Ponencia cristina michaus exponencia

teatrouvoficial 302 views 7 slides May 21, 2016
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About This Presentation

Durante Foro de Egresados de Teatro 2016 de la Universidad Veracruzana


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EXPONENCIA por CRISTINA MICHAUS
Intento salir de casa, cargando a mi bebé de cuatro meses que ya pesa 8 kilos. Es un
superbebé todo terreno y bebe de mi pecho. No usamos esas estúpidas pañaleras anti natura,
usamos pañales de tela y bolsitas de papel de estraza, biodegradables, como la mismísima
mierda de la que estamos compuestos todos los humanos. Sin embargo, llevo en mi
mochila de actriz citadina, todo lo necesario para ir a un casting, hacer un doblaje en el
CUEC, salir corriendo al ensayo, de ahí a función. Afortunadamente hoy no tocan los otros
dos trabajitos fijos: dar una clase en la escuela de los Fábregas y ese experimento de teatro-
cabaret performance de medianoche, en el que no sé por qué diablos me metí. Cambios de
ropa y tres de rigor para el bebé. En casa, quedan mis viejitos de casi ochenta; no puedo
dejar al nene porque come cada hora. La leche se me derrama y soy una Cibeles moderna
viajando en metro. Moriré aplastada por la torta del bebé, que, bajo el brazo, trajo tanta
bondad, a mí y a su padre, actor novel, al que le regaló su primera participación en una
telenovela. Llego al casting, recibo el turno 1033. ¡No mamen! …hay hambre en este
país… hambre … la teta duele y está dura … es tiempo. La carita de este ángel sustraído al
cosmos, genera una burbuja en la que me abstraigo de las vociferantes modelos
argentontas, que pasan mirándome con el desprecio con el que las catrinas miran a las
mujeres Mazahuas, mientras amamantan. A sus espaldas, sonrío diabólicamente al
constatar que, a esas perras, esta humilde actriz mexicana les ha partido la madre en
innumerables contiendas, en los castings de comerciales y hasta he tenido que doblarles la
voz en los que de plano ocupaban una güerota de dos metros para anunciar colchones. Me
aburro y me voy. …es un día muy largo. Ni modo, era un buen presupuesto. Sin pensar,
guardo el turno en el bolsillo de la chaqueta.
–“Vámonos chiquito, mami tiene que llegar al CUEC”. Bebe, Bebé. Que el bebé cese de
beber leche frente a la tele, que bese el pelele, que me entregue ese eje que le dejé y que se
entere de lo que pensé”. Recito como un mantra y mi mente vuela a la clase del Maestro
Lapham, en mi amada Fac de Teatro de la Universidad Veracruzana. Era un tigre el
maestro; un tigre con pants “FILA”. Llegaba a Xalapa manejando su nave intergaláctica, a
sus cien mil años de edad y nosotros, como cachorros en veterinaria, nos arremolinábamos
para saludarle. Sabíamos que en su mano venía la salvación a un día completo tomando té o

un café del Parroquia. Hacía el milagro: los cuernitos rellenos de queso que el maestro
pasaba a comprar a una pequeña panadería llamada: “Estadio dos”, se multiplicaban entre
los discípulos. El maestro conocía nuestra infinita miseria estudiantil.
¿Cómo carajos no voy a hablar mejor que esas idiotas argentinas? ¡Qué decenas de idiotas,
en los teatros, foros y por supuesto en “telerisa”! ¿Cómo no voy a hablar perfecto?, no para
ganarme un pinchurriento papel en una “narco película”. Hablo perfecto porque tengo la
responsabilidad de ser alumna del Gran Maestro Fernando Torre Lapham. Y, ¿cómo no
voy a decir cosas inteligentes?, no para impresionar a algún director o a los productores
extranjeros; digo cosas sabias porque siento la responsabilidad de haber sido alumna de la
maestra Antonieta Pellicer, una auténtica Diosa Viviente, sacerdotisa del templo de
Sebastián Camacho, donde se nos enseñó a honrar a los dioses del Gran Arte. Y cuando hay
que darles contexto social a las cosas, con descabellada radicalidad, digo y hago, porque
soy alumna de Jorge “El Pelón” Ortiz. Y ¿cómo no voy a comprender, en primera lectura,
los intrincados recovecos del alma de los personajes?, si soy alumna del Maestro José Luis
Navarro Mendoza, quien estudió con Tostonogov, en línea directa del Maestro
Stanislawski. Y así, mientras camino por el metro Pino Suárez, con mi niño en brazos, voy
agradeciendo a todos los que hicieron posible mi andar. A quienes hicieron del concepto
“talento”, una obligación de honrar a sus apostolados y a sus magníficas personas, cada día.
De pronto, un grito en la multitud: ---“¡CRISTINA!”. Es Alfredo Cienfuegos, quien se
acerca sonriente. Alfredo conoce a mi hijo en ese momento, allí, en medio de cientos de
extraños. Amigo entrañable, hermanito querido con el que he pasado momentos de intensa
creatividad, está ahora ahí, mirando a ese inocente ser, dándole la bienvenida al mundo
como un hada andrógina, Todo lo que sale de la boca de Alfredo es para morirse de la risa,
pero no puedo reírme, las lágrimas se suicidan desde mis ojos, mojando la cobijita del bebé.
Alfredo lo percibe y sus ojos se encuentran con los míos. –“Ahora si soy tía ¿verdad?; Tía
de verdad.” Yo asiento y él me abraza; somos un corazón de tres cabezas.
La pirámide circular del metro Pino Suárez, el remolino de gente, generan una especie de
tornado espacio temporal. Tres años después, habría de comprender, al pasar por el mismo
sitio, para ir a confortar al mismo Alfredo, quien desfalleciente, a causa de la enfermedad
que lo llevaría a la muerte, solicitaba mi presencia.

La pirámide, por ser redonda, estuvo dedicada a Ehécatl, Dios del Viento; y junto a ella
encontraron la escultura de un mono que tiene el atributo de esa deidad, un mono aullador,
veracruzano como era Alfredo, quien, a pesar de su frágil figura, poseía una potencia de
voz insuperable y una flexibilidad propia de un mono. Quizá por ello me lo encontré tres
veces más, sin cita previa. Quizá, como piensan los hinduistas, era Alfredo una encarnación
de ese Dios que rige los destinos de todo en este planeta: El Viento.
Al despedirnos, Alfredo me grita una frase de María Sabina: ¡Trabaja mujer, tú: trabaja!
Sonrío y me incorporo como una más, al banco de sardinas humanas. ¿Llegaré tarde?
¿Quién sabe? …cuatro millones de personas se preguntan lo mismo diariamente, al subir al
metro, ahora, ya no importa, mi mente vuela con el impulso de la frase, hasta el rostro de
mi hermana Adria, quien, a pesar de ser de una generación posterior, siempre terminó
trabajando con nosotros y en particular en ese extraordinario experimento que hicimos en la
Fac: para la exposición micológica internacional en el jardín botánico de Xalapa: “Sabina,
la Sabia de los Hongos”.
Adria Adelina Peña Flores, Francisco Kiko Cházaro Rosario, Roberto Ríos Leal Raki y
otros más, nos fascinamos con la pantomima, pues a nuestro Templo de Sebastián Camacho
llegaban maestros como Margarita Mandoki Somlo, una excepcional destructora de
obstáculos. Un día, nos invitó a ir al DF para tomar clases con Juan Gabriel Moreno, un
verdadero gurú de la pantomima moderna, quien en un encierro de varios días nos regaló lo
que, en la poética clásica oriental, se conoce como “La Transmisión Secreta de la Flor”.
Extasiados y locos, decidimos ir más lejos: era semana santa y en este país aún existían los
trenes de pasajeros, nos embarcamos hacia Real de Catorce bajo las pránganas condiciones
habituales. Algunos queríamos conocer Wirikuta, la tierra sagrada de los Huicholes, otros
querían experimentar con el Sagrado Peyote. El Maestro me advirtió: “Van abiertos en

canal. Su espíritu ha quedado expuesto. Una experiencia tan radical como el Peyote puede
freír sus mentes. Por favor Cristina: debes impedir que coman”.
El tren era fantástico, repleto de miserables compatriotas que marchaban buscando trabajo
en las minas o para probar suerte, cruzando por Nuevo Laredo, hacia el sueño americano.
Viaje largo, con la compañía perfecta. Nos queríamos mucho sin saberlo, sin decirlo. Era
fácil querernos, éramos todos hijos de un mismo padre cruel y exigente, devotos de un Dios
magnánimo pero ávido de nuestras almas, soldados en una guerra que sospechábamos, pero
que jamás dimensionamos. Los que escuchamos la advertencia del Maestro, regresamos,
los que no lo hicieron, jamás volvieron a pisar un escenario. Curioso: a Adria, un niño
Huichol que nos acompañaba, le decía Eáka, que quiere decir Viento. Éramos, ahora lo sé,
una “escuela” de delfines azules, adelantándonos al paso de un buque que no tenía más
remedio que zozobrar: México.
Por ahora debo bajarme de este otro tren. Diecisiete segundos en los que hay que cuidar que
no decapiten al bebé, no me lo arrebaten como balón del superbowl, no me nalgueen, no me
roben y no vayan a estrujarme mucho el vestuario. –“Vamos mi amor. Si podías estando de
inquilino en mi vientre, ahora puedes también” --- El pequeño citadino sonríe como si
leyera y escribiera en mi mente. De hecho, estoy segura de que lo hace. ¿De qué otra
manera puede explicarse que nos comprendamos tan perfectamente este bebé y yo? No
sería extraño: soy Madre, soy actriz, ¿qué impide que me comunique, sin inter-medios con
este ser extraordinario, independiente y sabio?.
¡Listos! Se detiene el metro. Todos en suspensión, igualito que un segundo antes de entrar
a escena. “Y: ¡Ahora!” ---salta en el oído de mi mente, la voz del Maestro Guillermo
Palomares… “Y: ¡Ahora!” ---salta la voz de la Maestra Rocío Sagahón. … “Y: ¡Ahora!” ---
salta la voz de la Maestra Martita Morales … Y: ¡lo logramos! salimos del vagón y nos
vamos danzando, con mi bebé risueño en brazos: un-dos-tres, un-dos-tres, un- dos…
¡Luces, Cámara, Acción!: el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, abre sus
puertas a una mami y su bebé.
En la cabina doblaré mi propia voz para un corto, tremendamente importante, del que jamás
tendré una copia, olvidaré el nombre y del cual sus autores se perderán en las filas de los
peones de la industria cinematográfica, en el mejor de los casos. Pero, bueno, las clases de

actuación para Cine, no existen en ese momento en el D.F. y viajar Londres para estudiar,
es simplemente imposible , debido a los poderosos motivos financieros y familiares que me
han sujetado toda la vida. Así que, para aprender a hacer cine, regalaré mi trabajo en
decenas de producciones, lo que me convierte a la larga, en una actriz “Cheetah”: rápida,
precisa y fiel.
Por supuesto, la televisión me resulta estrecha, como una cárcel sobrepoblada o un
manicomio aburrido, donde encierran a puro incurable, de una enfermedad llamada ego.
Los comerciales en cambio, me resultan un excelente ejercicio, ya que se filman en 35
milímetros o Panavision y lo mejor de todo: los directores y fotógrafos de comerciales
serán, a la postre, verdaderas luminarias del cine internacional.
Durante ése año, daré pecho a mi bebé, mientras me toca trabajar en un montón de
comerciales con Simón Bros, Rodrigo Prieto y los mismísimos Lubeski y González
Iñárritu. Con el CUEC y el CCC, mantengo un trueque que durará 15 años, gracias,
principalmente, a mi nariz gigante como aleta de Tiburón y mis actuaciones, que me ganan
el apodo de la “Magnani mexicana”. A mí, francamente, me parecía una elegantísima forma
de decirme fea y sobreactuada. Un gran amigo cinefotógrafo, me confesó que el maestro
Raúl Zermeño, quién daba clases en las escuelas de cine, les había sugerido a varios de los
estudiantes de fotografía, que me llamaran, pues mi carota resultaba todo un reto para
cualquier fotógrafo. --“Jajá, bebé: Mami es mucho más que una cara bonita”.
El día avanza como el tránsito: sobre ruedas…a vuelta de ellas, pero avanza. Me preocupa
que ahora duerma el chiquito lindo, porque lo siguiente es difícil: un ensayo. Bajo del
trolebús y camino apresuradamente hacia el Teatro “San Millán”. Es una obra de Francisco
de Hoyos que adapté, dirigí y estrenamos durante el embarazo: “Zapata Vive”. En el elenco
están mis alumnos de la Facultad de Teatro de Xalapa, a donde volví para acompañarlos en
sus procesos de último año. Con esta puesta, daremos cientos de funciones para estudiantes.
Entro sigilosamente. En el escenario está José Luis Castilla, caracterizado como Zapata,
con la pistola de plata de mi abuelo al cinto; camina en círculos, repasando sus líneas para
sí. Para mí, es un momento telúrico. Invoco a mi General Zapata, como si de un santo se
tratara.

Aprendí en el aula, que hay personajes Icónicos que transmutan en fuerzas; ahí está
Macbeth, Edipo… ¿superstición teatral o realidad paranormal? A mí me vale madre: no voy
a cuestionar algo tan profundamente analizado por Mircea Elíade, Nietzsche o Artaud. No
lo voy a cuestionar jamás y menos, en este momento en el que sostengo a mi pequeño hijo,
en su primera visita a un ensayo como éste.
---“Mi General: he vuelto, para seguir honrando su memoria y la de su amado pueblo.
Permítame seguir a su lado, síganos acompañando, guíenos”. Una estruendosa carcajada
rompe la invocación que musitaba y las voces empiezan a ascender desde el subsuelo, pues
los camerinos se encuentran bajo del escenario. Es como si las huestes Zapatistas
regresaran de la tumba. Con el estruendo se abren los ojos más bellos que he visto; el bebé
bosteza, mira mi rostro, le sonrío: ---“Bebé, estamos en el Teatro, te voy a presentar a éstos
Zapatistas”.
La compañía nos descubre. Algarabía. El nene pasa de brazos en brazos: del General
Eufemio Zapata, caracterizado por Jorge Reyes Zancototón al Presidente Madero, a quien
daba vida Luis Riccardo Gaitán, talentoso colombiano, quien se tituló en el Primer
Proyecto de Titulación Masiva de Egresados del Área de Artes, de la U.V. y que me tocó
dirigir.
Comienza el repaso de intenciones. Pido al elenco que se siente formando un “círculo
apache” en el escenario. Me integro cargando al pequeño invitado y les pido que cierren los
ojos y corramos la obra, como si tuvieran puesto un casco 3D para recordar íntimamente,
movimientos, gestos, coreografías. El bebé, atentísimo, voltea mirando con gran sorpresa a
los propietarios de las voces que escuchó durante meses, desde su confortable butaca
líquida y balbucea entusiasmado, da grititos e intenta estar de pie, sostenido por mis manos.
Los actores no lo saben, pero siempre, en el momento climático en el que Zapata se dirige a
la Virgen de Guadalupe, en un monólogo conmovedor, el feto dentro de mi panza,
comenzaba a girar de un lado a otro. Ahora, el embelesado niño se sienta y contempla
estupefacto al General Zapata, lo más vivo que pudimos traerlo al escenario. El ensayo
termina y hay que volar al Teatro Orientación, donde vestida de Sor Juana, daré una
función angustiante, revisando entre escenas que el pequeño siguiera dormido.

Son las 11: 40 de la noche, regreso a casa en taxi. Al pasar por la Agencia de casting, veo la
luz prendida y la puerta aún abierta. Instintivamente meto la mano a la chaqueta, mi turno
1033, ha permanecido ahí todo el día. Cubriendo bien a mi bebe, de una llovizna ligera,
bajo del taxi y en el momento que el chico del Casting va a cerrar la puerta, le muestro mi
turno y mi sonrisa. --- “Cris, ¡pásale!” -- Con un hambre atroz que no me deja ni pensar,
bebo agua, saco mi ropa y paso de Sor Juana Inés de la Cruz, a alguien parecido a Angélica
Houston. Grabamos el casting, con el bebé dormido en un rinconcito del mini set. Corte y
queda. Una sola oportunidad. Salgo a la noche húmeda. Resignada, regreso a casa y reposo,
despertando para dar pecho o calmar un llanto.
El teléfono suena y contesto con el bebé eructando en mi hombro. ---“Cris: ¿tu bebé tiene
pasaporte?”. La serie de comerciales se filmará en Houston. La mamá de Dorjeé, la primera
mujer titulada por la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana, la Directora de las
Huestes Zapatistas, La Sor Juana amamantadora: les ganó a las frívolas racistas, una vez
más.
Tan sólo ése momento, podría llenarme de soberbia, pero sé bien que todos mis logros no
son sino resultado de la bondad de mis maestros, de la hermandad de mis compañeros y
finalmente los debo a mi país, a la gente con la que me tocó viajar, muerta o viva, noble o
ruin. Cualquier logro de un actor formado, particularmente del modo en el que tuve la
suerte de ser formada, es un triunfo de la Conciencia y del Amor.
Dios, G.O.D., (por sus siglas en inglés) quiere decir Generador, Organizador y Destructor.
Brahma, Visnú, Shiva. Es un ciclo. Pretender enseñar teatro, crear teatro, aprender teatro
sin comprender esto, es un suicidio, un asesinato de la esencia. Pretender que se tiene la
verdad absoluta sobre el Arte, es el mayor performance del ridículo. Mi humilde testimonio
es sólo eso. Rindo cuentas de 36 años de fluir, de permitir que la mano transformadora del
Teatro, esculpiera mi vida y puedo asegurar que seguirá haciéndolo hasta el último aliento
de mi existencia, como el Viento a la Roca.
Hoy he venido desde lejos, pero en realidad nunca me he ido. He venido para sumarme a un
grito que no debe de cesar. Para poner mi pecho, por si algo sirve, entre lo que pretende
aniquilar y lo que está poderosamente vivo: LIZ DE VERACRUZ, ARTE, CIENCIA Y
LUZ. LA PAZ, BCS a 24 de marzo de 2016.