CUENTO*:
Pulgarcito era el menor de siete hermanos y vivía en el seno de una familia muy, muy pobre. A pesar de ser el hermano más pequeño, era el
más valiente e inteligente de todos ellos. Una noche, mientras sus hermanos dormían, él escuchó a sus padres hablar con tristeza:
—No tengo trabajo, no nos queda comida, no sé cómo vamos a sobrevivir —se lamentaba el padre—. Quizás tengamos que dejar a los niños
en el bosque y, con suerte, alguien se apiadará de ellos y los recogerá.
A la mañana siguiente, todos marcharon al bosque. Los hermanos de Pulgarcito no sabían qué ocurriría, pero él, que lo había escuchado todo,
se había guardado un trozo de pan y lo fue desmenuzando discretamente en el camino. Su intención era poder encontrar el camino de vuelta
cuando sus padres los abandonaran en el bosque.
Cuando los padres se marcharon dejándolos solos, los hermanos de Pulgarcito se asustaron mucho, pero él, el más pequeño de todos, les dijo:
—No se preocupen, podemos volver a casa siguiendo el camino de migas de pan que he dejado.
Todos respiraron aliviados, pero tras seguir unas pocas migas, se dieron cuenta de que las demás habían desaparecido.
—¡Los pájaros se han comido las migas! No podremos encontrar el camino a casa —dijo Pulgarcito ante la mirada aterrada de sus hermanos.
Intentando calmarlos, les sugirió que comenzaran a caminar en busca de refugio antes de que llegara la noche. Caminando, llegaron a una
casa muy grande en medio de un claro. Al llegar, una mujer muy amable les abrió la puerta y les dijo:
—¿Qué están haciendo aquí? ¿No saben que un ogro que come niños vive en esta casa?
—Danos algo de comer —se apresuró a decir Pulgarcito—. Nos han abandonado en el bosque y tenemos hambre.
—Bien —dijo la mujer—, los ayudaré. Esperemos que el ogro no regrese demasiado pronto.
Entraron en la casa, y la mujer les ofreció una comida de ensueño. Nunca habían visto tanta comida, y, concentrados mientras degustaban
aquellos manjares, se olvidaron de la advertencia de la mujer.
De repente, un enorme paso resonó por toda la casa. ¡El ogro había regresado!