Serpientes, porque ese día había nacido; y al otro lo denominaron Viento Nueve Cavernas, sin duda por la misma razón.
El primero, tenía la facultad de volverse águila y volar a donde su voluntad lo llevara; el segundo, podíase convertir
en una serpiente con alas, y volar con tanta maestría que podía meterse por las grietas y paredes, y aun volverse
invisible. Los dos pequeños dioses fueron creados con mucho cariño y, por lo tanto, eran muy felices. Con el fin de
honrar a sus padres, estos hermanos elaboraron una ofrenda consistente en incensarios de barro en los cuales quemaron
beleño molido. Esta fue la primera ofrenda que el mundo conoció. Al entregar la ofrenda, los dos Viento les pidieron a
sus padres que crearan la luz, el Cielo, las aguas y la Tierra. Entonces, procedieron a pincharse las orejas y la
lengua con astillas de pedernal, y la sangre que brotó la esparcieron con una rama de árbol de sauce, sobre todos los
árboles y plantas. Los dos hermanos les rogaron a sus padres que el mundo se poblara. Los dioses accedieron y juntaron
la Tierra desde abajo, para que saliera el agua que todo lo cubría. El mundo se fue poblando con los hijos de ellos, la
primera generación de mixtecos.
Más tarde, los dioses padres crearon dos hermosos jardines: uno para el placer de deleitarse, y otro para que
contuviera todas las cosas que fuesen indispensables para efectuar las ofrendas a los dioses. Los jardines estaban
repletos de árboles, plantas y flores de suma belleza; además, había en ellos frutas de excelso sabor, y hierbas
olorosas y coloridas. Pero sucedió que llovió durante muchos días hasta que la Tierra se inundó. Muchos dioses y
muchos hombres sucumbieron. Los dioses se refugiaron en las nubes, y los hombres en las profundidades de la Tierra. Con
el paso del tiempo, el Sol secó la tierra y renacieron las plantas. Los dioses decidieron que la Tierra debía poblarse
otra vez. Así pues, las deidades superiores: Añau Nallihui, Corazón del Mundo; Iya Nicandi, Creador de Todas las Cosas
y Yoco Situayuta, Dios de la Generación, que vivían en la cueva sagrada Cahuadzandanah, crearon el Río Yutatnoho, Río
de Donde Salieron los Señores, para que fecundaran las semillas de dos árboles sagrados, Yuthu-ji, que habían plantado
los mismos dioses en la riberas del río, muy cerca de la cueva sagrada de los tiempos primarios. Los árboles, que al
principio podían confundirse con arbustos, fueron cuidados con mucho esmero por los dioses hasta que se convirtieron en
hermosos y grandes. De ellos surgieron, gracias al aliento de Yoco Situayuta, un hombre y una mujer -desnudos y
friolentos por el viento y la lluvia, y deslumbrados por los relámpagos- que fueron los antepasados de esta segunda
generación de mixtecos. Del apareamiento de la pareja nacieron los nobles, los sacerdotes, los guerreros y los
artífices; de las hojas de los árboles surgieron los quiadachiñosa, campesinos; los quiadabasha, artesanos; los
iyosidacosa, mercaderes; y los quiadabasha-béé, los constructores.
Cuatro Pie, conocido también como Nácxitl, hijo de esta pareja, decidió hacer un agujero en un árbol que se encontraba
en las nubes para ejecutar el acto sexual. De esta unión el árbol quedó preñado y, al poco tiempo, nació El Flechador
del Sol, quien habría de retar al astro rey disparándole flechas, a las que el astro respondía enviándole sus poderosos