la historia avanzando hacia grados cada vez mayores de progreso gracias a las
destrezas tecnológicas, la sociedad postmoderna estará mejor equipada para apreciar y
apropiarse de los tesoros de la antigüedad, aprendiendo de las sociedades que antaño
fueron denominadas primitivas, pero que realmente presentan estilos de vida llenos de
sabiduría y sensibilidad hacia nuestra interconexión con la tierra. Ya no estará tentada
de rendir culto al ídolo del progreso por sí mismo, siempre a la búsqueda de un futuro
mejor, sino que podrá celebrar la vida en su presente “novedad”, esto es, en su “no-
edad”.
+ Finalmente, la postmodernidad será una sociedad postpatriarcal que pondrá el
acento sobre la dimensión femenina de nuestro ser para equilibrar los efectos
indeseables del carácter predominantemente masculino de nuestras vidas e
instituciones. Esa recuperación nos permitirá avanzar hacia estructuras renovadas de
relaciones y modos de comportamiento caracterizados por la cooperación, el cuidado y el
apoyo mutuos, en lugar de la competencia, la explotación y la destrucción.
Sin embargo, como antes se indicaba, esta era postmoderna no irrumpirá de una
forma determinista, es decir, como un movimiento inevitable de la historia. Si ha de
venir, lo hará en la medida en que haya más personas que tomen conciencia de la
situación crítica de nuestra condición presente como comunidad de la tierra, y en tanto
estas sientan la necesidad de dar un paso más allá de la mentalidad y estructuras de la
modernidad en la sociedad que han dado pie a esa condición, y adopten decisiones
concretas al respecto.
Dicho de otro modo, se requiere por nuestra parte una participación intencional para
el alumbramiento de un mundo postmoderno. Ello exigirá una transformación
de nuestra conciencia, que consecuentemente dejará sentir sus efectos en
nuestra propia autocomprensión, en nuestras relaciones con los demás y
en las estructuras de la sociedad que son manifestaciones visibles de esas
relaciones. Esa transformación afectará por igual a las diversas formas de
nuestra vida personal y comunitaria, a las manifestaciones culturales, a
las expresiones religiosas y a los ámbitos económico, político, educativo,
académico, etc.
Estamos llamados a jugar un papel en la construcción de una era postmoderna si
consentimos ser transformados en nuestra conciencia, aprendiendo a superar el hechizo
que la actitud moderna ejerce en nuestro interior. Se ha repetido a menudo que es
necesaria una nueva cosmología para reemplazar a la anterior, asociada con la
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