Los Obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias
particulares que les han sido encomendadas, con consejos, con sus
exhortaciones, con sus ejemplos, pero tambi
én con su autoridad y sacra
potestad, de la que usan
únicamente para edificar a su grey en la verdad
y en la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse
como el menor, y el que ocupa el primer puesto, como el servidor de
todos. A ellos se les conf
ía plenamente el oficio pastoral, o sea el cuidado
habitual y cotidiano de sus ovejas (LG 27). Los presb
íteros, aunque no
tienen la cumbre del pontificado y dependen de los obispos en el ejercicio
de su potestad, est
án sin embargo, unidos con ellos en el honor del
sacerdocio y, en virtud del sacramento del orden, han sido consagrados
como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, para predicar,
apacentar y celebrar el culto divino. (LG28). En el grado inferior de la
Jerarqu
ía están los diáconos que reciben la imposición de las manos no
en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. As
í confortados con
la gracia sacramental, en comuni
ón con el Obispo y su presbiterio, sirven
al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la
caridad (LG 29). Tambi
én compete a los fieles laicos en virtud del
sacramento del Bautismo participar de las funciones de ense
ñar,
santificar y regir de Cristo y de su Iglesia. El car
ácter secular es propio y
peculiar de los laicos. A ellos corresponde, por propia vocaci
ón, tratar de
obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y
orden
ándolos según Dios (LG 3032).