociones o
conductas.
O de lo contrario tendremos que limitar las relaciones amorosas a sólo
algunos aspectos de la vida del otro, pues extenderlas significaría correr el
riesgo de perder esta imagen idealizada de perfección; es decir, que el otro
será quien cubra todas nuestras necesidades y carencias afectivas, aún las
que quedaron insatisfechas en la infancia.
Estas personas que no han logrado todavía establecer relaciones
ambivalentes, pueden observar tendencias depresivas constantes o cíclicas.
La idealización en cuanto a su carácter defensivo; es decir, que
utilizamos la fantasía para generarnos expectativas de que algo o alguien
externo vendrá a “llenarnos” o a resolver todas nuestras necesidades, puede
aplicarse a toda clase de “proyectos”: el compañero, la pareja o el
casamiento, pueden convertirse en el objeto de esta idealización, contra las
que se estrellarán en la realidad, pues esto es imposible de lograr,
produciéndonos desilusiones y frustraciones permanentes.
Casi todos los vínculos amorosos pueden tener esta forma de
sobrevalorización del compañero, este optimismo es el que anula la
ansiedad y generalmente acompaña al proceso inicial de la relación de
pareja y borra todo espíritu crítico y autocrítico en la etapa del
enamoramiento. Cuando pasamos a la etapa donde debemos tomar la
decisión de amar a nuestro compañero (o de separarnos) es indispensable
completar el proceso de maduración individual, de convertirnos en adultos,
para que la relación de pareja pueda ser a largo plazo, fuerte y leal.

Lemaire desarrolla algunos conceptos alrededor de las diferentes
maneras de limitar la relación para mantener la idealización de la pareja
buena. La insuficiencia de los mecanismos de defensa para mantener esa
idealización puede manifestarse de diferente forma: el aventurero, el frío, la
máscara, el crítico o inconforme, el político, el polígamo, el inseguro, la
víctima o el salvador.
Todas estas son formas de mantener una imagen idealizada de sí mismo
y de la relación con el otro: la separación esencial de la relación amorosa
inicial funciona de tal manera que la elección inconsciente resulta posible y
satisfactoria, al menos en un principio.
Lo más probable es que uno elija “un par” parecido a
su madre o a su padre (o exactamente lo que se
percibe como opuesto) en la versión actualizada a su
juventud, el hecho que resulte “conocido el modelo”
da una sensación de seguridad, comodidad y
bienestar, aunque las investigaciones recientes nos
informan que son precisamente estas relaciones las
que se desestabilizan más rápidamente y que suelen
acabar en divorcios.
Pareciera que cuanto más novedoso es el modelo existen más posibilidades
de largo plazo, nuevamente Internet y las nuevas tecnologías de la
comunicación nos avisa de parejas de diferentes razas, culturas, religiones,
edades, idiomas, que se van consolidando de maneras muy originales y
como “sacos a la medida”.
En el consultorio pude asistir a varias parejas que se conocieron por
Internet y que lograron hacer muy buenos acuerdos para la construcción de
un vínculo amoroso-erótico, algunos de largo plazo y otros un poco más
cortos; además atendí parejas de mexicanos con estadounidenses, o con
franceses, italianos, chilenos, venezolanos, iraníes, israelitas; japoneses con
argentinos, peruanos con colombianos, entre otros.

Hoy los valores vinculados a la seguridad, la
comunidad, la tierra, la paternidad, la familia
convencional han perdido un poco de atractivo y las
personas se sienten atraídas (también están más
entrenadas por la velocidad de los cambios en el
contexto) por las diferencias, la posibilidad de conocer
otros mundos, las relaciones de plazos más cortos y
más intensos, los viajes internacionales, el permiso
de tener varias relaciones de este tipo, en vez de una
convencional y a largo plazo.
Estos fenómenos nos harán volver a investigar y a reflexionar sobre la
teoría de elección de la pareja del futuro, aunque todavía podemos coincidir
con lo expuesto (a veces en su totalidad y para otros casos parcialmente).
Podemos hacernos algunas preguntas para recordar cómo fue que
nosotros elegimos a nuestra pareja y cómo fueron cambiando:
¿Cómo te sentías antes de conocerlo?
¿Cómo fue el momento en que se conocieron? Lugar, ropa, contexto.
¿Cuánto hace que se conocen?, ¿qué edad tenían?
¿Dónde se conocieron?, ¿estaban lejos o cerca de tu casa?
¿Cómo era el momento? Día, noche, frío, calor, mucho sol, nublado,
lluvia, con gente, estaban solos.
¿Cómo era la geografía?, ¿había sonidos, música fuerte, suave?
¿Les gustaba el lugar?, ¿por qué?
¿Se acuerdan cómo estaban vestidos, con qué zapatos?, ¿el perfume
que usaban?, ¿llevaban adornos (anillos, aretes, sombreros, etcétera)?
¿Quién vio primero a quién?, ¿qué hizo usted? ¿Y el otro cómo
respondió?
¿Cómo se acercaron?, ¿quién fue primero?
¿Se dijeron algo?, ¿cuáles fueron las primeras palabras?
¿Hubo sonrisas?, ¿cómo se miraron?
¿Era parecido a alguien que usted conozca?

¿Qué fue lo que más le gustó de…?, ¿y a usted?, ¿era esto importante
para usted?
¿Le disgustó algo del otro?, ¿qué?, ¿era esto importante para usted?
¿Sabía, o se pudo imaginar, algo de la situación contextual del otro?
Situación económica, laboral, profesional, intelectual, deportiva,
espiritual, familiar, de amigos, lugar de nacimiento, idioma.
¿Qué sintieron?, ¿fue grato o ingrato en algún sentido?, ¿fue intenso?
¿En qué parte del cuerpo sintieron eso?
¿Era para usted un sentimiento conocido que ya había vivido muchas
veces?, ¿su reacción fue diferente?
¿Sus amigos o familiares opinaron acerca de él?
Primera pelea: ¿cuál fue el tema?, ¿cómo lo arreglaron?
¿Cuánto duraron los recuerdos o reclamos de esa pelea?
¿De qué hablaban?, ¿cómo se divertían?, ¿cómo pasaban el tiempo
libre?
¿Había atracción física?, ¿qué hacían al respecto?
¿Qué dejaron de hacer que hacían antes y les gustaba?, ¿qué
comenzaron a hacer?
¿Quién pagaba las cuentas que ambos hacían de manera conjunta?
¿Había celos?, ¿cómo se manifestaban?
¿Había controles, reglas, condiciones u obligaciones explícitas e
implícitas?
¿Cuáles fueron los cambios más grandes?
Tal vez sea útil hacer una reflexión adicional que llamo “Los filtros
gruesos”. Todos tenemos ciertas preferencias bastante marcadas acerca de
lo que nunca elegiríamos como pareja. ¿Conoces tú tus filtros gruesos?
Solemos establecerlos por áreas, por ejemplo:
EN EL FÍSICO: nunca andaría con un gordo o un flaco, o uno de muy
baja (o alta) estatura, o un oriental, o un rubio, o un negro, o un feo, o
un guapo, o un viejo, o un jovencito…
EN LO INTELECTUAL: me caen mal los intelectuales, los que no acabaron
sus estudios, los que no saben idiomas, los que están siempre

estudiando, los artistas…
EN LA RELACIÓN: huyo de los celosos, de los gritones, de los violentos,
de los sumisos, de los mandilones, de los machos…
POR SU CONDICIÓN SOCIAL: su religión, su nivel económico, su
vocación, etcétera.
Este tipo de ejercicio puede brindarnos claridad acerca de nuestro sistema
de preferencias y selección del compañero y, por lo tanto, también del tipo
de vida que vamos diseñando para nuestra existencia.
COLUSIÓN Y DEPENDENCIA
Este tema está ligado al de la elección del compañero amoroso y es de gran
utilidad para formularse diversas hipótesis acerca de cómo se ha construido
el tipo de interrelación que hay entre los miembros de la pareja.
Colusión es el juego en común de los cónyuges a
causa del inconsciente de cada uno de ellos.
Jürg Willi en su libro, La pareja humana: relación y conflicto, afirma que la
pareja balanceada presenta dificultades a partir de sucesivas variantes de un
único y mismo tema. Esta temática común a los miembros de la pareja
forma un inconsciente común. Propone la idea de complicidad como la
manera de contemplar los conflictos conyugales como una perturbación
neurótica común de los cónyuges.
La conducta matrimonial de un individuo está notablemente
determinada por:
La historia de vida.
Cuando al manifestarse en el comportamiento conyugal, éste se halla
también alimentado por la actitud del cónyuge que puede aumentar o

disminuir el conflicto.
Y esa actitud se encuentra motivada por el inconsciente de la otra
persona.
Se producen efectos especialmente difíciles cuando una actitud
desfavorable para el desarrollo de uno de ellos recibe un impulso semejante
del compañero. En general, se pueden comprobar en ambos miembros de la
pareja conductas retroalimentadoras respecto del conflicto conyugal,
aunque actúan en papeles (o roles) distintos.
Los cónyuges con problemas parecidos se impulsan
recíprocamente en su comportamiento destructivo y
se acostumbran a un juego inconsciente, a una
complicidad, aun cuando intenten superar juntos los
problemas que anteriormente existían.
Esta propuesta plantea que la elección de la pareja puede estar motivada por
la complicidad.
Para comprender el conflicto es importante volver
hasta la elección del cónyuge, pues el hecho de que
la lucha se establezca tiene su raíz en el desencanto
respecto a los ideales e ilusiones que mutuamente
(novio y novia) colocaron al decidir su casamiento.
Antes de casarse —de decidir convivir en la misma casa o en casas
separadas— las personas suelen adoptar un comportamiento que tiene que
ver más con lo que quisieran ser, que con lo que son.
Un conflicto conyugal puede basarse en una
perturbación similar (experiencias parecidas del

matrimonio de sus padres, una imagen deformada del
papel del propio sexo, así como del de su pareja) en
los dos miembros de la pareja.
En síntesis podemos decir que:
Colusión implica un juego no confesado, oculto recíprocamente, de dos
compañeros a causa de un conflicto fundamentalmente similar no superado.
El conflicto fundamental no superado actúa en distintos papeles, lo que
permite tener la impresión de que uno de los miembros es lo contrario del
otro, pero se trata meramente de variantes polarizadas de lo mismo.
La conexión en el conflicto fundamental similar favorece, en las
relaciones de pareja, los intentos de curación individual; progresiva (P) —
supercompensadora— en un compañero y regresiva (R) en el otro.
Este comportamiento de defensa progresivo y regresivo produce la
atracción y aferramiento de los cónyuges. Cada uno de ellos espera que el
otro le libere de su propio conflicto.
En una larga simbiosis fracasa este intento de curación individual a
causa de la vuelta de lo negado que tiene lugar en ambos compañeros.
Cuatro esquemas de colusión
Jürg Willi propone cuatro esquemas fundamentales del juego conjunto
inconsciente de los cónyuges (los tipos de complicidad no son categorías
matrimoniales), en donde cada uno elegirá una conducta regresiva (R) o
progresiva (P):

Como la característica básica de cualquier colusión es la incongruencia y la
necesidad de satisfacer carencias de la infancia, entonces el criterio
saludable es flexibilizar conductas para equilibrar posiciones progresivas y
regresivas y lograr alternarlas.
Un tema muy vinculado y derivado de estas
características es que las personas que intervienen
sienten que el vínculo que los une es indestructible,
que quieren permanecer juntos y que se aman,
aunque sufren lo indescriptible porque el otro “no es
lo que yo necesito”: ambos esperan del otro que
cambie para que pueda hacerlo feliz. Sienten que sin
el otro “nada tendría sentido”, la dependencia

emocional se vive como oxígeno y veneno al mismo
tiempo.
Un ejemplo que puede aclarar este planteamiento teórico es el
siguiente: Liliana es una hermosa mujer, profesional, con un buen
trabajo, vive de manera independiente desde hace tiempo, tiene otras
inquietudes intelectuales que sabe canalizar, y cuenta con una red de
amistades y familia a quien querer y se siente querida.
Ha tenido varias parejas durante veinte años donde sufrió
maltrato emocional y físico, ella narra que siempre dio todo lo que le
pidieron sus parejas y que sacrificó muchos intereses personales y
hasta valores y creencias de vida para “no tener problemas con
ellos”. Finalmente se decidió por la soltería por un tiempo.
Después de estas experiencias “amorosas” ella quedó muy
sensible a decir un “sí” que finalmente la lastime de nuevo; se hizo
resistente a las demandas de cualquier tipo de los hombres y desea y
necesita que “la quieran como es”, que alguien la valore y la “salve”
de su colección de decepciones.
Un día, en una fiesta, conoció a Eduardo. Él es muy guapo,
profesional, dedicado a los negocios, con un buen estatus económico;
es divorciado, con cuatro hijos adolescentes que viven con la madre.
También tuvo varias amantes con las cuales sentía una gran
satisfacción erótica y las consideraba una buena compañía, aunque
no llegó a convivir con ninguna “en serio”.
Se considera un hombre fuerte, ha sido un líder en los distintos
ámbitos en donde se desarrolló, tiene un trato amable y casi tierno
con sus afectos. En general, cumple con el papel de proveedor y
“salvador” en las distintas circunstancias familiares y fraternas, dice
que él “da todo lo que tiene”. El problema principal que ha tenido es
que es muy sensible al rechazo en cualquiera de sus formas.
Cuando se miraron y comenzaron a platicar la atracción fue
inmediata:

Él “vio” una mujer muy “femenina”, independiente y soltera. Las
comillas de femenina implican las características que la cultura le da
a este concepto: sumisa o siempre dispuesta a complacer los deseos
del hombre.
Ella “vio” un hombre muy amable, caballero, independiente y
soltero. Un “salvador”.
Inconscientemente ella encontró su príncipe azul que se dedicaría
a hacerla feliz sin pedirle más que su compañía a cambio y él halló a
su Dulcinea que se dedicaría a complacerlo en todo lo que le pidiera.
Cada quien ya tenía lo que siempre había añorado. En poco tiempo
estaban haciendo planes de casarse y vivir eternamente felices.
Como siempre sucede, la realidad llegó para poner fin a las
fantasías:
Él le pide que se mude a su ciudad y ella le dice que con mucho
gusto, cuando consiga un trabajo en el nuevo domicilio. Entonces él
se siente rechazado y presiona sobre su demanda, por lo cual ella lo
percibe como una falta de sensibilidad hacia ella y que nuevamente
un hombre le quiere arrancar un “sí” sin pensar en ella, y endurece su
posición con argumentos de su desarrollo profesional, lo cual es
interpretado como un nuevo rechazo no sólo a su propuesta sino
también a su sensibilidad, él se siente aún más lastimado y aumenta
la presión…
Un caso típico donde el dolor de uno lo lleva a ponerle el dedo en
la llaga del otro y se establece un círculo vicioso donde ambos pelean
para que el otro cambie su actitud y le dé lo que él necesita. Este
comportamiento se va generalizando a muchos otros temas. Las
presiones de él van en aumento en la misma medida que las
resistencias de ella a decir que sí. Se van “desgarrando” el uno al otro
para quitarle al otro lo que “se merece”, comienzan las amenazas de
acabar con la relación desde ambas partes.
Los dos se encuentran desgastados por las discusiones, débiles
para seguir adelante con los planes del inicio y también aferrados
como nunca a sus expectativas de que el otro en algún momento va a

ceder y todo será perfecto. Están más dependientes y es cuanto más
se deteriora el vínculo. Ninguno de los dos se siente amado por el
otro, pues “lo va a amar cuando cambie y sea como el otro quiere”;
es decir, a este que es hoy ni lo ama ni lo respeta. La situación parece
sin salida.
Sin embargo, en el problema está la solución. Ella es la mejor
maestra para él y viceversa. Pues ella está aprendiendo a decir sólo
los sí que son buenos para ella y él está aprendiendo a que sus
interpretaciones de rechazo, frente a cualquier no, lo dejan impotente
frente a la satisfacción de sus necesidades, de las que deberá hacerse
cargo personalmente. Por otro lado, se da cuenta que su conducta de
“salvador” implica alimentar la fantasía de ser salvado cuando lo
necesite y que eso nunca coincide con sus experiencias.
Ambos tienen la oportunidad de desarrollar una relación
ambivalente con sus padres de origen, convertirse en adultos y
aceptar en el otro adulto con el que quiere compartir su vida que
deberá amar todo lo que le es grato y respetar (tal vez sin compartir)
aquellas características que le desagradan de su pareja.
Si bien no detallo en cómo cada uno estructuró sus características
de personalidad en la familia de origen (elección de la pareja), creo
que es evidente en el ejemplo como este vínculo poco o nada tiene
que ver con amar y sí, mucho, con la colusión.
DISTINTOS TIPOS DE PAREJAS
Intentar clasificar los tipos de pareja implica como cualquier tipificación,
reducir un universo de diferencias y especificidades a unas pocas
características comunes. No obstante, disponer de una clasificación acerca
del tipo de contrato, explícito o implícito, que suelen hacer las parejas nos
brinda elementos adicionales para comprender la diversidad y complejidad
de esos acuerdos.

Cada par de personas que deciden construir algún vínculo de pareja, lo
primero que piensan es que ambos entienden lo mismo por pareja. Ya
hemos reflexionado acerca de la elección y de la colusión que pueden
suceder cuando uno selecciona al otro miembro de la pareja y también de
las fantasías, idealizaciones, intensidades, emociones, prejuicios, miedos,
roles, etcétera.
El tipo de vínculo que tendrán se estabiliza con
determinadas características. Se podría decir que los
elementos comunes son el compromiso y el erotismo,
que con actitudes y disposición a compartir cuidados,
atenciones, conocimiento, respeto y
responsabilidades con el otro se estructuran
diferentes tipos de parejas.
Autores como Rafael Manrique en su libro: Conyugal y extraconyugal:
nuevas geografías amorosas y Estela Troya en su libro: De qué está hecho
el amor: organizaciones de la pareja occidental entre el siglo XX y el siglo
XXI, realizan clasificaciones acerca de los tipos de parejas basándose en
diferentes parámetros. Ambos son puntos de vista útiles para que cada
quien reflexione a qué tipo cree pertenecer y cuáles son las ventajas y
desventajas de cada una para que vuelvan a elegir (si es que desean hacer
algún cambio). Debemos tener presente que estos planteamientos sólo son
generalidades que colaboran en la reflexión de los casos particulares.
Según su constitución
El planteamiento de Estela Troya es que las parejas construyen diferentes
tipos de relaciones, no sólo entre sus miembros sino también con relación al
contexto que las rodea; es decir, familias de origen de cada uno, ambiente
social, instituciones y todo se conecta con su propio ciclo vital.

Otro tema se refiere a cómo la pareja piensa (o no) en constituir una
familia y cómo seguirá (o no) siendo una pareja amoroso-erótica cuando se
transformen en padres.
Existen algunas características comunes en las parejas, de las cuales
Troya selecciona cuatro:
Su dinámica
La diversidad
El contexto
La construcción del espacio erótico
Con base en ellas establece una clasificación que combina estos elementos
de manera particular. Está de más decir que no existen formas puras de
pareja, sólo son formas predominantes o tendencias marcadas:
1) Pareja romántica
Corresponde a la clase media del romanticismo del siglo XIX, también
llamada la “pareja de la noche”. Ellos piensan que están inmersos en acto
revolucionario, determinan un orden diferente de las cosas y una ruptura
con el mundo que los rodea. El enamoramiento los funde entre ellos y los
aísla de todo lo demás (este sentimiento se desarrolló en puntos anteriores),
sus principales características son:
Hacen sus propias reglas, lo cual implica que rompen las reglas de las
familias de origen.
Crean muchas fantasías, “el otro me confirma o valida”.
El enamoramiento es diferente del romanticismo.
El vínculo es lo más importante.
La idea de los hijos no es importante, depende del ciclo de vida de la
pareja.
Su erotismo es intenso y único, involucra todas las partes del cuerpo de
cada uno y constituye una fuente de deseo y de descubrimiento
permanentemente renovado.

Se puede hablar de tres momentos evolutivos en este tipo de pareja:
“Huevo de dos yemas”: Fusión-proyección de lo bueno y lo malo de
cada uno. Dentro de su espacio único, mágico, dos yemas distintas y
dependientes y ligadas por una sola clara (el vínculo). Suele darse en
parejas jóvenes, se enamoran del amor.
¿Por qué me quiero ir?: Como nada puede permanecer idéntico a sí
mismo, comienzan a aparecer sentimientos de desasosiego, se ahogan
los dos solos dentro del huevo, comienza a aparecer la necesidad de
espacios individuales, imperceptiblemente comienzan los enojos, las
frustraciones, la agresión, la culpa, la desconfianza y la tristeza. El
fracaso de la revolución. ¿Quién tiene la culpa? Aparecen las
infidelidades, no necesariamente de un tercero o amante, puede ser en
la forma de un libro, amigos, hijos, trabajo, sueño, etcétera, son
traiciones al contrato original que rezaba algo así como: serás siempre
lo más importante y primero en mi vida, entonces como no me puedo
enojar, me pongo triste.
Buscar el equilibrio entre fusión contra separación: La fusión y la
separación son sólo momentos, entonces la tarea consiste en que hay
que regular la distancia. Esto, en sí mismo conlleva una dificultad,
pues se vive como una traición o amenaza a los acuerdos originales,
aun cuando a esta altura la fusión se sienta más bien como asfixia.
Cuando nos consideramos, este tipo de pareja por sus características, es
importante revisar algunos puntos tales como: ¿Cómo se hizo la pareja?
Esto implica lograr explicar “qué pasó” ¿Cuáles son los contratos explícitos
(expectativas) e implícitos (colusión)? Y reflexionar en el devenir de la
pareja, la idealización, sus placeres y sus consecuencias. ¿Cuál es la
caducidad de los contratos? Abrir el tema de la ambivalencia, reduciendo la
idealización, incorporando tanto los elementos disfrutados del otro, como
los desagradables. Las propuestas de ejercicios desarrolladas en el punto
anterior servirán tanto para elevar el conocimiento del vínculo afectivo y de
los cambios acaecidos en cada uno de los miembros de la pareja, como

también para ir redefiniendo la relación según las nuevas características de
cada uno y del contexto donde se encuentran en el presente.
2) Pareja concertada
Es la que en su establecimiento intervienen distintas personas, familias de
origen, instituciones, contextos, la opinión de los novios podía influir de
manera relativa. Este tipo de relación predominaba hasta antes de la primera
guerra mundial. Sus principales características son:
Su finalidad: formar una familia como la nuestra.
Es un acuerdo donde se establecen los roles en armonía, donde “nos
conviene” a ambos hacerlo así.
Funcionan más como padres que como pareja. El hijo es lo esperable,
el éxito.
Las familias (de los dos) nos confirman la identidad.
La continuidad es muy importante.
En general, funcionan bastante bien durante la etapa de obtener los
objetivos planteados, en particular el tener y criar hijos. Cuando llegan
las dificultades es porque se fueron “desconcertando”, o la
confirmación de las partes es la de pertenecer a “algo”, o sea al vínculo
diseñado y establecido, entonces ¿cuáles serán las readaptaciones
cuando cambia el ciclo de vida?, o bien, ¿cuando se van los hijos
pierde sentido la unión, o cuando se rompen los acuerdos?, o si los
roles y las jerarquías nunca fueron cuestionadas ¿Qué sucede cuando
algún miembro de la familia lo hace?, o por las diferencias en las
familias de origen, o ¿cómo se incorpora lo concertado y lo amoroso,
al interior de la pareja? Cuando se defina cuáles son las dificultades a
resolver comenzarán las reflexiones para el restablecimiento del
vínculo.
3) Pareja canguro

Estela Troya señala que este tipo de relación de pareja se da cuando se unen
especialmente en la adolescencia y están un buen tiempo de noviazgo,
también de convivencia. Llegan las dificultades cuando después de un
tiempo de casados no entienden por qué están aburridos y sin futuro. En su
mundo interno son inseparables y son perfectamente dos al mismo tiempo,
y desde la confortable bolsa del canguro observan e interactúan con el
mundo. Se caracteriza por constituir una simbiosis mutua por contrato
implícito y en parte explícito, simbiosis que fagocita y alimenta a la vez por
ser una doble vía. Sus principales características:
Lo importante es pertenecerse.
Se apegan a sus hijos y detienen el crecimiento, hay déficit de la figura
paterna porque son todos hermanos.
Colusión: se juntan para satisfacer necesidades no cubiertas por los
padres.
Se quieren mucho después de la separación.
Son una otredad semejante.
Crecen juntos aunque son autónomos.
Nunca existe fusión, ni confusión.
La zona fraterna es muy importante.
Lo que los nutre es el vínculo.
Las separaciones (todas) generan transformaciones en el vínculo,
siempre existe desorganización del mundo externo e interno.
La paternidad es una desgracia en ese período.
La crisis llega porque se busca una sexualidad diferente y por la necesidad
de individualizarse, o por desfases en el crecimiento, o diferentes caminos
elegidos, o por la invasión o conflictos de intereses con las familias de
origen de uno de ellos o de ambos. Nuevamente primero hay que
determinar cuál es la zona de conflicto y luego se abrirán reflexiones para
transformar el tipo de interacción que los une o en su caso (en especial si no
hubo hijos) tal vez decidan iniciar un proceso de separación.

4) Pareja de amistad ampliada “AA”
Este tipo de relación comienza a tomar una presencia cada vez más
generalizada en la sociedad occidental, en especial en las zonas urbanas,
hacia fines del siglo XIX y principios del XX. Entre las características más
sobresalientes se pueden encontrar las siguientes:
Tienen amigos en común.
Se llevan bien, son amables.
Comienzan a construir el vínculo sin necesidad del enamoramiento.
Ambos tuvieron vínculos importantes, otras parejas, por ejemplo: las
parejas estables de homosexuales.
Ambos gozan de un alto grado de autonomía y agencia personal.
Aprendieron a tener mucho cuidado con la “idealización”.
Son adultos medianos o grandes, con hijos más grandes que
adolescentes. Si tienen otro, presentan una renegociación de las
dependencias.
Sexualidad muy grata, baja pasión en lo emotivo.
Metacomunicación amplia, diálogo, negociación.
Deseos, intereses y valores compartidos en su mayoría.
Suelen vivir separados; es decir, cada cual en su casa: “mejor solos y
bien” a “mal por conveniencia”.
Compañeros de vida sin amarres forzosos.
La relación se va construyendo a lo largo de un año y medio a dos
años.
Las dificultades se presentan cuando alguno de ellos se enferma, o por
problemas graves de trabajo en uno de los dos, lo que suele transformarse
en problemas de dinero; o por la muerte o enfermedades terminales de los
padres. Los reajustes en este tipo de vínculo son bastantes rápidos,
simplemente se conversan las incomodidades de ambos, los apoyos que se
necesitan, quién va a colaborar con qué y se redefinen los nuevos roles
adecuados para ambos.

5) Pareja forzada
Se trata de aquéllas que se hacen en la mayoría de las migraciones (de casa,
de barrio, de condición social, etcétera). Cualquier relación es compleja,
pero si la migración es forzada algunos aspectos se tornan de especial
cuidado. Sus características son:
Ya había pareja antes de la migración.
Sucede “algo” que obliga a la migración, lo que implica lo
involuntario del cambio.
Aparece una pérdida masiva y ambigua, duelos, odios, conflicto de
lealtades, el miedo, la curiosidad y la ansiedad que provoca “lo
desconocido”, nostalgias, tristezas, cambio “de todo”, incertidumbres
aumentadas, ignorancia acerca de lo “nuevo”.
Es forzada cuando se trata de “vida o muerte” (por política o
economía). Se presenta lo imprevisible, hay que sobrevivir y aguantar.
Se trastornan todos los vínculos (jerarquías, roles, posición económica,
pertenencias).
Los hijos en general son un núcleo de angustia.
La sobrecarga de conflictos y las dificultades de su elaboración los alejan de
su adscripción a las tareas de y para la pareja o los enferma, o los convierte
sólo en padres; también puede acontecer un aglutinamiento familiar con
pérdida de límites que deriva en falta de intimidad y agresiones por el deseo
de huir, de uno o de los dos miembros de la pareja, hacia algún “otro” que
se idealice como alivio de alguna clase. En estos casos es necesario
determinar cuáles son las dos o tres necesidades y aspiraciones básicas de
cada uno, consolidar ese primer paso y a partir de allí elaborar un modelo a
la medida con un alto grado de autonomía y una expectativa de desarrollo
del vínculo, como un proceso de construcción y redefinición de todas las
áreas de vida.
Es importante aclarar que estas descripciones nunca
son fijas y que cada pareja tiene sus peculiaridades

que la constituye como una organización única,
creada por dos seres a su vez únicos e irrepetibles.
Sólo destacan algunos rasgos que se repiten con
frecuencia, muchas veces dependiendo del lugar y
tiempo del nacimiento de sus miembros, la raza, la
clase social donde nacieron o a la que pertenecen.
Hay que recordar que las parejas pueden cambiar
dependiendo de su ciclo de vida.

Según su interrelación
La clasificación de Rafael Manrique parte de otro tipo de parámetros para
su tipificación, él piensa más en el tipo de interrelación de los miembros de
la pareja que en la forma en que se constituyeron. También voy a
presentarla porque creo que aporta otras reflexiones interesantes a la hora
en que uno se piensa a sí mismo y en su relación afectiva en el medio de
una etapa de crisis. Todas pueden ser estables o frágiles.
Todas estas reflexiones pueden ser útiles cuando una relación de pareja
entra en una etapa de crisis o conflictos.
Si se logran vivir, estos ejercicios, como una
oportunidad para realizar los cambios que cada uno
de los miembros necesita en su desarrollo personal,
para renovar todos los acuerdos y los pactos del
vínculo afectivo y si además se entiende que esto es
un equilibrio dinámico —en el sentido que siempre
estaremos reeditando algunas de las áreas que lo
constituyen— entonces seremos capaces de
alegrarnos del proceso que se abre frente a nosotros
y comprender profundamente que “ni está mal estar
mal” “ni está bien estar bien”.
Una vez que se ha reflexionado sobre el tipo de pareja que se tiene,
conviene hacer una breve revisión lo antes planteado:
¿Te sirvieron los esquemas anteriores o el ejemplo para aclarar qué
tipo de pareja es la tuya?
¿Hay alguna que te atrajo más?
¿Podrías identificar cuándo has amado y cuándo estuviste en una
relación de colusión?
¿Para qué te ha sido útil este tipo de experiencia?

¿Has realizado el ejercicio de tomar consciencia de qué le aprendiste, o
cómo has crecido, gracias a animarte a tener las experiencias que
tuviste en tu vida?
Una reflexión más que puede ser útil cuando estamos hablando de elección
de la pareja, es un aporte de Fina Sanz en su artículo “Los vínculos
amorosos” del cual rescato la comprensión de algunos aspectos que nos
diferencian: la fusión (f) y la separación (s).
La “fusión” se experimenta a través de la unión física o simbólica.
La “separación” es lo opuesto, es la sensación de individualidad; se
marcan los límites, la diferencia con el otro.
En un esquema de concordancias o discordancias:
Ambas experiencias, FUSIÓN y SEPARACIÓN, son fundamentales en el
equilibrio psicológico del ser humano.
La fusión produce sensación de pertenencia, protección, seguridad. La
separación produce la sensación de autonomía y el placer de conocer los
propios límites.
En un ejemplo:
Si María = mucha F + poca S Las diferencias de necesidades de F y S
entre ellos van a generar conflictos

Si Pedro = mucha S + poca F
Estas necesidades cambian a lo largo de la vida y ambos procesos (F y S) se
dan simultáneamente.
En la niñez hay más necesidades de fusión, en cambio en la
adolescencia necesitamos experimentar la separación, la búsqueda de la
propia identidad. En el enamoramiento hay mucha FUSIÓN y para amar es
necesaria cierta SEPARACIÓN.
La individualización es necesaria para crecer, madurar y, a su vez, es
indispensable sentirnos aceptados, acogidos para poder separarnos.
El miedo a la “fusión” se relaciona con sentirse atrapado, anulado. El
miedo a la soledad se inserta en el desconocimiento del sí mismo y la
incapacidad de generar vínculos.
¿Se han preguntado cuáles son las diferencias entre ambos en cuanto a
sus necesidades de fusión y separación?
¿A qué se deben estas necesidades en cada uno?
¿Saben qué se puede hacer para cambiar estas necesidades?
¿En qué áreas de vida hay más diferencias?
¿Son conscientes y se hacen responsables de sus propias necesidades?
¿Cuándo eligieron a sus parejas pusieron atención a qué tan diferentes
eran estas necesidades entre ambos?

SEGUNDA PARTE
Los destructores de la pareja
LOS MOTIVOS Y MOMENTOS en que una relación de pareja comienza con
comportamientos destructivos pueden ser múltiples. Hemos aclarado que
todo sistema de pareja que funciona adecuadamente está expuesto a
diversos eventos que lo desajustan y entonces deja de producir lo necesario
para este tipo de vínculo afectivo; es decir, la capacidad de elaborar
proyectos para cada uno de los miembros de la pareja y para la relación
misma.
Al consultorio llegan parejas recién formadas o que comenzaron a tener
algunos conflictos o están en una crisis y también las que llevan mucho
tiempo en una situación de permanente caos. Algunas vienen con la idea de
rescatar el vínculo de pareja y otras para realizar un proceso de separación.
Cuando surgen las reflexiones a veces logran lo contrario de lo que creían y
otras veces, cuando ambos consideraron que prefieren terminar con la
relación de pareja, pasan a otro vínculo que les es grato manejar: socios de
crianza de hijos o de convivencia por ventajas económicas o de amistad.

CAPÍTULO 4
LOS PROBLEMAS QUE LA CUL TURA TRAE
IMPLÍCITOS
EN EL LIBRO Sexo, erotismo y amor, el autor, Rafael Manrique, señala que,
en el tiempo que nos ha tocado vivir, pensamos en la cultura como la
organización que se estructura desde la ética, la estética y la lógica; es decir,
lo bueno y lo malo (publicidad), lo bello y lo feo (moda) y la verdad y lo
falso (política). Puede decirse que todos pertenecemos a ese sistema de
creencias, las absorbemos y las hacemos nuestras.
Tomamos decisiones y conductas desde ese marco de referencia;
reproducimos esas ideas sin siquiera haberlas elegido a conciencia, sin
haber reflexionado si es así como nosotros queremos pensar, si es funcional
para el estilo de vida que deseamos tener en cada momento de nuestra
existencia o si nos conviene.
¿Cuál es el modelo de hombre-mujer que tienes tú?
¿Será acaso la del hombre guapo, seductor, buen proveedor, amable y
amoroso con su familia, audaz y exitoso en el exterior; y la de la mujer
bien educada, siempre dispuesta a apoyar los planes y deseos (también
eróticos) de su marido, que de ser posible gane algo de dinero para
“ayudar (lo)”, y además capaz de organizar y hacerse cargo del hogar
(hijos incluidos)?
¿Te preguntaste cómo le ha ido a algún ejemplo de pareja que tú
encuentres (si encuentras) con esos estereotipos?
¿En realidad es así como tú quieres pasar los próximos veinte años?

Todos los ejercicios, preguntas y temas teóricos que están en la primera
parte del libro, tienen como objetivo volver a pensar cómo queremos
pensar, porque ello nos llevará a elegir qué interpretaciones queremos
realizar acerca de cada evento de nuestra cotidianidad y, por lo tanto, qué
vamos a sentir y cómo vamos a actuar.
Cuando desatendemos esas reflexiones pensamos desde las ideas
provenientes de la cultura, y resulta que algunas de ellas eran funcionales en
los contextos de varios siglos atrás y que hoy ya dejaron de ser adecuadas;
entonces surgen conflictos entre lo que queremos lograr y las ideas desde
donde decidimos nuestra conducta.
LOS ESTEREOTIPOS
Cuando hablamos de estereotipos nos referimos a las ideas o imágenes
aceptadas por la mayoría de las personas de una cultura y tiempo histórico
particular, como un patrón o modelo de cualidades o de conductas conocido
por todos.
La institución matrimonial
Uno de los estereotipos que se utilizan sin analizar sus ventajas y
desventajas es el del matrimonio o institución matrimonial. Aquí notaremos
la importancia de repensar en esos estereotipos sin caer en los opuestos
(sólo por hacer lo contrario, pues llegaríamos a lo mismo), ni tampoco
imitar los de otras culturas o ideologías ajenas a nosotros (sólo por probar
algo diferente), con la idea de construir un modelo de vínculo a la medida
para cada relación de pareja.
Los vínculos afectivos desarrollan diferentes características
dependiendo del momento del ciclo de vida y del nivel de conflicto que
hayan acumulado durante el matrimonio. Esto es distinto según el área que

estemos analizando, pueden cargar con serios problemas como cónyuges; es
decir, en los acuerdos de convivencia, de administración de la riqueza y en
los compromisos sociales, o como socios de crianza de sus hijos, o
propiamente en el vínculo amoroso-erótico de la pareja.
Es importante distinguir entre pareja y matrimonio
El matrimonio es una institución que se caracteriza por un intercambio de
roles, complementarios entre ambos miembros, y que son asumidos como
naturales e incuestionables. Los guiones de cada uno, la división del
trabajo, las jerarquías, se plantean como preestablecidas y aceptadas: los
objetivos se dirigen hacia la seguridad material, la procreación de hijos y la
fundación de la institución familiar.
En cambio, cuando se habla de pareja, se concibe como una relación
humana donde las dos personas comparten sus identidades, siempre
cambiantes y negociables, y donde se separa la sexualidad de la
procreación. Cuando esa relación es amorosa entre dos personas, se la
piensa por un largo plazo (o para siempre) y se tramitan y negocian las
diferencias.
Cuando se reconoce y acepta al otro como un igual
legítimamente diferente, es cuando se puede producir
ese gusto por estar juntos. Si nos comprometemos a
construir una relación diariamente, como si se tratara
de pegar tabiques todos los días, entonces
entenderemos el significado de lo que llamamos
amor.
El matrimonio es una institución que se inscribe en el orden social de cada
época y de cada geografía. La cultura es un conjunto de regulaciones que
determina el intercambio de los individuos, objetos y mensajes de las

personas. Los sistemas de creencias, el uso del tiempo o las necesidades
económicas obedecen a un patrón riguroso que condiciona y limita las
relaciones entre las personas a favor de los intercambios institucionales.
Lo social se interesa en la construcción de una
institución que domina y regula la conducta de los
individuos a través de la institucionalización. Por esto
el matrimonio y la relación de pareja son raramente
compatibles.
La manera de realizar el apoyo a la institución matrimonial y la
subordinación de la relación de pareja es mezclarlas. Pero generalmente la
manera de relacionarse cambia más rápido que lo institucional, como está
sucediendo ahora a través del turismo, la revolución tecnológica y la
globalización.
Hemos sido testigos de cómo las relaciones
comienzan a inventar nuevas maneras que
desobedecen o ignoran a las regulaciones del orden
social y a las instituciones, y entonces asistimos a un
cambio, más o menos generalizado, donde lo que va
ganando terreno son las relaciones construidas como
sacos a la medida.
La idea de hegemonía cultural se puede ver en el concepto de matrimonio,
que es la síntesis de creencias que determinan una manera de mirar el
mundo, une los conceptos de hijos, hogar, tiempo libre, seguridad
económica, etcétera. Todo ello se convierte en los intereses, deseos y
valores esenciales para todas las personas.
En el matrimonio, ambos miembros de la pareja están convencidos que
“serán todo para el otro” y, en general, lo que logran es que uno se convierta
en el objeto de uso de los sueños, los proyectos, el desarrollo profesional y

hasta los valores del otro. Papel que más frecuentemente desempeñan las
mujeres, que se justifican por estar ocupadas en la crianza de los hijos y el
cuidado de la casa, lo cual, muy probablemente, a mediano plazo se
convertirá en frustración, miedo, baja autoestima y dependencia. Estas
relaciones desembocan cada vez más en conductas asociadas con:
La posesión (como expresión del miedo y la impotencia).
La exclusividad (para poder disminuir la angustia de la incertidumbre).
La dependencia (cada uno le prohibirá al otro cada vez más el uso de
la libertad individual).
La debilidad (cualquier evento puede terminar en una crisis grave).
La comodidad (como disminución de las autonomías, los intereses y
las aventuras intensas).
La frustración (con cuotas de hostilidad, tensión generalizada,
contrariedad y malestares diversos).
La disminución del deseo erótico (como la expresión de la
disminución del placer de vivir).
No obstante, quien se atreva a pensar o vivir diferente será atacado o
marginado por ese orden social que crea verdades y disfraza el contenido
violento y autoritario del poder.
El miedo a dejar de pertenecer al grupo social nos
lleva a creer y repetir el modelo convencional. La
lógica social establece que las parejas deben
casarse, volverse convencionales y fundar una
familia. Luego empiezan a desarrollarse las
incompatibilidades entre la relación amoroso-erótica
de una pareja y la relación conyugal que deben sacar
adelante.
Podríamos decir que la institución del matrimonio abarca tres contratos
distintos:

La pareja amoroso-erótica (de la cual ya hemos hablado).
Los cónyuges que en general viven bajo el mismo techo y crean una
sociedad de convivencia.
Los padres que se enfocan en la reproducción y en la crianza de los
hijos.
Cada uno influye en el otro y se modifican dinámicamente aunque de inicio
son, o deberían ser, tres contratos explícitos diferentes, pues las actividades
y condiciones que desarrollan cada uno son distintas.
Dependiendo de qué tan inconscientes y
convencionales sean los cónyuges, las funciones que
más fácilmente se relegan son las de la pareja
amoroso-erótica. Los vínculos que unen a las
personas como amantes van perdiendo el papel
fundamental que los llevó a tomar la decisión de
casarse y se irán reemplazando por las actividades
de una cotidianidad que tiene que ver más con la
prestación de servicios mutuos, destinados a
conseguir la seguridad económica o con la decisión
de tener hijos y criarlos o con las relaciones sociales y
con el estatus que con el compromiso y desarrollo de
la relación de pareja amorosa-erótica.
Cuando la pareja se transforma de amorosa-erótica en cónyuges
institucionales, se producen síntomas de deterioro individual que afectarán
irremediablemente al vínculo afectivo y en general implican distintos
síntomas tales como:
Aparecerá una tristeza crónica en ambos cónyuges que puede
manifestarse a través de la disminución de la energía y el optimismo, y
que puede desembocar en el uso de drogas, enfermedades, o relaciones
extramatrimoniales. “No me entusiasma verlo”, “Necesitaba

distraerme un poco con los amigos”, “Estoy cansada de tantos médicos
que no resuelven nada”, o “Necesito mirar eróticamente a otras
personas porque mi matrimonio anda mal”.
Se percibirá casi permanentemente un conflicto sordo, ambiguo y
disfrazado, que tendrá distintas expresiones: “Como tú quieras”,
“Olvidé que te gustaba eso”, “No soy impuntual, simplemente tengo
mucho trabajo”, o “Vas a volver con la misma cantaleta de siempre”,
“Ya me harté de tus reclamos”, “Para qué me preguntas, si siempre se
hace lo que tú quieres”, “No tengo nada que contarte, siempre es lo
mismo”, o “Estoy muy cansado, veamos la tele”.
Se presentará una conducta en uno de los miembros de la pareja
primero y probablemente luego en ambos de renuncia a sus deseos, sus
intereses y hasta a sus valores personales y los cambiarán por la
idealización de un doloroso autosacrificio. Es una especie de
masoquismo moral, suele expresarse cuando uno de los dos hace un
plan, entonces el otro se enferma y se cancela la actividad, o “Ve tú, yo
me quedo a cuidar a los niños”, “Cuando tengamos dinero de sobra
voy a retomar mi profesión”, “Ya es imposible volver a hacer mi
deporte”, “Gracias a mis hijos aprendí a vivir en el hogar”, o “La vida
profesional es incompatible con la maternidad”.
Seguramente habrá una disminución del deseo erótico, la seducción, la
intimidad y se instalará el desinterés sexual. De esta manera suele
expresarse el descontento propio o de castigo al otro. “Estoy cansado”,
“Me duele la cabeza”, “Nos van a escuchar los niños”, “Tuve un día
fatal y estoy de malas”, “Mañana hay que levantarse muy temprano”, o
“Ya se nos hizo tarde”.
También aparecen efectos sobre los hijos: cuando el aburrimiento
comienza, los padres creen que es un sacrificio para la buena crianza y
educación de sus hijos. El resultado suele ser opuesto. Porque los
padres se convierten en personas tristes, generadoras de culpa y de
desamparo: “lo que nos pasó por ustedes”. Esto se transforma en una
presión que reciben los hijos y que se traduce en problemas de

conductas agresivas o aisladas, es un círculo vicioso, los ejemplos
varían mucho.
La amabilidad, las atenciones, la admiración y el placer comienzan a
ser desconocidos para la familia. “Si sólo me pidieras por favor, lo
haría con gusto”, “Cuando nos conocimos me abrazabas con gusto”,
“Pensé que llegarías más alto en tu carrera”, o “Me da igual si
viajamos o no, siempre es lo mismo”.
La invitación es que cuando leas estos ejemplos de deterioro o pérdida de
los espacios de pareja en favor de los conyugales, tú le agregues los que
acontecen en tu cotidianidad en cada uno de los apartados y añadas nuevos,
si fuese necesario.
Esta clasificación todavía excluye las crisis agudas con faltas de respeto,
insultos o violencia emocional o física porque serán tratadas en otros
puntos.
Cuando estamos frente a un deterioro de la base
misma de la familia: la crisis y el aburrimiento son dos
polos que se convierten en las principales amenazas
para la construcción de una relación sólida de pareja
y de familia, en especial con hijos emocionalmente
saludables.
Cuando una pareja nos plantea dentro del espacio terapéutico su decisión de
dejar de relacionarse como pareja amoroso-erótica y que quieren ser una
sociedad de crianza, o de convivencia y crianza, entonces se deben elaborar
nuevos acuerdos y contratos donde cada uno pueda negociar su bienestar y
el del otro, con el objetivo explícito de permanecer unidos para ejercer una
buena crianza para los hijos. Es difícil, pero he acompañado a varias
parejas-familias a lograrlo con un grado de funcionalidad bastante adecuado
para todos sus miembros, claro está que fue definido así por ellos mismos.

Infidelidades y traiciones
Deshonestidad y dependencia
En este punto sólo reflexionaremos sobre cuáles son las consecuencias
en el vínculo afectivo cuando cualquiera de los dos cónyuges vive una
traición.
Cuando la pareja decide institucionalizar su unión a
través del trámite legal del matrimonio desde la
inconsciencia de “así es la vida” o “toda pareja seria
evoluciona hacia el casamiento, la casa propia (la
camioneta y la mascota), los hijos y la familia”, es
muy frecuente que ambos piensen que el otro está
imaginando lo mismo que él para el futuro compartido
y también que la promesa de exclusividad físico-
erótica y afectiva es recíproca.
Mientras la mujer está segura que su marido nunca más va a mirar a otra
mujer, el hombre tiene un poco más de permiso social, aunque encubierto,
de que si las circunstancias lo obligan tendrá que “echarse una canita al
aire” en tanto ni se entere, ni lastime a su esposa.
Lo cierto es que es muy frecuente que el hombre tenga aventuras (o
relaciones mucho más estructuradas) extraconyugales. En el consultorio
escuché frases desde “esas son cosas sólo de hombres” hasta “no sé cómo
me pasó, yo juré que nunca lo haría” o “¡También, con la mujer que
tengo!”. La diferencia es que el primero lo hace sin culpas, el segundo se
manifiesta arrepentido de alguna manera y el tercero intenta no
responsabilizarse, echándole la culpa al otro.
Cuando la traición proviene de la mujer es bastante parecido, aunque
suele estar mucho más encubierto, generalmente ella, además de sentir
culpa, está avergonzada y lo vive como inconfesable. Lo interesante es que

nunca se cuestionan de qué otra manera se podría vivir esto, o por qué será
que “le pasa a todo el mundo” (en la realidad o en la fantasía).
Hay parejas que logran reprimir todos o casi todos los deseos de mirar a
otra persona. En estos casos, habría que investigar cuáles son las
consecuencias a largo plazo en el vínculo afectivo y en el individuo.
Podríamos decir que dejar de hacerlo sólo por represión es triste, aun
cuando existen maneras más constructivas de lograrlo.
En cualquiera de los casos sucede que el otro se entera. Hoy más que
nunca llegan parejas a mi consultorio porque uno miró el celular o el correo
electrónico o el facebook del otro y descubrió la traición.
Independientemente de la respuesta del que se encuentra al descubierto, lo
cierto es que la persona que decidió indagar encontró lo que estaba
buscando; es decir, ya lo sabía pero prefería negarlo hasta que no pudo más;
y entonces todas las ilusiones y expectativas que tenía de su compromiso de
matrimonio se hacen trizas, se queda destrozada y, al mismo tiempo, helada.
Se casó con una persona, durmió con ella muchos
días, tal vez años, y ahora siente que no sabe quién
es, que se quedó sin un otro a quien querer, que ya
nunca va a poder confiar en nadie, que nada tiene ni
tuvo sentido. La desolación es infinita, es un dolor que
le atraviesa toda la vida, también deja de confiar en
su propia percepción “soy una estúpida, cómo no me
di cuenta antes”, se le llena la cabeza y el alma de
miles de preguntas que intentará arrancarle al otro y
que, independientemente de lo que le conteste, nunca
quedará satisfecha.
Con su autorización, decidí compartir un fragmento de un cuento
autobiográfico. Lo escribió la mujer de una pareja que me visitó
después de una traición, en el relato se refiere a ella misma en tercera
persona:

El clic de su cerebro era ya una explosión que seguía el mismo
ritmo que los acelerados latidos de su corazón.
El suelo se abrió y cayó al vacío. Era como esas noches en las
que sueñas que caes por un precipicio y te despiertas un instante
antes de llegar al final. Pero esta vez no se despertó y cayó. El golpe
le destrozó el alma y la vida.
Allí estaba el último mensaje de Marta, los anteriores
seguramente los había borrado, le llamaba cariño y le decía que
esperaba con impaciencia su próximo encuentro, que contaba las
horas y que le resultaba un suplicio estar separada de él.
No se percató cómo llegó al suelo, fue consciente cuando sintió el
frío de las baldosas en su cara. ¿Cuánto tiempo llevaba así?, no pudo
pensarlo. Intentó levantarse y no pudo, así que se incorporó un poco
y apoyó la espalda en el armario que había debajo del lavabo. Volvió
a leer el mensaje, quizás se había equivocado, es posible que no lo
hubiera entendido bien.
“Cariño, espero con impaciencia nuestro próximo encuentro.
Cuento las horas que faltan para abrazarte. Estar sin ti es un suplicio
para mí. Marta”
No, no se había equivocado. Era muy claro. Su cabeza estallaba y
le era imposible pensar. Estuvo un rato allí, intentando respirar,
pensando si aún estaría en la cama soñando y de golpe podía
despertar. Su corazón estaba muy acelerado y su cuerpo invadido por
el dolor. Nunca se había sentido así, pensó por un momento que no
podría soportarlo, era imposible resistir algo tan intenso, tan
incomprensible, tan impensable. Perdió la noción de donde estaba, de
lo que sucedía, de lo que debía hacer. Sintió un gran dolor, invasivo,
desafiante, desconcertante.
Cuando al fin pudo ponerse de pie, se miró al espejo y la imagen
que le devolvió era desconocida para ella. No conocía a esa mujer,
no reconocía su mirada. Se lavó la cara con agua fría, la frialdad del
agua inundó su cuerpo y se sorprendió. Su corazón, su cabeza, sus
manos estaban heladas.

Su mundo se había hecho pedazos, nada de lo anterior tenía valor.
Sus creencias y sus valores ya no servían. En unos minutos se había
destruido todo.
Sus emociones fueron apareciendo, sentía rabia y un odio
visceral, que le sugerían que debía devolver el dolor producido y que
se convirtieron en unas ganas locas de venganza. Algo inimaginable
para ella tan sólo unas horas antes.
Reflexionó sobre el tema. Carlos nunca se daría cuenta de lo que
había provocado en ella, había cambiado sus sentimientos e incluso
sus valores. Le daba la sensación de que era como un jarrón hecho
pedazos al caerse. ¡Qué difícil reconstruir! Incluso contratando a un
experto en reconstrucción, ahora sería mucho más frágil y, sobre
todo, serían evidentes las líneas por donde se había pegado
nuevamente el jarrón.
El drama de la traición es que muy rara vez tiene reparación y aún en ese
lejano caso, ya nada vuelve a ser igual (lo cual puede ser una ventaja). Los
dos dejan de ser las personas que eran, ambos tendrán que redefinir su
autonomía, sus expectativas acerca de su vida futura, los acuerdos de la
nueva relación, entre otros muchos procesos de dolor, pérdidas, alquimias y
reflexión hacia la evolución, de las propuestas culturales y volver a decidir.
Tal vez lo más triste que sucede es cuando la parte traicionada decide
perdonar sin más, por los hijos o por el estatus social y la situación
económica, etcétera, y el otro acepta pagar sus culpas, lo que desconoce es
que las va a pagar el resto de su vida, que ya nunca lo volverán a mirar
como a una persona digna de ser amada: las crisis y los conflictos
aparecerán periódicamente y volverá a pagar.
Una de las características de este tipo de vínculo es
la dependencia entre ambos, y que entre más
debilitados y sometidos se encuentren, es muy
probable que vaya aumentando el deterioro, el cual

puede expresarse en síntomas de enfermedades
físicas.
Si pensamos que el matrimonio es una institución que se establece a través
de un contrato social, que se firma a nivel público, que regula y define las
relaciones que son válidas para ese orden social y que sus cláusulas son más
o menos difusas, complejas y generalmente desconocidas por los amantes
en el momento que lo firman, nos tendría que extrañar muy poco que las
traiciones se ejecutan en distintos campos. Generalmente se utiliza para
nombrar las infidelidades en la sexualidad, con lo cual estaríamos hablando
de adulterio; si además se oculta para que el otro no se entere, entonces
estamos frente a un engaño y si además se niega, hablaríamos de mentiras;
si la traición está en el ámbito del dinero, le llamaríamos estafa o robo; si es
en el área de la paternidad estaríamos hablando de abandono, de
irresponsabilidad, de delito.
Lo cierto es que las traiciones destruyen el vínculo
afectivo, las vidas de varias personas y el dolor tarda
todo un proceso en desaparecer y convertirse en
crecimiento.
Siempre habrá que distinguir entre infidelidades, traiciones y
deshonestidades, para poder repensar si la persona a la que estamos unidas
eligió un sistema de valores que nos resulte adecuado para la calidad de
vida que deseamos tener.
¿Alguna vez te sentiste traicionada?
¿Alguna vez traicionaste tú los acuerdos explícitos o implícitos que
tienes con tu pareja?
¿En qué área crees que es probable una traición de alguno de los dos?
¿Qué crees que pasaría en tu relación de pareja si se produjera una
traición?

¿Alguna vez conversaron sobre este tema entre ambos?
¿Tienen definido cuáles son los eventos que se considerarían una
traición entre ustedes?
¿Creen que la relación de pareja que ustedes construyeron soportaría
una traición?
Crisis y aburrimiento
El tema de las crisis es uno de los eventos más motivadores de los procesos
de cambio en las relaciones de pareja. Toma distintos nombres, tales como:
celos, infidelidades, aburrimiento, disminución del deseo erótico,
dependencia excesiva, sumisión, problemas del manejo del dinero (sea poco
o mucho), roles de género demasiados rígidos, manejo de la incertidumbre,
manejo de las relaciones con la familia política o de origen, otra vez el
estilo implícito que tiene nuestra cultura para elaborar los contratos de
pareja, o matrimoniales, o de familia, violencia de distintos tipos, sólo por
mencionar los más habituales.
En mi experiencia, rara vez llega una pareja, o una persona que ya se
separó o divorció de su pareja, que haya tenido un contrato o acuerdo a
través del cual pudieran decidir la conducta adecuada para ambos, y a su
vez para el vínculo que los relacionaba, de tal manera que ambos estuvieran
al pendiente que la interacción entre ellos sea siempre nutritiva, motivante
de procesos de desarrollo para los dos y para la pareja.
Las crisis se usan para activar los procesos de cambio, con lo que
podríamos decir “que no hay mal que por bien no venga”.
Algunos de los temas que desencadenan crisis ya los hemos
reflexionado y otros estarán desarrollados a lo largo de este capítulo, ahora
tocaremos el tema del aburrimiento que rara vez lleva a la pareja a
cuestionarse acerca de que hay algo que está funcionando mal. Suele pasar
que durante largos períodos se lo asume como confort, comodidad,
seguridad, tranquilidad, amor maduro, “es imposible que después de tantos
años sigamos igual de entusiasmados”, “son los ciclos naturales de las

parejas”, “ya somos adultos, ¡Qué esperabas!”, etcétera. Por esto le vamos a
dar un lugar especial a este tema.
Rafael Manrique lo aborda de manera exhaustiva. Comienza planteando
las características de una relación frágil o cómo acabar con la pareja en muy
poco tiempo. Vivir dentro de una relación de pareja amorosa-erótica supone
tener presente diversos tipos de dificultades:
Todas las que derivan de la cultura sobre lo cual ya hemos conversado.
Es decir: la reflexión permanente acerca de lo bello y lo feo, lo bueno
y lo malo y lo verdadero y lo falso.
Que ambos miembros de la pareja tengan elaborados sus proyectos
personales de vida, con renovación permanente.
Lograr coordinar las historias de vida de ambos miembros de la pareja,
sus estilos, hábitos y costumbres; además ocuparse de pegar tabiques
de amor todos los días en forma de novedad, dedicación, atención,
motivación, para que nunca se debilite el vínculo afectivo.
Si bien algunas conductas son propias de la cultura, se suelen
entrelazar con diversos estilos de interrelaciones o prácticas que
asignan significados específicos a ciertos conceptos complejos como
“qué es el amor” o “qué es una buena familia” y que se copian o
heredan de manera inconsciente de las familias de origen, como por
ejemplo las que implican comunicación del tipo “Doble vínculo” (este
tema se desarrollará más adelante), que son aquellas donde las
instrucciones que se dan dejan siempre atrapado al otro en un lugar de
perdedor. Como cuando uno le pide al otro “necesito que
espontáneamente me digas que me amas”, entonces: si se lo dice queda
MAL, pues ya no fue espontáneo, y si no se lo dice también queda MAL;
“vez que tengo razón, no me amas”, no importa que haga, de todas
maneras perderá, estará equivocado o será el malo de la película.
O también cuando las personas desconocen su sistema de creencias y
actúan como “así es la vida”; es decir, repiten frases cargadas de
contenido sin haber reflexionado acerca de las consecuencias que ellas
tienen sobre el vínculo afectivo tales como: “¿te acuerdas de cuando
éramos novios…?”, “si me quisieras….”, “¿por qué estás enojado

conmigo?”, “si nos quisiéramos, no necesitaríamos más”, “hay que ser
siempre honesto y decirlo todo”, “si un matrimonio va bien, lo sexual
va bien”, “una persona casada no necesita arreglarse”, “no me gusta lo
que… (haces, piensas, dices, pensabas, eras, eres, tienes,….)”, “ahora
es demasiado tarde”, “cuánto me pierdo por estar casado”, “¿de verdad
me quieres?”, “sólo era una broma”,… y que implican un rápido
deterioro de la relación, debilitamiento y también crisis.
Los cambios del mundo nos dejan ante un contrasentido: si nos aferramos a
la institución matrimonial, como está definida e instrumentada desde la
cultura, entonces, lo más probable es que lleguemos al aburrimiento.
Algunos autores plantean que es consecuencia de nuestra forma de vivir en
las sociedades industrializadas, una decadencia derivada del éxito
evolutivo, un producto de una conciencia cada vez más desmesurada, nunca
satisfecha, un efecto de la modernidad y de su bienestar.
El aburrimiento es un sentimiento difícil de definir,
pero hay algo seguro, nos falta incertidumbre, y nos
sobra seguridad, comodidad, conservación. El
aburrimiento como la aventura, son maneras de
enfrentar al tiempo. Es vivir la experiencia en tiempo
presente como una experiencia sin valor, es un signo
de peligro, de que algo anda mal en la relación.
Hay parejas que en el momento que desaparece el enamoramiento y todavía
no se construyó una relación de amor, caen en una situación acomodaticia
“son los ciclos naturales de las parejas”, o se instalan en la añoranza (y
también la decepción) de lo que fue, o “si nos queremos, esto pronto
pasará”, o “es el cambio a la realidad, después de la luna de miel” y así se
siguen hasta que aparece el ocio, la pérdida de la creatividad y de la
curiosidad, la sensación de soledad aunque estén mirando la televisión
juntos, la monotonía de “todos los días son iguales” aún los fines de

semana, o el “cansancio crónico porque seguramente me faltan vitaminas”,
que en realidad son los resultados del aburrimiento y que a su vez se
convierten en un círculo vicioso.
El otro se convierte en un límite, una realidad ya dada. Se aburren
porque tienen todo en común, son presentes sin presencia. El otro está fuera
de uno y no es una imaginación o un símbolo, ya no es susceptible de crear
un futuro, expectativas, desafíos, dificultades, incertidumbres o deseos.
Una relación amorosa implica un cúmulo de
sentimientos y actitudes entre los que permanecen
más o menos constantes: preocupación por el otro,
interés por su bienestar, ternura, cercanía,
compromiso, responsabilidad, erotismo, intimidad,
fidelidad a los acuerdos asumidos por los miembros
de la pareja.
Los problemas surgen cuando:
Por alguna razón se niega u olvida la pasión, la ambivalencia, la
corporalidad o la intensidad como componente necesariamente
presente en la interacción, entonces pueden aparecer la indiferencia y
el aburrimiento porque la relación se convierte en algo que no sirve
para apoyar proyectos, para generar realidades en cada uno de los
cónyuges, ya no es un proyecto motivador.
Porque los sentimientos que intervienen en la relación erótica no están
en sincronía; es decir, existen pero se dan en tiempos, intensidades y
formas distintas en cada cónyuge. Entonces luego de períodos de gran
ternura, pueden seguir episodios de desavenencias más o menos
intensas.
Todo lo que asegura el futuro trae aburrimiento:

El logro de la relación.
El éxito económico.
Un buen acoplamiento social.
Una vida cómoda.
Vivir en la posibilidad de lograr algo.
La falta de preocupaciones, de peligro, de riesgos, de aventuras.
Las exigencias de la vida social y burguesa.
El cumplimiento de los roles sociales.
Las conductas previsibles y apropiadas.
El amor posesivo, anula la existencia como ser autónomo.
El egoísmo (cuando no falta nada, puede faltar el amor).
El amor por fusión, por coincidencia, por incorporación.
La prisa y la impaciencia.
La acción sin finalidad.
La actividad frenética como huida del aburrimiento.
La inconsciencia que introduce lo socialmente deseable.
Si vivimos así, entonces nos sentiremos aburridos y decepcionados, que es
el estado ideal para que hagamos cosas contra el aburrimiento. Desde el
bingo hasta las relaciones extramatrimoniales, la industria del ocio vive de
vendernos simulacros de acción; la publicidad y la moda nos generarán
necesidades insospechadas de consumo, todas éstas son anestesias contra el
pensamiento crítico y reflexivo.
Pareciera que aquello que nos hace felices o nos distrae nos genera
aburrimiento. Esto es complejo y contradictorio como la vida misma, se
trata de un aburrimiento por felicidad o expectativas colmadas. Es la
consciencia de saber que después de ese tipo de felicidad, el deseo no ha
sido satisfecho, que lo que creíamos desear ya lo tenemos y que no estamos
satisfechos, y que ya no sabemos lo que deseamos, o que rápidamente nos
abocamos a desear cosas nuevas para repetir el ciclo.
El aburrimiento es como un líquido que rellena todos los huecos que no
están ocupados por la pasión, aventura, problemas o ansiedades. Es
peligroso que una pareja o una persona esté aburrida mucho tiempo: porque

el aburrimiento primero disuelve los valores, y después disuelve la
capacidad de generar intereses y deseos.
Los tres grandes automotivadores del ser humano
son: valores, intereses y deseos.
La vida excitante no es aburrida, pero siempre viene acompañada de
ansiedad o angustia. Pareciera que hay una relación inversa entre
aburrimiento e incertidumbre y angustia, y que cada pareja y cada persona,
tendrá que decidir cuál es el equilibrio que quiere entre ambas para su
calidad de vida. El problema está en que la ansiedad o la angustia gozan de
mala fama en nuestra cultura.
Habrá casos en que deciden una vida con poca
seguridad y menos aburrida, y otros que optarán por
todo lo contrario. En ambos casos sus miembros
pueden sentirse bien, depende cómo definan su
calidad de vida.
Todo lo que crea una diferencia o una novedad, en el presente continuo,
aleja el aburrimiento:
La curiosidad con el otro y hacia el otro.
La aventura propia, del otro o de ambos.
El desarrollo de la autonomía y desarrollo personal de ambos.
La separación y la independencia del otro.
La libertad y la conciencia crítica de cada uno.
Una pareja puede tener una vida monótona y sencilla y para nada aburrida:
porque tienen creatividad, curiosidad e ingenuidad. Es distinto aburrimiento
que indiferencia, el aburrimiento es algo que uno se produce a sí mismo,
como consecuencia del tipo de relaciones y situaciones en las que está

comprometido. La indiferencia implica que el otro nos resulta poco
(valioso, interesante o deseable). Cuando se dice “nos aburrimos” es que
estamos comprometidos en una relación con el otro donde construimos
poco o nada de nuestro presente. Por ello, las parejas pueden ser libres e
independientes y también aburrirse.
La interrelación entre dos individuos autónomos,
curiosos, creativos, con un pensamiento y actividad
crítica y reflexiva del mundo, son los mejores
remedios contra el aburrimiento.
¿Te sientes aburrido?
¿Sabes si tu compañero se siente aburrido?
¿Cuántas horas al día, o semana o mes se sienten aburridos?
¿Cuántos de los 16 motivos apuntados más arriba están en sus vidas?
¿Qué pasaría si eso cambiara?
¿Cuándo vivían sin aburrimiento cuántos de esos 16 puntos vivía la
pareja?
¿Qué es lo que más los aburre?, o ¿a qué hora sienten más el
aburrimiento?
¿Qué hacen cuando se les quita el aburrimiento?
¿Sabes cómo divertirte a ti mismo y a tu pareja?
¿Es nutritivo para ustedes divertirse y “pasarla bien”?, ¿cómo lo
logran?
¿Qué sientes tú cuando estás aburrida y tu pareja parece muy
divertida?
Romanticismo y pensamiento mágico
El amor romántico rompe con el componente sexual del amor cortés (que
nace en el siglo XII entre la nobleza de la antigua Galia y se presenta como

un canto a la alegría de vivir, lejos de la ley de la Iglesia y del matrimonio e
incluía el placer como esencial en él) y pone el acento en lo sublime, en la
comunicación espiritual separada de lo erótico. Con ello introduce el
dualismo y la doble moral en las relaciones amorosas.
Bajo un lenguaje místico y poético subyace una doble separación: por
un lado, los hombres separan a la esposa (casta) de la amante (erótica) y,
por otro, divide lo permisible a los hombres de lo que es permitido
socialmente a las mujeres. Tal vez lo más lamentable es que también las
mujeres adoptan esta dicotomía y entonces se consideraban a sí mismas o
candidatas a esposas o sólo amantes.
El romanticismo se convierte así en un elemento de valorización y
desencuentro tanto para hombres como para las mujeres.
Queda para las mujeres una concepción del amor que, aunque vivida
desde una posición de debilidad y de forma idealizada, tiene un valor
diferente: el amor implica una comunicación intersubjetiva, entre dos
personas. Por eso el amor como sentimiento se comienza a vivir como
femenino, y será en el siglo XX, con los movimientos de liberación de la
mujer, cuando surja con fuerza un concepto de amor libre ya de las ideas
tanto románticas como corteses, pero que incluya la dimensión
intersubjetiva.
Hoy todavía sufrimos las consecuencias de aquella separación entre lo
corporal y lo espiritual, hasta algunas de las disfunciones sexuales más
frecuentes tienen que ver con eso.
Recuerdo que me visitó una pareja que llevaba una vida amorosa y
de familia muy bonita. Según ellos mismos disfrutaban de todo lo
que tenían, se divertían, criaban bien a los hijos, que fueron
responsables y bien portados, viajaban, cultivaban el lugar de la
relación de pareja organizando salidas interesantes (ellos solos), y
tenían una buena relación sexual.
Ambos eran atractivos y cuidaban su cuerpo y su arreglo
personal, llegaron conmigo porque ella pretendía una intimidad y
erotismo más manifiesto en la cotidianidad y una mayor frecuencia

de sus encuentros eróticos. Él explicó que ella le gustaba muchísimo
y que la deseaba sexualmente pero que se distraía. Me resultó curioso
y me demoré bastante en entender que quería decir con que se
distraía.
Ella explicó que él visitaba lugares donde las mujeres bailan para
provocar que los varones logren sentirse hombres cuando se excitan
sexualmente al verlas desnudarse, cosa que declaró que le parecía
correcto, inclusive le parecía bien si él se divertía teniendo algún
encuentro sexual después de asistir a esos sitios. Nunca sintió celos,
pues consideraba que si el marido llegaba contento a ella no le
quitaba nada la existencia de esos eventos. La queja era sobre lo que
a ella le faltaba, en vez de lo que él tenía.
Me tomó un tiempo de escucharlo a él con mucho cuidado para
comprender que tenía separadas a las dos mujeres; es decir, lo que le
pasaba a él es que le resultaba imposible unir los roles de la esposa
casta y la amante erótica, lograr mirarla con pasión, lujuria y
erotismo le era difícil porque era la madre de sus hijos.
Fue él, cuando estaba narrando cómo era la relación sexual
cuando eran novios y que podía hacer de todo incluso después de
casados, aunque todo cambió cuando ella quedó embarazada y
tuvieron a su primer hijo. Se dio cuenta de lo que le pasaba. Inició un
proceso para cambiar parte de su sistema de creencias para poder
disfrutar de su vínculo afectivo con toda la plenitud que ambos se
merecían.
Muchos hombres me han contado que cuando la relación se va poniendo
seria sienten como que disminuye su atracción erótica, se sienten menos
libres. O también que disfrutan mucho la cena con velas, comida y ricos
vinos, música suave y aromas programados y resulta que cuando llegan a la
cama se sienten disminuidos, ya no son ellos mismos: tanta espiritualidad
les ahuyenta el deseo erótico.

Cuando la mujer está preparada para entregarse al
hombre porque sus fantasías acerca de lo que debe
de acontecer estuvieron satisfechas, resulta que el
varón tiene poco interés sexual. En ambos se
produce algún nivel de frustración, y lo más probable
es que ambos lo disimulen sin siquiera darse cuenta
de lo que están viviendo y tampoco preguntarse qué
es lo que está pasando.
En la película Analízame de Harold Ramis, el psiquiatra le pregunta a
Robert De Niro por qué utilizaba prostitutas si tenía una mujer tan hermosa
y él le contesta que le gustaba que le practiquen el sexo oral. Entonces el
psiquiatra manifiesta su incredulidad y De Niro lo agrede y le grita que si
estaba loco y dice: “¡con la misma boca que besa a mis hijos!”… En el cine
la gente se ríe, ¿en cuántos asistentes serán risas nerviosas, porque en
realidad piensan algo parecido?
He escuchado a muchas mujeres que me manifiestan
que ya no se sienten queridas porque su marido ya
no es romántico como antes. Podríamos decir que la
parafernalia romántica no tiene nada de malo ni de
destructivo y sí mucho de ocurrente y de divertido si
se le usa con ese fin; es decir, como una herramienta
de seducción, como una escenografía donde ambos
saben que es un juego compartido para crear un corte
en las rutinas cotidianas y renovar o refrescar el
vínculo afectivo y erótico.
El modelo romántico deja a la mujer en un lugar inferior, sin cuerpo erótico
y al hombre frente a un ser que, por ser incorpóreo, es imposible de desear
eróticamente.

El pensamiento mágico es un producto del romanticismo construido
dentro del prototipo patriarcal. Hace tiempo vi un video de Pilar Sordo
(psicóloga chilena) en YouTube, que se llama ¡Viva la diferencia!, trata este
tema y lo expone de una manera muy graciosa y ocurrente. Lo recomiendo
mucho para que el lector pueda reflexionar cuántos de estos eventos puede
notarlos en su cotidianidad.
La mayoría de los cuentos de princesas y príncipes y
de un buen porcentaje de las películas comerciales y
de los programas de la televisión, las tenemos dentro
de la construcción de nuestra imagen de feminidad o
masculinidad como estereotipos de personajes
admirables y, por lo tanto, imitables en tanto deseo de
perfección y de cómo lograr la felicidad.
Estos sistemas de creencias nos llevan a desarrollar un pensamiento mágico,
una ideación de lo que necesitamos para ser felices en nuestra vida real,
concreta y cotidiana. Cuando estamos con nuestra pareja lo estamos
comparando con esos estereotipos y ¿cuál creen que sale perdiendo en esa
comparación, el que tenemos enfrente o el ideal que tenemos en nuestra
mente?
¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre la imagen ideal de tu
príncipe azul y tu amante real?
Qué opinas de esa canción que dice: “no es perfecta, pero es lo que
más se acerca a lo que yo siempre soñé”.
¿Qué tan consciente tienes las imágenes de con quién comparas a tu
pareja?
¿Para qué te sirve comparar? ¿Para pedirle al otro que sea como tú lo
necesitas?
¿Cuántas veces ya lo hiciste? ¿Cómo te fue, qué lograste haciéndolo?
¿Qué te parecería si te contesta que él sólo puede ofrecerte lo que es y
tiene en este momento y que si quieres algo distinto que lo busques en

otra persona, porque si no él siente que ahora ni lo quieres ni lo
aceptas, que sólo él te va a interesar cuando él cambie y además a tu
gusto, y además que eso no le parece bonito?… ¿Sentiste tú alguna vez
esto?
Otro de los problemas muy frecuentes que escucho en mi consultorio son
del tipo “me gusta todo de él, pero su… no lo soporto”; este tipo de
situaciones también podríamos decir que son una consecuencia del
pensamiento mágico como parte de esa idea de que el todo se puede separar
en partes; es decir, así como separamos el cuerpo de la mente, de la psiquis,
de las emociones, de la espiritualidad. Pareciera que también podemos
construir una fantasía de que se vale, en el sentido que es factible que
suceda, amar una parte de nuestra pareja. Para explicar esto suelo poner una
metáfora tipo caricatura pero útil: “¿qué te parecería si yo te dijera que tu
oreja izquierda y tu brazo derecho me disgustan mucho, así que cuando
entres a conversar conmigo los dejes en la sala de espera?, ¿qué sientes?”.
Este tema lo voy a retomar cuando reflexionemos sobre las ventajas de
construir relaciones ambivalentes con nuestros padres lo aplicamos a
nuestra pareja, a todos nuestros seres queridos y también a la humanidad.
EL GRUPO SOCIAL AL QUE PERTENECE CADA UNO
Cuando dos personas deciden entablar una relación tienen una historia
personal cargada de la ideología predominante en la cultura y además de la
de la familia de origen de cada uno y de la del contexto donde le tocó crecer
y formarse. De la manera que antes —y también ahora frecuentemente— se
conocían los individuos es probable que pertenecieran al mismo grupo
social (escuela-barrio-iglesia-amistades); como ya hemos comentado, hoy
hay disponible otras formas de establecer conversaciones con gente lejana
(Internet y sucedáneos): ambos tienen ventajas y desventajas.

En el primero será más fácil ponerse de acuerdo —también
implícitamente con sus riesgos incluidos— acerca de cómo llevar adelante
la evolución de la relación, y eso mismo hará que se reflexione muy poco
sobre los VID (valores, intereses y deseos), proyectos personales y la
funcionalidad del modelo convencional respecto de ellos: es probable que
las incoherencias aparezcan posteriormente en forma de conflicto. En el
segundo tendrán que reflexionar mucho más para poder coordinar dos
mundos diferentes (a veces) y, a su vez, la cantidad de dificultades que
tendrán que resolver pueden llegar a ser bastante más complejas, como por
ejemplo: los problemas migratorios, y éstos es probable que se presenten en
un corto plazo.
Es posible que algunas dudas aparezcan en las primeras citas. “¿Qué tan
confiable es esta persona?”, esto pone en duda tanto sus valores como los
del grupo social al que pertenece el otro, o “¿podrá respetar todo lo que
implica mi vida (familia, mascotas, amigos, profesión, dinero, etc.)?”, aquí
se cuestionan los hábitos, sistemas de creencias, usos y costumbres, o “¿qué
tanto le gustarán las relaciones sociales o la vida hogareña?”.
El desequilibrio en estas áreas podría ser delicado, pues una relación
puede desaparecer en el exceso de las relaciones sociales, o usar algunas de
esas relaciones para agredirse, o se puede aislar tanto que la propia relación
deberá lidiar con los rituales y rigideces personales y familiares.
Existen otros destructores del vínculo de la pareja que tienen que ver
con los desequilibrios en las interrelaciones que se producen en la
comunicación y donde participan directamente los patrones de conducta
existentes en los grupos sociales, adonde pertenecen ambas partes.
Comunicación
Complementariedad y simetría. Constreñimientos y emergencias. Silencios
e intimidad.
Todas las parejas tienen una manera o estilo de interrelacionarse que les
es más cómodo y que depende de las características personales de cada uno,

del grupo social al que pertenecen y de cómo van tejiendo el vínculo que
los une, a medida que desarrollan las posibilidades de expansión de la
relación.
Este tema, un poco más que otros, trata de la comunicación entre los
miembros de la pareja, por esto comenzaré con una breve síntesis de las
sentencias de la comunicación planteadas por Paul Watzlawick en el libro
Teoría de la comunicación humana.
Es imposible no comunicar
Siempre se comunica algo. Todas las situaciones en las que participan dos o
más personas son interpersonales y comunicacionales.
Aún el silencio más absoluto está comunicando cuál es la posición y la
decisión que el otro está tomando para interactuar con el que habla o
pregunta. Si además el silencio está acompañado con gestos o acciones, el
mensaje será más claro y trasmitirá más elementos, con la gravedad de que
la interpretación que realiza la segunda persona puede estar bastante alejada
de la intención del que ejecutó la acción.
Por ejemplo: La mujer entra y le dice a su esposo, “habíamos
quedado de salir a las doce, faltan diez minutos y creo que todavía no
terminas de arreglarte”, él, que estaba concentrado en su lectura,
mira el reloj se incorpora muy rápido, se cae el libro al suelo, no lo
puede recoger y sale caminando rápido hacia la recámara y al pasar
se cierra la puerta tras él dando un portazo. La mujer piensa “no lo
soporto, siempre el mismo impuntual, distraído y además grosero”,
ella se queda unos minutos trabada y luego en un plan de guerra,
también se dirige hacia donde está él, cuando abre la puerta, él ya
está cambiándose y le dice: “perdón, amor, la ventana está abierta y
el viento cerró la puerta, pero ya estoy listo, ¿nos vamos?”

Existen dos niveles en la comunicación, el del contenido
y el de las relaciones.
Toda comunicación tiene un contenido y una relación. El contenido es lo
que decimos y la relación es cómo lo decimos.
Las relaciones rara vez se definen con plena conciencia. Parecería que
cuánto más espontánea es una relación, más se pierde en el trasfondo de la
comunicación vinculado a la relación; y que cuanto más enfermo es el
vínculo, existirá una permanente lucha acerca de la naturaleza de la relación
y el aspecto del contenido.
Un ejemplo claro de esta sentencia es el de la pareja que pensó en
separarse por cómo él le pidió: “¿Me pasas la sal?”, cuando estaban
sentados a la mesa en una cena. El día había estado muy complicado
con el colegio y las actividades de todo el día con los hijos, además
de los trámites bancarios, que el automóvil se descompuso y que el
vecino se vino a quejar porque su hijo preadolescente tenía la música
a un volumen muy alto. “¡Lo único que me faltaba era que mi marido
me dijera que había cocinado mal! Y encima de todo, con ese tonito
que siempre me hace sentir que no sirvo para nada, como si fuera su
personal de servicio y ya quisiera correrme de la casa”. Él le explicó
varias veces que ni siquiera había probado la comida, que se debía a
una mala costumbre que tenía con la sal, que en realidad el platillo le
había resultado riquísimo, que lo disculpara si el tono había sonado
muy imperativo, no lo había percibido así, pero que en todo caso le
pedía comprensión porque para él también había sido un día muy
complicado. No había marcha atrás “esta fue la gota que derramó el
vaso”.
El nivel del contenido de la frase era que él quería el salero, todo
lo demás estaba en el nivel de la relación de pareja.
La puntuación de la secuencia de los hechos

Siempre existe una puntuación (o un lugar desde donde se establece la
comunicación) en cada quien, y depende de su historia personal.
La naturaleza de la relación depende de la lectura de la puntuación de
las secuencias de comunicación entre las personas que se comunican.
Siempre que una interacción con el otro nos genere
un cierto malestar o dudas, amerita hacer una
pregunta: ¿qué significado tiene eso que me estás
diciendo? o ¿en qué sentido me lo dices?, pues es
muy probable que el significado que nosotros le
demos sea diferente del que el otro le está asignando.
Es un problema tan frecuente en las relaciones de pareja que pasa
desapercibido. Cuando las personas suelen hablar de lo que el otro piensa o
siente o del significado de lo que hizo, a mí me gusta preguntarles: “¿lo
sabes porque se lo preguntaste y te lo explicó de esa manera, o te lo estás
inventando?”. Generalmente la gente se me queda mirando perpleja y
contesta cosas como “bueno, lo conozco como la palma de mi mano”, o “lo
sé, después de tantos años”, o “todo el mundo lo dice”. Cuando asisten a la
consulta los dos miembros de la pareja, me atrevo a insistir: “¿y si le
preguntas?”, lo más llamativo es que la mayoría de las veces el otro le
informa que en realidad es distinto a como lo estaba interpretando, y la
primer persona queda entre incrédula y desubicada y, en el mejor de los
casos, como curiosa y preguntona.
La comunicación digital y analógica
La analógica es toda la comunicación no verbal. (Significativa ambigüedad
tanto del que habla como del que escucha, se enfrentan a problemas de
traducción).

Si alguna vez vieron la actuación de un mimo en la calle o en algún
teatro, habrán podido notar lo complejo que es ese arte de comunicar todo
un mensaje o un cuento completo sin utilizar el lenguaje verbal o digital.
Aún sin ser expertos en el lenguaje analógico, todos lo usamos
permanentemente.
Los expertos en programación neurolingüística afirman que sólo el siete
por ciento de la comunicación entre las personas lo trasmite el lenguaje
verbal, el resto está a cargo del lenguaje analógico; es decir, el tono de la
voz, la rapidez con que se habla, el volumen de la voz, hacia donde se mira,
lo que se hace con el cuerpo, etcétera.
Podemos estar seguros que hay alguna
incongruencia interna cuando alguien nos dice que sí
verbalmente, pero su cabeza se mueve de lado a lado
diciendo que no. Este tipo de inconsistencias son muy
frecuentes en las relaciones donde existe un alto nivel
de conflicto.
Hay una serie de televisión que se llama Miénteme, en donde expone como
una nueva ciencia, la lectura de las microexpresiones faciales en cualquier
raza o cultura, captura los significados universales de cada movimiento de
los diferentes músculos de la cara y del cuerpo, más allá de la expresión
verbal o digital que se esté utilizando.
Para que la comunicación digital (verbal) comunique debe ser seria; es
decir, debe carecer de todo tipo de expresión melodramática, pues si
intentamos dar un mensaje estando enojados, elevamos la voz y hacemos
gestos agresivos, le ofrecemos al otro una puerta de escape: “Si lo dijo…
pero porque estaba enojada”. Lo mismo puede suceder si estamos dando
una indicación mezclada con una broma y sonrisas, la puerta de escape será:
“Si lo dijo… pero estaba bromeando”. En cambio si el mensaje es
trasmitido de manera ecuánime y relajada, y si además le pedimos al otro

que nos repita lo que entendió: “¿me explico?”, “¿me podrías decir que
entendiste?”, entonces podemos estar seguros de que hemos comunicado.
Las características de la simetría y de la complementariedad
Las posiciones de los individuos tienen una infinidad de valores
posibles, cuyo significado no es absoluto sino que surge sólo en la relación
recíproca. Son relaciones basadas en la igualdad o en la diferencia.
En el modelo de la simetría, los cónyuges tienden a igualar su conducta
de manera recíproca, por ejemplo, una pareja planea un viaje y ambos se
consideran expertos en comprar los pasajes, las reservaciones y en preparar
lo necesario. Además, suele suceder que ambos piensan que su manera de
hacerlo es mejor que la del otro.
En la complementariedad, la conducta de uno de los cónyuges mejora la
del otro. Es decir, uno es experto en la preparación de la logística externa
(pasajes, hotel) y el otro en la interna (maletas, equipo para bucear).
En esta relación hay dos posiciones diferentes: uno ocupa una posición
superior y el otro una inferior. O también dos habilidades diferentes. Si
ninguno de los dos le impone al otro una relación complementaria, sino que
admite la conducta del otro, la relación puede encajar adecuadamente para
ambos.
En las relaciones simétricas se pueden generar discusiones acerca de
“quién tiene la razón” o de competencia entre las dos partes y, por lo tanto,
en el rechazo de la comunicación del otro. Si recordamos la película La
guerra de los Roses, dirigida por Danny DeVito, a pesar de que está
planteada como una comedia americana en realidad es un drama que
ejemplifica muy bien lo que es una escalada o discusión en una relación de
tipo simétrica. En la última escena cada quien quiere salirse con la suya o
desean que el otro de ninguna manera gane, lo viven como un sentimiento
de despecho, necedad, venganza y guerra hasta la muerte: ellos prefieren
morirse en su pelea antesque abrir una negociación con el otro.
En cambio, si es una relación sana, cada participante puede aceptar la
manera diferente de interpretar la vida que tiene el otro miembro de la
pareja, lo cual lleva al respeto mutuo y a la confianza en la relación e

implica una confirmación realista y recíproca de la individualidad de cada
uno.
Las relaciones complementarias son muy frecuentes dentro de la
institución matrimonial, se dividen los roles y las actividades del hombre y
de la mujer, a veces de común acuerdo y otras veces “porque así es la vida”,
y pueden funcionar muy bien al menos durante un tiempo.
En las relaciones complementarias patológicas lo que se observa es la
desvalorización de la manera de ser del otro; es decir, los roles implican
jerarquías que estigmatizan a las partes y uno o los dos terminará por
sentirse sobrecargado y nunca suficientemente bien reconocido por el otro
en todo lo que le toca hacer o cumplir, por lo cual pueden tener
consecuencias hasta más graves que las peleas de las relaciones simétricas.
Si los acuerdos de roles son elegidos por ellos de acuerdo a sus gustos y
habilidades y permiten además el desarrollo individual de cada uno y éste
es reconocido por el otro, y además se sienten con la libertad de que cuando
alguno se comienza a sentir sobrecargado de responsabilidades lo puede
plantear y volver a decidir cómo lo quieren resolver, entonces es un modelo
de relación que puede ser funcional por largos períodos.
En algunos casos es insuficiente reflexionar sobre los “qué” de la pareja
y hay que profundizar en los “cómo”, haciendo consciencia que en la vida
cotidiana todos estos temas están interrelacionados de manera compleja y a
veces contradictoria.
Es necesario tomar en cuenta el nivel de equilibrio o complementariedad
que la pareja prefiere. Si hay demasiada complementariedad, tal que genera
conflictos, a veces se resuelven poniendo un poco de simetría en algunas
áreas y viceversa.
Finalmente, se trata de que los miembros de la pareja
encuentren en cada tema que desean compartir un
lugar de comodidad relativa, sin “ceder” y sin
sacrificios ni sufrimientos, puesto que esto siempre se
le cobra al otro en algún momento: “Lo que hoy es por
ti… mañana es culpa tuya…”.

Es importante poner atención en que todos los acuerdos que se establezcan
no empobrezcan la relación de la pareja. Si las restricciones que implican
los acuerdos tomados por los amantes son más que la promoción y el
respeto al surgimiento de las novedades gracias a estar en pareja, entonces
la relación tenderá a desaparecer en beneficio del desarrollo de las partes.
Podemos incluir en este punto de la reflexión, la idea de Edgar Morín
que incluye en el libro El método 1: la naturaleza de la naturaleza, acerca
de la diversidad, las diferencias, las complementariedades y los opuestos.
Las diferencias de personalidad, carácter, educación, contextos,
necesidades de pertenencia o de separación, el mismo concepto de amor y
de relación de pareja amoroso-erótica, de cada uno de los miembros de la
pareja van a generar algunas restricciones y algunas novedades.
Los constreñimientos
Restricciones o constreñimientos
Se refieren a todo lo que dejamos de hacer por estar viviendo una
relación de pareja. Las emergencias (o novedades) son todo aquello que
podemos hacer gracias a estar en ella y que si estaríamos solos sería
imposible tener esa experiencia.
Aquellas relaciones que producen más constreñimientos que
emergencias tenderán a generar un nivel de conflicto muy alto, dependiendo
de qué tan fuerte sea la desproporción y qué tanto se incline la balanza
hacia los constreñimientos.

¿Cuáles son las experiencias que te pierdes de vivir por estar en una
relación de pareja? Anótalas en el lado de los constreñimientos o
restricciones.
¿Cuáles son las experiencia de vida que puedes disfrutar gracias a estar
en una relación de pareja? Anótalas en el lado de las emergencias o
emergentes o novedades.
¿Cuál de los 2 lados de la balanza pesa más en tu vida a causa de vivir
en una relación de pareja amoroso-erótica?
Uno de los rasgos de la organización de la pareja es la aptitud para
transformar las diferencias entre ellos en unidad sin anular la diversidad y
también para crear la diversidad en y por la unidad.
La diversidad organiza la unidad. La diversidad es requerida,
conservada, mantenida, sostenida, creada y desarrollada en y por la pareja.
La rutina repetitiva que se establece en la cotidianidad y el despliegue de la
variedad lo resuelve la confiabilidad de la manera en que se organizan los
miembros de la pareja; es decir, su aptitud para sobrevivir.
El predominio de la rutina ahoga toda posibilidad de
diversidad interna y se traduce en sistemas de pareja
pobremente organizados y pobremente emergentes;
a su vez, la extrema diversidad, donde nunca existe
ninguna rutina, corre el riesgo de romper la
organización y transformarse en dispersión. No existe
el justo medio, se trata de un equilibrio dinámico.

En busca de esta diversidad y equilibrio, hay que tomar en cuenta:
Las diferencias en los miembros de la pareja.
La diversidad de los mismos.
La individualidad interna dentro de la relación de pareja.
La riqueza de las cualidades emergentes, internas y globales.
La calidad de la unidad global.
Los miembros de la pareja tienen una doble identidad, la suya y la que
participa en la identidad de la relación. Por muy diferentes que puedan ser,
tienen una identidad común de pertenencia en la unidad global y de
obediencia en sus reglas organizacionales. Desde el nacimiento tiene una
identidad individual y familiar y adquirirán su identidad social.
La estructuración de la pareja es la organización de
las diferencias. Establece relaciones complementarias
entre los miembros de la pareja y de ellos con el todo.
Entonces hay que poner atención en las condiciones,
modalidades, límites y problemas que plantea esta
complementariedad.
Edgar Morín (sociólogo y filósofo francés) describe como el conflicto —de
cualquier tipo— ni es evitable, ni es malo o perjudicial, sino todo lo
contrario: toda relación de pareja al estar formada por dos individuos, por lo
tanto diferentes, tendrá etapas que funcione como una organización estable
producida por los acuerdos que ambos han tomado y esa estabilidad estará
afectada tanto por los cambios que las experiencias producen a nivel de sus
miembros como por los que se den en la organización de la pareja misma.
Si la organización de la pareja es sólida, los aprovechará para la
renovación de sus acuerdos que a su vez impulsará el bienestar de cada uno
de los amantes.

Si la relación de pareja está muy debilitada por los conflictos y sus
miembros están desgastados por las peleas, entonces es posible que la
desintegración no cuente con la energía para integrar los cambios que se
requieren para disolver los conflictos ni pueda defenderse contra las
circunstancias que activaron esos problemas.
¿Qué tan estable es la organización de tu relación de pareja?
¿Los acuerdos que han tomado acerca del funcionamiento grato entre
ustedes, le da estabilidad, certeza y comodidad a la relación?
¿Cómo modifican los acuerdos acerca de su organización como pareja
cuando alguno de los dos ha tenido un cambio tal que es inoperante
mantenerla de la misma manera?
¿Cómo cambian la organización cuando la pareja necesita realizar una
modificación de sus reglas, pautas o condiciones de interrelación?
¿Han podido renovar los acuerdos de funcionamiento entre ustedes
cuando se produjeron cambios a nivel individual o de pareja?, ¿fue
esto grato para ambos?
¿Consideras que tu relación de pareja amoroso-erótica es
suficientemente sólida como para poder plantear alguna necesidad de
cambio en la organización y renovar los acuerdos de funcionamiento
en beneficio del vínculo afectivo entre ustedes y de cada uno en
particular?
No se puede no comunicar desde la perspectiva del silencio, pues en mi
experiencia es un tema que recurrentemente genera conflictos más o menos
graves en las relaciones de pareja.
La escucha y el silencio son dos dimensiones íntimamente unidas entre
sí. Silencio indica la ausencia total de señales y constituye la condición
indispensable para la escucha. El término escucha, indica una
disponibilidad para dirigir la atención hacia una persona o un
acontecimiento con el fin de conocerlo y comprenderlo.
Todo ser humano necesita comunicar y sentirse escuchado. El que
escucha ofrece la posibilidad de crear un espacio y un tiempo en los que los
miembros de la pareja pueden conocerse, escucharse.

Hacer un silencio auténtico puede ayudar a establecer un contacto
cercano y establecer un diálogo diferente. El silencio permite comprender y
someter a reflexión todos los elementos subjetivos que surgen en la
conversación. El silencio permite una fuerte participación emotiva.
El silencio de la pareja, los de las personas, tienen
que ver con su historia y con lo que sucede en la
actualidad en la relación. Nunca se reduce a lo no
dicho; es decir, a lo que está omitido, sino que se
presenta como respuesta a situaciones difíciles.
Como comunicación implícita o sin expresión verbal,
el silencio forma parte de las normas, mitos y
secretos del sistema de la pareja.
Es frecuente que en una cultura que ha incorporado el ruido como forma de
vida —y el hablar como forma de valorizarse frente a los otros—, los
silencios sean escasos y los miembros de la pareja pierdan la posibilidad de
permanecer en silencio mientras el otro está hablando, dejan de escuchar y
responden sin saber en realidad lo que el otro intentaba comunicar. Esto
genera conflictos que suelen ser muy destructivos.
Es frecuente que en la consulta aparezcan:
“Nunca me siento escuchada”.
“Es imposible que me conozca, nunca puedo hablar porque él tiene el
micrófono todo el tiempo”.
“Es inútil que intente hablar porque él nunca está en silencio”.
“Si ella se callara al menos por un rato, podría enterarse de lo que me
pasa”.
“La única manera de que se calle es cuando estamos mirando
televisión”.
¿Qué tanto cultivan ustedes las ventajas que trae el silencio?
También se presenta el conflicto opuesto:

“Ni siquiera escucha lo que le pregunto, me agrede con su silencio”.
“Es tan silencioso que ni me entero que tengo pareja”.
“Para hablar con alguien tengo que salir de casa o prenderme del
teléfono con alguna amistad”.
“Nunca habla y pretende que yo adivine lo que piensa o siente”.
“Ella cree que porque piensa mucho yo me entero de lo que quiere”.
¿Utilizan ustedes el silencio como una forma de comunicación?
En este punto es importante señalar que es diferente el manejo de los
silencios de la creencia generalizada de que los miembros de la pareja
deben contarse todo. Lo que las parejas comparten corresponde a otros
temas, tales como la construcción de espacios de confianza, el derecho a la
privacidad e intimidad, los acuerdos acerca de las áreas que ambos
decidieron que iban a compartir y cuáles no, entre otros.
Una distinción que debemos tener especialmente en
cuenta son los “tiempos fuera”. A veces el silencio se
utiliza para agredir o amenazar al otro miembro de la
pareja. Cuando no pueden manejar la conversación,
el conflicto o la pelea que están teniendo, suele
suceder que uno de los dos deja de hablar, o se retira
del espacio en común sin tomar una posición clara
acerca de lo que piensa hacer respecto al tema que
los está ocupando. Esto es un motivo de conflicto
bastante grave, en especial si se convierte en una
costumbre para terminar las discusiones.
Si bien es cierto que a veces uno o los dos miembros de la relación de
pareja están agotados de tanto argumentar porque caen en un círculo vicioso
donde ninguno de los dos se escuchan, ni se respetan, ni se entienden, ni se
comprenden, ni se aceptan, y retirarse parece la mejor solución

momentánea, esto debe hacerse aclarando en qué momento el que se va
propone volver a conversar el tema que les ocupa.
Por ejemplo:
“Me siento lo suficientemente mal en este momento como para que me
sea imposible seguir conversando, me voy a retirar y te propongo salir
a desayunar el domingo para retomar este tema”.
“Me siento confundido y prefiero pensar esto a solas, el lunes te
escribiré cuál es mi posición al respecto, a ver si de esta manera
podemos desatorar este tema”.
¿Cómo podrías hacer un tiempo afuera respetuoso tanto con tu pareja
como para contigo, de tal manera que te sientas responsable de tu
participación en el tema que están discutiendo?
¿Cómo te gusta a ti, permanecer en silencio, hablar mucho, pensar a
solas, pensar con el compañero?
Hay que hacer evidente que existe la responsabilidad y la voluntad de
conversar el tema hasta que ambos logren escucharse y enterarse de lo que
sentipiensa el otro para que cada quien pueda tomar las decisiones que
considere más adecuadas al respecto.
La violencia emocional y física
Doble vínculo y otras formas de violencia
Nuestra época se caracteriza, entre otras cosas, por los grandes
contrastes. Vemos los mayores avances históricos en la reflexión y
comprensión de cómo funcionamos los seres humanos desde muy diversos
puntos de vista (biológicos, neurológicos, antropológicos, genéticos,
psicológicos, sociales, etcétera) y en esa medida hay una cantidad creciente
de personas involucradas tanto en la investigación y la difusión masivas de
todos estos avances, como en la rápida adopción de los mismos por
mayorías curiosas e inquietas por realizar cambios en sus ideas y conductas
que impliquen el aumento de su calidad de vida.

Así como también presenciamos una descomposición cada vez más
generalizada de los sistemas de valores y creencias propias del paradigma
patriarcal en casi todos los estratos de la sociedad, lo cual implica un nivel
de conflicto y caos históricamente inigualable, que se suele traducir en una
violencia creciente en las interrelaciones humanas no sólo en el área de
estados-naciones sino también en los entretejidos sociales al interior de las
familias, las parejas y los individuos.
La violencia física y emocional que hoy vivimos en el
ámbito de lo privado ha tomado formas específicas
que se explican por diversos factores, pero podemos
coincidir en que somos violentos cuando nos
sentimos impotentes y que la violencia surge de la
carencia y de la debilidad.
Cuando carecemos de opciones de conductas para lograr lo que deseamos,
nos sentimos desprovistos del poder de tomar decisiones y acciones.
Cuando contamos con pocos conocimientos como para elaborar
distinciones, estamos desposeídos de estas habilidades y características,
entonces es altamente probable que aparezcan conductas violentas.
El que podamos comprender y entender en qué condiciones se encuentra
la persona que actúa con violencia de ninguna manera implica que la
justifiquemos; la violencia en la pareja o en la familia es inadmisible.
Siempre es la expresión de relaciones de poder injustas, arrogantes y
abusivas.
Al violento se le percibe siempre desde el miedo a ser
atropellado en lo emocional y hasta en lo físico.
Desde allí, se vuelven seres limitados
intelectualmente, poco talentosos y torpes en sus
relaciones humanas.

La agresividad es natural como una de las formas de interactuar del ser
humano con la naturaleza, pero la violencia es sólo humana.
La persona violenta se percibe así misma como un
ser inaceptable, sufre el conflicto más profundo del
ser humano porque destruye su necesidad de
vínculos sociales amorosos, ve al otro como una
amenaza, entonces la violencia puede ser vivida
como un alivio, una descarga, pero también es
probable que se avergüence e intente ocultarla.
También su pareja seguramente se avergonzará y la
encubrirá, pero soportará este maltrato sólo mientras
encuentre los recursos (cognitivos, emocionales y
conductuales) necesarios para alejarse de ella.
Cuando el violento percibe que le temen suele volverse más brutal, porque
sabe de manera inconsciente que esa persona también lo abandonará.
En general, podemos decir que el tipo de desarrollo emocional que nos
conduce a la violencia se construye al interior de la familia a través de
experiencias repetidas. El intento de conseguir seguridad y certidumbre
conducen a la ansiedad, lo que aumenta la suspicacia y la desconfianza, la
conducta genera situaciones y personas amenazantes, y todo ello
desemboca en crear miedo y más violencia.
Asistimos a diversas formas de violencia. Nuestra cultura es
particularmente apta para promover vínculos donde la comunicación es
paradójica (incongruente, incoherente, contradictoria, ilógica,
incomprensible). Los sistemas familiares o de pareja con jerarquías rígidas,
las contradicciones entre nuestros deseos y necesidades y los sistemas de
creencias, que son en sí mismos confusos y complejos, con
incompatibilidades internas y generalmente sin estímulos para reflexionar y
desarrollar nuevas habilidades cognitivas, emocionales y conductuales,

generan ansiedades y situaciones que se intentan resolver de manera
violenta.
Muchas parejas llegan a la consulta porque se sienten realmente
atrapadas en conversaciones donde dicen: “Independientemente de lo que
haga, siempre pierdo, siempre estoy mal”.
Por ejemplo:
Una esposa le regala a su compañero dos camisas, una blanca y
una azul, al día siguiente él se pone la de color azul, entonces ella lo
ve y exclama “¡ah, no te gustó la blanca!”, en realidad hubiera dicho
lo mismo si se ponía la camisa blanca, independientemente de su
conducta él iba a “perder”.
Ella va al mercado y compra las frutas que sabe que le gustan a su
pareja, entonces, cuando llega y las acomoda en el frutero, él lo mira
y exclama: ¡¿Y por qué no compraste peras?!
¿Cuántas veces suceden diálogos de este tipo en tu relación de pareja?
Es muy frecuente en nuestra cultura que cuando dos personas se
relacionan mediante un vínculo definido por una jerarquía rígida (general-
soldados, jefes-empleados, padres-hijos, a veces: esposo-esposa), los de
mayor jerarquía dan una orden que es para obedecer, y también desobedecer
para obedecerla. Por ejemplo: “Necesito que espontáneamente me digas que
me amas”, una persona atrapada en una situación así se encuentra en una
situación insostenible. Pues si le dice que se le ama estará mal porque ya no
fue espontáneo y si no se lo dice también estará mal porque entonces se
confirma que no se lo dice.
Esto es mucho más frecuente de lo que se puede sospechar. Los efectos
de la comunicación paradojal entre las personas, fueron descritos por
Bateson y colaboradores, quienes analizaron el comportamiento de las
personas que están diagnosticadas como esquizofrénicas, desde el ángulo de
su sistema familiar. En vez de mirarlo como un problema propio de la
persona, se preguntaron como resultado de qué tipo de relaciones
interpersonales se produciría este efecto.

Supusieron que el esquizofrénico debe vivir en un universo donde la
secuencia de hechos son de tal índole que sus hábitos comunicacionales no
convencionales resulten, en cierto sentido, adecuados al tipo de familia en
la que viven.
Esto los llevó a caracterizar tal interacción y llamarle DOBLE VÍNCULO,
sus ingredientes son:
1. Dos o más personas participan en una relación intensa que posee un
gran valor para la supervivencia física o psicológica de una, varias o
todas ellas.
2. En este contexto, se da un mensaje que está estructurado de tal modo
que:
Afirma algo.
Afirma algo de su propia afirmación.
Ambas afirmaciones son mutuamente excluyentes.
3. Por lo tanto el mensaje es indeterminado.
4. Se impide que el que recibe el mensaje se evada del marco establecido
por ese mensaje, sea metacomunicándose sobre él o retrayéndose,
entonces queda atrapado.
Por lo tanto es probable que una persona en una situación de doble vínculo
se vea castigada por tener percepciones correctas y sea definida como loca,
incluso por insinuar que puede haber una discrepancia entre lo que
realmente ve y/o lo que debería ver.
Lo destructivo del doble vínculo da lugar a una conducta incongruente y
entonces esa misma conducta a su vez, origina un doble vínculo para quien
lo estableció, creando un círculo vicioso autoperpetuador.
Cuando el doble vínculo se ha convertido en el patrón predominante de
comunicación y cuando la atención está centrada en el individuo que está
haciendo el síntoma, la conducta de este individuo es tratada
psiquiátricamente.
Es útil definir la diferencia entre instrucción contradictoria y paradójica.
Los dobles vínculos no son tan solo “instrucciones contradictorias”, sino
verdaderas paradojas. La principal distinción entre ellas consiste en que
frente a una instrucción contradictoria, se elige una y se pierde (o se sufre)

la otra alternativa, la elección es lógicamente posible; en cambio la
“instrucción paradójica”, impide la elección misma, nada es posible y se
pone así en marcha un círculo vicioso interminable.
Las reacciones que una persona en una situación insostenible podría
tener, que sean realmente posibles frente al doble vínculo son:
1. Frente al insostenible absurdo de su situación es probable que la
persona llegue a la conclusión de que debe estar pasando por alto
indicios vitales. Entonces se verá obsesionado por la necesidad de
encontrar esos indicios para conferir sentido para lo que le sucede a él
y a su alrededor.
2. La persona puede elegir obedecer a todos los mandatos en forma
completamente literal y abstenerse de todo pensamiento independiente.
Tal conducta parecería tonta a cualquier observador, pues son
incapaces de distinguir lo trivial de lo importante, o lo admirable de lo
no admirable.
3. Otra reacción posible sería apartarse de toda relación humana. Esto
puede lograrse mediante el aislamiento físico en la medida de lo
posible, y además cerrando los canales de entrada de la comunicación
cuando lo anterior no es suficiente, así la persona parece retraída,
inabordable o autista. Es posible concebir el mismo resultado mediante
una conducta hiperactiva tan intensa o persistente que ahogue la
mayoría de los mensajes que entran.
Otro grupo de problemas que escuchamos en la consulta clínica, es que las
personas se sienten agredidas por el otro, “como que se está volviendo
loca”, o simplemente “no entiende lo que pasa”, aunque sienten una
permanente incomodidad cotidiana respecto de la relación con su pareja.
Para estas situaciones me parece oportuno recordar, los mecanismos
transpersonales desarrollados por Ronald Laing en el libro Mistificación,
confusión y conflicto, para que nos permita reflexionar sobre la importancia
que tiene la forma en que nos comunicamos con nuestro compañero, pues
muchos estilos de comunicación son las fuentes mismas de graves
conflictos en la pareja:
Los mecanismos transpersonales los utilizamos en nuestro actuar sobre
la experiencia del otro, para que el otro haga lo que nos hace sentir como

nos gusta. Habitualmente se los llama manipulación o control. Los que son
conscientes de beneficiarse a sí mismos perjudicando al otro, sirven para la
defensa y la seguridad de la propia persona; mediante éstos una persona
trata de controlar, dirigir, explotar o manipular la conducta de otro. La
aplicación de ellos, a través de la conducta, le permite actuar sobre el otro
en tres áreas:
Sobre su experiencia de mí.
Sobre su experiencia de sí mismo.
Sobre su conducta.
Sobre mi experiencia de él.
Según este autor existen distintos tipos de mecanismos, algunos de los
cuales ya fueron desarrollados anteriormente y mencionaré algunos, con el
objetivo de que reflexionemos cuántos de estos mecanismos utilizamos
diariamente sin percatarnos de las consecuencias que tienen sobre nuestros
vínculos. Mencionaré varios ejemplos para estos mecanismos:
A) Mistificación
Supongamos que un miembro de la pareja realiza la Conducta Activa: y
ésta consiste en disfrazar o enmascarar un suceso. Mi percepción es
diferente a la de los demás e intento imponer la mía.
El otro miembro de la pareja experimenta un sentimiento de estar
confundido o enredado.
En la vida diaria se realiza de distintas maneras:
Confirmar el contenido de una experiencia y rebatir su modalidad,
descalifica la experiencia: “sí, pero…”, “es tu imaginación…”, “debes
haberlo soñado…”.
Rebatir la experiencia de una persona sustituyéndola por una
atribución: “eres un…”, “tú estás…”, se supone algo acerca del otro.
Dando instrucciones: “tú no puedes (o no debes) sentirte así…”.

Invalidando la capacidad de percibir experiencias, sensaciones y
sentimientos de una persona: “siempre eres el mismo…”, “nunca vez
lo que en realidad está sucediendo”, “siempre estás inventando
tonterías acerca de…”, “si fueras razonable no sentirías eso”. Se
confunde la identidad, su percepción de sí mismo, de los demás, y la
percepción de los demás acerca de sí mismo.
B) Doble vínculo
Se trata de un paso más de la mistificación. Si se le agrega que la relación
es de vital importancia, y que la persona sometida no ve ninguna otra
alternativa de salida, haga lo que haga siempre estará mal. La víctima se
encuentra atrapada en una maraña de imposiciones paradójicas que le
impiden hacer lo debido.
C) Posiciones insostenibles
Cada cual puede ponerse o ser puesto en una posición falsa, proporcional a
los actos de los otros. Una persona comunica a otra que debe “hacer una
cosa” y al mismo tiempo también “que no debe hacerla o que debe hacer
otra cosa” que es incompatible con la primera. Además se le prohíbe salir
de esa situación o hablar sobre ella. Así la persona se halla en una posición
insostenible.
D) Confirmación, desconfirmación y seudoconfirmación
El otro nos reconoce y confirma por lo menos nuestra presencia en su
mundo. El rechazo puede ser confirmatorio si es directo y no tangencial. La

seudoconfirmación es cuando algunos actos son falsificados. Al estar en
una posición así se siente culpa, vergüenza, o angustia por no ser falso.
Por ejemplo, en una pareja un miembro dice una mentira acerca de algo
que sucedió, el otro ya tienen la información correcta y se da cuenta de ella,
en vez de confrontarla le dice: “Me encanta que seas una persona tan recta y
sincera, confío siempre en ti”.
Cuando hablamos de “desconfirmación” estamos frente a una
comunicación que tiene el mensaje de “tú no existes”. Por ejemplo: “me
parece mal que seas tan desfachatado como para jactarte de tu egoísmo”.
Sucede por ejemplo cuando la autenticidad de un hijo se ha visto sometida a
una mutilación sutil, pero persistente.
E) Colusión
La negación es exigida por el otro. Las necesidades que activan el
mecanismo son inconscientes. Yo actúo sobre el otro para que el otro me
vea como yo necesito. Las dos partes juegan activamente, yo actúo de
acuerdo con los demás y estos conmigo. Es el juego del engaño mutuo, sin
admitir que es un juego. Son actos falsificados de confirmación basados en
el fingimiento. Las necesidades más comunes que activan este mecanismo
son: la familia feliz, alcohólico-dependiente, dependientes-compulsivos,
infidelidades, generoso-dependiente.
F) Atribución
Cuando te atribuyen cosas que tú dices que no eres. Al asignarle esa
posición, las atribuciones la “ponen en su lugar” y, de esta manera, tienen la
fuerza de imposiciones. Pueden ser autoengaños o engaños de la otra
persona, equivocaciones, mentiras o verdades, impostores y farsantes. Las
atribuciones favorecen o socavan el desarrollo de la persona, opera en
ambos sentidos, pueden ser nutritivas o destructivas.

G) Identificación proyectiva
Cuando se vive vicariamente (sustitutivamente) la vida a través de los otros.
H) Seudomutualidad
Cuando sistemáticamente se invalida el sentido de realidad, se produce
locura. También es interesante mencionar algunas investigaciones acerca
del tipo de conductas que pueden enloquecer a otra persona.
Por ejemplo la relación de: Paola y Omar.
Paola llama repetidamente la atención sobre aspectos de la
personalidad de los que Omar apenas se da cuenta, y que discrepan
notablemente de la clase de persona que Omar cree ser.
Paola estimula a Omar sexualmente, en una situación en la que
sería desastroso para Omar tratar de obtener satisfacción sexual.
Paola expone simultáneamente a Omar a la estimulación y la
frustración, o a una rápida sucesión de ambas.
Paola se relaciona con Omar simultáneamente a niveles no
relacionados (sexual, intelectual).
Paola pasa de una longitud de onda emocional a otra, sin cambiar
de tema (es “serio” y luego es “divertido” acerca de lo mismo).
Pasa de un tema a otro mientras mantiene la misma longitud de
onda emocional (muerte y comida).
Existen además mecanismos transpersonales que son conscientes: tales
como la persuasión, coerción, intimidación, complicidad, extorsión,
chantaje, corrupción y otros.
También es muy habitual que la familia use mecanismos de invalidación
de la conducta o de la misma persona. Se debe distinguir la diferencia entre
la estructura de experiencia y el acontecimiento público. Por mencionar
algunos de los argumentos familiares como:

Proyección (de características de generaciones anteriores).
Inducción (de generaciones anteriores) “eres…”, “igual a tu abuela…”.
Respuesta a esa proyección e inducción.
Podemos contar además con las operaciones que realizamos en nuestra
experiencia para legitimarla, se llaman Mecanismos de defensa y se
realizan sobre uno mismo: niego lo que sucede, divido la realidad en dos
subconjuntos, recurrir al maltrato, no se ve lo que no se quiere ver, se ve
otra cosa en su lugar, se proyectó lo interno a lo externo, se proyecta lo
externo a lo interno, se dan pretextos, se olvida algo, se retrocede en el
tiempo, se definen equivocadamente los problemas, el verbo odiar se
revierte en “él me odia”; además se presenta el aislamiento, anulación,
idealización y frustración.
Tener presente este tipo de conceptos puede facilitarnos la reflexión
sobre el tipo de comunicación que tienen las parejas, nuevamente con el
objetivo de propiciar la toma de consciencia sobre sus conductas y que
puedan promover el cambio de aquellas que tal vez dejaron de ser
funcionales en el contexto de la pareja. Es frecuente que uno o los dos
miembros de la pareja repitan el tipo de intercambio verbal que tenían con
la anterior pareja y ni siquiera se den cuenta de sus consecuencias, actúan
como si “así soy”.
Una mirada alternativa a este tema, ahora desde la teoría de Paul
Watzlawick vertida en el libro Teoría de la comunicación humana, será útil
para abordar lo que él le llama la comunicación patológica.
El intento de no comunicarse tiene distintas características: alguien
puede rechazar o aceptar la conversación que propone otro individuo.
Descalificación
También se puede descalificar la comunicación; es decir, puede
comunicarse de tal modo que su propia comunicación o la del otro queden
invalidadas. Por ejemplo: con autocontradicciones, incongruencias, cambios

de tema, tangencializaciones, oraciones incompletas, malentendidos,
manierismos idiomáticos, interpretaciones laterales de una metáfora o
interpretación metafórica de las expresiones literales, etcétera.
Una persona recurre a esto cuando se ve atrapada en una situación en
donde se siente obligada a comunicarse pero, al mismo tiempo, desea evitar
el compromiso de la comunicación. Las situaciones pueden provenir de
distintas circunstancias, la que interesa mencionar en particular, es aquella
en las que una persona se ve obligada a dudar de sus propias percepciones
en el nivel del contenido de la comunicación (lo que se dice), a fin de no
poner en peligro una relación vital con otra persona.
Desconfirmación
Es cuando el otro ignora la comunicación. Esto es distinto del rechazo
directo, pues éste equivale al mensaje “estás equivocado”, la
desconfirmación afirma el hecho “tú no existes”. Este estilo de
comunicación genera problemas serios de desconfianza y confusión tanto
en la persona como en la relación.
¿Se sintieron identificados con algún tipo de comunicación como los
mencionados?
¿Alguna vez sintieron que estaban atrapados en un tipo de
conversación como circular, sin salida?
¿Acostumbran a decirle al otro que su percepción e interpretación
sobre algún suceso es incorrecta?
¿Alguna vez sintieron que nunca pueden hacer algo que sea adecuado
desde la manera de ver que tiene su compañero?
¿Acostumbran desautorizar la opinión de su pareja?
¿A veces les parece que su compañero siente lo mismo que ustedes y
lo dan por seguro?
Si tuvieras que elegir cinco de los diferentes tipos de comunicación
mencionados como los más usados por ustedes, ¿cuáles serían?

Tipo de vínculo con la familia de origen
Mitos y rituales, secretos y misterios, insatisfacción y consumo
Para que exista una relación de pareja se necesitan dos personas que
decidan interrelacionar y comprometerse a construirla. Ellos provienen de
familias diferentes que funcionan basadas en reglas y roles que se
desarrollan, se modifican y les permiten afrontar las fases de
desorganización necesarias para cambiar el equilibrio en los procesos de
transformación de los conflictos en evolución; cada uno tiene asegurado el
crecimiento y la continuidad. Así el individuo se ve obligado a renegociar
constantemente su propia necesidad de pertenencia al grupo familiar con la
exigencia de separarse y hacerse autónomo.
Cuando la familia es desapegada o desligada; es decir, que se permiten
mucha distancia, independencia y libertades entre sus miembros será
relativamente sencillo el proceso de separación y ese miembro de la pareja
deberá definir o redefinir qué nivel de cercanía quiere en la relación de
pareja que está iniciando. En cambio si la familia de origen (de los padres
del novio/a) tiene costumbres de relaciones preferentemente aglutinadas
(familias muéganos), las reflexiones estarán en el nivel de la independencia
necesaria respecto de su pareja para estimular el desarrollo de las
autonomías en ambos.
Las familias son muy diferentes dependiendo de la cultura, zona
geográfica, religiones, etcétera. Salvador Minuchin en el libro Familias y
terapia familiar clasifica las familias de acuerdo al tipo de composición que
presentan y propone una lista con las configuraciones más comunes. Sólo
mencionaré algunas para que se pueda comprender el nivel de dificultad
que puede existir entre los miembros de la pareja cuando provienen de
familias muy poco compatibles:
1. Familias “de pas de deux”

Con sólo dos personas, estas familias son cada vez más frecuentes,
especialmente cuando la mujer pasa a ser jefe de familia porque es madre
soltera, o porque fue abandonada por su pareja, o porque se separaron o
divorciaron, o incluso cuando cualquiera de los dos queda viudo y decide
permanecer en soltería. Pareciera que frente al deterioro del modelo de
familia convencional cada vez más personas deciden vivir en familias
pequeñas.
Por eso mismo es posible que estén muy apegadas y si la unión excesiva
cercena las potencialidades de sus miembros, la persona deberá apoyarse en
las redes extrafamiliares para poder salir de allí hacia su nueva relación de
pareja.
2. Familias de tres generaciones
Todavía es la más común y suele pertenecer al modelo de creencias más
convencional. Un posible eslabón débil de la familia multigeneracional es la
organización jerárquica.
Es probable que haya que trabajar dentro del sistema cooperativo hacia
una diferenciación de funciones para que la persona pueda independizarse
de ella.
3. Familias con soporte
La familia grande con muchos hijos, suele darle al mayor, responsabilidades
que deberían ser de los padres. Esto funciona bien mientras las
responsabilidades del hijo que asume esos roles están definidas con claridad
y de acuerdo al nivel de madurez del hijo. Si no es así, es probable que esta
persona (desde niño) contraiga síntomas que evidencien la sobrecarga y el
aislamiento al que es sometido, pues es excluido del grupo de los hermanos
y no es incluido de manera genuina a la pareja de los padres.

Tendrán que reorganizar los roles de los padres sin esta persona o
distribuir de manera más equitativa las responsabilidades entre los
hermanos, para que la persona pueda desligarse.
4. Familias acordeón
Es cuando uno de los padres permanece alejado por lapsos prolongados. Es
una organización que tiende a expulsar al progenitor periférico.
Probablemente necesitará apoyo externo cuando él cambie de trabajo y se
incorpore a la familia de manera definitiva, entonces debe ser reinsertado en
una posición provista de sentido.
Si el miembro de la pareja que quiere salirse ocupaba esos roles, es
probable que el enroque sea bienvenido.
5. Las familias cambiantes
La vida moderna suele exigir que las familias cambien constantemente de
domicilio. Estas familias pueden quedar aisladas, o sufrir menoscabo de su
capacidad para los contactos extrafamiliares, o los niños tener pautas
disfuncionales en los nuevos contextos educativos, etcétera. Deberán definir
con claridad su estructura organizativa y evaluar el nivel de competencia,
tanto de la familia en su condición de organismo, como la de sus miembros
individuales. Las crisis pueden ser solo de adaptaciones al nuevo contexto y
no intrínsecas.
Cuando la persona que va iniciar una relación de pareja se quiere ir, es
probable que sea bastante bien aceptado excepto en los casos en que haya
tenido un rol de soporte importante.
6. Familias con un fantasma

Suele pasar que cuando una familia ha sufrido muerte o deserción de alguno
de los miembros, los demás actúan como si estuviese presente. Deberán
definirse como una familia en transición donde las viejas estructuras
estorban el desarrollo de las nuevas.
Hay que completar el duelo y la persona podrá salir de ella cuando
acabe ese proceso.
Tuve un caso en la clínica que fue representativo de esta
problemática: Arturo nace pocos meses antes de que su padre, que
era escalador de montañas, quedara atrapado en un deslave junto con
todo su grupo. Los rescatistas encuentran los cuerpos de todos los
compañeros de aventuras excepto el de su padre. La madre en la
desesperación e ilusión de encontrar a su marido descuida a su hijo
que fue criado por tías abuelas y aprende a manejar el dolor de su
madre y el propio imaginando historias donde el padre aparecía vivo.
Ya en su adultez tuvo que completar el duelo y reparar todas las
carencias del amor materno para sentirse realmente libre de iniciar
una redefinición de su ser masculino y del tipo de relación de pareja
que deseaba tener.
7. Familias sicosomáticas
Cuando algún miembro de la familia manifiesta un síntoma psicosomático
crónico, es probable que la estructura de ésta incluya una excesiva
insistencia en los cuidados tiernos. Las características de estas familias son:
sobreprotección, fusión o unión excesiva entre los miembros de la familia,
incapacidad para resolver conflictos, enorme preocupación por mantener la
paz o evitar los problemas y frecuentemente una rigidez extrema.
En estos casos será dificultoso desprenderse de la familia y este
miembro de la pareja intentará que su compañero se sume a su ambiente
familiar.

El autor hace más clasificaciones, pero el objetivo de mencionarlas es
marcar el nivel de dificultad que tienen los miembros en la pareja para
formar su nuevo núcleo. Ellos pueden provenir de costumbres relacionales
totalmente disímbolas y tendrán que ir construyendo pautas relacionales
totalmente novedosas que incluyan algunos de sus usos y costumbres, y
deseche otros de ambas partes.
Uno de los motivos que traen a muchas parejas al
consultorio es precisamente las dificultades que
provienen de las relaciones de sus miembros con sus
familias de origen.
¿Cómo es la organización de tu familia de origen (donde fuiste
criado)? y ¿la de tu pareja?
¿Realmente salieron de esa familia y se sintieron libres de iniciar una
nueva familia?
¿Cómo influye en tu relación de pareja amoroso-erótica la familia de
origen de tu compañero y tu familia?
¿Lograron adaptar, modificar o eliminar aquellas características de las
familias de origen de ambos, que ya dejaron de ser funcionales, para la
nueva etapa de ustedes como una familia nueva?
¿Cuánto tiempo decidieron dedicarle a cultivar el vínculo con sus
familias de origen?, ¿cuánto lo hacen a nivel individual y cuánto
estando los dos juntos como pareja?
¿Qué criterios usaron para definir cuánto es el tiempo adecuado para
dedicarles a sus familias de origen y cuánto a la relación de pareja?
¿Consideran que dormir en la misma cama es un tiempo dedicado a la
pareja?
¿Qué tanta demanda de tiempo les piden sus familias de origen?, ¿es
muy distinto para ti que para tu compañero?

Independientemente del tipo de familia del que provengan los miembros de
la pareja tendrán que enfrentarse al tema de los ritos y mitos familiares.
Cada sistema familiar los construye de una manera única y bastante
creativa, y los miembros de la nueva pareja deberán ser conscientes de ello
para instrumentar alguna manera de hacer compatibles los que traen cada
uno desde sus respectivas familias de origen, pues de lo contrario el nivel
de conflicto que estas diferencias puede causar es muy elevado.
El mito familiar ofrece un modelo de valores y funciones prescriptivas,
transmite un código que permite producir un saber general a partir de la
observación e interpretación de lo real. Pasa a ser una matriz de
conocimiento y representa un elemento de unión para quienes creen en su
verdad, es una estructura de referencia en la construcción de una identidad
personal, importante en la conservación de los usos y costumbres entre
abuelos, padres e hijos, y también en las relaciones de los diferentes
miembros de la familia en formación.
La familia representa para el individuo un laboratorio
de búsquedas y conocimientos donde ensaya cómo
crecer y regresarse y estará lleno de contradicciones
y conflictos.
Las relaciones conyugales se convierten en un punto de encuentro y de
síntesis de dos historias familiares diferentes. Es importante considerar la
forma en que se incorporan, habrá funciones compensatorias, parentales o
filiales que no están desarrolladas entre ellos. Estas constarán de las
necesidades insatisfechas que influyen en los procesos de la elección del
cónyuge.
La pertenencia y separación al grupo familiar son
problemas que acompañan a todos los seres
humanos en el transcurso de su existencia. Unión y
separación van a la par y se desenvuelven en un

proceso circular. Uno se separa con la esperanza de
nuevas uniones y cada unión y cada separación
sucesiva deberán estar más diferenciadas con
respecto a las precedentes.
Es oportuno recordar una comparación: “Durante una tormenta muy fuerte:
¿qué tipo de árbol resistirá más, el roble o el bambú?”. La respuesta es el
bambú por su gran flexibilidad, porque se inclinará frente a los fuertes
vientos y la lluvia pero cuando pase la tormenta volverá a enderezarse, en
cambio el roble, que es uno de los árboles más duros que existen, es
probable que se quiebre y ya no se pueda volver a recuperar.
Los contenidos del vínculo de dos personas se
fundan sobre la base de otros vínculos relacionales, a
menudo ocultos, y sobre la base de sus dificultades
en el tiempo. Esto explica por qué cuanto más
sobrevive un vínculo significativo (padres-hijos) sobre
la base de necesidades no resueltas, más tiende a
repetirse de manera inmutable en las figuras de los
cónyuges.
La insatisfacción de ciertas necesidades de relación con las figuras
familiares más significativas hace que SU demanda conserve actualidad e
intente replantearse en forma de relaciones compensatorias a esa carencia
originaria.
En las familias disfuncionales el mito se presenta como inmutable y
estable. En una familia sana el mito evoluciona y permite pasar a sus
miembros a través de fases de regresión y reintegración. Los mitos rígidos
de familiares disfuncionales prescriben conductas, roles y vínculos, enseñan
a leer los acontecimientos, codifican las emociones y pueden predeterminar
las acciones. Actúan como un termostato y entran en funcionamiento cada

vez que las relaciones familiares corren peligro de ruptura, desintegración y
caos.
Cuando nos comprometemos a construir una relación
amoroso-erótica, tenemos que estar conscientes de
que cada uno de nosotros traerá en mayor o menor
medida este tipo de características en su historia de
vida.
El problema surge cuando actuamos siguiendo costumbres culturales sin
reparar ni averiguar cómo está estructurada la personalidad de nuestro par,
ni tampoco la nuestra y menos si toda la carga de nuestras historias
personales (de tres generaciones o más) serán compatibles o no para lograr
acuerdos que resulten funcionales.
Un ejercicio sumamente útil será preguntarle al otro cuáles son los
rituales de su familia. Por ejemplo:
¿Festejan Navidad?, ¿dónde?, ¿siempre es igual y van las mismas
personas?
¿Cada cuánto visitan la casa paterna?
¿Cómo acostumbran a saludarse entre los miembros de la familia?
¿Existe algún personaje misterioso en tu historia personal?
¿Hubo migraciones?
¿Quiénes se enferman habitualmente?, ¿de qué?
¿Cómo y quién manejaba el dinero o el presupuesto familiar?
¿Se sentaban siempre en el mismo lugar a la hora de la comida o de la
cena?
¿Eran importantes los horarios de las comidas como momentos de
familia?
¿Qué importancia le dan al consumo, al mundo material?
¿Quién asume la jerarquía máxima en la familia?
¿Cómo acostumbran a resolver las diferencias de opiniones que se
presentan?

¿Se habla de sexualidad?
¿Cuáles eran los roles que jugaban en su familia de origen?
Un elemento importante que desarrollaremos más adelante es el nivel de
insatisfacción personal y colectivo que manejen las familias de origen: el
que las personas estén enfocadas a ver lo que falta, lo cual derivará en
construir relaciones superficiales y débiles que basarán sus interacciones en
el consumo de productos materiales.
Cuando esto sucede es muy probable que la organización de la relación
de la pareja sea incapaz de sostener a largo plazo el nivel de frustración
individual y colectiva que ello ocasiona.
Cuanto más mitos, rituales, secretos o misterios haya
en cada familia de origen, cuanto más rígidos sean y
más se diferencien los de un miembro de la pareja
respecto del otro, el nivel de conflicto puede
incrementarse desproporcionadamente.
Como ejemplo puede ser útil volver a ver la película del director danés
Thomas Vinterberg, La celebración. En dicha cinta el protagonista asiste a
la fiesta de cumpleaños de su padre, ahí concurren tanto su familia como los
amigos y las relaciones sociales del status quo. Él acarreó durante toda su
vida: abusos con secretos, misterios y silencios, mismos que lo llevaron a
una situación psiquiátrica. Después de develar sus secretos frente a toda la
concurrencia, logra sentirse liberado de un peso que le impedía vivir, y ese
mismo acto desintegra todos los mitos y rituales de la familia y a la familia
misma, pues estaba sostenida por este tipo de interrelaciones.
Los criterios de educación de los hijos

Otro problema que deben enfrentar los miembros de una relación amoroso-
erótica es el tema de los hijos. Como este libro es sobre la pareja, a
diferencia del tema de la paternidad, sólo mencionaré el tipo de conflictos
que frecuentemente hacen que lleguen las parejas a la consulta. En general,
las parejas vienen con dudas, y a veces con serias diferencias, acerca de la
formación de una familia. Las discusiones abarcan varios subtemas:
¿Son necesarios los hijos para que los miembros de una pareja se
sientan realizados?
¿En qué época de la pareja es adecuado plantearse la posibilidad de
tener hijos?
¿Una pareja sin hijos tiene posibilidades de permanecer unida en el
largo plazo?
¿Qué se pretende lograr con la decisión de tener un hijo?
¿Piensan que tener hijos es la fase natural del futuro de la pareja?
Si los sorprende un embarazo no planeado, ¿cuáles son las variables
sobre las que tendrán que reflexionar?
En el caso de que decidieran tener hijos, ¿cómo se determina el
momento y la cantidad adecuada?
Si ambos son profesionales, ¿quién se encargará del cuidado del hijo y
en qué momento del día?
¿Están ambos suficientemente preparados cognitiva y emocionalmente
para tener hijos?
¿A qué edad el niño comenzará a dormir sólo en otra habitación?
¿Cuáles son los criterios que deben observar ambos para la educación
de los hijos?
¿Pueden y quieren separar las áreas de la relación amoroso-erótica de
la de los roles parentales, y además cuidar a ambas con la misma
responsabilidad?
¿Tienen consciencia del daño que le pueden hacer al hijo si manejan
inadecuadamente su educación?
¿Qué pretenden obtener de los hijos?, ¿cuándo es el momento de
soltarlos?

¿Creen que tienen que acordar sobre todos los puntos de la educación
del hijo o se permitirán que cada uno construya con su hijo una
relación bilateral?
Sólo a manera de ejemplo en el libro Familias y terapia familiar, Salvador
Minuchin plantea cuáles pueden ser los problemas que puede causar una
“familia descontrolada”. Este tipo de familia son las que uno de sus
miembros presenta síntomas en el área de control. Varía de acuerdo al
estadio de desarrollo de los miembros de la familia. Pueden existir
problemas en:
La organización jerárquica de la familia.
La puesta en práctica de las funciones ejecutivas dentro de los roles de
los padres.
La proximidad entre los miembros de la familia.
Cuando un niño es insufrible lo más probable es que los cónyuges se estén
descalificando. No existen monstruos de tres años de edad y ni de un metro
de alto que no estén subidos en los hombros de un adulto. Entonces será
necesaria la elaboración de una jerarquía clara en que los progenitores
tengan control del subsistema ejecutivo y colaborando entre sí.
Si se trata de adolescentes es probable que los padres no sepan lo que
está viviendo su hijo en esta etapa de su desarrollo. Será imprescindible
cultivar el respeto mutuo.
Si hay hijos delincuentes lo más probable es que las reglas de los padres
sólo se apliquen cuando ellos están presentes. Las pautas de comunicación
suelen ser caóticas —los miembros de la familia no son escuchados—
organizadas en torno de interacciones escasas, inconexas y desprovistas de
un valor afectivo.
Si son niños maltratados o bebés que no prosperan, es posible que el
problema sea que los niños se encuentren en peligro. En el primero es
probable que los progenitores no cuenten con sistemas de apoyo y que en
general tengan subsistemas demasiado unidos. Tendrán que desarrollar una
técnica de deslindar fronteras para resolver los problemas que se generaron.

También es probable que exista fobia a la escuela como manifestación de
una organización delincuencial. En el segundo caso sucede lo contrario, los
padres están desapegados y no dan respuestas a las necesidades del niño.
La técnica es lograr interesar a los padres, es probable que se manifieste
una fobia como síntomas psicosomáticos. Si bien, en otras épocas podíamos
justificar la mala educación a nuestros hijos porque no había escuela para
padres, ahora ya es poco probable; especialmente en las zonas urbanas hay
excelentes cursos, talleres, conferencias y libros que nos dan ideas y
sugerencias de cómo ser mejores padres educadores de hijos tanto a nivel
emocional y conductual como cognitivo y sexual.
En especial puedo recomendar el material de IMIFAP (Instituto Mexicano de
Investigación de Familia y Población A.C.). Los títulos:
Yo papá, yo mamá de F. Fernández, Martha Giaudan y Susan Pick.
Deja volar a tu adolescente de F. Fernández, Martha Giaudan y Susan
Pick.
Y otros libros tales como:
Cómo hablar para que un niño escuche y cómo escuchar para que un
niño hable de Adele Faber y Elaine Mazlish.
No quiero crecer de Pilar Sordo.
Todos ellos serán de gran ayuda.

CAPÍTULO 5
PROBLEMAS POR FALTA DE CONOCIMIENTO
LAS PERSONAS NECESITAMOS conocer tanto los contenidos como las formas
de la historia personal de nosotros mismos y de nuestro compañero
amoroso.
Si iniciamos una relación de pareja amoroso-erótica, sin ponerle
atención a estos puntos, debemos estar conscientes de que la probabilidad
de tomar decisiones equivocadas crece en la misma medida que nuestro
desconocimiento.
En el tema de la sexualidad la ignorancia está muy generalizada. A pesar
de que este tema se ha presentado y discutido en varios foros públicos, cada
vez con más frecuencia, todavía es insuficiente y además muchas veces está
falseado o se presenta con prejuicios culturales de las más diversas
corrientes ideológicas. La confusión, los mitos y falacias crecen
desproporcionadamente y provocan todo tipo de reacciones poco razonadas
a la hora en que los miembros de la pareja viven o quieren decidir sobre
estos temas.
AUTOCONOCIMIENTO DE SÍ MISMO O DEL OTRO
Si pensamos que una de las variables más importantes de la inteligencia
emocional es la cantidad y calidad de información con la que contamos y la

manera como procesamos la misma, entonces podemos estar seguros de que
el nivel de error en nuestra toma de decisiones será razonablemente menor
que si decidimos nuestra conducta con base en lo que nos imaginamos
respecto a lo que siente y piensa (senti-pensar) el otro.
Por ello, planteamos la necesidad de realizarnos todas las preguntas que
sean necesarias para evitar en lo posible estar suponiendo, imaginando que
sabemos, o inventando a nuestro compañero.
Conocer provoca melancolía, a veces dolores o situaciones complejas
que requerirán cambios importantes en uno mismo y que seguramente
tendrán repercusiones en los demás, pero ofrece libertad, independencia,
desarrollo de las autonomías y un mayor nivel de certeza en que nuestras
decisiones de conducta nos llevarán adonde queremos ir, entre otras
ventajas.
El autoconocimiento es indispensable para poder
generar futuro a partir de las motivaciones, las cuales
incluyen POMS (proyectos, objetivos, metas, sueños) y
VID (valores, intereses y deseos) de cada uno.
Es necesario que uno se conozca y le cuente al otro sobre la manera en que
decidió vivir, cómo le gusta o eligió (senti-pensar) la vida, y cuál es la
calidad de vida que tiene y que pretende tener a medida que siga
convirtiéndose en quien desea ir siendo; entonces el otro podrá expresarle
que conociéndolo con esas elecciones y decisiones, complejidades y
contradicciones, deseos y gustos, ambivalencias y miedos, decide que así
también quiere construir (o no) una relación amorosa-erótica.
La falta de autonomía
Cuando pretendemos que el otro es esa persona ideal que tenemos
construida en nuestro pensamiento y que la felicidad en nuestro futuro

depende de la relación con él, lo más probable es que el nivel de frustración
y de conflicto que cosechemos en el corto, mediano y largo plazo se
agigante.
El lugar que vamos a ocupar en el mundo del otro
depende tanto de la clase de mundo que construimos
como nuestro, como del mundo del otro.
Cuando tenemos una visión de nosotros mismos muy pobre, basada en
cuentos de hadas o en películas de Hollywood con sus típicos happy end, o
en las mayorías de las propuestas de la televisión abierta, o tal vez en algo
bastante más perverso (en el sentido autodestructivo) como son las
telenovelas, donde el malo es el representante de todas las miserias
humanas, mientras que el bueno se valoriza en dejarse atropellar por otras
personas y postergar sus necesidades por las de todos los que participan en
el guión, entonces es altamente factible que la pareja que estemos
construyendo corra con una alta probabilidad de terminar en conflictos
interminables; abastecidos por traiciones de todo tipo y con niveles muy
lamentables de dolor y de autodestrucción tanto personal como del vínculo
afectivo.
Cuando la frustración de llevar una vida sin sentido
propio (porque nunca se definió) me haga sentir
vacía, sola, insatisfecha, a veces enojad;,
reclamándole al príncipe azul porque resulta que ni
era príncipe ni era azul, echándole toda la culpa a él
de que mi vida me tiene aburrida, estaremos
exactamente en el momento más adecuado para
replantearnos el nivel de autonomía que necesitamos
desarrollar para reeditar, redefinir y rehacer un
proyecto de vida propia.

Escribí esto en femenino porque la cultura construye más frecuentemente a
la mujer dentro de esos parámetros, aunque es igualmente cierto que del
lado del varón hay un tamaño de hartazgo similar; también se encuentra
cansado de la sobrecarga de acarrear a una pareja que siempre está
insatisfecha, se siente insuficiente para cubrir las expectativas de ella,
muchas veces abandonó sus propios sueños para hacerle caso pero las cosas
nunca mejoraron, comienza a añorar su soltería, extraña reírse más seguido
con una compañera que se ocupa de su propia felicidad.
En mi experiencia es casi imposible lograr una relación amoroso-erótica
fuerte, leal, mutua y de largo plazo entre personas que nunca se preguntaron
qué pasará en un futuro, o que abandonaron sus proyectos personales.
El estrés de la vida moderna
El esperar, las realidades y las razones
Voy a mencionar algunos problemas cotidianos muy frecuentes en las
relaciones de pareja que tienen escasos (o ningún) acuerdo de desarrollos de
las autonomías individuales y la manera de compartirlos.
Uno muy común es el uso del estrés como la justificación de distintos
tipos de maltrato, de olvidos de la amabilidad entre ellos, de silencios
construidos para la evasión de conflictos sin resolver, de necesidad de
relajarse mirando la televisión como manera de evitar el diálogo, etcétera.
Algunas preguntas serán útiles para que sea posible ubicar la
importancia de este virus en tu pareja y en tu vida:
¿Sabes cuáles son los eventos que te estresan? Nómbralos, puedes
hacer una lista.
¿Siempre te estresan los mismos?
Cuando algo te estresa: ¿te sucede en cualquier contexto y en todo
momento?
¿Te estresa la presencia de alguna persona?
¿Te estresan frases o ademanes conocidos?
¿Qué decides hacer cuando te sientes estresada o estresado?

Cuando te estresas, ¿qué logras de bueno (en el sentido de qué tipo de
necesidades inconscientes estás satisfaciendo) para tu vida?
Si no te estresaras, ¿por qué otra emoción lo reemplazarías, qué
pensarías, qué sentirías, qué harías diferente?
¿Sabes que la sensación del estrés proviene de neurotransmisores que
emite tu cerebro cuando tú interpretas lo que está pasando como algo
desagradable?
Todas las emociones son útiles para generar conductas que tienen
consecuencias específicas. ¿Para qué te sirve el estrés, qué resultados
son los que le trae a tu vida?
¿Sabes que estresarte es una decisión que tomas tú y que podrías
decidir dejar de hacerlo?
¿Cuántas y cuáles conductas cambiarían en tu vida si decidieras dejar
de estresarte?
Al declararte estresada o estresado: ¿cuántas conductas que tú crees
que son incorrectas te permites?
¿Cuánta gente a tu alrededor vive estresada?
¿Te gusta cómo actúa y se ve la gente estrada?
¿Le enseñarías a tus hijos o a alguna gente querida, la mejor manera de
estresarse?
¿Te gustaría que tú y tus relaciones se desarrollaran sin estrés?, ¿cómo
cambiarían?
¿Cuántos de tus problemas se los adjudicas al estrés tuyo o de la gente
que te rodea?
¿Cuáles serían (qué nombre tendrían) esos problemas si dejaras de
justificarlos por el estrés?
¿Tienes algunos mecanismos de desahogo de tus emociones diferentes
al estrés?
¿Crees que el tiempo te rendiría diferente si vivieras sin estrés?
Cuando te estresas ¿te enfermas de algo a nivel físico?
¿Cuánta gente que conoces fuma, o toma alcohol, o se pelea con otros
(hasta con desconocidos), o se permite la violencia física o emocional
en contra de sus hijos o de la pareja, porque se estresa?

Voy a mencionar algunas actitudes que generan un gran estrés y, por lo
tanto, lo que habitualmente le sigue: el conflicto, las discusiones, las peleas,
las amenazas, los gritos, la falta de respeto, la violencia, el dolor, las
emociones de soledad, incomprensión, injusticia, impotencia, etcétera.
LA ESPERA
La decisión acerca de cómo se prefiere manejar el tiempo es una reflexión
importante en la vida de cualquier persona. En especial, cuando estás en
pareja es preferible tener claro cuál es el formato que elegimos y cuál es el
de nuestro compañero. De lo contrario habrá muchos conflictos que pueden
llegar a ser muy destructivos y lo que es peor, muchos problemas de otras
áreas de la pareja se canalizarán a través de la diferencia en las decisiones
del manejo del tiempo. Por ejemplo:
Si yo le importara, llegaría puntual… y hasta más temprano.
Siempre tiene otros asuntos que considera prioritarios en lugar de su
pareja.
Lo hace adrede, sólo porque es un cobarde y no se atreve a decirme
que quiere terminar conmigo.
Seguramente está coqueteando con otra…
Tiene tiempo para todo, excepto para nosotros.
Seguramente se la pasa mejor en otro lado.
Esperar también es una decisión que tomamos. Hay un dicho popular que
dice: “El que espera, desespera”. Y esto es cierto en la mayoría de los casos.
Está vinculado nuevamente al hábito de depositar nuestro bienestar en la
conducta del otro. Si bien es una costumbre, también es una idea, una
creencia más profunda, generalmente se estructura desde la cultura que nos
propone que nuestra felicidad, nuestro bienestar, está en manos de otras
personas o de objetos (o comida) por adquirir o por ser consumidos; es
decir, que viene de afuera hacia adentro.

Nosotros somos los únicos que podemos construir
nuestro bienestar y nuestra felicidad, el movimiento
es desde adentro hacia afuera.
Entonces, si te dicen que pasan por ti a las siete de la noche para ir al cine…
¿Se puede decidir hacer algo distinto a esperar?
Si estás listo o lista para salir a las siete de la noche y todavía no llegan
por ti: ¿qué podrías hacer de maravilloso, que sea la manera más eficaz
y eficiente de consumir el tiempo que falta hasta que pasen por ti?
¿Hay alguna llamada telefónica que te falte hacer?
¿Puedes cultivar esa amistad que tienes un poco descuidada?
¿Sería bueno arreglar ese cajón que siempre está desacomodado?
¿Hay algunas fotos que incluir en el álbum?
¿Cuánto podrías avanzar en ese libro que estás leyendo?
¿Cuánto hace que dejaste de escuchar aquella música que tanto te
gustaba?
¿Y si revisas tu guardarropa para elegir qué regalar de las prendas que
dejaste de usar hace tiempo?
¿Será adecuado revisar los correos electrónicos que tienes atrasados?
¿O si miras ese documental que tienes en lista de espera?
Lo cierto es que cuando te haces responsable de tu bienestar siempre
hay muchos pendientes que pueden ocupar tu tiempo, de tal manera que
independientemente de la hora que lleguen por ti, tu estado de ánimo
dependa de la decisión que hayas tomado acerca de cómo emplear tu
tiempo.
Esto de ninguna manera implica que si tú has definido que la calidad de
vida que a ti te interesa incluye las relaciones con puntualidad, tengas que
aceptar algo diferente. Si este fuera el caso puedes informarle al otro que si
va a llegar después de las siete, mejor será que ya no llegue porque tendrías
un Plan B, tan bueno o mejor que el anterior, para ocupar tu tiempo.

Si prefieres vivir con más flexibilidad en tus horarios, entonces te vas a
divertir con todos los pendientes que puedes resolver gracias a la
impuntualidad de las personas… ¿O los problemas del tráfico? Ésta es otra
de las excusas preferidas de mucha gente para justificar la ineficiente
administración de su tiempo y de sus prioridades, ¿o tal vez la persona
impuntual esté necesitando sentirse importante a partir de pensar que hay
alguien que lo está esperando? Si la impuntualidad es repetitiva, tal vez esa
sea una pregunta adecuada para entender a esa persona y si ese fuera el
caso, se podrían inventar nuevas alternativas para que logre sentirse
importante. ¿Es importante sentirse importante?, ¿para qué sirve?
Otra posibilidad es que la persona con la que nos estamos relacionando
desestime los asuntos de horarios. Si fuera el caso, tendremos que
preguntarnos si nos interesa relacionarnos con alguien que eligió vivir de
esa manera y tomemos las decisiones que creamos adecuadas para que
nuestra vida sea cómo hemos elegido que nos gusta.
Otra área que causa muchos conflictos, a veces muy graves y llegan a la
violencia, o realmente a destruir el vínculo afectivo entre los miembros de
la pareja son las discusiones de:
Cómo son las cosas.
Quién tiene la razón.
Quién conoce (o debe decir) la verdad.
Los tres puntos son consecuencia de una creencia ofrecida por la cultura:
“Existe una única y eterna verdad”, y todo aquello que se aleje de ella está
equivocado (o es pecado) y debe ser desechado, prohibido, cambiado,
juzgado, castigado, etcétera.
El problema radica en que los seres humanos somos únicos, irrepetibles,
diferentes a todos los demás, por la sencilla razón de que cada uno tenemos
una historia de vida imposible de igualar a cualquier otra; aún los hermanos
gemelos criados simultáneamente por los mismos padres y en idénticas
condiciones, son diferentes, desde genéticamente hasta la manera en que
cada uno percibe a sus padres, porque es imposible que los padres sientan
exactamente lo mismo por cada uno de sus hijos, pues habrá diferentes

afinidades de caracteres, diversos estados de ánimo cuando nos toque
atender a uno o al otro y esto significa que desde la gestación misma iremos
construyendo una manera particular y única de mirar, percibir y vivir la
vida. Nuestro cerebro irá elaborando determinados caminos neuronales
como respuestas a todo lo que nos va proponiendo el mundo exterior,
logrará que podamos sobrevivir a todas las circunstancias que nos toca vivir
y estructurará un carácter que nos adapte al medio en que crecemos y nos
vamos desarrollando, así como las habilidades fundamentales para esa
sobrevivencia.
Los recursos y habilidades que nuestro cerebro desarrolla para nuestra
supervivencia en la primera infancia, las llevaremos como las principales
conductas adaptativas al medio que nos rodea el resto de nuestra vida. Así,
el hermano que es más simpático es muy probable que reaccione
simpáticamente durante toda su vida frente a una gran cantidad de eventos;
el que vemos que es serio elegirá una carrera universitaria seria y será el
más serio en casi todas las fiestas familiares.
De acuerdo a los que nos toque vivir en nuestro devenir en el mundo,
podremos desarrollar nuevas habilidades y recursos cognitivos,
emocionales y conductuales. Cuanto más expuestos estemos a grandes
cambios, como la muerte de seres muy queridos a edades tempranas,
separaciones prolongadas de alguno de ellos, migraciones a otros espacios
geográficos o sociales diferentes, mayores serán las habilidades (caminos
neuronales) que nuestro cerebro tendrá que elaborar para que podamos
adaptarnos lo mejor posible a todo ello. De aquí el dicho de: “Las
dificultades te hacen más fuerte”. Y también el otro que dice: “Sigue siendo
un niño malcriado porque la vida le fue muy fácil”.
¿Sería posible que dos personas puedan exponer las mismas razones
para interpretar cualquier suceso de la vida? Imposible, aun cuando ambos
miembros de la pareja hayan crecido en el mismo ambiente social, en
familias con creencias similares, se conozcan desde pequeños, tengan casi
la misma edad, hayan asistido a los mismos colegios, con amigos en común,
estudiando la misma carrera, con afinidades muy parecidas en cómo utilizar
el tiempo libre, etcétera; sería inverosímil que interpreten el mismo evento

de manera idéntica. Cada quien tendrá su manera de percibir e interpretar la
realidad. Cada quien tendrá sus razones para pensar que eso es lo que
sucedió, que esa es la “verdad” de las cosas.
Todo esto nos lleva a asegurar que cuando los miembros de la pareja
comiencen a conversar cualquier tema y uno le trate de convencer al otro de
como son las cosas exponiéndole todas las razones para determinar que esa
es la verdad, es altamente probable que lo que siga sea una discusión de
desgaste, o pelea, o enojos, o gritos, o… donde, en el mejor de los casos
cada quien se quede con su misma opinión matizada tal vez con alguno de
los argumentos del otro, en el peor sucederá que uno de ellos piense:
“Mejor le doy la razón porque si no habrá problemas”. Y si este fuera el
caso, se convertirá en una pauta de interrelación entre ellos, entonces
estaremos frente a una brecha de incomunicación que se irá expandiendo
hasta que el que cede ya no le interese lo que el otro tenga que decir.
Recuerdo el caso de una pareja en la que Ricardo se quejaba
amargamente de que su esposa Lola nunca entendía nada, comentaba
que hacía veinte años que él le estaba explicando cómo eran las cosas
hasta con peras y manzanas, pero que ella ni hacía caso, ni
escuchaba. Lola argumentó que sí escuchaba, pero que ni le parecía
lo que él opinaba, ni podía decírselo porque él se creía el dueño de la
verdad y era como hablar con la pared.
¿Cuántas veces intentaste “hablar con la pared”?
¿Cuántas de las discusiones con tu pareja comienzan con quién tiene la
razón?
¿Cuáles son los temas en los que tú tienes la razón?
¿Hay algún tema en que la razón la tiene el otro?
¿Qué te hace pensar que tus razones son mejores que las de tu pareja?
¿Crees que tú puedes explicar mejor que tu pareja cómo son las cosas?
¿Qué sientes cuando te pones a argumentar con tu pareja y sientes que
ni siquiera te escucha?
¿Qué sientes cuando el otro te explica con “peras y manzanas”?

Cuando intentas convencer a tu pareja de que tus razones son las
buenas y suponiendo que lo logras aunque sea momentáneamente,
¿para qué te sirve a ti?, ¿qué logras (de bueno) con ello?
¿Crees que sabes escuchar los argumentos de tu pareja sin intentar
contradecirla o defenderte de ella?
¿Qué pasaría en la vida de la pareja si uno o ambos pudiera escuchar al
otro desde un lugar de curiosidad; es decir, estando atento de lo que
dice aunque nos parezca extraño?
¿Qué cambiaría si utilizas todas sus disertaciones y sus razones y sus
verdades para saber cómo es que piensa el otro y así poder estar bien
informado o informada de con quién estás involucrado, y de esta
manera lograr tomar las decisiones adecuadas para tu vida con
respecto a esa persona?
Este tema origina otro muy frecuente en las conversaciones que
mantienen los miembros de la pareja y que genera un nivel de conflicto
altamente destructivo del vínculo afectivo: “Es que tú….”, y que además
muy frecuentemente se mezcla con: “yo tengo la razón”, y que supone
niveles de agresiones emocionales tanto activas como pasivas, verbales
como analógicas, de una creatividad indescriptible.
En estas discusiones aparecen las interpretaciones que uno hace acerca
de lo que piensa o siente el otro:
Tu complejo de inferioridad te impide escucharme con atención.
Si fueras menos necio o necia podrías entenderme.
Si te interesara desarrollarte pondrías atención a lo que te estoy
explicando.
Cuando decidas dejar de ser un niño malcriado entenderás que…
Tu irresponsabilidad es tal que te impide entender…
Si tuvieras mis grados académicos podríamos entendernos mejor.
Cuando te pones así es imposible hacerte entender.
¡Cómo pretendes entender si lo único que sabes hacer es llorar!
Cuando aprendas a escuchar, me tomaré el trabajo de hablar contigo y
explicarte.

Nunca entiendes que lo que a ti te pasa es que…
Si fueras menos aprehensivo (o aprehensiva) sería más fácil que
entraras en razón.
Haces como que escuchas pero sólo me das el avión.
Eres tan cerrado (o cerrada) que me entiende más el perro que tú.
Lo que hay que tener en cuenta en este tipo de agresiones es: “Nadie sabe
más de mí que yo”, aunque haga veinte años que convivan, la pareja, o
cualquier otra persona que imagine (invente) nuestro sentir tiene el noventa
por ciento de probabilidad de error en la interpretación que realice acerca de
lo que nos está pasando.
Las personas somos altamente cambiantes, cada circunstancia, evento o
experiencia nos va modificando, aun frente a un suceso parecido senti-
pensamos diferente dependiendo el día, la hora, de quien estamos
acompañados o qué pasó en las horas previas.
Es casi imposible que alguien interprete lo que nos
está sucediendo mejor que uno mismo.
Las discusiones darían un giro totalmente distinto si cuando nos clasifican,
interpretan, diagnostican, juzgan o cualquier cosa similar nos atreviéramos
a preguntar algo así como:
¿Qué te hace pensar que soy aprensivo o aprensiva?
¿Te interesa enterarte por qué me comporto de esa manera?
¿Para qué te sirve etiquetarme o calificarme de esa forma?
¿Tú crees que sabes más de mí que yo mismo?
¿Qué te pasaría si en vez de juzgarme me preguntaras qué es lo que
estoy senti-pensando?
¿Cómo le informarías a tu pareja que nadie sabe más de ti que tú
mismo?

LA SEXUALIDAD
En la experiencia clínica he tratado diversos tipos de parejas en cuanto a sus
preferencias sexuales. Suelen acudir a terapia con muy diversos motivos de
consulta donde el planteamiento inicial tiene poco o nada que ver con el
tipo de conducta sexual que practican; sin embargo, la sexualidad es un
tema que atraviesa la vida de las personas (los misterios de la vida: el sexo:
la creación y la muerte) que está expresada en la cotidianidad, en la
economía, en el manejo del tiempo libre y las amistades, en las familias de
origen y también en las incomodidades, los conflictos y las crisis que
surgen entre ellos.
Las parejas heterosexuales constituyen el grupo mayoritario en nuestra
cultura; hemos comentado varias veces que un problema recurrente en las
relaciones de pareja es la disminución del deseo erótico entre los amantes
por diversos motivos; también son muy frecuentes otros tipos de
disfunciones sexuales tales como la escasa erección del pene y la
eyaculación precoz en el hombre y, en la mujer, el escaso deseo erótico así
como la anorgasmia.
Un pequeño porcentaje de estos problemas se deben al tipo de
enfermedades físicas, los medicamentos o los hábitos autodestructivos
como el fumar tabaco, ingerir alcohol o un fuerte sobrepeso, de uno o
ambos miembros de la pareja, pero la gran mayoría de los conflictos que se
reflejan en la sexualidad son de origen relacional y psicológico; es decir, en
la forma en que ellos establecen sus pautas interrelacionales y en cómo
resuelven o postergan la solución de sus incomodidades cotidianas.
Esto está directamente vinculado al tema de los roles de género: las
masculinidades y las feminidades, en la modernidad y postmodernidad
surgen los movimientos feministas, los métodos anticonceptivos seguros,
las discusiones de la validez de la sexualidad como el derecho al placer y
disfrute propio de lo humano y no sólo como la forma de la reproducción de
la especie y el acceso de la mujer a unas jerarquías y espacios sociales que
no existían anteriormente.

Todo cambio social genera la necesidad de ajustes al
interior de todos los vínculos. ¿Cuáles son los
mecanismos de valorización de un varón para
sentirse hombre hoy en día?, ¿cuáles son los de la
mujer?
La mayoría de los problemas mencionados están inmersos en estos temas y
toman un tinte muy distinto si se les observa desde esta mirada de género.
Existe otro grupo de problemas, tal vez más profundos, que tienen que
ver con el acuerdo que tomaron respecto del estilo de vínculo sexual,
generalmente de manera inconsciente o cultural; por ejemplo la
monogamia, en donde para la mujer será estricta y para el hombre se le
permitirá desde la cultura que tenga alguna canita al aire de tanto en tanto.
El drama aparece cuando la mujer está en desacuerdo con esta última parte
y la tal canita al aire la considera una traición al vínculo afectivo.
El fácil acceso a la tecnología de Internet ha agregado novedosos
conflictos en las relaciones de parejas, tales como el uso de la pornografía o
los juguetes sexuales por uno o ambos amantes, las diferencias en la calidad
y la frecuencia de las relaciones eróticas entre ellos y la sobreestimulación
sexual a través de la moda, la publicidad y la política, que deriva en un
mercado de compra y venta del sexo con incontables alternativas.
La sexualidad era un tema que se pensaba en el
ámbito de las relaciones humanas o de las ciencias
médicas, pero con todos estos cambios ha pasado a
definirse también en el área del mercado de
productos de consumo.
Todos estos problemas frecuentemente se tornan dramáticos y sin salida
porque se insertan en una escenografía muy lamentable donde los
elementos centrales son la ignorancia, los mitos, los tabúes, las costumbres
sociales y religiosas que nacieron en otras épocas históricas y están poco o

nada adaptadas al momento de vida actual y, por tanto, en los silencios y
vergüenzas para abordar un tema que tiene presencia, de una u otra forma,
en todos los seres humanos, todos los días de su vida.
En particular, me he visto honrada por la confianza de parejas cuya
conducta sexual es heterosexual, homosexual tanto de hombres como de
mujeres, tríos poliamorosos, parejas con actividades swingers,
heterosexuales donde el varón es transexual, travesti o con autoginefilias,
transgénero con pareja cuyo objeto de deseo es andrógino, entre otras.
Haber tenido acceso a investigaciones y análisis teóricos-prácticos y
académicos recientes sobre estos temas, me permitió deconstruir las
creencias que provienen de la cultura, y ampliar y complejizar mi mirada,
para poder empatizar y conversar con estas parejas que viven dentro de lo
que hoy se ha dado en llamar la diversidad sexual. Por ello abordaré cada
uno de estos conflictos por separado ya que la experiencia demuestra que
son frecuentes en la consulta.
Las diferencias en las preferencias acerca de cómo vivir
la sexualidad
Roles de género (masculinidades y feminidades)
Desde la mirada de género he explorado algunas investigaciones acerca
de cómo afectan los cambios al paradigma patriarcal a las masculinidades y
a sus vínculos. Al respecto menciono algunos aspectos que creo son útiles
para comprender más complejamente estos movimientos femeninos y
masculinos.
Rafael Manrique en su artículo “Terapia de pareja en tiempos difíciles.
Masculinidad perdida e insatisfacción encontrada”, vincula los problemas
de la indefinición y pérdida de la identidad masculina con la insatisfacción
general que existe en las relaciones de pareja y cómo ello se convierte en un
problema político y social. Plantea que la masculinidad y la especificidad
de su rol social ya dejaron de ser útiles como el elemento básico sobre el

que se construye la relación de pareja, pues aparecieron nuevas formas de
concebir el trabajo, el poder y la experiencia íntima.
La masculinidad estaba construida en una concepción
machista sobre esos campos que ahora se
desmoronan. Hoy ¿cómo se valora un hombre que no
tiene poder y muchas veces tampoco tiene trabajo y
que se le pide una cercanía en la intimidad en la que
nunca fue entrenado?
El resultado es una perplejidad difícilmente manejable que genera
sufrimiento en forma de ansiedad, depresión y violencia mental y física (lo
cual se ha convertido en un problema social, político, económico y de
salud).
En un mundo siempre cambiante expresado en:
El cambio en los medios y métodos de la producción y distribución de
la riqueza: pues hoy se produce conocimiento (información).
El cambio en los mecanismos y detección del poder: hoy es
impersonal, y se desarrolló la supremacía de las corporaciones legales
e ilegales (ya no están ni en los reyes, ni en la iglesia, ni en los
políticos).
El cambio en el paradigma patriarcal, su declive y agonía (feminismo/
masculinidad).
Es importante complejizar la mirada para entender los nuevos sufrimientos
humanos.
Los cambios en los roles femeninos como la
incorporación de la mujer a la vida intelectual y el
trabajo, las ideas de liberación del papel de la mujer
en la familia y en la sociedad, los anticonceptivos y
los métodos de concepción fuera del vínculo

amoroso, el crecimiento del laicismo, el menor
número de hijos y las diferencias en las ideas de lo
que constituye una buena crianza, el desarrollo de las
autonomías personales, entre otros asuntos, crea
nuevas definiciones del amor, del matrimonio, de la
familia y de la sociedad tradicional en los países
occidentales con el modelo económico del
capitalismo.
Podemos coincidir en que todo esto ha generado avances en la calidad de
vida de las personas y también en el aumento de las tensiones y las
dificultades de adaptación a estos cambios por parte tanto de hombres como
de mujeres. Pero, mientras las mujeres han encontrado nuevos campos en
donde redefinirse y desarrollarse, pareciera que el hombre los vive como si
ellos sólo los hubieran perdido, o al menos se sienten invadidos o
atropellados.
Uno de los efectos que se observan hoy es que va en aumento la
cantidad de hombres celosos, pues es más celoso el que tiene más que
perder. Los hombres del presente sienten que corren muchos riesgos: han
perdido al menos cuatro áreas donde se sentían seguros:
El sexo obligatorio por parte de la mujer, antes él tenía la
disponibilidad de uso de su mujer de acuerdo a su deseo sexual.
Que la esposa no es sólo para él y para su servicio. Sino que tiene POMS
y VID propios.
El derecho a la iniciativa en la pareja, la familia y la vida, y a contar
con la obediencia de la mujer en sus decisiones.
Y que la satisfacción sexual de la mujer no está asegurada, pues la
mujer sabe y reclama una vida sexual plena para ella.
Manrique plantea que estos cambios exigen una redefinición del concepto
del amor, de la manera de vivirlo, de los tiempos en la pareja y del
erotismo, y concluye en la necesidad de construir modelos, proyectos, ideas

y opciones diferentes para vivir la relación amorosa, logrando acuerdos
entre dos sensibilidades diferentes que quieren llegar a articular en común
un proyecto amoroso, un saco a la medida.
Mabel Burin en su libro Construcción de la subjetividad masculina,
propone la equidad entre los géneros y las generaciones, y que la familia de
hoy hay que mirarla con la convicción de que el género es una variable
crucial dentro de las problemáticas tanto de las parejas como de la familia y
de la sociedad. Decide tomar como un eje de análisis la constitución de la
individualidad:
Las nuevas paternidades.
La revisión crítica del ideal maternal como eje de la feminidad, que
incluye la maternidad como opción y no como mandato natural para
las mujeres.
La flexibilización de los roles de género.
Las mayores oportunidades educativas, laborales y de participación de
las mujeres en el ámbito público.
El cambio de paradigmas en la representación social de los géneros y
de las diversidades sexuales.
Diversos autores proponen nuevos y enriquecedores puntos de vista, sólo
planteo lo que considero más relevante para nuestros objetivos: estamos
frente a un cambio profundo del estilo de vida en nuestra sociedad
occidental y, por lo tanto, es indispensable reflexionar acerca de cómo
deseamos construir nuestra relación de pareja amoroso-erótica; además
tener en la consciencia de que los cambios serán continuos y deberemos
concebirnos en un equilibrio dinámico, siempre cambiante.
Los problemas derivados a la sexualidad de la pareja se multiplican
tanto por los conflictos internos de los cónyuges y los desajustes en sus
interrelaciones como por los cambios y estímulos que provienen del
contexto donde viven.
Las parejas que comiencen una vida compartida o los
que están reeditando la que ya tienen y reflexionen

sobre estos puntos, tendrán menos conflictos que si
siguen suponiendo que así es la vida.
En la consulta clínica, cada vez más los miembros de las parejas se atreven
a plantear sus insatisfacciones sexuales y al abrir estos temas, generalmente
entremezclados con los roles de género, surgen muchas preguntas útiles
para derribar los conflictos:
¿Ambos están cómodos con la manera en que viven la seducción, la
intimidad y la sexualidad?
¿Están pendientes de mantener una vida erótica grata entre ustedes?
¿La seducción está presente en la cotidianidad, o es sólo de algunas
noches?
¿Te sientes deseado eróticamente por tu pareja?, ¿te gusta esto?
¿Deseas a tu pareja tanto como te gustaría?, ¿se lo comunicas?
¿La calidad de la excitación, el gozo, el placer, los orgasmos y la
declinación son de la satisfacción de ambos?
¿La variedad en las actividades de sus relaciones sexuales les satisface
a ambos?
¿La frecuencia con que tienen relaciones sexuales es la que ambos
desean?
Cuando uno de los dos propone intimidad y el otro está desganado,
¿cómo lo resuelven?
¿Cuál es la hora preferida de cada uno para tener intimidad?, ¿cómo
resuelven las diferencias?
¿Les gusta tener juegos eróticos entre ustedes sin llegar al coito?
¿Se divierten inventando juegos eróticos?
Cuando uno de los dos está menos motivado que el otro, ¿qué hacen?
Cuando el deseo erótico baja en alguno de los dos, ¿qué hacen?
Cuando se presenta una disfunción eréctil, ¿cómo reaccionan?
Cuando hay una eyaculación precoz, ¿cómo lo viven?
Cuando uno de los dos llega al orgasmo antes que el otro: ¿resulta un
problema para ustedes?

Cuando surge alguna incomodidad durante la relación sexual, ¿se la
comunican?
Cuando pasaron un momento muy grato de placer juntos, ¿se lo
expresan?
¿Les gusta quedarse abrazados después de la relación sexual?
Monogamia y fidelidad
El tema de la monogamia lo trato en distintos puntos del libro porque es
uno de los conceptos más arraigados en la mayoría de las relaciones de
pareja, aun en la actualidad. Sin embargo, esto dista mucho de ser natural en
el ser humano y además es un concepto, una idea y una creencia que genera
un porcentaje importante de los conflictos de las parejas (la mayoría de las
veces son de muy difícil o imposible solución, especialmente cuando se
convierten en traiciones al vínculo amoroso).
A pesar de que los conceptos de monogamia y fidelidad son muy
diferentes, tanto desde el punto de vista del surgimiento y el devenir
histórico como desde el significado que se le ha dado en el papel que juega
en la definición del amor —del matrimonio y de la procreación en nuestra
sociedad occidental—, la mayoría de las personas (en especial las mujeres)
lo perciben como unido y como condición o requisito para cualquier
compromiso serio de pareja o familia.
Por ello, creo importante volver a reflexionar sobre esto para tomar
consciencia de que el acuerdo de vivir en un estilo de vínculo monogámico
es una decisión que las parejas deben tomar en la consciencia de las
ventajas y desventajas que tiene esta elección como cualquier otra.
Mi experiencia con las parejas que consultan es que en general ellas
asumen que así es la vida y el amor y no lo alcanzan a percibir como una
selección entre distintas alternativas, si lo tomaran en cuenta se evitarían
una gran cantidad de riesgos de conflictos y, en general, lamentables
separaciones.

Una investigación que realizó Helen Fisher, reporta que sólo el dieciséis
por ciento de las ochocientas cincuenta y tres culturas que tiene registrada
la ONU en la población mundial, prescribe o exige la monogamia, mientras
que el ochenta y cuatro por ciento permite la poliginia masculina, dentro de
las cuales algunas también admiten y promueven la poligamia. Cabe aclarar
que ese 16 por ciento constituye la mayoría de la población.
En la reflexión acerca del nivel de abundancia de los deseos eróticos de
la mujer o el hombre, Fisher afirma que no está claro quién tiene más
interés en la variedad del placer sexual, pero en términos generales
podemos decir que desde el punto de vista histórico pareciera que los seres
humanos tenemos una estrategia mixta de reproducción: la monogamia y el
adulterio.
Según H. Fisher, podemos encontrar muchas ventajas genéticas para
ambos sexos en lo que respecta a la procreación de niños con diferentes
compañeros sexuales. Las mujeres podían asegurarse recursos para ellas y
para sus hijos si tenían varios amantes y “por lo tanto las que se escondían
entre los arbustos con amantes secretos vivieron más tiempo y transmitieron
inconscientemente, a través de los siglos, aquello que existe en el espíritu
femenino que hace que la mujer actual le guste el contacto con los
hombres”. Sin embargo, no menciona la causa más evidente de este
comportamiento: la placentera sensación de tener orgasmos con amantes
variados y más habilidosos.
Fisher cree posible que algunas prostitutas aceptaran dinero y regalos a
cambio de sexo no solo por razones económicas sino también para disfrutar
de la variedad sexual.
Otros investigadores, tales como Stephen Beckerman y Kristen Hawkes,
llegan a la conclusión que el matrimonio “hasta que la muerte nos separe” y
la posición “del misionero” (mujer abajo y el hombre arriba) del modelo de
Desmond Morris es sólo una pequeña parte de la historia del ser humano.
Hawkes sostiene que “los patrones de la sexualidad humana son demasiado
variables”.
Sally Lehrman concluyó su artículo en “Alter Net” de esta forma: “Si
los antropólogos tienen razón, la monogamia puede tratarse de un fenómeno

antievolución o una adaptación forzada a la vida moderna. Y que quizás la
familia como núcleo ha sido siempre más un ideal que una realidad”. Sin
embargo, el concepto de que la mujer tenga varios amantes, por el sólo
hecho del placer sexual, todavía no ha sido aceptado popularmente,
especialmente en Occidente.
Este es un tema que ha despertado un interés creciente en investigadores
de distintas disciplinas académicas, sólo menciono algunos datos que
pueden ser útiles para comenzar a poner el tema en una perspectiva válida
de reflexión.
Rafael Manrique en el libro Conyugal y extraconyugal presenta una
síntesis de varias miradas distintas. Desde la biología debemos distinguir
que los seres humanos nos diferenciamos de cualquier otra especie porque
lo erótico se elabora sobre la base del placer sexual. Para cualquier otro
animal el sexo de reproducción es natural, pero el hombre tiene poco de
“natural” porque somos seres culturales que asumimos la corporalidad y la
sexualidad como parte de nuestra existencia. Es decir, sobre la dimensión
bioquímica se asienta la biológica, y sobre ella las costumbres y reglas
sociales y culturales.
Simbólicamente podemos decir que materialmente
nuestro cuerpo está compuesto de casi el ochenta
porciento de agua y que, sin embargo, somos algo
más que un charco de agua, porque también tenemos
ADN, consciencia y cultura.
Por ello debemos tener mucho cuidado en los estudios que comparan el
comportamiento del ser humano con el de los animales, porque nunca debe
ser lineal.
Los homínidos (antecedente de los seres humanos) eran un grupo
pequeño y frágil al borde de la extinción, criar hijos era muy complejo, los
varones se encargaban de generar descendencia en la medida de sus deseos
sexuales y las mujeres, una vez embarazadas, si tenían relaciones con más

machos conseguirían una atención y cuidado que hacían su maternidad más
segura y más fácil. Esto significa que los hombres tenían más interés en el
sexo y las mujeres en el compromiso. La monogamia daba unas ventajas y
la poligamia otras, pues le permitía al hombre el aumento de la posibilidad
de reproducción y a las mujeres tener los mejores hijos posibles (pues su
capacidad de reproducirse es limitada).
Desde el punto de vista biológico, para ella lo mejor es tener al menos
dos hombres: uno tranquilo e inteligente que garantice la protección en la
reproducción; y otro valiente y fuerte para la descendencia.
La monogamia, desde el punto de vista biológico, se basa en que la
mujer carece de una época de “celo” reproductivo y, por lo tanto, está
siempre dispuesta a tener relaciones sexuales. Esta frecuencia implica que
se pueden establecer vínculos de intimidad, cercanía, afecto, confianza,
etcétera; que de otra manera sería difícil de construir. Además, el tener una
pareja estable es una manera cómoda y práctica de garantizarnos relaciones
sexuales constantes y así satisfacer fácilmente el deseo erótico de ambos
miembros de la pareja.
Desde la bioquímica encontramos también algunas bases en apoyo a la
relación monógama, por un lado, cuando nuestro proceso de evolución
requiere de un acercamiento a “un otro” entonces nuestro cerebro producirá
una gran cantidad de endorfinas en la corteza prefrontal que nos zambullirá
en el estado del enamoramiento, que a su vez desata todo el proceso antes
descrito, nos provee de esa fuerza extraordinaria y enloquecedora que nos
vincula a otra persona y nos permite vivir a través de su mirada lo mejor de
nosotros mismos.
La actividad erótica llega a su máximo y el orgasmo y el gozo generan
el otro ingrediente de la química cerebral: las oxitocinas, que refuerzan el
vínculo afectivo por el deseo de permanecer unidos —pegados— con el
otro en ese estado de fusión que al menos durante algún tiempo (unos
minutos) nos hace sentir que estamos completos, que somos uno solo.
Además los lazos amorosos producen aminas endógenas (otros
neurotransmisores) que mantienen motivado el interés por el vínculo con el
otro.

Con el tiempo, cuando desaparece el enamoramiento y la relación puede
convertirse en un vínculo menos poderoso y placentero, esta base química
se degrada naturalmente (si no se hace lo necesario) porque los receptores
de las neuronas se comienzan a cerrar y reciben menor cantidad de
oxitocinas, y el círculo virtuoso se convierte en un circuito vicioso, es decir
que va de más a cada vez menos.
La relación tiende a transformarse en una costumbre
de orden práctica. Así reaparecen las fantasías y
deseos eróticos por algún otro, que haga una
diferencia en la vida cotidiana y vuelva a realzar la
intensidad y el entusiasmo que provoca la novedad.
Hay un tercer elemento que favorece la monogamia y se trata de la base
material de nuestro sistema económico. Cuando las familias comenzaron a
acumular más riqueza de la que podían consumir durante su vida, se
presentó el dilema de la herencia, ¿cómo garantizaría el hombre que su
riqueza sería heredada por un hijo que llevara su “misma sangre”? —no se
disponía de los avances científicos del ADN, entre otros—, y entonces se
convirtió en una condición indispensable el que la mujer sólo tuviera
relaciones sexuales con el hombre que proveía de la riqueza material. Ello
garantizaba la legitimidad de los herederos, una mayor estabilidad para la
crianza de los mismos, y mayores garantías de protección para las mujeres
que se dedicaban a la educación de ellos.
Las relaciones se construyen a partir de principios biológicos,
bioquímicos, económicos y culturales que apoyan la relación monogámica,
pero son esas mismas bases las que tienen endógenamente los elementos
que invierten el circuito y generan las tendencias que estimulan la
poligamia.
Otro elemento que no determina una tendencia hacia la poligamia pero
que si deben tener en cuenta las parejas antes de realizar sus acuerdos
acerca de cómo quieren vivir sus relaciones sexuales, es que alrededor de

los dos años de edad se determina la identidad de género y el objeto de
deseo; es decir, si seremos heterosexuales, homosexuales, bisexuales,
etcétera, será en la adolescencia, con el advenimiento de las hormonas
sexuales, cuando se elaborará el desarrollo de las fantasías y el deseo
erótico.
Cuando una pareja hace un compromiso de relación amoroso-erótica o
decide firmar el contrato institucional del matrimonio, aun cuando hayan
realizado a nivel consciente una decisión de vivir de manera monogámica,
puede sucederles a cualquiera de los dos que un día se sientan atraídos por
otra persona y es en ese momento que, a quien le suceda, deberá decidir
respetar el acuerdo hecho con su pareja, sea cual sea, pues de lo contrario
estará traicionando el vínculo.
¿Por qué les puede suceder el desear eróticamente a
otra persona si están amando a su pareja? Porque el
compromiso se realiza a nivel consciente y el deseo
está estructurado a nivel inconsciente, entonces lo
vivimos como algo que “nos sucede”, como si fuera
un impulso incontrolable.
Más incontrolable para los hombres que para las mujeres porque está
legitimado desde la cultura que “así son ellos”, “cazadores”, o “que
excitados se vuelven como animales”, y es precisamente esta creencia lo
que valida una conducta inconsciente que puede destruir un vínculo
amoroso de muchos años.
Si bien es cierto que en parejas aburridas, desgastadas, con muchos
conflictos, o donde es probable que la consciencia de su vínculo afectivo
está debilitado, les puede ocurrir más frecuentemente una infidelidad, es
igualmente válido en aquellas relaciones de pareja donde todo está perfecto;
es decir, que han logrado mantener la calidad de vida amoroso-erótica y de
vínculos afectivos que son buenos para ambos.

¿Cuál es la salida? Tomar consciencia que no somos
animales que copulamos para la reproducción de la
especie, ni la excitación erótica nos convierte en ellos.
Las personas se comprometen y envejecen, el deseo
erótico no se compromete ni envejece, porque es una
idea, una red neuronal que se estructuró en nuestra
juventud, allí permanece y en determinadas
circunstancias será activada. Esto no nos inhibe la
inteligencia ni nos embrutece, siempre podemos
decidir a nivel consciente cuál es la conducta que
elegimos tener.
Lo importante será partir de estos elementos reales:
Nos puede suceder que un día sintamos deseos eróticos por otra
persona.
La cultura autoriza al hombre para que satisfaga su instinto (con todo
lo que esto implica).
Si tenemos estos dos temas en la consciencia, será algo menos complejo
decidir cuál será el acuerdo que ambos quieren vivir.
Los mayores conflictos en cuanto a la sexualidad nacen debido a que se
trata de un tema tabú, porque todo el mundo sabe que así (supuestamente)
es la vida. Y cuando aparece el evento determinado desde el inconsciente
las personas ni están preparadas para vivirlo a nivel personal como algo
propio de nuestro funcionamiento humano, ni tienen un acuerdo
suficientemente claro como para permitirles actuar desde la consciencia.
Entonces suelen caer en adulterios, engaños o mentiras que deteriora su
autoestima, quiebra sus valores de vida, dejan de confiar en sí mismos y en
esa medida en el otro, llenan sus vidas de confusión y deudas impagables.
¿Tuvieron en cuenta este principio de realidad humana cuando
hicieron su acuerdo acerca de cómo querían manejar su modelo
sexual?

¿Reflexionaron acerca de las ventajas y desventajas de cada uno de los
modelos sexuales conocidos?
¿Crearon o inventaron un modelo para vivir la sexualidad de la pareja
que contemple los principios de realidad y además sea ideal para
ambos?
Si aún no hicieron su propio modelo de sexualidad, ¿alguno de los dos
se resistiría a elaborarlo?
¿Para qué se opondría un miembro de la pareja a conversar un tema tan
importante para mantener o desarrollar la solidez de la relación de
pareja amoroso-erótica?
¿Fueron cambiando los términos de estos acuerdos a medida que
fueron pasando los años y los acontecimientos?
La disminución del deseo erótico y otras disfunciones
En cuanto a estos temas vuelvo a presentar las reflexiones de Rafael
Manrique en libro Sexo, erotismo y amor. Para él, lo sexual ha de ser
separado de los fenómenos de enamoramiento, amor y erotismo. La
sexualidad (como reproducción) es un fenómeno biológico que es muy
común en una gran variedad de seres vivos; pero erotismo, amor y
enamoramiento, son fenómenos exclusivamente humanos. Son dimensiones
diferentes.
La dimensión más básica es la de la sexualidad, la más universal. Luego
aparece el erotismo que se apoya en la de la sexualidad, sobre ésta se puede
asentar el enamoramiento y puede desarrollarse el amor. Todo esto como
camino frecuente, posible y deseable en la cultura occidental. Para ello se
crea una institución, el matrimonio que es donde se acaba la evolución de
este camino.
En las relaciones amorosas-eróticas hay un gran
potencial de cambio, las personas perciben su unión

como un empoderamiento que las anima a inventar
una vida diferente: cuando deciden formalizarla a
través de la institución matrimonial se introducen en
un mundo lleno de normas, derechos y obligaciones,
y entonces comienzan a comportarse con menos
creatividad, se van introduciendo poco a poco en la
lógica del consumo dirigido por la publicidad y la
moda del status quo, que en general termina
controlándolos y sometiéndolos.
Cuando la pareja llega a este punto, se debilita la fuerza transformadora y
arriesgada que les daba su vínculo amoroso y caen en el adormecimiento de
la insatisfacción permanente.
¿Qué hace la gente que se siente insatisfecha?
¿Qué haces tú cuando te encuentras insatisfecho(a)?
¿Dónde encuentras alivio cuando sientes que se te disminuyeron los
sueños?
¿Qué es lo que te causa pequeñas satisfacciones?, ¿qué te consuela de
esa rara sensación de aburrimiento?
La mayoría de las personas consumen más productos y servicios cuando se
sienten atrapadas entre un presente poco nutritivo, que para ellas es
desconsoladamente igual todos los días. Por eso son presas fáciles cuando
la publicidad vende la ilusión de que algo bueno llega cuando se tiene tal o
cual cosa; entonces se reemplazan los sueños de un mundo mejor, por la
compra de algo. Y es así como funciona nuestro sistema económico. Esta es
la respuesta a las preguntas.
La gente feliz es peligrosa, nunca obedece a las modas porque su vida es
lo suficientemente nutritiva como para que la publicidad y el status quo
jamás los alcancen.

Cuando estamos satisfechos podemos pensar, y
decidir cómo queremos que sea nuestra vida. El
erotismo se convierte en una fuente de liberación y de
identificación personal.
Cuando las personas se sumergen en la obediencia de las normas de lo que
“hay que tener para ser feliz” es muy probable que su erotismo se convierta
en sexualidad reproductiva, natural y así se deshumaniza, se pierde su
sentido primario, que es el disfrutar el placer de la vida humana y se
convierte en animal donde se olvida el gozo del placer que se transforma en
erotismo exclusivamente humano.
La capacidad de desear, de la fantasía de las personas es infinita y se
transforma en acciones decididas a nivel consciente y como tal tendrán que
asumir el resultado que derive de ellas.
Cuando comenzamos a desear lo que nos vende la publicidad, cuando
quedamos atrapados en los deseos domesticados por la moda, empezamos a
perder el entusiasmo y la alegría de esta actividad y quedamos vulnerables
al aburrimiento. En palabras de Manrique:
“Se estimula el disfrutar con avidez, en vez de
estimular la avidez de disfrutar”.
Si esto sucede y disminuye la fuerza transformadora del deseo, entonces
aumentará la incapacidad de gozar de lo sexual y lo sensual con nuestra
pareja (que es distinto de otro tipo de disfunciones tales como la
anorgasmia, impotencia o eyaculación precoz).
Existen otros mecanismos que colaboran en la disminución del deseo, y
es la comercialización del sexo, como objeto que se obtiene desde afuera y
entonces si se compra pierde fuerza, pierde creatividad y empuje. Por
ejemplo, en las asociaciones de nudistas (a veces se llaman naturalistas) que
existen en muchas partes del mundo, el objetivo es exactamente ese:

deserotizar la desnudez, separar la excitación y el deseo de lo sexual.
Entonces los deseos se canalizan hacia el consumo de otros productos.
Cuando el sexo se convierte en artículo de consumo, cambia de ámbito
en la vida, pasa de lo íntimo construido desde la imaginación y la
creatividad que produce algo único e irrepetible a una obligación de “lo que
hay que tener”; entonces se relega a todo lo postergable, se le envía a ese
incierto futuro feliz que nunca llegamos, como la metáfora de que “para que
el burro camine sólo hay que mostrarle una zanahoria”, que será
inalcanzable.
Otra de las realidades que disminuye el deseo es la sensación de peligro
que hoy tienen tanto hombres como mujeres que cuando inician una
relación; lo que comentábamos de las crisis de las masculinidades y los
nuevos espacios que ocupan las mujeres están rompiendo las reglas desde
donde se establecen los vínculos y todavía se están inventando las nuevas
estrategias: cada quien está creando las propias, esto aumenta la
incertidumbre de lo desconocido y eso se suele transformar en un miedo
que reprime el deseo erótico.
Cuando las parejas ya se animan a comenzar a
interactuar aparece el otro elemento que hemos
comentado, la mujer exigirá una relación sexual
placentera para sí misma y el hombre, a veces, se
siente o se imagina poco preparado para garantizarla.
En este punto es importante mencionar que todavía muchas mujeres se
perciben irresponsables frente a su placer y gozo sexual. Creen que depende
de las habilidades que tenga su amante, esto sobrecarga el rol que el hombre
cree que debe desempeñar y puede aumentar su ansiedad, lo cual inhibirá su
libre creatividad erótica, generando una sensación de frustración en ambos.
Poco a poco las mujeres han tomado conciencia de
que así como el trabajar en el mundo exterior y ganar

su propio dinero les genera un nivel de autonomía
que las empodera y las hace libres para vivir
experiencias antes ni siquiera imaginadas, también el
hacerse responsable tanto de su deseo erótico como
de su placer y gozo sexual, equilibra y armoniza la
relación con su pareja: respeta las desigualdades y
construye las equidades.
Retomo aquí un tema ya enunciado, el modelo romántico de Romeo y
Julieta que separa el amor de la sexualidad y que luego terminará separando
en el sistema de creencias, especialmente del varón, el tipo de vida erótica
eligiendo por un lado a la mujer que será para tener hijos y formar una
familia; es decir, una sexualidad desprovista de fantasías, de deseo, de
placer erótico, cuyo objetivo es la reproducción y el sexo fácil y a la mano,
que se encuentra en la cotidianidad de la convivencia y por el otro, a la
mujer-amante, con quien el varón vuelca la pasión y la manera de vivir su
virilidad.
Juan y Adela construyeron una relación de pareja amoroso-erótica
que arribó al compromiso institucional del matrimonio. Poco después
se embarazaron y me consultaron cuando el bebé ya tenía seis meses.
Ambos son jóvenes, de treinta y tantos, profesionales exitosos en el
área laboral; poco después de conocerse comenzaron una vida sexual
muy aventurera, con fantasías y picardías eróticas que divertían a
ambos, tenían muchos temas de comunicación en común y planes de
vida compatibles. Decidieron casarse y casi inmediatamente él
perdió el deseo sexual respecto a ella aunque mira con erotismo a
todas las mujeres guapas que le pasan cerca y ella reclama este hecho
y lo culpa a él de no ser un buen esposo.
Él dice que se ajustó todo lo que pudo al modelo de buen esposo,
que eliminó de su vida amistades, familia de origen, vida social,
fiestas y diversiones, que ahora viaja del trabajo a su casa, ida y

vuelta todos los días, que mirar mujeres guapas es lo único que le
queda de él mismo y que no está dispuesto a renunciar a ello.
Ella dice que también renunció a su vida de soltera para hacer una
familia con él y que así es la vida, y que él la tiene que respetar y
darle una buena sexualidad.
Al preguntarles si habían comentado, antes de casarse, cuál era el
modelo de matrimonio que tenían en sus ideas contestaron que no,
porque era el mismo. El problema surgió cuando a ambos el modelo
convencional les funciona mal, les quedó chico: cuando él hace lo
que hacen los hombres en ese modelo, y lo hace bien, siente que dejó
de ser él mismo y está cansado y entristecido porque su sexualidad
está fatal; y cuando ella hace lo que hacen las mujeres y lo hace bien,
siente que además puede exigir que él le dé una sexualidad plena,
pues además sigue trabajando y es una mujer moderna.
Él tiene separada la idea de sexualidad entre la esposa y la amante
(que en el modelo convencional era correcto porque la mujer sólo
estaba para satisfacer los deseos del hombre) y ella es una mujer
moderna que pretende disfrutar de su sexualidad, aunque exige un
hombre de familia tradicional. Y él está intentando serlo, pero a costa
de dejar de ser él mismo. Se están separando.
Si ellos deciden rescatar la pareja y la familia, ambos tendrán que
deconstruir la idea que tienen de lo que es una relación de pareja
amoroso-erótica, de tal manera que deberán reflexionar y volver a
elegir un modelo donde quepan las identidades, autonomías, VID,
proyectos personales y comunes.
Es incorrecta la creencia de que la disminución del deseo forma parte de la
evolución natural de cualquier relación de pareja. Al contrario, cuando
comienza a aparecer este síntoma es el momento en que hay que comenzar
a reflexionar acerca de cómo es que nos estamos convirtiendo en seres
consumidores de status quo, de reglas hechas por otros, y cómo o para qué
es bueno para nosotros mismos y para la pareja.

¿Alguna vez te ha sucedido que disminuyó tu deseo erótico frente a tu
pareja?
¿Analizaste que es lo que está sucediendo en tu relación con ella y en
el contexto que te rodea?
¿Qué es lo que cambió cuando la miras y la sientes?
¿Sientes que ya la tienes segura, que ella es tuya, igual que un
automóvil?
¿Cuándo comenzaste a sentir que ya es innecesario conquistarla cada
día, a cada hora?
¿Cuántos ratos de intimidad creativa se están otorgando dentro de su
cotidianidad de pareja?
¿Ambos experimentan orgasmos en su relación erótica?
¿Saben que la negación del orgasmo es una actividad mental que
generalmente tiene motivos de control y dominio sobre el otro?
¿Son conscientes de que las relaciones sexuales sin orgasmos pierden
interés, fuerza y generan aburrimiento?
¿Ya experimentaron que cuando de manera repetida uno solo de los
miembros de la pareja es el que tiene orgasmos, se crea una sensación
de falta de equidad, como cuando se recibe mucho y se da poco a
cambio?
¿Cuántos días hace que dejó de pegar tabiques de amor?
¿Cuánto hace que dejaste de pensar que ella está en un mundo que sí la
puedes conquistar y que se irá detrás de renovados sueños? ¿O
simplemente que nunca tenemos la vida comprada y que un día
cualquiera será imposible volver a casa?
¿Sabes desde cuándo comenzó a aburrirse?
¿Cómo estás en tu vida personal?, ¿te sientes satisfecho con lo que
estás haciendo?
¿Qué está pasando en tu ámbito personal, tu trabajo, tus ingresos
monetarios, tus hobbies, su vida espiritual?
¿Qué estás haciendo en tu tiempo libre?, ¿cómo compartes con tu
pareja esos tiempos, iniciativas diferentes?

¿Te sientes querido y que tienes a quien querer, y a muchas personas
más allá de tu pareja?
¿En tu vida hay alguna pérdida importante en este momento?
¿Estás tomándote suficientemente en serio o vives para ver cómo hacer
felices a los demás?
La sexualidad en los seres humanos podría pensarse con características
infinitas porque la mujer carece de la época de celo de los animales. Como
decíamos anteriormente, está siempre disponible para la actividad sexual
desvinculada a la reproducción de la especie y hoy en día puede tenerla de
una forma segura y libre.
Esto mismo posibilita que una pareja permanezca unida con vínculos
afectivos amoroso-eróticos intensos, las relaciones sexuales placenteras y
frecuentes coadyuvan al fortalecimiento de la unión amorosa, el tipo de
neurotransmisores que generan se viven como una gran cercanía y entrega
al bienestar propio y de la pareja: un estado de gozo que facilita la división
de las tareas y obligaciones que surgen en la convivencia como parte de la
belleza del compartir la cotidianidad.
Cada pareja estructura de una manera única e
irrepetible su interacción al compartir la vida diaria,
sus placeres, su intimidad, su sensualidad y
sexualidad.
¿Cómo lo han hecho ustedes?
¿Cuáles son los acuerdos que han establecido de tal manera que
sienten que es lo mejor para ustedes mismos y, por lo tanto, para ese
cincuenta por ciento que le ponen a su vínculo de pareja?
¿Cómo y de qué manera siente cada uno que su vida es placentera?
¿Han reflexionado acerca de cómo darle cabida a sus fantasías eróticas
al interior de su pareja?

¿Percibieron que compartir las fantasías es un acto de mucha intimidad
porque mostramos una parte nuestra absolutamente privada?
¿Experimentaron cómo la relación sexual se ajusta a las fantasías
eróticas y se basa en lo real, que lo meramente genital generalmente
deja una sensación de estar incompletos?
¿Quieren ser creativos en la construcción de sus actividades sexuales,
o decidieron vivirlas dentro de la estandarización y repetición de hacer
siempre lo mismo?
¿Han podido plantear al interior del vínculo cuáles son sus sueños, sus
deseos, sus intereses, sus valores; es decir, todo aquello que los motiva
para seguir evolucionando?
¿Han construido un espacio para compartir sus miedos, sus angustias y
ansiedades, sus contradicciones y complejidades humanas y, a su vez,
hacerse responsables de ellas?
¿Pueden distinguir el efecto que tiene en sus vidas la fantasía de lograr
la seguridad, respecto de cómo logran construir los espacios internos
desde donde emerge la felicidad y de esa manera compartirla con su
pareja?
¿Son conscientes que la insatisfacción y la infelicidad nos vuelve
obedientes y violentos?, ¿saben que el dolor siempre ha sido una de las
fuentes de la opresión y de la esclavitud?
¿Son conscientes que la comodidad puede ser un somnífero que
reemplaza y destruye la felicidad?
¿Cuánta alegría les produce estar juntos y encontrarse a sí mismos y a
su cónyuge en la intimidad?
El doctor R. A. Pereyra publica en su página de Internet un artículo sobre el
tema que nos ocupa: “Disminución o pérdida del deseo erótico”. Él plantea
que las causas más importantes de la disminución del deseo son de origen
psicológico o psicosociales. Aunque existen otros motivos que si bien son
menos frecuentes (diez por ciento del total de las consultas) no deben ser
desestimados para poder hacer un diagnóstico. Se trata de los problemas
orgánicos, a los cuales no siempre se les presta la debida atención.

La respuesta sexual se divide en seis fases:
Deseo o estímulo sexual efectivo
Excitación
Meseta
Orgasmo
Resolución
Periodo refractario
Cuando en cualquiera de éstas se encuentran dificultades para su adecuada
realización, podemos estar ante una disfunción sexual. Antes de la fase de
excitación (erección en el hombre, lubricación en la mujer) debe pasarse
por una etapa previa ineludible, la del deseo o Estímulo Sexual Efectivo
(ESE), y en este momento se inicia la respuesta sexual en el ser humano.
La disfunción del deseo o pérdida de interés por el sexo puede estar
inhibida por factores orgánicos:
1. Enfermedades como la depresión, fobias, ataques de pánico, desajustes
hormonales o deficiencia en la producción de estrógenos y
testosterona, insuficiencia suprarrenal, hipotiroidismo, diabetes,
alcoholismo (también otras adicciones, como el consumo continuo de
drogas).
2. Consumo de medicamentos como psicofármacos, betabloqueantes,
antihipertensivos, algunos diuréticos como las tiazidas, fibratos
(utilizados en tratamientos para bajar el colesterol), antiprostáticos
como el finesteride (con esta droga se realizan algunos tratamientos
para la caída del cabello), antagonistas de la dopamina gastrointestinal
como la cimetidina, utilizada en tratamiento de ulceras gástricas,
etcétera.
Creo que es imprescindible hacer hincapié en una última recomendación
con respecto a quienes estén consumiendo algunos de los medicamentos
antes citados y que crean pueden ser responsables de afectar su vida sexual.
Deben consultar con el médico actuante el posible reemplazo de los mismos
y de ninguna manera abandonar por cuenta propia el tratamiento que se esté
realizando, ya que en algunos casos podría afectar seriamente su salud y, la

mayoría de las veces, existen alternativas farmacológicas para la resolución
del problema.
Tal vez por haberme especializado en el área de la sexualidad humana y
porque este libro intenta poner a disposición del lector algunos
conocimientos generales para la autoreflexión de los problemas que
usualmente se presentan en la vida de las parejas, incluyo un cuadro que
resume las disfunciones sexuales más frecuentes:

Ignorancia, tabúes, mitos
Podríamos decir que el tema que más problemas sexuales acarrea en las
personas y en las parejas es la ignorancia sobre la sexualidad en los seres
humanos: cómo funcionamos, cómo estamos construidos tanto biológica y
bioquímicamente, cómo ideológica y socialmente.
Sobre la ignorancia se montan los mitos y los tabúes,
y sobre ellos las modas y la publicidad.
El doctor J. L. McCary escribió un libro donde aclara científicamente una
cantidad importante de mitos y falacias sexuales —ochenta y tres para ser

exactos—, de donde voy a mencionar la estructura de la clasificación de
temas y sólo algunos ejemplos:
Mitos y falacias sexuales
Fisiología y funcionamiento sexuales
Las eyaculaciones nocturnas indican desórdenes sexuales (Falso).
El coito es peligroso durante la menstruación (Falso).
La falta de himen prueba que una muchacha no es virgen (Falso).
Los que se abstienen del sexo gozan de una mejor salud (Falso).
Impulso sexual
Las personas de raza negra tienen mayor impulso sexual que los de
raza blanca y su pene es más grande (Falso).
La menopausia o la histerectomía acaban con la vida sexual de una
mujer (Falso).
El alcohol es un estimulante sexual (Falso).
El deseo y las habilidades sexuales decrecen después de los cuarenta
años (Falso).
Reproducción y control natal
Hay un período totalmente seguro para evitar el embarazo, durante la
cópula (Falso).
Es más difícil que las mujeres promiscuas, frígidas o prostitutas
puedan concebir en comparación con las que tienen una actividad
menos frecuente (Falso).
La píldora anticonceptiva retarda la menopausia de una mujer (Falso).
Un bebé de siete meses tiene más probabilidades de supervivencia que
uno de ocho (Falso).
Homosexualidad

Los homosexuales son más creativos que los heterosexuales (Falso).
Las personas son totalmente homosexuales o totalmente
heterosexuales (Falso).
La mayoría de las prostitutas son lesbianas. (Falso).
El hombre que goza cuando sus pezones son acariciados tiene deseos
homosexuales reprimidos (Falso).
Desórdenes y anormalidades sexuales, reales e imaginadas
La masturbación provoca locura, acné y un sinfín de problemas físicos
y psicológicos (Falso).
Las prácticas sexuales desacostumbradas o excesivas pueden conducir
al colapso mental (Falso).
La gente que padece insuficiencia sexual puede esperar muy poca
ayuda del tratamiento de sus problemas (Falso).
La eyaculación prematura se debe a circunstancias físicas, tales como
un pene anormalmente sensible causado por la circuncisión (Falso).
Delitos sexuales
Los delitos sexuales ocurren porque el delincuente es hipersexual
(Falso).
Los delincuentes sexuales son típicamente antireligiosos (Falso).
La pornografía estimula a la gente a cometer actos sexuales criminales
(Falso).
Los que vejan sexualmente a los niños tienen, por lo regular, más de 65
años (Falso).
Otras falacias
La virginidad de una mujer es un factor importante en el éxito de un
matrimonio (Falso).
La naturaleza compensa el número de hombres muertos en tiempos de
guerra (Falso).
Los pacientes cardíacos no tienen que preocuparse porque su actividad
sexual sea dañina para su salud, siempre y cuando permanezcan

inactivos y tranquilos físicamente durante el coito (Falso).
Mc Cary realiza su investigación a partir de preguntas de los profesionales
del sector salud y del público en general. Como en cualquier otro tema, la
ignorancia es la que construye creencias erróneas, aunque en el área sexual
se ve especialmente agravado por el nivel de ocultamiento, obscurantismo,
tabúes, misterios, mala información y supersticiones que atraviesan las
culturas.
Tal vez lo más grave sea la falta de formación científica que en este
tema tienen los profesionales del sector salud, del educativo y de los
representantes de las iglesias. Además, al tener una posición jerárquica
superior a las mayorías siguen trasmitiendo como verdades intransferibles
todo tipo de mentiras que necesariamente influirán a las personas que
instruyen. Agregado a que aun las personas bien informadas suelen tener
miedo de hablar libremente de sexualidad ante la posibilidad de ser
sancionadas por las autoridades o por las mismas personas que los
escuchan.
Sólo si nos informamos cómo, para qué, dónde y cuándo se elaboraron
los tabúes, podremos contextualizarlos y entender el sentido histórico que
tuvieron en su momento; por ejemplo, se cree que el sexo anal constituía
toda una rutina entre los antiguos hebreos, y que luego lo hicieron un tema
tabú como forma de establecer una espiritualidad más ética que la de los
egipcios, cuando éstos últimos los esclavizaron.
Otros ejemplos son los tabúes que nacen de preceptos religiosos tal
como la creencia ideológica de que el único objetivo del coito es la
reproducción de la especie, por lo tanto es inadecuado, o pecado, o sucio y
peligroso, o impropio de gente decente; todo acto o actividad sexual que
tenga un objetivo de placer en vez del de la concepción, tales como:
El sexo oral.
El sexo anal.
El coito cuando la mujer está menstruando.
La eyaculación fuera de la vagina.
La eyaculación como la única forma de orgasmo masculino.

El derecho al orgasmo y al placer femenino.
El placer que deriva de las actividades de seducción y del erotismo,
etcétera.
Para tener una vida sexual satisfactoria (esencial para una buena salud
mental), es necesario informarse científicamente cómo estamos construidos,
cómo funcionamos mental, física y psicológicamente, reconstruir las ideas y
creencias populares cargadas de culpas y tabúes y volver a elegir de qué
manera y con qué calidad queremos vivir nuestra sexualidad.
El doctor R. A. Pereyra, sexólogo clínico, realiza un buen resumen de
“Mitos sobre la Sexualidad Femenina”.
Todos son falsos
Existen dos tipos de orgasmos uno vaginal y otro clitoriano.
El orgasmo clitoriano es signo de inmadurez.
La mujer no debe tomar la iniciativa sexual.
Para una buena sexualidad es imprescindible el orgasmo simultáneo.
Masturbarse está mal o es infantil.
Siempre debe satisfacer a su compañero sexual.
Las mujeres son lentas sexualmente.
Para disfrutar sexualmente la mujer necesita un pene grande.
La mujer que grita en la cama goza más el sexo.
La sexualidad femenina se debilita o termina con la edad, la
menopausia, la extirpación de ovarios o la histerectomía.
El sexo oral y anal son perversiones.
La mujer debe encontrar un hombre que se dé cuenta de lo que
necesita sexualmente.
Los años de matrimonio o convivencia terminan con la pasión sexual.

Tal vez les resulte interesante hacer un recuento de cuáles de todos estos
mitos mencionados todavía están en el sistema de ideas tuyas y de tu
compañero. Si encuentras algunos puede ser útil —para la relación sexual
entre ustedes— reflexionar en torno a ellos y volver a elegir cómo desean
diseñar una sexualidad grata y saludable para ambos desde el conocimiento
que hoy nos brinda la ciencia y las investigaciones en diversas
especialidades.
Pornografía, moda y sobreestimulación erótica
Un tema que es obligatorio desarrollar, especialmente después del gran
impacto que ha tenido Internet, es el de la pornografía. Se presenta muy
frecuentemente en la clínica que las parejas tienen opiniones diferentes y
encontradas sobre estos temas y que se discute desde la moda de que todo el
mundo mira pornografía o hasta los prejuicios o juicios religiosos y
morales.
Nuevamente coincido con lo que Manrique escribe en su libro Sexo,
erotismo y amor. Él dice que la pornografía es un fenómeno útil para
comprender la relación entre el sexo (natural) y el erotismo (cultural).
La pornografía tiene más prohibiciones, variedades,
restricciones y regulaciones que cualquier otra
actividad vinculada al sexo. Esto es debido a que, por
su naturaleza mixta, natural y cultural, posee un gran
potencial trasgresor porque rebasa las normas del
control social.
No voy a desarrollar el tema de las empresas que producen pornografía a
través de la explotación de las mujeres, los hombres y aún de niños en las
más humillantes condiciones de la dignidad humana. Ésta ha sido creada
por los varones y su lógica y contenido está destinada a ellos. La mujer es

presentada con intensos y repentinos deseos sexuales descontextualizados,
están siempre disponibles y desean sexualmente al hombre de manera
permanente. En la pornografía la mujer no ejerce su propia manera de
desear.
Sólo nos referiremos a la pornografía vinculada al concepto de lo
humano. Cuando nos referimos a lo humano, estamos siempre
contextualizándolo en una determinada cultura, y ello incluye las relaciones
de poder y dominación que estén establecidas socialmente en cada
momento histórico.
La pornografía muestra, por un lado, la actividad de lo genital, de lo
natural, lo corporal que tiene todo contacto sexual y, por el otro, muestra la
importancia de la fantasía y la imaginación en el erotismo.
Cuanto más natural es la conducta sexual, más
repetitiva y aburrida es; cuanto más creatividad e
historias posee resulta más interesante y variable.
Desde esta mirada la pornografía es uno de los aspectos del erotismo; es
decir, la actitud de ejercer un estímulo sensual, sin erotismo, en otra persona
con el fin de lograr deseos y placeres físicos y sexuales. Cuando se separa
lo sexual (como algo autónomo) de lo amoroso aparece el concepto de lo
pornográfico, el cual incluye acciones que producen placer erótico a través
de estímulos generalmente genitales.
Lo amoroso nos vincula a nuestra pareja de muchas maneras diferentes
incluyendo la excitación y relación sexual, eso nos hace vulnerables: nos
abrimos, nos entregamos a un tipo de relación que se construye en las bases
de una confianza mutua de respeto y amabilidad y también del placer
corporal y emocional que produce la actividad sexual.
Cuando uno de los miembros de la pareja se siente
amenazado o con una incomodidad tal que produzca
cierta lejanía emocional, por la circunstancia que vive

en su vínculo afectivo, entonces tenderá a cancelar o
a separar lo sexual de lo amoroso, y son estos
momentos en donde las actividades pornográficas
suelen utilizarse como una manera de estimular la
sexualidad en la pareja y también en lo individual,
canalizándola a través de la masturbación.
Hay que poner cuidado en que lo pornográfico nunca se convierta en algo
obsceno; es decir, en aquello que ofende, humilla o altera los valores
morales de quien lo mira. Este punto es delicado porque los valores son
distintos para cada persona, para cada cultura y para cada época histórica.
Por esto es que habrá material pornográfico que excite a algunas personas y
que ofenda e inhiba a otras.
La mejor pornografía es la que inventan los amantes:
juegos eróticos, como una manera de seducirse, de
excitarse a través de la creatividad y de la fantasía de
ambos. Ello permite crear situaciones eróticas que
interrumpen por un rato la vida cotidiana, sin la
necesidad de correr riesgos.
El riesgo de consumir material pornográfico producido por otros es que,
como separa lo corporal de lo amoroso, promueve el placer individual,
masturbatorio, aun estando con la pareja y eso puede llevar a agravar las
distancias y lejanías afectivas al introducir al sexo en la lógica del consumo,
lo cual finalmente aburre y entonces comienzan a aparecer necesidades de
novedades constantes.
También produce una fantasía irresponsable de la actividad sexual
donde es innecesario seducir y cuidar al otro, es automática y el encuentro
deriva en una conducta fisiológica sin ética ni consecuencias, siempre
termina con la eyaculación masculina y da por supuesto que la mujer estará
encantada con ello.

Todo esto nunca coincide con la realidad de una relación de pareja
amoroso-erótica, donde el vínculo afectivo está inmerso en la actividad
sexual y donde los deseos y placeres de ambos determinarán el nivel de
satisfacción que son capaces de lograr en su creación erótica.
El autor Alberoni plantea que la novela rosa, de la moda, y de las
películas románticas son la pornografía que se crea para las mujeres. Otra
vez un mundo donde la responsabilidad no es necesaria. Donde la fantasía
del príncipe azul deja a la mujer en un rol sumiso, complaciente e
irresponsable.
Para completar este tema es importante mencionar que en los últimos
años se está produciendo lo que se ha dado en llamar la postpornografía: se
trata de una pornografía con diferentes objetivos que la comercial de la que
hemos comentado; en general está vinculada a presentaciones de tipo
artístico, o destinada a la educación sexual de hombres y mujeres (en
especial las películas de la directora Tristan Taormino), u otras donde la
actividad sexual forma parte de una historia con sentido.
Cada vez más se está produciendo postpornografía
desde la mirada y el sentir femenino.
Existe otro punto que es inevitable plantear, desde la publicación y
publicidad acerca de que el jugador de golf Tiger Woods declaró que sufría
de adicción al sexo, el tema se puso de moda. Las clínicas especializadas
comenzaron a recibir muchas más solicitudes que las acostumbradas y
muchos hombres —más que mujeres— comenzaron a declarar ser víctimas
de este problema.
Como toda moda, tiene efectos positivos y otros más dudosos en la
sociedad. Por un lado, sirve para que las personas con una actividad sexual
frecuente se pregunten acerca de lo psicológicamente sano o saludable de su
deseo erótico y, por el otro, se puede esperar que algunas personas se
declaren adictos sólo para justificar la falta de fidelidad a los acuerdos que
tienen con sus parejas amoroso-eróticas. Esto sólo por mencionar dos de los

efectos inmediatos que este evento está causando en la sociedad, aunque se
podrían mencionar varios más.
¿Qué significa la adicción sexual? Hasta hace poco tiempo hubiera sido
inconcebible este concepto, pues el tema de la sexualidad se discutía en los
terrenos de la biología o de las relaciones humanas. Ahora se discute en el
campo de las adicciones, que finalmente es una referencia a la patología
psicológica individual, vinculada al mercado de consumo (de muy diversos
productos).
Hay muchas maneras de explicar esto, pero en este momento sólo
retomaré la idea de que ello se debe a que el sexo se ha convertido en un
artículo más del consumo. El sexo y la sexualidad, la cual sólo adquiere un
sentido y significado específico en cada sociedad y en cada momento
histórico, se han transformado a través de la moda, la publicidad y la
política en un producto que se compra y se vende en el mercado, al igual
que el alcohol, los cigarros, las drogas ilegales, la comida o las tarjetas de
crédito. Ello ha permitido darle el mismo tratamiento que a cualquier
producto; por ejemplo, se venden automóviles —o cualquier otro artículo—
mostrándolo como apetecible o deseable porque lo maneja una mujer o un
hombre semidesnudos y con una expresión de gran apetito sexual. Esto da
como resultado un ambiente social extremadamente erotizado, donde la
persona que se siente poco o nada estimulada por toda esta publicidad se
pregunta si acaso ella no estará demasiado reprimida sexualmente.
¿Cómo distinguir si estamos reprimidos, somos
normales, tenemos una libido muy estimulada o
somos adictos sexuales?
Sólo voy a exponer un criterio muy fácil para que cada quien pueda
determinar cuándo se trata de una adicción:
Lo que define una adicción es que se siente una compulsión de consumir
algo externo (sea cualquier tipo de producto o servicio) con el único
propósito de evadir (eliminar) un estado de ánimo que nos resulta

desagradable. Si una vez consumido, sentimos alivio y al menos por un
tiempo nos sentimos bien; entonces, es probable que la próxima vez que
estemos angustiados, o enojados, o ansiosos, o estresados de alguna
manera, tengamos el impulso de volver a consumir aquel producto que nos
dio un alivio aunque sea pasajero.
Las adiciones son incurables porque nunca fueron el problema. Las
adicciones son el resultado de otro problema. ¿De cuál?, los orígenes
pueden ser múltiples; sin embargo, podemos suponer que la gran mayoría
de las dificultades que se nos presentan en la vida tienen un factor común:
la escasez de recursos o habilidades mentales, emocionales o conductuales
para resolver esos dilemas de la cotidianidad. Es decir, me siento mal, en
cualquiera de sus formas, y no sé cómo pensar el problema que me aqueja,
o no sé cómo cambiar mi estado de ánimo o no sé qué hacer para cambiar
los resultados de mis decisiones y conductas.
¿A alguno de ustedes les gusta mirar películas pornográficas?, ¿de qué
tipo?
¿Las miran juntos o por separado?, ¿los acerca o los aleja?
¿Para qué les sirve mirar pornografía?, ¿qué pasaría si dejan de
hacerlo?
¿Sienten que es un juego de complicidades dentro de su modelo
sexual-erótico o que es una necesidad?
Cuando reflexionamos y abordamos el problema de fondo —aquel que
causó y sigue causando el malestar— y a su vez ampliamos la cantidad de
recursos, habilidades, creencias, estrategias, herramientas, etcétera, con las
cuales ir resolviendo los inconvenientes que se presentan en nuestra vida,
entonces es muy probable que la adicción se disuelva (porque el problema
estará resuelto de otra manera).
En aquellos casos donde la adicción haya afectado el
funcionamiento biológico de nuestro cuerpo, será
necesario también ocuparnos de una desintoxicación
adecuada.

Desde esta manera de ver la adicción sexual, podemos decir que sí se la
puede disolver cuando localizamos cuál es el o los orígenes de los
problemas que evitamos enfrentar a través de ella y, a su vez, desarrollamos
los recursos y habilidades personales con el tratamiento adecuado para
superar o resolver esos problemas.

CAPÍTULO 6
PROBLEMAS EN LOS ACUERDOS
LOS PROBLEMAS QUE SURGEN por no estar de acuerdo siempre se relacionan
al concepto mismo de la pareja. Como lo vimos con anterioridad, la pareja
es una relación entre dos personas (nunca tiene existencia independiente),
sus miembros siempre están cambiando, creciendo, desarrollando distintas
habilidades y recursos para ir resolviendo los problemas y oportunidades
que se les presentan en sus vidas y, por lo tanto, los pactos entre ellos deben
ir modificándose, en la medida en que cada uno sienta incomodidad en
alguno de esos acuerdos.
EXPECTATIVAS DE UNO MISMO Y DEL OTRO
En la medida en que los amantes se van convirtiendo en personas con una
capacidad cada vez mayor de procurarse una mejor calidad de vida
individual, también van modificando lo que le ofrecen a su vínculo afectivo,
sus expectativas cambian respecto a las capacidades de sí mismo y de su
vínculo amoroso; en esa medida afectan la relación con el otro y también
cambiarán las expectativas que tienen sobre las habilidades que posee su
compañero para asimilar y colaborar en esos cambios.
El conflicto será inevitable cuando le pedimos a nuestra pareja cambios
que impliquen el abandono o postergación de sus proyectos y sueños

personales: sus ideas acerca de sus valores o todo aquello que es
significativo para el otro, tales como el tipo de relación que tiene con su
familia de origen o con cierto tipo de amistades personales que pertenecen a
su pasado, su manera de administrar el dinero, sus gustos o hobbies
cultivados durante mucho tiempo o fantasías sobre el tipo de futuro que
imaginó para sí mismo. El desacuerdo surgirá al construirse expectativas de
forma individual acerca de temas que amenacen la relación.
Cuando algo de esto comienza a ocurrir, los síntomas suelen ser bastante
claros:
Cantaleta, incomprensión, desconfianza e impaciencia
Aparece un reclamo hacia el otro miembro de la pareja que expresa la
inconformidad que siente con la diferencia que existe entre sus expectativas
y su manera de percibir la realidad cotidiana. Generalmente ese discurso se
convierte en repetitivo y cualquier circunstancia parece ser oportuna para
volver a decirlo. Cuanto más se repite se va convirtiendo en una cantaleta,
ante la cual el compañero se volverá sordo, dejará de prestarle atención y de
darle un significado constructivo en el vínculo.
Especialmente cuando la cantaleta comienza con: “es que tú…” o “si
tú…”, el otro se sentirá permanentemente juzgado o evaluado y es probable
que tome más distancia afectiva; es posible que se sienta incomprendido,
deje de hablar o de compartir cada vez más temas o áreas de su vida, y se
vaya aislando en una especie de indiferencia que terminará por ser percibida
como una actitud agresiva, cuando en realidad es defensiva.
Se defiende desde una posición infantil, lo hace para “no generar
problemas”, aunque lo que logra en realidad es acumular problemas e
insatisfacciones de todo tipo.
Cuando esta sensación de incomodidad es muy grande puede aparecer la
impaciencia, los enojos constantes, los gritos y las faltas de respeto. Todo
ello va minando la solidez del vínculo afectivo.

Cuando va desapareciendo el gusto de compartir la
vida con la pareja y va ganando terreno la sensación
de dudar acerca de “qué es lo que nos mantiene
juntos”, también disminuye el deseo de regresar a
casa y el placer erótico. Entonces los amantes se
vuelven suspicaces y aparece la desconfianza acerca
de las motivaciones que tiene el otro en cualquier
conducta o evento.
Esto es un círculo vicioso, en el sentido autodestructivo, en el cual ambos
colaboran con un cincuenta por ciento de aportación a la relación: el que
repite la cantaleta parece incapaz de plantear sus incomodidades y
expectativas en primera persona, haciéndose responsable de modificar
aquello que le molesta en cualquiera de sus formas. Y el que deja de
escucharla se declara irresponsable de enfrentar o confrontar las
expectativas de su pareja, tanto respecto de sí mismo como de las del otro y
también de las del vínculo amoroso.
Cuándo tus expectativas dejan de coincidir con tu manera de
interpretar la realidad que están viviendo, ¿cómo las expresas?
¿Hablas en primera persona: “Yo creo que…, me pasa que…, siento
que…”, y te haces responsable de solucionar aquello que te incomoda?
¿Le pides a tu pareja que cambie para que tú te sientas bien?
¿Piensas que si tu pareja te quisiera cambiaría asuntos significativos
sólo para complacerte?
¿Crees que tu bienestar está en manos de tu pareja? Si creyeras esto,
¿quién tiene el poder de tu bienestar, tú o tu pareja?
Si lo tiene tu pareja, ¿te sientes impotente frente a la solución del
problema que te aqueja?
¿Qué pasaría si asumes que si es a ti a quien le molesta algo, entonces
el problema es tuyo y está en tus manos resolverlo?, ¿sentirías que te
empodera porque ahora tu inconformidad ya está en tus manos, en vez
de depender de lo que haga o deje de hacer tu pareja?

¿Qué haces cuando te sientes incomprendido o crees que tu pareja dejó
de escucharte?
¿Buscas otra manera de plantear tus expectativas o vuelves a repetir lo
mismo una y otra vez?
¿Cuánto tiempo llevan sin resolver las incomodidades de fondo que
ambos sienten sobre distintos temas?
¿Cuáles son los temas donde hay indiferencia o resignación y ya no se
hablan?
¿Cuáles son los temas en que reaccionan con enojo y sus derivados?
¿Es parte de tus hábitos echarle la culpa al otro por las insatisfacciones
que estás sintiendo?
¿Alguna vez resolvió algún problema el echarle la culpa al otro?
Cuando estás molesto con algo, ¿acostumbras imaginar lo que el otro
está sintiendo o se lo preguntas?
¿Crees que sabes o percibes correctamente lo que tu pareja piensa o
siente en cada momento?
La cantaleta, los reclamos, el echarle la culpa al otro, nos deja siempre en
un estado de impotencia.
Cuando creemos que la solución del malestar que
sentimos está en manos de nuestra pareja,
quedamos atrapados en un lugar de aparente
indefensión. Frecuentemente optaremos por exigirle
al cónyuge que se ocupe de hacernos felices, y tal
vez nuestro compañero esté realmente en la mejor
disposición de darnos lo que necesitamos, y hasta lo
logre por algunos momentos.
El riesgo de esto es que el día que esté distraído u ocupado en otros asuntos
personales (con todo derecho) y se le olvide momentáneamente que lo
hicimos responsable de resolver nuestro malestar, entonces sentiremos que

“en realidad no le importo” o “esto significa que no me quiere como antes”
o “antes nunca se le olvidaba que…” y es posible que arremetamos contra
esta actitud que interpretamos como una gran injusticia e incluso como una
agresión o una ofensa personal, con más reclamos o con las mismas
cantaletas.
Cuando creemos que sabemos lo que nuestra pareja
está sintiendo, debemos ser conscientes de que es
altamente probable que nos equivoquemos.
Generalmente de las muchas interpretaciones que podemos hacer acerca de
lo que le está pasando a nuestra pareja, elegimos aquella que más nos duele.
Esto es así porque esa interpretación nos conecta con nuestro malestar, del
cual sería muy útil que nos hagamos responsables decidiendo qué queremos
hacer con él, podemos buscar la forma de solucionarlo o dejarlo como está,
partiendo siempre de que si es nuestro problema es imposible que lo
solucione otra persona.
La solución comienza en que cada vez que nos
demos cuenta que estamos interpretando
(percibiendo o inventando o imaginando) la conducta
de nuestra pareja, interrumpamos nuestro diálogo
interno y le preguntemos al otro qué le ocurre. Lo
escuchemos con curiosidad y aceptemos que su
respuesta es la verdadera —tal como lo tratamos en
el punto sobre el estrés moderno—. Le contemos lo
que nos está sucediendo a nosotros hablando en
primera persona; es decir, hablando sólo de nosotros
sin interpretaciones de lo que al otro le está pasando,
con el único objetivo o motivación de que nuestra
pareja esté informada, nunca con la intención de que
sea ella la que le toque resolver el problema.

Estas conversaciones, sin interpretaciones y con mucha curiosidad de
escuchar lo que le sucede a nuestra pareja y con la intención de enterarla de
lo que nos está pasando, sin hacerla responsable de su solución, suelen ser
muy gratificantes, crean camaradería, buena disposición, comprensión,
lealtades y mutualidades y, a veces, hasta complicidades.
Poco a poco nos vamos animando a pedirle opinión sobre nuestro
problema a la pareja, consideramos su punto de vista, reflexionamos sobre
él, aunque nunca significará esto que vamos a obedecer o que nos sintamos
obligados a hacer lo que se nos sugiere.
La cantaleta se remplaza por conversación, la
incomprensión por una escucha atenta y curiosa, la
desconfianza por la construcción de espacios de
verdadera comunicación y la impaciencia por
Entendimiento, Comprensión, Aceptación y Respeto
(ECAR). Nuevamente recalcamos que todos estos
sentimientos de cercanía y unión con nuestra pareja,
de ninguna manera nos obligan a compartir
situaciones y puntos de vista con los que estemos en
desacuerdo: siempre encontraremos una alternativa
para respetar las decisiones de ambos.
Por ejemplo, si a Tomás le gustan las películas de violencia y a Laura
le generan un estrés desagradable, pueden encontrar un multicinema
donde vayan juntos y cada quien entre a la película que le gusta y a
la salida se van muy a gusto a cenar juntos. O que Laura se quede en
la cafetería leyendo el libro que le gusta, mientras Tomás entra a la
sala a ver la película que quiere, y cuando termine la función ambos
tengan un plan para salir y estar juntos. Lo central es encontrar una
opción en donde ambos se sientan respetados en sus preferencias o
gustos.

FALTA DE DESARROLLO PERSONAL, OBJETIVOS Y
PROYECTOS EN COMÚN
Cuando dos personas deciden construir una relación amorosa-erótica y
definir su compromiso de vida conjunta es indispensable que se tomen en
cuenta los proyectos, objetivos, metas, sueños (POMS), así como valores,
intereses, deseos (VID) de cada uno y que se tracen estrategias para lograr
desarrollarlos. Tal vez logren que alguno de ellos se convierta en un
proyecto de ambos. En general podríamos decir que es preferible evitar esta
expectativa, tal vez encuentren ciertas áreas donde tengan proyectos
similares y cada quien participe desde sus propios valores e intereses.
Cuando esto sucede se puede disfrutar mucho, las áreas más fáciles de hacer
coincidir son las de utilización de al menos un porcentaje del tiempo libre
de ambos, o algún tipo de música o arte.
Lo que en realidad sucede es que ambas personas tienen proyectos
distintos e imposibles de compartir, especialmente en el área profesional o
laboral; lo cual también suele ser deseable o saludable.
Lo verdaderamente gratificante y nutritivo para el vínculo afectivo es
que ambos puedan utilizar su relación de pareja para mejorar, enriquecer y
progresar en sus proyectos personales. Cuando este apoyo mutuo se ofrece
y recibe con facilidad, respeto y fluidez, podemos pensar que es uno de los
aspectos que fortalecerá, armonizará y consolidará el vínculo afectivo de la
pareja.
Sin embargo, cuando este apoyo deja de ser mutuo y uno de los amantes
apoya el proyecto del otro resignando y abandonando los propios, podremos
esperar que los conflictos entre ellos aparezcan en un plazo indefinido.
La mujer es la que suele traicionar sus intereses y dedicarse a apoyar los
de su compañero: de ser así las dificultades comenzarán en el mediano o
largo plazo, pues la cultura valoriza a las mujeres que cumplen ese tipo de
rol. En cambio, cuando es el hombre el que lo hace… Por ejemplo, deciden
mudarse a otra ciudad por necesidades laborales de ella, con lo cual
obtendrá un ascenso importante acompañado de un incremento significativo
de sus ingresos monetarios y en ese lugar a él le cuesta conseguir una buena

ubicación profesional, los problemas se presentarán en el corto plazo,
porque ataca uno de los mecanismos de valorización más importantes a
través de los cuales el varón logra sentirse “hombre”.
En cualquiera de los dos casos el problema minará las bases del
compromiso. Para el que abandona sus proyectos vitales será una fuente de
frustración y humillación personal y entonces irá perdiendo interés en la
relación. Lo que sigue son canalizaciones de estos sentimientos hacia el
compañero, haciéndolo responsable de ellos y cayendo en las sensaciones
de impotencia, injusticia e inequidad.
Como ya se dijo, el autoconocimiento y el desarrollo de las autonomías
son precondiciones para la construcción de cualquier proyecto de relación
de pareja. Si cada persona tiene definido los intereses y valores que
cumplen con sus automotivaciones centrales a nivel consciente e
inconsciente, entonces podrán construir una relación de pareja donde una de
las herramientas más efectivas será el diálogo permanente entre ambos a
través del tiempo; siempre abiertos a los cambios de opiniones de los dos,
con una decisión permanentemente renovada al conservar esta práctica
como de las más importantes para mantener el vínculo afectivo, nutrido e
inspirador de nuevos caminos.
Una relación sólida necesita de la inversión de tiempo
y dedicación y se logra después de varios años.
El olvido de la amabilidad, promesas, distancia física
Los problemas de distinta índole que hemos ido revisando, generan estados
de ánimos ásperos y defensivos: ambos amantes suelen estar siempre
predispuestos a ser juzgados, atacados o castigados por el otro.
Con tal emotividad será difícil organizar el trato mutuo con la
amabilidad y ternura que todos requerimos para sentirnos cómodamente, y
además queridos y tomados en cuenta.

Cada pareja, de acuerdo a su educación y a su cultura, define cuáles son
los actos de amabilidad, respeto y ternura adecuados para el tipo de relación
que quieren construir.
¿Cuáles son los signos de amabilidad que establecieron entre ustedes?
¿Se saludan por la mañana, se dicen palabras amorosas cuando se
nombran, se besan cuando se encuentran y cuando se despiden, o lo
hacen cada vez que se cruzan por la casa, se abrazan o besan frente a
otros o en público, modulan su voz para hablarse, se inventan
sobrenombres simpáticos o graciosos que les recuerda su intimidad…
¿cómo lo hacen?
¿A los dos les gusta el mismo nivel de ternura, o los pone incómodos
el del otro?
¿Les gustaría conversar y redefinir este punto?
¿Antes lo hacían pero en algún momento dejó de suceder?, ¿qué pasó?
¿Cuándo o en qué contextos les gusta tratarse amablemente o con
ternura y en cuáles no?
¿Mantienen estos hábitos también cuando están de mal humor?
Una relación de pareja necesita construirse con base en la lealtad; es decir,
establecer un compromiso libre y limitador al mismo tiempo. Hemos
hablado de esto cuando reflexionábamos acerca de los emergentes
(novedades) y los constreñimientos (restricciones). Aquí sólo mencionaré
todos los problemas que surgen en las relaciones de pareja con respecto a
las promesas: ellas siempre son delicadas cuando se las toma al pie de la
letra o demasiado rígidamente, pueden ser trampas donde el vínculo quede
atrapado, sin salidas.
Prometer es obligarse a cumplir cosas. En el
momento que se realiza la promesa uno está seguro
que será sencillo hacerlo, pues el estado de ánimo de
esa circunstancia así lo hace parecer.

Los estados de ánimo cambian permanentemente, las emociones son como
nubes de paso, duran hasta que llega la siguiente. Prometer es atarse a
conductas que es imposible sostener cuando nuestro ánimo cambia, es
limitar las posibles opciones de respuestas: en última instancia es mentir,
aún sin saber que lo estamos haciendo.
Cuando una relación se basa en obligaciones y
promesas contraídas pierde la libertad y el dinamismo
del cambio. Pierden la oportunidad de volver a decidir
cada día que elige y reelige estar con la persona que
tiene a su lado. Esto tiene resultados muy distintos al
sentir que nos quedamos allí porque estamos
obligados por una promesa.
Lo saludable cuando escuchamos una promesa de cualquier tipo es
alegrarnos por el regalo que nos están ofreciendo en la consciencia, porque
simplemente es una flor que nació de ese estado de ánimo particular
originado por esas circunstancias y ese contexto específico. Cuando cambie
el contexto y la circunstancia, y la emoción desaparezca; es muy probable
que esa flor esté marchita. Esto puede ser motivador en vez de frustrante,
pues podría ponernos alertas y activos acerca de cómo lograr con nuestra
conducta que el otro se sienta siempre en circunstancias equivalentes, para
que cada día vuelva a sentir el deseo de cumplir aquella promesa. Es un
movimiento que depende de ambos en la pareja.
El problema con el que frecuentemente nos encontramos es que aquel
que recibe la promesa adopta un papel pasivo, se queda esperando que el
otro cumpla con ella sin dar nada a cambio, sin hacer nada por merecerla
nuevamente. De alguna manera puede compararse con un beso en la mejilla
o un beso en la boca: el beso en la mejilla depende de la voluntad del otro,
uno sólo lo recibe; en cambio, para que alguien tenga ganas de volver a
darnos un beso en la boca tendremos que corresponder con algo equivalente
cuando lo haga, si no perderá el interés y el deseo de repetirlo.

¿Se hacen ustedes promesas?
¿Quién de los dos promete más?
¿Cuántas veces pueden cumplirlas con libertad y cuántas por
obligación y con algún grado de fastidio?
¿Cuántos buenos momentos les han proporcionado las promesas?
¿Cuántas frustraciones y enojos les han causado las promesas
incumplidas?
¿Sabrían nombrar todas las promesas incumplidas?
¿Te gustaría escuchar una promesa de tu pareja como si fuera el regalo
de una flor?
¿Sabes lo que tendrías que hacer para motivar a tu pareja a que siga
regalándote esa flor?
Cuándo te cumplen una promesa ¿lo agradeces?, ¿qué haces?
¿Qué es lo que te cuesta cumplir con las promesas que tú has hecho?
¿Te gusta que te hagan promesas, aunque sabes que será raro que se
cumplan, o prefieres ni escucharlas porque te causan demasiada
frustración?
¿Qué haces cuando te hacen una promesa y luego la incumplen?
¿Te gustaría volver a reflexionar este tema con tu pareja y redefinir
cómo lo quieren manejar?
Si nuestra conducta la rige el compromiso de amar y de reelegir cada día a
nuestra pareja para compartir la vida, entonces las promesas son un peligro
que vale la pena evitar. A menos que sean interpretadas por el otro como lo
son: expresiones de un estado de ánimo en presente, sin ponerles
expectativas de cumplirse en el futuro.
Falta de reciprocidad y lealtad
Enfermedades y pérdidas
Cuando dos personas deciden construir una relación de pareja, de alguna
forma están decidiendo implicarse mutuamente en la vida del otro, así la

existencia del otro se considera como parte de la propia. Eso nos da un
sentido de pertenencia, un espacio que elaboramos entre ambos y donde
coexistimos los dos. Es un lugar donde ambos crecemos y desarrollamos
nuestra muy particular forma de vivir. Nunca perdemos nuestra
individualidad, al contrario, se facilita la elaboración de nuestra evolución
particular y también del estilo de vínculo que nos agrada a ambos, donde se
toman las decisiones, situaciones y personas que serán mutuas y cuáles no.
Esta pertenencia al espacio mutuo suele confundirse y entonces se
transforma en algo así como que eres mío y, por tanto, “te trato como un
objeto propio y para mi uso exclusivo”.
La reciprocidad bien entendida requiere de conocimiento (propio y del
otro), aceptación y respeto por lo legítimamente diferente del otro,
responsabilidad y cuidado del compañero en sus vulnerabilidades y
fortalezas.
Lo recíproco nos hace conscientes de que cada
conducta nuestra afecta de alguna manera tanto al
vínculo como al comportamiento del otro, es la
manera en que tejemos todo el entretejido que nos
une y que nos permitirá respetar las diferencias de
nuestras identidades, mientras seguimos
evolucionando… y tejiendo.
Será la reciprocidad y la lealtad que sepamos construir entre ambos lo que
logrará que estemos acompañándonos cuando se presenten momentos
difíciles, tales como la pérdida de algo o alguien muy valioso para uno de
los dos, o cuando uno de los dos esté enfermo y necesite cuidados
especiales.
A veces es inoportuno ponernos a pensar acerca de cuánto nos gusta
hacer esto o aquello, simplemente hay que hacer algunas cosas porque lo
prioritario es cuidar el vínculo afectivo y cultivar la fortaleza de la
reciprocidad y lealtad. Esto elegimos hacerlo, nunca es por obligación, es

porque estamos apostándole al bienestar propio y de nuestra relación de
pareja al ofrecer cuidado, protección y compañerismo al otro.
La falta de reciprocidad y lealtad nos llevará a sentirnos sin el apoyo. La
contención de nuestro compañero de vida en los peores momentos de
nuestra existencia, nunca se olvida, entonces la relación quedará afectada
para siempre. Nos hablará de lo que hemos dejado de construir, que nos
distrajimos en otros logros; tal vez comprar una casa, o hacer un viaje era
muy importante en una etapa de la relación, pero una pérdida, un duelo nos
puede suceder en cualquier momento, y si no le pusimos enfoque e
intención para elaborar estas características del vínculo, entonces es
probable que tengamos que vivir solos los momentos de mayor
vulnerabilidad de nuestra vida.
¿Han construido estos espacios mutuos?
¿Tienen definido que es lo recíproco y que es lo individual?
¿La mutualidad que hay entre ustedes es útil para el progreso de sus
proyectos individuales?
¿Sienten que están en una actitud de disponibilidad hacia el otro
cuando él sufre algún revés?
¿Pueden diferenciar el sentimiento grato de pertenencia al vínculo
afectivo o lo confunden con el de: “mi compañero de pareja es mío,
me pertenece…” “…le pertenezco”?
¿Han sentido lo infinitamente gratificante que es ver que cada vez que
uno de los dos crece (logra objetivos importantes para él), también
crece la relación de pareja?
¿Les sucedió que cuando uno sólo de ustedes se desarrolla, el espacio
de reciprocidad se debilita?
¿Qué haces cuando esto comienza a suceder?
¿Te has sentido solo en algún momento importante de tu vida? Si fuese
así, ¿qué has hecho al respecto?
¿Te gustaría volver a reflexionar sobre este tema y redefinirlo de
acuerdo a esta etapa de la vida de ambos?

LOS ACUERDOS RÍGIDOS
Hemos mencionado este tema en varias partes, ahora solamente
complementaremos planteando cuáles son las más frecuentes consecuencias
destructoras de la rigideces en el vínculo afectivo que une a los amantes.
Rigideces y culpas
Las rigideces en los sistemas de creencias personales, en el sistema
compuesto por ambos miembros de la pareja y su relación, o en los sistemas
familiares suelen causar conflictos serios, porque al dejar de ver otras
opciones por falta de flexibilidad, los problemas se quedan entrampados y
sin salida para la solución de sus conflictos.
El desenlace habitual que tienen los sistemas con estas características
frente a sus problemas tiene dos vías: “o se rompe la relación o se vuelve
más flexible”.
Desde la teoría de la comunicación de P. Watzlawick, la estabilidad de la
pareja depende de las variables que definen la relación entre sus miembros:
la manera que tienen de comunicarse y la forma en que tienden a
permanecer dentro de límites definidos. Las relaciones estables son
duraderas e importantes para ambos participantes.
Algunas parejas pueden soportar grandes reveses e, incluso, convertirlos
en motivos de unión; otras parecen incapaces de manejar las crisis más
insignificantes. Ello está en función de la flexibilidad de esos límites: si la
pareja elabora mecanismos de comunicación a tal grado que esos límites,
aunque están bien definidos y aceptados porque generan una cómoda
estabilidad, pueden modificarse por una reflexión cuidadosa y un nuevo
acuerdo, entonces la pareja convertirá un conflicto en una oportunidad de
crecimiento.

El equilibrio entre las dos funciones: la que estabiliza
y la que transforma al vínculo afectivo es lo que logra
desarrollos personales y de la relación, ningún
problema ni conflicto se convierte en una ruptura o en
un caos para ella. Y la posibilidad de gozar de ambas
partes del ciclo de evolución tanto de la relación de
pareja como de los cambios personales, se logra
cuando la pareja tiene conscientemente elaboradas
estrategias de comunicación entre ellos para cuidar,
contener y transformar todas las tensiones que se
generan en los miembros de la pareja, tanto por
estímulos externos como internos.
Un ejemplo muy socorrido de esos mecanismos y estrategias en las parejas
es el establecimiento de un ritual donde una vez por semana (o cualquier
otro período) planean alguna clase de salida conjunta, sea una cena, un
desayuno de domingo o un fin de semana fuera de la ciudad, etcétera, los
dos solos, donde ambos vuelven a renovar la decisión de seguir juntos:
1. Cada quien le cuenta al otro por qué le gusta compartir su vida con él.
2. Le informa cómo se está sintiendo a nivel individual, en primera
persona del singular: “Yo…, a mí…”. Le hable sobre cuáles son sus
procesos internos respecto a las distintas áreas de su vida, sea laboral,
profesional, familiar, económica, deportiva, anímica, espiritual,
proyectos, sueños, etcétera, su conformidad o inconformidad con todo
eso, los cambios que está pensando que será necesario hacer, en su
vida, entre otras cuestiones.
3. Luego le comparte cómo cree él que esto puede afectar a la relación de
pareja.
4. Cuando ambos han terminado de exponer todos los puntos, reflexionan
juntos cuáles son las mejores alternativas tanto a nivel individual como
de la pareja. También sucede que lo que le está pasando a un miembro
de la pareja, sea un estímulo emocional para que el otro vuelva a
repensar lo que está haciendo con su propia vida.

Esto es un circuito de retroalimentación positiva hacia la evolución de los
dos amantes y de su relación. Si este ritual de comunicación se realiza más
o menos seguido, los cambios necesarios serán generalmente muy
pequeños, las dos funciones se ajustarán fácilmente, generando ciclos
cómodos de estabilidad y transformación y serán vividos de manera
agradable donde cualquier problema se verá como una oportunidad para
aumentar la calidad de vida de ambos.
Establecer este tipo de rituales tiene una ganancia
adicional, como ambos miembros de la pareja saben
que hay un espacio seguro para tratar cualquier
problema en “tales días a tales horas”, entonces
pueden soltar y despreocuparse de él el resto del
tiempo, lo cual logra que el ambiente cotidiano sea
mucho más ligero y encantador, y así se libere el
deseo erótico cotidiano expresado en seducción,
amabilidad e intimidad.
Sobre el punto 1: metacomunicación,
Una comunicación “meta” es una especie de paraguas donde ambos dicen
algo así como “yo quiero vivir contigo por todo esto: (y lo enumeran), me
dices que tú también quieres compartir tu vida conmigo por todo esto (y lo
enumeran), excelente, estamos seguros que queremos seguir juntos, ahora
conversemos sobre algunos puntos que tenemos que ajustar”. Es decir, es
tener consciente y comunicarle a nuestra pareja cómo es que su presencia
en nuestra vida es útil y nutritiva para nosotros de diferentes maneras: “qué
le hace de bueno a mi vida construir esta pareja contigo”, por eso es
importante enumerarlas.
Esto es sumamente útil porque entonces los problemas nunca ponen en
riesgo la relación, jamás sucede aquello tan desagradable y amenazador de

que ante cada conflicto cunda, la sorda amenaza de que “todo se va a
acabar”. Además, modificar cualquier acuerdo bajo el riesgo de despido,
nos impide pensar con claridad en las soluciones alternativas: todo lo que
tiene que suceder se verá entorpecido por el miedo a perder lo que ya hay,
aun cuando ello sea regular o malo.
Un punto que es necesario aclarar en este tema es que estamos hablando
de “acuerdos”, nunca de “cárceles”. Es tan importante hacer acuerdos
explícitos como que éstos deben contener los criterios básicos de
comodidad para cada quien.
De ninguna manera se trata de construir manuales de procedimientos
estrictos, desde donde vamos a estar evaluando al otro acerca de que tan
cumplido o incumplido se está comportando. En general, podríamos decir
que cuanto más libres y abiertos son, más cómodos se encuentran los
miembros de la pareja y más fácil y agradable es comportarse leales
respecto de dichos acuerdos.
Si una pareja intenta poner excesivos detalles en las conductas que
sostienen estos acuerdos, entonces tendremos que sospechar de que está
intentando construir su “seguridad y confianza” con base en reglas y
obligaciones. La experiencia y la reflexión demuestran que son poco
funcionales, duran poco tiempo, prontamente uno o los dos amantes
comienza a sentirse incómodo, preso en una red o enjambre de normas
donde les es imposible evolucionar, ser creativos, propositivos y hasta
amorosos.
La relación de pareja debe albergar siempre los
estímulos para el desarrollo y crecimiento de los
proyectos personales y del vínculo afectivo, y cuando
hay muchas reglas, normas, etcétera, esto se torna
complicado.
Otra costumbre que suele aparecer cuando estamos conversando problemas
de pareja es que proyectamos nuestro malestar sobre la conducta de nuestro

compañero; es decir, es el otro el que tiene la culpa de nuestro estado de
ánimo.
Desde un punto de vista, esto es lógico, cuando pensamos en términos
de “tú me lastimaste…”, “si tú dejaras de hacer…”, “cuando cambies…”,
“si ya no pensaras…”, etcétera, sentimos cierto alivio, pues la solución de
nuestro problema la debe encontrar y resolver el otro.
Esto es una trampa que nos deja indefensos. Al hacernos irresponsables
de lo que nos aqueja, quedamos en las manos y la disponibilidad que tenga
el otro para comprender y hacer algo por nosotros: me ubico en un estado
de impotencia al cederle el poder de mi bienestar a mi compañero, renuncio
a sentirme bien hasta que a él se le ocurra qué puede hacer por mí. En
cambio, si asumo que está en mis manos resolver el problema que estoy
sintiendo, me empodero, pues si la incomodidad es mía entonces ya pensaré
y cambiaré lo que sea necesario para lograr sentirme como a mí me gusta.
Se siente el peso de la responsabilidad, pero también que el poder de la
resolución está en mis manos.
Desde el punto de vista gestáltico, la culpa es uno de los tres grandes
obstáculos para la posibilidad de abrir procesos de transformación de
aquello que consideremos necesario; los otros dos son la vergüenza y el
sentirse inseguros.
La culpa nos alivia porque simultáneamente nos lleva, por un lado, a
hacernos irresponsables y, por el otro, a dejarnos sin el poder de cambiar
aquello que nos aqueja.
El sentirnos irresponsables nos hace vulnerables a
volver a cometer los mismos actos que nos llevaron a
la situación de la cual le estamos pidiendo a nuestro
compañero que nos salve.
¿Tienen ustedes mecanismos de comunicación que faciliten los ciclos de
estabilidad y transformación de la relación?
¿Se cuentan ustedes porque les gusta estar compartiendo sus vidas?

¿Pueden separar los que son problemas personales y los de la relación
de pareja?
¿Tienen idea de cómo sus cambios (o su parálisis) personales afectan
al otro y al vínculo?
¿Suelen echarle la culpa de lo que les está sucediendo a la conducta del
compañero?
¿Realizan rituales donde agradecen todo lo bueno que han construido,
aun cuando no exista ningún problema en puerta?
¿Cuándo plantean un problema, también plantean posibles soluciones
que dependan de su responsabilidad individual (y nunca de que el otro
tiene que cambiar para que yo esté contento)?
¿Pueden disfrutar de igual manera las etapas de estabilidad que las de
transformación de la relación?
¿Le preguntaste a tu pareja que prefiere ella?
¿Están enterados de lo que piensa y siente tu pareja en las distintas
áreas de la vida?
¿Pueden disfrutar del crecimiento personal de su pareja?
Celos, posesión y control
La fantasía de la seguridad vs incertidumbre
Este es un tema importante por muchos motivos, pues como la cultura
valida a los celos como si fuesen un elemento intrínseco del amor, entonces
las personas que no sienten celos o su compañero de pareja no los cela,
suelen pensar que no aman o que no son amados, y aún más grave es que la
persona que siente celos cree que es lo que debe pasar en una relación de
pareja (y algunos lo amplían a cualquier relación de afecto) y, por lo tanto,
se irresponsabilizan de ese sufrimiento y le reclaman a la otra parte el
cambio de todas aquellas conductas que él siente que se los genera (el
drama es tanto mayor cuantas más conductas del otro están involucradas).
Los celos son uno de los conflictos que más frecuentemente trae a las
personas al espacio psicoterapéutico: se vive como un sentimiento que

atrapa y destruye el vínculo de la pareja y, a su vez, que aparece porque
“aman demasiado”.
En esta dirección podríamos decir que existen dos factores que alteran al
amor desde afuera: la pobreza y los celos.
Rafael Manrique expone el tema de manera clara y sugerente. Para
exponer sus ideas me atrevo a ordenarlo en cinco subtemas:
¿Qué son los celos?
¿Cómo se generan?
¿Cómo evolucionan?
¿Cómo se sienten las personas que los padecen?
¿Se curan?
¿Qué son los celos?
Los celos son la patología de la certidumbre. Y, por lo tanto, sólo la
incertidumbre mata los celos. Tienen que ver con el amor, pero nunca
provienen de él. Nunca son una esencia: la expresión de “soy celoso” carece
de sentido. En realidad, las personas tienen o sienten celos. Son un disgusto
emocional frente a una pérdida, se vive como si el otro eligiera, prefiriera
(quien sabe para qué) a otra persona, real o imaginaria.
Los celos siempre son un asunto de tres personas y
un malentendido que sufren algunas personas dentro
de una relación amorosa.
Los celos pueden servir para regular la distancia y la cercanía que la pareja
desea mantener. Si aparece una distancia excesiva para alguno de los dos,
entonces aparecen los celos y la distancia disminuye. Aunque podemos
coincidir en que este procedimiento es bastante burdo, por sus formas de
expresión y por su contenido represivo, pues los celos estimulan la
dependencia y el miedo hacia el otro. Es cierto que la pareja necesita

regular la distancia, encontrar un equilibrio entre la cercanía y la distancia
adecuada para ambos, pero hay otras maneras de hacerlo. Los celos lo
hacen mediante una vigilancia de tipo policial donde se administran
posesiones; sin duda, es más eficiente articular libertades a través de
acuerdos claros y cómodos para ambos.
De alguna manera, los celos existen aun después de la liberación sexual
porque a veces en las parejas lo que evolucionó es el aspecto sexual pero no
el aspecto sentimental, que depende de su sistema de creencias acerca de
cómo se construye y se estructura el vínculo afectivo.
¿Cómo se generan los celos?
Cuando reflexionamos acerca de cómo se generan los celos podemos pensar
en que los seres humanos somos una máquina que produce deseos de tener:
son estos deseos los que generan tanto el amor, como los celos, y es por ello
que se conectan, y se puede confundir o creer que vienen juntos.
Los celos nunca son signos de amor, provienen de
problemas acerca del “tener o no tener”. Esto quiere
decir que a mayor cantidad de celos, podemos
encontrar más posesión, más dependencia, más
miedo y menor intimidad.
En general, son el resultado (nunca el origen) de procesos de interacciones
tales como:
A mayor posesión (porque eres mío yo decido qué puedes sentir y qué
no), se encontrarán mayores celos.
A mayor control (necesito que seas lo que yo necesito para ser feliz) de
uno sobre el otro, se encontrarán mayores celos.
A mayor dependencia (la narración de uno acerca de su propia historia
está en función del otro, narrada a través del hecho de vivir con el

otro), se encontrarán mayores celos.
A mayor cantidad de miedos (de ser inadecuado para el ser amado) se
encontrarán mayores celos.
A menor intimidad (erotismo compartido) se encontrarán mayores
celos.
A menor autonomía (sentido de vida individual) se encontrarán
mayores celos.
A menor agencia personal (cantidad de alternativas que puedo pensar
como manera de resolver mis conflictos o circunstancias que me
ofrece la vida, cuando llegamos a senti-pensar que todo es blanco o
negro) se encontrarán mayores celos.
A menor cantidad de acuerdos y negociaciones poco claras o muy
implícitas, se encontrarán mayores celos.
A menor conocimiento de sí mismo y del otro, habrá mayores celos.
Por esto es importante distinguir la diferencia entre
demanda y necesidad. La demanda de amor no se
puede satisfacer, nadie puede dar la orden de
“ámame” y esperar que lo obedezcan; en cambio, la
necesidad de tener otras cosas si se puede satisfacer.
El problema es que la demanda de amor la
convertimos en una necesidad y entonces creemos
que se puede exigir su satisfacción.
En el mismo sentido, hay que distinguir entre duda y sospecha. La duda se
presenta en el campo del amor. La sospecha en el campo de los celos.
¿Cómo evolucionan los celos?
La evolución de la duda hacia los celos tiene etapas, es difícil definir cuánto
tiempo cada persona se quedará en cada una y cuál es el nivel de

sufrimiento que cada quien experimenta en ellas: al comienzo no existen los
celos, luego se siente excluido de alguna manera, por algún motivo, a veces
bien definido en un evento específico y otras veces puede simplemente
percibirlo o imaginarlo, después se siente insignificante en relación a la
persona (o cosa) con la que se compara, no necesariamente pero ello puede
devenir en que siente pérdidas de algo que cree que es suyo (“su pareja”) y
al final llega un sentimiento de humillación muy difícil de manejar.
La sensación de “no tener” desencadena otras
emociones: en especial el miedo (o pánico) que le
llevan a sentirse mal consigo mismo y verse en
inferioridad frente a los otros.
Esta inferioridad le hace creer que otro tiene el amor que él no, entonces se
incrementa el miedo y se manifiesta de dos formas: o como ansiedad (no
puedo vivir sin ti) o como depresión (lo he perdido para siempre); es esto lo
que amenaza la integridad de la persona y entonces trata de huir a través de
la agresión (de cualquier tipo).
La dinámica del celoso es: primero se oculta, luego hace erupción y
siente una devastación emocional y entonces comienza a imitar al rival,
después reactiva a la pareja (regalos, sexo, etcétera), mientras disimula ante
los demás. Finalmente estalla una crisis donde por un lado se autoinculpa o
viene la ira (lo contrario) y entonces confronta, sospecha y persigue a su
pareja.
Todos los seres humanos podemos (estamos en condiciones de) sentir
celos. Aparecen cuando el contexto lo amerita, es parte del individuo que
desea, y son de dos distintos tipos:
Celos situacionales: de reacción.
Celos permanentes: de personalidad.
La posibilidad que este círculo se convierta en una escalada se puede mirar
desde distintos ángulos:

Psicológico: se vincula a nuestro estado de seres incompletos y en
carencia. Los celos son siempre una tentación para explicar un estado de
ánimo carencial: es “ser el deseo del otro”. El celoso cree que ya no es o
que nunca será el deseo del otro.
Orden social: para las personas que están vinculadas a través del
matrimonio, como institución, surge la duda: ¿estamos juntos porque nos
queremos o porque estamos casados?
Etólogo (mirada biológica): como necesitamos relaciones duraderas para
la crianza de los hijos, es lógico que se pretenda (se creen expectativas)
garantizar y conservar las relaciones de largo plazo.
¿Cómo se sienten las personas que padecen celos?
Los sentimientos de la persona que siente celos en general son intensos y la
mayoría de las veces, devastadores.
El celoso cree que el otro es un incompetente, un
irresponsable que hay que controlar: esto implica que
debe anular su responsabilidad (la del otro) para que
el control que él cree que ejerce tenga sentido.
Hoy nuestra memoria es externa en gran medida (celulares, computadoras,
etcétera) es más fácil la vigilancia y el control, como en un panóptico. El
panóptico es un sistema que inventaron en las cárceles para que los reos se
sientan permanentemente vigilados, construyeron una torre central de gran
altura y una sala redonda de vigilancia hasta arriba de ella con vidrios
polarizados. Los edificios de las celdas se diseñaron como ejes de bicicleta
a partir de la torre, entonces, si los presos salían de sus celdas, nunca sabían
si los estaban observando o no porque ellos no podían ver al interior de esa
sala de vigilancia. Lo que se descubrió con el uso de este sistema es que los
reos preferían permanecer en sus celdas que salir de ellas a los patios que

existían entre un edificio de celdas y el contiguo, para evitar la sensación de
estar permanentemente vigilados.
Para formar un mundo (lograr tener una conducta) cualquiera se
necesitan tres elementos de motivación: valores, intereses y deseos (VID). El
mundo del celoso tiene los siguientes valores: exclusividad, competencia
(se gana o se pierde), dominación masculina, propiedad privada (robar es
malo), dependencia y codependencia, instituciones y contrato social (el
matrimonio implica seguridades).
El celoso sufre cuatro veces porque
Está celoso.
Se reprocha estarlo.
Teme herir al otro.
Teme por las consecuencias de sus sentimientos en la relación.
Además sufre porque se siente excluido, agresivo, loco y ordinario.
¿Se curan los celos?
Los celos son muy difíciles de trabajar a nivel de psicoterapia, pues dejan a
la persona en una encrucijada que, como tal, parece sin salida: lo que suele
hacerse es tratar de que logren aceptar y gestionar la incertidumbre como
una propiedad unida del ser humano y, por lo tanto, también del amor; o de
lo contrario, tendrán una relación tan pequeña que sólo será buena para
sufrir.
El amor genera tanto felicidad como desgracia, la
más importante de ellas surge de tratar de complacer
a todo el mundo y desafortunadamente, en especial,
a la pareja.

Hay celos que se pueden manejar dentro de la pareja de diferentes maneras.
Depende del grado de libertad y honestidad con la que se puedan plantear
dichos celos en el seno de una relación. Si se los maneja bien, pueden
contribuir a un menor grado de aburrimiento, pues lo eternamente
garantizado lleva al aburrimiento.
Cuando una persona entra en la sospecha de que ya no es objeto de
deseo del otro en los aspectos fundamentales (sexo, tiempo, interés…) no
queda nada. El compromiso, la apuesta por la relación, ya carece de sentido.
El amor es incompatible con los celos si estos se mantienen en el tiempo.
Los celos suponen una bifurcación en el camino de la pareja, o se separan o
se recupera la situación del amor, aclarando los términos del contrato.
Conocer a una persona que sufre celos y decidir
construir una relación de pareja con ella, es seguro
que se le está apostando a una vida de sufrimiento
bastante miserable.
Se podría decir que existen criterios prematrimoniales mínimos para tomar
una decisión y estar seguros que no queremos a nuestro lado alguien celoso.
Los síntomas o características de sí mismo que se encuentran altamente
correlacionadas con los celosos son:
Los sabelotodo (corrigen cualquier cosa todo el tiempo).
Los moralistas (todo lo ven como bueno vs malo, verdadero vs falso,
etcétera).
Los suspicaces se comportan con un gran apego a su pareja (se
manifiestan ambivalentes, inseguros, evitativos, etcétera).
Los que dicen ser románticos (es un estereotipo del ser humano,
sueñan con la relación de Julieta de Romeo).
Los que se piensan como muy religiosos (piden cosas de otro mundo).
Los que tienen una conducta que tienden a verse como muy
responsables (viven mal las contradicciones, les enoja que las cosas no
sucedan como ellos quieren).

Los que se comportan neuróticamente (las respuestas son ansiosas o
exageradas).
Los que les gusta o atrae el alcohol (la relación representa una huida de
un mundo invivible).
Algo que debemos notar es que sea una buena
expareja. Si le conocemos a la o las parejas
anteriores y se refiere a ellas con algún cariño o
respeto es un buen síntoma.
Podemos decir que los celos mueven seis emociones (es el estado
emocional con el que se trabajaba en psicoterapia): posesión (apego),
exclusión, competencia, envidia (es un asunto de comparación, de dos),
humillación (comparación con otro), tiene miedo (lo reemplazarán por
alguien mejor); si el miedo es al pasado entonces se deprime y si es al
futuro sentirá ansiedad.
Una emoción es el resumen puntual del momento en que estamos, se
usan para preparar el siguiente paso, para la acción (o peor: reacción);
entonces, cuando aparecen los celos, lo primero que hay que hacer es
ignorarlos, pues se generan a partir de las creencias que tengamos acerca del
amor, por ejemplo:
Coherencia (si amo implica que me aman)
Identidad (me aman porque soy…)
Certidumbre (se mantiene en el tiempo)
Por lo tanto, si aparece el desamor, el alcohol o las dificultades sociales lo
primero que sucederá es que aumentan los celos porque altera las cuatro
características de individuo, dejan de confiar en las cuatro: en su cuerpo, en
sus actitudes (relación con los demás), en lo erótico y en lo intelectual.
Frente a una situación de pareja donde ya se están
sufriendo los celos, quedan dos posibilidades: se

reconstruyen todos los mensajes que contienen los
celos y se reelabora el contrato de pareja donde se
gestionan los celos (son casi inmodificables) o se
separan (porque uno cela y el otro aguanta).
Cuando aparece un tercero en la relación pueden aparecer los celos, se
piensa que el otro encuentra fuera de la relación cosas que el otro no tiene o
no puede dar, o bien que no le interesan al otro. Esto es devastador, aparece
la depresión, aumentan los celos hasta que llegan a ser muy intensos porque
emerge la constancia de que uno no ha conseguido ser amado, pero que hay
otro que sí lo ha conseguido; lo cual parece indicar que uno es el
inadecuado para el otro. Esto puede ser cierto en un nivel, pero nunca en
todo. A veces es verdad que uno es responsable de una relación de desamor,
pero en otras no.
Si una persona se enamora de otra persona, esa situación dice algo de la
persona que se ha enamorado, de sus valores, intereses y deseos (VID). De
las características del momento de su ciclo de vida y de la relación original,
la que se abandona.
La explicación es compleja y circular, nunca única o lineal como
sostiene el abandonado. Si dentro del dolor y la depresión que causa se
toman algunas responsabilidades (nunca todas) de cómo se llegó a esa
situación, puede servir para reiniciar o una nueva relación (diferente a la
anterior) o hacer una renovación y cambio del contrato de compromiso de
la pareja.
En el caso que ya exista otra persona hay que distinguir dos situaciones
muy distintas:
Cuando la relación extraconyugal se produce previo a la separación. La
persona se compromete con una tercera porque la anterior relación ya no le
interesa y desea acabar con ella. Esto se da mucho en matrimonios pactados
por conveniencia o presión social, pues el objetivo ya fue cubierto. Cuando
la relación extraconyugal se vive de una manera crónica y estable. En este
caso la tercera persona sirve de estabilizador de la relación original. Esto es

muy frecuente cuando el hombre divide a las mujeres en no accesibles para
las relaciones sexuales (madre, esposa) y accesibles (amantes, prostitutas).
En estos casos la escisión y el miedo son factores comunes en ambos
cónyuges, pero tienen un juego en común, una sociedad que tiene poco que
ver con una relación amoroso-erótica.
Cuando en la niñez el conjunto de las experiencias de cercanía, de
intimidad y de excitación sexual están mezcladas, puede dar paso a que lo
erótico se viva como algo amenazante y desagradable.
En experiencias edípicas (o abusivas) se confunden los sentimientos
cotidianos de ternura e intimidad propios de una relación madre-hijo, con
los de deseo por el hijo frente a los de la pareja; entonces erotismo e
intimidad quedan vinculados en una narración que las hace mutuamente
incompatibles. Es en este sentido que la tercera persona sirve de
estabilizador de la relación original: la relación extraconyugal permite que
la hostilidad entre los cónyuges se disipe y no se manifieste en su relación;
además permite una disminución del compromiso y de la intimidad que, de
otro modo, sería inaceptable para ellos.
Además el celoso lo está de dos personas; es decir, de quien ama y de
quien lo ama a él. Cuando un triángulo dura mucho tiempo, se debe a que se
establece una relación de colusión (una relación de alianzas de dos contra
un tercero) entre los tres miembros. Esto en general desata situaciones
violentas.
También se puede pensar en qué le sucede al tercero que se introduce en
la pareja. Se pueden plantear dos miradas: una en términos éticos, si el
tercero se da cuenta que la pareja se encuentra en un momento de debilidad,
aceptar o hacer una propuesta amorosa a uno de ellos, puede convertirse en
un acto de deshonestidad, y las consecuencias, aun cuando logre quedarse
con el otro, estarán inmersas en los celos, pues si lo hizo una vez por qué no
lo haría otra vez (el ser infiel o el de abandonar frente a un problema de la
pareja); surge algo así como “nos merecemos: un deshonesto con otro que
traiciona”. La otra mirada podría ser en términos psicológicos, aunque los
motivos son muy variados, existen dos situaciones especialmente
significativas: la edípica clásica, donde el tercero se introduce en una pareja

creyendo que esta vez él será el que triunfe al separar a la pareja que le crea
celos. En especial, si de niño creyó (porque los padres lo actuaron) que
tenía alguna oportunidad de separar a los padres. La otra situación es
cuando un niño fue tan violentamente rechazado por uno de sus padres, que
se creó en él un fuerte sentimiento de venganza. Éstas son las personas que
siempre se introducen en la relación de personas casadas y, en general, de
más edad: se mezclan los sentimientos de amor y venganza.
Hay otro enfoque de J.L. Álvarez-Gayou y P. Millán, ambos plantean
distintos acentos en la manifestación de los celos, partiendo del postulado
de que los celos son responsabilidad de quien los siente.
Cuando existe un sentimiento de exclusión, cuando alguien si no es
tomado suficientemente en cuenta. Un sentimiento de que mi pareja
comparte con otras personas atenciones, anécdotas o tiempo, más que
conmigo.
Por una necesidad de competitividad, como si fuera importante tener el
papel más importante en cualquier área de la vida de mi pareja. Tal como
las mejores experiencias, la mejor persona, siempre el más querido o
preferido para cualquier actividad o para su distribución del tiempo.
Como expresión de inseguridad. Un desconocimiento sobre la
importancia que tengo para mi pareja o lo que significo para ella. Que mi
vida sólo está completa cuando dependo de ella.
Como miedo a no ser suficientemente bueno para una persona. Es un
temor a que me abandone por alguien más inteligente, o más atractivo, o
con menos defectos o menos especial. Siempre me comparo con otros que
pudieran ser mejores para el compañero que yo mismo.
Por un sentimiento de posesividad o de pérdida de algo considerado
sólo nuestro o exclusivo. El sentimiento es que cuando mi pareja comparte
algo suyo con alguien el otro me lo está quitando; además lo puedo perder o
puedo ser traicionado por mi pareja si comparte su vida con otras personas.
Como una expresión de estar incompleto o insatisfecho. El
sentimiento: “es que nadie me ama tanto como yo lo hago, nunca hay
suficiente reciprocidad a mis sentimientos”.

Lo más interesante en este estudio es que se plantean distintos
cuestionarios de autodiagnósticos y estrategias para manejar los celos, tanto
propios como del otro miembro de la pareja, que bien vale la pena probar
para todas aquellas personas que sufren los celos tanto de manera individual
como dentro de su relación de pareja. Sus reflexiones abarcan un amplio
espectro: desde las relaciones poliamorosas (donde en rarísimas ocasiones
se presentan los celos) hasta cuando los celos matan.
A partir de este planteamiento podemos hacernos algunas preguntas, si
realizamos una introspección y para cada tipo de sentimiento nos
observamos, podremos descubrir cuántas veces nos sorprendemos sintiendo
ese tipo de emoción.
En el siguiente cuadro podemos poner una tilde de acuerdo a la
frecuencia que hemos detectado que los sentimos, esto nos llevará a poder
asumir la responsabilidad de nuestro bienestar haciendo los cambios
necesarios para mejorar nuestra calidad de vida, sólo el cien por ciento de
nuestro cincuenta por ciento.
CELOS COMO
SENTIMIENTO
SIEMPRE
A
VECES
NUNCA
¿QUÉ VOY HACER
PARA
RESPONSABILIZARME
DE ESTO?
Exclusión
Competencia
Inseguridad
Comparación
Posesión

Insatisfacción
Aunque una de las decisiones que podríamos tomar
es informarle a nuestro compañero el tipo de
sentimiento que estamos experimentando cuando él
tiene tal o cual conducta, esto nunca implica que le
estamos pidiendo que él cambie para resolver nuestra
incomodidad: de esto nos hacemos cargo nosotros.
Lo que suele suceder es que cuando nuestra pareja
se entere de lo que nos pasa, también revisa sus
decisiones de conducta y se (nos) explique a qué se
deben éstas.
Muchas veces conversar estos temas de esta forma es suficiente para
resolver los malentendidos y las interpretaciones equivocadas acerca de por
qué nuestro amante está haciendo eso que hace.
Aunque pienso que hacer el ejercicio propuesto puede resultar muy útil
para tomar consciencia de lo que está pasando y tomar decisiones al
respecto, creo que hay que retomar la manera en que lo plantea Rafael
Manrique: “los celos nacen de una sensación de carencia porque en su
sistema de creencias asumieron la fantasía de la seguridad como algo real y
factible”.
Esto generalmente tiene como consecuencia construir un concepto de
amor que nos aleja de la posibilidad de lograr aceptar y gestionar la
incertidumbre como una característica inmanente del ser humano.
Es frecuente que en la medida que se deconstruye
ese concepto de amor y de amar, y cuando se
reflexiona sobre esto, suelen desaparecer los celos.
Tal vez podría decir, desde mi experiencia clínica, que
cuando aceptamos la incertidumbre como algo tan
nuestro como nuestro corazón o nuestro hígado; es

decir, como algo que nos constituye como seres
humanos, sin lo cual sería imposible vivir como tales,
se disuelve una cantidad significativa de los
sentimientos de sufrimiento que acompañan nuestra
vida.
Si bien, en este capítulo hemos reflexionado acerca de los eventos que más
frecuentemente destruyen las relaciones de pareja, es importante retomar la
posición de Morín que desarrollamos en el punto de la comunicación: los
conflictos son inevitables y, además, bienvenidos como mecanismo de
renovación de los vínculos afectivos amoroso-eróticos.
También retomamos lo que decíamos: “Ni está tan bien estar bien, ni tan
mal estar mal”. Las experiencias de la vida diaria nos exigen cambios a
nivel individual y estos necesariamente afectan al cincuenta por ciento que
cada quien le aporta a la relación de pareja y que, a su vez, influye en la
organización establecida como un todo.
Nada es estático, todo y todos estamos en permanentes cambios, lo
importante es recordar que si estamos atentos y entrenados para ir operando
pequeñas variaciones en el vínculo, cada vez que aparece alguna
incomodidad en alguno de sus miembros o en la relación misma, entonces
es probable que nuestro compromiso esté en un equilibrio dinámico
permanente y nosotros gocemos de una compañía que a largo plazo sea
correspondida, leal, fuerte y promotora de nuestro desarrollo personal.
La seguridad viene generalmente acompañada con la necesidad de
posesión, control. Suele ser más saludable asumir que si nuestra pareja
perdió el interés en nuestra relación y esto se manifiesta de manera
irreversible, es indistinto cuanto pretendemos controlarla, se irá. Y si
logramos que desista a través de los distintos mecanismos que ya hemos
mencionado, lo más probable es que nuestra vida se transforme en un
infierno en un plazo más o menos inmediato. Pasará algún tiempo y
tendremos que volver a reflexionar cuál es el concepto de amor y de calidad
de vida que tenemos, cuáles son los resultados obtenidos y si pretendemos

seguir así los siguientes veinte años o cambiar lo que haya que cambiar para
resolver nuestra pelea con la realidad, aceptando que la incertidumbre es
inmanente en el ser humano y la seguridad una fantasía que conlleva a
niveles de frustración, a veces demasiado altos y caros.

TERCERA PARTE
Constructores de la pareja
EN ESTA PARTE, se retoman muchos de los temas ya tratados anteriormente
en una especie de síntesis para insistir en las bases que más colaboran en
crear y consolidar cualquier relación de pareja; también se reflexionará
sobre algunos temas nuevos y se brindarán algunas herramientas que serán
de gran utilidad para construir una pareja fuerte.

CAPÍTULO 7
ACUERDOS QUE CONSTRUYEN
Construir una relación de pareja amoroso-erótica implica siempre crear un
estilo de vinculación y de interrelación entre dos personas. Esto quiere decir
que se debe establecer alguna manera de comunicarse a través de reglas o
condiciones o contratos o arreglos o alianzas…
Cuando estas condiciones se establecen solas; es decir, sin hablarlas
entre las dos partes, decimos que los acuerdos son implícitos.
Por ejemplo, en la pareja, ambos piensan que son los hombres los
que deben pagar cuando salen de paseo, entonces esto simplemente
sucede, pues a la hora de pagar la cuenta es él el que saca la billetera
y paga, ella sonríe y agradece la amabilidad aunque en ningún
momento ofrece invitar o compartir el gasto. Ambos están de
acuerdo, sin hablarlo, de que así será su convenio.
A estos comportamientos le llamamos acuerdos implícitos. Los acuerdos
son explícitos cuando antes de decidir la conducta se comunican entre ellos
y se determina cómo actuarán. Cuando él le pregunta si le parece bien que
pague la totalidad de la cuenta y ella le contesta que sí.
LOS ACUERDOS EXPLÍCITOS

En varios puntos de los ya desarrollados hemos hablado de la necesidad de
que cada pareja reflexione sobre las distintas áreas de interés en sus vidas y
se comuniquen sus expectativas, gustos, valores, intereses, deseos (VID) así
como proyectos, objetivos, metas y sueños (POMS).
Los acuerdos explícitos nunca deben constituir una
camisa de fuerza.
Ahora retomaremos el planteamiento que hace Clifford J. Sager en su libro
Contrato matrimonial y terapia de pareja, en donde se hace una
clasificación de todos los temas que, en general, las parejas traen a los
espacios terapéuticos, como los motivos de conflictos y, a partir de ellos,
vuelve a proponer la necesidad de realizar acuerdos que se reflejen en los
contratos matrimoniales.
La propuesta que está en el análisis de este libro se refiere a lo
conveniente de los acuerdos explícitos desde los inicios de cualquier
relación de pareja, dado que siguen siendo útiles e, incluso, necesarios
cuando la pareja decide institucionalizar su vínculo afectivo a través de un
contrato matrimonial.
Uno de los problemas más comunes en los
matrimonios es que no existen contratos acordados
por sus miembros. No han negociado ningún acuerdo,
cada cual actúa como si su propio programa
matrimonial fuera un pacto convenido y firmado por
ambos.
En realidad, son dos conjuntos diferentes de expectativas, deseos y
obligaciones, de las cuales el compañero no está enterado. Cuando el otro
no ve satisfechas sus expectativas, se siente defraudado como si se hubiese
quebrado un convenio real.

También suele pasar que tal vez al principio de la relación estaban más o
menos de acuerdo de manera explícita o implícita, pero que con el correr de
los años y de las circunstancias, uno de los miembros modifica su manera
de pensar, de sentir y también su conducta casi sin darse cuenta y, por lo
tanto, sin el consentimiento del otro.
La propuesta es que haciendo explícitos estos contratos se pueden
resolver y prevenir muchos conflictos.
A veces estas reflexiones también sirven para tomar decisiones acerca
de convivir, casarse o separarse. A veces el sólo hecho de enterarse de lo
que el otro desea para conseguir una vida de calidad, permite evitar o
disolver conflictos; otras veces es necesario hacer mediaciones,
negociaciones, y acuerdos específicos sobre los temas donde aparezcan los
conflictos.
Sager señala que los contratos cambian por múltiples razones, digamos
que en general su revisión debe ser periódica, especialmente con los
cambios del ciclo de vida:
Galanteo.
Al primer año de la vida en común.
Después del nacimiento de los hijos.
Después de una experiencia traumática: migración, enfermedades,
muertes, fuertes cambios laborales, intelectuales o de clase social,
etcétera.
En la adolescencia de los hijos.
Cuando los hijos se van del hogar.
En algunos casos es insuficiente reflexionar sobre los porqués de la pareja y
hay que profundizar en los cómo y los para qué haciendo consciencia de
que en la vida cotidiana todo estos temas están interrelacionados de manera
compleja y a veces contradictoria.
Las pautas interrelacionales de los amantes arman la estructura de la
relación: es única y dinámica para cada pareja.
Uno de los elementos que es necesario tomar en cuenta es el nivel de
simetría o complementariedad que la pareja prefiere. Si hay demasiada

complementariedad, tal que genera conflictos, a veces se resuelven
poniendo un poco de simetría en algunas áreas, y viceversa.
Se trata de que los miembros de la pareja encuentren
en cada tema que desean compartir un lugar de
comodidad relativa, sin “ceder” y sin sacrificios ni
sufrimientos, puesto que esto siempre se le cobra al
otro en algún momento: “Lo que hoy es por ti (porque
estoy de buenas)… mañana es culpa tuya (porque
estoy de malas)…”.
También hemos planteado que los acuerdos deben delinear los límites del
vínculo, aunque en los espacios interiores se debe gozar de la mayor
libertad posible para que la posibilidad de cambio y de desarrollo siempre
esté disponible.
Este tema se relaciona directamente con el que sigue. Es importante que
todos los acuerdos que se establezcan no empobrezcan el sistema de
funcionamiento de la pareja. Si las restricciones que implican los acuerdos
tomados son mayores que la promoción y el respeto al surgimiento de
circunstancias nutritivas o enriquecedoras, entonces la relación tenderá a
desaparecer en beneficio del desarrollo de cada miembro de la pareja.
Por ejemplo: Ana y Raúl son una pareja recién casada, ambos
jóvenes profesionales, a Raúl le ofrecen una promoción importante
en el ámbito laboral y profesional. Esto implica mudarse a otro país
donde se habla otro idioma. Su esposa Ana trabaja en recursos
humanos, desconoce el nuevo idioma. Juntos deciden aceptar la
propuesta porque es una buena oportunidad para realizar ahorros de
dinero para la posterior construcción del patrimonio de ambos. Ella
renuncia a su trabajo y cuando se mudan comienza a estudiar el
idioma (que deja de interesarle porque estima que es innecesario para
su desarrollo) y se va poniendo de mal humor por tener que ocuparse

de todas las obligaciones de la casa (antes estaba fuera de sus
obligaciones). Después de un año ella está bastante frustrada,
humana; y profesionalmente, y él sobrecargado por sus obligaciones
laborales y porque la mudanza implicó menos tiempos compartidos
con su esposa y su vínculo está desgastado emocional y sexualmente.
Ambos se sienten atrapados en una situación que deterioró su calidad
de vida y el objetivo de ahorrar dinero está resultando muy caro en
términos de su relación de pareja y también en lo individual.
La solución parece simple: que ambos busquen trabajos en su
país de origen y que se regresen, y se pueden inventar otras
soluciones intermedias; por ejemplo, ahorrar menos, pagar a una
persona que se encargue de las labores domésticas y que ella
desarrolle otras áreas de interés. Ellos se aferran a la decisión
anterior y el vínculo se va deteriorando aunque el crecimiento
profesional de él está en ascenso. Sólo deben conversar prioridades,
decidir nuevamente lo que sería mejor para cada uno en lo individual
y para la relación de pareja amoroso-erótica.
LA FIDELIDAD AL VÍNCULO
Rafael Manrique trata el tema de la fidelidad más allá del modelo de
sexualidad que hayan elegido los miembros de la pareja. Plantea que la
fidelidad y la lealtad se construyen a partir de los compromisos de
conductas que ellos hayan establecido que eran buenos para ambos, con el
propósito de mantener una relación de pareja amoroso-erótica donde se
sientan enriquecidos y motivados a compartir sus vidas en el largo plazo.
Esto implica que en la medida que cambian las necesidades de
desarrollo de los amantes en los distintos ciclos de vida, la fidelidad se
adaptará a esos nuevos acuerdos que ellos vayan tomando. Así es sencillo
ser fieles, porque siempre será funcional para mejorar la calidad de vida de
la relación de pareja.

La fidelidad nunca tiene que ver con una obediencia a
reglas rígidas sino más bien con una conveniencia de
acuerdos flexibles. El cambio y la flexibilidad de esos
convenios dependerán de la atención, el tiempo y la
energía (la voluntad y la disciplina) que los amantes le
dediquen al fortalecimiento de su vínculo afectivo.
Si ellos permanecen atentos y flexibles a ir ajustando sus conductas a las
nuevas emociones, necesidades, deseos, proyectos personales, sueños,
entonces ser fieles a estas decisiones siempre cambiantes y adaptativas será
un placer más que compartirá la pareja.
La lealtad a la libertad de ir decidiendo lo que es mejor en la vida de la
pareja y a su vez para cada uno de sus miembros, será una de las mejores
motivaciones para fortalecer el vínculo amoroso.
Cuando la relación de pareja se basa en pautas que
permiten el desarrollo de ambos amantes, cuando
son originales y únicas para ellos en cada momento
del transcurrir de sus vidas, en vez de que esté
sostenida por reglas rígidas que las instituciones o la
cultura imponen para reproducir la posesión y
herencia material y personal del otro (basadas en los
miedos de los hombres de la pérdida del control sobre
ello), entonces la fidelidad, la lealtad y la mutualidad
serán las conductas elegidas desde la alegría de
compartir esa forma de vida única e irrepetible
inventada a cada momento entre ambos.
Tal vez sea útil insistir en este punto, ya que pensar en construir acuerdos
explícitos nada tiene que ver con la idea de ceder o de sacrificarse.

Si uno de los miembros de la pareja toma esta actitud o para no tener
problemas con el otro o para terminar con este tema o porque haciéndolo se
siente más bueno o más adulto que su compañero o por cualquier otro
motivo, es altamente probable que a corto plazo comience a sentirse
incómodo respecto de ese acuerdo; luego empezará a buscar cuáles son las
excepciones que confirman la regla y finalmente traicionará el acuerdo y
afectará al vínculo afectivo, pues ni su pareja ni él mismo sentirán que
pueden confiar en la utilidad de su comunicación, en la valía de sus
conversaciones o de la funcionalidad de los convenios que establecen entre
ellos.
El ser infiel a un pacto logrado entre ambos y, por
tanto, al compromiso que se tenía hacia con el
vínculo afectivo y con el otro miembro de la pareja,
casi siempre implica la disminución o la ruptura de la
confianza que se había construido en la relación.
El miembro de la pareja que siente la traición al acuerdo por parte de su
compañero quedará desolado, sentirá emociones tales como la decepción, o
desilusión, o se preguntará cuál es el sentido de sus conversaciones; se
alejará de su amante rechazándolo o se enojará y le reclamará su falta de
lealtad y todo lo que se haya acumulado en su interior, sea real o
imaginario.
Considero útil que se realicen las siguientes preguntas:
¿Crearon ustedes acuerdos explícitos?, ¿sobre qué áreas?
¿Qué tipo de acuerdos abundan más en su pareja, los implícitos o los
explícitos?
¿Cuáles son los acuerdos implícitos?
¿Durante cuánto tiempo fueron funcionales en el sentido de facilitar
las decisiones de conductas de ambos, los acuerdos explícitos?
¿Alguna vez hicieron un acuerdo que en vez de hacerlos sentir más
cómodos y libres, los hizo sentir asfixiados, encarcelados o atrapados?

Cuando se crea un acuerdo, ¿tienen presente que ceder o sacrificarse
por lo que quiere el otro, lo único que logrará es un alivio hoy y un
problema mayor mañana, porque o el que cedió se sentirá incómodo o
sólo romperá el acuerdo?
¿Cuándo y cómo cambian un acuerdo explícito?
¿Cuándo un acuerdo implícito fue necesario para ustedes convertirlo
en explícito?
¿Cuándo crean un acuerdo explícito tratan que sólo sea sobre los
puntos más importantes para ustedes, o intentan reglamentar hasta el
último detalle?
¿Cuántas veces se sintieron en una “incómoda camisa de fuerza” por
tener un acuerdo, sea implícito o explícito?
El derecho de ser
¿Cómo construir o fortalecer el vínculo afectivo de una pareja cuando
estamos en medio de un conflicto?
El principal problema que tendremos que enfrentar es nuestro estado de
ánimo, porque cuando estamos en medio de un problema es posible que
pensemos con poca claridad y con menos flexibilidad de lo que somos
capaces habitualmente.
En el punto de los acuerdos rígidos y las culpas expuse una herramienta
muy útil para que logremos hacerlo, pues comenzar la conversación desde
“yo quiero vivir contigo por…” es muy probable que nos cambie de lugar
anímico. Además, hemos sugerido que es preferible hacer una cita con
nuestra pareja cuando queremos conversar el problema que nos ocupa, eso
también logra que cuando llegue el día y la hora que establecimos ya haya
cambiado nuestro sentir.
Derecho al error y al cambio continuo

¿Qué tan importante es concedernos a nosotros mismos y a nuestro
compañero el derecho a equivocarnos?
Tenemos que partir de que nadie es perfecto. Todos cometemos errores y
esto puede ser vivido como una oportunidad de crecimiento en vez de como
una conducta que merece castigo. Cuando nos sentimos enojados por algún
motivo solemos tratarnos a nosotros mismos o a nuestro compañero de una
manera muy ruda, a veces llegamos hasta los insultos, esto debilita la
percepción que tenemos de nuestras capacidades y, por lo tanto, aleja
cualquier imaginación de alternativas de solución para los problemas que
nos agobian.
Hay un tiempo para enojarnos o desahogarnos, lo
cual cumple con una buena intención positiva en
nuestro proceso de cambio y crecimiento: tomar
consciencia de lo que tenemos que resolver y de
cómo fue que logramos llegar a la situación que nos
está molestando; y luego otro tiempo para reflexionar
y conversar con nuestra pareja acerca del problema.
Suelo utilizar una comparación un tanto desagradable, pero útil para este
punto: cuando estamos enfermos del estómago y queremos vomitar lo que
nos tiene molestos, se vale hacerlo en el baño y, tal vez, pedirle a nuestro
compañero que nos asista trayéndonos un vaso de agua; lo que nunca se
puede validar es que nuestra molestia nos de permiso para vomitar encima
de nuestro compañero, pues esto sólo agravará mis conflictos, los de mi
pareja y los de nuestra relación y perderemos de vista cuál fue el origen del
malestar y quedaremos atrapados en la violencia y la agresión de
permitirnos arremeter contra lo que más queremos con la justificación de
que necesitábamos desahogarnos de nuestro malestar.
Aquí podemos usar un ancla que puede ubicarnos en un espacio
amoroso muy rápidamente: “Sólo una cosa me interesa heredarte de toda mi
existencia: LA GENTE QUE SE QUIERE SE TRATA BONITO”. Pues, si entre los que

nos queremos nos maltratamos, entonces ¿qué queda para nuestro trato con
el resto del mundo, los seres humanos o la naturaleza? Tal vez debamos
echar una mirada a nuestro alrededor para ver cuáles son las consecuencias
de darnos permisos tan agresivos con la gente con la que convivimos.
Es difícil poder pensar en hacer cambios libremente si actuamos desde
la creencia (la idea) de que nunca debemos equivocarnos.
La evolución de la ciencia, de los seres humanos y del mundo es
permanentemente motivada por los errores, las dudas, las confusiones, las
contradicciones, las confrontaciones; cuando todo ello se aprovecha para
hacer un análisis cuidadoso y cambiar lo que hay que modificar para lograr
aumentar nuestra calidad de vida, se tienen óptimos resultados.
Partir de que todos tenemos el derecho y casi el deber de equivocarnos
logra bajar o modelar los hábitos de estar juzgando y clasificando todo lo
que sucede como de bueno o malo, correcto o incorrecto, lindo o feo,
inteligente o tonto, honesto o deshonesto, verdad o mentira, amable o
grosero.
Cuando nos permitimos dejar de juzgar y juzgarnos,
es probable que aprendamos a ser más amables,
cuidadosos, respetuosos y aprendamos a aceptar las
diferencias y los errores que cometemos.
Nadie puede dar algo de lo que carece, para poder tener esa conducta con
nuestros seres queridos primero tenemos que aprender a tenerla con
nosotros mismos.
¿Se permiten ustedes decir libremente: ¡me equivoqué!?
¿Qué hacen cuando se equivocan, lo ocultan, lo comentan, se
defienden o justifican…?
¿Qué hace tu compañero cuando tú te equivocas?
¿Sientes la confianza de comentarle a tu pareja cómo fue que te
equivocaste?

Cuando te equivocas, ¿lo sientes como una oportunidad de cambio o
como merecedor de castigo?
Cuando tu compañero se equivoca, ¿puedes consolarlo y contenerlo?
¿Cuántas veces por día te juzgas a ti mismo o a otros?
¿Cuáles son los temas que más hábitos de emisión de juicios tienes:
inteligencia, destrezas, posición social, belleza…?
¿Qué sientes cuando juzgas, te resulta agradable, qué le hace a tu
calidad de vida?
¿Advertiste que lo que juzgas en otros es lo mismo que hacen contigo
mismo?
¿Tu compañero juzga más o menos que tú?
¿Qué opina él de este tema?
¿Qué crees que él piensa de ti? ¿Ya le preguntaste si esto que tú
piensas es cierto para él?
¿Te gustaría usar al interior de tu relación de pareja el ancla: “La gente
que se quiere se trata bonito”; es decir: NUNCA SE MALTRATAN?
¿Qué crees que diría tu pareja, le gustaría adoptar esa frase?
En este punto creo importante volver a insistir en el tema de los castigos.
Nuestra cultura y por lo tanto nuestros padres (o quienes nos hayan criado),
es altamente probable que nos hayan educado a punta de premios y
castigos. Si “nos portábamos bien”; es decir, si obedecíamos lo que se nos
indicaba (y de ser posible “sin chistar”), entonces nos premiaban con lo que
ellos consideraban que era un “premio” y que probablemente poco tenía que
ver con algo “bueno” según nosotros mismos, y de lo contrario nos
castigaban.
Los castigos a los niños suelen ser realmente crueles, van desde
quitarles lo que más disfrutan, o todos sus derecho, hasta gritos, insultos o
en el peor de los casos golpes o atrocidades de todo tipo, como se puede
constatar en la Clínica del Niño Maltratado.
En realidad no son sólo los padres, es todo el sistema cultural en el que
vivimos, así son también las leyes, los sistemas penitenciarios, como
tratamos a nuestros seres queridos y también a nosotros mismos. Es por esto

que ni siquiera nos ponemos a reflexionar las consecuencias de esta manera
de corregir nuestras equivocaciones.
El castigo ni educa ni modifica el comportamiento,
más bien al contrario, crea individuos irresponsables y
sin criterios para decidir sus conductas.
Si un individuo roba algo y se le juzga como ladrón y se le encierra junto a
otros delincuentes un buen tiempo sin más actividades que aprender a hacer
lo que hicieron los otros reos (gracias a los impuestos que pagan las
personas que si tienen que trabajar diariamente para vivir), cuando sale de
la cárcel habiéndose convertido en un delincuente ¿qué es lo que va a
hacer?, ¿cómo se va a comportar?, ¿qué hacen los delincuentes? Volver a
delinquir… ¿verdad?
¿Qué nos enseña esto? ¿Nos hace pensar que algo está funcionando
mal? ¿O preferimos pensar que no existen otras soluciones para corregir los
errores que podemos cometer?
Un contraejemplo nos lo dan las culturas prehispánicas que todavía
sobreviven al Sur de México: cuando un hombre mata a otro en una pelea
de borrachos, lejos de clasificarlo como un asesino y encarcelarlo, ellos
determinan cómo sería la forma en que esa persona, que evidentemente se
equivocó, debe y puede reparar el daño que hizo. Entonces lo obligan a
través del control social a que esa persona debe mantener y sacar adelante,
de por vida, tanto a su familia como a la familia de la persona que mató.
Otro ejemplo nos lo da un mecanismo que desarrolló Brasil, allí casi
todos conducen sus automóviles respetando las reglas de tránsito porque las
personas que ven que alguien comete alguna infracción, toman una
fotografía, la envía a una dirección de tránsito y esta envía la multa a la casa
del dueño del vehículo (también hay policías vestidos de civil). La
vigilancia que puede hacer una comunidad sobre reglas establecidas para el
beneficio de todos puede ser más eficaz que cualquier sistema jurídico y
penitenciario.

Definitivamente hay mucho que reflexionar sobre estos temas.
Cuando decidimos comenzar a reflexionar este tema al interior de la
relación de pareja y modificar aquellas reglas que dejaron de ser
funcionales para ambos, entonces existen distintas técnicas para encontrar
esos puntos medios que sean gratos para los miembros de la pareja, y estas
son muy distintas dependiendo del momento en que se está realizando ese
ejercicio de mediación, por ejemplo:
1. Cuando una relación recién comienza y los amantes se prestan para
hacer este ejercicio es porque quieren evitar posibles conflictos
futuros.
2. Cuando deciden institucionalizar su vínculo, tendrán como intención
aclarar los términos del funcionamiento y tal vez la división del trabajo
y de roles entre ambos miembros de la pareja en el ámbito de la
convivencia.
3. Cuando ya hay conflictos más o menos graves que han dificultado la
comunicación al interior de la relación y buscan a un profesional para
que los acompañe en el rediseño de la misma.
4. Cuando el vínculo ya fue devastado por la acumulación de conflictos
históricamente sin resolver y los miembros de la pareja deciden
terminar con la relación y pretenden separarse o divorciarse de la
mejor manera posible.
Ya hemos analizado varias herramientas para lograr buenos resultados en la
comunicación de los amantes en distintos temas, cuando se llega al caso del
divorcio a veces se necesita alguien especializado para mediar en los
nuevos acuerdos.
La mediación entre el no y el sí
Diversas alternativas
Voy a insistir en una técnica que generalmente logra flexibilizar las
posiciones, desde donde los miembros de la pareja responden a su
compañero frente a cualquier pregunta y que es útil en cualquiera de los

casos. Le llamo algo así como: “Entre el sí y el no: existen diversas
alternativas”.
Nuestra cultura generalmente nos lleva a mirar la vida con sólo dos
anteojos contrapuestos, o puestos en los extremos, nos entrenamos a pensar
en términos duales: es blanco o negro, derecha o izquierda, arriba o abajo,
adelante o atrás, prendido o apagado, sí o no. Veamos ejemplos:
Roberto invita a Paula a salir hoy. Paula tiene un día complicado y le
resulta problemático decir que sí aunque tiene muchas ganas de
aceptar la invitación de Roberto. Entonces entre el sí y el no, busca
alternativas:
1. “Me encantaría salir contigo aunque mi día está un poco
complicado, hoy sólo podría después de las nueve de la noche,
pero mañana o el sábado tengo más disponibilidad de horarios
para aceptar tu invitación y que entonces pasemos un rato
juntos”.
2. “Me encantaría salir contigo pero estoy enferma y me es
imposible, entonces te ofrezco que vengas a mi casa y veamos
una película, tengo muy buena variedad, o escuchemos un
concierto, o preparo una cena sencilla y conversamos”.
Javier tiene que salir de la ciudad por cuestiones laborales y su
empresa le permite llevar a su esposa, entonces se lo propone a
Laura. Ésta está con muchos pendientes y citas profesionales aunque
le gustaría aprovechar la oportunidad de la invitación de Javier.
Busca alternativas:
1. “Me resulta casi imposible, pero voy a intentar mover algunas
citas de tal manera que si no puedo salir el mismo día que tú, te
podría alcanzar allá el viernes por la tarde y pasaríamos el fin de
semana felizmente juntos”.
2. “Me encantaría acompañarte pero primero tengo que resolver
algunos pendientes en mi trabajo, voy a analizar cuáles puedo

derivar a mi asistente y cuáles con mi compañero de oficina.
¿Te puedo contestar mañana?”.
Areli acostumbra a pasar las fiestas decembrinas con su familia de
origen, está casada con Pablo que tiene la misma costumbre,
entonces entre ambos se ponen a buscar alternativas para proponerles
a sus respectivas familias:
1. “Pasar Noche Buena con la familia de Areli y la comida de
Navidad con la de Pablo y luego Noche Vieja con la familia de
Pablo y la comida de Año Nuevo con la de Areli. Piensan en
proponerles estas alternativas a sus familias y ver luego cuál es
el mejor arreglo.
2. Pasar las Navidades con una Familia y el Año Nuevo con la
otra.
3. Hacer la reunión en la casa de ellos e invitar a ambas familias.
Se trata siempre de tener en la consciencia que responder por el “sí o el no”,
es una de las rigideces en las que nos entrena nuestra cultura, pero que
siempre existen más alternativas entre ambos extremos, y que entrenarnos
en encontrarlas evita muchos problemas en la relación de pareja; además
sucede algo muy importante aun cuando las alternativas que inventemos
sean todas imposibles de realizar, nuestro compañero se entera que nos
encantaría poder decirle que sí y esto fortalece el vínculo afectivo.
El tema de la mediación para acuerdos de divorcios, de las
negociaciones entre las partes en conflicto, corresponde a una especialidad
que como tal parece no corresponder con la práctica clínica de la
psicoterapia en las relaciones de pareja; sin embargo, aun cuando sus
objetivos sean algo diferentes, el planteamiento que hace Marinés Suares en
su libro Mediación se refiere a el modelo circular-narrativo de Sara Cobb,
nos deja en lo que ella llama “la membrana de la de neutralidad”,
(neutralidad e involucración), constituida por el derecho y la psicología y,
por tanto, la posibilidad para el trabajo interdisciplinario. Esta posibilidad

intermedia entre la psicoterapia y los sistemas legales en muchos países ya
se instalaron como paso intermedio entre una denuncia y un juicio.
El modelo de Sara Cobb es tal vez uno de las más aceptados para
realizar la negociación, tiene cuatro etapas o reuniones, estas pueden
realizarse todas en un solo encuentro o necesitar de varios dependiendo de
cada caso, y también se pueden intercalar más etapas si fuese necesario.
Sólo menciono estos puntos con el objetivo de que las parejas que se
encuentran en un momento de disolución de su relación, sepan que siempre
existen más opciones para sufrir lo menos posible y poder aprender a vivir
mejor a partir de analizar cuál fue el resultado de nuestras conductas. Estos
ejercicios son útiles para realizar esos vínculos entre conductas y resultados.
Preguntar es una forma de diálogo, de conversación,
de comunicación, en los cuales hay distintos
elementos: el contenido o el tema sobre el cual se
pregunta, la relación que existe entre los
participantes, las partes mismas y el contexto.
Cada uno de estos elementos califica la pregunta. L. Schvarstein clasifica
las preguntas en grandes divisiones (sólo para fines didácticos, pues la
pregunta puede pertenecer a varios campos):
Las preguntas tienen distintos objetivos:
Para que las partes reflexionen: sobre el contenido del conflicto y
sobre la relación que une a las partes en conflicto.
Para producir cuestionamientos: son para que surjan nuevas preguntas
y se desatoren los procesos. Hacerse preguntas que antes no se
hicieron puede dar la posibilidad de salirse del juego repetitivo.
Para protagonizar a las partes: para que asuman la actuación y la
responsabilidad que les toca tanto en la generación del conflicto como
en la solución presente y sus consecuencias en el futuro. Y que tomen
conciencia antes que evitar u omitir hacer algo, genera consecuencias,
al igual que decidir tener una conducta visible.

Para lograr el reconocimiento del otro: reemplazando el ubicarse como
víctimas o victimarios y que se asuman coprotagonistas; es decir, que
el conflicto se construye y se reconstruye entre ambos.
Para hacer consciente la circularidad: las relaciones se construyen, se
tejen con las respuestas que cada acción de una de las partes tiene
sobre la otra parte; es necesario que las partes comprendan y asuman la
interdependencia y mutua influencia de las partes. Sirven para definir y
aclarar las interrelaciones existentes, para visibilizar partes o
personajes ocultos en el discurso, para determinar la temporalidad del
conflicto, pues no existió siempre, y por lo tanto se fue construyendo
como el resultado de un proceso que fue integrando distintas conductas
y eventos; también son útiles para realizar preguntas hipotéticas y abrir
nuevas posibilidades o miradas acerca del conflicto.
Me atrevo a plantear estas metodologías porque parten de un lugar desde
donde se mira lo que se mira que coincide con la que utilizo en este libro.
Algunas de las preguntas posibles son:
¿Alguno de los dos piensa que la situación que están viviendo como
pareja se puede revertir en algún sentido?
Cuando ustedes pelean ¿es porque tienen algún malentendido o
desacuerdo o porque es más fácil separarse si están enojados con el
otro?
Los enojos entre ustedes ¿aumentaron o disminuyeron después que
tomaron la decisión de separarse?
¿Para ti, qué es más importante, separarse o pelear?… ¿y para tu
pareja?
Sería interesante que lograran separarse sintiéndose de una manera
equivalente (aunque sé que es distinto) a cuando salen del cine: “se
acabó la película” entonces se van del cine como un resultado lógico,
¿podrían pensar en separarse como un resultado de una etapa de sus
vidas que se terminó?
¿Decidieron separarse porque llegaron a la conclusión que es la mejor
solución para ambos?

¿Será posible que esta decisión que tomaron la puedan realizar como si
fueran a ponerle un broche de oro a una etapa importante de la vida de
cada uno que se acabó porque eso es lo mejor para ambos?
En los momentos que sienten la añoranza de los buenos momentos
compartidos, ¿qué podría ayudar para que puedan mantener esta
decisión?
Cuando surgen sentimientos por haber perdido algunas de las
expectativas que tenían puestas en esta relación de pareja, ¿son de
tristeza o de enojo?
Separarse cuando uno ya reflexionó y se dio cuenta que es lo mejor
para ambos, puede traer nuevos sentimientos, ¿ustedes consideran esto
un éxito o un fracaso?
¿Esta decisión que han tomado es para evitar sentirse cada vez peor,
para sentir un poco de alivio, porque es lo necesario para seguir
creciendo a nivel individual, o por algún otro motivo?
Este, como cualquier otro cambio, nunca son procesos lineales donde
todo es ganancia, ¿creen que ya hicieron lo necesario para poder
manejarlo?
¿Estas conclusiones a las que han llegado, son su mejor aporte para
este proceso?
¿Hubo algo en este proceso que ustedes podrían mejorar agregando
algún elemento adicional?
¿Creen que el acuerdo de separación que han logrado es el mejor
acuerdo posible?
La humildad: saber el lugar que ocupo
Saber el lugar que ocupo
Esto nos deja frente a otro tema muy constructivo en cuestión del
vínculo, el cultivo de la humildad. El concepto de humildad es realmente
productivo y nutritivo en la calidad de vida de cualquier persona. Significa
“saber el lugar que ocupo”.

Cuando podemos tener en consciencia quiénes somos y para qué somos
buenos en cada relación, en cada circunstancia, en cada contexto, en cada
momento, la posibilidad de tener conductas que nos generen problemas con
los demás disminuye significativamente.
Por ejemplo:
1. Si estamos viviendo en la casa de nuestros padres y además ellos
pagan techo y comida, tendremos que seguir las reglas de la casa, pues
ellos son los dueños y tienen el derecho de establecerlas. Si
pretendemos modificar alguna nos tocará abrir esa conversación y
reflexionar con ellos acerca de esa posibilidad.
2. Si estamos con nuestro jefe y pensamos que sus ideas son mejorables,
podemos preguntarle si le parece bien que le hagamos alguna
sugerencia al respecto.
3. Si estamos de vacaciones y pagamos un hospedaje económico, se verá
muy raro que exijamos un servicio de gran turismo y además nos
creará problemas y tal vez arruine nuestra salida.
4. Si estamos con nuestra pareja tenemos que partir de que para que
exista la “pareja” debemos considerar que somos “parejos”,
independientemente de cómo se haya establecido la división del
trabajo y los roles de género. Tener diferentes tipos de actividades
nunca deberá significar que ocupamos jerarquías diferentes.
Es útil hacer una distinción entre ser diferentes y ser desiguales. Las
diferencias siempre son bienvenidas en las relaciones de pareja porque
cumplen un gran papel nutritivo, complementario, enriquecedor para ambos
y también para el vínculo:
Uno es el mejor cocinero.
El otro es el que mejor se comunica por teléfono.
Uno es el que mejor organiza las vacaciones.
El otro es el que mejores habilidades sociales tiene y cuida las
amistades de ambos.
Uno propone y enseña a disfrutar de la naturaleza.
El otro propone y enseña a disfrutar del arte.
Uno puede ser el proveedor de dinero.

El otro puede ser un gran administrador del dinero y generar un
patrimonio común.
Uno tiene un gran sentido estético y tiene la vivienda hermosa.
El otro organiza salidas muy interesantes.
Uno tiene inteligencia racional.
El otro tiene inteligencia manual.
La lista es infinita. Esto nunca significa que existen jerarquías, que uno sea
más que el otro, simplemente cada quien tiene habilidades y recursos
cognitivos, emocionales y conductuales diferentes al del otro, y esto es
altamente saludable para la relación de pareja, los enriquece a ambos por
que pueden disfrutar compartiendo sus sabidurías y las del otro.
Cuando uno de los dos se siente más que el otro, se establece una
jerarquía que rompe lo parejo, y lo más probable es que los conflictos
aparezcan casi inmediatamente, el que quedó abajo se sentirá incómodo e
intentará demostrar todo lo valioso que es su rol, tal vez cantaletiándolo, tal
vez dejándolo de hacer para que el otro note la ausencia de su actividad,
etcétera, pero intentará cobrar de alguna manera lo que hace para que de esa
manera se vuelva a equilibrar la relación.
Por esto es que es importante “saber el lugar que ocupo” tanto en la
relación como en la vida. De alguna manera evita que usemos al otro para
valorizarnos a costa de sentirnos más y en esa medida causemos una
reacción en el otro que muy probablemente terminará en conflicto.
Cuando cultivamos la consciencia de la humildad
también evitamos un problema que causa mucho
malestar y que es muy frecuente en las relaciones de
pareja, y que ustedes reconocerán inmediatamente:
“¡Nunca me da mi lugar!”.
Este tipo de malestar suele atravesar la vida de las parejas, desconocen su
lugar y también el lugar del otro, nunca conversaron sobre cuál es el lugar

que a ambos les queda cómodo en cada circunstancia, entonces sus
conductas son erráticas, ni se hacen responsables de ocupar su lugar, ni el
otro tiene claro cuál es la conducta que le corresponde dado el lugar que
ocupa en ese momento.
¿Tú sabes el lugar que ocupas en tu relación de pareja?
¿Cuál es el lugar que ocupa tu compañero?
¿Cómo, con qué criterios establecieron el lugar que ocupa cada uno?
¿Siguen cómodos en ese lugar o ya sería tiempo de revisar las
decisiones y cambiarlos?
¿Qué otros lugares te gustaría ocupar?, ¿ya pensaste en qué tendrías
que cambiar para que ocuparas esos otros lugares?
¿Estás entrenado en el cultivo de la humildad?
¿Eres consciente de todos los problemas que causa establecer
jerarquías al interior de la relación de pareja?, ¿cuáles son en tu caso?
¿Sientes que tu compañero sabe, reconoce y agradece el lugar que
ocupas en el vínculo afectivo?
¿Agradeces tú el lugar que ocupa él?
Cuando por algún motivo se crea alguna jerarquía en la relación,
¿cuáles son los criterios que utilizan para corregirla?
Cuando están con la familia de origen de uno de los dos, ¿conversaron
el lugar que ocupa cada uno en cada caso?
Cuando están con amistades de uno de los dos, ¿es claro para ambos el
lugar que ocupa cada uno?
LAS AUTONOMÍAS
Este es un tema que hemos ido desarrollando a lo largo de todo el libro.
Hemos hablado acerca de que las condiciones para lograr buenos y
nutritivos acuerdos en la relación de pareja tienen que ver con los niveles de
autorrealización y autonomía que tengan cada una de las partes.

¿Cómo construimos el concepto de autonomía?
Voy a retomar nuevamente a Rafael Manrique para hacer una reflexión
acerca de:
“Un sujeto autónomo es consciente de sus deseos y de sus intereses y
valora si merece la pena o no tratar de conseguirlos”. Posee el control de sí
mismo. Para ello es necesario deconstruir todos los términos que implican
universales del lenguaje. Por ejemplo, cuando hablamos de amor, saber qué
es lo que este concepto significa para mí, pues cuando utilizamos palabras
que tienen un contenido implícito dado por la cultura, que están cargadas de
significados, ideología y prácticas ya establecidas “quién sabe por quién”
estamos perdiendo autonomía. Nos evitamos el tiempo y el esfuerzo de la
autodefinición del lenguaje que elegimos utilizar y perdemos la profundidad
de una verdadera comunicación con nuestra pareja en particular y con el
mundo en lo general.
Hablar de autonomía implica hablar de la consciencia de sí mismo y del
concepto de persona que hemos adoptado, supone hacer de nuestra vida el
proyecto más interesante que vamos siendo capaces de construir.
La autonomía constituye el objetivo principal y más
valioso del ser humano, entendido como la posibilidad
de buscar y crear alternativas, de elegir, de decidir, de
cambiar, de crear, de inventar lo original para
nosotros, de arriesgar, de curiosear, de equivocarnos,
de volver a reflexionar, de reparar, de autocorregirnos,
de reinventarnos cada vez que lo creamos adecuado.
Cuando la relación de pareja la elaboran dos amantes con un buen nivel de
autonomía sucederá que:
Cada uno de los miembros constituye el punto de partida y el de
llegada de cualquier análisis de la relación de pareja. Todo aquello que
se decida deberá ser bueno (definido por cada quien de acuerdo a sus

propios criterios de desarrollo) para la vida individual de cada uno y a
su vez para el vínculo afectivo entre ambos.
Las personas están siempre cambiando, y en esa medida alteran sus
relaciones, modificando el cincuenta por ciento que les corresponde en
cada vínculo, y al hacer esto son a su vez afectados por ellas. Los
amantes tienen a nivel individual, un conjunto de valores, intereses y
deseos (VID) que se van transformando a lo largo de la vida, y en esa
medida se irá modificando el tipo de vínculo que los une.
Ambos cuidarán el desarrollo de su autonomía de tal manera que irán
fortaleciendo al vínculo amoroso. Cuando eligen una pareja se
preguntarán: ¿puedo seguir manteniendo mis proyectos vitales,
estando comprometido con esta relación amorosa? y ¿cómo vamos a
lograr que funcione la compatibilidad de VID de cada uno?
Las personas desarrollamos durante nuestra infancia y adolescencia una
serie de habilidades que nos permiten no sólo sobrevivir sino también
definirnos a nosotros mismos y generar lo que será nuestro espacio, nuestro
lugar en el núcleo familiar, amical, estudiantil y hasta laboral.
Construiremos nuestra historia de vida a través de quién tuvimos que ser
entre los hermanos (el bueno, el rebelde, el inteligente, el fuerte, etcétera),
cómo logramos pertenecer a la familia donde nos criamos incluyendo varias
generaciones, cómo asimilamos los ritos, mitos y misterios que ellos
elaboraron.
Todas estas habilidades y cualidades nos permiten obtener, en el mejor
de los casos, casi todo lo que deseamos para nuestra vida. A veces, esos
recursos son insuficientes, y nos sentimos como atrapados por conductas
que logran un nivel de conflicto y de falta de funcionalidad más o menos
alta. Cuando es así decimos que necesitamos aumentar, desarrollar nuevas
habilidades emocionales, cognitivas y conductuales.
Esto constituye asumir un entrenamiento cotidiano para el desarrollo y
uso del pensamiento crítico, la deconstrucción de las creencias que
adoptamos, generalmente de manera inconsciente, del contexto cultural que
nos rodeó y crió, y luego volver a elegir aquel sistema de creencia que sea

funcional a nuestros nuevos valores, intereses y deseos. Las nuevas ideas
traen aparejadas necesidades de cambio en las conductas y en el desarrollo
de nuevas habilidades que nos permitirán manejar nuestra vida para llegar a
nuestros objetivos presentes.
Cuando tomamos consciencia de que estos procesos
les suceden a ambos miembros de la pareja, parece
sencillo comprender cómo y por qué las relaciones de
pareja amoroso-eróticas suelen tener un grado de
complejidad bastante alto y que, para que crezca en
armonía, deberemos aprender a amar amándonos.
¿Cómo construimos el concepto de autorrealización?
Este concepto está directamente ligado al de autonomía. Dos son las
características que se destacan para su construcción, una son las
potencialidades que tiene la persona y la otra como pone en práctica esas
capacidades en su vida cotidiana. Se trata de cómo la persona logra realizar
sus definiciones y deseos de calidad de vida en su presente, en su realidad
de todos los días. Se construye en el medio ambiente en el que vive y tiene
que ver con las relaciones humanas y afectivas que ha tejido durante su
devenir en las distintas áreas que eligió desarrollar en su vida.
El desarrollo de las capacidades humanas representa algo muy valioso y
siempre mejorable para las personas, y tienen la virtud de proporcionar cada
vez más satisfacciones, aunque a veces el aprendizaje demande tiempo,
voluntad, disciplina, perseverancia y, esencialmente, una reflexión profunda
para ir definiendo con claridad y flexibilidad como queremos vivir nuestra
vida en cada una de sus diferentes etapas.
La realización de las personas es compleja de lograr pues, como ya
comentamos, nuestra cultura a través de la política, la moda y la publicidad
genera personas estructuralmente insatisfecha, que consumen para consolar

esa insatisfacción crónica, y la propuesta de consumo es infinita, diversa y
cambiante: “la zanahoria va adelante y el burro detrás de ella aunque nunca
la alcanza”, entonces suelen acontecer procesos contradictorios y vacíos de
contenido porque:
Las personas no eligen lo que quieren, sino más bien quieren lo que se
les ofrece como símbolos de estatus o de felicidad futura, y entonces,
cuando lo logran, se dan cuenta que no los llena. Esta sensación se
produce porque careció de un verdadero motivador interno; es decir,
no había un interés real donde se seleccionó entre varias alternativas lo
que en realidad constituye un aumento de la calidad de vida —y para
ello es necesario tener definido lo que según uno mismo es calidad de
vida—, ni hubo consciencia de que cuando se cumple un deseo
aparecerán otros nuevos. Si esto se vive como un proceso
automotivador, entonces podremos disfrutar los viejos deseos
satisfechos y los nuevos como activadores de las nuevas estrategias de
autorrealización. El placer y el orgullo de ella nunca debe remplazarse
por lo efímero del consumo desechable, conformista y publicitario.
Ahora les toca ir tras la siguiente zanahoria que se desprende como el
nuevo símbolo de éxito. La construcción de estas imágenes del estatus
quo se basan en un consumo de cosas superfluas que se adquieren
rápidamente sin correr ningún riesgo y sin más esfuerzo que el uso de
una tarjeta de crédito (que sólo cuando hay que pagarla se toma
consciencia de que tan irresponsable fue su uso).
Cuando ponemos estas reflexiones en el ámbito de la pareja, vemos que se
estimula la idea de lo que puede pasar si desaprovechamos las
oportunidades de volver a elegir cómo deseamos vivir, de seleccionar entre
varias alternativas aquella original que satisfaga mis verdaderos intereses y
deseos personales, aunque apostarle a ellos sí demanden del esfuerzo
necesario para lograrlo.
Entonces se construye un círculo vicioso: cuanto menos motivadora son
las conductas que nos llevan a la autorrealización y mayor el consumo
desechable, menos posibilidades y oportunidades se crean las personas para

reflexionar y volver a elegir y así disminuye la capacidad de construir la
libertad e independencia individual y la posibilidad de estar en
comunicación real entre los amantes.
¿Cómo construyen su autonomía?
¿Tienen definidos sus valores, intereses y deseos para su vida?
¿Cuáles son los compatibles y cuáles no?, ¿cómo piensan manejarlos?
¿Han elegido cómo quieren vivir el amor, la sexualidad, la economía,
etcétera?
¿Cuáles son las habilidades más destacadas tuyas y del vínculo que
ustedes tejen?
¿Conoces cuáles son las de tu pareja?
¿Qué crees que el otro opina de las tuyas? ¿Se lo preguntaste?
Cuando decides acompañar a tu pareja en algunos de sus intereses, ¿te
preguntas cómo mejorará tu vida esa decisión?
¿Conoce tu compañero cuáles son tus proyectos personales más
importantes?
¿Conoces los de él?
¿Comparten los sueños más queridos de ambos?
¿Conoces que lugar has ocupado en tu familia de origen?
¿Cuál es lugar que quieres ocupar en tu relación de pareja?
¿Cuáles son las habilidades que les gustaría desarrollar a cada uno?
¿Cuáles son los recursos que creen que les falta en la relación de pareja
que tienen?
¿Consideran que el tipo de pareja que construyeron permite el
desarrollo de la autonomía y de la autorrealización de cada uno?
¿Qué sientes cuando tu pareja está disfrutando el placer de la
autorrealización?
Cuando la realización del proyecto personal de tu pareja es
incompatible con el tuyo, ¿cómo toman las decisiones?
¿Elaboraron algún mecanismo para cuidar el mantenimiento de la
equidad entre ustedes?
¿Listaron cuáles son sus principales habilidades, recursos,
herramientas y estrategias de vida?

Este suele ser un ejercicio muy interesante y revelador para nosotros
mismos y, por lo tanto, para nuestra pareja:
El Salvavidas y el Faro
Cuando estamos en procesos de cambios —a nivel consciente o
inconsciente— es probable que nuestras emociones se tornen inestables y
variadas, en un momento podemos sentirnos poderosos y muy animados y
en otros nos sentimos atemorizados o confundidos y disminuye la confianza
sobre las nuevas decisiones que estamos tomando.
Para estos momentos suelo usar una herramienta que logra ser muy
efectiva en la mayoría de los casos, la llamé: “el salvavidas”, haciendo
alusión a que si bien rara vez resuelve el problema que nos aqueja, es útil
para salir del estado de ánimo que nos genera más inestabilidad de la que
nos sentimos preparados para manejar.
Se trata de tener a la mano una lista de todas las cosas, conductas o
circunstancias que siempre nos han gustado, o nos dan placer, o satisfacen

ciertos deseos presentes o infantiles.
El ejemplo que pongo a continuación se me ocurrió conversando con
una mujer de sesenta y tres años que sufrió toda su vida el maltrato
físico y emocional primero de su madre y luego de su esposo. Esta
señora un día dijo “basta” e inició un proceso de transformación
realmente admirable. Como es lógico había hábitos de conducta muy
arraigados y era necesario sostenerse de algo cada vez que, por una
repetición de ellos, parecía que todo el esfuerzo fracasaba.
Si bien Carmen sabía que los procesos de cambio nunca se
desarrollan de manera lineal, sino que eran en forma de espiral y
además con movimientos laterales y de retroceso y que todo ello se
podía aprovechar como nueva información para retroalimentar a la
misma transformación, a veces necesitaba que le tiraran un
salvavidas; ella lo hizo así repasando todo lo que le había dado alivio
en los momentos difíciles.

Esta lista es muy distinta de una persona a otra y generalmente realizan sólo
la segunda columna. La idea es que cuando nos sintamos vulnerables
podamos leer nuestro “salvavidas” y elegir hacer aquello que mejor nos
venga para ese momento en particular y que nos remita a reconectarnos con
nuestras habilidades y fuerzas interiores.
Para otras personas y también parejas (cuando la elaboran ambos
miembros conjuntamente), les es más útil a los mismos objetivos tener la
lista de todo lo que les disgusta de su vida actual y por qué lo desean
cambiar.
La segunda columna tiene un nivel de dificultad mayor para escribirla,
además que en la medida que van reflexionando los distintos temas, esa
lista tiende a modificarse:
HOY TENGO, ME PASA O SIENTO CÓMO LO QUIERO CAMBIAR
1.
2.
3.
4.
5.
1.
2.
3.
4.
5.
En general se utiliza de la misma manera, cuando se sienten más
desanimados la retoman y suelen volver a encontrar la voluntad y la
disciplina para seguir con los cambios que quieren hacer. Ya hemos
comentado que el cambio debe responder a los valores, intereses y deseos
(VID) profundos de la persona, para que realmente se mantengan, pues si se

trata de consumo desechable es probable que aun alcanzándolos nos
sintamos frustrados en vez de autorealizados.
Los proyectos personales y el Faro
(Cartulina)
Otra herramienta muy antigua y también útil a nivel neurológico,
aunque también puede ser motivacional, es el “faro” o la cartulina. Se trata
de elegir un plazo de tiempo, por ejemplo seis meses, o uno o cinco años
según cada caso, y comprar una cartulina para ir pegando en ella todas
aquellas imágenes que representen lo que quieren alcanzar al llegar a esa
fecha.
Algunas personas dibujan, escriben y pegan, otras lo hacen por internet
y lo tienen de pantalla de escritorio en su computadora, cada quien según su
creatividad y posibilidades. Luego se coloca en algún lugar donde estemos
viéndolo la mayor cantidad de veces posibles cada día. Hay personas que le
sacan fotocopias y lo pegan en varios lugares de la casa, oficina o
automóvil.
Esto suelen hacerlo tanto a nivel individual como de pareja. La manera
en que funciona es muy simple: el cerebro nos va a llevar si le decimos
adonde queremos ir. Podemos tener muchos recursos y habilidades pero
sólo nos moveremos si sabemos hacia qué objetivos nos dirigimos.
Walt Disney decía algo así como “soñar puede resultar peligroso, porque
es probable que se haga realidad”. De allí que esta cartulina funcione como
un faro para nuestro cerebro, algo así como: “Recuerda que vamos hacia
allá”.
Una manera bastante práctica de cómo hacerla es la siguiente:
1. Pensamos cuáles son las áreas de vida que consideramos importantes
para nosotros y las escribimos en una lista en la primera columna de un
cuadro de cinco columnas más.
2. Elegimos una fecha (meses, o años, o un cumpleaños, etcétera) en la
cual ya quisiéramos haber cambiado todo aquello que decimos

modificar y la escribimos como título de la cartulina que compramos.
3. Pensamos en las horas que tiene un mes (setecientos veinte horas) y le
descontamos aquellas que utilizamos para dormir, comer, asearnos y
arreglarnos (unas trescientas horas como mínimo), entonces nos
quedan cuatrocientas veinte horas para construir el resto de nuestra
vida. Elegimos cuántas le queremos dedicar a cada una de esas áreas
de tal manera que su suma nunca exceda esas cuatrocientas veinte
horas y las anotamos en la siguiente columna.
4. Luego hacemos un cálculo de porcentaje para tener en la consciencia
la forma en que hemos decidido gastar nuestro tiempo de vida en
nuestro escenario ideal y los anotamos en la segunda columna.
5. Luego calculamos cómo esto es en realidad hoy en día, es decir
cuántas horas dedicamos en la actualidad a cada área y las anotamos
en la tercera columna.
6. Restamos la primera columna de la tercera y anotamos los resultados
en la cuarta columna. Esta columna nos indicará los cambios que
deberíamos de hacer en cada una de las áreas para llegar al resultado
que decidimos que queremos hacer para la fecha que hemos anotado al
inicio. Habrá renglones donde tenemos que aumentar la cantidad de
horas invertidas y otras que tendremos que disminuirlas.
7. En la 5ª columna podemos anotar cómo, a través de qué recursos,
habilidades o herramientas podremos lograr esos cambios.
El que sigue es un ejemplo cualquiera, cada quien deberá crear el suyo:

Una vez realizado el cuadro debemos buscar las imágenes que
corresponden a lo que para mí es lo que define mi calidad de vida,
recortarlas y pegarlas en la cartulina. A veces es recomendable que le
saquemos fotocopias y las peguemos en todos aquellos lugares donde
permanecemos mucho tiempo (recámara, baño, automóvil, oficina,
escritorio de nuestra computadora, etcétera).

Toda la reflexión e introspección que necesitamos hacer para llenar el
cuadro nos ayudará a definir nuestro Proyecto Personal de Vida, que por
supuesto irá cambiando a medida que pasa el tiempo. Si hacemos un gráfico
de un círculo con la segunda y también con la cuarta columna, nos será muy
útil porque generalmente el cerebro retiene más fácilmente una imagen que
un cuadro numérico.
Cuando todavía nos falta elegir a nuestra pareja o
cuando estamos redefiniendo la relación que ya
tenemos, será útil tener más claridad acerca de cuál
es nuestro Proyecto Personal de Vida para informarle
a nuestro compañero hacia dónde nos dirigimos y si
además él también tiene definido el suyo, entonces
será más fácil determinar si podemos caminar juntos
o si nuestros proyectos son incompatibles.
Habilidades/vicios/mecanismos de defensa
Intenciones positivas
Ya hemos hablado del tema de las emociones, de cómo y cuando una
habilidad es muy útil, eficaz y eficiente para lograr lo que queremos en un
espacio o área de nuestra vida, si la queremos utilizar para resolver todos
nuestros problemas puede ser contraproducente y ocasionar mayores
conflictos.
Esto ocurre muy frecuentemente, por ejemplo, conocí a un hombre
exitoso en los negocios donde una parte importante de sus logros la
debía a la facilidad con que se le ocurrían soluciones a todos los
asuntos de su empresa y era muy eficaz en instrumentar la solución
dando las órdenes adecuadas a sus empleados. Cuando intentó,
durante muchos años, que esta estrategia funcionara para la

construcción de su pareja y de su familia y los resultados eran
opuestos, se sorprendía de que en su hogar lo calificaran de mandón,
autoritario, egocentrista, insoportable, y que evitaban escucharlo
opinar acerca de los problemas relacionales que tenían entre ellos.
A estas habilidades utilizadas sin reflexionar si nos llevarán al resultado
deseado o no, le llamamos “vicios” porque se convierten en conductas
autodestructivas.
Explicábamos que la línea que convierte una habilidad en vicio es la que
responde a la pregunta: ¿esta conducta me lleva a lograr los objetivos que
quiero para mi vida?
Estas son unas de las decisiones que nos pueden generar conflictos,
también hemos mencionado muchas otras. En casi todas esas oportunidades
proponíamos hacernos responsables del malestar y buscarle una solución
cambiando alguna conducta. En este apartado vamos a distinguir entre los
comportamientos que se convierten en autodestructivos generadores de
conflictos que nos producen emociones de dolor, enojo, tristeza,
insatisfacción, frustración, o cualquier otro tipo de incomodidad y
decidimos trabajarlas para dejar de sentir eso que nos molesta y aquellas

conductas que constituyen mecanismos de defensa de las propias locuras
que todos tenemos y que derivan de cómo se estructuró nuestro carácter.
Los dolores se pueden trabajar, los mecanismos de
defensa se sostienen en la consciencia y se manejan
para que nos incomoden lo menos posible.
Un ejemplo puede aclarar este punto.
Conocí a una mujer muy hermosa de cuarenta años con grandes
habilidades para captar las necesidades de sus seres queridos y en
general casi de cualquier persona. Las había adquirido cuando era
muy pequeña; fue hija única y sus padres eran muy jóvenes y tenían
muchas parejas amigas igualmente jóvenes y todavía sin hijos. Ella
tuvo un desarrollo muy rápido y antes del año de edad controlaba
esfínteres, caminaba y decía algunas palabras, tanto sus padres como
sus amigos le festejaban cuanta ocurrencia ella hacía, todos se la
disputaban para sacarla a pasear porque era muy social, adaptable y
risueña.
Entonces aprendió que comportándose, según las expectativas de
los otros, ella era muy atendida y mimada. Esto le producía
sentimientos de aprobación, aceptación, respeto, pertenencia.
Cuando creció, estas habilidades le fueron útiles para triunfar en
muchas áreas de su vida: profesión, economía, pareja, hijos, amigos,
familia de origen. Se dio cuenta que muchas veces sufría porque al
vivir tan pendiente de los deseos, intereses o necesidades ajenos, se
olvidaba de sí misma, de sus necesidades, de sus intereses, de sus
deseos y hasta de sus valores. Muchas veces se sentía usada por los
otros, o abandonada cuando ella necesitaba algo o traicionada cuando
ella esperaba de los otros una conducta igualmente sensible para con
ella. Sufría mucho por esto e inició un proceso de transformación
para poder seguir siendo la misma sin olvidarse de ella. Así fue como

generó una hipersensibilidad a las demandas ajenas, podríamos decir
que era prácticamente reactiva a ellas. Esto fue aún más difícil, pues
intentaba usar lo menos posible esas habilidades propias de su
estructura de carácter por el dolor que le causaban y a su vez el dejar
de utilizarlas le producía una gran contradicción interna, pues
deseaba hacerlo y a su vez se lo prohibía para evitar sufrir el dolor
del olvido de sí misma.
Intentaba trabajar esa hipersensibilidad y reactividad y su desazón
aumentaba. Parecía una trampa, pues resolver un malestar le
acarreaba otro y generalmente le era difícil distinguir cual era peor.
Ella estaba convencida que todos los malestares que nos acaecen
deben ser trabajados para dejar de sentirlos. La solución de esta
trampa comenzó a resolverse cuando pudo distinguir el dolor de una
conducta autodestructiva y un mecanismo de defensa transpersonal
desatado precisamente por esa conducta. La hipersensibilidad a las
expectativas o necesidades ajenas era el mecanismo que a nivel
inconsciente había desarrollado para evitar utilizar esa habilidad
cuando para hacerlo tenía que atropellar su propia vida. Era
equivalente a hacerse esa pregunta que planteábamos para distinguir
si estamos atravesando esa línea donde la habilidad se convierte en
vicio: ¿esto que voy a hacer es bueno para mí, me lleva a lograr los
objetivos que quiero para mí?
La hipersensibilidad era el mecanismo de defensa para no
“pasarse de la raya” y al poder vivirlo y respetarlo como tal desde la
consciencia, logró dejar de sentir esas contradicciones y jaloneos
internos y tomar sus decisiones en paz, protegida de sí misma —en el
sentido de su estructura de carácter— gracias a él.
Distinguir entre conductas que originan conflictos y mecanismos de defensa
propios de nuestra estructura de carácter, puede ser muy útil para salir de
esas autotrampas donde sentimos que hagamos lo que hagamos nos va fatal.
Si además compartimos esta información con nuestra pareja, es muy posible

que al comprender por qué hacemos lo que hacemos los problemas
disminuyan considerablemente.
El otro elemento que podemos utilizar cuando nos percibimos en un
callejón sin salida, es buscar la intención positiva de nuestra conducta.
Cuando una persona que me consulta me cuenta, por ejemplo, que
porque estaba enojada dejó de hablarle a su marido durante varios días, yo
habitualmente hago las mismas preguntas:
¿Cuál es la intención positiva de esa conducta?
¿Y para qué haces eso?, ¿en qué te ayuda a ti?
¿Qué quieres lograr cuando haces eso?
¿Qué clase de necesidad tuya estás satisfaciendo cuando haces eso?
Frecuentemente suelen contestar algo así como: “Ninguna, sólo me trae más
problemas”. Esto merece una reflexión, nuestras conductas siempre
obedecen a satisfacer alguna de nuestras necesidades, generalmente están a
nivel del inconsciente. Hacerse la pregunta, aunque carezca de respuesta
inmediata, es lo que muy probablemente nos lleve a comprendernos un
poco más y ello aumentará nuestra inteligencia emocional, pues ella crece
en la medida que tiene más y mejor información acerca de nosotros
mismos. Si desarrollamos la inteligencia tendremos más posibilidades de
tomar más y mejores decisiones de conductas que nos lleven adonde
queremos ir.
Es más importante hacerse la pregunta que tener la respuesta.
Cuando nosotros nos hacemos una pregunta el
cerebro buscará alguna respuesta y en algún
momento “nos caerá el veinte”. Debe estar redactada
en términos de para qué hago esto y nunca por qué,
pues en este caso todos tendemos a buscar alguna
justificación para ese comportamiento, y siempre la
encontraremos, pero generalmente esa respuesta es
de poca ayuda para la introspección.

Si nos entrenamos a buscar la intención positiva a todos nuestros actos, aun
a los más censurados por nosotros mismos, el proceso de autoconocimiento
se desarrollará con amabilidad y respeto hacia nosotros y de esa manera nos
sentiremos más inteligentes, con más poder sobre la determinación de
nuestro bienestar y más confiados para cambiar todo aquello que pueda
llevarnos a aumentar la calidad de vida que hemos decidido tener.
Diferencias en los momentos del proceso de cambio
Antes y después
El tema de lo constructivo del desarrollo de las autonomías para el
fortalecimiento de las relaciones de pareja amoroso-erótica amerita una
reflexión más. A veces llegan al consultorio los dos miembros de la pareja
de común acuerdo, otras veces uno trae al otro para que se le cure y otras
veces viene uno solo de los amantes porque pretende que el problema de la
pareja es culpa suya, o porque está cansado de sufrir, o porque su pareja
decidió evitar asistir en su compañía, etcétera.
En cualquiera de los casos nada garantiza que ambos tengan la misma
facilidad para tomar decisiones sobre su vida individual e iniciar los
cambios que cree convenientes. Suele suceder que uno esté más motivado
que el otro y lo entusiasme para hacer juntos el proceso de transformación,
o que los dos le pongan el mismo interés, o cualquier otra alternativa. En
general podemos pensar que hay tres procesos de cambios que se abrirán
simultáneamente, el de los dos amantes y el del vínculo afectivo que tejen
entre ambos, que cambiará con cada interacción modificada de cada uno de
ellos, lo cual produce retroalimentaciones a los dos y así sucesivamente.
A veces ambos gozan todo esto y se divierten haciendo todos los ajustes
que parecen necesitar. También podremos esperar que los cambios en cada
uno tengan diferente ritmo, que aparezcan desajustes momentáneos, que los
conflictos queden al descubierto con una claridad y profundidad que
desconocían, que los amantes se sientan más dolidos y alejados, hasta que

decidan separarse por un tiempo mientras cada quien hace los cambios que
a nivel individual dicen necesitar.
Así pasó con una pareja de amantes jóvenes, llevaban tres años de
casados y decidieron vivir sin hijos (al menos a corto plazo). Los dos
son profesionales, ella es mexicana y tiene un excelente trabajo con
mejoras laborales y económicas periódicas, él es estadounidense y
trabaja por su cuenta en un sector que todavía le produce ingresos
inestables. El vínculo afectivo es fuerte y los dos dicen querer
permanecer compartiendo su vida. Viven un nivel de conflicto diario
expresado a través de las responsabilidades económicas que tiene
cada uno. Como ella tiene mayores ingresos de dinero percibidos
quincenalmente, le tuvo que prestar a él en varias ocasiones ya que
estaba imposibilitado de cubrir sus obligaciones con el presupuesto
de la pareja.
El planteamiento del problema que ella vive y relata lo refiere
como “ya estoy harta de ser su madre” y él vive en gran medida
pendiente de satisfacer todos los deseos y necesidades de su mujer
aunque asume que tiene que dejar su adolescencia de rebelde y
“hacerse hombre” pero que se hartó de ser maltratado con un silencio
y lejanía física y emocional cargada de mucho enojo de parte de ella,
como si fuera un niño que no cumple su tarea y es necesario
castigarlo para que aprenda.
Si bien el conflicto parece ubicarse en el área del dinero, en
realidad se trata de una serie de diferencias en los sistemas de
creencias de ambos. Ella tiene expectativas que parecieran
convencionales en la cultura mexicana, en el sentido que le gustaría
formar una familia donde el hombre gane bastante más dinero que la
mujer, se ocupe de mantener la casa familiar y de la formación del
patrimonio y que el dinero que ella gane lo pueda ahorrar para
algunos caprichos compartidos o individuales. Fue criada en una
familia disfuncional donde el padre abandonó el hogar de manera
definitiva después de muchas ocasiones en que desaparecía por

algunos días o meses, así también como sus obligaciones parentales
y tanto la madre como los hermanos sufrieron todo este desajuste,
abandono, escasez económica, etcétera. Dentro de todo ese drama
familiar ella frecuentaba mucho la casa de su abuela materna, que la
consolaba mostrándole una familia convencional que funcionaba con
ese esquema.
En este sentido, Paola siente que repararía sus carencias infantiles
con un marido que le ofrezca lo que su padre le negó, a través del
modelo de sus abuelos. También tiene claro que ella para nada
llevaría la vida que tuvo su abuela a nivel individual.
Él también proviene de una familia disfuncional con un padre
violento, mujeriego y déspota que terminó abandonando el hogar y
sus obligaciones parentales, pero él tiene una excelente relación con
la familia de su abuela materna, a quien admira. Ella tiene un modelo
de pareja y de familia que funciona muy bien donde se
responsabiliza de administrar todo el dinero de la familia y además
es la que toma todas las decisiones importantes de la misma. El
abuelo sigue dócilmente las indicaciones de su mujer porque dice
que es mucho más sabia que él para esas cosas y Juan lo idolatra
como un ser excepcional.
Cuando él exclama: “Yo soy igual a mi abuelo”, parece obvio que
también ha encontrado como fantasía de reparación de los dolores y
carencias infantiles al modelo de pareja de sus abuelos. Así se buscó
una mujer que maneje todo el dinero y tome las decisiones y él
dedicarse a contemplarla y satisfacer todos sus deseos. Se plantearon
separarse durante tres meses para que él se haga hombre y ella deje
de ser una madre castigadora. En realidad los dos están haciendo un
proceso de crecimiento individual confrontando la viabilidad de sus
expectativas del modelo de pareja de sus abuelos con la calidad de
vida que pretenden tener como una pareja joven y moderna.
Las expectativas y creencias de cuál es el modelo de pareja a imitar son
incompatibles. Cada quien busca su propio consuelo y reparación de una

manera que deja al otro insatisfecho.
Lo que queda poco claro es si después de que cada quien, por separado,
modifique lo que convenga a sus valores, intereses y deseos particulares,
seguirán pensando en el otro como en el compañero con quien quieren
compartir su vida.
La idea de separarse para que cada quien resuelva
sus propios dolores a nivel individual suele
presentarse como la única opción factible,
especialmente cuando el nivel de fusión o de colusión
son elevados, es que a veces se dan cuenta que los
que los mantenía unidos era precisamente el dolor
que se producían como camino para agudizar las
contradicciones internas y así poder enfrentar sus
problemáticas individuales.
Suele pasar que después de terminados estos procesos, el otro les deja de
interesar como compañero para la construcción de una relación de pareja
amoroso-erótica, aun cuando el afecto que sienten el uno por el otro puede
perdurar pero resultar insuficiente para ese tipo de vínculo.

CAPÍTULO 8
LA NECESIDAD DE LA ADULTEZ
Decidir convertirse en un adulto modifica nuestra vida individual y la
manera de relacionarnos con el otro miembro de la pareja. Nos transforma
en personas responsables del resultado de nuestra conducta y, por lo tanto,
en los mejores arquitectos de nuestra existencia.
¿CÓMO CONSTRUIR RELACIONES AMBIV ALENTES?
Para poder construir una relación de pareja amoroso-erótica de largo plazo,
recíproca, leal, fuerte y bien entrenada para resolver los problemas que se
van presentando en la vida cotidiana, se necesitan dos personas adultas.
Se dice que comenzamos a ser adultos cuando
dejamos de ser hijos. Este es un proceso que dura
muchos años, desde que nacemos hasta
aproximadamente los veinte años. A algunas
personas les resulta imposible lograrlo aunque tengan
sesenta años, nunca terminan de hacer el proceso
que se ha llamado de separación-individuación
respecto de sus padres.

Esto se va logrando en la medida en que nos vamos haciendo
independientes; es decir, que nos vamos valiendo por nosotros mismos para
resolver nuestros problemas. Cuando estamos en el útero materno vivimos
en un mundo sin necesidades porque la biología de nuestra madre nos
proveerá todo lo que necesitamos para crecer. Cuando salimos al mundo
exterior nos convertimos en seres totalmente dependientes de una persona
que nos cuide, a quien llamamos madre. Somos cien por ciento
dependientes en el sentido de que si la madre deja de cuidarnos, nos
morimos: es imposible sobrevivir sin el cuidado de otra persona.
Poco a poco aprendemos a llorar para avisar que necesitamos algo, a
comer casi solos, a controlar esfínteres, a gatear y luego caminar, a
pronunciar algunas palabras, a recibir halagos cada vez que logramos algo
nuevo, a sonreír, a distinguir quién es quién, etcétera.
Después llega la etapa de los berrinches, entre los dos y los cuatro años
ya tenemos muy claro que nuestros deseos, intereses, tiempos y emociones
son distintos a los de nuestra madre y además que rara vez coinciden. Cada
vez que sucede esto hacemos lo que siempre nos dio buen resultado para
que otros nos den lo que queremos: ¡lloramos!, y resulta que parece que
esta estrategia perdió su poder de convencimiento y nuestra madre ya
responde de manera diferente a nuestro llamado, nos deja llorar… (en el
mejor de los casos). Entonces lloramos más y más fuerte, pataleamos y
hacemos el mayor escándalo que se nos ocurre, ¡y nada!, esto sucede
muchas veces, hasta que nos damos cuenta que —de tanto llorar— ese
recurso ya dejó de servir; entonces nuestro cerebro elaborará algo nuevo
para que logremos lo que queremos por nuestros propios medios.
¡Crecimos!
En nuestro cerebro se habrá hecho un nuevo camino neuronal que fije la
nueva estrategia de logro personal. Así vamos aprendiendo a ir
solucionando nuestras necesidades de manera cada vez más autónoma.
Por ejemplo, Pedrito tiene tres años y está jugando en su cuarto con
una pelota, llega la madre y le dice que lo va a llevar a comer, a él le
importa poco la comida en ese momento y sigue jugando. La madre

toma la pelota y la pone en un estante que él no puede alcanzar.
Pedro hace un gran berrinche, llora, grita y la mamá se va a la
cocina, después de un rato llega Pedrito a la cocina todavía
sollozando y pide la pelota, la madre lo abraza y le dice que lo quiere
mucho y que en cuanto termine de comer le dará su pelota.
Esto se repite unas cuantas veces. Un día la madre toma la pelota,
la pone en el estante y se va a la cocina esperando escuchar el
berrinche de Pedrito pero sólo llega el silencio, después de unos
minutos la madre regresa a ver qué pasa y ve que su hijo puso una
mesita debajo del estante donde está su pelota, arriba de la mesita
puso una sillita y encima un osito de peluche y está trepado allí
arriba bajando su pelota. La madre sonríe, su hijo acaba de crecer,
pudo satisfacer una necesidad (seguir jugando con la pelota) a su
manera.
Luego llegará la época de la socialización, la escuela primaria, los amigos,
¡El inmenso mundo de afuera de casa! Podríamos decir que si nuestra
madre nos dejó llorar lo suficiente cuando hacíamos berrinches hasta que
nuestro cerebro se enteraba que “¡llorando pocas veces se consigue algo!”,
entonces habremos podido crecer lo suficiente para enfrentar todas las
novedades, peligros, descubrimientos y sorpresas del mundo nuevo de la
escuela, con un nivel de valentía y autoestima suficiente como para poder
disfrutar el seguir creciendo y desarrollándonos.
El final de la escuela secundaria y la preparatoria suele ser un caos
interno y externo. Nuestro cuerpo comienza a cambiar, y las hormonas
sexuales son casi inmanejables, nos ponen todo tipo de trampas que,
sumadas a las de nuestros amigos adolescentes, todo se pone de cabeza. A
nuestros padres los vemos como dinosaurios torpes y fuera de su época
histórica ¡no dan una!, los cuidados que tanto reclamábamos de ellos ahora
nos resultan humillantes, sólo queremos ser “distintos” de ellos, y para eso
es indispensable “separarnos”; esto debería ser el final del proceso de
separación-individuación, donde nosotros buscando ser nosotros mismos

vamos construyendo una identidad mental, emocional, sexual y conductual
diferente a “todo lo que huela a padres”.
Nos separamos de nuestros padres gracias a todos
los defectos y errores que les vemos o les inventamos
a ellos.
¿Cómo lo hacemos? La estrategia más utilizada en una sociedad que valida
la violencia como forma de manejar las diferencias, es la pelea. Peleamos
generalmente primero con nuestra madre (o con quien haya cumplido con
ese rol) y luego dependiendo de cómo funcione cada sistema familiar,
también pelearemos con los demás integrantes de la familia.
Si nuestra madre le entra a la pelea de igual a igual, el proceso fluye
mal, se atora, terminaremos doblegándonos y construyéndonos muy
parecidos a ella o todo lo contrario, seremos lo opuesto. En una u otra
alternativa sólo aprendimos a ser o iguales o lo opuesto, poco o nada hemos
buscado otras alternativas entre las cuales elegir, nunca “giró nuestra
piedra” (no establecimos criterios propios), el proceso de construirnos como
una diferencia legítimamente diferente quedó trunco, o tal vez incompleto,
el de buscar alternativas, reflexionarlas, deconstruirlas, analizarlas y
reelegir qué es lo bueno para nosotros mismos en ese momento de nuestra
vida. En cambio, cuando nuestra madre nos permite pelear y se abstiene de
seguirnos el juego de la pelea y más bien nos hace preguntas tales como:
¿Qué quieres lograr cuando haces eso?
Yo lo pensaría de tal… manera, tal vez tu padre de esta otra…, pero
sería interesante saber cómo lo piensan otras personas… ¿tú cómo
crees que será lo bueno para ti hoy en día?
Ante el clásico: “Me dejas…”, respondemos: ¿Si yo te dejo, a ti para
qué te serviría?
O “¡¿Qué quieres que haga!?, responderemos: “¡Lo que sea bueno para
ti!”

¿Qué resultados tuvo tu conducta de ayer?, ¿te resultó agradable?, ¿te
gustaría repetirlo?
¿Qué piensan los padres de tu amigo sobre este tema?
¿Cuál de tus maestros crees que tendría más criterios para resolver ese
problema?
¿Qué fue lo mejor que sucedió en esa fiesta?, ¿y lo peor?
¿Qué es lo que más te gusta de tu colegio?, ¿y lo que más te disgusta?
Con mucho gusto te permito usar… después de que hayas cumplido
con tu obligación de…
¿Cuáles serían las reglas que pondrías cuando tengas tu propia casa?,
¿cómo vas a hacer para cumplir las de esta casa mientras vivas aquí?
Aquí nos sirven todas las preguntas que se nos ocurran (como padres) para
auxiliarlos a que ellos piensen utilizando sus propios criterios; es cierto que
tienen pocos, y también igualmente cierto que pueden desarrollar muchos
más si les damos una ayudadita.
Esto de ninguna manera significa que vamos a dejar de percibir que nos
odian cada tanto, es más, probablemente sea peor que si le entráramos a la
pelea, porque pelear es mucho más fácil que pensar y reflexionar.
Algo sucede siempre, ellos buscan con desesperación al ser humano que
vive dentro de su madre y de su padre, si nosotros logramos mostrárselos,
con nuestras grandezas, habilidades y recursos y con nuestras fallas,
ignorancias, miserias, etcétera y principalmente con todo lo que los
amamos, ellos encontrarán el permiso de crecer y temerán un poco menos
en convertirse en adultos.
Cuando aprendemos a tratar a nuestros padres “de adulto a adulto” de
“ser humano a ser humano”, aceptándolos como son, en realidad cómo van
siendo, porque todos estamos siempre cambiando y el límite es la muerte,
entonces ese será el mejor síntoma de que nos vamos convirtiendo en
adultos.
Si iniciamos una relación amorosa siendo adultos,
esa aceptación y respeto que aprendimos a sentir por

nuestros padres como seres humanos diferentes a lo
que nos hubiera gustado que fueran, luego por
nuestros demás familiares, por nuestros amigos,
etcétera, será fácil poder sentir algo parecido por
nuestro compañero de pareja, y los conflictos entre
ambos serán menos y se resolverán más fácilmente.
¿Cómo nos damos cuenta que este proceso quedó inconcluso? Si algunas de
las actitudes de nuestros padres nos siguen molestando todavía, entonces es
probable que aún nos falte revisar algo de aquel proceso.
Suelo usar el siguiente ejercicio para facilitar la realización de este
proceso de separación-individuación cuando nos quedó incompleto,
independientemente de la edad que tengamos ahora:
1. Sugiero elaborar una lista con todo lo que nos gusta y otra con lo que
nos disgusta de nuestra madre:
¿QUÉ ME GUSTA DE MI
MADRE?
¿QUÉ ME DISGUSTA DE MI
MADRE?
1.
2.
3.
4.
5.
1.
2.
3.
4.
5.

2. Leer la lista de lo que nos disgusta y señalar las líneas que todavía nos
duelen, nos enojan o nos causan alguna clase de incomodidad.

3. Ponerlas en orden de prioridad, desde la que más nos molesta en
adelante.
4. Tomar la primera y recordar cuándo fue la última vez que sentimos
eso. Ponerle nombre a esa emoción.
5. Luego irnos para atrás en nuestra historia y buscar el primer recuerdo
de ese mismo sentimiento.
6. Localizar cuántos años teníamos en ese momento, a qué nombre
respondíamos en ese entonces.
7. El adulto de hoy le pregunta a ese niño qué hubiera necesitado que le
den o que suceda en ese momento de su vida.
8. El adulto de hoy hablará con ese niño y le preguntará si puede confiar
en él (en el adulto). Esta conversación se presenta con diferentes
vicisitudes, hay que acompañarla con mucha amabilidad y empatía.
9. El adulto le garantizará a ese niño que ahora es él el que está a cargo
de la calidad de sus vidas, que siempre lo escuchará y que siempre le
dará lo que necesita. Le explicará que sus padres les dieron lo mejor
que tenían en aquel entonces, que fue la manera de amarlos que
encontraron con los recursos y habilidades que tenían cuando eran
pequeños y que ahora las cosas cambiaron, que mientras sus padres se
encargan de sus vidas ellos se encargarán de las suyas. El adulto
siempre estará dispuesto a escuchar lo que necesita el niño interior y él
a pedirle lo que necesita, entonces el adulto verá la forma de
complacerlo. Es el adulto el que se hace responsable de reparar todas
las carencias y las heridas que hayan quedado de su niñez.
Yo soy mi propia madre, yo soy mi propio padre
Este trabajo se realiza a nivel simbólico. A partir de la programación-
neurolingüística lo que se está haciendo es conectar los caminos neuronales
que se establecieron en la niñez con los que representan las habilidades y
recursos que tiene el adulto: una parte del cerebro le informa a otra parte del
mismo cuáles son las nuevas sabidurías.
¿Creen que ambos han logrado terminar sus procesos de separación-
individuación respecto de sus padres (o de quien los haya criado)?

¿Se sienten adultos?
¿Pueden ver a sus padres de ser humano a ser humano legítimamente
diferentes?
Curar dolores infantiles, dejar de ser hijo
Cuando logramos hacernos responsables de resolver nuestros malestares
internos frente a determinados sucesos, podemos pensar que tenemos un
buen nivel de autonomía.
Para construir una relación de pareja amoroso-erótica
se necesitan dos, dos adultos, dos individuos
autónomos, dos personas donde cada quien se
pueda hacer responsable de resolver los problemas o
los estados de ánimo desagradables que se le
presenten en su vida personal.
De esa manera tendrá para ofrecerle a su amante algo que él considera
valioso y agradable en el cincuenta por ciento que le corresponde aportar en
su vínculo afectivo.
Las relaciones que comienzan con uno de sus miembros ya adulto y el
otro todavía un poco infantil, arman interacciones bastantes difíciles de
sostener, donde es probable que el adulto se fastidie de estar acarreando a
una criatura y dé por terminado el vínculo. Cuando son dos criaturas las que
se encuentran, lo más frecuente que puede suceder es una de dos
alternativas: una es que se conviertan en cómplices y lloren, se peleen,
hagan sus berrinches y de drama en drama vayan aprendiendo a crecer; la
otra es que los dramas sean demasiado fuertes y acaben con la unión
romántica.

El dejar de ser hijo es una necesidad para construir
relaciones afectivas originales, nutritivas y de largo
plazo.
Desde la Biblia (“deberás matar a tus padres para ser un hombre”) en
adelante se menciona este tema una y otra vez. Lo que significa es que
hemos logrado relacionarnos con nuestra madre y nuestro padre como
adultos, de ser humano a ser humano legítimamente diferentes y logramos
ser respetuosos de esas diferencias.
LA FLEXIBILIDAD
Cuando logramos tener una actitud reflexiva, de pensamiento crítico, frente
a los distintos acontecimientos que nos ofrece la vida, cuando dejamos de
aferrarnos a pensar y vivir de una sola manera y elegimos siempre aquella
conducta que tenga el resultado que nos lleve hacia donde queremos ir es
muy probable que nuestra relación de pareja también sea flexible y pueda
adaptarse a cualquier circunstancia de una manera que resulte nutritiva para
cada uno en lo individual y también para el vínculo afectivo que nos une a
nuestro compañero de vida.
Zonas de vinculación
Este tema lo plantea Estela Troya en su libro De qué está hecho el amor y
esclarece uno de los asuntos que con más frecuencia resuenan en la vida
cotidiana y que suelen transformarse en posiciones más o menos incómodas
dentro de la pareja. Habitualmente escuchamos expresiones tales como:
“Cree que soy su madre…”, “me trata como a su hija…”, “me confunde con
su hermano…”, etcétera. En estas frases captamos un reclamo, como si

hubiera algo en ello que estuviera incorrecto y, a su vez, nos narran que
también hacen muchas otras actividades donde la relación se define con
otros parámetros, tal vez más amorosos-eróticos, tal vez más juguetones, tal
vez más tiernos. Es evidente que hay dos creencias opuestas: por un lado, es
probable que exista una idea de que la pareja debe de ser sólo de una
manera y, por otra, una cotidianidad que a veces es cómoda y otras veces
no.
La concepción de relación de pareja que hay en el
mundo occidental tiene algunos supuestos que no
siempre se cumplen, como por ejemplo, que las
personas que se casan son individuos maduros
(aunque muchos de ellos son todavía adolescentes),
y que ello implica que son siempre independientes y
que se harán cargo de todas sus responsabilidades
como pareja, como cónyuges y como padres en todo
momento.
Se piensa que la relación entre adultos significa encontrarse en un eje de
simetría e igualdad (ocultando los roles de género que quedan entre
bambalinas y de los cuales en general ni se mencionan, se dan por
sobrentendidos, tanto de que la mujer sea hecha y derecha como que estará
en una posición subalterna a la del hombre) y que a su vez los dos serán
individuos independientes, cosa que se confunde con la individuación y la
autonomía.
Pero resulta que ya en la vida, cuando nos enfermamos o nos sucede
algo desagradable, nos sentimos sobrecargados, en duelo o soledad, o nos
sentimos más vulnerables y nos comportamos como niños y necesitamos de
un adulto que nos cuide, o nos comportamos como criaturas para expresar
la ternura, o buscamos a un cómplice para animarnos a correr un riesgo
nuevo, etcétera; es decir, las personas somos bastantes más complejas y
contradictorias. Aun cuando seamos adultos en el sentido expuesto en el

punto anterior, a veces, nos es muy grato comportarnos durante un rato
como si no lo fuéramos.
Cuando la relación de pareja no incluye la aceptación
de todas estas necesidades y alguna manera de
vivirlas, produce incomodidades y a veces conflictos.
La autora establece una manera práctica y útil de mirar estas etapas, define
cuatro áreas y para sintetizar este planteamiento utiliza una analogía de la
“bandera inglesa”:
Área de simetría o igualdad como adultos: esposo-
esposa
Gráfico: ZONA A
La simetría como concepto de equidad se piensa respecto de las
habilidades, los talentos, las preferencias de cada uno de los miembros de la
pareja. La solidaridad implica un dar y recibir, un contener y ayudar
recíproco, entre semejantes, con base en la confianza y de supuestos

compartidos; implica paridad, equidad y simetría. Aquí se vive la
complicidad amorosa, la solidaridad, la fraternidad, la negociación de los
acuerdos y elaboración de los proyectos individuales y del vínculo afectivo.
Si la pareja respeta las habilidades que cada quien ha desarrollado, y en ese
espacio se le da un voto de confianza a quien las tiene, el vínculo se
enriquece desplegando más alternativas.
Es una zona privilegiada para la metacomunicación, la sexualidad y el
desarrollo de la intimidad. Además es el tipo de relación que “está
permitido que se vea”. Pareciera que a veces se necesita cierto nivel de
colusión para que el vínculo tenga algo de idealización del otro y se
mantenga en el tiempo.
Áreas de conductas complementarias: padre-hija y
madre-hijo; hijo-madre e hija-padre
Gráfico: zona B
Es un intercambio afectivo fundamental pero distinto a la solidaridad, en
tanto lo que se da y recibe es, precisamente, diferente, no semejante. Es la
zona donde entra la necesidad de recibir y dar cobijo, consuelo, límites,
respaldo, normas. Esto significa que se establecen jerarquías: uno está
arriba y el otro abajo, por períodos cortos.
El que está abajo (si no lo vive como un acto en sintonía consigo
mismo) suele hacerlo desde una posición de víctima. Este se ve
recompensado por sentirse entendido, no exigido, ayudado, consolado…
aunque permanecer allí es condenarse a ser débil, impotente, relegado,
excluido o resentido.
El que está arriba (si siente la necesidad de esto) puede encubrirlo bajo
la forma de generosidad o de exceso de energía o responsabilidad en el
ejercicio de su rol. Este se ve recompensado al mirarse grande, poderoso,
importante, en control, aunque permanecer allí es condenarse a la soledad,
el empobrecimiento, la soberbia y el enojo.

El que las parejas incluyan esta área como legítima les da mayor
flexibilidad y movilidad al interior del vínculo: aquí el rol de género es
menos pesado para ambos y crea un nuevo nivel de simetría donde está
permitida la alternancia de complementariedades recíprocas.
La sabiduría o la funcionalidad de la alternancia, del predominio e
intersección de las tres zonas, consiste en jugar con flexibilidad, evitar los
estereotipos y, sobre todo, hacerlo en forma coherente con las características
y exigencias de cada contexto. Es éste el que determina qué modalidad es
pertinente.
Si cualquiera de las tres áreas comienza a tomar predominancia y rigidez
la relación de pareja comenzará a ser un espacio de insatisfacciones, dolores
y crisis. Y es importante detectar si ocurren en el subsistema conyugal o
parental.
Subsistema parental: es aquel en el que la relación óptima entre ambos
se caracteriza por una relación “de pares” solidarios que comparten una
tarea y un proyecto: amor, crianza y educación de los hijos. Si es
complementaria, entonces uno de los cónyuges pasa a ser hermano del hijo.
Cuando esto sucede genera en los hijos zonas de confusión y de silencio,
promueve conflictos de lealtades, sobrecargas y dificultades para la
individualización.
Subsistema conyugal: el de la relación de pareja. Este es el contexto
adecuado a jugar a ser cuidado y a cuidar, alternar entre el débil y el fuerte,
entre el seguro y el que está asustado, el que sabe qué hacer y el que está
confuso. Deben ser conductas circunstanciales y para luego desaparecer.
El área A es la más importante, es desde donde nos fortalecemos y
nutrimos permanentemente; es el área de la relación de pareja, donde es
posible cultivar la seducción, la intimidad, el erotismo, la sexualidad
(porque “nadie se acuesta ni con su madre, ni con su hijo). Si esta área
tiende a desaparecer a instancias de las otras, la relación de pareja amoroso-
erótica se disolverá y sus miembros se comportarán como socios, como
amigos, como padres, como roomates.

Área de hermanos grandes
Si se relacionan en esta zona por períodos muy largos, se pueden esperar
luchas de poder por ejercer la autoridad. Podrían observarse escaladas
simétricas que conducirían a que en el hogar no haya ni padre ni madre para
nadie, ni para los hijos, y ellos pueden presentar síntomas de
esquizoparanoia. A veces, cuando esto se presenta de manera
circunstancial, pueden tramar acuerdos de complicidades o fechorías juntos.
Área de hermanitos huérfanos
Si se relacionan principalmente en esta zona, la pareja se peleará por las
migajas, será el caos. Es posible que haya mucha rivalidad entre ellos y la
posibilidad de que la relación de pareja y la familia sea un espacio de
contención para el crecimiento y desarrollo de sus miembros, será
imposible. Tal vez se puedan divertir más, pero los conflictos estarán a la
orden del día.
¿En qué área ustedes están más tiempo?
¿Cómo logran fortalecer el área de la pareja?
¿Cómo se sienten cuando les toca ser la madre o el padre de su pareja
durante un tiempo prolongado?
¿Han pensado en las consecuencias eróticas en la relación de pareja si
deciden permanecer en el área de madre o padre durante un tiempo
prolongado?
¿Son flexibles sus interacciones de comunicación entre todas estas
áreas?
Roles flexibles e intercambiables
Tal vez para complementar este tema sea relevante volver a revisar el
capítulo sobre la comunicación, complementariedades y simetrías,

constreñimientos (restricciones) y emergencias (novedades), dado que las
interrelaciones que van construyendo los amantes incluyen
simultáneamente todos estos comportamientos. Sólo como una pequeña
síntesis podemos plantear:
Que el área más importante a nutrir es la A, con flexibilidad para que la
relación de pareja pueda contener y vivir todos los demás estados de
ánimo de manera circunstancial y contextualizada.
Que una pareja bien entrenada en resolver cualquier conflicto que se
presente sabrá agregarle a sus interacciones un poco de
complementariedad cuando la simetría ocasione conflictos, y un poco
de simetrías cuando las complementariedades resulten incómodas.
Que las emergencias siempre deben superar los constreñimientos para
que el vínculo afectivo goce de mayores posibilidades de desarrollo
cada día.
ALARMAS A LA VISTA DE TODOS
¿Cómo lograr el equilibrio del crecimiento y cuidado de ambas partes y
también de la relación simultáneamente?
Podemos pensar en tener presente ciertas “alarmas” que se usarán como
medidas de prevención para evitar que se genere y desarrolle el conflicto.
El primer paso es tener en la consciencia que el equilibrio es
dinámico, cada etapa de la vida compartida con nuestra pareja será
diferente. Por ejemplo, en el momento del enamoramiento (si hay) lo más
probable es que nos olvidemos totalmente de nosotros mismos, la sensación
de fusión con el otro es tan fuerte que sólo podemos pensar, sentir y actuar
como una unidad afectiva; suele ser casi imposible separarse hasta
físicamente, estamos como nos concebimos y hablamos siempre en plural,
lo individual virtualmente desaparece.
Cuando el enamoramiento se diluye y decidimos amar al otro individuo
que está frente a nosotros (aunque no sea perfecto), tendremos la

posibilidad de volver a pensarnos en singular, recuperar la identidad que
pareció desaparecer por un tiempo y retomar los proyectos personales.
Si tenemos presente la diferencia entre
enamoramiento y amor, podremos comenzar la nueva
etapa con mayor entusiasmo y compromiso, de lo
contrario corremos el riesgo de angustiarnos en la
idea de “ya nada es como antes”, como si fuese el
amor lo que desapareció y en realidad el amor recién
comienza, como decisión, como verbo, como
compromiso de trabajar todos los días pegando
tabiques de amor con el objetivo de construir una
relación de pareja amoroso-erótica.
Esto implica hacernos responsables del desarrollo de nuestra autonomía y
de la evolución y gozo de nuestra sexualidad como formas conscientes de
crear y elaborar el proyecto en común con nuestro amante.
El segundo paso es instalar y cuidar la capacidad de tener empatía
con nuestro compañero. Ponernos en sus zapatos cuando nos comenta
cualquier cosa sobre sí mismo o acerca de nuestro vínculo. Luego para
interactuar o elaborar preguntas o respuestas en esa conversación,
tendremos que “cambiar de zapatos”, volver a los nuestros, reflexionar
sobre lo que hemos escuchado, hacer las preguntas necesarias para
enterarnos desde un lugar de mucha curiosidad (nunca desde el juicio),
como es que nuestro compañero está pensando y sintiendo lo que nos
comenta, luego podemos preguntar si le interesa escuchar nuestra opinión al
respecto (a veces nos gusta comentar lo que nos está sucediendo y lo único
que necesitamos es ser escuchados sin la retroalimentación de la percepción
del otro) y si ese fuese el caso, podemos informarle cómo pensamos y
sentimos acerca de lo que nos está diciendo, lo importante es cuidarnos de
estar exentos de la expectativa de que nos vaya a “hacer caso”.

Nuestro compañero es legítimamente diferente a
nosotros y, por lo tanto, pensará, sentirá y actuará de
una manera distinta a la que nosotros hubiésemos
tenido en esas circunstancias.
Si está comentando algún tema de nuestra relación y que nos involucra
directamente, tendremos que poner especial cuidado en escuchar: “es que
tú…” o “es que me…”. Comentaré algunas de las conversaciones que
suelen ser útiles para este objetivo: a esta herramienta me gusta llamarle:
“me…,me…,te…,te…,” (sobrecarga, proyección e irresponsabilidad).
Es bastante frecuente que la mujer esté muy sobrecargada de tareas (en
el sentido de que está asumiendo responsabilidades que son de su
compañero) y, a su vez, ni se hace responsable, ni está a cargo de su propio
bienestar. Al hombre le pasa algo parecido en su rol de proveedor
(especialmente cuando es el único que trae ingresos monetarios al hogar).
Las quejas más habituales son “no me da mi lugar”, “me ignora”, “no
me atiende cuando le pregunto algo o no me contesta o me tira de loca”,
“cuando le digo lo que tiene que hacer, no me hace caso”, etcétera.
Este cuadro suele acompañarse de expresiones tales como “es que soy
demasiado preocupona”, o “bien hecha”, o “estoy pendiente de todo, o…”,
en general el tipo de etiquetas que se usan son las que la cultura valida
como las “buenas” dentro del rol de género femenino, y entonces la
pregunta que les surge es: ¿por qué si soy como debo ser y más, me
maltratan y me siento profundamente infeliz?
Si prestamos atención el único “me” referenciado a sí misma es el
último, todos los anteriores son cosas “que el otro le hace” o que “le pasa
culpa” del otro. El “otro” principalmente es la pareja, le siguen los hijos (si
tiene), los padres, los amigos, el jefe, los vecinos, y a veces también el
tráfico, el gobierno o el clima, y así sucesivamente.
La alternativa que se propone es despertar la atención tanto hacia los
“me” como hacia los “te” (yo te soluciono lo que te toca a ti), y si así lo

desea, comenzar un proceso de redistribución de las responsabilidades: “a
cada quien lo suyo”.
Un obstáculo con el que habitualmente se topa este proceso son las
etiquetas (bastante rígidas) donde encuentran su sistema de valorización. Es
decir, aquellas conductas gracias a las cuales nos sentimos “más” mujeres u
hombres. Por ejemplo, si cedemos o sacrificamos nuestras necesidades en
pro de las del otro, somos “más” (o mejores) mujeres o si traemos un muy
buen nivel de ingresos económicos al hogar somos “más” hombres,
etcétera. Trabajar paralela y cuidadosamente en las dos áreas es un reto:
¿cómo redistribuir responsabilidades sin perder (o cambiarlos al mismo
tiempo) los mecanismos de valorización?
La estrategia que suele dar buenos resultados es ir flexibilizando las
etiquetas, aprendiendo a fluir en nuevas “aguas” y simultáneamente ir
delegando aquellas responsabilidades que se consideren menos importantes
para el rol de género, el cual va siendo deconstruido y reflexionado poco a
poco.
Si ponemos atención en los “meme,tete” nuestros y
de nuestra pareja, es probable que estemos
descubriendo una de las fuentes más habituales de
generación de conflictos.
Ser empáticos es muy diferente a “hacerme responsable de lo que a ti te
toca”. Tampoco significa estar en una posición rígida de oponerse a hacerle
un favor a nuestro compañero, simplemente tenemos que conversar acerca
de aceptar momentáneamente realizar una tarea que —en los acuerdos de la
pareja— le corresponde al otro, bajo dos condiciones:
Lo hago porque es bueno para mí sentir que colaboro contigo en una
determinada circunstancia (sin que se convierta en una transferencia
permanente de obligaciones, a menos que ese sea el resultado de la
conversación que tuvieron).

Lo hago a mi manera y en el tiempo que me pueda organizar. Esto hay
que comunicarlo: “Lo voy a hacer el lunes a las seis de la tarde, ¿te
parece bien?”.
Lo central para desarrollar la empatía es aprender a escuchar a nuestro
compañero desde un lugar de curiosidad, algo así como “¡qué raro
senti-piensa esta persona!”; es decir, independientemente de lo que
diga, evitar tomarlo como algo personal.
Nuestra cultura nos lleva a conversar discutiendo “las verdades y las
razones”, en lugar de informarle a nuestra pareja cuáles son “mis verdades
y mis razones”. Las discusiones suelen darse en tres grandes formatos:
Discutir acerca de lo que sucede (nivel pragmático) desde nuestra
interpretación de los hechos y con nuestras razones. La propuesta es
insertar la posibilidad de que cada quien se haga responsable de sus
razones y pueda escuchar las razones del otro con curiosidad y respeto,
en el entendido que es remotamente posible que lleguen a coincidir en
sus puntos de vista porque cada quien tiene una historia de vida
diferente desde donde interpreta lo que está sucediendo.
Conversar acerca de lo que sentimos. Es muy habitual que un miembro
de la pareja le explique al otro lo que el otro siente o le pasa, como si
supiera del otro más que él mismo. La propuesta es reflexionar acerca
de que el único sabio acerca de lo que le pasa a uno, es uno mismo; por
lo tanto es preferible entrenarse a hablar de los sentimientos sólo en
primera persona: “a mí…” “yo…”. Plantear el desarrollo de este nuevo
hábito al conversar puede abrir la posibilidad de un futuro hipotético
diferente.
Ya comentamos el tipo de conflicto que puede generar el C.I.V. (sentirse
Culpable o pretender hacer culpable al otro, percibirse como Inadecuado
frente a ciertas circunstancias, o tener de Vergüenza en otras); es decir,
cuando preferimos —conscientes o no— hacernos irresponsables de tomar
decisiones que tengan que ver con nuestro bienestar.

Tal vez sea útil insistir en este punto que pensar en construir acuerdos
explícitos, nada tiene que ver con la idea de “ceder” o de “sacrificarse”. Si
uno de los miembros de la pareja toma esta actitud o para “no tener
problemas con el otro” o para “terminar con este tema” o porque haciéndolo
se siente más “bueno” o más “adulto” que su compañero o por cualquier
otro motivo, es altamente probable que en el corto plazo comience a
sentirse incómodo respeto de ese acuerdo; luego empezará a buscar cuáles
son las excepciones que confirman la regla y finalmente traicionará el
acuerdo y afectará al vínculo afectivo, pues ni su pareja ni él mismo sentirá
que pueden confiar en la utilidad de su comunicación, en la valía de sus
conversaciones o de la funcionalidad de los convenios que establecen entre
ellos.
El ser infiel a un pacto logrado entre ambos, y por
tanto al compromiso que esto implica para con el
vínculo afectivo y con el otro miembro de la pareja;
casi siempre implica la disminución o la ruptura de la
confianza que se había construido en la relación.
El miembro de la pareja que siente la traición al acuerdo por parte de su
compañero quedará desolado, sentirá emociones tales como la decepción, o
desilusión, o se preguntará cuál es el sentido de sus conversaciones, se
alejará de su amante rechazándolo o se enojará y le reclamará su falta de
lealtad y… todo lo que se haya acumulado en su interior, sea real o
imaginario.
Las rigideces en los sistemas de creencias personales, suelen causar
conflictos serios, porque al dejar de ver otras opciones de funcionamiento
por falta de flexibilidad, los problemas se quedan entrampados y sin salida
para la solución de sus conflictos. El desenlace habitual que tienen los
sistemas con estas características frente a sus problemas tiene dos vías: o se
rompe la relación o se vuelve más flexible.

Entonces suele aparecer la cantaleta o reclamos repetitivos hacia el otro
miembro de la pareja que expresa la inconformidad que siente con la
diferencia que existe entre sus expectativas y su manera de percibir la
realidad cotidiana. Generalmente ese discurso se convierte en repetitivo y
cualquier circunstancia parece ser oportuna para volver a decirlo. Cuanto
más se repite se va convirtiendo en una cantaleta ante la cual el compañero
se volverá sordo, dejará de prestarle atención.
Especialmente cuando la cantaleta comience con: “es
que tú…” o “si tú…”, el otro se sentirá
permanentemente juzgado o evaluado y es probable
que tome más distancia afectiva, se sienta
incomprendido, deje de hablar o de compartir cada
vez más temas o áreas de su vida y se vaya aislando
en una especie de indiferencia que terminará por ser
percibida como una actitud agresiva, cuando en
realidad está a la defensiva.
Si se defiende desde una posición infantil, lo hace para no generar
problemas, aunque lo que logra en realidad es acumular problemas e
insatisfacciones de todo tipo. Cuando esta sensación de incomodidad es
muy grande puede aparecer la impaciencia, los enojos constantes, los gritos
y las faltas de respeto. Todo ello va minando la solidez del vínculo afectivo.
Cuando va desapareciendo el gusto de compartir la vida con la pareja y
va ganando terreno la sensación de dudar acerca de “qué es lo que nos
mantiene juntos”, también disminuye el deseo de regresar a casa y, por
consiguiente, el placer erótico. Entonces los amantes se vuelven suspicaces
y aparece la desconfianza acerca de las motivaciones que tiene el otro en
cualquier conducta o evento.
Esto es un círculo vicioso, en el sentido de autodestructivo, en el cual
ambos colaboran con su cincuenta por ciento de aportación al vínculo; es
decir, el cien por ciento de su cincuenta por ciento. El que repite la cantaleta

parece incapaz de plantear sus incomodidades y expectativas en primera
persona y haciéndose responsable de modificar aquello que le molesta en
cualquiera de sus formas. Y el que deja de escucharla se declara
irresponsable de enfrentar o confrontar las expectativas de su pareja tanto
respecto de sí mismo como de las del otro y también de las del vínculo
amoroso.
La cantaleta o letanía de quejas, los reclamos, el
echarle la culpa al otro, nos deja siempre en un
estado de impotencia.
Cuando creemos que la solución del malestar que sentimos está en manos
de nuestra pareja y quedamos atrapados en un lugar de aparente
indefensión, frecuentemente optaremos por exigir que se ocupe de hacernos
felices, y tal vez nuestro compañero esté realmente en la mejor disposición
de darnos lo que necesitamos y hasta lo logre por algunos momentos. El
riesgo de esto es que el día que esté distraído u ocupado en otros asuntos
personales (con todo derecho) y se le olvide momentáneamente que lo
hicimos responsable de resolver nuestro malestar, entonces sentiremos que
“en realidad no le importo” o “esto significa que no me quiere como antes”
o “nunca se le olvidaba que…” y es posible que arremetamos contra esta
actitud que interpretamos como una gran injusticia e incluso como una
agresión o una ofensa personal, con más reclamos o con las mismas
cantaletas.
Cuando creemos que sabemos lo que nuestra pareja está sintiendo,
debemos tener en la consciencia que es altamente probable que nos
equivoquemos.
Generalmente de las muchas interpretaciones que
podemos hacer acerca de lo que le está pasando a
nuestra pareja, elegimos aquella que más nos duele.
Damos esa interpretación porque nos conecta con

nuestro malestar, del cual sería muy útil que nos
hagamos responsables decidiendo qué queremos
hacer con él, ver si podemos buscar la forma de
solucionarlo o dejarlo como está, partiendo siempre
de que si es nuestro problema es imposible que lo
solucione otra persona.
La solución comienza en que cada vez que nos demos cuenta que estamos
interpretando (percibiendo o inventando o imaginando) la conducta de
nuestra pareja, interrumpamos nuestro diálogo interno y le preguntemos al
otro qué le está pasando; lo escuchemos con curiosidad y aceptación de que
su respuesta es la verdadera, tal como lo tratamos en el punto sobre el estrés
moderno. Le contemos qué nos está sucediendo a nosotros hablando en
primera persona; es decir, hablando sólo de nosotros sin interpretaciones de
lo que al otro le está pasando, con el único objetivo o motivación de que
nuestra pareja esté informada, nunca con la intención de que sea ella la que
le toque resolver el problema.
Estas conversaciones, sin interpretaciones y con
mucha curiosidad de escuchar lo que le sucede a
nuestra pareja y con la intención de enterarla de lo
que nos está pasando sin hacerla responsable de su
solución, suelen ser muy gratificantes, crean
camaradería, buena disposición, comprensión,
lealtades, coincidencias y, a veces, hasta
complicidades.
Así, poco a poco, nos vamos animando a pedirle su opinión sobre nuestro
problema a la pareja, consideramos su punto de vista, reflexionamos,
aunque nunca significará esto que le vamos a obedecer o que nos sintamos
obligados a hacer lo que se nos sugiere.

Otra área que causa muchos conflictos, a veces muy graves y llegan a la
violencia, o realmente a destruir el vínculo afectivo, son las discusiones de:
Cómo son las cosas.
Quién tiene la razón.
Quién conoce (o debe decir) la verdad.
Los tres puntos son consecuencia de una creencia ofrecida por la cultura:
“Existe una única y eterna Verdad”, y todo aquello que se aleje de ella está
equivocado (o es pecado) y debe ser desechado, prohibido, cambiado,
juzgado, castigado, etcétera.
El problema radica en que los seres humanos somos únicos, irrepetibles,
diferentes a todos los demás, por la sencilla razón de que cada uno tenemos
una historia de vida imposible de igualar a cualquier otro; aún los hermanos
gemelos criados simultáneamente por los mismos padres y en idénticas
condiciones, son diferentes, desde genéticamente hasta la manera en que
cada uno percibe a sus padres, porque por otra parte es imposible que los
padres sientan exactamente lo mismo por cada uno de sus hijos, pues habrá
diferentes afinidades de caracteres, diversos estados de ánimo cuando nos
toque atender a uno o al otro.
Cada quien tendrá “su” manera de percibir e interpretar la realidad.
Cada quien tendrá “sus” razones para pensar que eso “es” lo que sucedió,
que “esa” es la Verdad de las cosas. Todo esto nos lleva a asegurar que
cuando los miembros de la pareja comiencen a conversar cualquier tema y
uno le trate de convencer al otro de cómo son las cosas exponiéndole todas
las razones para determinar que esa es la verdad, es altamente probable que
lo que siga sea una discusión de desgaste, o pelea, o enojos, o gritos, o…
donde, en el mejor de los casos cada quien se quede con su misma opinión
matizada tal vez con alguno de los argumentos del otro, en el peor, sucederá
que uno de ellos piense: “mejor le doy la razón porque si no habrá
problemas”, y si este fuera el caso y se convirtiera en una pauta de
interrelación entre ellos, entonces estaremos frente a una brecha de
incomunicación que se irá expandiendo hasta que el que cede ya ni siquiera
le interese lo que el otro tenga que decir.

Lo que hay que tener en cuenta en este tipo de
agresiones es: “Nadie sabe más de mí que yo”,
aunque tengan veinte años de convivencia, la pareja
o cualquier otra persona que imagine (invente)
nuestro sentir tiene el noventa por ciento de
probabilidad de error en la interpretación que realice
acerca de lo que nos está pasando.
Las personas somos altamente cambiantes. Cada circunstancia, evento o
experiencia nos va modificando, aún frente a un suceso parecido senti-
pensamos diferente, dependiendo el día, la hora, de quien estamos
acompañados, qué pasó en las horas previas, etcétera. Es casi imposible que
alguien interprete lo que nos está sucediendo mejor que uno mismo.
ENTENDIMIENTO, COMPRENSIÓN, ACEPTACIÓN Y
RESPETO: ECAR
Cuando la cantaleta o letanía de quejas se reemplaza por conversación, la
incomprensión por una escucha atenta y curiosa, la desconfianza por la
construcción de espacios de verdadera comunicación y la impaciencia por
el Entendimiento, Comprensión, Aceptación y Respeto (ECAR)
experimentaremos un cambio. Nuevamente recalcamos que todos estos
sentimientos de cercanía y unión con nuestra pareja, de ninguna manera nos
obligan a compartir situaciones y puntos de vistas con los que estemos en
desacuerdo: siempre encontraremos una alternativa para respetar las
decisiones de ambos.
Se trata de informarse el uno al otro de las experiencias que van
teniendo, de cómo las interpretan, cómo senti-piensa lo que vive del vínculo
con la pareja (su cincuenta por ciento), cómo senti-piensa las diferencias

que se suceden día con día en sus proyectos personales y también en los
conjuntos.
Cuando uno habla el otro escucha con atención, sin
hacer interpretaciones personales de lo que está
escuchando, sino más bien se concentra en lo que le
está sucediendo al otro desde el lugar de la
curiosidad. Toda interpretación es una tergiversación
de lo que estamos escuchando, si lo que pensamos lo
exponemos en forma de pregunta nos equivocaremos
menos: “Quiero ver si te estoy entendiendo bien, ¿lo
que me dices es que …?
Podríamos decir que es posible entrenarnos en un proceso de saber escuchar
siguiendo los cuatro pasos: ECAR.
Entender
Usaremos nuestra capacidad de pensar racionalmente para saber cómo
estructura su racionalidad nuestra pareja. Para entender es necesario tener
cantidad y calidad de información sobre lo que el otro está hablando. Por lo
cual es importante escuchar con mucha atención y curiosidad —sin juicios
—. Si logramos esto, nuestras decisiones de conducta expresarán un nivel
de inteligencia mucho mayor, o dicho de otra forma: cuanto menos
información tengamos mayor será el nivel de error que podríamos cometer
en ellas.
Comprender

Intentaremos ponernos en los zapatos del otro para sentir como se siente él
desde su propia vivencia. Desarrollamos la empatía y nuestra sensibilidad.
Aceptar
Tomaremos una actitud amable y permisiva donde podremos distinguir las
partes que nos gustan y las que nos disgustan de nuestra pareja, como una
unidad integral imposible de desmembrar. ¿Acaso es posible decirle: “Tu
brazo izquierdo me desagrada, así que cuando estés conmigo, por favor, te
lo quitas”? Imposible, ¿verdad? Aceptamos que el otro es un sujeto
legítimamente diferente de mí, porque tiene una historia de vida diferente a
la mía y única.
Respetar
Partiendo de esa unidad integral que constituye a nuestro compañero, lo
miraremos sabiendo que su conducta será necesariamente diferente a la
nuestra en cada circunstancia; es decir, escucharemos desde la consciencia
de que su sistema de interpretaciones depende de su historia de vida y que,
por lo tanto, es imposible que el resultado de la misma se parezca al
nuestro.
ECAR es muy diferente a compartir o coincidir. Sólo podremos compartir
la experiencia cuando lo que está sucediendo o lo que está proponiendo la
pareja lo considere bueno para mí en algún sentido.
Para tomar las decisiones de cuáles son las actividades que nos gusta
compartir es necesario comunicarse y ECAR, y existirán algunos espacios o
conductas de nuestra pareja que constituirán el ámbito de lo privado de cada
uno. Así será posible aquello de “mis amistades, las tuyas y las nuestras”,
“mi familia de origen, la tuya y la nuestra”, “mi deporte, el tuyo y los
nuestros”, etcétera.

Casi cualquier evento puede ser vivido desde el interior de la pareja
cuando somos capaces de distinguir y respetar esos tres espacios. Tal vez
podría ser útil una reflexión en este sentido. El siguiente cuadro puede
ayudar a aclarárnoslo:
ÁREA LO MÍO LO TUYO LO NUESTRO
Dinero
Sexualidad
Amistades
Familia de origen
Pasatiempos, etc.
Las áreas son sólo ejemplos, cada pareja debe elegir aquellas que son
significativas para ambos y luego determinar cómo quieren definir cada uno
de los tres espacios.
Son muchas las herramientas para facilitar la interacción de la pareja
con un manejo amable y nutritivo de las diferencias, entre ellos, que he ido
desarrollando en la clínica. Sólo agregaré una que ha sido muy eficiente y
eficaz. La base está expresada en todo este capítulo, lo que sigue es útil para
distinguir “si es mi responsabilidad” o “del otro” resolver el problema. A
veces estamos tan fusionados que es difícil distinguirlo. Y entonces puede
resultar útil cuando estamos “quitando todo lo que nos molesta”.
LA LLAVE DEL CIELO

Le llamo La Llave del Cielo porque en la clínica la he propuesto a muchas
parejas que expresan algo así como: “Se nos abrió el cielo”. Se trata de
hacernos una pregunta en los momentos en que nos encontramos en medio
de un estado de ánimo desagradable, complejo y nos sentimos atrapados en
el caos, o también cuando queremos culpar al otro de lo mal que nos
sentimos nosotros:
Primera puerta del cielo:
¿De quién es el problema?
La respuesta siempre es la misma: “Del que lo siente”. Si somos
nosotros los que estamos sintiendo la molestia, dolor, enojo o cualquier otra
incomodidad, entonces la respuesta es: “el problema es mío”. Si nuestro
compañero es el que se está sintiendo mal, la respuesta será: “el problema
es de él”.
Segunda puerta del cielo:
¿Quién resuelve el problema?
La respuesta siempre es la misma: “El que lo tiene”. El efecto que en
general hace este interrogatorio es devolver el poder de su bienestar a cada
quien. Empodera a la persona y entonces la posibilidad de salir de ese
estado de ánimo de atrapamiento crece considerablemente, pues “si el
problema de sentirme mal es mío, podré hacer con él lo que a mí me
parezca bien”. Ya comentamos anteriormente que uno de los obstáculos o
limitantes más serios en la resolución de conflictos es sentir que mi
bienestar está en manos de otra persona o evento exterior a mí.
Generalmente se expresa como “estoy en sus manos” y eso mismo genera
una sensación de impotencia adicional al problema original.
Cuando ya averigüé de quién es el problema, podemos seguir la misma
secuencia que comentamos en puntos anteriores:

¿Cuál es el problema?, ¿cómo se llama?
¿En qué momento, o cuando pasa qué evento es que surge el malestar?
¿Me pasa “siempre lo mismo”?, ¿desde cuándo?
¿Cuál es el recuerdo más antiguo que tengo de haber sentido esa
emoción?
Luego se hace la introspección y se encuentran los recursos presentes que
tiene la persona para resolver ese estado de ánimo que le desagrada.
También suele pasar que se alivian ambos amantes, porque uno asume
que su malestar es suyo y que lo va a resolver a su manera y el otro se alivia
de dejar de cargar con asuntos desagradables de su pareja porque o
desconoce qué hacer o “ya lo intentó todo” y se siente “insuficiente para
hacerla feliz” y las desavenencias están peor que antes.
Cuando cada quien se hace responsable de
solucionar sus incomodidades, el vínculo afectivo
también se fortalece, los miembros de la pareja
aprenden a comentar sus dificultades sin la intención
de que sea el otro el que se las solucione, entonces,
generalmente bajan los sistemas defensivos de
ambos y se pueden escuchar con más amabilidad y
colaboración.
Si se logra ese estado de madurez y responsabilidad, es común que en la
pareja uno de los miembros pida la opinión del otro y realice diferentes
especulaciones sobre cómo abordar dicha solución; esto puede ampliar los
espacios de confianza y libertad donde se pueden expresar abiertamente
acerca de sus asuntos privados, lo que a su vez permite aumentar la
camaradería y la amistad entre ellos.

EPÍLOGO
ESTE LIBRO, inspirado por todas las personas que me consultan para que los
acompañe en la definición de su propio modelo de relación de pareja
amoroso-erótica, ofrece una serie de herramientas que a veces suelen ser
útiles a los amantes para ir disolviendo y resolviendo las dificultades con
las que se van encontrando en el camino por ellos trazado.
Ese camino siempre tiene otros dos, más o menos paralelos —a veces
más y a veces menos—, nuestras conversaciones a veces son de tres (los
dos miembros de la pareja y yo) y otras sólo de dos, dependiendo de los
problemas que se vayan encontrando en el camino. Respetando el derecho a
la privacidad de cada uno, tanto ellos como yo podemos sugerir
conversaciones donde asista sólo uno de ellos.
Otro punto que vuelvo a mencionar es que para las parejas que tienen
los hábitos de ejercer violencia física o emocional, este será siempre el
primer tema a resolver. Cualquier otra construcción que se intente hacer,
caerá bajo el nivel de destructividad de un evento de violencia. Porque
quienes se aman se pueden tratar bonito.
Todo modelo nuevo o novedoso se comienza a construir con el rescate y
la autodefinición de cada uno de los amantes. Para que la relación de pareja
llegue a ser funcional, el elemento más importante es que cada uno de sus
miembros se cultive y se pula como la piedra más preciosa. Es frecuente
que llegue gente planteando algo así como: “Yo estoy bien, él está bien, lo
que anda mal es la pareja”, como si la pareja fuese un tercero con vida
propia. La pareja es sólo el resultado que ellos dos obtienen cuando se
interrelacionan, si algo funciona mal en la relación sólo es el resultado (al

cincuenta por ciento de cada uno) de las conductas que a nivel individual
decidieron tener y a nivel del vínculo construyen día con día.
Para lograr una relación de pareja deseable (definido por ellos), lo
primero es reconocer la necesidad de vincularnos que todos tenemos;
Rafael Manrique la llama “necesidad de intercambio” y ya lo desarrollamos
en varios puntos anteriores. Cuando nos creamos a nosotros mismos y
decidimos satisfacer esa necesidad, entonces estamos decidiendo buscar una
persona con quien construir una relación de pareja amoroso-erótica. A su
vez, al comenzar a hacerlo, eso mismo nos va a modificar a nosotros
nuevamente en un espiral interminable. Mientras construimos a la relación
de pareja pareciera como si ella nos construyera a nosotros, por esto es que
a veces tenemos la sensación de que la relación tuviera vida propia. ¿Nunca
escucharon o sintieron algo así como: “Cambié mucho por (gracias a… o
culpa de) mi pareja”?
Por esto es que resulta eficaz y eficiente considerar los problemas que
tiene el tejido que tejen los miembros de la pareja en función a lo que ellos
senti-piensa de la vida y de su vida personal. Nunca se pensarán como si
fuesen lo mismo, son niveles de análisis diferentes, la relación es un
emergente de la interacción entre ellos (podemos volver a usar la metáfora
del pianista y el piano: la relación de pareja es a sus dos miembros lo que la
música es a la interacción entre el pianista y el piano). Es el resultado que
los amantes logran cuando interactúan.
HACER-DAR
El cuidar al otro
A manera de conclusión, me permito incluir una herramienta más de los
constructores de la pareja, esta breve guía del autocuidado que llamo
HACER-DAR y el cuidar al otro.

Cuidarse y cuidar al compañero puede ser una actividad divertida y
amorosa que nos produce sensaciones de bienestar, de tomarnos en serio y
suele ser muy gratificante. A veces el problema reside en que pensamos que
son conductas sofisticadas más o menos desconocidas o que cuidarnos
significa que tenemos que defendernos de alguien o de algo. En realidad
podemos comenzar con decisiones sencillas sobre nuestro comportamiento
cotidiano que suelen tener repercusiones muy gratas en nuestra calidad de
vida.
Esta es una herramienta que puede ser practicada las veinticuatro horas
al día, sola y con tu pareja y es muy fácil de recordar, se llama HACER-DAR y
se trata de hacer lo que hacemos diariamente aunque cuidadosamente; es
decir, cultivar nuestro buen Humor, tomar Agua, Comer, hacer Ejercicio
físico, Dormir, Agradecer y Respirar.
H de Humor
Representa el maravilloso efecto que hace en nuestra salud física y mental
el reírnos todos los días. Buscamos el motivo para reírnos y lo
estructuramos desde que nos levantamos por la mañana y nos hacemos
muecas frente al espejo, o a nuestra pareja, o buscamos amigos con quien
mandarnos chistes por internet, o miramos buenas comedias en el cine o
jugamos a almohadazos amorosos con nuestra pareja. La risa cambia el
equilibrio químico de nuestro cerebro ya que cuando nos reímos segrega un
neurotransmisor que se llamada serotonina, llama la hormona de la felicidad
porque tiene la función de reparar las heridas físicas y emocionales. La vida
se torna más disfrutable, nos sentimos más alegres. Desde que salió al
público la película Pach Adams nos enteramos que se han hecho muchas
investigaciones acerca del efecto curativo que tiene reírse. Hoy en día se
habla de la risoterapia en distintos medios de comunicación.
A de Agua

Tomar alrededor de dos litros de agua de a sorbos pequeños (cada veinte
minutos) durante el día tiene el efecto de colaborar con la función que
hacen los dos grandes filtros de nuestro cuerpo, el hígado y los riñones, si
nuestro cuerpo está desintoxicado nuestro metabolismo y nuestro cerebro
funcionan mejor y con mayor claridad. Si tomamos vasos completos de
agua lograremos limpiar nuestros riñones pero descuidaremos la hidratación
del cuerpo, recordemos que el cuerpo está compuesto por casi el ochenta
por ciento de líquidos.
Si alguna vez se dieron un buen susto, por ejemplo, un perro salta sobre
una reja y ladra fuerte justo cuando ustedes pasan, el cerebro recibirá una
señal de alerta al peligro y mandará masivamente a nuestro cuerpo un
neurotransmisor que se llama noradrenalina (es la que utilizamos para las
condiciones de defensa y ataque), sufriremos de una alteración en el ritmo
cardíaco, la sangre fluirá más rápido provocando un enrojecimiento de
nuestra piel, los vellos se elevarán, etcétera, para estar preparados y salir
corriendo; es claro que, inmediatamente nos damos cuenta de que el perro
está encerrado entonces sólo fue el susto, aún así el cuerpo tardará varias
cuadras en volver a normalizarse. Lo que pasa es que toda esa noradrenalina
que estaba distribuida por nuestro cuerpo a través del torrente sanguíneo
debe pasar por el hígado y los riñones, y ser filtrada y eliminada porque ya
la dejamos de necesitarla. Si tomamos suficiente cantidad de agua le
ayudaremos a nuestro cuerpo a que realice esa función de limpieza o
desintoxicación.
C de Comida
Debemos comer cada tres horas, es decir, las tres comidas habituales y dos
pequeñas colaciones intermedias. Cuando se cumple ese plazo de tiempo y
nuestro organismo no recibe alimento, desata lo que suele llamarse una
alarma de inanición y nuestro metabolismo comenzará a retener los
carbohidratos que encuentre disponibles para poder proveernos de la
energía que necesitamos para nuestras actividades. Si comemos unas

semillas o una fruta o lo que nos guste, esto dejará de suceder y entonces el
metabolismo se acelerará y nuevamente nos estaremos desintoxicando.
Hay que considerar dos indicaciones más: el desayuno debe hacerse
antes de concluida la primer hora desde que nos despertamos y, si hacemos
ejercicio físico, al levantarnos debemos comer o tomar algo antes de
comenzar (por ejemplo: el jugo de una naranja), de lo contrario el
metabolismo tendrá que sacar de nuestros músculos la energía que
necesitamos para realizar esa actividad. Lo cual resulta contraproducente.
La segunda indicación trata de la masticación. Los dientes se insertan en
la mandíbula a través de una raíz donde por su centro baja un nervio que va
hacia los órganos digestivos, la electricidad que se genera con el golpeteo
entre los dientes cuando masticamos transita por esos nervios hasta los
órganos y los activa dejándolos preparados para hacer el trabajo de la
digestión de la comida que estamos ingiriendo. Por esto es importante que
en los dientes que necesitaron reparación sean con cerámicas o resinas, pues
si tenemos metales (tapaduras antiguas) estos metales absorberán gran parte
de la electricidad y la digestión será menos apta.
Además, si masticamos lo suficiente como para que la comida llegue al
estómago en forma de pasta, también le facilitamos la tarea a este órgano y
nosotros dejaremos de sentir la pesadez y la falta de energía que solemos
sentir después de ingerir alimentos: la digestión demanda mucha energía
para poder realizarse.
E de Ejercicio físico
Cuando ejercitamos nuestro cuerpo funciona mejor en todos los sentidos,
cada edad y circunstancia requiere de cierto tipo de ejercicios. Aquí sólo
haremos hincapié en el cambio químico que se produce en nuestro cerebro,
éste produce serotonina, endorfinas y, si el ejercicio es de alta coordinación,
también nos proveerá de una buena cantidad de dopamina.
A la “serotonina” decíamos que se le llama la hormona de la felicidad.
Logra que podamos disfrutar de los días soleados, los de lluvia, el canto de

los pájaros, los abrazos con la gente querida… de la vida en general.
Nuestro cerebro necesita del dos por ciento de serotonina para funcionar
saludablemente.
La “dopamina” es muy importante para los procesos de aprendizaje, se
asocia con el sentido de la recompensa, ayuda a lograr los objetivos
personales y aceptarnos creando nuevos. Es un automotivador porque
estimula el placer y el sentirse excitado o entusiasmado por algo. Enciende,
enfoca y agudiza la memoria, consolida el nuevo material de aprendizaje,
impulsa a estar siempre buscando el siguiente escalón o paso del
crecimiento.
Las “endorfinas” producen analgesia, sedación y sensación de bienestar
disminuyendo la ansiedad. Es un péptido opioide endógeno; es decir,
producido por nuestro organismo. Al subir el umbral del dolor físico y
emocional nos anima a arriesgarnos un poco más en lo que estamos
haciendo. Cuando hacemos deporte la hipófisis (es una glándula) es
estimulada, produciéndose endorfinas en el organismo, las que van a actuar
sobre los receptores que causan analgesia; además de producir un efecto
sedante similar a los que genera la morfina, un opiode exógeno bastamente
conocido por estas mismas propiedades. También secretamos endorfinas
cuando tenemos relaciones sexuales y cuando bailamos; está demostrado
que los ejercicios de resistencia producen un aumento significativo de ellas.
D de Dormir
Es necesario dormir seis horas relajada y profundamente todos los días
(para los yoguis y otras culturas esto se modifica). Mientras nosotros
dormimos el cerebro realiza diferentes funciones a cuando estamos en
vigilia, especialmente cuando entramos en la etapa del sueño profundo que
se calcula que es entre la tercera y la quinta hora. Si a una persona (por
ejemplo un presidiario en la cárcel) se le despierta cada tres horas para
hacer alguna actividad termina por perder el equilibrio mental.

A de Agradecer
Cuando agradecemos todo lo que tenemos cada mañana al despertar o
camino a nuestras actividades diarias, nos conectamos con lo que hemos
logrado, e independientemente de cuánto sea, es lo que sí pudimos construir
para nosotros mismos. Esto nos empodera, nos permite comenzar nuestro
día con una sensación de “si pude tener esto, entonces puedo tener lo que yo
determine”. Si además cuando termina el día volvemos a agradecer todo lo
que avanzamos en nuestras metas y los regalos que recibimos ese día (tales
como el sol, la lluvia, las sonrisas, etcétera), entonces nos iremos
convenciendo de que somos los constructores de cada hora de nuestra
existencia.
Todo esto sin perder de vista que estoy trabajando con el cien por ciento
de mi cincuenta por ciento y que el otro cincuenta por ciento que se
presenta en nuestra cotidianidad corresponde al otro, a lo que la vida nos
ofrece cada minuto para que tomemos nuestras decisiones acerca de qué
vamos a hacer con ello.
R de Respirar
Vivimos porque respiramos, el oxígeno que introducimos en nuestro cuerpo
es el principal alimento que necesitamos para que nuestro cuerpo, nuestro
cerebro, todos nuestros órganos y células funcionen y se regeneren
adecuadamente. Cada siete años se renuevan las células de nuestro cuerpo,
ninguna de las células son las mismas. La respiración adecuada nos
equilibra, nos relaja, nos centra, nos conecta con nosotros mismos en el
tiempo presente. Cuando estamos estresados o muy afuera de nosotros,
ponerle atención a nuestra respiración logrará una reconexión inmediata.
Volver a reír

Coincidirán conmigo que cualquier persona tiene entre sus posibilidades
ocuparse de HACER-DAR diariamente durante veinticuatro horas al día.
Aparentemente podría parecer simple, que bien que mal todos hacemos
esto; sin embargo, si nos proponemos hacerlo bien y a conciencia, a nivel
simbólico significa algo así como:
Yo me cuido.
Yo me hago responsable al cien por ciento de mi bienestar físico y
mental.
Yo me tomo en serio.
Yo me quiero lo suficiente como para cuidar la salud de mi cuerpo y de
mi cerebro.
Estamos dando un paso adelante en la autoobservación continua, en la
consciencia y la importancia que nos damos a nosotros mismos en la vida
cotidiana. Si logramos esto es probable que también vayamos
sensibilizándonos acerca de lo que sentimos, de lo que deseamos, de cuáles
son nuestros verdaderos intereses más allá del consumismo, de los
proyectos personales, de los valores y el sistema de creencia que utilizamos
en la vida diaria, generalmente de manera inconsciente.
En los procesos de cambio es central instalar ese observador de nosotros
mismos, que nunca nos juzga y sí nos informa de qué estamos haciendo,
sintiendo y pensando. ¿Cómo pensar en resolver nuestras más caras
dificultades si la responsabilidad que tenemos sobre nosotros ni alcanza
para HACER-DAR?
Cuando esta actividad la realizan ambos amantes, se torna en un
ejercicio interesante acerca del compartir, del recordarse, del cuidarse, del
agradecer y también del reírse juntos. Si la relación está muy desgastada o
hay animosidad entre ellos, es posible que la usen como un elemento más
para reclamarse o agredirse. Compartirla es una decisión que es mejor
tomarla a nivel consciente como parte de una transformación y renovación
en la manera que tienen de convivir (o malvivir).
Si se cuida y reflexiona sobre todas las cuestiones planteadas en estas
páginas: sí es posible y hermoso construir una relación de pareja amoroso-

erótica para TODA LA VIDA.

¿Y vivieron felices para siempre? Cuántas veces vemos a
una pareja que creemos perfecta: amables, enamorados,
siempre atentos, transparentes, comprensivos,
incondicionales. Cuando nos enteramos que se separan es
común que exclamemos: ¡Pero si eran la pareja ideal! Otras
relaciones son estables, sí, pero volubles, celosas,
indiferentes, atrincheradas, rígidas, indiferentes… tantas
formas que tiene la infelicidad.
¿Es posible tener una buena relación de pareja y no vivir en un infierno? Sí.
Si queremos construir una relación de pareja satisfactoria para ambas partes
es necesario pegar ladrillos de amor día con día, trabajar a favor de la
relación y afrontar la realidad de que cada miembro de la pareja posee la
mitad de la responsabilidad.
Este libro es una herramienta de apoyo para quienes sienten algún tipo de
incomodidad o malestar, una guía útil en el proceso de transformación que
la pareja decidirá tener (por ejemplo: afianzar, reestructurar acuerdos o
pasar a otro tipo de vínculo). Aquí se muestran ejercicios que Nilda
Chiaraviglio –reconocida psicoterapeuta– ha utilizado en sesiones de
terapia de pareja, tales como dinámicas, preguntas y comparaciones. Al
poner en práctica estas estrategias emocionales y de razonamiento, las
parejas han logrado mejorar su calidad de vida. ¡Empecemos ya!

NILDA CHIARAVIGLIO nació en la provincia de Santa Fé, Argentina. Tiene
estudios de maestría en terapia familiar y de pareja (Instituto
Latinoamericano de Estudios de la Familia), en programación
neurolingüística y en sexología, orientación y terapia sexual (Instituto
Europeo de Formación y Consultoría, España). Ha sido docente en distintas
universidades de Perú, Argentina y México. Se ha desempeñado como
directora de desarrollo institucional en el Instituto Latinoamericano de
Estudios de la Familia (ILEF) y como terapeuta de la clínica externa para
apoyo de la comunidad. Hace más de quince años imparte psicoterapia
clínica, con especialización en familia, pareja, individual, sexualidad y
diversidad sexual. Ha participado en diversos programas de radio, televisión
y colaborado en medios impresos sobre conflictos de la pareja y de la
diversidad sexual. Actualmente es directora de Crisálida, clínica de atención
para la salud integral. Disfruta viajar, bucear, bailar, ir al cine y al teatro.

Pareja en construcción
Primera edición: junio, 2018
D. R. © 2014, Nilda Chiaraviglio
D. R. © 2018, derechos de edición mundiales en lengua castellana:
Penguin Random House Grupo Editorial, S.A. de C.V.
Blvd. Miguel de Cervantes Saavedra núm. 301, 1er piso,
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El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el
conocimiento,
promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada
de este libro y por respetar las leyes del Derecho de Autor y copyright. Al hacerlo está respaldando a
los autores
y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores.
Queda prohibido bajo las sanciones establecidas por las leyes escanear, reproducir total o
parcialmente esta
obra por cualquier medio o procedimiento así como la distribución de ejemplares
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Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CemPro
(Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, http://www.cempro.org.mx)
ISBN: 978-607-317-027-7
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Conversión eBook:
Tangram. Ediciones digitales

ÍNDICE
Pareja en construcción
PRESENTACIÓN
Queridos lectores:
PRÓLOGO
Fugaces amores eternos
PRIMERA PARTE
La pareja, un modelo a la medida
CAPÍTULO 1
Enamoramiento y amor
¿Por qué nos enamoramos?
El enamoramiento
¿Qué acaba con el enamoramiento?
Amor no correspondido
La separación o el amor
Idea del amor vs. emoción del amor
CAPÍTULO 2
Autoconocimiento
El dilema del cambio
¿Cómo amo y qué necesito para que yo me sienta amado?
¿Cómo sé que amo?
¿Qué me gusta y qué me disgusta?
¿Cuál es mi pareja ideal?
Contrato matrimonial o de convivencia
Explicitas

Implicitas
Ejercicio para definir espacios negociables
Las emociones y la alquimia
¿De dónde nacen las emociones?
¿Cómo se desvanecen las emociones?
¿Por qué si existen muchas interpretaciones distintas para cada evento,
siempre elegimos la que más nos incomoda (duele, enoja, entristece,
etcétera)?
Virtudes y vicios
Autopistas y caminos
CAPÍTULO 3
Elección de pareja
¿Cómo elegir pareja?
Colusión y dependencia
Cuatro esquemas de colusión
Distintos tipos de parejas
Según su constitución
1) Pareja romántica
2) Pareja concertada
3) Pareja canguro
4) Pareja de amistad ampliada “AA”
5) Pareja forzada
Según su interrelación
SEGUNDA PARTE
Los destructores de la pareja
CAPÍTULO 4
Los problemas que la cultura trae implícitos
Los estereotipos
La institución matrimonial
Es importante distinguir entre pareja y matrimonio
Infidelidades y traiciones
Crisis y aburrimiento

Todo lo que asegura el futuro trae aburrimiento:
Romanticismo y pensamiento mágico
El grupo social al que pertenece cada uno
Comunicación
Es imposible no comunicar
Existen dos niveles en la comunicación, el del contenido y el de las
relaciones.
La puntuación de la secuencia de los hechos
La comunicación digital y analógica
Los constreñimientos
La violencia emocional y física
A) Mistificación
B) Doble vínculo
C) Posiciones insostenibles
D) Confirmación, desconfirmación y seudoconfirmación
E) Colusión
F) Atribución
G) Identificación proyectiva
H) Seudomutualidad
Descalificación
Desconfirmación
Tipo de vínculo con la familia de origen
1. Familias “de pas de deux”
2. Familias de tres generaciones
3. Familias con soporte
4. Familias acordeón
5. Las familias cambiantes
6. Familias con un fantasma
7. Familias sicosomáticas
Los criterios de educación de los hijos
CAPÍTULO 5
Problemas por falta de conocimiento

Autoconocimiento de sí mismo o del otro
La falta de autonomía
El estrés de la vida moderna
La espera
La sexualidad
Las diferencias en las preferencias acerca de cómo vivir la sexualidad
Monogamia y fidelidad
La disminución del deseo erótico y otras disfunciones
Ignorancia, tabúes, mitos
Mitos y falacias sexuales
Todos son falsos
Pornografía, moda y sobreestimulación erótica
CAPÍTULO 6
Problemas en los acuerdos
Expectativas de uno mismo y del otro
Cantaleta, incomprensión, desconfianza e impaciencia
Falta de desarrollo personal, objetivos y proyectos en común
El olvido de la amabilidad, promesas, distancia física
Falta de reciprocidad y lealtad
Los acuerdos rígidos
Rigideces y culpas
Sobre el punto 1: metacomunicación,
Celos, posesión y control
¿Qué son los celos?
¿Cómo se generan los celos?
¿Cómo evolucionan los celos?
¿Cómo se sienten las personas que padecen celos?
El celoso sufre cuatro veces porque
¿Se curan los celos?
TERCERA PARTE
Constructores de la pareja
CAPÍTULO 7

Acuerdos que construyen
Los acuerdos explícitos
La fidelidad al vínculo
El derecho de ser
Derecho al error y al cambio continuo
La mediación entre el no y el sí
La humildad: saber el lugar que ocupo
Las autonomías
¿Cómo construimos el concepto de autonomía?
¿Cómo construimos el concepto de autorrealización?
El salvavidas y el faro
Los proyectos personales y el faro
Habilidades/vicios/mecanismos de defensa
Diferencias en los momentos del proceso de cambio
CAPÍTULO 8
La necesidad de la adultez
¿Cómo construir relaciones ambivalentes?
Yo soy mi propia madre, yo soy mi propio padre
Curar dolores infantiles, dejar de ser hijo
La flexibilidad
Zonas de vinculación
Área de simetría o igualdad como adultos: esposo-esposa
Áreas de conductas complementarias: padre-hija y madre-hijo; hijo-
madre e hija-padre
Área de hermanos grandes
Área de hermanitos huérfanos
Roles flexibles e intercambiables
Alarmas a la vista de todos
Entendimiento, comprensión, aceptación y respeto: ECAR
Entender
Comprender
Aceptar
Respetar

La llave del cielo
Primera puerta del cielo:
Segunda puerta del cielo:
EPÍLOGO
Hacer-Dar
H de Humor
A de Agua
C de Comida
E de Ejercicio físico
D de Dormir
A de Agradecer
R de Respirar
Volver a reír
Sobre este libro
Sobre la autora
Créditos