estímulos externos; ahora, intenta observar el espacio entre las cosas. Si estás
mirando a una persona, dirige tu atención al espacio que te separa de ella. El
campo está donde pensamos que no hay nada: en el espacio entre pensamientos,
entre objetos, entre una respiración y otra, entre movimientos. Se trata del
mismo espacio, pero lo que llamamos “nada” es falta de conciencia. Si eres
consciente, el espació está lleno, es rico, dinámico. Es el campo del potencial
puro, la región ignota de donde surgirá el instante siguiente y todo lo que éste
conlleve.
El espacio siempre está en calma, por lo que al dirigirle tu atención calmas la
mente. Al mismo tiempo, tu cuerpo puede empezar a desechar la frustración, la
tensión y los residuos acumulados del estrés pasado. En este estado de profunda
relajación, la sanación está más activa. El cuerpo necesita desechar la energía
atascada en emociones, recuerdos y experiencias traumáticas del pasado. Lo
deseable sería no identificarnos con estas influencias negativas, no aferrarnos a
ellas ni transmitirles más energía, pero todos lo hacemos. Cargamos al cuerpo
con exigencias excesivas, consciente e inconscientemente, y con ello le
impedimos relajarse.
Si no estás seguro de que tu cuerpo está operando bajo el peso de estas
exigencias, puedes comprobarlo fácilmente. Sólo relájate, quédate tranquilo y
dile a tu cuerpo que puede hacer todo lo que quiera. Pueden presentarse
cualquiera de las siguientes manifestaciones: suspiros profundos, somnolencia,
surgimiento de recuerdos, sensaciones físicas inesperadas (por lo general
malestar o rigidez), emotividad espontánea, probablemente lágrimas, y
sensación de alivio. Todas son señales del cuerpo, de que necesita espacio para
sanar y renovarse.
Si actualmente tu cuerpo está en un estado de autosanación sin resistencia, el
experimento producirá el efecto contrario. Si permaneces tranquilo y le dices a
tu cuerpo que haga lo que quiera, se presentará alguna de las siguientes
manifestaciones: una sensación de profunda quietud y paz; leve efervescencia;
ligereza; alegría desbordante, si bien sutil, y admiración ante lo desconocido
que se asoma a través de la máscara de la existencia material.
En otras palabras, cuando tu cuerpo se encuentra en su estado natural,
experimentas felicidad. Cuando eres feliz en este nivel de normalidad, recuerdas
quién eres en realidad. Tu conciencia alcanza la realización porque en cada
célula hay un estado de conocimiento, alegría y la certeza de la inmortalidad.
En la India lo llamamos Sat Chit Ananda, o conciencia de la dicha eterna. En
este estado del ser, el cuerpo se sana mediante el conocimiento de sí mismo.
¿Qué es lo que conoce? Que los mayores atributos de lo divino —omnisciencia,
omnipotencia y omnipresencia— son en realidad los factores básicos de la vida.
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