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A primeras de cambio, Julio César no reconoció a la mujer que de tan extraña forma
se presentaba ante él. Sólo veía ante si a una figura delgada, morena, de pequeña
estatura y vestida con una corta túnica blanca que apenas si cubría las esbeltas y
delicadas formas de su cuerpo.
No era precisamente una niña, pero parecía como si lo fuese. Había en ella algo que
cautivaba. En los labios de esta mujer, casi una niña, se insinuaba una leve sonrisa.
Una sonrisa entre tímida y sensual. Algo que hechizó por completo al caudillo y tribuno
romano.
César se había dado cuenta de lo que la reina de Egipto le ofrecía a cambio de su
ayuda para reconquistar el trono y estaba dispuesto a concederlo todo.
Un reino compartido
Y vino el encuentro. Pero Julio César, estadista, antes que hombre, sólo concedió a
Cleopatra parte de lo que quería. Y de idéntica manera se condujo la reina de Egipto.
El romano reconcilió, al menos en apariencia, a ambos hermanos. De este modo el
trono en litigio sería compartido por Tolomeo y Cleopatra en "perfecta" armonía.
El problema no se solucionó. Aquilas opinaba que Tolomeo era el único heredero
legítimo al trono. Por lo tanto, continuaron luchando contra las fuerzas de César.
Deseaban expulsar de Egipto a los romanos y a Cleopatra del trono.
César sólo disponía de dos legiones, circunstancia que aprovechaba Aquilas para
entablar una lucha más desencadenada. Cansado de aquellas escaramuzas internas
a las que le obligaba el general egipcio, y confirmada la influencia de Tolomeo, César
decide castigar enérgicamente a los rebeldes.
Empieza la lucha
La lucha se había iniciado; pero, el hermano de Cleopatra, avisado a tiempo por el
eunuco Fotino, huye a Alejandría. Aquilas sitia el palacio que ocupa Cleopatra y su
protector. César no desea luchar contra Egipto, pero se ve obligado, para salvar su
vida, a enviar mensajeros a Siria solicitando urgentemente refuerzos.
La ayuda llega, la situación se normaliza. Julio César quiere dominar Egipto, mas no
por la fuerza. Por lo tanto, una vez más, se muestra magnánimo con sus enemigo y,
perdonando a Tolomeo, le ordena que ocupe nuevamente el trono al lado de
Cleopatra.
Los ánimos parecían apaciguados y la paz asegurada. Sin embargo, pronto surgieron
complicaciones. Fotino, a quien no había alcanzado el perdón de César, consiguió que
Aquilas se sublevase y, reuniendo un numeroso ejército, marchase sobre la capital
para expulsar de nuevo a Cleopatra del trono.
César, perdida la paciencia, de la cual había dado tantas muestras hasta entonces, se
dispone a presentar batalla a los rebeldes. Empieza una verdadera lucha y las cosas
van tomando su rumbo. El ejército romano era demasiado potente para que Egipto
pudiera resistir y mucho menos vencer. Las tropas de César toman Alejandría y la